19 julio, 2014

San Arsenio

 
 
Oh, San Arsenio, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y, su amado santo y el que disteis
brillo al significado de vuestro nombre: “fuerte,
valeroso y valiente”. Fuerte, en el combate
de la fe, valeroso, en el silencio de los días
y de las noches del desierto, y, valiente,
en la palabra y el buen consejo; pues, vuestros
dichos y refranes, hasta hoy, el caminar iluminan
de vuestros fieles. Cierta vez, la voz de Dios,
os dijo: “Apartaos del trato con la gente y
huid a la soledad”. Y, en el acto, al desierto
marchasteis a orar y a penitencia hacer, todo
por el hombre de mundo. Rica herencia os dejaron
y vos, dijisteis: “antes de que él muriera en
su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias.
No quiero riquezas mundanas que me impidan
adquirir las riquezas del cielo”. Y, renunciando
a ellas, a los pobres las disteis. La gente,
en oración constante os veía, las noches todas.
Y, los sábados, la noche caída, de rodillas
con los brazos en cruz, os desmayabais. “Muchas
veces he tenido que arrepentirme de haber
hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber
guardado silencio”. Decíais vos, y agregabais:
“Siempre he sentido temor a presentarme al
juicio de Dios, porque soy un pecador”. ¿Para
qué abandoné el mundo y me hice religioso?
Y, os respondíais: “me hice religioso porque
quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto
no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo”.
¿Dónde podremos encontraros ahora? Duda no
cabe: coronado de luz todo, en la casa del Padre,
como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
Oh, San Arsenio, “fuerte, valeroso y valiente”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de julio
San Arsenio
Monje
Año 450
 
Arsenio significa: fuerte, valeroso, valiente.  San Arsenio fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus dichos o refranes fueron enormemente estimados. Las gentes hacían viajes de semanas y meses con tal de ir a consultarle y oír sus consejos.
 
Cuando el emperador Teodosio, el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un senador sumamente sabio y muy práctico en los consejos que sabia dar. Y así durante diez años tuvo que estarse en el palacio imperial tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero se dio cuenta de que el uno era demasiado atrevido y el otro demasiado apocado, y desilusionado de ese fracaso como educador de los dos futuros emperadores dispuso dedicarse a otra labor que le fuera de mayor utilidad para su santificación y salvación.
 
Y estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: “Apártese del trato con la gente, y váyase a la soledad”. Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los demás monjes de esa soledad.
 
Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación. El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo hizo sentar a la mesa sino que lo dejó de pie, junto a su mesa. Luego en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso, y le dijo secamente: “Si quiere comer algo, recoja eso”. Arsenio se inclinó humildemente, recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este comportamiento admirable, lo consideró lo suficientemente humilde como para ser recibido como monje y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los demás religiosos: “Este será un buen hermano”.
 
Arsenio había pasado toda su vida en el alto gobierno y en lujosos palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas costumbres mundanas que los otros monjes no hallaban como corregírselas, porque le tenían mucho respeto. Entonces dispusieron irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla. Y los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje joven que mientras rezaban tuviera la pierna montada, y que ellos le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron, regañando fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la lección y se corrigió.
 
San Arsenio se hizo famoso por sus penitencias extraordinarias. Un día llegó un alto empleado del imperio a llevarle un documento en el cual se le comunicaba que un senador riquísimo le dejaba en herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas. El santo exclamó: “Antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo”. Y renunció a todo esto en favor de los pobres.
 
Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los sábados al anochecer empezaba a rezar de rodillas con los brazos en cruz y permanecía así hasta que caía por el suelo desmayado. Tenía 40 años cuando abandonó el palacio imperial donde tenía todas las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo faltaba. Desde los 40 años hasta los 95 años estuvo orando, ayunando y haciendo penitencias en el desierto, por la conversión de los pecadores, la extensión de la religión y el perdón de sus propios pecados.
 
Como hombre de mundo y de política que había sido, sentía una gran inclinación a tratar con la gente y a charlar con los demás, y en cambio hacía todo lo posible por retirarse del trato con todos, y vivir en la más completa soledad. Cuando un día el superior le llamó la atención porque no se prestaba a quedarse a charlar con las numerosísimas personas que iban a consultarle, le respondió: “Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes”. En verdad que a cada persona la lleva Dios a la santidad por caminos diversos. A unos los hace santos haciendo que se dediquen totalmente a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha pedido que con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le ganen también almas para el cielo.
 
Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas.
 
Recordemos algunos de sus dichos
 
“Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio”. “Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador”.
 
El religioso debe preguntarse frecuentemente: “¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo” (Esta frase ha conmovido a muchos santos. Por ej. San Bernardo la tenía escrita así en su habitación: “Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? – Quiero salvar mi alma y santificarme”).
 
San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes que eran muchísimo más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo”.
 
Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencas y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad, y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo espiritual, y el santo respondió: “Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor”.
 
Arsenio era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura descollaba majestuosamente entre los demás monjes. Y su santidad superaba a la de los demás compañeros. Las gentes lo veneraban inmesamente y sus consejos han sido apreciados por muchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros y nos consiga una santidad como la suya.
 
De toda palabra indebida que diga una persona, tendrá que rendir cuentas el día del juicio. (Jesucristo, Mt. 12,36).
 
 

17 julio, 2014

Santa Carolina



Oh, Santa Carolina, vos, sois la hija del Dios
de la vida, y, su amada santa, y, que honor
hicisteis al significado de vuestro nombre:
“magnánima”. Y, así, vuestra santa vida fue,
con los brazos abiertos para todos y todas,
a Cristo, imitando, pues Él, se abandonó
en los brazos de Dios, a la hora de su muerte,
rezando: “esto es, en ti pongo toda mi vida”.
Vos, que, en vuestro convento vivíais, a
la vida de oración, el trabajo y el apostolado
entregada, sin daño alguno, hacer a nadie, y
en plena revolución, sinónimo de reivindicaciones
pero también de barbarie y de persecución
de Dios. Y, de pronto, el mal tomó cuerpo y
entró, en vandálicas turbas convertido, que,
se os lanzaron contra vos, y, las inocentes
vidas de vuestras santas hermanas compañeras,
Y, todas vosotras, con los rostros de felicidad
y, con la fe en Dios, tal como hizo Cristo,
en la cruz, marchasteis a vuestro martirio,
con vos, a la cabeza. Y, sí, la vida os quitaron
pero jamás vuestras almas, que, a los brazos
de Dios, volaron, para recibir, corona de luz
eterna, como premio a vuestra entrega de amor;
oh, Santa Carolina, “amor, fe y luz magnánima”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Julio
Santa Carolina
Año 1794
 
Etimológicamente significa “magnánima”. Viene de la lengua alemana. Cristo se abandonó en Dios a la hora de morir en la cruz. Rezó diciendo: “esto es, en ti pongo toda mi vida”. Esta es una oración de plena confianza. Si alguna vez te encuentras decaído, dila a menudo hasta tanto salgas de tu mal bache.
 
El mérito de Carolina
 
Estamos en plena Revolución francesa. Concretamente en el año 1794. Las beatas carmelitas de Compiège son llevadas de este lugar a París, en la época del terror más exacerbado que uno se pueda imaginar. Estas hermanas vivían en su convento entregadas a la vida de oración, al trabajo y al apostolado.
 
¿Qué daño hacían? Ninguno. Pero las turbas se lanzaron contra ellas y sus inocentes vidas. Siempre se persigue la religión cuando se aleja Dios de la sociedad y de los corazones de los dirigentes.
Con sus caras de felicidad y, con la confianza en Dios – tal como él hizo en la cruz – iban derechas al lugar de los tormentos: la vil guillotina en la plaza del Trono parisina. Después fueron enterradas en el cementerio de Picpus.
 
La decana de estas hermanas se llamaba carolina. Tenía 79 años. Había nacido en Anne-Marie-Thouret y era originaria de Mouy-sus –Oise. Cuando hace algunos años se cumplieron los 200 años fatídicos de aquellos días, la hermana Carolina resplandece en el cielo y ante la contemplación de todos los creyentes como una flor que, aunque madura por la vida, sigue expandiendo por todas partes el perfume de su virtud y de su entrega a Dios con su propio martirio.
 
Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB
 

16 julio, 2014

Nuestra Señora del Carmen



¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen “Estella Maris”,
portento glorioso del Dios de la vida;
sois vos, la “Estrella de Mar”
la que, a través de los siglos,
con Vuestra luz certera, iluminasteis,
iluminas e iluminareis del hombre
el camino hasta la consumación
de los tiempos; porque, Madre
Nuestra sois; antes, del Dios vivo.


!Oh¡, “Setella Maris”, intercediendo seguid,
ante Vuestro Amadísimo Hijo;
para que, la Buena Nueva, se haga carne,
en el corazón de todos los hombres,
mujeres, ancianos y niños, y que,
algún día Vuestros ojos contemplar
puedan regocijados el mundo, que Vos,
queréis; de olor lleno a amor, paz,
verdad, justicia y solidaridad.


!Oh¡, Escapulario Santo del Carmen,
signo del amor Vuestro por nosotros y
de confianza filial por parte nuestra,
enseñadnos a abiertos vivir, a Dios y
a su santa voluntad, a escuchar Su voz,
en la Biblia y en la vida, y, a orar
sintiéndolo a Él, tal y conforme lo hicieron,
vuestros Santos: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz;
!oh¡, Señora Nuestra del Carmen, “Stella Maris”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Monte Carmelo

!Oh¡, Nuestra Señora del Carmen
De Yahwéh Madre
Nuestra Madre
San Isaías
San Eliseo
Stella Maris
San Alberto
El Escapulario:
San Simón Stock


San Luis de Francia
San Juan de la Cruz
Santa Teresa de Jesús
Los Carmelitas Descalzos
Santa Teresa de Jesús
San Juan de la Cruz
San Luis de Francia
El Escapulario:
San Simón Stock


San Alberto
Stella Maris
San Eliseo
San Isaías
Nuestra Madre
De Yahwéh Madre
!Oh¡, Nuestra Señora del Carmen.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Julio
Nuestra Señora del Carmen

El Monte Carmelo

El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de Haifa. Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén. Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de las manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y místicas. Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística?
 
Seguramente se le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero sin duda había alguna intención más profunda que la hacía simpatizar con el misterio de la sagrada montaña del profeta Elías.
 
Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor. Así surgió en el Carmelo la vida carmelita. El convento del Monte Carmelo tiene un nombre evocador: “Stella Maris” (Estrella del Mar). Es un hermoso edificio cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del Mar Mediterráno en la ciudad de Haifa. El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua de la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836.
 
Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso defensor de la religión de Yahwéh. Nos cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. Se cuenta que el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del escapulario carmelita. También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio.
 
Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecusión árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII.
 
La estrella del Mar
 
Los marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a las estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar
 
Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa
 
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la que desde tiempos remotos allí se le venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron incluso a llamárseles: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
 
El Escapulario Carmelita

Los signos en la vida humana y cristiana
 
Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el rayo de luz, la llama de fuego, el agua que brota… En la vida de cada día existe también gestos que expresan y simbolizan valores más profundos: como el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en fila para una manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en pie (respeto).
 
Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a entender y vivir. Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo eterno del amor del Padre. El estableció la Iglesia, ella misma como signo e instrumento de su amor. E incluso utilizó pan, vino, agua para remontarnos a realidades superiores que no vemos ni tocamos: constituyó signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es decir los Sacramentos.
 
En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan, imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.
 
Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos, ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona. UNO DE ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
 
Origen del Escapulario
 
En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas mediante las Confraternidades. Las Ordenes religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación y de participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba constituido por una parte significativa del hábito: capa, cordón, escapulario.
 
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana. Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor de María por nosotros y como expresión de confianza filial por parte nuestra en Ella, cuya vida queremos imitar.
 
El “Escapulario” en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, comlos verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Ordenes religiosas, como el Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como siervos de Cristo y de Maria. El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María, Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo Mariano por excelencia.
 
El Escapulario, signo mariano
 
El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden Carmelita, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.
 
La Virgen nos enseña
 
-A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;
-A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;
-A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
-A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.
El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos. Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad íntima con Dios a través de la oración.
-Pone delante el ejemplo delos santos y santas del Carmelo con quienes se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.
-Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.
En síntesis y en concreto el escapulario del Carmen NO ES:
-Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
-Ni una garantía automática de salvación
-Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES:
-Un signo “fuerte” aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima.
 
Normas prácticas
 
* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u otro sacerdote autorizado.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se cambia.
* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos tres Ave Marías).
 
Imposición del escapulario: fórmula
 
Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, que te comprometes a imitarle.
Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al servicio del prójimo y a la imitación de María.
Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda al plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.
 
Santa Teresa de Jesús y la Virgen María
 
Toda la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.
 
a. Devoción mariana y experiencia mística mariana
 
Desde la primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos más importantes de la niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6); es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre Doña Beatriz, a la edad de 13 años: “Afligida fuíme a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a sí” (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su conversión: “me ha tornado a sí”. Otros textos de la autobiografía nos revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1).
 
Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a él le pertenece. En la experiencia mística teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa Madre ha tenido una experiencia mística de las primeras palabras del Cántico de María, el “Magnificat” (Relación 29,1; 61), que según el testimonio de María de San José con mucha frecuencia “repetía en voz baja y en lenguaje castellano”‘ (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
 
Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador: “Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra medida” (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a la Virgen (Relación 35,1): “No pienses cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer” ( Cfr. también sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación Camino 31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8).
 
Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en la alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar la fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la actitud de la Virgen: “Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su santísima anima y muriendo dura muerte”. Ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos “a manera de como se pinta la quinta angustia” (Relación 58); ha experimentado en la Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma ( que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En esta misma ocasión le dice el Señor que: “En resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad … y que había estado mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla” (Ib.).
 
En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su intercesión constante la comunidad en oración, como le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación 25,13). Cuando en una altísima experiencia mística, Dios le da a conocer el misterio de la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable del Padre: “Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.)
 
Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda convicción de la doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman parte de la experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del cap.; 8,6).
 
b. María, modelo y madre de la vida espiritual
 
Santa Teresa ha expresado en algunas líneas doctrinales su experiencia y su contemplación del misterio de la Virgen María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese comentado el “Ave María” como hizo con el Padre Nuestro en la primera redacción del Camino de Perfección. Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).
 
Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino 31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo “en las entrañas de la Virgen” (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes principales que hay que imitar: “Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima” (Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor ante las maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a su voluntad (Ib.).
 
Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el camino de sus hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda la descripción que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas III 1,3). Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en su comunión con Cristo en el “mucho padecer”: “Siempre hemos visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos apóstoles” (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen, en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr. Moradas VI,7,11.13).
 
c. La Virgen María y el Carmelo
 
Teresa de Jesús con su vocación de Carmelita ha entrado profundamente en toda la antigua tradición espiritual del Carmelo. En el monasterio de la Encarnación de Avila ha podido impregnarse de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal como en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía carmelitana. En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al de la Virgen que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la Regla, las casas.
 
Cuando es nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el lugar primero del coro a la Virgen, porque comprende que en María hay una convergencia de devoción, de amor y respeto por parte de todas las religiosas. El gesto tiene un hermoso epílogo mariano, con la aparición de la Virgen (Relación 25). En una Carta a María de Mendoza (7 de marzo de 1572) dice afectuosamente: “Mi ‘Priora’ (la Virgen María) hace estas maravillas”. Acoge con gozo al P. Gracián, tan devoto de la Virgen, como ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se entusiasma con el conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la Orden, tal como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones, c.23) Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita: “Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio (Vida 38,31).
 
Con idéntico espíritu mariano, como un servicio de renovación de la Orden de nuestra Señora y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea de la fundación de San José. Ya en las primeras gracias que Cristo le hace, encontramos la alusión de la presencia de la Virgen en el Carmelo (Vida 32,11). Después es la misma Virgen la que activa la fundación de San José con idénticas palabras y promesas y con una gracia especial concedida a Teresa de pureza interior, una especie de investidura mariana para ser Fundadora (Vida 33,14). Al concluir felizmente la fundación de San José la Madre Teresa confiesa sus sentimientos marianos: “Fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento… y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre” (Vida 36,6 ). Y añade: “Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen… Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos” (Ib. 36, 26. 28 ) Como respuesta a este servicio mariano, ve a Cristo que le agradece “lo que había hecho por su Madre” y ve a la Virgen “con grandísima gloria, con manto blanco y debajo de él parecía ampararnos a todas” (Ib. 36, 24).
 
En la narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre el cuidado de subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a nuestra Señora, la especial protección que Ella le dispensa en todas las ocasiones. Así, por ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el permiso obtenido para extender los monasterios teresianos: “Escribí a nuestro Padre General una carta… poniéndole delante el servicio que haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que lo negoció” (Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las Fundaciones parece estar escrito en clave mariana, pues son continuas las alusiones de Teresa a la Virgen y a su servicio, como cuando escribe: “Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora …” (Ib. 4,5); o cuando subraya: “Son estos principios para renovar la Regla de la Virgen su Madre y Señora y Patrona Nuestra” (Ib. 14,5), como dice a propósito de la fundación de Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás, al final del libro de las Fundaciones, contempla todo como un servicio de la Virgen y una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: “Nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona… Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo …” (Ib. 29,23.28). La misma separación de calzados y descalzos hecha en el Capítulo de Alcalá, en 1581, es contemplada por Teresa con una referencia pacificadora a la Madre de la Orden: “Acabó nuestro Señor cosa tan importante… a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora y Patrona que es nuestra …” (Ib. 29,31).
 
El recuerdo de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el sentido de la vocación carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo con una alusión implícita a la Virgen escribe: “Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos” (Moradas V 1,2). En el contexto anterior y posterior la Santa habla de la vocación la oración, tesoro escondido y perla preciosa – dos alusiones evangélicas – que están dentro de nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida para comprar el campo donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa.
 
María aparece como la Madre de esta “casta de contemplativos”, por su interioridad en la meditación y la entrega total del Señor. En otra ocasión Teresa llama la atención sobre la necesidad de la imitación de la Virgen para poder llamarnos de veras hijas suyos: “Plega a nuestro Señor, hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de la Virgen y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced que nos ha prometido” (Fundaciones 16,7). En el amor a la Virgen y en la adhesión a la misma familia se encuentra para la fraternidad teresiana el fundamento del amor recíproco y de la comunión de bienes, como sugieren estos dos textos: “Así que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a otras” (Carta a las monjas de Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). “Por eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unos (monasterios) a otros, pues lo que es de uno es de todos” (Carta a la M. Priora y Hermanas de Valladolid, 31 de mayo de 1579,4).
 
Estas páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la tradición mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia mística, su devoción y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la carmelita descalza la Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de adhesión a Cristo, de vivencia contemplativa de su misterio y de servicio eclesial; para cada monasterio, la Virgen es la Madre que con su presencia acrecienta el sentido de intimidad y de familia, alienta en el camino de la vida espiritual, preside la oración como ferviente intercesora ante su Hijo.
 
La Espiritualidad Mariana de la orden Carmelita
Escrita por la Orden de Carmelitas Descalzos
 
1. En los orígenes de nuestra devoción mariana
 
Hay tres palabras claves que sintetizan los orígenes de nuestra relación carismática con la Virgen María: el lugar del Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la Orden, la explícita mención de la dedicación de la Orden del Carmelo al servicio de nuestra Señora.
 
a. El lugar: una capilla en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo
 
Un anónimo peregrino de principios del siglo XIII nos ofrece, en un documento sobre los caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el primer testimonio histórico mariano acerca de la Orden. Nos habla de una “muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los ermitaños latinos, llamados “Hermanos del Carmelo” tenían en el Wadi ‘ain es-Siah. Otra redacción del mismo manuscrito habla de una iglesia de nuestra Señora.
 
Posteriormente el título de la Virgen María se le dará a todo el monasterio, cuando se amplíe notablemente la primitiva capilla, como consta en varios documentos antiguos (cfr. Bullarium Carmelitanum, I, pp. 4 y 28). Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo dedicada a la Madre de Dios es significativo y prácticamente es el hecho del que se desprende la más antigua devoción de los Carmelitas a la Virgen. Desde el principio de su fundación los Carmelitas han erigido una pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma tierra de Israel.
 
Suponemos que esta capilla estaba presidida por una imagen de la Madre de Dios. La tradición antigua de la orden nos ha transmitido algunas imágenes antiguas, de inspiración oriental. Entre ellas algunas del tipo de la Virgen de la ternura o de la Virgen sentada en un trono con su Hijo. Todo ello indica que los ermitaños del Monte Carmelo querían dedicarse por entero al vivir en obsequio de Jesucristo bajo la mirada amorosa de la Virgen Madre, y que ella presidió desde sus misma cuna el nacimiento de una nueva experiencia eclesial. De aquí el hecho que se la reconozca como Patrona, según las palabras del General Pedro de Millaud al Rey de Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María “en cuya alabanza y gloria esta misma Orden fue fundada especialmente” (Cfr. Ibidem, 606-607). Una afirmación que la tradición posterior confirmara constantemente.
 
b. El nombre: “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”
 
Así aparece el título de la Orden en algunos documentos pontificios, con una referencia explícita a la Virgen María, como consta por la Bulla de Inocencio IV, Ex parte dilectorum (13-1-1252): “De parte de los amados hijos, los ermitaños hermanos de la Orden de Santa María del Monte Carmelo” (Analecta Ordinis Carmelitarum 2 (1911-1913) p.128). En un documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la Bula Quoniam, ut ait) hace referencia al “Prior Provincial de la Orden de la Bienaventurada María del Monte Carmelo en Tierra Santa” y añade que en el Monte Carmelo está el lugar de origen de esta Orden donde se va a edificar un nuevo monasterio en honor de Dios y “de la dicha Gloriosa Virgen su Patrona” (Bullarium Carmelitanum I, p.28).
 
Este nombre, “Hermanos” que es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, ha sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente de espiritualidad cuando los autores carmelitas posteriores hablen del “patronazgo de la Virgen” y de su cualidad de “Hermana” de los Carmelitas.
 
c. La consagración a la Virgen
 
El Carmelo profesa con su dedicación total al servicio de Jesucristo como Señor de la Tierra Santa, según el sentido de seguimiento y de servicio que tiene el texto inicial de la Regla en su contexto histórico y geográfico, su total consagración a la Virgen María. Así lo reconoce un antiguo texto legislativo del Capitulo de Montpellier, celebrado en 1287: “Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra religión del Monte Carmelo” (Cfr. Actas del Capítulo General de Montpellier, Acta Cap.Gen., Ed. Wessels-Zimmermann, Roma 1912, p.7). Esta especial consagración que se une al recuerdo del seguimiento de Cristo tendrá una lógica consecuencia en la fórmula de la profesión que incluirá la mención explícita de la entrega a Dios y a la Bienaventurada Virgen María.
 
2. Una tradición espiritual viva
 
Tras los datos históricos reseñados que pertenecen a los albores de la experiencia mariana del Carmelo, las Constituciones señalan los elementos mas significativos de la espiritualidad mariana de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin embargo podemos condensar en algunas orientaciones la riqueza doctrinal del espíritu mariano de la Orden, tal como ha sido vivido a partir de los orígenes, enriquecido por la devoción y los escritos espirituales de algunos carmelitas insignes.
 
a. Los títulos de amor y de veneración
 
Se puede afirmar que la antigua tradición carmelitana ha expresado los vínculos de amor con la Virgen a través de una serie de títulos relativos al misterio de María pero percibidos con un sabor especial desde la experiencia de la vida del Carmelo. Así, en los orígenes, predomina la denominación de Patrona de la Orden, pero también se va haciendo camino la expresión más dulce de Madre, como aparece en fórmulas antiguas de Capítulos y Constituciones, como estas: “En honor de nuestro Señor Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre de nuestra Orden del Carmelo”; “Para alabanza de Dios y de la bienaventurada Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra”, como dicen las Constituciones de 1369.
 
En la antífona “Flos Carmeli” se invoca a la Virgen como “Madre dulce” (Mater mitis) y Juan de Chimineto habla de María como “fuente de las misericordias y Madre nuestra”. Los dos apelativos están en relación con el misterio de la Virgen Madre de Dios en la expansión de su maternidad hacia los hombres. A estos títulos hay que añadir el de Hermana, asumido por los Carmelitas del siglo XIV en la literatura devocional que narra los orígenes de la Orden, a partir del profeta Elías que contempla proféticamente en la nubecilla la futura Madre del Mesías, y se complace en ilustrar las relaciones de la Virgen con los ermitaños del Monte Carmelo.
 
Desde otro punto de vista doctrinal, los Carmelitas, en la contemplacion el misterio de la Virgen, han puesto de relieve su Virginidad, admirando en ella el modelo de la opción por una vida virginal en el Carmelo y su relación con la contemplacion. Por las mismas razones los Carmelitas siempre estuvieron entre los defensores del privilegio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, en las controversias de la edad media, sea a nivel de teología, sea a favor de la introducción de la fiesta en el Calendario de la Orden que la celebraba con particular devoción. De aquí también la insistencia de los autores carmelitas en la filial contemplacion de la Virgen Purísima y del compromiso de imitar en la Virgen esta actitud espiritual, simbólicamente reflejada en la capa blanca del hábito de la Orden.
 
b. Privilegios para la Orden
 
La historia y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo durante los siglos XIV-XVI, se enriquecen de motivos devocionales que van aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María aparece como una auténtica Protectora de la Orden en momentos difíciles de su evolución y su expansión en Occidente. EL Catálogo de los Santos Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden Simón Stock tuvo hacia el año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega del hábito de la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los que lo lleven con devoción. Al Papa Juan XXII se le atribuye un documento, llamado comúnmente Bula Sabatina, que lleva la fecha del 3 de marzo de 1322, en el cual refiere la visión que el mismo Papa tiene de la Virgen que le promete una protección personal a cambio de la ayuda que él mismo preste a los Carmelitas; en la Bula se alude al privilegio de una liberación de las penas del Purgatorio para todos aquellos que hayan llevado dignamente el Santo Escapulario, mediante la acción maternal de la Virgen que irá a liberar a sus devotos el sábado siguiente a su muerte.
 
Estos dos hechos han polarizado la atención popular hacia la devoción mariana propuesta por los Carmelitas y han monopolizado, en cierto sentido, la visión espiritual que la Orden ha tenido del misterio de María, que es sin duda mucho más rica, más evangélica, más espiritual.

 La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial, la Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, los beneficios recibidos por intercesión de nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez el sentido de recordar la protección de María y de realizar la acción de gracias por parte de la Orden. En la elección de la fecha, como se sabe, influye la parcial aprobación de la Orden obtenida en el Concilio II de Lyon, el 17 de julio de 1274, cuando había estado en peligro la extinción de la Orden. Posteriormente, la fecha del 16 de julio fue considerada como el día tradicional de la aparición de la Virgen a San Simón Stock; de esta forma el recuerdo de la protección de la Virgen se concentró en el agradecimiento particular por lo que constituía la suma y compendio del amor de la Virgen para los Carmelitas: el don del Santo Escapulario y sus privilegios.
 
c. Espiritualidad mariana de la Orden: María, modelo y Madre
 
Una nota distintiva de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen María es el deseo de imitar sus virtudes dentro de la propia profesión religiosa. Ya el conocido teólogo carmelita Juan Baconthorp (1294-1348 ) había intentado hacer en su comentario a la Regla un paralelismo entre la vida del Carmelita y la vida de la Virgen María; se trata de un principio exegético de gran importancia porque centra la devoción en la imitación. Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio (1445-1499), ha cantado en su obra acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido de intimidad con la Virgen, la especial filiación del carmelita, la comunión de bienes con la Madre, el sentido de la “hermandad” con Ella. El Beato Bautista Mantuano (1447-1516) es un cantor eximio de la Virgen en su producción poética. Como fieles intérpretes de la tradición carmelitana llevan a su esplendor el sentido de la intimidad con la Virgen y su conformación interior al misterio de María el P. Miguel de San Agustín (1621-1684) y su dirigida María de Santa Teresa (1623-1677).
 
Aunque no es éste el lugar para desarrollar la doctrina de todos estos autores, hemos querido dejar constancia de una rica tradición doctrinal y espiritual del Carmelo que encontrará en los representantes del Carmelo Teresiano una digna continuidad y profundización de la espiritualidad mariana.
 
d. Liturgia y devoción popular
 
Los Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen especialmente por medio de la liturgia. Han erigido templos en su memoria y venerado su imagen. Los antiguos Rituales de la Orden, a partir del siglo XIII, muestran el fervor litúrgico del Carmelo en la celebración de las fiestas marianas de la Iglesia, con la aceptación de nuevas celebraciones; se trata de fiestas que en otros lugares y en otras Ordenes, no son acogidas con tanto fervor, como la fiesta de la Inmaculada Concepción. La fiesta de la Conmemoración Solemne de la Virgen del Monte Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo rito jerosolimitano, seguido por la Orden, reserva a María múltiples invocaciones en las horas canónicas, con antífonas marianas a final de cada hora y con una solemnización especial de la Salve Regina de Completas.
 
En honor de la Virgen se celebran sus misas votivas y el nombre de María se introduce con frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de hábito y de la profesión. Se puede decir que la liturgia carmelitana ha dejado una profunda huella de espíritu mariano en la tradición espiritual y ha plasmado interiormente la dedicación que la Orden profesaba a la Virgen Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen características prácticas de devoción popular de la Iglesia, como el Angelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la devoción del Escapulario.
 
3. La espiritualidad mariana en el Carmelo teresiano
 
La segunda parte del n. 54 de las Constituciones presenta la lógica continuidad de la experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con estas palabras: “Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han reafirmado y renovado la piedad mariana del Carmelo“. Sigue a continuación una breve y jugosa síntesis del pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Dentro del espacio que ofrecen estas páginas de breve comentario vale la pena alargar un poco más la visión que ofrecen de este punto las Constituciones para ver hasta qué punto el tema mariano se enriquece en los Santos de la Orden y como queda configurado actualmente en nuestra espiritualidad, a partir de la doctrina y experiencia de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz y de otros testigos eximios del Carmelo Teresiano.
 

15 julio, 2014

San Buenaventura

 
 
Oh, San Buenaventura, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, y, que, a la vida
vuelto por San Francisco, con aquella preciosa
frase, Juan: “¡Buena Ventura!”. Y, así os quedasteis,
hasta convertiros en el “Doctor seráfico”, que sois.
Vos, en amor ardíais por Dios, tanto que, vuestros
sermones, escritos, trabajos y estudios, a Él,
los ofrecisteis con mucho amor. En “Itinerario
del alma hacia Dios”, bellísimo libro vuestro,
y muestra perfecta del bien, mostrasteis y mostráis,
cómo el hombre, alcanzar debe su ascenso hacia
la Casa del Padre Eterno. Las tareas más sencillas
del convento, realizabais Cardenal hecho, con amor
y alegría y que, junto a vuestro amabilísimo trato
conciliador, os ganabais a la gente de vuestro tiempo.
El meditar en la pasión y muerte de Cristo, os
llevaba a menudo a esforzaros por amor, a cumplir
las palabras que Jesús, alguna vez dijo: “Aprended
de mi que soy manso y humilde de corazón”. A vuestro
amor a María Virgen, recomendabais el rezo del Santo
Rosario y el Ángelus. ¡Qué hermoso!, debió haber
sido, cuando se os encargó, escribir la biografía
del fundador de vuestra orden, San Francisco de Asís,
que, hasta Santo Tomás de Aquino, un día, se apeó
a vuestra celda, y os vio, como “ido” de este mundo
y exclamó: “dejemos que un santo escriba la vida
de otro santo”. Al final de vuestra santa vida ¿dónde
os fuisteis San Buenaventura? Y, mayor ni mejor
respuesta hay: ¡al cielo os fuisteis todo coronado,
con corona de luz y gloria, como premio a vuestra
increíble entrega de amor, fe y misericordia;
Inocencio V, Papa, en vuestro entierro dijo de vos:
“Su amabilidad era tan grande que empezar a tratarlo
era quedar ya amigos de él para siempre. Y su unción
al predicar y escribir era tan admirable, que escucharlo
o leer sus escritos, era ya empezar a sentir deseos
de amar a Dios y conseguir la santidad”. ¡Aleluya!;
oh, San Buenaventura, “amor y éxito del Dios vivo”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de julio
San Buenaventura
Religioso, Cardenal y Escritor
Año 1274
 
San Buenaventura: pide a Nuestro Señor que nosotros lo amemos como lo amaste tú.
 
Un nombre profético
 
Nació en Bañoreal, cerca de Vitervo (Italia) en 1221. Se llamaba Juan, pero dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó a San Francisco, el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo: “¡BUENA VENTURA!”que significa: “¡BUENA SUERTE. BUEN EXITO!”. Y el niño quedó curado. Y por eso cambio su nombre de Juan por el de Buenaventura. Y en verdad que tuvo buena suerte y buen éxito en toda su vida.
 
Un doctor muy especial
 
En agradecimiento a San Francisco su benefactor, se hizo religioso franciscano. Estudió en la universidad de París, bajo la dirección de famoso maestro Alejandro de Ales, y llegó a ser uno de los más grandes sabios de su tiempo. Se le llama “Doctor seráfico”, porque “Serafín” significa “el que arde en amor por Dios” y este santo en sus sermones, escritos y actitudes demostró vivir lleno de un amor inmenso hacia Nuestro Señor.
 
Los que lo conocieron y trataron dicen que todos sus estudios y trabajos los ofrecía para gloria de Dios y salvación de las almas. A sus clases concurrían en grandes cantidades gente de todas las clases sociales y sus oyentes afirmaban que mientras hablaba parecía estar viendo al invisible. Su inocencia y santidad de vida eran tales que su maestro, Alejandro de Alex, exclamaba “Buenaventura parece que hubiera nacido sin pecado original”.
 
Escrúpulos peligrosos
 
Él no veía en si mismo sino faltas y miserias y por eso empezó a padecer la enfermedad de los escrúpulos, que consiste en considerar pecado lo que no es pecado. Y creyéndose totalmente indigno empezó a dejar de comulgar. Afortunadamente la bondad de Dios le concedió un valor especial, y observó en visión que Jesucristo en la Santa Hostia se venía desde el copón en el cual el sacerdote estaba repartiendo la Sagrada Comunión, y llegaba hasta sus labios. Con esto reconoció que el dejar de comulgar por escrúpulos era una equivocación.
 
Escritor famoso
 
Buenaventura, además de dedicarse muchos años a dar clases en la Universidad de París donde se formaban estudiantes de filosofía y teología de muchos países, escribió numerosos sermones y varias obras de piedad que por siglos han hecho inmenso bien a infinidad de lectores. Una de ellas se llama “Itinerario del alma hacia Dios”. Allí enseña que la perfección cristiana consiste en hacer bien las acciones ordinarias y todo por amor de Dios. El Papa Sixto IV decía que al leer las obras de San Buenaventura se siente uno invadido de un fervor especial, porque fueron escritas por alguien que rezaba mucho y amaba intensamente a Dios.
 
Una noticia muy alagadora. San Buenaventura fue nombrado Superior General de los Padres Franciscanos, y el Papa le concedió el título de Cardenal. Y aunque era famoso mundialmente por su sabiduría, sin embargo seguía siendo muy humilde y se iba a la cocina a lavar platos con los hermanos legos (dicen que la noticia de su nombramiento como Cardenal le llegó mientras estaba un día lavando platos en la cocina) y Fray Gil, uno de los hermanos legos más humildes, le preguntó un día: “Padre Buenaventura, ¿un pobre ignorante como yo, podrá algún día estar tan cerca de Dios, como su Reverencia que es tan inmensamente sabio?”
 
El gran sabio le respondió: “Oh mi querido Fray Gil: si una pobre viejecita ignorante tiene más amor de Dios que Fray Buenaventura, estará más cerca de Dios en la eternidad que Fray Buenaventura”. Al oír semejante noticia, el humilde frailecito empezó a aplaudir y a gritar: “Ay Fray Gil borriquillo de Dios, aunque seas más ignorante que la más pobre viejecita, si amas a Dios más que Fray Buenaventura, estarás en el cielo más cerca de Dios que el gran Fray Buenaventura”. Y de pura emoción se fue elevando por los aires, y quedó allí suspendido entre cielo y tierra en éxtasis. Es que había escuchado la más halagadora de las noticias: que el puesto en el cielo dependerá del grado de amor que hayamos tenido hacia el buen Dios.
 
La simpatía de San Buenaventura
 
Este gran doctor, que por 17 años fue Superior General de los Padres Franciscanos y recorrió el mundo visitando las casas de su comunidad y animando a todos a dedicarse a la santidad, y que fue el hombre de confianza del Sumo Pontífice para resolver muchos casos difíciles, y que dirigió en nombre del Papa el Concilio de Lyon y tuvo el honor de que la oración fúnebre el día de su entierro la hiciera el mismo Sumo Pontífice, tenía una cualidad especialísima: una exquisita bondad en su trato, una amabilidad que le ganaba los corazones, un modo conciliador que lo alejaba de los extremos, de la extrema rigidez que amarga la vida de los otros y de la relajación que deja a todos seguir por el camino del mal sin corregirlos.
 
Sus virtudes preferidas eran la humildad y la paciencia, y la meditación frecuente en la pasión y muerte de Cristo lo llevaba a esforzarse por cumplir aquel consejo de Jesús: “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”. Su crucifijo lo tenía totalmente desgastado de tanto besarle las manos, los pies, la cabeza y la herida del costado. Su amor a la Virgen María era intenso y por todas partes recomendaba el rezo del Angelus (o de las tres Aves Marías).
 
Un santo elogia a otro santo
 
A San Buenaventura le recomendaron que escribiera la biografía de su gran protector San Francisco de Asís (la cual resulto muy hermosa) y dicen que cuando estaba redactándola, llegó a visitarlo el sabio más famoso de su tiempo, Santo Tomás de Aquino, el cual al asomarse a su celda y verlo sumido en la contemplación y como en éxtasis, exclamó: “dejemos que un santo escriba la vida de otro santo”, y se fue. Así que estos dos sabios tan famosos no se trataron en vida pero se admiraron mutuamente.
 
Muerte solemne
 
En el año 1274 se celebro el concilio de Lyon (o reunión de todos los obispos católicos del mundo). Terminando el Concilio con gran éxito, todo dirigido por San Buenaventura, por orden del Sumo Pontífice, el santo sintió que le faltaban las fuerzas, y el 15 de julio de 1274 murió santamente asistido por el Papa en persona. Todos los obispos del Concilio asistieron a sus funerales y caso único en la historia, el Santo Padre ordenó que todos los sacerdotes del mundo celebran una misa por el alma del difunto.
 
Un elogio muy especial
 
El Papa Inocencio V predicó la homilía en el entierro de San Buenaventura y dijo de él: “Su amabilidad era tan grande que empezar a tratarlo era quedar ya amigos de él para siempre. Y su unción al predicar y escribir era tan admirable, que escucharlo o leer sus escritos, era ya empezar a sentir deseos de amar a Dios y conseguir la santidad”. Bello elogio en verdad.
 
 

14 julio, 2014

San Francisco Solano

 
 
Oh, San Francisco Solano, vos sois el hijo
del Dios del vida y su amado santo, además
llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por
la cantidad de prodigios y milagros que Dios
obtuvisteis en Sudamérica. Desde pequeño, erais
de corazón pacificador, pues, cuando los sables
y discordias se planeaban, interveníais y paz
era todo. Franciscano de corazón, os dedicasteis
a predicar y predicar, con increíbles resultados,
pues vuestros sermones, llegaban hasta el fondo
del corazón, conversiones causando, pues mucho
rezabais, antes de cada predicación. Vos y vuestro
compañero Fray Buenaventura, socorristeis a
los enfermos abandonados de tifo y, a todo aquél
que necesitaba. San Buenaventura se contagió y
murió y vos luego, pero, increíblemente, curado
quedasteis. Y, así, os disteis cuenta cuánto os
amaba Él, y para qué os devolvió la vida. Felipe
II pidió a los franciscanos que misioneros enviaran
a Sudamérica, y así, llegasteis por el Nuevo Mundo,
a los indios predicando. Viajasteis a pie, con
incontables peligros y sufrimientos, desde Lima
hasta Tucumán y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo,
confiando sólo en Dios y por el deseo movido de
almas salvar. Dios os concedió la eficacia de la
palabra y la gracia de la simpatía y de buena voluntad
para conseguir de vuestros oyentes. Un Jueves
Santo, cuando predicabais, os enfrentasteis a
los indios, crucifijo en mano, logrando que os
entendieran en su propio idioma y después aceptaron
ser evangelizados y bautizados en la religión
católica. El Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río
de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina,
saben de vos. Siempre a pie, indígenas convirtiendo
y colonos españoles. A imitación de vuestro patrono
Francisco, sentíais cariño por los animalillos
de Dios. Las aves os rodeaban muy a menudo,
y luego a vuestra voz, por los aires salían
alegremente cantando, alabando al Dios vivo.
“Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”,
dijisteis en pleno temblor. Todos lo hicieron y
nada malo sucedió aquel día allí. “Por las maldades
de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor
será destruido y no quedará sino, el sitio desde
donde estoy predicando”. Y así fue. El día
en que Dios os llamó, una bandada de pajaritos
cantando entró a vuestra habitación y vos dijisteis:
“Que Dios sea glorificado”, y expirasteis, para,
coronado ser con corona de luz y eternidad,
como justo premio, a vuestra entrega de amor;
oh, San Francisco Solano, “Taumaturgo de Dios”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Abril
San Francisco Solano
Misionero
(año 1610)
 
Francisco Solano, llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo en Sudamérica, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España.
 
Su padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban. Cuando había algún duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para que hicieran las paces.
 
Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones no tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones. Es que rezaba mucho antes de cada predicación.
 
Primer contagio
 
Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. Con eso se dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.
 
Pidió a sus superiores que lo enviaran de misionero al Africa, y no le fue aceptada su petición. Pero poco después el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón.
 
Y sucedió que una terrible tempestad lanzó el barco contra unas rocas frente a Panamá y se partió en dos. No había sino una embarcación para volver a tierra firme, y el misionero prefirió aguardar allá en esos escollos con los esclavos negros que él había venido instruyendo durante el viaje y acompañarlos hasta que llegara otra barca a salvarlos. Y aprovechó esos tres días de terror y peligro, para acabar de instruirlos y bautizarlos allí mismo. Varios de ellos perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido bautizados.
 
La pequeña embarcación los llevó a unas costas inhospitalarias y allá pasaron días terribles de hambre y peligros. Cuando los marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Cuando había peleas, al único que le hacían caso para dejar de pelear, era el Padre Solano. Al fin lograron que un barco los recogiera y los llevara a la ciudad de Lima.
 
Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas.
 
Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios le había concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía y buena voluntad de sus oyentes.
 
Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.
 
Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.
 
El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.
 
A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios.
 
Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones.
 
Un día estando predicando en una misa la tierra empezó a temblar. Las gentes quisieron salir huyendo, pero él les dijo: “Si piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”. Todos pidieron perdón y nada malo sucedió aquel día allí. Otro día en pleno sermón exclamó: “Por las maldades de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor será destruido y no quedará sino el sitio desde donde estoy predicando”. Y así sucedió años después. llegó un terremoto y destruyó el templo y todos los alrededores, y el único sitio que quedó sin que le pasara nada, fue aquel desde donde el santo había predicado.
 
En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: “Que Dios sea glorificado”, y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.
 
Petición
 
San Francisco Solano: pídele a Dios muchas bendiciones para América.

13 julio, 2014

San Enrique, Emperador

 
 
Oh, San Enrique; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, y, el que brillo
le distes al significado de vuestro nombre,
que significa: “Jefe Poderoso”. Y, sí; lo
fuisteis, pero en el amor más. Vuestro amado
maestro, San Wolfgan, se os apareció en sueños
y escribió en la pared: “Después de seis”.
Pensasteis de todo y en todo, cada día, cada
noche: Pero, la providencia divina, nunca
se equivoca y cumplidos seis años, nombrado
fuisteis Emperador, y os disteis en verdad
al servicio de vuestro pueblo, como Emperador
de Alemania, Italia y Polonia. Nuestra santa
religión la extendisteis e hicisteis que
las gentes, a Nuestro Señor Jesucristo, lo
amaran más. Levantasteis templos, conventos
construisteis y apoyasteis a los que a evangelizar
se dedicaban. A obispos y sacerdotes reuníais
para estudiar los métodos, para que consiguieran
una mayor santidad. De los pobres, padre y
amigo del pueblo. Un día le dijisteis a un
“consejero” vuestro: “Dios no me dio autoridad
para hacer sufrir a la gente, sino, para tratar
de hacer el mayor bien posible”. Bella reflexión
que meditar deberían los gobernantes de hoy, y,
en especial las tiranías opresoras, que han
abdicado de vuestro mensaje. Cunegunda, vuestra
santa y feliz esposa os, ayudaba en vuestra
caridad y amor para con los más desposeídos
y, ambos, la paz buscaban sobre todo, después
de la fe. Y, así, Dios, de quien viene todo
poder, al veros con vuestra tarea cumplida,
os llamó de este mundo, para coronaros con
corona de luz, como justo premio a vuestra
increíble entrega de amor, fe y esperanza;
oh, San Enrique, emperador y ángel de Dios.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Julio 13
San Enrique
Emperador
Año 1024
 
En verdad que es difícil encontrar gobernantes de una santidad como la de este gran Emperador. Que Dios nos mande muchos jefes de nación como San Enrique.
 
Este es el único emperador declarado santo por la Iglesia Católica
 
Enrique significa: “Jefe Poderoso”. Tuvo la gran suerte de pertenecer a una familia sumamente religiosa. Su hermano Bruno fue obispo. Su hermana Brígida fue monja. La otra hermana, Gisela, fue la esposa de un santo, San Esteban, rey de Hungría. Y la mamá de Enrique lo confió desde muy jovencito bajo la dirección de otro fervoroso personaje, San Wolfgan, obispo de Ratisbona, el cual lo educó de la mejor manera que le fue posible.
 
Un aviso que lo llevó a la santidad
 
Al poco tiempo de haberse muerto su gran maestro, San Wolfgan, vio Enrique que se le aparecía en sueños y escribía en una pared esta frase: “Después de seis”. Él se imaginó que le avisaban que dentro de seis días iba a morir y se dedicó con todo su fervor a prepararse para bien morir. Pero pasaron lo seis día y no se murió. Entonces creyó que eran seis meses los que le faltaban de vida, y dedicó ese tiempo a lecturas espirituales, oraciones, limosnas a los pobres, obras buenas a favor de los más necesitados y cumplimiento exacto de su deber de cada día. Pero a los seis meses tampoco se murió. Se imaginó que el plazo que le habían anunciado eran seis años, y durante ese tiempo se dedicó con mayor fervor a sus prácticas de piedad, a obras de caridad y a instruirse ejercer lo mejor posible sus oficios, y a los seis años… lo que le llegó no fue la muerte sino el nombramiento de Emperador. Y este aviso le sirvió muchísimo para prepararse sumamente bien para ejercer tan alto cargo.
 
Emperador Guerrero
 
Enrique cumplió lo que su nombre significa en alemán: jefe poderoso. Pues empezó siendo simplemente rey (o gobernador) de un departamento del sur de Alemania, Baviera. Y allí ejerció su autoridad con agrado de todos , llegando a ser enormemente estimado por su pueblo. Pero de pronto se murió el Emperador Otón III, su primo, sin dejar herederos, y entonces los principes electores juzgaron que ningún otro estaba mejor preparado para gobernar Alemania y a las naciones vecinas que el buen Enrique, tan apreciado por sus súbditos. Y llegó así a aquel altísimo cargo.
 
Pero por todas partes estallaban revueltas y revoluciones, y el nuevo emperador tuvo que organizar un poderoso ejército para ir calmando a los revoltosos. Y resultó ser un gran guerrero. Dominó las revueltas nacionales y las de Polonia y se hizo respetar por todos los países vecinos.
 
Liberador del Papa
 
Y sucedió que en Roma un anticristo se atrevió a quitarle el puesto al Papa Benedicto VIII. Éste pidió auxilio a Enrique, el cual con un fortísimo ejército invadió a Italia, derrotó a los enemigos del Pontífice y le restituyó su alto cargo. En premio por todo esto, el Papa Benedicto lo coronó solemnemente en Roma como Emperador de Alemania, Italia y Polonia.
 
Enrique el piadoso
 
La gente lo llamaba así porque en todas partes lo que buscaba era extender la religión y hacer que las gentes amaran más a Nuestro Señor. Para conceder como esposa a su hermana Gisela, al rey Esteban de Hungría le puso como condición a dicho mandatario que propagara el catolicismo por todo su reino, lo cual cumplió Esteban de manera admirable.
 
Por todas partes levantaba templos, construía conventos para religiosos y apoyaba a cuantos se dedicaban a evangelizar. A los templos les regalaba cálices, ornamentos y demás objetos para que el culto resultara muy solemnemente, y dejaba donaciones para que celebraran misas por sus intenciones. En su viaje a Italia se sintió sumamente enfermo y se fue en peregrinación a Monte Casino, y allá rezando con toda fe a San Benito consiguió su curación.
 
Reunía a los obispos y sacerdotes para estudiar los métodos que consiguieran una mayor santidad para el clero. Delante de los obispos se arrodillaba con toda humildad, como cualquier sencillo creyente.
 
Padre de los pobres y amigo del pueblo
 
Pocos gobernantes que hayan gozado de una manera tan extraordinaria de cariño de su pueblo, como San Enrique. Un día, a un empleado que le aconsejaba tratar con crueldad a los revoltosos, le respondió: “Dios no me dio autoridad para hacer sufrir a la gente, sino para tratar de hacer el mayor bien posible.”Fue un verdadero padre para sus súbditos. La fama de su bondad corrió pronto por toda Alemania e Italia, ganándose la simpatía general. En sus labores caritativas le ayudaba su virtuosa esposa, Santa Cunegunda, mujer ejemplarísima en todo.
 
Buscador de la paz
 
Decía siempre que lo que más deseaba para su nación, después de la fe, era la paz. Con los gobernantes vecinos trató de conservar muy buenas relaciones de amistad, y a los súbditos revoltosos, fácilmente los perdonaba y volvían a ser sus amigos. Pocos gobernantes han logrado ganarse como Enrique el amor de sus gobernados, y la gente bendecía a Dios por haberle concedido un mandatario tan comprensivo.
 
Murió el 13 de julio del año 1024, y poco antes de morir contó a sus familiares que con su esposa Santa Cunegunda había hecho voto de virginidad, y que habían vivido siempre como dos hermanos.