28 julio, 2014

Nuestra Señora de la Paz

 
 
Nuestra Señora de la Paz
Patrona de El Salvador
 
Cuando dejamos de preocuparnos exclusivamente por nuestros intereses y pasamos a prestar atención en cosas más elevadas, podemos recibir grandes gracias e inesperadas dádivas.(Valdis Grinsteins)
 
¿Es común encontrar una gran caja cerrada extraviada en la playa? Ciertamente no. Si ello resulta extraño hoy, tanto más lo sería a fines del siglo XVII, cuando comienza la parte conocida de la historia de Nuestra Señora de la Paz.
 
Pasaban unos comerciantes por una playa a orillas del Océano Pacífico, en América Central, donde está localizado actualmente El Salvador, y divisaron a lo lejos una gran caja cerrada. Sorprendidos, se acercaron e intentaron abrirla, pero no lo consiguieron. Conjeturaron, probablemente, que como la caja era pesada sería difícil transportarla —en aquellos tiempos sin pistas ni camiones— por trochas en que muchas veces abundaban los ladrones. Concluyeron, pues, que era mejor dejarla abandonada donde estaba. Además, la justicia exigía que se comunicara el hecho a las autoridades, para que ellas verifiquen si lo encontrado pertenecía a la víctima de algún naufragio. Tanto trabajo redundaría en beneficio de un tercero, y no para ellos mismos… Decidieron entonces dar más importancia a sus propios intereses, y perdieron una oportunidad de oro.
 
Poco después, pasaron por allí otros mercaderes. Vieron la misma caja tirada en la arena, y también intentaron abrirla, sin éxito. Viendo que la caja era pesada, que estaba bien cerrada, y nada indicaba su procedencia o a quien era dirigida, llegaron a la conclusión de que podría contener algo valioso, que debía ser transportado con mucho cuidado y diligencia. Ciertamente alguien se perjudicaría si la dejasen allí —tal vez la pobre víctima de algún naufragio, tal vez algún comerciante que la habría abandonado perseguido por piratas ingleses… ¿Quién lo sabe? Pensando en el bien del prójimo, consiguieron prestado un burro y sobre él colocaron la caja, con rumbo a la villa de San Miguel, donde llegaron el día 21 de noviembre de 1682.
 
Frente a la iglesia de la localidad, el burro se echó al suelo. Al trasladar la caja, los mercaderes verificaron con sorpresa que ahora la podían abrir sin dificultad. Una vez abierta, encontraran en ella una imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Las autoridades civiles y religiosas procedieron a la búsqueda de los posibles propietarios de la imagen. Sin embargo, hasta hoy no se consiguió saber con seguridad a quién pertenecía, o a quién estaba dirigida, o si el barco que la transportaba se hundió, o si fue lanzada al mar para evitar que los piratas anglicanos la profanaran. De cualquier modo, no dejó de llamar la atención el hecho —sobrenatural según todo lo indica— de que la caja pudo ser abierta solamente frente a la iglesia, motivo por el cual la imagen fue dejada allí, donde permanece hasta hoy, al interior de la iglesia parroquial de San Miguel.
 
Gracias a través de la imagen
 
Un siglo después, exactamente el día 21 de setiembre de 1787, los habitantes de la ciudad observaban consternados la erupción del volcán Chaparrastique. Con una elevación de más de mil metros de altura sobre la ciudad y apenas a unos 50 km de ella, podría ser mortal no sólo por los gases que emitía y las piedras que lanzaba en sus explosiones, sino especialmente por la lava que soltaba, la cual destruía todo lo que encontraba a su paso. En esa trágica situación, no habiendo ningún obstáculo natural que evitara la destrucción de la ciudad ante el avance de la lava, los habitantes y el clero local decidieron sacar la imagen del interior de la iglesia y colocarla en la puerta, pidiendo su protección. En el momento en que lo hicieron, la lava cambió de rumbo. Aunque terminó destruyendo muchas tierras fértiles, la ciudad se salvó. En ese momento, las nubes sobre el volcán formaron una hoja de palma, motivo por el cual los fieles, para agradecer a la Virgen Santísima su protección, mandaron hacer una palma de oro, que colocaron en la mano de la imagen.
 
¿Pero de dónde proviene el nombre de Nuestra Señora de la Paz en toda esta historia?
 
En realidad, el nombre le fue dado a la imagen mucho tiempo después de los acontecimientos arriba descritos.
 
Después de la independencia de España, comenzaron en todos los países hispanoamericanos luchas intestinas entre conservadores y liberales que, en diversas circunstancias, se transformaron en cruentas guerras civiles. En una de esas ocasiones, en 1833, uno de los partidos tomó cuenta de San Miguel, y todos esperaban una sangrienta revancha contra los perdedores. Sin embargo, los líderes victoriosos juzgaron mejor evitar una tragedia. Y para mostrar que no tenían la intención de promover más muertes entre hermanos, sacaron la imagen de la Santísima Virgen al atrio de la iglesia. A sus pies, se comprometieron a poner de lado todo propósito de venganza y buscar la reconciliación. A partir de aquel momento, la imagen comenzó a ser llamada Nuestra Señora de la Paz.
 
En 1921, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen, y finalmente, en 1953, el Papa Pío XII firmó el decreto designando a Nuestra Señora de la Paz patrona de El Salvador.
 
Los caminos de Dios
 
Tales hechos nos sugieren una serie de reflexiones. Dios podría hacer solo todo lo que está en sus sapienciales designios, pero desea la colaboración de los hombres en sus planes. Así, planes inmensos, que a veces influyen en la salvación de miles y hasta millones de personas, pasan a depender, al menos en gran medida, de un grupo de individuos o de una sola persona. Basta pensar en la multitud de almas que, a lo largo de la historia, fueron salvadas gracias a la acción de los padres jesuitas, franciscanos, dominicos y otros. Si San Ignacio no hubiese fundado la Compañía de Jesús, si San Francisco no hubiese abandonado la casa paterna para hacer apostolado, si Santo Domingo no fuese fiel a la prédica del rosario propuesta por la Santísima Virgen, ¡la historia del mundo sería diferente!
 
Del mismo modo, en el caso que nos ocupa, Dios podría haber mandado a un ángel que transportara la imagen de Nuestra Señora de la Paz y la colocara frente a la iglesia de San Miguel; pero prefirió otro camino. Sin embargo, de alguna forma la imagen fue colocada por alguien —hombre o ángel— en una caja, y ésta llegó a la playa desierta, por caminos y circunstancias para nosotros desconocidos. A partir de entonces, todo un plan de gracias, y hasta la devoción de un país entero a la Santísima Virgen, pasó a depender de la correspondencia a la gracia de un grupo de mercaderes. Un primer grupo, más preocupado con sus propios intereses, dejó la caja donde la encontró. Otro grupo, que no se dejó dominar por el egoísmo, pensó en el bien ajeno y llevó la caja hasta la ciudad. Ninguno de los dos grupos tenía la menor idea de todo lo que dependía de esa caja. Es justamente en este punto que conviene focalizar nuestras reflexiones.
 
Puede ser que un inmenso plan de Dios esté escondido a lo largo de nuestros caminos. No tenemos la menor idea en qué va a depender de nosotros, pero Dios nos pide el desapego de nuestros intereses, y que tengamos una preocupación por su gloria y por el bien del prójimo. ¿Fantasía? Los primeros mercaderes, en el momento en que dejaron la caja tirada en la playa, habrían considerado una fantasía tal reflexión…
 
Pidamos, pues, a Nuestra Señora de la Paz que eleve nuestros corazones para que nos preocupemos con las cosas celestiales; que nos interesemos por las “cajas” destinadas a ser transportadas por nosotros. Pues así es que cumpliremos los magníficos designios de Dios, que aún no conocemos.
 

27 julio, 2014

Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge

 
 
 
Oh, Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge,
vosotros, sois los hijos del Dios de la vida, y
sus amados santos y mártires, que, por los sarracenos
perseguidos, disteis vuestro testimonio de cristiana
fe, y que, además, cesaron jamás de alabar a Cristo
Jesús, Dios y Señor Nuestro, en la cárcel misma,
donde vuestras almas al cielo, de fe llenas volaron.
Vos, Aurelio aunque hijo de musulmán vuestra amada
madre, os educó en la “fe verdadera”, al igual que
Natalia, vuestra fiel esposa. Antes de partir, Aurelio
y Sabigoto, al monasterio que fundaron Jeremías e
Isabel, vuestras hijas encomendaron. Y, así, se os
entregaron al Dios vivo, renunciando a vosotros mismos,
y compartiendo con abundantes limosnas a todos los pobres,
necesitados y menesterosos. Nada de bienes, nada
de nada. Sueños en el duro suelo. Ayuno diario, a
los enfermos visita y consuelo en las prisiones y,
como premio, en vuestros corazones, fuego. El momento
cumbre os llega, y, los cinco gritan a voz viva,
vuestra fe cristiana y, además, afirman la falsedad
de la musulmana. El juez mano hecha a todo, para
recapacitar haceros. Os, hace ver, la vida que tienen
por delante con promesas de bienes, comodidades y
honra. Y vosotros, lo ignoráis todo, pues “todo
basura es”, comparado con Jesucristo a quien desean
servir por encima de todo. Os da cinco días de cárcel
para “pensar”. Se cumple el tiempo, y vosotros
termináis degollados, aplicando la ley, por maldecir
al Profeta y declarar abyecta su religión. Y, así,
volaron vuestras almas al cielo y Dios, os premió
en su amor infinito, coronándoos con coronas de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor
oh,  Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge,
“santos de la vida, el amor, y de la luz eterna”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Julio
Santos Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge
Mártires
 
Martirologio Romano: En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, santos mártires Jorge, diácono y monje originario de Siria, Aurelio y Sabigoto, esposos, y Félix y Liliosa, esposos también, que en la persecución desencadenada por los sarracenos, deseando dar testimonio de su fe cristiana, no cesaron de alabar a Cristo en la cárcel, donde fueron finalmente decapitados.
 
Aurelio es hijo de un mahometano de los que ocupaban Córdoba, en España; pero su madre es cristiana y procuró educarlo en la fe verdadera. Pronto quedó huérfano de padre y madre; una tía suya, también cristiana, se encargó de hacerlo un hombre. Al llegarle la edad se casó con Natalia, hija de padres mahometanos pero, convertida al cristianismo, se bautizó cuando ellos murieron y empezó a llamarse Sabigoto; tienen dos hijas pequeñas; son ricos y emparentados con gente importante de la ciudad por la parte mora.
 
Félix es uno de los amigos de Aurelio y está casado con Liliosa. A ellos las cosas les van igualmente bien, no por agarenos, sino por la renuncia que años atrás hizo Félix a la fe de los cristianos; tuvo miedo; no se atrevió a afrontar la vida con las limitaciones de trabajo, económicas, los impuestos, la mala perspectiva para los futuros hijos con todas las puertas cerradas para prosperar y disimuló su fe ante el juez. Por ello no les va nada mal. Él sigue creyendo en Dios, pero no frecuenta las reuniones, ni participa en el culto porque no se interprete que da marcha atrás.
 
Han comenzado a pasar cosas graves en la ciudad emirada en los últimos tiempos. Los ánimos se han calentado y comenzado a haber gente muerta por ser cristiana. Primero mataron a un presbítero que se llamaba Perfecto, luego a otros más; hay gente en la cárcel por su fe cristiana y se presentan situaciones tan tensas que no se sabe muy bien cómo va a ponerse el ambiente.
 
En general, los cristianos de Córdoba están ya hartos de su deteriorada situación, y han comenzado a presentarse ellos mismos, de modo espontáneo, al tribunal. Otros piensan que esta es la ocasión de lavar sus culpas y hasta parece ser el caso de Félix. Los dos matrimonios llevan tiempo hablando entre ellos de responsabilidades y de fidelidad. Una de las primeras cabezas cristianas les ha hecho poner en balanza lo que se gana y lo que se pierde; es ese hombre valiente y docto obispo que se llama Eulogio. Las dos parejas se animan a ser fieles y más valientes de lo que son.
 
Cuando el otro día estaba Aurelio en la plaza vió un espectáculo triste en sí mismo y lamentable; llevaban en un borrico, con gran alboroto, entre gritos y gestos maldicentes, al bueno de Juan; iba herido, le pegaban con cuerdas, le insultaban y maldecían por ser cristiano y no bendecir al Profeta. Llegó a casa y no pudo ocultar su pena por la injusticia, todo en él era rebeldía por la impotencia; Liliosa escuchó la versión y pronto la conocen Aurelio y Sabigoto. Ahora los cuatro están dispuestos a buscar solución definitiva pasando por el martirio; pero deben prepararse bien al momento decisivo.
Primero, Aurelio y Sabigoto deben llevar a sus hijas al monasterio que fundaron Jeremías e Isabel; ahora es Isabel la abadesa de Tábanos y ella se encargará de cuidarlas con la dote que pondrán a su disposición; luego, sí, deben mejorar su oración, sus sacrificios, su amor a Dios. Y así comienza una nueva dimensión en sus vidas. Los cuatro están a partir un piñón cuando dan abundantes limosnas con sus bienes, comienzan a dormir en el suelo, practican el ayuno, visitan a los enfermos y hasta deciden ir -con influencias- a la prisión para dar algo de consuelo.
 
Fue allí donde encontraron a Flora, la virgen que es hija de mahometano y cristiana y a María, monja de Cuteclara y hermana del diácono Wilabonso, decapitado el siete de junio del año pasado. Ellas están condenadas a muerte por sacrílegas y parece que lo que esperan es un premio por su alegría y decisión. Las dos parejas fueron a consolarlas y salieron de la cárcel con fuego en sus corazones.
 
Conocieron en el monasterio tabanense a Jorge, un monje oriental, concretamente de Siria, que pasó veintiséis años en San Sabas, cerca de Jerusalén, enviado a África para recoger limosnas para mantener a los monjes que habían quedado allí. Es diácono, amigo de Eulogio, sencillo y servidor de todos; habla griego, árabe y latín. Se les unió desde entonces, pensando en el martirio, y ya no se les despega ni de día ni de noche.
 
Los cinco se han presentado ante el juez; le ponen al corriente de su fe cristiana al tiempo que afirman la falsedad de la religión que profesan todos los seguidores de Mahoma. El juez se esfuerza en hacerles recapacitar sobre su locura; les está haciendo ver la vida que tienen por delante con promesas de bienes, comodidades y honra. Todo es basura comparado con Jesucristo a quien desean servir por encima de todo. Les da cinco días de cárcel para pensar y poder reunir al Consejo porque son personas importantes por su parentela y él no quiere decidir su suerte. Ante los nuevos jueces, pareció que tenían ellos más ganas de ser condenados que los jueces en condenarles. Terminaron degollados, aplicando la ley, por maldecir al Profeta y declarar abyecta su religión. Fue el día 27 de julio del año 852.
 
Dos matrimonios y un fraile dijeron públicamente del modo más fuerte y claro que es mejor el bien de Cristo que la totalidad de bienes terrenos. Amén.
 
Hoy también se celebra a San Raimundo Zanfogni.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

26 julio, 2014

San Joaquín y Santa Ana

 
 
Oh, San Joaquín y Santa Ana; vosotros, sois
los abuelos de Jesús y padres de Santa María.
Vos, San Joaquín, que al ver que Santa Ana
no podría daros un vástago, sin decir nada
desaparecisteis al desierto, y luego de ayunar
cuarenta días, os visitó un Ángel del Señor,
dándoos la buena nueva de que vuestra oración
había sido oída y de que, vuestra santa mujer,
había concebido una niña, cuya magna dignidad
con el tiempo obnubilaría la brillantez de todas
las mujeres. Y, quien ya desde pequeñita,
habría de vivir en el templo del Señor. Y,
cosas de Dios, simultáneamente, vuestra esposa
Ana, había ya recibido este mismo mensaje,
añadiendo, de que vos, estabais de vuelta
a casa. Vos, Joaquín, emocionado entonces
corristeis a vuestra casa, a encontraros
con Ana, vuestra esposa. Y llegó la natividad
de María, y Vos, Joaquín, para festejarlo,
un banquete disteis a toda la gente del pueblo
y durante él, a María, presentasteis, a todos
los sacerdotes, quienes de bendiciones
la colmaron y de augurios felices. Al llegar,
María, a los tres años, la presentasteis
solemnemente en la casa de Dios, tal y conforme
os había dicho el Ángel. Y para que la Ella,
no sintiera tanto la separación de vosotros,
procurasteis que, acompañada fuera por doncellas,
quienes la siguieron con candelas encendidas,
a la que iba a ser la “Llena de gracia”, “La
Reyna del cielo”, “La Bendita entre las mujeres”;
Oh, San Joaquín y Santa Ana, “luces de María”.
 
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado ____________________________
 
San Joaquín y Santa Ana
(Antiguo Testamento)
 
Es inútil buscar en la Sagrada Escritura una huella, siquiera fugaz, del abuelo materno de Jesús. Las genealogías que San Mateo (1, 1) y San Lucas (3, 23) incluyen en sus Evangelios dibujan a grandes rasgos el árbol genealógico de Jesús, tomando por puntos de referencia los cabezas de familia, desde San José, su padre legal, hasta Adán, pasando por David y Judá. La línea materna, en cambio, queda silenciada. Ante este problema, y en la necesidad de dilucidar la cuestión de la ascendencia de María, Padres de la Iglesia oriental tan venerables como San Epifanio y San Juan Damasceno no tuvieron reparo en echar mano de una añeja tradición en la que se contienen diversas noticias acerca de los abuelos maternos de Jesús.
 
Por otra parte, el hecho de que tantas veces encontremos representaciones pictóricas y escultóricas alusivas a los primeros años de María, quien aparece reclinada en los brazos de su madre, Santa Ana, y a escenas de la vida pastoril de San Joaquín, a quien se presenta como padre de María, lo mismo en mosaicos bizantinos del Monte Athos que en tablas de la escuela valenciana o castellana, atestigua la raigambre y el favor de que ha gozado en la cristiandad la piadosa tradición que hace a San Joaquín y Santa Ana padres de María y abuelos de Jesús.
 
Dicha tradición fue recopilada en la Edad Media por Jacobo de Vorágine y Vicente de Beauvais, quienes se encargaron de difundirla por el Occidente, pero ya en el siglo VI había sido aceptada oficialmente por la Iglesia oriental, refrendada como estaba por escritos venerables, cuya antigüedad llega a remontar el siglo II. En todos los datos que dicha tradición recoge acerca de la vida de San Joaquín descansa un fondo de verosimilitud que no puede ser turbado por el carácter apócrifo de los documentos escritos en que están contenidos. Pero ellos no constituyen, naturalmente, un cimiento inconmovible, sobre el que se pueda edificar históricamente la vida del augusto abuelo de Jesús, junto al nombre comúnmente aceptado de Joaquín (que significa el hombre a quien Yahvé levanta), se encuentran otros más raros como Cleofás, Jonachir y Sadoch, que no son sino variantes sin importancia de los documentos escritos. Una curiosa tradición retransmitida por los cruzados hace nacer a San Joaquín en Séforis, pequeña ciudad de Galilea. Otros dicen que fue Nazaret su ciudad natal.
 
San Juan Damasceno dice que su padre se llamaba Barpanther. Según el Protoevangelio de Santiago, apócrifo, que se remonta a las últimas décadas del siglo II en su núcleo primitivo, contrajo matrimonio con Santa Ana a la edad de veinte años. Pronto se trasladaron a Jerusalén, viviendo, al parecer, en una casa situada cerca de la famosa piscina Probática. Gozaban ambos esposos de una vida conyugal dichosa y de un desahogo económico que les permitía dar rienda suelta a su generosidad para con Dios y a su liberalidad para con los prójimos. Algunos documentos llegan incluso a decir que eran los más ricos del pueblo y dan incluso una minuciosa relación de la distribución que hacía San Joaquín de sus ganancias.
 
Sólo una sombra eclipsaba su felicidad, y ésta era la falta de descendencia después de largos años de matrimonio. Esta pena subió de punto al verse Joaquín vejado públicamente una vez por un judío llamado Rubén al ir a ofrecer sus dones al Templo. El motivo de tal vejación fue la nota de esterilidad, que todos por entonces consideraban como señal de un castigo de Dios. Tal impacto causó este incidente en el alma de San Joaquín, que inmediatamente se retiró de su casa y se fue al desierto, en compañía de sus pastores y rebaños, para ayunar y rogar a Dios que le concediera un vástago en su familia.
 
Mientras tanto Ana, su mujer, había quedado en casa, toda desconsolada y llorosa porque a su condición de estéril se había añadido la desgracia de quedar viuda por la súbita desaparición de su marido. Después de cuarenta días de ayuno Joaquín recibió una visita de un ángel del Señor, trayéndole la buena nueva de que su oración había sido oída y de que su mujer había concebido ya una niña, cuya dignidad con el tiempo sobrepujaría a la de todas las mujeres y quien ya desde pequeñita habría de vivir en el templo del Señor. Poco antes le había sido notificado a Ana este mismo mensaje, diciéndosele, además, que su marido Joaquín estaba ya de vuelta. Efectivamente, Joaquín, no bien repuesto de la emoción, corrió presurosamente a su casa y vino a encontrar a su mujer junto a la puerta Dorada de la ciudad, donde ésta había salido a esperarle.
 
Llegó el fausto acontecimiento de la natividad de María, y Joaquín, para festejarlo, dio un banquete a todos los principales de la ciudad. Durante él presentó su hija a los sacerdotes, quienes la colmaron de bendiciones y de felices augurios. Joaquín no echó en olvido las palabras del ángel relativas a la permanencia de María en el Templo desde su más tierna edad, e hizo que, al llegar ésta a los tres años, fuera presentada solemnemente en la casa de Dios. Y para que la niña no sintiera tanto la separación de sus padres procuró Joaquín que fuera acompañada por algunas doncellas, quienes la seguían con candelas encendidas.
 
Estos son los detalles que la tradición cristiana nos ha transmitido acerca de la vida de San Joaquín. Todos ligados, naturalmente, al nacimiento y primeros pasos de María sobre la tierra. Si es verdad que buena parte de los referidos episodios deben su inspiración a analogías con figuras del Antiguo Testamento y al deseo de satisfacer nuestra curiosidad sobre la ascendencia humana de Jesús, no lo es menos que todos, en conjunto, ofrecen una estampa amable y altamente ejemplar del padre de la Virgen, que ha sido forjada por muchos años de tradición y que goza del refrendo autorizado de la Iglesia.
 
AURELIO DE SANTOS OTERO
 

25 julio, 2014

San Santiago Apóstol

 
 
Oh, San Santiago Apóstol, vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, su Apóstol y santo, que, os convertisteis
de Jesús en preferido. Vuestro Maestro, os dijo después
de la pesca milagrosa, en presencia de Pedro y de vuestro
hermano Juan: “desde ahora seréis pescadores de hombres”.
Y, así fue. Dejasteis todo. Vuestras redes, a vuestro
padre y madre, y a vuestra empresa y con Cristo os fuisteis
para, servirle en su apostolado de amor y de verdad. Vos,
tuvisteis el privilegio de ver la Transfiguración de Jesús,
en el monte Tabor. Más tarde, y, cumpliendo lo que estaba
escrito, a España marchasteis, a evangelizarla hasta dejar
allí, vuestras santas reliquias, que hoy, os veneran tanto
que, Patrono os nombraron de su tierra y de su caballería,
porque, cada vez, que os invocaban, invocan y continuaran
haciéndolo, recibieron, reciben y recibirán sendos milagros
a raudales. En más de mil combates intercedisteis para,
que el bien y la justicia triunfase, como que así fue.
¿Dónde ahora estáis Santiago? ¿Dónde? Y, de seguro, hasta
el silencio, cuerpo toma, y responde a una voz diciendo:
“en el cielo está, en el cielo, con su Maestro y Señor”.
Y, así es, como bien vos, mismo lo sabéis, como justo
premio a vuestra entrega de amor, fe, esperanza y luz ;
oh, San Santiago Apóstol, “luz y ayuda certera del cielo”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Julio
Santiago el mayor
ApóstoI
Año 44
 
El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: “Sant Iacob, ayúdenos”. Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago. Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.
 
Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.
 
Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: “Desde ahora seréis pescadores de hombres”, dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní.
 
¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Que Jesús nos tenga también a nosotros en el grupo de sus preferidos.
 
Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.
 
Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: “¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?” Ellos le dijeron: “Sí somos capaces”. Cristo añadió: “El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial”. Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: “El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir”. Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.
 
Después de la Ascención de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el gurpo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.
 
Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. El historiador Pérez de Urbel dice que lo que hay en Santiago de Compostela son unas reliquias, o sea restos del Apóstol, que fueron llevados allí desde Palestina.
 
Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.
 
Apóstol Santiago: pídele a Jesús que seamos muchos, muchos, los que como tú, nos dediquemos con toda valentía y generosidad a propagar por el mundo la religión de Cristo.
 
 

24 julio, 2014

San Chárbel Makhluf



Oh, San Chárbel Makhluf, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Solitario de Dios y
llamado el “Taumaturgo del Líbano”, amante
de la Eucaristía y de Nuestra Señora erais. Y, que,
en la soledad, elevaros buscasteis a la perfección
del espíritu, en el desierto, a Dios sirviendo tanto
de día y como de noche, con austeridad, y, viviendo
ayunando y orando. Vuestra amada madre os dijo:
“Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa
a casa! Pero ahora  sé que el Señor te quiere a su
servicio. Y en mi dolor al estar separada de ti, le
digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío,
y que haga de ti un santo…! Y, un día, despertó
en vos, la vocación por la vida eremítica y os fuisteis
a vivir en soledad y os retirasteis a la ermita de San
Pedro y San Pablo, en la montaña, que os prodigó
la luz,  ejercitándoos en la oración y las mortificaciones
continuas. Dormíais sobre el suelo y comíais una
sola vez al día. Al mediodía la Santa Misa oficiabais
y dabais gracias a Dios, la tarde entera. Vuestra
santa alma, al cielo voló, para coronada ser, con
corona de luz eterna, como premio justo a vuestra
grande entrega de amor, vida,  fe y esperanza;
oh, San Chárbel Makhluf, “amante de la soledad”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Julio
Santo Chárbel Makhluf
Solitario de Dios y Taumaturgo del Líbano
Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima
 
Martirologio Romano: San Sarbelio (José, Charbel) Makhluf, presbítero de la Orden de los Maronitas Libaneses, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, viviendo con gran austeridad, ayunando y orando (1898).
 
Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.
 
Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Chárbel, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el imperio de Trajano.
 
Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: “Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo…!”.
 
Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica que, de acuerdo con la tradición cristiana, se debe hacer viviendo en soledad. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.
 
El 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración.
 
Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Maron, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.
 

23 julio, 2014

Santa Brígida

 
 
Oh, Santa Brígida, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, la misma que, honor
al significado de vuestro nombre: “fuerte y
brillante” hicisteis. Os gustaba, desde niña,
oír de labios de vuestra santa madre, las vidas
de los santos, y, como premio, se os apareció
Nuestra Señora, invitándoos a seguir una santa
vida. Vuestra gran devoción: la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo. Un día que rezabais
devotamente ante el crucifijo, le dijisteis:
¿quién te puso así? Y, oísteis que Cristo os
decía: “los que desprecian mi amor”. “Los que
no le dan importancia al amor que Yo, les he
tenido”. Y, desde ese instante, todos los que
trataban con vos, a Cristo, lo amaron más.
En otra visión, oísteis de Él, mismo decir: “yo
en la vida sufrí pobreza, y, vos tenéis demasiados
lujos y comodidades”. Y, bastaron aquellas
palabras, para que, de la pobreza amante, hasta
el final de vuestra santa vida fuerais. Y, por
ello, la “Comunidad de San Salvador” fundasteis.
Y, en “Revelaciones”, vuestro escrito brillante,
nos legasteis de cómo la vida de Jesús fue. Y,
así, gastada vuestra vida en buena lid, de este
mundo partió vuestra alma, para coronada ser de luz,
como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
 oh, Santa Brígida, “amor de Dios, fuerte y brillante”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Julio
Santa Brígida
Viuda y Fundadora
Año 1373
 
Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más. Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?
 
Brígida significa: Fuerte y brillante.
 
Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.
 
Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.
 
Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.
 
Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: – ¿Quién te puso así? – y oyó que Cristo le decía: “Los que desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido”. Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.
 
Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue “la oveja negra de la familia”, que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.
 
Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.
 
En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: “Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades”. Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.
 
Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).
 
Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.
Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.
 
Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.
 
Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.
 

22 julio, 2014

Santa María Magdalena

 
Oh, Santa María Magdalena, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y amada
discípula, que, por el Señor liberada de siete
demonios, os convertisteis en discípula suya,
y os seguisteis hasta el monte Calvario, y luego
de su cruenta muerte, la primera en ver a Nuestro
Señor Jesucristo resucitado, aquella mañana
de Pascua y, de felicidad plena, la comunicasteis
a los demás. Ni “pecadora pública”, ni “adúltera”,
ni “prostituta”, sino, sólo de Cristo seguidora,
y, de cuyo amor contagiada, fuisteis, para,
el gozo pascual anunciar a los mismos Apóstoles.
Y fuisteis, vos misma, la que en Éfeso, vivisteis
junto a María, Madre de Dios y Señora Nuestra
y a San Juan, para luego, entregar vuestra alma
al cielo, que coronada fue con corona de luz,
como premio justo a vuestro grande amor a Cristo;
oh, Santa María Magdalena; “amor, fe y luz”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Señor
 
Martirologio Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).
 
Hoy celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.
 
Tres personajes para una historia
 
María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9).
 
María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.
 
Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.
 
Dos en una, tres en una
 
No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.
 
Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).
 
San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: “Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: “María Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania”.
 
Pero esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.
 
los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.
 
Dos teorías
 
Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.
 
Una respuesta “oficial”
 
A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.
 
Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”, como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”. No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue “pecadora pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.
 
La liturgia de su fiesta
 
Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.
 
Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie… la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).
 
En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.
 
Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.
 
Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.
 
La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.
 
Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.
 
Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.
 
Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.
 
Oración
 
María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.
Amén.