17 noviembre, 2014

Santa Isabel de Hungría



Oh; Santa Isabel de Hungría; vos, sois la hija
del Dios de la vida, y su amada santa. Y, aquella
mujer, que, habiendo vestido de realeza, renunciar
preferisteis a todos vuestros honores y bienes
materiales, y luego, votos de pobreza hacer, a
imitación de Cristo, San Francisco y Santa Clara
de Asís, consagrándoos al servicio de los más pobres
y débiles, como humilde, santa y fervorosa sierva
franciscana. “¿Jesús en la Cruz despojado de todo
y coronado de espinas, y yo con corona de oro y
vestidos lujosos?”. Os preguntasteis aquella vez
que entrasteis en el Templo, para nunca más vestiros
de lujo, en la casa de Dios. Poco antes de morir,
un hermano lego os suplicó interceder por su brazo
roto, y él, os dijo: “¿Señora, Usted que siempre
ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora está
tan hermosamente vestida?”. Y vos, contestasteis
sonriente: “Es que voy para la gloria. Acabo de
morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha
quedado curado”. Y, el hombre, quedó sano. Hoy,
vos, estáis coronada toda de luz, como Justo premio
a vuestra entrega de amor. Os rogamos pues, que,
en mérito de vuestra santa vida, Intercedáis ante
Jesús, Dios y Señor Nuestro, para que colme nuestro
mundo de santas mujeres, que sirvan al Dios Trino,
Señor de la vida y de la luz, en los pobres, los
débiles, los menesterosos y en los descreídos;
Oh; Santa Isabel, “Patrona de los pobres y débiles”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría
Viuda
(1207- 1231)

“Que el Señor nos conceda como a su buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los más necesitados.”
SU VIDA
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: “Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?”. Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: “Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros”.
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.
El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?”
Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: “¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?”. Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.
Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.
El pueblo la llamaba “la mamacita buena”
Uno sacerdotes de aquella época escribió: “Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada”. Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.
El mismo emperador Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura”.
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: “¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?”. Y ella sonriente le dijo: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”. El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.
Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte. Santa Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
Una Historia
No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. El margrave Luis, quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.
- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena. Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:
- ¿Qué llevas en la falda?
- Nada…, son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.
Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.
ORACIÓN
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

16 noviembre, 2014

Santa Margarita de Escocia


 
Oh, Santa Margarita de Escocia; sois vos, la hija
del Dios de la vida y su amada santa, y, que, desde
siempre comprendisteis, que el amor a Dios, no es
la simpleza de decir “yo amo a Dios”, sino, “viva”
hacerla en cada prójimo, en cada pobre y en cada
desvalido; porque, sabíais, -como lo sabe todo el
mundo, pero no lo lleva a cabo-, que, en cada uno
de ellos, mora el Dios de la vida y está Cristo, y
su mismo Santo Espíritu. Al saber la pérdida de
vuestro esposo e hijo, en batalla, dijisteis: “Te
doy gracias Dios mío, porque al mandarme tan
dolorosas noticias me purificas de mis pecados”.
Y, así, más tarde, vuestra alma santa de esposa y
de madre entregasteis a Dios, para, premiada ser,
por quien os la dió, y a quien habías imitado toda
vuestra vida: Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
como justo premio a vuestra entrega de amor santo
Santa Patrona de Escocia, por la voluntad de Dios;
oh Santa Margarita de Escocia, “vivo amor de Cristo”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Noviembre
Santa Margarita de Escocia
Reina

De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo —llamado el “Confesor”— que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.

Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.

Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.

Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).

También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.

Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.

“Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias juntas”. Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.

Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.

Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se llaman pobres de espíritu?

Fuente: Archidiócesis de Madrid

15 noviembre, 2014

San Alberto Magno

 


Oh, San Alberto Magno; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Y, que, fuisteis además,
el hombre más sabio y amoroso de vuestro tiempo,
porque, confiando en Nuestra Señora, vuestra cerviz
reclinasteis y sabiduría le pedisteis, y, ella, os fue,
en el acto concedida, cuando ella misma os dijo:
“Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no
me rezas a Mí que soy “Trono de la Sabiduría?”. Y,
así, ya con ella, en vuestro corazón, la compartisteis
con el mundo todo, de vuestro tiempo, y en blanco y
negro plasmasteis el saber todo de Dios, en temas
de Teología, Filosofía, Geografía, Química, Astronomía
y muchos otros saberes más. No en vano, llamado erais
“El Magno”, “el grande” y “Doctor Universal”, porque,
de todo sabíais, cuando erais consultado. Vos, que
habiendo sido de familia pudiente, y de alcurnia,
recorristeis Alemania toda, predicando, y viajando
de limosna y, hospedándoos como un limosnero,
con el sólo afán, de aumentar vuestra humildad. Y,
así, un día, os llegó la hora de entregar vuestra alma
a Dios, para coronada ser con corona de luz y de gloria,
como justo premio a vuestra entrega de amor, pues,
vuestra santa vida, llevar fue, a todas las almas
hacia Dios, pues, es Él, “vida verdadera y caridad”;
oh, San Alberto Magno; “el vivo amor del Dios vivo”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Noviembre
San Alberto Magno
Doctor de la Iglesia
Año 1280

La Virgen Santísima nos conceda como a su buen devoto San Alberto, el don de la sabiduría, para hacer mucho bien. El primer paso para adquirir sabiduría es tener un gran deseo de instruirse. (S. Biblia. Proverbios).

Alberto significa: “de buena familia” (Al = familia. Bert = buena). Ya en su tiempo la gente lo llamaba “El Magno”, el grande, el magnífico, por la sabiduría tan admirable que había logrado conseguir. Lo llamaban también “El Doctor Universal” porque sabía de todo: de ciencias religiosas, de ciencias naturales, de filosofía, etc. Era geógrafo, astrónomo, físico, químico y teólogo. La gente decía “Sabe todo lo que se puede saber” y le daba el título de “milagro de la época”, “maravilla de conocimientos” y otros más. Tuvo el honor San Alberto de haber sido el maestro del más grande sabio que ha tenido la Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino, y esto le aumentó su celebridad. El descubrió el genio que había en el joven Tomás.

Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el gobierno y en la alta sociedad. Su padre era Conde, o sea gobernador de la región. Estudió en la Universidad de Padua. Allí se encontró con el más grande pescador de vocaciones, el beato Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, y aunque el papá de Alberto se oponía a que su hijo se hiciera religioso, sin embargo la personalidad de Jordán fue tan impresionante para él, que dejó todo su futuro de hacendado, político y hombre de mundo, y entró de religioso con los Padres Dominicos.

Él mismo contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, en la parte de arriba, le pareció ver a Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: “Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy ‘Trono de la Sabiduría?”.

Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías”. Y así sucedió. Y al final de su vida, un día en un sermón se le olvidó todo lo que sabía, y dijo: “Es señal de que ya me voy a morir, porque así me lo anunció la Virgen Santísima”. Y se retiró de sus labores y se dedicó a orar y a prepararse para morir, y a los pocos meses murió.

En Colonia, en París y en varias otras universidades fue profesor brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus clases. Él tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía, y de haber descubierto que el filósofo Aristóteles tiene un gran parecido con las ideas cristianas (lo cual perfeccionará luego su discípulo Santo Tomás).

Escribió 38 volúmenes, de todos los temas. Teología, filosofía, geografía, química, astronomía, etc. Era una verdadera enciclopedia viviente. Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos. Y el Sumo Pontífice lo nombró Arzobispo de Ratisbona, pero a los dos años renunció a ese cargo para dedicarse a dar clases y escribir, que eran sus oficios preferidos.

Habiendo sido de familia muy rica y de alta posición social, recorrió Alemania predicando, y viajando de limosna y hospedándose donde le dieran posada como a un limosnero. Era una buena práctica para aumentar la virtud de la humildad.

El 15 de noviembre de 1280, mientras charlaba tranquilamente con unos religiosos de su comunidad, quedó muerto plácidamente. Tenía 74 años. Dejaba fama de haber sido más sabio que todos los sabios de su tiempo. Todas las enseñanzas tenían por fin llevar el alma hacia Dios que es amor.


14 noviembre, 2014

San Rufo de Aviñón

 

Oh, San Rufo, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y que, considerado fuisteis como
el primero, al frente de la comunidad cristiana
de Aviñón, que tanto amabais, como su Primer obispo.
Sólo, Dios y vos, sabéis, si fuisteis hijo de San
Simón “el Cireneo”, y que, acompañado de Santa María
Magdalena, San Lázaro de Betania y sus hermanas, a
Marsella llegasteis, donde con mucho amor el evangelio
predicasteis. Al fin y al cabo, -igual yo-, os canto
porque sois santo. Y, así, vos, un día, habiendo
gastado vuestra santa vida, en favor de Cristo,
entregasteis vuestra alma a Dios, quien os coronó,
con corona de luz, por vuestro increíble amor y fe;
Oh, San Rufo de Aviñón, “con Cristo en el corazón”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Noviembre 14
San Rufo de Aviñón
Obispo

Martirologio Romano: En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad. c. 200.

Primer obispo de Aviñón. Su existencia es cierta pero las biografías que se han escrito sobre él no tienen valor histórico, ya que se dice que era hijo de san Simón el Cireneo, y que expulsado de Palestina, desembarcó en Marsella con santa María Magdalena, san Lázaro de Betania y sus hermanas. Predicó el evangelio en Aviñón.

Después habría fundado la diócesis de Tortosa, regresando a Francia, donde en el año 70 habría sido elegido primer obispo de Aviñón.

13 noviembre, 2014

San Leandro de Sevilla

 

Oh, San Leandro, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, que, nacido en familia de santos,
predestinado estabais, como que así lo fuisteis, pues
con vuestros hermanos Isidoro, Fulgencio y Florentina,
hoy, os acompañan en el santoral. Creasteis, la escuela
en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas,
sino también, todas las artes y entre los alumnos, Recadeo
y Hermenegildo, del rey visigodo, Leovigildo, hijos.
Así, la conversión de Hermenegildo, comenzó, el arrianismo
abandonando y abrazando la fe católica, aunque desterrado
terminasteis, pero, a Dios gracias, volvisteis a Sevilla
terminando la Arriana herejía, imponiéndose la fe Católica,
y con ella, el resurgir la cristiana vida, con la fundación
de monasterios y parroquias por pueblos y ciudades,
adornados de sabias legislaciones en materias religiosas
y civiles. A vos, os conocen de estadista y santo. Y, sí,
estadista, porque, desarrollasteis vastísima labor como
tal, y como amoroso obispo, una profunda dedicación
pastoral a vuestro pueblo, con prédicas de maravillosos
sermones. Escribíais teológicos tratados y os dedicabais
largo tiempo a la oración, a la penitencia y al ayuno.
Y así, un día de la vida, entregasteis vuestra alma a quien
le pertenece: ¡Dios!, para coronada ser, con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y esperanza;
Oh, San Leandro de Sevilla, “imitación amorosa de Dios”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Noviembre
San Leandro de Sevilla
Obispo

Nació en Cartagena, hacia el año 540. Pertenecía a una familia de santos: sus hermanos Isidoro (que le sucedería como Obispo de Sevilla), Fulgencio (Obispo de Écija) y Florentina, le acompañan en el santoral.

Elegido Obispo de Sevilla, creó una escuela, en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas, sino también todas las artes conocidas en aquel tiempo. Entre los alumnos, se encontraban Hermenegildo y Recaredo, hijos del rey visigodo Leovigildo. Allí comenzó el proceso de conversión de Hermenegildo, que lo llevaría a abandonar el arrianismo y a abrazar la fe católica. Y, también, el enfrentamiento con su padre, que desembocaría en una guerra. A consecuencia de esta guerra, a Leandro le tocó ir al destierro.

Cuando mejoró la situación, pudo volver a Sevilla. Hermenegildo había sido ajusticiado por orden de su padre. Pero este, en los últimos años de su vida, influenciado, sin duda, por el testimonio del hijo mártir, aconsejó bien a su otro hijo, Recaredo, que le sucedería en el trono. El nuevo rey, aconsejado por Leandro, convocó el Concilio III de Toledo, en el que rechazó la herejía arriana y abrazó la fe católica.

A Leandro le debemos no sólo la conversión del rey, sino también el haber contribuido al resurgir de la vida cristiana por todos los rincones de la Península: se fundaron monasterios, se establecieron parroquias por pueblos y ciudades, nuevos Concilios de Toledo dieron sabias legislaciones en materias religiosas y civiles.

Se ha dicho que Leandro fue un verdadero estadista y un gran santo. Y es verdad. Porque, al mismo tiempo que desarrollaba esa vasta labor como hombre de Estado, nunca olvidaba que, como obispo, su ministerio le exigía una profunda vida religiosa y una dedicación pastoral intensa a su pueblo. Predicaba sermones, escribía tratados teológicos, dedicaba largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno.

Murió el Obispo Leandro, en Sevilla, hacia el año 601. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre.

12 noviembre, 2014

San Josafat de Lituania

 


Oh, San Josafat de Lituania; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Y, aquél, a quien vuestra
madre, os enseñó a mirar en el crucifijo, al Crucificado
y en ella, el misterio de la vida y del amor hacia los demás.
Y, por ello, vuestra mortificación aquella, en la que,
soportabais a los ásperos e incomprensivos, con especial
dulzor, del cielo caído, y, con paciencia y amor, convertíais
sus corazones a la “luz de la fe”. “Sé que ustedes quieren
matarme y que me atacan por todas partes. En las calles,
en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas
partes me han insultado. Yo, no he venido en son de guerra
sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las
almas. Pero, me considero verdaderamente feliz de poder
dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé, que estoy a
punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de
todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”.
Así, respondisteis a vuestros agresores. Y, cuando fuisteis
capturado así: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis
ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy
yo para sufrir en vez de ellos”. Pero, felizmente, “Dios
es mi juez”, vuestro nombre significa. Y, en verdad, así
fue, y juzgado fuisteis y Él, viendo vuestro martirio de
gloria lleno, os ciñó, corona de luz, como premio a vuestra
entrega de amor. Santo Patrono, de los que trabajan por
la unión de todos los cristianos del orbe de nuestra tierra;
oh, San Josafat de Lituania, “Juzgado por el Amor de Dios”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Noviembre
San Josafat de Lituania
Mártir
Año 1623

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).
Josafat es una palabra hebrea que significa “Dios es mi juez”. La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.
Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.

De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida religiosa.

Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.

Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas horas cada día y cada noche dedicadas a la oración y a la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras y de los libros escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes.

Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.

Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz.

Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.
Con razón los enemigos de la religión lo llamaban “ladrón de almas”. Como jefe de los monasterios tenía el deber de visitar las casas que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar oficialmente una casa donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban a la religión, pero que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe de esa casa salió furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole que si se atrevía a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo no se acobardó. Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían determinado echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que era un hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus amigos y aceptaron sus recomendaciones. Las gentes decían: “Ahora sí que se repitió el milagro antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le hicieron nada”.

En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo abandono. Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su arzobispado era otra cosa totalmente diferente.

Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.

En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: “Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir“. El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo:

“Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas. Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”.

Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.

Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos”.

Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.

El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.

11 noviembre, 2014

El Papa Francisco declara venerable a un niño de 12 años

El Papa Francisco declara venerable a un niño de 12 años

Un niño italiano de 12 años fallecido a causa de un tumor ha vivido con «virtud heroica» el Evangelio y la fe cristiana. Se encuentra entre los ocho «siervos de Dios», junto a un obispo latinoamericano, dos laicas y varios sacerdotes cuyas «virtudes» han sido confirmadas por los últimos decretos de la Congregación para las Causas de los Santos, autorizados por el Papa Francisco.


(Aleteia/InfoCatólica) Se trata de Silvio Dissegna (1967-1979), un niño nacido en Turín, alegre, inteligente y lleno de vida. Quería ser profesor de escuela -recuerda Radio Vaticano-, así su mamá le regaló para navidad una máquina de escribir; su primera carta la tecleó para ella: «Te agradezco mamá porque me has dado a la luz, porque me has dado la vida que es tan bonita. Yo tengo tantas ganas de vivir».

La enfermedad y la fe de hierro

En la primavera de 1978, con sólo 11 años de edad, llegan los primeros dolores a las piernas. Los médicos confirman que es un cáncer de huesos fulminante.

Se distinguió por la fe vivida de manera sencilla pero firme ante el sufrimiento atroz que le devoraba. Intensificó la oración, y el rosario en sus manos era una fuerza consoladora. Después de la unción del crisma, el 21 de mayo 1978, pidió comulgar todos los días a pesar de que ya no podía caminar. Ciego, postrado en una cama, sabía transmitir auténtica esperanza a quienes le conocían.

La muerte y el legado de amor

En los brazos de la fe, murió a los doce años, el 24 de septiembre de 1979 con la seguridad de encontrar a Jesús en el paraíso. «Yo tengo muchas cosas que decir a Jesús y a la Virgen», decía y ofrecía sus sufrimientos por los sacerdotes y los misioneros y por la salvación de los pecadores.

Un educador de jóvenes entre los venerables

Entre los nuevos venerables, también se encuentra al padre Raimondo Calcagno, nacido en 1888 en Chioggia, Italia, de una familia de pobres pescadores. Desde niño descubrió que su vocación era la docencia.
Entró en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri y se comprometió como sacerdote a la asistencia de los jóvenes, sobre todo de aquellos de origen humilde. Mientras estaba muriendo, se escuchaba el ruido de los niños que jugaban. Y a quien se afanaba por hacerlos callar para respetar sus últimas horas, le dijo: «Déjalos jugar, jamás me han dado fastidio». Murió el 16 de julio 1964.

 (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22467)