22 julio, 2015

Santa María Magdalena

¡Oh!, Santa María Magdalena, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y amada
discípula, que, por el Señor liberada de siete
demonios, os convertisteis en discípula suya,
y os seguisteis hasta el monte Calvario, y luego
de su cruenta muerte, la primera en ver a Nuestro
Señor Jesucristo resucitado, aquella mañana
de Pascua y, de felicidad plena, la comunicasteis
a los demás. Ni “pecadora pública”, ni “adúltera”,
ni “prostituta”, sino, sólo de Cristo seguidora,
y, de cuyo amor contagiada, fuisteis, para,
el gozo pascual anunciar a los mismos Apóstoles.
Y fuisteis, vos misma, la que en Éfeso, vivisteis
junto a María, Madre de Dios y Señora Nuestra
y a San Juan, para luego, entregar vuestra alma
al cielo, que coronada fue con corona de luz,
como premio justo a vuestro grande amor a Cristo;
¡oh!, Santa María Magdalena; “amor, fe y luz”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Señor

Martirologio Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).

Hoy celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.

Tres personajes para una historia

María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)

María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.

Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.

Dos en una, tres en una

No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.

Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).

San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: 
“Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: “María Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania”.

Pero esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.
los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.

Dos teorías

Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.

Una respuesta “oficial”

A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.

Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”, como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”. No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue “pecadora pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.

La liturgia de su fiesta

Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.


Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie… la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.

Finalmente, mencionemos  que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.

La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.

Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.

Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.

Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.

Oración

María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.
Amén.

21 julio, 2015

San Lorenzo de Brindis

 


¡Oh!, San Lorenzo de Brindis, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, hicisteis al significado
de vuestro nombre honor: “coronado de laurel”. Y, así fue.
vuestra vida de santo predicador, hizo de vos, famoso entre
los Capuchinos. De memoria asombrosa dotado, amasteis 

tanto a Jesús, que, el día que fuisteis al convento preguntasteis:
“Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”,
respondió vuestro superior, y vos, le dijisteis: “Pues eso me 

basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para 
sufrir por amor a Él, cualquier padecimiento”. Y, cuando
un sacerdote quiso saber, cómo predicabais con tanta facilidad,
le respondisteis: “En buena parte se debe a mi buena memoria.
En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme.
Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios, mis
predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo
el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo
en un libro misterioso venido del cielo”. ¡Respuesta maravillosa! 

Fundasteis conventos, contra los protestantes y herejes predicasteis
y trabajasteis por la paz y la conversión de todos los hombres. 
Practicabais la piedad y durante la Misa Santa, erais a menudo, 
en éxtasis arrebatado. Dormíais sobre duras tablas, huíais 
de los honores y ayunabais con frecuencia. Vuestra meditación 
preferida era la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, 
a quien amasteis en vida con pasión, y,  ahora, lo hacéis
desde vuestra morada eterna, luciendo corona de luz, como
premio a vuestra grande e increíble muestra y entrega de amor;
¡oh!, San Lorenzo Brindisi, “coronado de laurel, amor y fe”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de julio
San Lorenzo de Brindisi
Predicador
Año 1619


Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos. Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.

Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”, respondió el superior. “Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento”.

La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.

Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.

Un sacerdote le preguntó: “Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?” Y él respondió: “En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo”.

Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.

El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: “Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión”. Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: “La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo”.

El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.

Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

En 1859 fue declarado “Doctor de la Iglesia”, por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.

Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el “Doctor apostólico”.
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú. Dijo Jesús: “Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Lorenzo_de_Brindis.htm)

20 julio, 2015

San Apolinar de Rávena

 

¡Oh!, San Apolinar de Rávena, vos sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, y que,
las riquezas difundisteis de Cristo, a la cabeza
de vuestra grey, y que además, la honrasteis
con vuestra santa vida. Discípulo de Pedro,
lo acompañasteis hasta Roma, para Nuestra Santa
Madre Iglesia fundar. Y, luego, vos, viajasteis
al norte de Italia como embajador de la fe,
para evangelizar, convirtiéndoos, en el primer
obispo de Rávena. Os atribuyen el poder de curar
a los enfermos en el nombre de Cristo, y el haber
realizado milagros numerosos. Vespasiano, creyó
acabar con vuestra labor evangélica, al terminar
con vuestra vida, pero erró y vuestra alma, voló
al cielo, para coronada ser de luz, como premio
a vuestra entrega de amor y ser, vivo ejemplo
de la cruenta vida que pasasteis en aquél tiempo,
para dejarnos gloriosa y rica herencia de luz;
¡Oh!, San Apolinar de Rávena, “camino y luz de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Julio
San Apolinar de Rávena
Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Classe, cerca de la ciudad de Rávena, en la vía Flaminia, conmemoración de san Apolinar, obispo, cuya memoria litúrgica se celebra el veinte de julio (c. s. II).

San Apolinar, obispo, que al mismo tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, pasando al banquete eterno el día veintitrés de julio (c. s. II)

SAN APOLINAR DE RÁVENA nació probablemente en Antioquía, en la actual Turquía, en la época de mayor auge del Imperio Romano, apenas después de la muerte de Jesús.

Según la tradición, San Apolinar fue uno de los principales discípulos del Apóstol San Pedro. Cuando San Pedro se trasladó a Roma para fundar ahí la Iglesia, San Apolinar lo habría acompañado hasta la capital del Imperio.

Durante el reinado del emperador Claudio, San Apolinar recibió la comisión de viajar al norte de Italia como embajador de la fe para empezar a evangelizar y a ganar adeptos para el cristianismo.

San Apolinar se convirtió así en el primer obispo de Rávena, cargo que ejerció durante veinte años. Se le ha atribuido el poder de curar a los enfermos en el nombre de Cristo, y de haber realizado otros milagros.

La relativa tranquilidad de su labor apostólica cambió con el ascenso al trono imperial de Vespasiano, en 69, quien cuenta con el dudoso honor de haber organizado las primeras persecuciones con lujo de crueldad contra los cristianos.

Por su cargo y sus actividades en Rávena, San Apolinar fue perseguido inmediatamente. Algunas fuentes cuentan que fue capaz de escapar hacia Dalmacia, donde habría predicado el Evangelio y habría puesto fin milagrosamente a una hambruna.

Sin embargo, al final San Apolinar fue apresado, torturado y martirizado.

Sobre su tumba, en Rávena, se edificó siglos más tarde la célebre Basílica de San Apollinare in Classe, de tres naves, consagrada en 549. Más tarde, en el siglo nueve, fue construida también ahí la iglesia de San Apollinare Nuovo.

SAN APOLINAR DE RÁVENA nos ofrece un ejemplo de la cruenta vida que tuvieron que padecer los santos fundadores del cristianismo.

19 julio, 2015

San Arsenio

 


¡Oh!, San Arsenio, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y, su amado santo y el que disteis
brillo al significado de vuestro nombre: “fuerte,
valeroso y valiente”. Fuerte, en el combate
de la fe, valeroso, en el silencio de los días
y de las noches del desierto, y, valiente,
en la palabra y el buen consejo; pues, vuestros
dichos y refranes, hasta hoy, el caminar iluminan
de vuestros fieles. Cierta vez, la voz de Dios,
os dijo: “Apartaos del trato con la gente y
huid a la soledad”. Y, en el acto, al desierto
marchasteis a orar y a penitencia hacer, todo,
por el hombre de mundo. Rica herencia os dejaron
y vos, dijisteis: “antes de que él muriera en
su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias.
No quiero riquezas mundanas que me impidan
adquirir las riquezas del cielo”. Y, renunciando
a ellas, a los pobres las disteis. La gente,
en oración constante os veía, las noches todas.
Y, los sábados, la noche caída, de rodillas
con los brazos en cruz, os desmayabais. “Muchas
veces he tenido que arrepentirme de haber
hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber
guardado silencio”. Decíais vos, y agregabais:
“Siempre he sentido temor a presentarme al
juicio de Dios, porque soy un pecador”. ¿Para
qué abandoné el mundo y me hice religioso?
Y, os respondíais: “me hice religioso porque
quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto
no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo”.
¿Dónde podremos encontraros ahora? Duda no
cabe: coronado de luz todo, en la casa del Padre,
como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Arsenio, “fuerte, valeroso y valiente”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de julio
San Arsenio
Monje
Año 450


Arsenio significa: fuerte, valeroso, valiente.

San Arsenio fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus dichos o refranes fueron enormemente estimados. Las gentes hacían viajes de semanas y meses con tal de ir a consultarle y oír sus consejos.

Cuando el emperador Teodosio, el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un senador sumamente sabio y muy práctico en los consejos que sabia dar. Y así durante diez años tuvo que estarse en el palacio imperial tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero se dio cuenta de que el uno era demasiado atrevido y el otro demasiado apocado, y desilusionado de ese fracaso como educador de los dos futuros emperadores dispuso dedicarse a otra labor que le fuera de mayor utilidad para su santificación y salvación.

Y estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: “Apártese del trato con la gente, y váyase a la soledad”. Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los demás monjes de esa soledad.

Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación. El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo hizo sentar a la mesa sino que lo dejó de pie, junto a su mesa. Luego en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso, y le dijo secamente: “Si quiere comer algo, recoja eso”. Arsenio se inclinó humildemente, recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este comportamiento admirable, lo consideró lo suficientemente humilde como para ser recibido como monje y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los demás religiosos: “Este será un buen hermano”.

Arsenio había pasado toda su vida en el alto gobierno y en lujosos palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas costumbres mundanas que los otros monjes no hallaban como corregírselas, porque le tenían mucho respeto. Entonces dispusieron irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla. Y los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje joven que mientras rezaban tuviera la pierna montada, y que ellos le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron, regañando fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la lección y se corrigió.

San Arsenio se hizo famoso por sus penitencias extraordinarias. Un día llegó un alto empleado del imperio a llevarle un documento en el cual se le comunicaba que un senador riquísimo le dejaba en herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas. El santo exclamó: “Antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo”. Y renunció a todo esto en favor de los pobres.

Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los sábados al anochecer empezaba a rezar de rodillas con los brazos en cruz y permanecía así hasta que caía por el suelo desmayado. Tenía 40 años cuando abandonó el palacio imperial donde tenía todas las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo faltaba. Desde los 40 años hasta los 95 años estuvo orando, ayunando y haciendo penitencias en el desierto, por la conversión de los pecadores, la extensión de la religión y el perdón de sus propios pecados.

Como hombre de mundo y de política que había sido, sentía una gran inclinación a tratar con la gente y a charlar con los demás, y en cambio hacía todo lo posible por retirarse del trato con todos, y vivir en la más completa soledad. Cuando un día el superior le llamó la atención porque no se prestaba a quedarse a charlar con las numerosísimas personas que iban a consultarle, le respondió: “Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes”. En verdad que a cada persona la lleva Dios a la santidad por caminos diversos. A unos los hace santos haciendo que se dediquen totalmente a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha pedido que con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le ganen también almas para el cielo.

Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas.

Recordemos algunos de sus dichos

“Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio”. “Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador”.

El religioso debe preguntarse frecuentemente: “¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo” (Esta frase ha conmovido a muchos santos. Por ej. San Bernardo la tenía escrita así en su habitación: “Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? – Quiero salvar mi alma y santificarme”).

San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes que eran muchísimo más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo”.

Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencas y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad, y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo espiritual, y el santo respondió: “Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor”.

Arsenio era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura descollaba majestuosamente entre los demás monjes. Y su santidad superaba a la de los demás compañeros. Las gentes lo veneraban inmesamente y sus consejos han sido apreciados por muchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros y nos consiga una santidad como la suya.

De toda palabra indebida que diga una persona, tendrá que rendir cuentas el día del juicio. (Jesucristo, Mt. 12,36).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Arsenio_7_19.htm)

18 julio, 2015

San Federico de Utrecht

¡Oh!, San Federico, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo y que, por vuestro
saber de las Escrituras Sagradas, os dedicasteis
a la evangelización de los frisones, con ardor
de corazón y fe, honor haciendo al significado
de vuestro nombre: “en la paz poderoso”. Las
costumbres reformasteis de vuestros diocesanos y
combatisteis las herejías de vuestro tiempo. Vos,
varón justo y lleno de humildad como erais, os
declarasteis incapaz de aceptar vuestro obispado y,
entonces, actuó la providencia y os re-convenció
Ludovico Pío, emperador, para entera satisfacción
de vuestro pueblo. Y, vos, en el único Sacerdote
justo, Jesucristo, confiando realizasteis vuestra
obra extraordinaria, hasta la entrega de vuestra
vida misma. Con los pobres generoso, hospitalario
para con los viajeros y amoroso en vuestras visitas
a los enfermos. De un lado, y del otro a la vida
de oración y sacrificio entregado. Nunca ahorrasteis
ni vigilias, ni ayunos. A los arrianos y su herejía
combatisteis y recitar ordenasteis, tres veces cada
día, una oración en honor de la Santísima Trinidad.
Un día, la muerte os sorprendió, pero, nunca mató
vuestra alma, que voló, presta al Padre Eterno. Y,
Él, en su grande amor, os coronó, con corona de luz,
como justo premio a vuestro grande e increíble amor;
¡oh!, San Federico, “poderoso en la paz por Cristo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Julio
San Federico de Utrecht
Obispo
Mártir

Martirologio Romano: En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones (838).

Etimológicamente significa “poderoso en la paz”. Viene de la lengua alemana. Descendiente de una familia ilustre entre los frisones, fue elegido obispo de Utrecht en 820. Dedicó toda su actividad a la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y combatió las herejías. Murió mártir en Utrecht, el año 838. – Fiesta: 18 de julio.

“Al obispo -dice el consagrante al nuevo obispo, durante el ritual de la consagración-, corresponde juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar y confirmar”. Y cuando le hace entrega de la más significativa insignia de su episcopado: “Recibe el báculo de Pastor a fin de que seas dulce y firme en tus correcciones; en tus juicios, justo y sereno; al fomentar la virtud en los demás, persuasivo, y no te dejes llevar ni del rigor ni de la debilidad. Recibe este anillo, símbolo de la fidelidad con que has de conservar intacta y sin mancha a la Esposa de Dios, es decir, la Iglesia”. Y asimismo, cuando le hace entrega de los Evangelios, dice: “Recibe el Evangelio y ve a predicarlo al pueblo que te ha sido encomendado. Dios Omnipotente aumente en ti la gracia”.

No es extraño que ante una misión tan sublime y a la vez tan cargada de responsabilidad, Federico, varón justo y lleno de humildad, se declarase incapaz de aceptar el cargo de obispo de Utrecht, para el que había sido elegido por el clero y el pueblo de aquella diócesis. Fue necesaria toda la autoridad del emperador Ludovico Pío, para que aquel sacerdote, conocido de todos por su ardor pastoral y su predicación, aceptase la Cátedra episcopal que había quedado vacante a la muerte del obispo Ricfredo.

Y la verdad es que nadie mejor que él podía encargarse de la diócesis: por una parte, sus virtudes y su ciencia le daban la autoridad necesaria para ocupar la Silla episcopal, y por otra, el haber vivido en íntima comunicación con Ricfredo le hacían el más conocedor de la situación.

En efecto, nacido hacia el año 790, en el seno de una noble familia de Frisia, había sido confiado para su educación al clero de la iglesia de Utrecht, primero, y más tarde al mismo obispo, que se aplicó con ardor a formar el alma de aquel joven piadoso y trabajador, hasta que, suficientemente preparado, le confirió el sacerdocio.

Ahora, consagrado ya obispo, en presencia del mismo emperador, Federico se entrega generosamente a su misión, que cumplirá fielmente hasta las últimas consecuencias. Su humildad había hecho cuanto estaba de su mano para no aceptar aquel cargo que sus solas fuerzas no podían soportar, pero ahora que había recibido ya la plenitud del sacerdocio, su fe confía en que el único Sacerdote -Jesucristo-, realizará en él la tarea que le ha querido confiar.

Los primeros tiempos de su episcopado los dedica a la villa de Utrecht, esforzándose en devolver la paz a su pueblo, y en hacer desaparecer los últimos restos de paganismo. Siempre acogedor, es generoso para con los pobres, hospitalario para los viajeros, y sacrificado en sus visitas a los enfermos. Entregado a la vida de oración y sacrificio, no ahorra vigilias ni ayunos, en favor de sus diocesanos.

Más adelante, su celo le lanza a recorrer todo el territorio que le ha sido confiado. En todas partes trabaja incansablemente en la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y de una manera especial lo hace en la isla de Walcheren, donde reinaba la más burda inmoralidad.
Se dedica también a combatir la herejía arriana, bastante extendida en Frisia, y poco a poco va reduciendo los herejes a la verdadera fe católica. Para asegurar la duración de este retorno a la verdad, San Federico compone una profesión de fe, que resume la enseñanza católica sobre la Santísima Trinidad, y ordena que se recite tres veces cada día una oración en honor de las tres divinas Personas.

Cuando ya casi había recorrido toda la diócesis, un día, mientras estaba dando gracias de la Misa, es atacado por dos criminales que le atraviesan las entrañas, muriendo a los pocos minutos. ¿A qué móviles respondía aquel asesinato? Algunos dan como causa cierta, el odio que Judit, segunda esposa de Ludovico Pío, alimentaba contra San Federico, por haberla reprendido con santa libertad, a causa de su conducta inmoral.

No obstante, aun cuando parece que esta persuasión ya existía en Utrecht, muy próximamente a la fecha del martirio, hay quien lo pone en duda, por el testimonio del famoso escritor Rábano Mauro, que ensalza las virtudes de la emperatriz. Quizá los hagiógrafos no lleguen nunca a un acuerdo sobre este punto, pero a pesar de ello continuará siendo cierto que en aquel día del año 838, un obispo moría mártir.

17 julio, 2015

Santa Carolina

¡Oh!, Santa Carolina, vos, sois la hija del Dios
de la vida, y, su amada santa, y que, honor
hicisteis al significado de vuestro nombre:
“magnánima”. Y, así, vuestra santa vida fue,
con los brazos abiertos para todos y todas,
a Cristo, imitando, pues Él, se abandonó
en los brazos de Dios, a la hora de su muerte,
rezando: “esto es, en ti pongo toda mi vida”.
En vuestro convento vivíais a la vida de oración,
la penitencia, el trabajo y el apostolado
entregada, sin daño alguno, hacer a nadie, y
en plena revolución, sinónimo de cambios,
pero, también de barbarie y de persecución
de Dios. Y, de pronto, el mal tomó cuerpo y
entró, en vandálicas turbas convertido, que,
se os lanzaron contra vos, y, las inocentes
vidas de vuestras santas hermanas compañeras.
Y, todas vosotras, con los rostros de felicidad
y, con la fe en Dios, tal como hizo Cristo
en la cruz, marchasteis a vuestro martirio
en la guillotina, con vos, a la cabeza. Y, así,
la vida os quitaron, pero jamás vuestras almas,
que, a los brazos del Dios vivo volaron, para
recibir, corona de luz eterna, como justo
premio a vuestra increíble entrega de amor;
¡oh!, Santa Carolina, “puro amor del Dios vivo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Julio
Santa Carolina
Año 1794

Etimológicamente significa “magnánima”. Viene de la lengua alemana. Cristo se abandonó en Dios a la hora de morir en la cruz. Rezó diciendo: “esto es, en ti pongo toda mi vida”. Esta es una oración de plena confianza. Si alguna vez te encuentras decaído, dila a menudo hasta tanto salgas de tu mal bache.

El mérito de Carolina

Estamos en plena Revolución francesa. Concretamente en el año 1794. Las beatas carmelitas de Compiège son llevadas de este lugar a París, en la época del terror más exacerbado que uno se pueda imaginar. Estas hermanas vivían en su convento entregadas a la vida de oración, al trabajo y al apostolado.

¿Qué daño hacían? Ninguno. Pero las turbas se lanzaron contra ellas y sus inocentes vidas. Siempre se persigue la religión cuando se aleja Dios de la sociedad y de los corazones de los dirigentes.
Con sus caras de felicidad y, con la confianza en Dios – tal como él hizo en la cruz – iban derechas al lugar de los tormentos: la vil guillotina en la plaza del Trono parisina. Después fueron enterradas en el cementerio de Picpus.

La decana de estas hermanas se llamaba carolina. Tenía 79 años. Había nacido en Anne-Marie-Thouret y era originaria de Mouy-sus –Oise. Cuando hace algunos años se cumplieron los 200 años fatídicos de aquellos días, la hermana Carolina resplandece en el cielo y ante la contemplación de todos los creyentes como una flor que, aunque madura por la vida, sigue expandiendo por todas partes el perfume de su virtud y de su entrega a Dios con su propio martirio.
Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

16 julio, 2015

Nuestra Señora del Carmen

  Memoria de Nuestra Señora del Carmen
 
 
¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen,
“Estella Maris”, portento glorioso
del Dios de la vida, que, con vuestra
luz iluminasteis, iluminas e iluminareis
la senda del hombre, hasta la consumación
de los tiempos porque, Madre sois
del Dios vivo y Santa Madre Nuestra.

¡Oh!, “Setella Maris”, intercediendo
seguid, ante Vuestro Amadísimo Hijo
para que, la Buena Nueva, se haga carne,
en el corazón de todos los hombres,
mujeres, ancianos y niños, y que, 
algún día Vuestros ojos contemplar 
puedan regocijados el mundo, que Vos,
  queréis, de olor lleno a amor, paz, 
verdad, justicia y solidaridad. 

¡Oh!, Escapulario Santo del Carmen,
signo del Amor Vuestro por nosotros y
de confianza filial por parte nuestra,
enseñadnos a abiertos vivir a Dios y
a su santa voluntad, a escuchar Su voz,
en la Biblia y en la vida, y, al orar
sintiéndolo a Él, tal y conforme
lo hicieron, vuestros amados Santos:
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz;
¡oh!, Señora Nuestra del Carmen, “Stella Maris”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Monte Carmelo

¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen
De Yahwéh Madre
Nuestra Madre
San Isaías
San Eliseo
“Stella Maris”
San Alberto
El Escapulario:
San Simón Stock
¡Todos con Vos!
¡El mundo con Vos!
¡El universo con Vos!


San Luis de Francia 
San Juan de la Cruz 
Santa Teresa de Jesús 
Los Carmelitas Descalzos 
Santa Teresa de Jesús 
San Juan de la Cruz 
San Luis de Francia 
El Escapulario: 
San Simón Stock 
¡Todos con Vos! 
¡El mundo con Vos! 
¡El universo con Vos!

San Alberto
“Stella Maris”
San Eliseo
San Isaías
Nuestra Madre
De Yahwéh Madre
¡Todos con Vos!
¡El mundo con Vos!
¡El universo con Vos!
¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Julio
Nuestra Señora del Carmen

El Monte Carmelo

El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de Haifa. Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén. Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de las manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y místicas. Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística? Seguramente se le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero sin duda había alguna intención más profunda que la hacía simpatizar con el misterio de la sagrada montaña del profeta Elías.

Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor. Así surgió en el Carmelo la vida carmelita. El convento del Monte Carmelo tiene un nombre evocador: “Stella Maris” (Estrella del Mar). Es un hermoso edificio cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del Mar Mediterráno en la ciudad de Haifa. El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua de la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836.

Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso defensor de la religión de Yahwéh. Nos cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. Se cuenta que el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del escapulario carmelita. También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio.

Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecusión árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII.

La estrella del Mar

Los marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a las estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar

Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la que desde tiempos remotos allí se le venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron incluso a llamárseles: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.

El Escapulario Carmelita
Los signos en la vida humana y cristiana

Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el rayo de luz, la llama de fuego, el agua que brota… En la vida de cada día existe también gestos que expresan y simbolizan valores más profundos: como el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en fila para una manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en pie (respeto).

Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a entender y vivir. Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo eterno del amor del Padre. El estableció la Iglesia, ella misma como signo e instrumento de su amor. E incluso utilizó pan, vino, agua para remontarnos a realidades superiores que no vemos ni tocamos: constituyó signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es decir los Sacramentos.

En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan, imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.

Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos, ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona. UNO DE ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.

Origen del Escapulario

En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas mediante las Confraternidades. Las Ordenes religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación y de participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba constituido por una parte significativa del hábito: capa, cordón, escapulario.
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana. Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor de María por nosotros y como expresión de confianza filial por parte nuestra en Ella, cuya vida queremos imitar.

El “Escapulario” en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, comlos verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Ordenes religiosas, como el Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como siervos de Cristo y de Maria. El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María, Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo Mariano por excelencia.

El Escapulario, signo mariano

El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden Carmelita, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.

La Virgen nos enseña

-A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;
-A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;
-A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
-A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.
El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos. Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad íntima con Dios a través de la oración.
-Pone delante el ejemplo delos santos y santas del Carmelo con quienes se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.
-Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.
En síntesis y en concreto el escapulario del Carmen NO ES:
-Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
-Ni una garantía automática de salvación
-Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES:
-Un signo “fuerte” aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima.

Normas prácticas

* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u otro sacerdote autorizado.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se cambia.

* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos tres Ave Marías).

Imposición del escapulario: fórmula

Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, que te comprometes a imitarle.

Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al servicio del prójimo y a la imitación de María.

Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda al plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.

Santa Teresa de Jesús y la Virgen María

Toda la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.

a. Devoción mariana y experiencia mística mariana

Desde la primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos más importantes de la niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6); es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre Doña Beatriz, a la edad de 13 años: “Afligida fuíme a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a sí” (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su conversión: “me ha tornado a sí”. Otros textos de la autobiografía nos revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1).

Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a él le pertenece. En la experiencia mística teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa Madre ha tenido una experiencia mística de las primeras palabras del Cántico de María, el “Magnificat” (Relación 29,1; 61), que según el testimonio de María de San José con mucha frecuencia “repetía en voz baja y en lenguaje castellano”‘ (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).

Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador: “Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra medida” (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a la Virgen (Relación 35,1): “No pienses cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer” ( Cfr. también sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación Camino 31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8).

Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en la alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar la fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la actitud de la Virgen: “Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su santísima anima y muriendo dura muerte”. Ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos “a manera de como se pinta la quinta angustia” (Relación 58); ha experimentado en la Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma ( que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En esta misma ocasión le dice el Señor que: “En resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad … y que había estado mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla” (Ib.).

En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su intercesión constante la comunidad en oración, como le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación 25,13). Cuando en una altísima experiencia mística, Dios le da a conocer el misterio de la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable del Padre: “Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.)

Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda convicción de la doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman parte de la experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del cap.; 8,6).

b. María, modelo y madre de la vida espiritual

Santa Teresa ha expresado en algunas líneas doctrinales su experiencia y su contemplación del misterio de la Virgen María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese comentado el “Ave María” como hizo con el Padre Nuestro en la primera redacción del Camino de Perfección. Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).

Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino 31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo “en las entrañas de la Virgen” (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes principales que hay que imitar: “Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima” (Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor ante las maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a su voluntad (Ib.).

Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el camino de sus hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda la descripción que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas III 1,3). Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en su comunión con Cristo en el “mucho padecer”: “Siempre hemos visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos apóstoles” (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen, en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr. Moradas VI,7,11.13).
c. La Virgen María y el Carmelo

Teresa de Jesús con su vocación de Carmelita ha entrado profundamente en toda la antigua tradición espiritual del Carmelo. En el monasterio de la Encarnación de Avila ha podido impregnarse de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal como en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía carmelitana. En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al de la Virgen que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la Regla, las casas.

Cuando es nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el lugar primero del coro a la Virgen, porque comprende que en María hay una convergencia de devoción, de amor y respeto por parte de todas las religiosas. El gesto tiene un hermoso epílogo mariano, con la aparición de la Virgen (Relación 25). En una Carta a María de Mendoza (7 de marzo de 1572) dice afectuosamente: “Mi ‘Priora’ (la Virgen María) hace estas maravillas”. Acoge con gozo al P. Gracián, tan devoto de la Virgen, como ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se entusiasma con el conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la Orden, tal como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones, c.23) Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita: “Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio (Vida 38,31).

Con idéntico espíritu mariano, como un servicio de renovación de la Orden de nuestra Señora y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea de la fundación de San José. Ya en las primeras gracias que Cristo le hace, encontramos la alusión de la presencia de la Virgen en el Carmelo (Vida 32,11). Después es la misma Virgen la que activa la fundación de San José con idénticas palabras y promesas y con una gracia especial concedida a Teresa de pureza interior, una especie de investidura mariana para ser Fundadora (Vida 33,14). Al concluir felizmente la fundación de San José la Madre Teresa confiesa sus sentimientos marianos: “Fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento… y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre” (Vida 36,6 ). Y añade: “Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen… Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos” (Ib. 36, 26. 28 ) Como respuesta a este servicio mariano, ve a Cristo que le agradece “lo que había hecho por su Madre” y ve a la Virgen “con grandísima gloria, con manto blanco y debajo de él parecía ampararnos a todas” (Ib. 36, 24).

En la narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre el cuidado de subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a nuestra Señora, la especial protección que Ella le dispensa en todas las ocasiones. Así, por ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el permiso obtenido para extender los monasterios teresianos: “Escribí a nuestro Padre General una carta… poniéndole delante el servicio que haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que lo negoció” (Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las Fundaciones parece estar escrito en clave mariana, pues son continuas las alusiones de Teresa a la Virgen y a su servicio, como cuando escribe: “Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora …” (Ib. 4,5); o cuando subraya: “Son estos principios para renovar la Regla de la Virgen su Madre y Señora y Patrona Nuestra” (Ib. 14,5), como dice a propósito de la fundación de Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás, al final del libro de las Fundaciones, contempla todo como un servicio de la Virgen y una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: “Nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona… Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo …” (Ib. 29,23.28). La misma separación de calzados y descalzos hecha en el Capítulo de Alcalá, en 1581, es contemplada por Teresa con una referencia pacificadora a la Madre de la Orden: “Acabó nuestro Señor cosa tan importante… a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora y Patrona que es nuestra …” (Ib. 29,31).

El recuerdo de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el sentido de la vocación carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo con una alusión implícita a la Virgen escribe: “Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos” (Moradas V 1,2). En el contexto anterior y posterior la Santa habla de la vocación la oración, tesoro escondido y perla preciosa – dos alusiones evangélicas – que están dentro de nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida para comprar el campo donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa.

María aparece como la Madre de esta “casta de contemplativos”, por su interioridad en la meditación y la entrega total del Señor. En otra ocasión Teresa llama la atención sobre la necesidad de la imitación de la Virgen para poder llamarnos de veras hijas suyos: “Plega a nuestro Señor, hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de la Virgen y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced que nos ha prometido” (Fundaciones 16,7). En el amor a la Virgen y en la adhesión a la misma familia se encuentra para la fraternidad teresiana el fundamento del amor recíproco y de la comunión de bienes, como sugieren estos dos textos: “Así que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a otras” (Carta a las monjas de Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). “Por eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unos (monasterios) a otros, pues lo que es de uno es de todos” (Carta a la M. Priora y Hermanas de Valladolid, 31 de mayo de 1579,4).

Estas páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la tradición mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia mística, su devoción y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la carmelita descalza la Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de adhesión a Cristo, de vivencia contemplativa de su misterio y de servicio eclesial; para cada monasterio, la Virgen es la Madre que con su presencia acrecienta el sentido de intimidad y de familia, alienta en el camino de la vida espiritual, preside la oración como ferviente intercesora ante su Hijo.

La Espiritualidad Mariana de la orden Carmelita
Escrita por la Orden de Carmelitas Descalzos

1. En los orígenes de nuestra devoción mariana

Hay tres palabras claves que sintetizan los orígenes de nuestra relación carismática con la Virgen María: el lugar del Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la Orden, la explícita mención de la dedicación de la Orden del Carmelo al servicio de nuestra Señora.
a. El lugar: una capilla en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo
Un anónimo peregrino de principios del siglo XIII nos ofrece, en un documento sobre los caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el primer testimonio histórico mariano acerca de la Orden. Nos habla de una “muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los ermitaños latinos, llamados “Hermanos del Carmelo” tenían en el Wadi ‘ain es-Siah. Otra redacción del mismo manuscrito habla de una iglesia de nuestra Señora.
Posteriormente el título de la Virgen María se le dará a todo el monasterio, cuando se amplíe notablemente la primitiva capilla, como consta en varios documentos antiguos (cfr. Bullarium Carmelitanum, I, pp. 4 y 28). Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo dedicada a la Madre de Dios es significativo y prácticamente es el hecho del que se desprende la más antigua devoción de los Carmelitas a la Virgen. Desde el principio de su fundación los Carmelitas han erigido una pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma tierra de Israel.
Suponemos que esta capilla estaba presidida por una imagen de la Madre de Dios. La tradición antigua de la orden nos ha transmitido algunas imágenes antiguas, de inspiración oriental. Entre ellas algunas del tipo de la Virgen de la ternura o de la Virgen sentada en un trono con su Hijo. Todo ello indica que los ermitaños del Monte Carmelo querían dedicarse por entero al vivir en obsequio de Jesucristo bajo la mirada amorosa de la Virgen Madre, y que ella presidió desde sus misma cuna el nacimiento de una nueva experiencia eclesial. De aquí el hecho que se la reconozca como Patrona, según las palabras del General Pedro de Millaud al Rey de Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María “en cuya alabanza y gloria esta misma Orden fue fundada especialmente” (Cfr. Ibidem, 606-607). Una afirmación que la tradición posterior confirmara constantemente.

b. El nombre: “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”

Así aparece el título de la Orden en algunos documentos pontificios, con una referencia explícita a la Virgen María, como consta por la Bulla de Inocencio IV, Ex parte dilectorum (13-1-1252): “De parte de los amados hijos, los ermitaños hermanos de la Orden de Santa María del Monte Carmelo” (Analecta Ordinis Carmelitarum 2 (1911-1913) p.128). En un documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la Bula Quoniam, ut ait) hace referencia al “Prior Provincial de la Orden de la Bienaventurada María del Monte Carmelo en Tierra Santa” y añade que en el Monte Carmelo está el lugar de origen de esta Orden donde se va a edificar un nuevo monasterio en honor de Dios y “de la dicha Gloriosa Virgen su Patrona” (Bullarium Carmelitanum I, p.28).
Este nombre, “Hermanos” que es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, ha sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente de espiritualidad cuando los autores carmelitas posteriores hablen del “patronazgo de la Virgen” y de su cualidad de “Hermana” de los Carmelitas.
c. La consagración a la Virgen
El Carmelo profesa con su dedicación total al servicio de Jesucristo como Señor de la Tierra Santa, según el sentido de seguimiento y de servicio que tiene el texto inicial de la Regla en su contexto histórico y geográfico, su total consagración a la Virgen María. Así lo reconoce un antiguo texto legislativo del Capitulo de Montpellier, celebrado en 1287: “Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra religión del Monte Carmelo” (Cfr. Actas del Capítulo General de Montpellier, Acta Cap.Gen., Ed. Wessels-Zimmermann, Roma 1912, p.7). Esta especial consagración que se une al recuerdo del seguimiento de Cristo tendrá una lógica consecuencia en la fórmula de la profesión que incluirá la mención explícita de la entrega a Dios y a la Bienaventurada Virgen María.
2. Una tradición espiritual viva
Tras los datos históricos reseñados que pertenecen a los albores de la experiencia mariana del Carmelo, las Constituciones señalan los elementos mas significativos de la espiritualidad mariana de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin embargo podemos condensar en algunas orientaciones la riqueza doctrinal del espíritu mariano de la Orden, tal como ha sido vivido a partir de los orígenes, enriquecido por la devoción y los escritos espirituales de algunos carmelitas insignes.
a. Los títulos de amor y de veneración
Se puede afirmar que la antigua tradición carmelitana ha expresado los vínculos de amor con la Virgen a través de una serie de títulos relativos al misterio de María pero percibidos con un sabor especial desde la experiencia de la vida del Carmelo. Así, en los orígenes, predomina la denominación de Patrona de la Orden, pero también se va haciendo camino la expresión más dulce de Madre, como aparece en fórmulas antiguas de Capítulos y Constituciones, como estas: “En honor de nuestro Señor Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre de nuestra Orden del Carmelo”; “Para alabanza de Dios y de la bienaventurada Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra”, como dicen las Constituciones de 1369.
En la antífona “Flos Carmeli” se invoca a la Virgen como “Madre dulce” (Mater mitis) y Juan de Chimineto habla de María como “fuente de las misericordias y Madre nuestra”. Los dos apelativos están en relación con el misterio de la Virgen Madre de Dios en la expansión de su maternidad hacia los hombres. A estos títulos hay que añadir el de Hermana, asumido por los Carmelitas del siglo XIV en la literatura devocional que narra los orígenes de la Orden, a partir del profeta Elías que contempla proféticamente en la nubecilla la futura Madre del Mesías, y se complace en ilustrar las relaciones de la Virgen con los ermitaños del Monte Carmelo.

Desde otro punto de vista doctrinal, los Carmelitas, en la contemplacion el misterio de la Virgen, han puesto de relieve su Virginidad, admirando en ella el modelo de la opción por una vida virginal en el Carmelo y su relación con la contemplacion. Por las mismas razones los Carmelitas siempre estuvieron entre los defensores del privilegio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, en las controversias de la edad media, sea a nivel de teología, sea a favor de la introducción de la fiesta en el Calendario de la Orden que la celebraba con particular devoción. De aquí también la insistencia de los autores carmelitas en la filial contemplacion de la Virgen Purísima y del compromiso de imitar en la Virgen esta actitud espiritual, simbólicamente reflejada en la capa blanca del hábito de la Orden.
b. Privilegios para la Orden

La historia y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo durante los siglos XIV-XVI, se enriquecen de motivos devocionales que van aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María aparece como una auténtica Protectora de la Orden en momentos difíciles de su evolución y su expansión en Occidente. EL Catálogo de los Santos Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden Simón Stock tuvo hacia el año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega del hábito de la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los que lo lleven con devoción. Al Papa Juan XXII se le atribuye un documento, llamado comúnmente Bula Sabatina, que lleva la fecha del 3 de marzo de 1322, en el cual refiere la visión que el mismo Papa tiene de la Virgen que le promete una protección personal a cambio de la ayuda que él mismo preste a los Carmelitas; en la Bula se alude al privilegio de una liberación de las penas del Purgatorio para todos aquellos que hayan llevado dignamente el Santo Escapulario, mediante la acción maternal de la Virgen que irá a liberar a sus devotos el sábado siguiente a su muerte.

Estos dos hechos han polarizado la atención popular hacia la devoción mariana propuesta por los Carmelitas y han monopolizado, en cierto sentido, la visión espiritual que la Orden ha tenido del misterio de María, que es sin duda mucho más rica, más evangélica, más espiritual.

La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial, la Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, los beneficios recibidos por intercesión de nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez el sentido de recordar la protección de María y de realizar la acción de gracias por parte de la Orden. En la elección de la fecha, como se sabe, influye la parcial aprobación de la Orden obtenida en el Concilio II de Lyon, el 17 de julio de 1274, cuando había estado en peligro la extinción de la Orden. Posteriormente, la fecha del 16 de julio fue considerada como el día tradicional de la aparición de la Virgen a San Simón Stock; de esta forma el recuerdo de la protección de la Virgen se concentró en el agradecimiento particular por lo que constituía la suma y compendio del amor de la Virgen para los Carmelitas: el don del Santo Escapulario y sus privilegios.

c. Espiritualidad mariana de la Orden: María, modelo y Madre

Una nota distintiva de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen María es el deseo de imitar sus virtudes dentro de la propia profesión religiosa. Ya el conocido teólogo carmelita Juan Baconthorp (1294-1348 ) había intentado hacer en su comentario a la Regla un paralelismo entre la vida del Carmelita y la vida de la Virgen María; se trata de un principio exegético de gran importancia porque centra la devoción en la imitación. Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio (1445-1499), ha cantado en su obra acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido de intimidad con la Virgen, la especial filiación del carmelita, la comunión de bienes con la Madre, el sentido de la “hermandad” con Ella. El Beato Bautista Mantuano (1447-1516) es un cantor eximio de la Virgen en su producción poética. Como fieles intérpretes de la tradición carmelitana llevan a su esplendor el sentido de la intimidad con la Virgen y su conformación interior al misterio de María el P. Miguel de San Agustín (1621-1684) y su dirigida María de Santa Teresa (1623-1677).

Aunque no es éste el lugar para desarrollar la doctrina de todos estos autores, hemos querido dejar constancia de una rica tradición doctrinal y espiritual del Carmelo que encontrará en los representantes del Carmelo Teresiano una digna continuidad y profundización de la espiritualidad mariana.

d. Liturgia y devoción popular
Los Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen especialmente por medio de la liturgia. Han erigido templos en su memoria y venerado su imagen. Los antiguos Rituales de la Orden, a partir del siglo XIII, muestran el fervor litúrgico del Carmelo en la celebración de las fiestas marianas de la Iglesia, con la aceptación de nuevas celebraciones; se trata de fiestas que en otros lugares y en otras Ordenes, no son acogidas con tanto fervor, como la fiesta de la Inmaculada Concepción. La fiesta de la Conmemoración Solemne de la Virgen del Monte Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo rito jerosolimitano, seguido por la Orden, reserva a María múltiples invocaciones en las horas canónicas, con antífonas marianas a final de cada hora y con una solemnización especial de la Salve Regina de Completas.

En honor de la Virgen se celebran sus misas votivas y el nombre de María se introduce con frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de hábito y de la profesión. Se puede decir que la liturgia carmelitana ha dejado una profunda huella de espíritu mariano en la tradición espiritual y ha plasmado interiormente la dedicación que la Orden profesaba a la Virgen Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen características prácticas de devoción popular de la Iglesia, como el Angelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la devoción del Escapulario.

3. La espiritualidad mariana en el Carmelo teresiano

La segunda parte del n. 54 de las Constituciones presenta la lógica continuidad de la experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con estas palabras: “Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han reafirmado y renovado la piedad mariana del Carmelo“. Sigue a continuación una breve y jugosa síntesis del pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Dentro del espacio que ofrecen estas páginas de breve comentario vale la pena alargar un poco más la visión que ofrecen de este punto las Constituciones para ver hasta qué punto el tema mariano se enriquece en los Santos de la Orden y como queda configurado actualmente en nuestra espiritualidad, a partir de la doctrina y experiencia de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz y de otros testigos eximios del Carmelo Teresiano.