28 agosto, 2015

San Agustín de Hipona


 
¡Oh!, San Agustín, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo, confesor, Doctor de la Gracia y, con
justicia llamado “La Gran Lumbrera de Occidente”.
“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad
la caridad, amad la verdad y desead la unidad para
llegar a la eternidad”. “Tarde te amé, hermosura tan
antigua y tan nueva Tarde te amé!. Tú estabas dentro
de mí y yo fuera y por fuera te buscaba. Nos hiciste,
Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho
hasta que descanse en Ti, pues la medida del amor
es el amor sin medida”. Escribisteis en “Confesiones”.
Vuestra madre, ¿y quien más que ella?, os enseñó a
orar, pero luego, vos, os apartasteis y el mal, tomó
cuerpo maniqueo y, os atrapó y ella, lloró por vos,
casi su vida toda. Vos, la verdad buscasteis, y sólo ella,
y por ella, estudiasteis varias filosóficas corrientes. Os
gustó el maniqueísmo o lo que es el conflicto entre
el bien y el mal, que al final os desilusionó, y optasteis
por el escepticismo. Os movíais en círculos neoplatónicos
y apareció en vuestra vida, a Dios gracias, Ambrosio,
hombre santo de Dios, y os, ilustró en las ciencias divinas.
A menudo así, rezabais: “Señor, dame castidad, pero
no ahora”. Pero un día, escuchasteis una voz, como la
de un niño, que os decía: “Tolle et legge” (toma y lee).
Y, al leer las Santas Escrituras, leísteis al azar leísteis:
“No deis vuestros miembros, como armas de iniquidad
al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes,
muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros
a Dios, como instrumentos de justicia. Porque el pecado
no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis
bajo la Ley, sino bajo la gracia”. Y así, os decidisteis sin
reserva a entregaros en alma y cuerpo a Dios, su ley
siguiendo y explicándola a otros. Y, a la edad de Cristo,
fuisteis bautizado en la Pascua de Resurrección, y vuestra
madre, de gozo se llenó y os dijo: “¿Y a mí que más me
puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo,
el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he
conseguido de Dios”. Y, al poco tiempo, una fiebre tomó
su cuerpo y abandonó este valle de lágrimas feliz, en
vuestros brazos. Y del Niño aquél y el agua de mar, Dios,
os respondió, sobre lo imposible que vos hacíais por
interpretar la Trinidad Santa. Vos, hoy, os encontráis todo
coronado de gloria por vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Agustín, “vivo Cristo de la gracia y de la luz”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de agosto
San Agustín de Hipona Obispo
Confesor y Doctor de la Iglesia
“Doctor de la Gracia”
“La Gran Lumbrera de Occidente”.

“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad”. “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva…¡Tarde te amé!. Tú estabas dentro de mí y yo fuera…, y por fuera te buscaba…”. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Tí…”. ”La medida del amor es el amor sin medida…”.

San Agustín de Hipona (354-430), es el más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental, nació en el año 354 en Tagaste (Argelia actual). Sus padre, Patricio, un pagano de cierta estación social acomodada, que luego de una larga y virulenta resistencia a la fe, hacia el final de su vida se convierte al cristianismo. Mónica, su madre, natural de África, era una devota cristiana, nacida a padres cristianos. Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas lecciones sufrió al ver como iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la disoluta Roma.”Noche y día oraba y gemía con más lágrimas que las que otras madres derramarían junto al féretro de sus hijos”, escribiría después Agustín en sus admirables Confesiones. Pero Dios no podía consentir se perdiese para siempre un hijo de tantas lágrimas. Mónica murió en Ostia, puerto de Roma, el año de 387, asistida por su hijo.

Juventud y estudios

Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con quien tuvo un hijo en el año 372, llamado Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.

Contienda intelectual

Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón, Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, que le llevó a estudiar varias corrientes filosóficas. Durante nueve años, del 373 al 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín recordaría posteriormente en sus Confesiones: “Concédeme castidad y continencia, pero no ahora mismo”. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín, abandona la doctrina y decide por el escepticismo.

En el año 383 se traslada de Cartago a Roma, y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica. Allí se mueve en círculos neoplatónicos. Allí también conoce al obispo de la ciudad, al gran Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia. Ambrosio le recibió con bondad y le ilustró en las ciencias divinas. Y así, poco a poco, renace en Agustín un nuevo interés por el cristianismo. Su mente, tan prodigiosa, inquita y curiolsa, va descubriendo la Verdad que hasta ahora le había eludido, sin embargo, vacilaba en su compromiso por debilidades de la carne, temía comprometerse porque sabía que tendría que reformar su vida disoluta, y dejar atrás muchos gustos y placeres que tanto le atraían.

Rezaba a menudo, “Señor, dame castidad, pero no ahora. “Pero un día, según su propio relato, escuchó una voz, como la de un niño, que le decía: Tolle et legge (toma y lee). Pero, al darse cuenta que estaba completamente solo, le pareció inspiración del cielo y una exhortación divina a leer las Santas Escrituras. Abrió y leyó el primer pasaje que apareció al azar: “…no deis vuestros miembros, como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estaís bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Rom 13, 13-14). Es entonces cuando Agústín se decide, y sin reserva, se entrega en alma y cuerpo a Dios, siguiendo su ley y explicandola a otros. A los 33 años de edad recibe el santo bautismo en la Pascua del año 387. Su madre que se había trasladado a Italia para estar cerca de él, se llenó de gran gozo.

Agustín, ya convertido, se dispuso volver con su madre a su tierra en África, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía morir tranquila. Sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada : “¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”. Poco días después le invadió una fiebre y murió. Murió pidiendo a su hijo “que se acordara de ella en el altar del Señor”. Murió en el año 387, a los 55 años de edad.

Obispo y teólogo

Agustín regresó al norte de África y fue ordenado sacerdote el año 391, y consagrado obispo de Hipona (ahora Annaba, Argelia) en el 395, a los 41 años, cargo que ocuparía hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica; los bárbaros amenazaban el imperio romano llegando incluso a saquear a Roma en el 410, y el cisma y la herejía amenazaban internamente la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica y refutó brillantemente los argumentos paganos que culpaban al cristianismo por los males que afectaban a Roma. Combatió la herejía maniqueísta y participó en dos grandes conflictos religiosos, el uno contra los donatistas, secta que sostenía que eran inválidos los sacramentos administrados por eclesiásticos en pecado.

El otro, contra las creencias de los pelagianos, seguidores de un monje británico de la época que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que duró por mucho tiempo, Agustín desarrolla sus doctrinas sobre el pecado original y la gracia divina, soberanía divina y predestinación. Sus argumentos sobre la gracia divina, le ganaron el título por el cual también se le conoce, Doctor de la Gracia. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvos por el Don de la Gracia Divina. Contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia. Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430.

Obras

La importancia de San Agustín entre los Padres y Doctores de la Iglesia es comparable a la de San Pablo entre los Apóstoles. Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía “Confesiones” (400), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran obra apologética “La Ciudad de Dios” (413-426), formula una filosofía teológica de la historia, y compara en ella la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo.

Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados “De libero arbitrio” (389-395), “De doctrina Christiana” (397-428), “De Baptismo”, “Contra Donatistas” (400-401), “De Trinitate” (400-416), “De natura et gratia” (415), “Retracciones” (428) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.
(información recopilada de varias fuentes).

San Agustín y el niño

La historia de San Agustín con el niño es por muchos conocida. La misma surge del mucho tiempo que dedicó este gran santo y teólogo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes podían constituir un único Dios.

Cuenta la historia que mientras Agustín paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de decifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

Oración

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en San Agustín para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de Tí, fuente de sabiduría, te busquemos como el único amor verdadero y sigamos los pasos de tan gran santo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración por las Vocaciones

Glorioso Padre San Agustín, que abriste un camino de entrega a Dios al descubrir la hermosura de la vida religiosa; concédeme a mí, que me creo también llamado por Él, a ver claramente mi camino; ayúdame a ser fiel a esa vocación divina; que la estime en todo su valor, que huya de las personas y cosas que me la pueden arrebatar; que sea desde hoy muy generoso para decir sí el día de mi total entrega. Amén.

27 agosto, 2015

Santa Mónica



 ¡Oh!, Santa Mónica, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa, y abnegada madre
de San Agustín. Dios, vuestras plegarias escuchó,
y vuestro esposo converso fue, y así, su alma
pudo volar hacia Dios. Viuda, y con vuestro
Agustín, rebelde, y sin causa, jamás dejasteis
de orar por su cambio y conversión, aunque los
maniqueos su alma habían tomado. Y, en un sueño
aquella voz secreta os habló, y os dijo: “tu
hijo volverá contigo”. Y, enseguida y presta,
se lo narrasteis a Agustín, y pensó él, que poco
os faltaba, para que maniquea fuerais. Y, vos,
a ello, le respondisteis: “En el sueño no me
dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el
hijo volverá a la madre”. Y, en medio de vuestra
aflicción, un Obispo os dijo: “Esté tranquila,
es imposible que se pierda el hijo de tantas
lágrimas”. Estas palabras siempre os fortalecían y
os daban confianza en el Dios vivo. Y, aunque
Agustín fuga, vos, vais tras la “oveja perdida”.
Y, en el camino, San Ambrosio, os abrió su corazón
de bondad y de sabiduría lleno, os dio sabios
consejos, que trasmitisteis a Agustín, que impactado
quedaba. Más tarde, él, mismo lo escuchaba con
atención como de hijo y respeto, tanto que, al fin,
abrió su mente y corazón a la fe y las verdades
católicas, bautizándose, para alegría del cielo y
vuestra, en plena Pascua de Resurrección. Así, vos,
conseguisteis todo lo que anhelabais en esta vida,
y poder tranquila, de este mundo partir. Y, junto
al mar, mientras conversabais, con vuestro hijo,
exclamasteis: “¿ Y a mí que más me amarra a la tierra?
Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte
cristiano.” Y, poco después, vuestra alma al cielo
voló, para recibir celestial corona de luz y de gloria,
como justo premio, a vuestra entrega de amor total;
¡oh!, Santa Mónica, “vivo amor, fe y esperanza en Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Agosto
Santa Mónica
Madre de San Agustín
(Año 332- 387)

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.” Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos”.

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios. Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil: Agustín

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo: “tu hijo volverá contigo”, y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”. Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va tras de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios consejos. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: ” ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.” Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables. En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

26 agosto, 2015

Santa Teresa de Jesús Jornet

 


¡Oh!, Santa Teresa de Jesús Jornet; vos, sois
la hija del Dios de la vida, su amada santa, y
fundadora de la “Congregación de Hermanitas
de los Ancianos Desamparados”. Vos, aspirasteis
siempre a una vida de constante silencio y
oración. Quizás por ello os dirigisteis al convento
de las clarisas y luego al de las carmelitas.
A menudo, le preguntabais al Señor: “Señor,
¿qué queréis que haga?” Y, de pronto dejasteis
todo y os dedicasteis durante veinticinco años,
a dar de vuestro amor, tanto en las alegrías
como en las tristezas. “Alma grande y al mismo
tiempo humanamente afable y sencilla, como su
homónima, la insigne reformadora abulense;
humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz
de imponer su personalidad y llevar a cabo una
obra ingente; enferma de cuerpo, pero robusta
de espíritu con fortaleza admirable. “Monja
andariega ella también, pero siempre unida a
nuestro Señor; de gran dominio de sí misma, pero
adornada con aquella espontaneidad y aquel
gracejo tan amable; amiga de toda virtud, pero
principalmente de la reina de ellas, la caridad,
ejercitada en aquellos viejecitos o viejecitas
que exigen la paciencia y benignidad de que
habla el Apóstol”. Así, dijo de vos, Pío XII,
resaltando vuestra vida santa, entregada a
la ancianidad. Por ello, y en premio a vuestra
entrega de amor, Dios, os coronó con corona
eterna de luz y de gloria. Santa Patrona
de todos los ancianos del orbe de la tierra;
¡oh!, Santa Teresa de Jesús, “amor vivo de Dios”
.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Agosto
Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars
Virgen y Fundadora del Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados
Patrona de los Ancianos

Martirologio Romano: En Liria, en España, santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.

Nació Teresa de Jesús Jornet e Ibars el 9 enero 1843 en Aytona (Lérida), en el seno de una familia de agricultores, profundamente cristianos; cursó los estudios de Magisterio y ejerció su profesión de maestra nacional durante algún tiempo en Argensola (Barcelona).

En 1868 ingresó en el monasterio de Clarisas de Briviesca (Burgos), del que tuvo que salir poco después por motivos de salud (1870). Durante algunos años recibió el influjo espiritual de un tío suyo, el P. Francisco de Jesús María y José Palau y Quer, carmelita descalzo exclaustrado, celoso misionero, gran contemplativo y apologista militante, creador de diversas instituciones de enseñanza. Durante algún tiempo, Teresa trabajó en las escuelas del P. Palau sin ligarse a compromiso de vida religiosa, abandonando estas actividades poco después (1872), fallecido el P. Palau.


Circunstancias providenciales decidieron definitivamente su vida, en el mismo a. 1872; en Barbastro (Huesca) entró en relación casual con un celoso sacerdote, D. Pedro Llacera, que le dio a conocer los planes de fundación en favor de la ancianidad desvalida que por entonces inspiraban la actividad de otro ilustre sacerdote, D. Saturnino López Novoa, chantre de la Catedral de Huesca; Teresa vio abierto el camino de su vida y se ofreció inmediatamente a ser colaboradora en tal empresa caritativa, uniéndose a las primeras aspirantes del nuevo Instituto fundado en Barbastro el 3 octubre 1872: pocos días después fue nombrada con carácter provisional superiora de aquel grupo por el Vicario capitular de la diócesis. Es fundadora de las conocidas Hermanitas de los ancianos desamparados.

Trasladada la Fundación a Valencia, Teresa fue confirmada en su cargo de directora general por el arzobispo Mons. Mariano Barrio Fernández (10 mayo 1875). Emitió la primera profesión el 29 noviembre 1874, pronunciando los votos perpetuos el 8 diciembre 1877.

El arzobispo de Valencia Mons. Antolín Monescillo (31 enero 1878) renovó el nombramiento de directora general. En 1887 fue elegida Superiora general del Instituto, de acuerdo con las Constituciones aprobadas por la Santa Sede, por un periodo de nueve años, siendo postulada para continuar en el cargo terminado este periodo, confirmándola en tal designación la Santa Sede (14 julio 1896) para otro periodo de nueve años que no pudo terminar.

Murió santamente en Liria (Valencia) el 26 agosto 1897, dejando 103 Casas-Asilos de su Congregación en plena actividad en España y América. Había recibido en la Congregación a 1.260 hermanitas, de las cuales muchas se le habían anticipado en la muerte.

Sus restos mortales fueron trasladados a Valencia, a la Casa Madre de la Congregación, y son objeto de fervoroso culto. Fue beatificada por Pío XII el 27 abril 1958 y canonizada el 27 enero 1974 por Pablo VI, que con tal motivo pronunció una homilía exaltando el valor de su santidad y de su vocación en favor de los ancianos desvalidos. Se celebra su fiesta el 26 de agosto.

Oración

¡Oh Dios, que has guiado a la
Virgen Santa Teresa a la perfecta
caridad en el cuidado de los ancianos!
Concédenos a ejemplo suyo,
servir a Cristo en el prójimo
para ser testimonio de tu amor.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.


(http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=256)

25 agosto, 2015

San José Calasanz

 


¡Oh!, San José Calasanz, vos sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo,  que hace cuatro siglos, iniciasteis
la fundación de las Escuelas Pías y con ellas, la enseñanza
gratuita de manera universal. Vos, estudiasteis filosofía
y derecho y luego cursos de teología en las universidades
de Valencia, Alcalá de Henares y en Lleida, donde obtuvisteis
el título de doctor. Siempre os preocuparon los pobres y
los desfavorecidos y para ellos, creasteis una fundación
en Claverol. Impresionado por la pobreza y la degradación
moral en la que vivían numerosos niños romanos, fundasteis
en la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere, la primera
escuela católica pública, popular y gratuita de la edad
moderna en Europa. En el “Documentum Princeps”,
expusisteis los fundamentos de vuestra obra pedagógica,
así como, el reglamento para maestros y para alumnos.
El Papa Pablo V crea la Congregación de las Escuelas 
Pías,el primer instituto religioso dedicado básicamente a
la enseñanza y amor a Dios. Vos, sois, apresado e interrogado
por la Inquisición y al  año siguiente, inmerso en una lucha
de intereses y ambiciones,   que terminan con vuestra
destitución del cargo de General de la Orden, que vos, mismo
habíais fundado. A ocho años después de vuestra muerte,
el papa Alejandro VII rehabilita vuestras “Escuelas Pías”.
Y así, Dios hizo justicia con vos, aunque fallecido ya, porque
hoy, brilla vuestra alma, como premio a vuestra entrega de amor.
Santo Patrono de las Escuelas Populares Cristianas del mundo;
¡Oh!, San José de Calazans “viva imagen del nuevo Job” 

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de agosto
San José Calasanz
Fundador de los Escolapios
Año 1648

Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José, y que su ejemplo nos lleve a recordar aquel famoso dicho de Jesucristo: “Es necesario padecer en la tierra, para entrar en la gloria eterna”. (Lc. 24,26).

Un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz “un segundo Job” porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job de lo Biblia. Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648. Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región. Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.

En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor. Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.

Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.

Cargos importantes

Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos. El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado.

Renuncia a todo

Pero él sentía una voz en su interior que le decía: “¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!” Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.

Educador de los pobres

En Roma se hizo socio de una cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo eran incansables en ayudar.

Los Escolapios

A sus institutos educativos les puso por nombre “Escuelas Pías” y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había “Escuelas Pías” en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

Visitas repentinas e inesperadas

Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de lo bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

Empiezas los dolores

El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

La persecución

Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: “Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa”. El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios”.

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo. Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación. El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos.

24 agosto, 2015

San Bartolomé, Apóstol

 


¡Oh!, San Bartolomé, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su Apóstol y amado santo. Vos, tuvisteis
el encuentro que os cambió la vida, cuando por
vez primera a Jesús, conocisteis. Y, Jesús, dijo
de vos, así: “Ahí tienen a un israelita de verdad,
en quien no hay engaño”. Y, vos, le dijisteis: “¿Desde
cuándo me conoces?” Y, Jesús os dijo: “antes
de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá
debajo del árbol, yo te vi”. Y, vos, le respondisteis:
“Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey
de Israel”. Y, así, con vuestros otros once amigos,
testigo fuisteis de los milagros de Jesús, oísteis
sus sublimes enseñanzas y recibiendo el Espíritu
Santo, con Él marchasteis a la India y a Armenia,
convirtiendo muchas gentes. Un día cualquiera, el
mal, tomó cuerpo y os martirizó quitándoos vuestra
piel y luego cortándoos vuestra cabeza. Pero vos,
sabías que la santidad no es hacer milagros, ni hacer
hazañas, sino, la vida dedicar a Dios, amar a Cristo,
y su evangelio propagar, y el bien a cada instante
procurando, con alegría y amor. Y, como pago de ello,
vuestra alma, coronada está en el cielo de eterna luz;
¡oh!, San Bartolomé, Apóstol “regalo de Dios, luz y fe”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de agosto
San Bartolomé, Apóstol
(Siglo I)

A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa “regalo de Dios”). Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: “Jesús se encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe se encontró a Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret”. Natanael le respondió: ” ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe le dijo: “Ven y verás”. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” Natanael le preguntó: “¿Desde cuando me conoces?” Le respondió Jesús: “antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi”. Le respondió Natanael: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Jesús le contestó: “Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.” (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: “¡Ven y verás que gran profeta es!”.

Una revelación que lo convenció

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: “Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño”. El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: “Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas”. Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: “¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: “San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza”.

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

23 agosto, 2015

San Felipe Benizi



¡Oh!, San Felipe Benize; sois vos el hijo del Dios
de la vida, el mismo a quien la Reina del cielo
para su orden escogiera para fundarla. Sí, aquella
la de los Servitas, o Siervos de la Madre de Dios,
famosa en vuestro tiempo y hoy, por el mundo extendida.
Por madre tomasteis a María y, como “libro único”,
a Cristo Jesús, a quien “leísteis” fielmente y
“de palmo a palmo”. Al finalizar un intenso y largo
retiro espiritual, visitasteis los conventos de
Alemania y Francia. Por vuestra sabiduría a todos
impresionasteis y con el don de lenguas convertisteis
a los pecadores y reconciliasteis a los cismáticos.
Al final de vuestra piadosa e ilustre vida, decidisteis
retiraros a vivir al más pobre y humilde convento
de vuestra orden, donde pasasteis vuestros últimos
días, orando y postrado ante la imagen de vuestra
“Madre”, Santa María, hasta el día en que, voló
vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;

¡oh!, San Felipe Benize, “siervo de la luz de Cristo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado


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23 de Agosto
San Felipe Benizi

Servita Sacerdote


Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia, nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.
Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: “Acércate y sube a este carro”.
Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: “Felipe, acércate y sube a este carro”, tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: “Felipe, acércate y sube a este carro”. Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.
Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.