23 febrero, 2016

San Policarpo


 

 ¡Oh!, San Policarpo, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y, a quien, persuadieron, a que, a vuestra fe
renunciarais, diciéndoos: "Declare que el César es el Señor".
Y, vos, respondisteis: "Yo sólo reconozco como mi Señor a
Jesucristo, el Hijo de Dios". Y añadió el gobernador: "¿Y qué
pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César?
Renuncie a su Cristo y salvará su vida". Y, vos, admirable
respuesta disteis: "Ochenta y seis años llevo sirviendo a
Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a
fallar a Él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo". Y, vuestro
verdugo os dijo: "Si no adora al César y sigue adorando a
Cristo lo condenaré a las llamas". Y, vos, respondiendo con fe
y valor, le dijisteis: "Me amenazas con fuego que dura unos
momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que
ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga". Y, vos, con
firmeza orando continuasteis con más fuerza: "Señor Dios,
Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo
porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes
la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das
el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu
propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección
gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo
de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio
te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre
Celestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada
la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos”.
Tan pronto terminasteis vuestra oración, prendieron fuego a
la leña, y sucedió un milagro, las llamas, haciendo una gran
circunferencia, rodearon vuestro cuerpo, que ya no parecía
un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o
un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los
alrededores se llenaron de un agradable olor como de un fino
incienso. Los verdugos os atravesaron vuestro corazón con un
lanzazo, y en ese momento, salió de vos, hacia lo alto una paloma
blanca, y os brotó sangre de vuestro corazón y luego a hoguera
se apagó. Y, así, vuestra alma, coronada fue con corona de luz 
como justo premio a vuestra grande e increíble entrega de amor;
¡oh!, San Policarpo; "viva fidelidad  a Cristo y divino fruto de la fe”.

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Febrero
San Policarpo de Esmirna
Obispo y Mártir
(año 155)


Policarpo significa: el que produce muchos frutos de buenas obras. (poli = mucho, carpo = fruto). San Policarpo tuvo el inmenso honor de ser discípulo del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios varones importantes más.

En una carta a un cristiano que había dejado la verdadera fe y se dedicaba a enseñar errores, le dice así San Ireneo: “Esto no era lo que enseñaba nuestro venerable maestro San Policarpo. Ah, yo te puedo mostrar el sitio en el que este gran santo acostumbraba sentarse a predicar. Todavía recuerdo la venerabilidad de su comportamiento, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y las santísimas enseñanza con que nos instruía. Todavía me parece estarle oyendo contar que él había conversado con San Juan y con muchos otros que habían conocido a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos. Y yo te puedo jurar que si San Policarpo oyera las herejías que ahora están diciendo algunos, se taparía los oídos y repetiría aquella frase que acostumbraba decir: Dios mío, ¿por qué me has hecho vivir hasta hoy para oír semejantes horrores? Y se habría alejado inmediatamente de los que afirman tales cosas”.

San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y andando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco. Tu eres un hijo de Satanás!

Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.
Los cristianos de Esmirna escribieron una bellísima carta poco después del martirio de este gran santo, y en ella nos cuentan datos muy interesantes, por ejemplo los siguientes:

“Cuando estalló la persecución, Policarpo no se presentó voluntariamente a las autoridades para que lo mataran, porque él tenía temor de que su voluntad no fuera lo suficientemente fuerte para ser capaz de enfrentarse al martirio, y porque sus fuerzas no eran ya tan grandes pues era muy anciano. El se escondió, pero un esclavo fue y contó dónde estaba escondido y el gobierno envió un piquete de soldados a llevarlo preso. Era de noche cuando llegaron. El se levantó de la cama y exclamó: “Hágase la santa voluntad de Dios”. Luego mandó que les dieran una buena cena a los que lo iban a llevar preso y les pidió que le permitieran rezar un rato. Pasó bastantes minutos rezando y varios de los soldados, al verlo tan piadoso y tan santo, se arrepintieron de haber ido a llevarlo preso.

El populacho estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo: “Declare que el César es el Señor”. Policarpo respondió: “Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios”. Añadió el gobernador: ¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así: “Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo”.

El gobernador le grita: “Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas”,. Y el santo responde: “Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga”.

En ese momento el populacho empezó a gritar: ¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohibe adorar a nuestros dioses. Que lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas pero él les dijo: “Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valor para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él”. Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.
Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz: “Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Cestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos”.

“Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, en seguida la hoguera se apagó”.

“Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar”.

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155.Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.

Petición

Concédanos el Dios Todopoderoso poder también nosotros como San Policarpo ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo hasta el último momento de nuestra vida.


22 febrero, 2016

Santa Cátedra del Apóstol San Pedro

 


 ¡Oh!, Santa Cátedra de vos, Apóstol San Pedro,
el Señor os dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia”. Y, desde entonces
y por siempre, el mundo católico todo, celebra
la Festividad de vuestra Cátedra, en honor a
vos, realidad haciendo el “ministerium petrinum”,
es decir, el servicio peculiar al que el Obispo
de Roma, llamado está a rendir a todo el pueblo
cristiano de todo el orbe de la tierra, pues Cristo,
piedra angular es de la comunidad eclesial por
siempre jamás. San Juan Pablo II, dijo: “Recemos
para que la Iglesia, en la variedad de culturas,
lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y
profesar las verdades de fe y de moral transmitidas
por los apóstoles”. Tradiciones, leyendas y creencias
afirmaron durante muchos años que vuestra silla
doble era y que en algunos casos, a los días de la era
cristiana se remontaban e que vos, la utilizasteis
en persona. Hoy, como los años todos, en esta fecha,
el altar monumental que acoge a vuestra Cátedra,
iluminado está todo el día con docenas de velas y
se celebran numerosas misas desde la mañana
hasta el atardecer, terminando con la misa del
Capítulo dedicado a vos, primer Papa de Cristo;
¡oh!, Santa Cátedra de vos, Apóstol San Pedro.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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22 de Febrero La Cátedra del Apóstol San Pedro Fiesta

Martirologio Romano: Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, al que el Señor dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro de conserva en el campo Vaticano y ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.

Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro, una ocasión solemne que se remonta al cuarto siglo y con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de San Pedro.

La palabra “cátedra” significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es también “sede” (asiento o sitial): la “sede” es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

Hace no muchos años, antes de rezar el Ángelus en este día, el Papa Juan Pablo II recordó que “la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ´ministerium petrinum´, ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial”. “Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles”.
La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.

Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona. La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974. Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyas partes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.

Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.

Fuente: VIS – Servicio Informativo Vaticano

21 febrero, 2016

II De Cuaresma: La Transfiguración del Señor

 


¡Oh!, Divino Cristo Transfigurado, Vos, sois,
el Amadísimo Hijo de Dios Padre, y que, vuestra
Pasión y Muerte mostrasteis, antes de que ellas
sucedieran. De testigos a Pedro, Santiago y Juan,
quienes os Vieron en toda vuestra gloria, pues,
mientras orabais, Vuestro cuerpo, se transfiguró
y vuestros vestidos más blancos que la nieve, y
vuestro rostro, resplandeciente más que el sol.
Y, en medio, se aparecieron Moisés, por la Ley, y
Elías, por los profetas; que su alegría mostraron
porque erais Vos, el enviado de Dios Padre, para,
al mundo salvar y del pecado librarlo. Emocionado
Pedro, os dijo: “Señor, que os parece, si hacemos
aquí tres campamentos, uno para Vos, otro para
Moisés y otro para Elías”. Y, en seguida, una nube
los envolvió, y se oyó, la Voz de Vuestro Padre,
que decía: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadle”.
Y, Su voz, se ha oído, se oye, y se seguirá oyendo
en medio de su negación, y del bullicio material
de este mundo, hasta el fin de los tiempos, y, ójala
transfigurando los corazones de quienes, escuchan
vuestra Voz y ponen en práctica vuestro mensaje;
¡oh!, Divino Cristo Transfigurado, “Vivo Dios del Amor”.
 


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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La Transfiguración del Señor
Lucas 9, 28-36

La maravilla del amor de Dios lo vemos en su rostro transfigurado.


Por: Rafael Santos Varela
Fuente: Catholic.net


Del santo Evangelio según san Lucas 9, 28-36


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.


Reflexión


No hay duda, todos somos capaces de distinguir la belleza de la creación, quedamos maravillados, deslumbrados ante un cielo estrellado, un atardecer.


De la misma manera nos impacta el testimonio de una buena obra, de un hombre santo, de un acto de heroísmo.


También es cierto que cuando algo sobrepasa nuestras capacidades quedamos atónitos, sin poder explicarlo o manifestarlo verbalmente, y, si lo hacemos, lo hacemos “más o menos”.


Sin embargo, el mundo se ha malacostumbrado a pedir milagros que pasen – según él- las líneas de lo meramente natural; quiere lo espectacular, quiere actos de magia, un atardecer o una noche estrellada ya no le dice nada.


Cuándo seremos capaces de saber que la maravilla del amor de Dios, su rostro transfigurado, se muestra en esas personas que saben decir siempre sí ante los retos actuales del cristianismo.


Ahora mismo debo hacerme la pregunta de si realmente contemplando lo maravilloso del rostro de Cristo, me puedo quedar con una actitud sólo de contemplación o de mero espectador, queriendo hacer “mi tiendita” para sentirme solamente “bien” y no ver lo que significa el contemplar el rostro de Cristo y querer el compromiso de llevarle a los demás.

20 febrero, 2016

San Eleuterio




 ¡Oh!, San Eleuterio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
que honor hicisteis al significado de vuestro nombre: “Aquél
que se comporta con generosidad y libertad”. Os, tocó vivir
en tiempos difíciles, a los que os sobrepusisteis, de amor
y fe, lleno, pues, los cristianos de entonces de la idolatría
a la herejía arriana pasaron, mal convertidos. Medardo Santo,
contó de vos, anécdotas varias y predijo que seriáis obispo,
cosa que fuisteis a su tiempo, con el pago del martirio, que
aceptasteis por Cristo, no sin antes, diseminar la santa
palabra de Dios, entre un pueblo descreído, duro e idólatra,
que, con rey a la cabeza, en masa se bautizaron. En la catedral
de Tournai, vuestros restos reposan hoy, como pago a vuestro
humilde e infatigable trabajo evangélico, en favor de los
pueblos bárbaros. Y, así, como vinisteis al mundo, así también,
a la gloria partisteis, volando vuestra alma al cielo para,
corona de luz recibir, como premio justo a vuestra entrega
de amor. Evangelizador de los pueblos bárbaros de la galia;
¡oh!, San Eleuterio “vivo obrero de la luz de Cristo Jesús”.

 
 © 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Febrero
San Eleuterio de Tournai
Obispo



Martirologio Romano: En Tournai, en la Galia Bélgica, san Eleuterio, obispo (c. 530). Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de origen griego.


Este nombre, raro en nuestros días, era muy común en los primeros siglos del cristianismo, y lo llevan catorce santos, entre los cuales un Papa que gobernó la Iglesia del año 175 al 189 y que parece murió mártir.


Hoy el Martirologio Romano recuerda a dos obispos con el mismo nombre: San Eleuterio de Constantinopla, que gobernó a la Iglesia bizantina a comienzos del siglo II o a fines del siglo V. La fecha es muy imprecisa. EL otro es San Eleuterio, obispo de Tournai (Bélgica), en donde se le tiene mucha devoción.

Este santo, muy popular en el norte de Europa, vivió en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.


Es la época en que la Galia, ya meta de varias migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos – convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de emprender la conquista de la región parisiense.


Aunque no poseamos ningún documento históricamente seguro sobre la actividad de este santo obispo y sobre su obra misionera, una biografía atribuida a San Medardo, coetáneo y hasta compañero de juegos en la infancia, cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con el rey pagano Clodoveo. EL mismo Medardo le predijo que un día llegaría a ser obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil, incluyendo el martirio.


Los pueblos bárbaros, que de las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes colinas de Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. Al obispo de Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo, siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra los Alemanes de Tolbiac. Pero el honor de esta abundante mies le corresponderá a San Remigio.


En la catedral de Tournai, meta de numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los pueblos bárbaros.


19 febrero, 2016

Beato Álvaro de Zamora

 


¡Oh!, Beato Álvaro de Zamora, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, y que, célebre os hicisteis por vuestro predicar y
por la contemplación de la Pasión de Cristo, Dios y Señor Nuestro.
Vuestra obra, ardorosa predicación y vuestro ejemplo, a la reforma
contribuyeron de vuestra Orden. El camino al calvario en Tierra Santa
os impactó, y deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección,
fundasteis el observante convento “Domingo Escalaceli”, en cuyos
oratorios “la vía dolorosa” se reproducía, tal cual, en Jerusalén es
venerada y con ella, origen disteis a la devoción de la “Vía Crucis”.
De noche, os retirabais a una gruta, donde, a imitación de vuestro
Padre Fundador, Sto. Domingo, orabais y os flagelabais, convirtiéndo
aquél lugar, en centro de peregrinaje para los fieles. Muchos milagros
obrasteis, además poseíais el don de la profecía. Y, llegado el tiempo,
vuestra alma voló al cielo, para coronada ser con corona de luz,
como justo premio, a vuestra entrega de amor, fe y esperanza;
¡Oh!, Beato Álvaro de Zamora, “Vivo predicar y mirar a Cristo”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Febrero
Beato Álvaro de Zamora de Córdoba
Predicador Dominico


Martirologio Romano: En Córdoba, en la región española de Andalucía, conmemoración del Beato Álvaro de Zamora, presbítero de la Orden de Predicadores, que se hizo célebre por su modo de predicar y contemplar la Pasión del Señor (c. 1430).

Etimológicamente Álvaro = Aquel que es el defensor de todos, es de origen germánico.
Fecha de beatificación: El Papa Benedicto XIV, aprobó su culto el 22 de septiembre de 1741.
Álvaro de Córdoba, el beato, nació a mediados del siglo XIV, en Zamora (1360?) y murió en Córdoba el año 1430. Perteneció a la noble familia Cardona.

Entró en el convento dominico de S. Pedro en Córdoba, en el año 1368. Fue un famoso y ardiente predicador, y con su ejemplo y sus obras, contribuyó a la reforma de la Orden, iniciada por el Beato Raimundo de Capua y sus discípulos.

Después de volver de una peregrinación a Tierra Santa, quedó impactado en el corazón por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por nuestro Salvador.

Deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección, donde poder templar el espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de Castilla, del que era su confesor, pudo fundar a tres millas de Córdoba el famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo), donde había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada en Jerusalén. Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima en la piedad cristiana.

De noche, se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su Sto. Padre Domingo, oraba y se flagelaba. Con el tiempo, ésta se convirtió en meta de peregrinaciones para los fieles. Poseía el don de profecía y obró milagros.
Murió el 19 de febrero de 1430 y fue sepultado en su convento.

18 febrero, 2016

San Eladio de Toledo




¡Oh!, San Eladio de Toledo, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado y ejemplar santo. Los negocios administrasteis
de singular manera, tanto que, el rey, os nombró su hombre
de confianza. Honores, riquezas y poder despreciasteis y,
nunca os impresionó la grandeza, pues teníais con vos, vuestra
devoción y fidelidad a la práctica de la cristiana vida. San
Ildefonso, dice de vos, así: “aunque vestía secular, vivía como
un monje”. Y, como el día sucede a la noche, así, Dios, os propuso
un cambio y con voluntad y humildad, dejasteis vuestros bienes,
los afanes del mundo, las comodidades y la familia. Os resististeis
a aceptar la distinción de arzobispo, pero, Toledo, os necesitaba
después de la muerte de Aurasio. Y, así, reformasteis el estamento
eclesiástico, mejorasteis estado secular y cuidado del culto divino.
Como obispo no olvidasteis jamás a los más necesitados, y vuestro
discípulo y sucesor Ildefonso dejo huella en pluma: “Las limosnas
y misericordias que hacía Eladio eran tan copiosas que era como
si entendiese que de su estómago estaban asidos como miembros
los necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas”. Negociasteis
con Sisebuto, jefe judío de entonces sobre la convivencia entre
las comunidades de judíos y cristianos, causa fija de conflictos
religiosos y de desorden social. Así, pues y luego de haberos gastado
en buena lid, voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz,
como justo premio a vuestra entrega grande e increíble de amor;
¡oh!, San Eladio de Toledo, “viva amor y caridad de Cristo Jesús”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Febrero
San Eladio de Toledo
Arzobispo


Martirologio Romano: En Toledo, en Hispania, san Eladio, que, después de haber dirigido los asuntos públicos en el palacio real, fue abad del monasterio de Agali y, elevado después al obispado de Toledo, se distinguió por los ejemplos de caridad (632).

Arzobispo importante por su cometido entre los visigodos toledanos de su tiempo. Tuvo el buen gusto de admitir al diaconado a san Ildefonso que le sucedería también en la sede arzobispal de Toledo. Pasó dieciocho años al servicio de los cristianos como sucesor de los Apóstoles, desde que murió Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y construyó también el templo de santa Leocadia.

Su padre llevó antes que él su nombre y ocupaba un cargo importante en la Corte. En familia de buenos cristianos nació Eladio, en Toledo, pasando la segunda mitad del siglo VI. Llega a sobresalir tanto en el cuidado de los negocios y tan merecedor es de confianza que el rey lo nombra administrador de sus finanzas ¡un antecedente de los ministros de Hacienda de hoy!

No se le sube a la cabeza de mala manera el honor, ni las riquezas, ni el poder que su cargo conlleva. No, no se dejó deslumbrar por la grandeza. Desde siempre era conocida su devoción y la fidelidad a las prácticas de vida cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque vestía secular, vivía como un monje». Y no le faltaba razón, porque frecuentaba el retiro monacal del monasterio Agaliense próximo a Toledo y algo se le pegaría.
Entre los afanes de las cuentas, recaudaciones, ajustes y distribución de dineros le llega la hora de la vocación a cosas más altas. Hay un cambio de negocio y quien lo propone es el Señor. Con voluntad desprendida deja bienes, afanes terrenos, comodidades, familia y mucho honor. Tomado hábito, a la muerte del abad, los monjes le eligen para esa su misión.

Después viene otra muerte, porque así vamos pasando los hombres. Se resiste Eladio a aceptar la distinción de arzobispo, pero la silla toledana necesita un sucesor después de la muerte de Aurasio. Los años no son obstáculo para reformar el estamento eclesiástico, mejorar el estado secular y cuidar el culto divino. Como obispo no puede olvidar a los más necesitados en lo material porque sin caridad no hay cristianismo creíble; y es en este punto donde su discípulo y sucesor Ildefonso escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía Eladio eran tan copiosas que era como si entendiese que de su estómago estaban asidos como miembros los necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas»; este era un motivo más para cuidar la austeridad de su mesa arzobispal, debía ser frugal en la comida para no defraudar a los pobres.

Aún tuvo más entresijos su vida; negoció delicadamente con Sisebuto la ardua cuestión que planteaba la convivencia diaria entre las comunidades de judíos y cristianos que era fuente permanente de conflictos religiosos y de desorden social. Murió el 18 de febrero del año 632.

17 febrero, 2016

Los Siete Santos Fundadores

 


¡Oh!, Siete Santos Fundadores; Alejo, Amadeo, Hugo,
Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan; vosotros, sois
los hijos del Dios de la vida, y sus amados santos,
que, todos a la mundana vida renunciasteis, por amor
a Nuestra Señora atraídos, y, tan luego lo hicisteis
os despojasteis de vuestras pertenencias, donándolas
entre los pobres y desposeídos de vuestro tiempo. Y,
así, liberados ya, de vuestras cargas, os dedicasteis,
a una vida de oración y penitencia constante, todo,
bajo el amparo e influjo divino de María, Santa Madre
de Dios, llamándoos por ello, los “Siervos de María”
o “Servitas”. En el Senario, os hicisteis sacerdotes
– menos Alejo- y os pusisteis a predicar y a propagar
el evangelio. Un Viernes Santo, de María, recibisteis
la inspiración de adoptar como Reglamento, la escrita
por San Agustín, para invitar a nuevos aspirantes y
luego, creció la vuestra, de increíble manera. Todos
a su tiempo, sus trabajos y sus vidas ofrecieron a
Dios. En morir, el último fuisteis Alejo, y, quien os
conoció, dijo: “Cuando yo llegué a la Comunidad,
solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores,
el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia
de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan
santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba
como debieron ser de santos los otros seis compañeros”.
Hoy, os recordamos a todos vosotros, por haber gastado
vuestras santas vidas en buena lid, y haber recibido
justo premio: coronados ser, con coronas de luz, por
vuestra entrega de amor, fe, y espíritu evangelizador.
“Siervos de Santa María Virgen, por la eternidad”;
¡oh!, Siete Santos Fundadores, “Luz santa de María”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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17 de Febrero
Los Siete Santos Fundadores
(año 1233)



Eran siete amigos, comerciantes de la ciudad de Florencia, Italia. Sus nombres: Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan.

Pertenecían a una asociación de devotos de la Virgen María, que había en Florencia, y poco a poco fueron convenciéndose de que debían abandonar lo mundano y dedicarse a la vida de santidad. Vendieron sus bienes, repartieron el dinero a los pobres y se fueron al Monte Senario a rezar y a hacer penitencia. La idea de irse a la montaña a santificarse, les llegó el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Sma. Virgen, y la pusieron en práctica el 8 de septiembre, día del nacimiento de Nuestra Señora. Ellos se habían propuesto propagar la devoción a la Madre de Dios y confiarle a Ella todos sus planes y sus angustias. A tan buena Madre le encomendaron que les ayudara a convertirse de sus miserias espirituales y que bendijera misericordiosamente sus buenos propósitos. Y dispusieron llamarse “Siervos de María” o “Servitas”.

En el monte Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes, menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como simple hermano, y fue el último de todos en morir.

Un Viernes Santo recibieron de la Sma. Virgen María la inspiración de adoptar como Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino de la santidad.

Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la cual les conseguía maravillosos favores de Dios. El más anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años. Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor. Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: “Y Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lc. 23, 46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su cabeza y quedó muerto muy santamente.

Lo reemplazó el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.

El cuarto, que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al cielo.

De los fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy fatigados por su vejez y por el largo viaje.

Aquella tarde charlaron emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.

El último en morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno que lo conoció: “Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis compañeros”. El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.

Petición

Que estos Santos Fundadores nos animen a aumentar nuestra devoción a la Virgen Santísima y a no cansarnos nunca de propagar la devoción a la Madre de Dios.

Recuerda la historia de los padres antiguos. ¿Quién confió en Dios y fue abandonado por Él? (S. Biblia. Eclesiástico).