16 marzo, 2017

Heriberto de Colonia




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¡Oh!; San Heriberto vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y obispo, que, al clero y pueblo iluminasteis
con vuestro ejemplo, tanto en la prédica, como en la obra,
aunque elegido a la fuerza fuisteis. A vuestro nombre,
que significa “temido en la batalla”, honor le hicisteis,
no por serlo en la pelea con el hierro y la pólvora, sino,
en las “batallas por la justicia y la verdad”. Ordenado
sacerdote y luego canciller los mantuvisteis con ejemplo y
dignidad. A reyes y cortes, a propios y extraños les
brindasteis consejo y asesoría todo el tiempo. No por nada,
vuestra investidura y palio los recibisteis de San Silvestre
Papa, cosa que dice mucho de aquella acción. Además, un
monasterio benedictino y la Iglesia de Deuzt fundasteis
como gratitud al Dios eterno Vivo y verdadero. Y, así,
pasado el tiempo, y luego de algunas escaramuzas, que,
el maligno puso en vuestro camino y luego de que vos, os
condujeras por este mundo, entre páramos de justicia y
de verdad; vuestra alma, voló al cielo para corona de luz
recibir, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!; San Heriberto, “vivo amante de la justicia y la verdad”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Marzo
San Heriberto de Colonia
Obispo

Martirologio Romano: En Colonia, en Alemania, san Heriberto, obispo, que, siendo canciller del emperador Otón III, fue elegido a la fuerza para la sede episcopal, desde donde iluminó constantemente al clero y al pueblo con el ejemplo de sus virtudes, que también recomendaba en la predicación (1021).

Etimológicamente: Heriberto = Aquel que es temido en la batalla, es de origen germánico.
Nació en Worms, en el año 970, murió el 16 de Marzo de 1021 en Colonia. Fue arzobispo de Colonia, canciller del emperador Otón III y fundador de la abadía de Deutz.

Heriberto era hijo del duque Hugo de Worms. Tras estudiar en la escuela de la catedral de Worms, su ciudad natal, pasó algún tiempo en el monasterio benedictino de Gorza, situado en el ducado de Lorena.
Después de este periodo fue nombrado rector de la catedral de Worms. En 994 fue ordenado sacerdote. Ese mismo año el rey Otón III le nombró canciller para Italia y cuatro años más tarde, también para Alemania, cargo que mantuvo hasta la muerte del emperador en 23 de enero de 1002.

Como canciller, Heriberto se convirtió en el consejero más importante de Otón III, a quien acompañó a Roma en 996 y 997. Todavía estaba en Italia cuando en 999 fue elegido arzobispo de Colonia.

Recibió la investidura eclesiástica y el palio de parte del papa Silvestre II el 9 de julio de 999 en la ciudad italiana de Benevento, siendo consagrado en la Catedral de Colonia en día de Navidad de ese mismo año.

El año 1002 estuvo presente en el lecho de muerte del emperador en Paterno. Cuando regresaba a Alemania con los restos del emperador y la insignia imperial, fue hecho prisionero por un tiempo por el futuro rey Enrique II, a cuya candidatura Heriberto se había opuesto inicialmente.

Tan pronto como Enrique fue elegido nuevo rey, el 7 de junio de 1002, cambió de postura para pasar a reconocer al nuevo rey y servirlo fielmente, acompañándolo a Roma en 1004 y mediando entre el monarca y la Casa de Luxemburgo entre otras obras.

Sin embargo Heriberto nunca se ganó la total confianza de Enrique II hasta el año 1021, cuando el rey reconoció su error y pidió perdón al arzobispo, el mismo año de la muerte del santo.

Heriberto fundó el monasterio benedictino y la iglesia de Deutz, al que hizo generosos donativos y donde se encuentra su tumba. Heriberto fue considerado santo ya en vida.

El papa Gregorio VII lo canonizó entre 1073 y 1075. Su fiesta se celebra el mismo día de su fallecimiento, el 16 de marzo

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

15 marzo, 2017

Santa Luisa de Marillac



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¡Oh!; Santa Luisa de Marillac, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa, y que, desde
pequeña sentisteis deseos de haceros religiosa,
pero, admitida no fuisteis. Un sacerdote os dijo:
“Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a
formar un hogar”. Y no se equivocó. Vuestros
biógrafos escribieron de vos así: “Luisa fue un
modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró
transformar a su esposo que era duro y violento, y
hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común
las oraciones de cada día”. Al viuda quedar, dijisteis:
“Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me
dedicaré totalmente a servir a Dios”. Pero, vos,
no cometisteis ningún mortal pecado en toda vuestra
vida y San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl,
así lo confirman. Con el segundo, trabajasteis
por treinta años, siendo vos, su fiel discípula y
servidora. “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la
acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su
consuelo en las dificultades”. Os, dijo él. A los
enfermos visitabais, instruías a los ignorantes y
repartíais ayuda a los pobres con entusiasmo, bondad
y alegría. Undía, votos de pobreza, castidad y
obediencia hicisteis con cuatro amigas, naciendo
así, la famosa comunidad femenina de las “Hermanas
Vicentinas, Hijas de la Caridad”. Y, San Vicente, os
hizo este reglamento: “Por monasterio tendrán las
casas de los enfermos. Por habitación una pieza
arrendada. Por claustro tendrán las calles donde
hay pobres que socorrer. Su límite de acción será
la obediencia. Puerta y muro de defensa será el
temor de ofender a Dios. El velo protector será la
modestia o castidad”. Y, así, reunísteis a mendigos
y los pusisteis a trabajar. Las mujeres hilaban y
cosían, los hombres hacían manualidades, hasta lograr
convertirse en personas útiles, pues la alegría, el
trabajo y Dios, reinaban en aquél asilo. Los enfermos
mentales, recibían de vos, mucho amor, alimentación
y medicinas adecuadas, logrando su recuperación.
San Vicente, no pudo asistiros en la hora de la
muerte, pues él, enfermo se hallaba, pero, os envió
una nota que decía así: “Usted se va adelante hacia
la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos
volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió. Y,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor.
Patrona de los asistentes sociales de la tierra;
¡oh!; Santa Luisa de Marillac, “vivo amor de Cristo”
.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Marzo
Santa Luisa de Marillac
Fundadora de las Hermanas Vicentinas
(año 1660)



Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: “Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.

Dicen sus biógrafos: “Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día”.

Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: “Jamás he visto una madre tan madre como usted”.

Y en otra carta le dice el santo: “Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo”.

A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. “Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios”. Claro está que en la vida “mundana” que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.

Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.

San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.

Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades”.

En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: “Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene”.

Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.

Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.

La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.

En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.

San Vicente les hizo este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad”

En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.

Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.

Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.

En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: “De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener”.

De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: “Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió“. Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.
Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: “La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio”.

San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: “Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió.

El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).

Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.

El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Luisa_de_Marillac.htm)

14 marzo, 2017

Santa Matilde


 
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¡Oh!; Santa Matilde, vos, sois la hija de Dios de la vida,
y su amada santa, que honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “valiente en la batalla”. Desde niña
educada por monjas, adquiristeis la piedad e inclinación
hacia la caridad para con los pobres. Os casasteis joven,
con Enrique de Sajonia, duque, y vuestro matrimonio fue
feliz. Vuestro esposo, muchos triunfos obtuvo en la lucha
por defender Alemania, de las invasiones extranjeras,
atribuyendo éstos, a las oraciones de vos. Cuando vuestro
esposo nombrado fue rey, vos, como reina, no dejasteis
vuestros modos humildes y piadosos de vivir. En vuestro
palacio, parecíais más, una buena mamá que una reina, y
vuestra piedad se asemejaba más a una religiosa que a
una mujer de mundo, siendo gennerosa al repartir limosnas
entre los pobres. Vuestro marido nunca os pedía cuentas
de los gastos que vos hacíais, porque convencido estaba
de que todo lo repartíais a los más necesitados. Vos,
al viuda quedar ofrecisteis una misa por el descanso
de su alma, y arrodillándoos ante el Santo Sacramento,
os quitasteis todas vuestras joyas y las dejasteis como
ofrenda ante el altar, ofreciendo a Dios el sacrificio
de no volver a usar joyas nunca más. Otón y Enrique,
vuestros hijos, luego de disputar el poder entre ellos,
hicieron las paces, gracias a vos, pero entonces a los
dos se les ocurrió que todo el dinero que vos afirmabais
que habíais dado a los pobres, lo teníais guardado y os
sometieron a humillaciones y vejámenes, pero, ningún
dinero hallaron. Vos, decías con fino humor: “Es verdad
que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”.
Luego os pidieron perdón y, os trajeron a palacio,
permitiéndoos seguir repartiendo limosnas a cuantos os
lo pidieran. Otón, os amaba y veneraba tanto que, cuando
lo coronaron en Roma, os dejó encargada del gobierno
de Alemania. Cuando cumplisteis setenta años y viendo
ya pasar a la eternidad, repartisteis entre los más
pobres todas vuestras posesiones y rodeada de vuestros
hijos y nietos, voló vuestra alma al cielo para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestro amor;
¡Oh!; Santa Matilde, “vivo amor y paz del Dios de la Vida.”



© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Marzo
Santa Matilde
Reina


Matilde significa: “valiente en la batalla”. Era descendiente del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.

Muy jóven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga, esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa Matilde.
Enrique fue nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina, y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo. Ninguno de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.

Era extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo comportamiento.

Después de 23 años de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.

Su hijo Otón primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar ningún dinero. Ella decía con humor: “Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”.

Y sucedió que a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la llevaron otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.

Ella los perdonó gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.

Otón adquirió tan grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada del gobierno de Alemania.

Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era demasiado repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad de bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para dar sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.

Cuando Matilde cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.

Petición

Matilde; reina santa y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos o bienes de fortuna, sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus limosnas en la tierra.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Matilde.htm)

13 marzo, 2017

Santa Cristina de Persia, mártir



 
 


13 de Marzo Santa Cristina, mártir †: 559 –
País: Irak-Irán Canonización: pre-congregación Hagiografía: Abel Della Costa

Elogio: En Persia, santa Cristina, mártir, que, azotada con varas, consumó el martirio en tiempo de Cosroes I, rey de los persas.

Si hay en el Martirologio Romano un santo cuya información se nos escapa como agua entre los dedos, esa es santa Cristina de Persia.

Todo comienza con una inscripción en un menologio griego, que, llevado al latín por Pedro Canisio en el siglo XVI, coloca en este día a santa Cristina de Persia con los siguientes términos: «en este día, Cristina, hecha mártir por la confesión de Cristo frente a los persas, migró al Señor». El Martirologio Romano de Baronio, compuesto por esos mismos años, retoma la noticia en estos términos: «En Persia, santa Cristina, virgen y mártir». Ya los Bolandistas observaron que no hay ninguna razón para catalogarla como virgen, y, efectivamente, ese aspecto del elogio ya no aparece en el Martirologio actual.

Con posterioridad, el mejor conocimiento del Sinaxario Constantinopolitano muestra que para el 13 o 14 de marzo (la fecha varía según los códices) se encuentra inscripta nuestra santa, con el añadido de que fue castigada con latigazos.

En la Biblioteca Laurentina de Florencia se halló en el siglo XVII un acta martirial en griego, que los Bolandistas consideran escrita por un contemporáneo de la santa, que habla de santa Sira, una joven que murió torturada a latigazos antes de ser muerta, bajo el reinado de Cosroes I, es decir entre los años 531 y 579. Por varias razones internas, le asignan el año 559, y como la santa no aparece en ninguna otra fuente, ellos la inscribieron provisoriamente en la fecha del 18 de mayo, para lo que dan prolijas razones.

Ahora bien, a pesar del haallazgo de los Bolandistas, santa Sira nunca fue inscripta en el catálogo de santos, sino que con posterioridad el Martirologio Romano adoptó para nuestra santa Cristina los datos cronológicos de santa Sira, fundiendo las dos en una, de donde sale el elogio de la mártir de hoy.

¿Hay base suficiente para identificar estas dos santas? no lo parece, pero al menos de momento, el Martirologio Romano parece preferir no multiplicar en dos mártires muy insuficientemente conocidas, pudiendo inscribir una sola con mejores títulos.

Comprenderá el lector que esto está bastante lejos del género hagiográfico y más bien cerca de la crítica de fuentes; pero la maraña de datos lo exigían, al menos para clarificar de dónde había sacado el MR su noticia detallada de que el martirio fue bajo Cosroes I, siendo que de santaa Cristina, a decir verdad, sólo tenemos el nombre. Ver Acta Sanctorum, marzo II, pág. 258 y mayo V, pág. 171, el interesante artículo de Papebrochio sobre santa Sira. Ver también el Sinaxario Constantinopolitano (ed Delehaye) y un resumen del caso en Enciclopedia dei Santi, artículo de F.S. Pericoli Ridolfini.


(https://virgendelosimposibles.blogspot.pe/2014/03/hoy13-de-marzo-conmemoramos-santa.html)

12 marzo, 2017

Día litúrgico: Domingo II (A) de Cuaresma


 

Día litúrgico: Domingo II (A) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Mt 17,1-9): Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol (…). En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él.

Hoy nos estamos preparando para la Semana Santa. Seguimos los pasos del Señor: ahora asistimos a su Transfiguración. Jesucristo, por unos instantes, refleja corporalmente su belleza divina. Los apóstoles están llenos de felicidad y Pedro dice: «Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

—Esto es como un anticipo del cielo, pero antes está la Cruz… ¡Precisamente de eso mismo estaban hablando Elías y Moisés con Jesucristo!

http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-03-12

11 marzo, 2017

San Eulogio de Córdova


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¡Oh!, San Eulogio de Córdova; vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, y el que, con la palabra y
el ejemplo instasteis a los fieles de vuestro tiempo, a
no, su fe, abandonar en Cristo Jesús. Vos, decías: “Miedo
tengo, a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo
su monstruosidad. Frecuentemente medito en el juicio que
me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas
me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi
conciencia”. Gracias a vuestro escrito: “Memorial de los
mártires”, sabemos hoy, de su valerosa existencia y entrega
sublime, que, de ejemplo sirvieron y sirven a todas las
generaciones de todos los tiempos. Renovasteis el fervor
por la religión Católica, casi extinta en medio de gobierno
extranjero, no solo en vuestra ciudad, sino, que, se expandió
más allá de sus fronteras. Vuestro biógrafo os describe
así: “Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en
todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento
de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre
amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía
y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones
de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o
la moral, no lo contradecía jamás. Su descanso preferido
era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales.
Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban
como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos
de sus conventos”. Cuando fuisteis tomado por vuestro
verdugo, le dijisteis: “Ah, si supieses los inmensos
premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe
en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión,
sino que tú dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús.
Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento
quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.
Un soldado os abofeteó la mejilla derecha y vos, la otra
mejilla presentasteis y os abofetearon otra vez. Luego
os llevaron al lugar de suplicio y os cortaron la cabeza.
Y, así, voló vuestra alma al cielo, y aunque la física
vida perdisteis, Dios, os premió, ciñéndoos corona de luz,
como justo premio a vuestra increíble entrega de amor.
Poco después martirizaron también a Lucrecia, aquella
musulmana que vivir deseaba como católica y a quien vos
ayudasteis refugiándola en casa de hermanos católicos;
¡oh!, San Eulogio de Córdova, “vivo mártir de Cristo”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Marzo
San Eulogio de Córdoba
Arzobispo
(año 859)


Eulogio significa: el que habla bien (Eu = bien, logios = hablar). Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ira misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.

Nació el año 800 de una familia que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Este santo será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.

Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: “Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme”.

Tuvo por maestro a uno de los más grandes sabios de su tiempo, al famoso Esperaindeo, el cual lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Como compañeros de estudios tuvo a Pablo Alvarez, el cual fue siempre su gran amigo y escribió más tarde la vida de San Eulogio con todos los detalles que logró ir coleccionado.

Su biógrafo lo describe así en su juventud: “Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España”.

Ordenado de sacerdote se fue a trabajar con un grupo de sacerdotes y pronto empezó a sobresalir por su gran elocuencia al predicar, y por el buen ejemplo de su santa conducta. Dice su biógrafo: “Su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo”. Decía confidencialmente: “Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia”.

Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer él y prestar a sus amigos. Logró obtener las obras de San Agustín y de varios otros grandes sabios de la antigüedad (cosa que era dificilísimo en esos tiempos en que los libros se copiaban a mano, y casi nadie sabía leer ni escribir) y nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.

En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias, y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, ahora repararon su falta de valor y se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.

Algunos más flojos decían que no había que proclamar en público las creencias, pero San Eulogio se puso al frente de los más fervorosos y escribió un libro titulado “Memorial de los mártires”, en el cual narra y elogia con entusiasmo el martirio de los que murieron por proclamar su fe en Jesucristo.

A dos jóvenes católicas las llevaron a la cárcel y las amenazaron con terribles deshonras si no renegaban de su fe. Las dos estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas un precioso librito: “Documento martirial”, y les aseguró que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizada y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.

El gobierno musulmán mandó a Eulogio a la cárcel y él aprovechó esos meses para dedicarse a meditar, rezar y estudiar. Al fin logra salir de la cárcel, pero encuentra que el gobierno ha destruido los templos, ha acabado con la escuela donde él enseñaba y que sigue persiguiendo a los que creen en Jesús.

Eulogio tiene que pasar diez años huyendo de sitio en sitio, por la ciudad y por los campos. Pero va recogiendo los datos de los cristianos que van siendo martirizados y los va publicando, en su “Memorial de los mártires”.

En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno se opuso. Algo más glorioso le esperaba en seguida: el martirio.

Había en Córdoba una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, que deseaba vivir como católica, pero la ley se lo prohibía y quería hacerla vivir como musulmana. Entonces ella huyó de su casa y ayudada por Eulogio se refugió en casa de católicos. Pero la policía descubrió dónde estaba y el juez decretó pena de muerte para ella y para Eulogio.

Llevado nuestro santo al más alto tribunal de la ciudad, uno de los fiscales le dijo: “Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero Tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ira sí a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida”. A lo cual Eulogio respondió: “Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.

Un soldado le abofeteó la mejilla derecha y nuestro santo le presentó la mejilla izquierda y fue nuevamente abofeteado. Luego lo llevaron al lugar de suplicio y le cortaron la cabeza. Poco después martirizaron también a Santa Lucrecia.

San Eulogio: ¡Consíguenos un gran entusiasmo por nuestra religión!.
Dichosos vosotros cuando os persigan y os traten mal por causa de la religión. Alegraos porque grande será vuestro premio en el reino de los cielos (Jesucristo Mt. 5).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Eulogio_de_Córdoba.htm)

10 marzo, 2017

San Simplicio, Papa



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¡Oh!, San Simplicio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su Papa y amado santo que, vivisteis difíciles tiempos,
abrumado por la herejía y el error, que a la Iglesia consumía.
Atendisteis especialmente al clero y procurando su reforma,
el “error” localizasteis y, a la vez, propusisteis la solución
armado solo, con la verdad en la mano. Perseverasteis para
firmemente reprimir las ansias del querer, el poder y el tener
de los miembros del clero. “Quien abusa de su poder merece
perderlo”. Así, a uno de vuestros obispos le escribisteis.
En vuestra diócesis os comportabais con celo y erais modelo
episcopal, entregándoos al cuidado vuestros fieles, a quienes
instruíais con fervoroso amor y paciencia. Las limosnas entre
los pobres distribuías y normas dabais para atender de manera
preferente los bautismos. Vuestra vida, austera y de oración
constante, tanto que, como monje rezabais y os mortificabais
como habitante del desierto. Dedicasteis el primer templo en
el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol San Pedro,
sobre el monte Esquilino, ubicado. Convocasteis un concilio
para explicitar la fe ante los errores que había difundido
Eutiques, el cual en la inteligencia de la verdad se equivocó,
pues, en su monofisismo, sólo admitía de Cristo, su naturaleza
divina con lo que llegaba a negar la Redención del mundo. Y,
así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para corona de luz recibir como
justo premio a vuestra entrega grande e increíble de amor y fe;
¡oh!, San Simplicio, “viva luz de la verdad del Dios Vivo”



© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Marzo
San Simplicio
Papa


Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

(http://www.santopedia.com/santos/san-simplicio-papa/)