10 enero, 2018

Beata Ana de los Ángeles Monteagudo


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10 de Enero Beata Ana de los Ángeles Monteagudo Orden de los Predicadores Fuente: ACI Prensa

Martirologio Romano: En la ciudad de Arequipa, en Perú, beata Ana de los Ángeles Monteagudo, virgen de la Orden de Predicadores, que con sus dones de consejo y profecía se dedicó a promover el bien de toda la ciudad (1686).

Fecha de beatificación: 2 de febrero de 1985 por el Papa Juan Pablo II.
Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602, hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara y de la arequipeña Francisca Ponce de León.

Conforme a costumbres de la época, Ana fue internada por sus padres en el monasterio de Santa Catalina.

Vuelta al hogar por decisión de sus padres, no le satisfacieron los halagos del mundo ni las perspectivas de un ventajoso matrimonio.

Deseaba hacerse religiosa y lo puso en práctica ante la indignada reacción de sus padres.
Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.
En 1618 inicia el noviciado y añade a su nombre el apelativo “de los Ángeles”.

La aspereza de la vida conventual no la arredra. Vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena.

Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647).

Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.

La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa.

Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos. Falleció el 10 de enero de 1686. Beatificada en Arequipa por Juan Pablo II en 1985.

(http://es.catholic.net/op/articulos/35810/ana-de-los-ngeles-monteagudo-beata.html)

09 enero, 2018

San Julián

 
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 ¡Oh!, San Julián, vos, sois el hijo del Dios de la vida, y
su amado santo, y, que, os negasteis a vivir en común
con vuestra novia, porque Dios, os permitió ver, en una
visión las maravillas que guarda Él, para quienes puros
se conservan. Y, vuestra novia aceptó, y luego, al desierto
marchasteis e hicisteis casas de oración en su honor. Desde
entonces, invitasteis a los jóvenes a seguidros e imitaros
en la pureza y, en vuestra santa cuaresma de ayuno,
oración, abstinencia y meditación los días todos de vuestra
santa vida. Y, de pronto, estalló la persecución en Antioquía, y
os apresaron y a todos vuestros monjes. Y, en pleno martirio
defendisteis con valor a Cristo, negándoos a adorar falsos
dioses. Cuando os llegó vuestro turno, le dijisteis a vuestro
perseguidor: “Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios
del cielo. Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor
Jesucristo. Él, ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios
Padre. Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús,
que es muchísimo más importante y poderoso que el
emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar
los tormentos. Mis padres me están observando desde el cielo
y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame
mi fe en Cristo y derrame por Él mi sangre”. Seguidamente
empezaron a daros latigazos, y uno de los verdugos se hiere
de un ojo, y escuchando sus terribles gritos vos, lo curasteis,
para asombro de todos los presentes; luego, os cortan vuestra
cabeza y Celso, hijo del cruel Marciano, al veros con qué valentía y
alegría marchabais a la muerte por Cristo, os imita, declarándose
también, seguidor de Él, haciéndose cristiano. Y, así, feliz
entregasteis, vuestra santa vida. Y, cada quien se preguntará
¿Dónde estaréis ahora? ¿Dónde? Y, la respuesta, esperar no
se deja: ¡En el mismo cielo! Y todo coronado de luz eterna
como premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, San Julián; “vivo mártir del amor y la luz de Cristo”.



© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Enero
San Julián Mártir Año 304

Nació San Julián en la ciudad de Antioquía (en Siria), de una familia que se preocupó por darle una muy buena formación religiosa. Los papás querían que se casara con una joven muy virtuosa y de familia muy rica, pero Julián tuvo una visión en la cual vio algunos de los premios que Dios reserva para quienes conservan su virginidad y narró su visión a la novia. Y entonces los dos, de común acuerdo, hicieron voto de castidad o sea un juramento de conservarse siempre puros.

Los papás creían que ellos formarían un hogar, pero los novios se habían comprometido a conservar para siempre su virginidad. Y poco tiempo después murieron los padres de los dos jóvenes, y entonces Julián y su prometida se fueron cada uno a un desierto a orar, y a hacer penitencia y cada cual fundó un monasterio. Julián un monasterio para hombres y ella uno para mujeres.

Muchos hombres deseosos de conseguir la santidad se fueron a acompañar a Julián en su vida de religioso y lo nombraron superior. El los dirigió con especial cariño y con gran prudencia. Era el que más duro trabajaba, el que mayores favores hacía a todos y el más fervoroso en la oración. Y dedicaba muchas horas a la lectura de libros religiosos y a la meditación.

Su vida fue una continua Cuaresma, o sea un ayunar y guardar abstinencia y orar y meditar, todos los días, sin cansarse. A los súbditos nunca los reprendía con altanería ni con malos modos o delante de los demás, sino en privado, con frases amables, comprensivas y animadoras, que les demostraban el gran aprecio y amor que les tenía, y que llegaban al fondo del alma y obtenían verdaderas conversiones.

Los religiosos decían que Julián era muy exigente y duro para sí mismo, pero admirablemente comprensivo y amable para con los demás, y que gobernaba con tal prudencia y caridad a los monjes que éstos se sentían en aquél desierto más felices que si estuvieran en el más cómodo convento de la ciudad.

La persecución

Y sucedió que estalló en Antioquía la persecución contra los cristianos, y el gobernador Marciano ordenó apresar a Julián y a todos sus monjes. Centenares de cristianos fueron siendo quemados por proclamar su amor a Jesucristo, y cuando le llegó el turno a nuestro santo, se produjo el siguiente diálogo entre el perseguidor y Julián:

– Le ordenamos que adore la estatua de nuestro emperador.
– Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios del cielo.
– Su Dios y emperador es el Cesar de Roma.
– Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor Jesucristo.
– ¿Cómo se le ocurre creer en uno que fue crucificado?
– Es que el crucificado ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios Padre.
– ¿Te ríes de nuestros dioses y del emperador? Pues ahora que te atormenten te arrepentirás de haber procedido así.

– Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús, que es muchísimo más importante y poderoso que el emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar los tormentos.
El perseguidor, viendo que con amenazas no lo conmueve, se propone cambiar de táctica y ofrecerle a Julián grandes premios si deja la santa religión:

– Tus padres eran personas muy importantes en esta ciudad. Si dejas de ser cristiano y adoras a nuestros dioses, te concederemos puestos de primera clase.

– Mis padres me están observando desde el cielo y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame mi fe en Cristo y derrame por El mi sangre.

Empiezan a darle a Julián terribles latigazos, con fuetes que tienen pedacitos de hierro en los extremos, pero uno de los verdugos al retirar rápidamente el fuete, es herido gravemente en un ojo por la punta de hierro del látigo. Julián oye el grito de dolor y llamando al verdugo le coloca sus manos sobre el ojo destrozado y se obtiene inmediatamente la curación.

Los verdugos le cortan la cabeza al santo, pero en ese momento el joven Celso, hijo del perseguidor Marciano, al ver con qué gran valentía y alegría ha ido a la muerte este amigo de Cristo, se declara él también seguidor de Jesús y se hace cristiano. Esta conversión fue considerada como un verdadero milagro espiritual obtenido por el martirio de Julián.

Y los amigos de Jesús queremos proclamar siempre y en todas partes nuestra fe, y preferir mil muertes y diez mil tormentos, antes que dejar nuestra santísima religión por irnos a religiones falsas que ni dan felicidad en esta vida ni consiguen salvación eterna.

San Julián: pídele a Cristo que nosotros logremos perseverar fieles a nuestra santa religión hasta la muerte.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Julian.htm)

07 enero, 2018

Día litúrgico: El Bautismo del Señor (B)

Día litúrgico: El Bautismo del Señor (B)

Texto del Evangelio (Mc 1,7-11): En aquel tiempo, predicaba Juan diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»

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Mons. Salvador CRISTAU i Coll Obispo Auxiliar de Terrassa (Barcelona, España)

Hoy, solemnidad del Bautismo del Señor, termina el ciclo de las fiestas de Navidad. Dice el Evangelio que Juan se había presentado en el desierto y «predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Mc 1,4). La gente iba a escucharlo, confesaban sus pecados y se hacían bautizar por él en el río Jordán. Y entre aquellas gentes se presentó también Jesús para ser bautizado.

En las fiestas de Navidad hemos visto como Jesús se manifestaba a los pastores y a los magos que, llegando desde Oriente, lo adoraron y le ofrecieron sus dones. De hecho, la venida de Jesús al mundo es para manifestar el amor de Dios que nos salva.

Y allí, en el Jordán, se produjo una nueva manifestación de la divinidad de Jesús: el cielo se abrió y el Espíritu Santo, en forma de paloma descendía hacia Él y se oyó la voz del Padre: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Es el Padre del cielo en este caso y el Espíritu Santo quienes lo manifiestan. Es Dios mismo que nos revela quién es Jesús, su Hijo amado.

Pero no era una revelación sólo para Juan y los judíos. Era también para nosotros. El mismo Jesús, el Hijo amado del Padre, manifestado a los judíos en el Jordán, se manifiesta continuamente a nosotros cada día. En la Iglesia, en la oración, en los hermanos, en el Bautismo que hemos recibido y que nos ha hecho hijos del mismo Padre.

Preguntémonos, pues: —¿Reconozco su presencia, su amor en mi vida? —¿Vivo una verdadera relación de amor filial con Dios? Dice el Papa Francisco: «Lo que Dios quiere del hombre es una relación “papá-hijo”, acariciarlo, y le dice: ‘Yo estoy contigo’».

También a nosotros el Padre del cielo, en medio de nuestras luchas y dificultades, nos dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-01-07)

06 enero, 2018

Día litúrgico: La Epifanía del Señor


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Día litúrgico: La Epifanía del Señor

Texto del Evangelio (Mt 2,1-12): Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle». En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel’».

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle».

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
«Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron»
Rev. D. Joaquim VILLANUEVA i Poll
(Barcelona, España)

Hoy, el profeta Isaías nos anima: «Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti» (Is 60,1). Esa luz que había visto el profeta es la estrella que ven los Magos en Oriente, con muchos otros hombres. Los Magos descubren su significado. Los demás la contemplan como algo que les parece admirable, pero que no les afecta. Y, así, no reaccionan. Los Magos se dan cuenta de que, con ella, Dios les envía un mensaje importante por el que vale la pena cargar con las molestias de dejar la comodidad de lo seguro, y arriesgarse a un viaje incierto: la esperanza de encontrar al Rey les lleva a seguir a esa estrella, que habían anunciado los profetas y esperado el pueblo de Israel durante siglos.

Llegan a Jerusalén, la capital de los judíos. Piensan que allí sabrán indicarles el lugar preciso donde ha nacido su Rey. Efectivamente, les dirán: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta» (Mt 2,5). La noticia de la llegada de los Magos y su pregunta se propagaría por toda Jerusalén en poco tiempo: Jerusalén era entonces una ciudad pequeña, y la presencia de los Magos con su séquito debió ser notada por todos sus habitantes, pues «el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén» (Mt 2,3), nos dice el Evangelio.

Jesucristo se cruza en la vida de muchas personas, a quienes no interesa. Un pequeño esfuerzo habría cambiado sus vidas, habrían encontrado al Rey del Gozo y de la Paz. Esto requiere la buena voluntad de buscarle, de movernos, de preguntar sin desanimarnos, como los Magos, de salir de nuestra poltronería, de nuestra rutina, de apreciar el inmenso valor de encontrar a Cristo. Si no le encontramos, no hemos encontrado nada en la vida, porque sólo Él es el Salvador: encontrar a Jesús es encontrar el Camino que nos lleva a conocer la Verdad que nos da la Vida. Y, sin Él, nada de nada vale la pena.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-01-06)

05 enero, 2018

Santa Emiliana

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¡Oh!, Santa Emiliana, vos, sois la hija del Dios de la vida y
su amada santa, además de tía paterna del Papa Gregorio
Magno, y que fallecisteis piadosamente poco después
de vuestra hermana Tarsila. Vos, tuvisteis junto a Tarcila
y Gordiana, vuestras amadas hermanas, una vida ascética
de reclusión religiosa en vuestra casa. Y, a vos, conjuntamente
que Tarsila, con más fuerza que el vínculo de la sangre,
os unía, el fervor de vuestro corazón y la caridad piadosa
que vivían en la casa de vuestro difunto padre, como
si fuera un monasterio, alentándose en las prácticas
de la virtud por la palabra y el ejemplo. Así, perseverasteis
en la senda que habíais elegido, llena de paz y la entrega
de vuestro amor a Dios, hasta que llamadas fueron a recibir
la recompensa de vuestra fidelidad. Vuestro bisabuelo, el
Papa San Félix II (III), mostró a vuestra hermana Tarsila el
cielo diciendo: «Ven, que yo habré de recibirte en estas
moradas de luz». Y, luego ella enfermó, y, mientras sus amigos
y parientes rodeaban su lecho de muerte, comenzó a gritar:
«¡Apártense! ¡Atrás, atrás! ¡Ya viene Jesús, mi Salvador!».
Y, luego exhaló su último suspiro y entregó el alma a Dios
en la víspera de la Navidad, y a pocos días después de su
muerte, se os apareció en sueños a vos, y os llamó para
juntas celebrar la Epifanía en el cielo. Y, así fue, pues voló
vuestra alma al cielo, al año siguiente, para coronada ser
con corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, Santa Emiliana, “viva epifanía del amor a Jesucristo”.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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5 de Enero
Santa Emiliana
Virgen
†: c. 594 – país: Italia
canonización: pre-congregación



hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Roma, conmemoración de santa Emiliana, virgen, tía paterna del papa san Gregorio Magno, que falleció piadosamente poco después de su hermana Tarsila.


Gordiano el regionarius, padre de san Gregorio el Grande, tuvo tres hermanas que llevaron una vida ascética de reclusión religiosa en su casa. Los nombres de las tías de san Gregorio eran: Tarsila, la mayor, Emiliana y Gordiana. Con más fuerza que el vínculo de la sangre, unía a Tarsila y Emiliana el fervor de sus corazones y su común caridad. Vivían en la casa que había sido de su padre, en el Clivus Scauri, como en un monasterio, y unas a otras se alentaban en las prácticas de la virtud por la palabra y el ejemplo, de manera que hicieron grandes progresos en la vida espiritual. Aunque Gordiana se unió a ellas, no tardó en cansarse del silencio y el retiro, y se sintió inclinada a adoptar otra clase de vida, por lo que se casó con su tutor. Tarsila y Emiliana perseveraron en la senda que habían elegido, contentas en la paz de su retiro y en la entrega de su amor a Dios, hasta que fueron llamadas a recibir la recompensa de su fidelidad.

San Gregorio nos dice que Tarsila gozó de la gracia de una visión de su bisabuelo, el papa San Félix II (III), quien le mostró el lugar que estaba destinado a ella en el cielo, con estas palabras: «Ven, que yo habré de recibirte en estas moradas de luz». Poco después de aquella experiencia. Tarsila cayó gravemente enferma y, mientras sus amigos y parientes rodeaban su lecho de muerte, comenzó a gritar: «¡Apártense! ¡Atrás, atrás! ¡Ya viene Jesús, mi Salvador!». Con estas palabras exhaló su último suspiro y entregó el alma a Dios en la víspera de la Navidad. Cuando fue amortajada, se descubrió que en sus rodillas y en sus codos, tenía unos callos tan gruesos y endurecidos «como los de un camello», debido a sus continuas plegarias que decía hincada y apoyada en un reclinatorio. Pocos días después de su muerte, se apareció en sueños a Emiliana y la llamó para celebrar juntas la Epifanía en el cielo. En efecto, Emiliana murió el 5 de Enero del año siguiente. A las dos santas hermanas, se las nombra en los respectivos días de su muerte en el Martirologio Romano.

San Gregorio el Grande habla de sus tías, no solamente en sus Diálogos (Iib. IV, cap. XVI), sino también en una homilía (ver Migne, PL. vol. LXXVI, c. 1291). Cf. Dudden, St Gregory the Great, vol. I, pp. 10-11. N.ETF: como observa Domenico Agasso «Gregorio cuenta la vida de sus parientes sólo cuando le sirven como ejemplo concreto y actual, para enseñar con eficacia», no se trata de un mero ejercicio de panegírico familiar.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI accedida 1418 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012

(http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=58)

04 enero, 2018

Santa Angela de Foligno

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¡Oh!, Santa Angela de Foligno, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada beata. Aquella mujer que, de Dios mismo
recibió consejo sabio, de que, el camino mejor para la santidad
alcanzar, estudiar la vida de Cristo es, y tratar de imitarlo,
cuestión que vos, hicisteis de singular manera. “Yo, Angela
de Foligno, tuve que atravesar muchas etapas en el camino
de la penitencia o conversión. La primera fue convencerme
de lo grave y dañoso que es el pecado. La segunda el sentir
arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios.
La tercera hacer confesión de todos mis pecados. La cuarta
convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para
con el pecador que quiere ser perdonado. La quinta el ir
adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo
sufrió por nosotros. La sexta adquirir un amor por Jesús
Eucaristía. La séptima aprender a orar, especialmente
recitar con amor y atención el Padrenuestro. La octava
tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación
con Dios”. Palabras de vuestra autobiografía, que reflejan
vuestro amor con Dios Padre y Cristo Jesús, Dios y Señor
Nuestro. Así, en vos obró, la Divina Providencia, y os
brindó una nueva vida, hasta convertiros en alguien que,
la vida de contemplación y de la comunicación con Dios
amasteis, toda convertida en santa mística, tanto que,
en la Misa, a Jesucristo veíais, en la Santa Hostia muchas
veces. Hoy, ya no lo contempláis de cuando en vez, sino,
por la eternidad, porque, corona de luz tenéis y vivís a
su lado brillando santamente, como premio a vuestro amor,
¡oh!, Santa Angela de Foligno, “viva luz y vida de Cristo”.

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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04 de Enero
Santa Angela de Foligno
Beata




Señor: Tú que le dijiste en una visión a Santa Angela:
“el mejor camino para llegar a la santidad es estudiar la vida de Cristo en el Evangelio y tratar de imitarlo”. Haz que nosotros estudiemos la vida de Jesús y la imitemos siempre. Amén.
Murió el 4 de enero de 1309 en Foligno, Italia, donde había nacido en 1248. Iglesia
Es una de las místicas más famosas que ha tenido la Católica (se llama mística a la persona que se dedica a la vida de contemplación y de comunicación con Dios).
En los primeros años de su vida fue una pecadora: orgullosa, vanidosa, poco piadosa y dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas y fincas, pero nada de esto la hacía feliz.
En 1283, cuando ella tenía 35 años de edad, mueren sucesivamente su madre, su esposo y sus hijos. En medio de la inmensa pena, Angela va al templo y oye predicar a un franciscano, el Padre Arnoldo, y durante el sermón se da cuenta de lo equivocadamente que ha vivido. Hace una confesión general de toda su vida. Se hace terciaria franciscana. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y… dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Así lo hace. Lo vende todo, menos un castillo o palacio que estima muchísimo. Hasta que en una visión oye decir a Cristo crucificado: “¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?”. Lo vende también y todo el dinero recogido lo distribuye entre los pobres. Vende todas sus joyas y lujos, reparte el dinero entre los más necesitados, y se dedica a la vida de contemplación y meditación en la Vida, Pasión y Muerte del Señor.

Ha sido llamada la Mística de la Pasión de Cristo. Y fue tan grande el amor que adquirió hacia la Pasión y Muerte del Señor, que le bastaba mirar una imagen de Jesús doliente u oír hablar de su Santísima Pasión para que se enrojeciera su rostro y quedara como en éxtasis. En visiones se la puede comparar a Santa Teresa y a Santa Catalina.

Al Padre Arnoldo le dictó su Autobiografía. En ella dice lo siguiente: “Yo, Angela de Foligno, tuve que atravesar muchas etapas en el camino de la penitencia o conversión. La primera fue convencerme de lo grave y dañoso que es el pecado. La segunda el sentir arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios. La tercera hacer confesión de todos mis pecados. La cuarta convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para con el pecador que quiere ser perdonado. La quinta el ir adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo sufrió por nosotros. La sexta adquirir un amor por Jesús Eucaristía. La séptima aprender a orar, especialmente recitar con amor y atención el Padrenuestro. La octava tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación con Dios”.
En la Santa Misa veía muchas veces a Jesucristo en la Santa Hostia.

A su alrededor se reunía frecuentemente un selecto grupo de hombres y mujeres, terciarios franciscanos, a los cuales fue bendiciendo uno por uno como una madre cariñosa, la tarde del 4 de enero de 1309, y luego santamente y en gran paz, su alma voló a la eternidad.
Sobre su sepulcro se han obrado innumerables milagros.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Angela_de_Foligno.htm)

03 enero, 2018

Santísimo Nombre de Jesús

 
 
 
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¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de Jesús;
¿Quién más sino Vos, para llevar ese Santísimo
Nombre? ¡Nadie, más que Vos! ¡Maravilloso Nombre!
Vuestro Amadísimo Padre, os lo dio, para vivo y
sempiterno recuerdo de todas las bendiciones que
recibimos de Vos, a cada nada, pues él, nos ayuda
en nuestras corporales necesidades, gracias a
Vuestra promesa: “En mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes
en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien”. Y, vuestros Apóstoles así, lo hicieron dando
fuerza a los lisiados, vida a los muertos, consuelo
en las aflicciones espirituales y recordándole al justo
el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero
de Dios. También Vuestro Santísimo Nombre, nos protege
de Satanás y de sus engaños, pues él teme Vuestro
Nombre: ¡Jesús!, porque lo vencisteis en la Cruz.
Además, con Vuestro Nombre obtenemos toda bendición y
gracia en el tiempo y la eternidad, pues Vos, mismo
dijisteis: “lo que pidáis al Padre, os lo dará en
mi nombre”. Y, la Iglesia, todas sus plegarias las
concluye, así: “Por Jesucristo Nuestro Señor”. ¡Amén!
¡Bendito sea el Santísimo Nombre de “Jesús”. ¡Aleluya!
¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de “Jesús”.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Enero
Santísimo Nombre de Jesús
Fiesta


Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, “De festo SS. Nominis”, ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: “En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones”. 

El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

* Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: “En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).

* Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

* Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.

* En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: “lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.” (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: “Por Jesucristo Nuestro Señor”, etc.

Así se cumple la palabra de San Pablo: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos.” (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, “Key to the Spiritual Treasures”, 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de “Jesús Hominum Salvator” (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una “V”, y que el monograma significaba “In Hoc Signo Vinces” (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, “Psal. Christi et Mariae”, i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, “Quodlibet”, v; Colvenerius, “De festo SS. Nominis”, x). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: “Jesús Christus” (ventris tui, Jesús Christus). Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria:

“¡Bendito sea el Nombre del Señor!” con la respuesta “Ahora y por siempre”, o “Amén”. En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María (“¡Jesu!”, “Maria”!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=34534)