10 mayo, 2018

San Juan de Ávila

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¡Oh!, San Juan de Ávila, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Aquél, que, llamado
“Misionero y de almas Director”, quiso Él, daros
sublime misión: “guía ser de hombres y mujeres santos y
santas”, y que, desde el “vívido” sermón y los hechos,
multitudes quedaron cautivadas y satisfechas con la fuerza
de vuestro corazón hecho palabra, que, en caro amor y
esperanza, desbrozabais ante aquellos, que, hasta ayer,
impíos y herejes eran, y todos luego, convertidos ya, rodillas
en loza por horas puestas, al cielo clamaban de alegría
y, a los que vos, el Santo Crucifijo les acercabais,
junto con el tierno Amor de María Santísima. Muchos
sacerdotes os seguían para ayudaros a confesar y hacer
catequesis para los niños y administrar los sacramentos.
Ricos y pobres, jóvenes y viejos, a escucharos acudían
pues de vos, dimanaban sabrosos trozos de cielo y miel
de vida. Vuestra devoción a Nuestra Señora, os hacía
exclamar: “Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin
devoción a la Virgen María”. Fundasteis muchos colegios
y ayudabais a las universidades católicas. Vuestra
autoridad y vuestro ascendiente grande y considerado
era en todas partes. Vuestros últimos años fueron de enormes
sufrimientos. En vos, se cumplía aquello que dijo Jesús: “Mi
Padre, al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca
mayor fruto”. Pero, vos no dejabais de recorrer ciudades y
pueblos predicando, confesando, dando dirección espiritual y
edificando a todos con vuestra vida de gran santidad. Tres
temas os llamaban mucho la atención para predicar: la Eucaristía,
el Espíritu Santo y la Virgen María. Así fue, hasta el día
aquél, en que, agonizante respondisteis, invitado por Dios
Padre, al cielo anhelado, y viendo como un sacerdote os
trataba con especial veneración le dijisteis: “Padre,
tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he
sido y nada más”. Entonces tomando el crucifijo entre vuestras
santas manos, exclamasteis: “Dios mío, si, sí te parece
bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!”. “Jesús y
María” “Jesús y María”. Y, luego vuestra santa alma, voló
al cielo, para coronada ser, con justicia, con corona
de luz; como justo premio a vuestra entrega de amor y fe,
“De todos los sacerdotes españoles Santo Patrono y Guía”;
¡oh!, San Juan de Ávila; “vivo amor, fe y luz del Dios Vivo”.


 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Mayo
San Juan de Avila
Misionero y Director de Almas
(1569)


Juan significa: “Dios es misericordioso”. San Juan de Avila tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Dicen que él es la figura más importante del clero secular español del siglo 16.

Nació en el año 1500. De una familia muy rica, al morir sus padres repartió todos sus bienes entre los pobres y después de tres años de oración y meditación se decidió por el sacerdocio. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá y allá hizo amistad con el Padre Guerrero que fue después arzobispo de Granada y su amigo de toda la vida.

Desde el principio de su sacerdocio demostró una elocuencia extraordinaria. El pueblo acudía en gran número a escuchar sus sermones donde quiera que él iba a predicar. Cada predicación la preparaba con cuatro o más horas de oración de rodillas. A veces pasaba la noche entera ante un crucifijo o ante el Santísimo Sacramento encomendando la predicación que iba a hacer después a la gente. Y los resultados eran formidables. Los pecadores se convertían a montones. A sus discípulos les decía: “Las almas se ganan con las rodillas”. A uno que le preguntaba como hacer para lograr convertir a alguna persona en cada sermón, le dijo: “¿Y es que Ud. espera convertir en cada sermón a alguna persona?”. “No, ¡eso no!”, respondió el otro. “Pues por eso es que no los convierte”, le dijo el santo, “porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!.”

A otro que le preguntaba cuál era la principal cualidad para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: “La principal cualidad es: ¡amar mucho a Dios!”. Pidió viajar de misionero a América del sur, pero su amigo el Arzobispo de Granada le dijo: “Aquí en España también hay muchos a quienes misionar y evangelizar. ¡Quédese predicando entre nosotros!”. Le obedeció y se dedicó a predicar por Andalucía, por todo el sur de España. Y las conversiones que conseguía eran asombrosas. Su predicación era fuerte. No prometía vida en paz a quienes querían vivir en paz con sus pecados, pero animaba enormemente a todos los que deseaban salir de su anterior vida de pecado. Un gran número de sacerdotes le seguía para ayudarle a confesar y colaborarle en la catequesis de los niños y en la administración de los sacramentos. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos acudían con gusto a escucharle.

Dios le concedió a San Juan de Avila la cualidad especialísima de ejercer un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Por eso el Sumo Pontífice lo ha nombrado “Patrono de los sacerdotes españoles”. Bastaba con que lo vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que los sacerdotes quedaran muy agradablemente impresionados de su modo de obrar y predicar. Y después en sus sermones, ellos estaban allá entre el público oyéndole con gran atención. El sabio escritor Fray Luis de Granada se colocaba cerca de él, lápiz en mano, e iba escribiendo sus sermones. De cada sermón del santo, sacaba el material para predicar luego diez sermones. Los sacerdotes decían que el Padre Juan de Avila predicaba como si estuviera oyendo al mismo Dios.

Fue reuniendo grupos de sacerdotes y por medio de hacerles meditar en la Pasión de Jesucristo y en la Eucaristía y de rezar y recibir los sacramentos, los iba enfervorizando y después los enviaba a predicar. Y los frutos que conseguía eran inmenoss. Unos 30 de esos sacerdotes se hicieron después Jesuitas. Otros colaboraron con la reforma que San Juan de la Cruz y Santa Teresa hicieron de los padres Carmelitas y muchos más llenaron de buenas obras las parroquias con su gran fervor.

Un día en Granada, mientras San Juan de Avila pronunciaba un gran sermón, de pronto se oyó en el templo un grito fortísimo. Era San Juan de Dios que había sido antes militar y comerciante y que ahora se convertía y empezaba una vida de santidad admirable. En adelante San Juan de Dios tendrá siempre como consejero al Padre Juan de Avila, a quien atribuirá su conversión.

Los enemigos y envidiosos lo acusaron de que su predicación era demasiado miedosa y de que se proponía hacer que las gentes fueran demasiado espirituales. Y el santo fue llevado a la cárcel y allí estuvo de 1532 a 1533. Aprovechó su prisión para meditar más y crecer en santidad. Cuando se le reconoció su inocencia y fue sacado de la prisión el pueblo lo ovacionó como a un héroe.

A muchas personas les dio dirección espiritual por medio de cartas. Después reunió una colección de esas cartas y las publicó con el título de “Oye hija” y fue un libro muy afamado y que hizo gran bien a los lectores.

Su devoción a la Virgen era tan grande que lo hacía exclamar: “Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María”. Fundó más de diez colegios y ayudaba mucho a las universidades católicas. Su autoridad y su ascendiente eran muy grandes en todas partes.

Sus últimos 17 años fueron de enormes sufrimientos por su salud que era muy deficiente. En él se cumplía aquello que dijo Jesús: “Mi Padre, al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca mayor fruto”. Pero aunque sus padecimientos eran muy intensos, no por eso dejaba de recorrer ciudades y pueblos predicando, confesando, dando dirección espiritual y edificando a todos con su vida de gran santidad. Tres temas le llamaban mucho la atención para predicar: la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen María.

Una de sus cualidades más admirables era su gran humildad. A pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando estaba agonizante vio que un sacerdote lo trataba con muy grande veneración y le dijo: “Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido y nada más”.

Cuando en su última enfermedad los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: “Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!”. El 10 de mayo del año 1569, diciendo “Jesús y María” murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo declaró santo en 1970.

Petición
San Juan de Avila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones de pecadores, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_de_Avila_5_10.htm)

09 mayo, 2018

San Pacomio

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¡Oh!, San Pacomio, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado Abad y santo, que, con vuestra vida de ermitaño
y vuestras mortificaciones de abstinencia, ayuno y vigilia,
en práctica, pusisteis el “Evangelio vivo” de Jesús, así,
educando a los monjes vuestros a la vida en común
en vuestra “koinonía”, imitando a los santos apóstoles
  de Jerusalén. Vuestra santa vida, humilde y ascética
la entregasteis a la gente de vuestro tiempo con amor. Las
arenas del desierto, saben mucho de vos, incluso la voz misteriosa
que, en la helada noche, escuchasteis y os invitó a quedaros
en aquél lugar, por siempre. Vos, iniciador de la vida
en común sois, donde el amor, la disciplina y la autoridad
reemplazó a la anarquía de los anacoretas. Así, dejasteis
vuestra huella esparcida en el desierto, y donde quiera que
vuestra tumba esté, Dios ya os premió con justicia, coronándoos
de luz como premio a vuestra grande entrega de amor y fe;
¡oh!, San Pacomio, “viva Koinonía de Dios en el desierto”.


 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Mayo
San Pacomio Abad

La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.

Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas.

Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra.

San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio.

Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.

Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino.

Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

08 mayo, 2018

San Victor el Moro




 

8 de mayo San Victor el Moro Mártir

Por: Alban Butler | Fuente: Vida de los Santos

Martirlogio Romano: En Milán, en la región de Liguria, conmemoración de san Víctor, mártir, el cual, originario de Mauritania, era soldado del ejército imperial, y al imponer el emperador Maximiano la obligación de sacrificar a los ídolos, depuso sus armas, por lo que le llevaron a la ciudad de Lodi, donde fue decapitado († c. 303).

Breve Biografía

San Ambrosio dice que san Víctor era uno de los patronos de Milán, junto con san Félix y san Nabor. Según la tradición, san Víctor era originario de Mauritania; por ello se le llamó Mauro o Moro, para distinguirle de otros confesores del mismo nombre. Fue cristiano desde su juventud, formó parte de la guardia pretoriana y fue hecho prisionero cuando era ya muy anciano. Después de soportar crueles torturas, fue decapitado en Milán, hacia el año 303, durante el reinado de Maximiano.

Por orden del obispo san Materno, su cuerpo fue enterrado junto a un bosquecito, donde más tarde se construyó una iglesia. San Gregorio de Tours afirma que Dios glorificó la tumba del mártir con numerosos milagros. San Carlos Borromeo, en 1576, trasladó las reliquias de san Víctor a la nueva iglesia de los monjes olivetanos, que todavía lleva el nombre del mártir. En las Actas de San Víctor, como de costumbre, se acumulan los acontecimientos fantásticos. Por ejemplo, se cuenta que el plomo derretido que le vertieron sobre la cabeza, se enfrió instantáneamente al contacto de su piel y no le causó ningún daño. Pero la existencia real del martirio de san Víctor y del culto que se le profesó en Milán desde muy antiguo, está fuera de duda.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/57502/victor-el-moro-santo.html)

07 mayo, 2018

Santa Flavia Domitila

 
 
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    ¡Oh!, Santa Flavia Domitila, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y mártir, y que, acusada
fuisteis de renegado haber, de los dioses paganos y,
preferido a Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, por
ello, martirio cruel recibisteis junto a vuestro marido,
siendo vos, desterrada a la isla Ponza, a pesar de vuestra
alcurnia noble. Así, vos, demostrasteis, con coraje y
valor, que elegir a Jesús, como fuente de vida y de “vida
abundante”, fue, es y será por siempre la mejor elección.
Vuestro apostolado increíble, siempre de amor lleno,
proclamó en forma clara y abundante, la excelencia de la
virginidad sobre el matrimonio. Vos, no solo con vuestra
virtuosa vida, os contagiasteis de vuestro fervor por Cristo,
sino que, lo hicisteis con vuestras dos vírgenes sirvientas,
que, pronto convertidas; vivas terminaron quemadas, por
razón de su fe y la delación de paganos impíos. Vuestros
verdugos, os quitaron sí, vuestra terrena vida, pero jamás
imginaron que al hacerlo, os daban una eterna, para vivir
hoy, toda coronada de luz, como premio justo a vuestro amor;
¡oh!, Santa Flavia Domitila, “vivo martirio por amor a Cristo”.
 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Mayo
Santa Flavia Domitila
Mártir

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Domitila, mártir, que, siendo hija de la hermana del cónsul Flavio Clemente, fue acusada durante la persecución bajo el emperador Domiciano de haber renegado de los dioses paganos y, por ello, por su fe en Cristo, junto con otros muchos cristianos fue desterrada a la isla de Ponza, en el Lacio, en la que padeció un prolongado martirio (s. I/II).

Etimológicamente: Flavia = Aquella de cabellos dorados, es de origen latino.
El emperador es Vespasiano. Flavio Clemente es su sobrino, está casado con Flavia Domitila, se han hecho cristianos y es cónsul en el año 95. Tiene dos primos carnales que son Tito y Domiciano que, al no tener descendencia directa masculina, deberían dejar su puesto a uno de los hijos de Flavio Clemente según el derecho romano; poco faltó para que la Iglesia tuviera en el primer siglo un emperador cristiano, pero no sólo no fue así, sino que el emperador Domiciano desató una violenta persecución.

No distinguían muy bien por aquel entonces los que mandaban en Roma entre judíos y cristianos; los llaman simplemente paganos porque ni unos ni otros adoraban imágenes por seguir los Libros Santos. Vespasiano y Tito habían hecho la guerra y destruido la Ciudad Santa; los judíos y cristianos -que para ellos es igual- deben pagar impuestos. Como las cuentas cantan, Domiciano advierte por el monto de la recaudación el gran número de paganos que hay en el Imperio y ve que están presentes en todos los estamentos. Piensa que la depuración étnica se impone y Flavio Clemente, entre muchos, es denunciado -dice Suetonio «con acusaciones muy endebles»- y martirizado junto con su mujer o quizá ésta fuera mandada al destierro a la isla de Pandataria, como era costumbre entre los romanos para la gente noble. Así se concluyen los datos que proporciona la historia bien documentada.

Pero así como la historia ofrece unos datos seguros y fiables, la leyenda marca el paso de la historia a la ficción en la historia novelada para gusto y edificación de los cristianos cuando se habla de Flavia Domitila. Más que admitir la existencia de dos Flavias en el mismo tiempo y lugar, según los datos que se tienen, parece lo más probable y sensato aceptar la lectura en novela de la mártir Flavia Domitila, desdoblada.

Así nos encontramos con una novela de altos vuelos literarios en la que, con la base firme de la existencia de una mártir perteneciente a la más alta nobleza, se narra el destierro de Flavia, joven prometida de un joven pagano llamado Aureliano; los soldados Nereo y Aquileo, terminan por convencer a la novia para que acepte la virginidad rechazando la boda prevista. Se anota la esperada reacción violenta del joven pagano despreciado: denuncia como cristiana a la novia y la destierran a la isla de Poncia. La imaginación del autor hace intervenir al papa Clemente consagrando la virginidad de Flavia Domitila. Hay enredos entre amigos de la magia y adivinación por una parte y testigos que narran lo que pasó entre Pedro y Simón, el mago, por otra.

La protagonista que ocupa el centro del relato es un ejemplo de pulcritud y sensatez, mantiene el nervio de la historia con la valentía del seguimiento a Jesús ante la autoridad constituida, apareciendo también momentos de dudas que mantienen el suspense sobre los inciertos resultados de su elección, y ¡cómo no! su apostolado. Se desarrolla abundante doctrina para proclamar -en demasía- la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio.

El guión no está exento de elementos dramáticos que mantienen la atención de los lectores y oyentes con los enredos de seducción por parte de Aureliano, que acaba dramáticamente muerto por la decepción y el rechazo. También se condenan las orgías propias del tiempo y la vanagloria de quien no tiene más perspectiva que la vida presente. La vuelta del destierro, además de poner fin a la preciosa novela ejemplar, sirve para describir el martirio con formas adecuadas al estilo del relato: Flavia Domilitila y sus dos sirvientas neoconversas por su ejemplo y palabras -también vírgenes cristianas- acaban quemadas vivas en su propia casa de Terracina por denuncia de paganos.

06 mayo, 2018

Domingo VI (B) de Pascua



 Resultado de imagen para En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
 
Día litúrgico: Domingo VI (B) de Pascua Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

»Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
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«A vosotros os he llamado amigos»
Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)

Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.

Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.

Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.

Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (…); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).

En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.

Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».

05 mayo, 2018

Santa Judith de Prussia





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05 de Mayo Santa Judith de Prussia
Fuente: Ministerio "CristoMaría"
 
Judith vivió en el siglo XIII. Ella nació en Turingia. Esto fue en lo que ahora es Alemania central. Quería modelar su vida con el ejemplo de Santa Isabel de Hungría.

Al principio la piedad de Judith disgustó a su marido. Pero más tarde aprendió a valorarla y fue corazón y alma con ella en sus piadosos esfuerzos. Hizo una peregrinación a los lugares santos de Jerusalén y murió en el camino. Santa JuditH de Prusia recibió con profunda tristeza la noticia de su muerte, pero también con la más perfecta conformidad con la voluntad de Dios, y resolvió pasar su viudedad de una manera agradable a Dios.

Muchas personas se rieron de la distinguida dama que se hizo la sierva de los más pobres. Pero reconoció en los pobres a su Divino Señor, y se consideró feliz y muy honrada de poder prestarles tales servicios. Una vez, cuando estaba en oración, el mismo Cristo le apareció y le dijo amorosamente:
“Todos mis tesoros son tuyos, y los tuyos son míos”.

La joven viuda crió a sus hijos solos. Cuando los niños crecieron, Judith escuchó un anhelo que había estado en su corazón durante los días ocupados y felices de su vida.

Por inspiración divina, Santa Judith entró en Prusia hacia 1260, y construyó una pequeña ermita cerca de un gran cuerpo de agua. Allí rezaba incesantemente por la conversión de los prusianos. Los habitantes cristianos de la vecindad a veces la veían elevada en el aire en el fervor de su devoción. Tenía como confesor al franciscano Juan Lobedau, que murió en el olor de la santidad, y más tarde el obispo de Kulm.

Después de que Jutdith había vivido aquí durante cuatro años, su santa vida llegó a su fin. Con profunda contrición confesó de nuevo al obispo todos los pecados más pequeños de toda su vida, recibió los santos sacramentos y entregó su alma a Dios con las palabras: “Consumada”. Su cuerpo fue llevado a la iglesia al Kulm, donde sin ser informado, tantas personas a la vez se reunieron como no se había visto en esa ciudad durante muchos años. La iglesia estaba llena de un olor maravilloso.
Debido a que muchos milagros fueron forjados en su tumba, una capilla especial fue construida en su honor, en el que Jutta ha sido venerado durante siglos como el patrón especial de Prusia.

04 mayo, 2018

Santos Felipe y Santiago

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¡Oh!, Santos Felipe y Santiago, vosotros, sois los hijos
del Dios de la vida y sus amados apóstoles, que la dicha
tuvieron de servir a Jesús, Dios y Señor Nuestro. A vos,
Felipe, Nuestro Señor os preguntó el día de la multiplicación
de los panes así: “¿De dónde crees tú que podremos
conseguir pan para tanta gente?”. Y otro día, que unos
griegos deseaban hablar con Jesús, os pidieron que los
llevarais hacia El. Y, en la Ultima Cena, fuiste vos,
quien le dijo a Jesús: “Señor: muéstranos al Padre”, y Él,
os respondió: “Felipe, quien me ve a Mí, ve al Padre”. Y,
en el día de Pentecostés, recibisteis junto con los otros
apóstoles y Nuestra Señora, la Virgen María, al Espíritu
Santo, en forma de lenguas de fuego. Y, así lleno de Él, a
Bitinia, marchasteis en el Asia Menor, y allí, resucitasteis a
un muerto, y entregasteis vuestra santa vida, muriendo
crucificado. Vos, por vuestra parte, Santiago, el mismo
Cristo, resucitado se os apareció, según San Pablo. Muy
estimado erais en la Iglesia de Jerusalén, tanto que os
llamaban “el obispo de Jerusalén”. Cuando Pedro liberado
fue por un ángel, os dejó el encargo de comunicaros a vos y
a los demás”. Pablo, de vos escribe así: “Santiago es,
junto con Juan y Pedro, una de las columnas principales
de la Iglesia”. También, redactasteis la carta del Primer
Concilio de Jerusalén para todos los Cristianos y erais
llamado “El Santo”, pues la gente sabía de que vos, nunca
habíais cometido pecado grave. Nunca carne comíais, ni
tomabais licor. Estabais siempre de rodillas adorando y
orando a Dios en el templo, hasta que se os formaron
callos. Convertisteis a muchos judíos por vuestra palabra y
ejemplo. Un día, el impío Anás II y su banda, os dijeron:
“Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande
admiración, te presentes ante la multitud y les digas que
Jesús no es el Redentor”. Y, vos, les dijisteis: “Jesús
es el enviado de Dios para salvación de los que quieran
salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado
a la derecha de Dios”. Al oíros, decidieron vuestro fin, y
os arrojaron desde lo alto del templo. Vos, no moristeis,
al caer de tamaña altura y con vida aún, de rodillas
rezabais diciendo humildemente: “Padre Dios, te ruego que
los perdones porque no saben lo que hacen”. Antes, habíais
redactado vuestra famosa “Carta de Santiago”, con frases
como éstas: “Si alguien se imagina ser persona religiosa y
no domina su lengua, se equivoca y su religión es vana”.
“Oh ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas,
prepárense a grandes castigos del cielo”. “Si alguno está
triste, que rece. Si alguno se enferma, que llamen a los
presbíteros y lo unjan con aceite santo, y esa oración
le aprovechará mucho al enfermo”. Y aquella, que a los
protestantes no gusta: “La fe sin obras, está muerta”. Hoy,
la gloria os envuelve, a ambos, como premio justo a vuestra
entrega increíble de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡?Oh!, Santos Felipe y Santiago, “vivos apóstoles de Dios”.

 


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Mayo Santos Felipe y Santiago Apóstoles

San Felipe

El evangelio dice que nació en Betsaida en Galilea. San Juan cuenta que Jesús lo llamó a pertenecer al grupo de sus discípulos al día siguiente de haber llamado a San Pedro y San Andrés. Felipe fue el que llamó a Natanael o Bartolomé y lo llevó a donde Jesús. Cuando el Señor eligió a los 12 apóstoles, uno de los elegidos fue Felipe. Y el día de la multiplicación de los panes, antes de obrar el milagro, Jesús le preguntó a Felipe: “¿De dónde crees tú que podremos conseguir pan para tanta gente?”. Un día en que unos griegos extranjeros quisieron hablar con el Divino Maestro le pidieron a Felipe que los llevara hacia El. Y en la Ultima Cena este fue el apóstol que le dijo a Jesús: “Señor: muéstranos al Padre”, y Jesús le respondió: “Felipe, quien me ve a Mí, ve al Padre”. El día de Pentecostés, Felipe recibió junto con los otros apóstoles y la Virgen María, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

Los narradores antiguos dicen que este Apóstol después de Pentecostés se fue a evangelizar a Bitinia, en el Asia Menor (cerca del Mar Negro). Papías, un autor del siglo II afirma que San Felipe logró el milagro de resucitar a un muerto. Y San Clemente de Alejandría dice que lo hicieron morir crucificado en una persecución contra los cristianos.

Santiago el Menor

Se le llama el Menor para diferenciarlo del otro apóstol, Santiago el Mayor (que fue martirizado poco después de la muerte de Cristo). El evangelio dice que era de Caná de Galilea, que su padre se llamaba Alfeo y que era familiar de Nuestro Señor. Es llamado “el hermano de Jesús”, no porque fuera hijo de la Virgen María, la cual no tuvo sino un solo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, sino porque en la Biblia se le llaman “hermanos” a los que provienen de un mismo abuelo: a los primos, tíos y sobrinos (y probablemente Santiago era “primo” de Jesús, hijo de alguna hermana de la Sma. Virgen). En la S. Biblia se lee que Abraham llamaba “hermano” a Lot, pero Lot era sobrino de Abraham. Y se le lee también que Jacob llamaba “hermano” a Laban, pero Laban era tío de Jacob. Así que el decir que alguno era “hermano” de Jesús no significa que María tuvo más hijos, sino que estos llamados “hermanos”, eran simplemente familiares: primos, etc.

San Pablo afirma que una de las apariciones de Jesús Resucitado fue a Santiago. Y el libro de Los Hechos de los Apóstoles narra cómo en la Iglesia de Jerusalén era sumamente estimado este apóstol. (Lo llamaban “el obispo de Jerusalén”). San Pablo cuenta que él, la primera vez que subió a Jerusalén después de su conversión, fue a visitar a San Pedro y no vio a ninguno de los otros apóstoles, sino solamente a Santiago. Cuando San Pedro fue liberado por un ángel de la prisión, corrió hacia la casa donde se hospedaban los discípulos y les dejó el encargo de “comunicar a Santiago y a los demás”, que había sido liberado y que se iba a otra ciudad (Hech. 12,17). Y el Libro Santo refiere que la última vez que San Pablo fue a Jerusalén, se dirigió antes que todo “a visitar a Santiago, y allí en casa de él se reunieron todos los jefes de la Iglesia de Jerusalén” (Hech. 21,15). San Pablo en la carta que escribió a los Gálatas afirma: “Santiago es, junto con Juan y Pedro, una de las columnas principales de la Iglesia”. (Por todo esto se deduce que era muy venerado entre los cristianos).

Cuando los apóstoles se reunieron en Jerusalén para el primer Concilio o reunión de todos los jefes de la Iglesia, fue este apóstol Santiago el que redactó la carta que dirigieron a todos los cristianos (Hechos 15).

Hegesipo, historiador del siglo II dice: “Santiago era llamado ‘El Santo’. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado rezando en el templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Rezaba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: ‘El que intercede por el pueblo’”. Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Santiago. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: “Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor”. 

Y Santiago se presentó ante el gentío y les dijo: “Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios”. Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: “Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús”. Y lo llevaron a la parte más alta del templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Santiago no murió de golpe sino que rezaba de rodillas diciendo: “Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen”.

El historiador judío, Flavio Josefo, dice que a Jerusalén le llegaron grandes castigos de Dios, por haber asesinado a Santiago que era considerado el hombre más santo de su tiempo.

Este apóstol redactó uno de los escritos más agradables y provechosos de la S. Biblia. La que se llama “Carta de Santiago”. Es un mensaje hermoso y sumamente práctico. Ojalá ninguno de nosotros deje de leerla. Se encuentra al final de la Biblia. Allí dice frases tan importantes como estas: “Si alguien se imagina ser persona religiosa y no domina su lengua, se equivoca y su religión es vana”. 

“Oh ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas, prepárense a grandes castigos del cielo”. “Si alguno está triste, que rece. Si alguno se enferma, que llamen a los presbíteros y lo unjan con aceite santo, y esa oración le aprovechará mucho al enfermo” (de aquí sacó la Iglesia la costumbre de hacer la Unción de los enfermos). La frase más famosa de la Carta de Santiago es esta: “La fe sin obras, está muerta”. Es una frase que les disgusta mucho a los protestantes, porque ellos enseñan todo lo contrario. Ellos dicen que para salvarse no hacen falta las buenas obras, sino solamente la fe. Pero el Apóstol Santiago sabía mucho más que ellos, y repite que sin buenas obras, la fe queda muerta.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Felipe_Santiago_5_4.htm)