16 marzo, 2019

San Heriberto


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¡Oh!; San Heriberto vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y obispo, que iluminasteis al clero y al pueblo
con vuestro ejemplo, tanto en la prédica, como en la obra,
aunque elegido a la fuerza fuisteis. Vuestro nombre significa:
“temido en la batalla”, y al que honor le hicisteis, no por
serlo con el hierro y la pólvora, sino, en las “batallas por
la justicia y la verdad”. Ordenado sacerdote y luego canciller,
los mantuvisteis con vuestro ejemplo y dignidad. A reyes
y cortes, a propios y extraños les brindasteis consejo y asesoría
todo el tiempo. No por nada vuestra investidura y palio
los recibisteis de San Silvestre, Papa, acto que dice mucho
de aquella acción. A su debido tiempo un monasterio benedictino
y la Iglesia de Deuzt, fundasteis como gratitud al Dios eterno
Vivo y Verdadero. Y, así, pasado el tiempo, y luego de algunas
escaramuzas con la vida, que el maligno puso en vuestro camino
 y de que vos, os condujeras entre páramos de justicia y de verdad;
vuestra alma, voló al cielo para corona de luz recibir, como
muy justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!; San Heriberto, “vivo amante de la justicia y la verdad”.


 
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Marzo
San Heriberto de Colonia
Obispo


Martirologio Romano: En Colonia, en Alemania, san Heriberto, obispo, que, siendo canciller del emperador Otón III, fue elegido a la fuerza para la sede episcopal, desde donde iluminó constantemente al clero y al pueblo con el ejemplo de sus virtudes, que también recomendaba en la predicación (1021).

Etimológicamente: Heriberto = Aquel que es temido en la batalla, es de origen germánico.

Nació en Worms, en el año 970, murió el 16 de Marzo de 1021 en Colonia. Fue arzobispo de Colonia, canciller del emperador Otón III y fundador de la abadía de Deutz.

Heriberto era hijo del duque Hugo de Worms. Tras estudiar en la escuela de la catedral de Worms, su ciudad natal, pasó algún tiempo en el monasterio benedictino de Gorza, situado en el ducado de Lorena.

Después de este periodo fue nombrado rector de la catedral de Worms. En 994 fue ordenado sacerdote. Ese mismo año el rey Otón III le nombró canciller para Italia y cuatro años más tarde, también para Alemania, cargo que mantuvo hasta la muerte del emperador en 23 de enero de 1002.
Como canciller, Heriberto se convirtió en el consejero más importante de Otón III, a quien acompañó a Roma en 996 y 997. Todavía estaba en Italia cuando en 999 fue elegido arzobispo de Colonia.

Recibió la investidura eclesiástica y el palio de parte del papa Silvestre II el 9 de julio de 999 en la ciudad italiana de Benevento, siendo consagrado en la Catedral de Colonia en día de Navidad de ese mismo año.

El año 1002 estuvo presente en el lecho de muerte del emperador en Paterno. Cuando regresaba a Alemania con los restos del emperador y la insignia imperial, fue hecho prisionero por un tiempo por el futuro rey Enrique II, a cuya candidatura Heriberto se había opuesto inicialmente.

Tan pronto como Enrique fue elegido nuevo rey, el 7 de junio de 1002, cambió de postura para pasar a reconocer al nuevo rey y servirlo fielmente, acompañándolo a Roma en 1004 y mediando entre el monarca y la Casa de Luxemburgo entre otras obras.

Sin embargo Heriberto nunca se ganó la total confianza de Enrique II hasta el año 1021, cuando el rey reconoció su error y pidió perdón al arzobispo, el mismo año de la muerte del santo.

Heriberto fundó el monasterio benedictino y la iglesia de Deutz, al que hizo generosos donativos y donde se encuentra su tumba. Heriberto fue considerado santo ya en vida.

El papa Gregorio VII lo canonizó entre 1073 y 1075. Su fiesta se celebra el mismo día de su fallecimiento, el 16 de marzo.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

15 marzo, 2019

Santa Luisa de Marillac

 

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¡Oh!; Santa Luisa de Marillac, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa, y que, desde pequeña ansiabais
haceros religiosa. Un sacerdote santo os dijo: “Probablemente,
Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Y no se
equivocó. Vuestros biógrafos dicen de vos así: “Luisa fue
un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró
transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta
obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones
de cada día”. Al viuda quedar, dijisteis: “Ya he servido
bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a
servir a Dios”. Y, así fue, pues jamás cometisteis ningún
mortal pecado en toda vuestra vida y San Francisco de Sales
y San Vicente de Paúl, así lo confirman. Con el segundo,
trabajasteis por treinta años, siendo vos, su fiel discípula
y servidora. “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe.
Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las
dificultades”. Os, dijo él. A los enfermos visitabais,
instruías a los ignorantes y repartíais ayuda a los pobres
con entusiasmo, bondad y alegría. Un día, votos de pobreza,
castidad y obediencia hicisteis con cuatro amigas, naciendo
así, la famosa y mentada comunidad femenina de las “Hermanas
Vicentinas, Hijas de la Caridad”. Y, San Vicente, os hizo
este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los
enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro
tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite
de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será
el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia
o castidad”. Y, así, reunísteis a mendigos y los pusisteis
a trabajar. Las mujeres hilaban y cosían, los hombres hacían
manualidades, hasta lograr convertirse en personas útiles,
pues la alegría, el trabajo y Dios, reinaban en aquél asilo.
Los enfermos mentales, recibían de vos, mucho amor, alimentación
y medicinas adecuadas, logrando su recuperación. San Vicente,
no pudo asistiros en la hora de la muerte, pues él, enfermo
se hallaba, pero, os envió una nota que decía así: “Usted se
va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto,
y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió. Y, luego,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe. Santa
Patrona de los Asistentes Sociales de todo el orbe de la tierra;
¡oh!; Santa Luisa de Marillac, “vivo amor de Cristo Jesús”.

 


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Marzo

Santa Luisa de Marillac Fundadora de las Hermanas Vicentinas (año 1660)

 Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: “Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.


Dicen sus biógrafos: “Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día”.


Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: “Jamás he visto una madre tan madre como usted”.


Y en otra carta le dice el santo: “Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo”.


A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. “Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios”. Claro está que en la vida “mundana” que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.

Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.


San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.


Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades”.


En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: “Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene”.


Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.


Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.


La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.


En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.


San Vicente les hizo este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad”


En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.


Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.


Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.


En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: “De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener”.


De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: “Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió“. Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.


Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: “La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio”.


San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: “Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió.


El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).


Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.


El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Luisa_de_Marillac.htm)

14 marzo, 2019

Santa Matilde



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¡Oh!; Santa Matilde, vos, sois la hija de Dios de la vida,
y su amada santa, que honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “valiente en la batalla”. Desde niña
adquiristeis la piedad e inclinación hacia la caridad
para con los pobres. Os casasteis joven con Enrique
de Sajonia, duque, en matrimonio feliz. Él, muchos
triunfos obtuvo en la lucha por defender Alemania
de las invasiones extranjeras, todos atribuidos a las
oraciones de vos. Cuando vuestro esposo nombrado fue
rey, vos, como reina, no dejasteis vuestros modos humildes
y piadosos de vivir. En vuestro palacio, parecíais más,
una buena mamá que una reina, y vuestra piedad semejante
era a una religiosa que a una mujer de mundo; pues
erais muy generosa al repartir limosnas entre los pobres.
Vuestro marido, jamás os pidió cuentas de los gastos
que vos hacíais, porque convencido estaba de que todo
lo repartíais a los más necesitados. Cuando quedasteis
viuda, ofrecisteis una misa por el descanso de su alma,
y arrodillándoos ante el Santo Sacramento os quitasteis
todas vuestras joyas y las dejasteis como ofrenda
ante el altar y ofrecisteis a Dios el sacrificio de no
volver a usar joyas nunca más. Otón y Enrique,
vuestros hijos, luego de disputar el poder entre ellos,
hicieron las paces, gracias a vos, pero entonces a ambos
se les ocurrió que todo el dinero que vos afirmabais
que habíais dado a los pobres, lo teníais guardado
y os sometieron a humillaciones y vejámenes, pero,
ningún dinero hallaron. Vos, decías con fino humor:
“Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos
se unieron”. Luego os pidieron perdón y, os trajeron a
palacio, permitiéndoos seguir repartiendo limosnas a
cuantos os lo pedían. Otón, os amaba y veneraba tanto
que, cuando lo coronaron en Roma, os dejó encargada
del gobierno de Alemania. Cuando cumplisteis setenta
años y viendo ya pasar a la eternidad, repartisteis
entre los más pobres todas vuestras posesiones y rodeada
de vuestros hijos y nietos, voló vuestra santa alma al cielo
para coronada ser de luz, como premio a vuestro gran amor.
Santa Patrona de los Matrimonios y familias numerosas;
¡Oh!; Santa Matilde, “vivo amor y paz del Dios de la Vida.”


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Marzo
Santa Matilde
Reina

Petición


Matilde; reina santa y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos o bienes de fortuna, sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus limosnas en la tierra.

 
Matilde significa: “valiente en la batalla”. Era descendiente del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.
Muy jóven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga, esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa Matilde.
Enrique fue nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina, y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo. Ninguno de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.
Era extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo comportamiento.
Después de 23 años de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.
Su hijo Otón primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar ningún dinero. Ella decía con humor: “Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”.
Y sucedió que a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la llevaron otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.
Ella los perdonó gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.
Otón adquirió tan grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada del gobierno de Alemania.
Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era demasiado repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad de bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para dar sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.
Cuando Matilde cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Matilde.htm)

13 marzo, 2019

Santa Cristina




 
 
 
 
 
¡Oh!, Santa Cristina, vos, sois la hija del Dios de la Vida
su mártir y amada santa, que, azotada con varas, en tiempo
de Cosroes I, rey de los persas, disteis vuestra alma a Dios,
quien os la dió. Sabemos de vos, gracias a Pedro Canisio
que os colocó en este día a vos, de la siguiente manera: “en
este día, Cristina, hecha mártir por la confesión de Cristo
frente a los persas, migró al Señor”. Y, el Martirologio
Romano de Baronio, por esos mismos años escrito, toma la
noticia así: “En Persia, santa Cristina, virgen y mártir”.
También el “Sinaxario Constantinopolitano”, muestra que
para el trece o catorce de marzo, variando según los códices
estáis inscrita, resaltando de que fuisteis castigada con
latigazos. Pero, en la Biblioteca Laurentina de Florencia
se halló en el siglo diecisiete, un acta martirial en griego,
que considera a santa Sira, una joven que murió torturada
a latigazos y que, con posterioridad el Martirologio Romano
adoptó para vos, los datos cronológicos de santa Sira,
fundiendo las dos en una, de donde nace el elogio para vos;
¡Oh!, Santa Cristina, “viva luz, para el Dios de la Vida y del Amor”

 © 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Marzo Santa Cristina, mártir †: 559 – país: Irak-Irán canonización: pre-congregación hagiografía: Abel Della Costa

Elogio: En Persia, santa Cristina, mártir, que, azotada con varas, consumó el martirio en tiempo de Cosroes I, rey de los persas.
 
Todo comienza con una inscripción en un menologio griego, que, llevado al latín por Pedro Canisio en el siglo XVI, coloca en este día a santa Cristina de Persia con los siguientes términos: «en este día, Cristina, hecha mártir por la confesión de Cristo frente a los persas, migró al Señor». El Martirologio Romano de Baronio, compuesto por esos mismos años, retoma la noticia en estos términos: «En Persia, santa Cristina, virgen y mártir». Ya los Bolandistas observaron que no hay ninguna razón para catalogarla como virgen, y, efectivamente, ese aspecto del elogio ya no aparece en el Martirologio actual.

Con posterioridad, el mejor conocimiento del Sinaxario Constantinopolitano muestra que para el 13 o 14 de marzo (la fecha varía según los códices) se encuentra inscripta nuestra santa, con el añadido de que fue castigada con latigazos.

En la Biblioteca Laurentina de Florencia se halló en el siglo XVII un acta martirial en griego, que los Bolandistas consideran escrita por un contemporáneo de la santa, que habla de santa Sira, una joven que murió torturada a latigazos antes de ser muerta, bajo el reinado de Cosroes I, es decir entre los años 531 y 579. Por varias razones internas, le asignan el año 559, y como la santa no aparece en ninguna otra fuente, ellos la inscribieron provisoriamente en la fecha del 18 de mayo, para lo que dan prolijas razones.

Ahora bien, a pesar del haallazgo de los Bolandistas, santa Sira nunca fue inscripta en el catálogo de santos, sino que con posterioridad el Martirologio Romano adoptó para nuestra santa Cristina los datos cronológicos de santa Sira, fundiendo las dos en una, de donde sale el elogio de la mártir de hoy.

¿Hay base suficiente para identificar estas dos santas? no lo parece, pero al menos de momento, el Martirologio Romano parece preferir no multiplicar en dos mártires muy insuficientemente conocidas, pudiendo inscribir una sola con mejores títulos.

Comprenderá el lector que esto está bastante lejos del género hagiográfico y más bien cerca de la crítica de fuentes; pero la maraña de datos lo exigían, al menos para clarificar de dónde había sacado el MR su noticia detallada de que el martirio fue bajo Cosroes I, siendo que de santaa Cristina, a decir verdad, sólo tenemos el nombre. Ver Acta Sanctorum, marzo II, pág. 258 y mayo V, pág. 171, el interesante artículo de Papebrochio sobre santa Sira. Ver también el Sinaxario Constantinopolitano (ed Delehaye) y un resumen del caso en Enciclopedia dei Santi, artículo de F.S. Pericoli Ridolfini.

(https://virgendelosimposibles.blogspot.pe/2014/03/hoy13-de-marzo-conmemoramos-santa.html)

12 marzo, 2019

San Luis Orione

 



¡Oh!, San Luis Orione, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y alumno de San Juan Bosco, por ello, sus pasos
seguisteis fundando colegios para los pobres y desposeídos.
Instituisteis un nuevo y especial voto: “fidelidad al Papa”.
Vuestro sueño, la unión de las Iglesias separadas, y que, ojala,
así sea. La libertad, la unidad de la Iglesia, la “cuestión
romana”, el modernismo, el socialismo y, la cristianización
del mundo obrero, fueron los problemas por los que os interesasteis
con sublime esperanza. En medio de devastadores terremotos,
la mano tendisteis a vuestros hermanos de aquél tiempo. Sin
duda la “Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras
de la Caridad”, las “Hermanas Adoratrices Sacramentinas Invidentes”,
y las “Contemplativas de Jesús Crucificado”, para gloria de Dios
Padre fundasteis. Los “Pequeños Cottolengos”, para los que sufren
y los abandonados, fueron los “nuevos púlpitos” desde los cuales
se hablaba de Cristo, y de la Iglesia. América y Euopa saben de vos,
y, de vuestra entrega de amor, y más; Nuestra Señora a quien os
encomendabais vuestro trabajo y la paz del mundo. Vos, decíais:
“no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre
los pobres que son Jesucristo”. Y, así, cumplida vuestra misión
vuestra alma, abandonó este mundo suspirando: “!Jesús! !Jesús!
Voy”. Y, Dios Padre, os recibió, para coronaros con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega increible de amor, fe y luz.
Vuestro cuerpo incorrupto en la primera exhumación, fue puesto
en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia
de Tortona y, Juan Pablo II, inscribió vuestro nombre como Beato;
¡oh!, San Luis Orione, “viva solidaridad y amor por Jesucristo”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Marzo
San Luis Orione
Fundador de la Pequeña
Obra de la Divina Providencia y de laCongregación de las
Pequeñas Religiosas Misioneras de la Caridad


 

Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.

Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.

Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.
Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.
Reproducido con autorización de Vatican.va

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=23821)

10 marzo, 2019

Domingo I (C) de Cuaresma


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Día litúrgico: Domingo I (C) de Cuaresma Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 4,1-13): En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le respondió: «Esta escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre’».

Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya». Jesús le respondió: «Está escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto’».

Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’. Y: ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le respondió: «Está dicho: ‘No tentarás al Señor tu Dios’». Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.
 
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«Era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo»
P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, Jesús, «lleno de Espíritu Santo» (Lc 4,1), se adentra en el desierto, lejos de los hombres, para experimentar de forma inmediata y sensible su dependencia absoluta del Padre. Jesús se siente agredido por el hambre y este momento de desfallecimiento es aprovechado por el Maligno, que lo tienta con la intención de destruir el núcleo mismo de la identidad de Jesús como Hijo de Dios: su adhesión sustancial e incondicional al Padre. Con los ojos puestos en Cristo, vencedor del mal, los cristianos hoy nos sentimos estimulados a adentrarnos en el camino de la Cuaresma. Nos empuja a ello el deseo de autenticidad: ser plenamente aquello que somos, discípulos de Jesús y, con Él, hijos de Dios. Por esto queremos profundizar en nuestra adhesión honda a Jesucristo y a su programa de vida que es el Evangelio: «No sólo de pan vive el hombre» (Lc 4,4).

Como Jesús en el desierto, armados con la sabiduría de la Escritura, nos sentimos llamados a proclamar en nuestro mundo consumista que el hombre está diseñado a escala divina y que sólo puede colmar su hambre de felicidad cuando abre de par en par las puertas de su vida a Jesucristo Redentor del hombre. Esto comporta vencer multitud de tentaciones que quieren empequeñecer nuestra vocación humano-divina. Con el ejemplo y con la fuerza de Jesús tentado en el desierto, desenmascaremos las muchas mentiras sobre el hombre que nos son dichas sistemáticamente desde los medios de comunicación social y desde el medio ambiente pagano donde vivimos.

San Benito dedica el capítulo 49 de su Regla a “La observancia cuaresmal” y exhorta a «borrar en estos días santos las negligencias de otros tiempos (…), dándonos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia (…), a ofrecer a Dios alguna cosa por propia voluntad con el fin de dar gozo al Espíritu Santo (…) y a esperar con deseo espiritual la Santa Pascua».

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2019-03-10)

08 marzo, 2019

San Juan de Dios

 
 
 Resultado de imagen para San Juan de Dios
 
¡Oh!; San Juan de Dios, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y  fundador de la “Comunidad de los Hermanos
Hospitalarios”, que lleva  vuestro nombre. Pastor y luego
soldado allí, os hicisteis fuerte y resistente para el sufrir. La
divina providencia, siempre de vuestro lado estuvo, tanto que,
Nuestra Señora, os salvó de ahorcado ser. Después de la milicia,
vendedor os hicisteis de estampas y religiosos libros. Y, el buen
Jesús, que nunca os dejó, bajo la apariencia de “niño pobre” os
dijo: “Granada será tu cruz”. Y, así fue. “¡Misericordia Señor,
que soy un pecador!”, gritasteis por las calles, a Dios pidiendo
perdón y os confesasteis con San Juan de Ávila y os propusisteis
penitencia especial hacer: fingiros el “loco” para que la gente
os humillara y os hiciera sufrir. Y, la gente, “loco” os creyó,
tanto que, os lanzaban piedras y os daban de golpes y hasta que,
llevado fuisteis al manicomio, y, en él, azotado, para “calmaros”.
Pero, a vos, no os atormentaban ni disgustaban los azotes que os
daban, sino que, feliz a Dios, los ofrecíais. Durante vuestra
estancia, a los pobres y enfermos visteis y, cómo en él, tratados
eran, y, por ello, fundar decidisteis un hospital donde “sólo amor se
diese y sólo amor, como medicina”. Allí, lego en medicina
como erais, erais más, cuando a curar el alma enseñabais y después,
el cuerpo. “Loco de amor”, toda vuestra santa vida la gastasteis
en ayudar a los enfermos miserables por amor a Cristo Jesús.
De enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre y amigo
hicisteis. Por la noche, limosnas pedíais para vuestros
pobres, diciendo: “¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!”.
Y, luego, cerca de la medianoche hacíais el aseo del hospital, y,
a la madrugada os echabais a dormir un poco debajo de una escalera.
Dios, os daba muestras de que con vos, estaba, salvándoos siempre
de varios peligros. Un día os recogió una rica señora, para
curaros y exclamasteis: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo
para mí que soy tan miserable pecador”. Y, más tarde, sintiendo
que os llegaba la muerte, os arrodillasteis en el suelo y
exclamasteis: “¡Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo!”. Y, así,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor. Santo
Patrono de los que trabajan en los hospitales y de los que
propagan la fe con religiosos libros en todo el orbe de la tierra;
¡oh!; San Juan de Dios; “viva locura de amor por Cristo Jesús”.

 
 © 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Marzo
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios
Año 1550


Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.

De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.

En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.

Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Santísima Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.

Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.

Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.

Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo.

Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco.

El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.

Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas.

Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_de_Dios.htm)