18 septiembre, 2019

San Juan Macías

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 ¡Oh!, San Juan Macías, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, y que, huérfano siendo, los caminos del
Señor, que inescrutables son, de vos, hicieron, hombre de
amor y de espiritual valor. Inspirado desde antes, por el
Espíritu Santo, decidisteis al nuevo mundo venir, donde,
Dios, os mostró, el camino certero de vuestra vida: vuestra
sacerdotal vocación. Lo que teníais ahorrado y antes de
internaros, a los pobres lo disteis, y, os preparasteis para,
a la “Orden de Predicadores” entrar, como lego hermano.
Y, así, vuestra santa vida iniciasteis, marcada siempre por
la oración, la penitencia y la caridad. Y, aunque ocupasteis
el cargo de portero, éste, os santificó para siempre, pues,
ante aquél portón, acudían a vos, los mendigos, los enfermos
y desamparados de la Lima virreinal de aquél entonces.
Y, no hubo, algún hermano nuestro de aquél tiempo, que en
amor y en obra y en consuelo recibiera, tanto que, hasta
el Virrey y la nobleza os buscaban, para recibir maravillosos
y sencillos concejos de vida. En el tiempo libre que os quedaba
por la ciudad andabais en busca de limosnas, para, después
entre vuestros amados pobres repartirlas, a quienes exhortabais
en favor de una vida santa y cristiana y el amor a Dios. Y, así,
transcurrió vuestra vida, hasta el día, en que, voló, vuestra
alma, para recibir corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Juan Macías, “vivo guía y consejero del Dios de la Vida”.

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Septiembre
San Juan Macías
Año 1622
 

Nació en Rivera de Fresno, en Extremadura, España, el 2 de marzo de 1585. Era muy niño cuando sus padres murieron, quedando él bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después de un tiempo conoció a un comerciante con el cual comenzó a trabajar, en 1616 el mercader viajó a América y Juan junto con él. Llegó primero a Cartagena y de ahí decidió dirigirse al interior del Reino de Nueva Granada, visitó Pasto y Quito, para llegar finalmente al Perú donde se instalaría por el resto de su vida.

Recién llegado obtuvo trabajo en una hacienda ganadera en las afueras de la capital y en estas circunstancias descubrió su vocación a la vida religiosa. Después de dos años ahorró un poco de dinero y se instaló definitivamente en Lima.

Repartió todo lo que tenía entre los pobres y se preparó para entrar a la Orden de Predicadores como hermano lego en el convento de dominicos de Santa María Magdalena donde había sido admitido. El 23 de enero de 1622 tomó los hábitos. Su vida en el convento estuvo marcada por la profunda oración, la penitencia y la caridad. Por las austeridades a las que se sometía sufrió una grave enfermedad por la cual tuvo que ser intervenido en una peligrosa operación.

Ocupó el cargo de portero y este fue el lugar de su santificación. El portón del monasterio era el centro de reunión de los mendigos, los enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo. El propio Virrey y la nobleza de Lima acudían a él en busca de consejos. Andaba por la ciudad en busca de limosna para repartir entre los pobres.

No se limitaba a saciar el hambre de pan, sino que completaba su ayuda con buenos consejos y exhortaciones en favor de la vida cristiana y el amor a Dios. Murió el 16 de setiembre de 1645 y fue canonizado el 28 de setiembre de 1975 por Pablo VI.

(http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=622)

17 septiembre, 2019

San Roberto Belarmino,

 
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Oración

Señor Dios,
tú que, para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Belarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.

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¡Oh!, San Roberto Belarmino, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y, el que, brillo disteis al
significado de vuestro nombre: “el que brilla, por su buena
fama”. “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir
cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria
lo muy rápidamente que se pasan los honores de este
mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios,
y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad
donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal.
 esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y, así fue,
siendo más tarde el más valiente defensor de Nuestra
Iglesia Católica, contra los errores de los protestantes.
A las multitudes atraías, con vuestros bellos y reflexivos
sermones, prédicas y conferencias teológicas. Para todos
ellos, “ídolo” llegasteis a ser. Los miles de universitarios
de Roma, Lovaina y París, os amaban como su predicador
perfecto. Con mucha anticipación profesores y estudiantes,
“tomaban” literalmente las plazas, donde vos, ibais a dar
vuestras prédicas. Y, cuando se os anunciaba en los templos,
éstos, de “bote a bote” se llenaban. Os debemos también
el “Catecismo Resumido”, y el “Explicado”. Con vuestro libro
“Las Controversias”, pulverizasteis con sabiduría admirable
lo que evangélicos y calvinistas decían sobre Cristo
y la fe. Y, “suerte divina” tuvisteis de tener como discípulo
a San Luis Gonzaga, y cuando fallecisteis, pedisteis que
os enterrasen a su lado con una frase: “es que fue mi discípulo”.
Poco antes de morir escribisteis en vuestro testamento que,
todo lo que os teníais, se repartiera entre los pobres, y que,
vuestro funeral fuese de noche, para que no hubiera mucha
gente, y se hicieran sin solemnidad alguna. Os obedecieron,
pero a pesar de ello, os acompañó, una muchedumbre, pues
convencidos estaban de estar asistiendo al entierro de un santo.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Roberto Belarmino, “vivo brillo, del amor de Dios”.



© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Septiembre
San Roberto Belarmino
Cardenal y
Doctor de la Iglesia


Martirologio Romano: San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe (1621).

Etimológicamente: Roberto = Aquel que brilla por su fama, es de origen germánico.

Etimológicamente: Belarmino = Aquel querrero que tiene todas las armas,es de origen germánico.

Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convencedores, que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: “Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle”.

San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: “Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro”.

Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta él en sus memorias: “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y así lo hizo. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560, y detalles de los misterios de Dios: él entraba a esa comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de los jesuitas les prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.

Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: “Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos”. Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse.

Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto Belarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su pasmosa sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para convencer a los oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día. Los oyentes decían que su rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde lo alto.

Belarmino era un verdadero ídolo para sus numerosos oyentes. Un superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba en Lovaina, escribía luego: “Nunca en mi vida había oído hablar a un hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto”.

Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.

Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.

Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla. Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.

Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice.

Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba “Las controversias”, para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así: “Controversias”. En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: “Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica”.

Los protestantes, admirados de encontrar tanta sabiduría en esas publicaciones, decían que eso no lo había escrito Belarmino solo, sino que era obra de un equipo de muchos sabios que le ayudaban. Pero cada libro lo redactaba él únicamente, de su propio cerebro.

El Santo Padre, el Papa, lo nombró obispo y cardenal y puso como razón para ello lo siguiente: “Este es el sacerdote más sabio de la actualidad”.

Belarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben aceptar títulos elevados en la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de ese reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era un simple sacerdote.

Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las gentes pobres, diciendo: “Las paredes no sufren de frío”.

Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: “Es que fue mi discípulo”.

En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.

En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado.

San Roberto era amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus libros. En 1616, se le confió la misión de amonestar al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban todavía probadas. Galileo, sin renunciar a sus investigaciones, habría ganado mucho si se hubiese atenido a ese consejo.

Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.

Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.

Antiguamente se lo festejaba el 13 de mayo, en la actualidad su fiesta es el 17 de septiembre, día de su nacimiento al Reino de Dios.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=507)

16 septiembre, 2019

Santos Cornelio y Cipriano


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¡Oh!, Santos Cornelio y Cipriano, vosotros, sois los hijos
del Dios de la vida, sus santos y mártires. Ni fieras, ni
reyezuelos, ni emperadores, ni jueces, ni verdugos. Nada, ni
nadie, sobre vuestra fe, fortalecidas hasta el momento supremo
de la entrega de vuestras vidas. Cornelio, que terminasteis
vuestra santa vida en el destierro, dedicado a la oración,
la penitencia y el sufrimiento, todos dedicados a la gloria
del Dios de la vida. Y, vos, Cipriano, que lleno de Dios,
respondisteis antes de entregar vuestra vida: “Yo soy
cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios,
sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra.
A El, rezamos cada día los cristianos”. Y, el juez Valerio,
fuera de sí, ante vuestra repuesta dictó sentencia así: “Ya
que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano
y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que
todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano; queda
condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”.
Y, al escucharlo le dijisteis: “¡Gracias sean dadas a Dios!
¡Gracias sean dadas a Dios!” Y la multitud inmensa y emocionada
gritó: “Que nos maten también a nosotros, junto con él”. Y, os
siguió hasta el lugar de vuestro martirio. Y, vos, Cipriano,
que valiente os vendasteis los ojos, y le dijisteis a vuestro
verdugo, que blandiese sobre vos, su espada. Palabras santas,
y llenas de Dios, que hasta hoy resuenan Cipriano. Y, con vos,
Cornelio, como un “cuerno fuerte”, vuestro nombre y fe, nos
dejasteis, como prueba, de vuestro incondicional amor a Dios.
Vuestros enemigos, juez y emperadores en el averno, y, vosotros,
coronados con corona de luz eterna, como premio a vuestro amor;
¡Oh!, Santos Cornelio y Cipriano, “vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor”.
 
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Septiembre  
San Cornelio y 
San Cipriano Mártires

San Cornelio Papa y Mártir año 253

Cornelio significa: “fuerte como un cuerno”.Este Pontífice fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253. Su Pontificado se vió amargado por la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que por lo tanto el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia.

El hereje afirmaba también que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles. A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde Africa y todos los demás obispos de occidente.

El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir.

San Cipriano Obispo de Cartago y Mártir año 258
A San Cipriano le rogamos que ruegue a Dios para que los que somos seguidores de Cristo, no sintamos nunca vergüenza de ser cristianos, y proclamemos siempre y en todas partes con palabras y buenas obras nuestra santa religión. Este fue el Santo más importante del Africa y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.

Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de Africa) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.

Llegado a la mayoría de edad se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio (celibato se llama a este modo de vivir). A las gentes les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.

Desde su conversión, descubrió Cipriano que la S. Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó con toda su brillante inteligencia a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito, respecto de la Sagrada Escritura. Hizo el sacrificio de renunciar a sus literatos mundanos que tanto le agradaban antes, y en adelante ya nunca citará ni siquiera una frase de un autor que no sea cristiano católico. Escribió un comentario acerca del Padrenuestro, tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.

Fue ordenado sacerdote, y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para ser el nuevo obispo de la ciudad. El se resistía y quería huir o esconderse, pero al fin se dio cuenta de que era inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo: “Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes”. Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.

Un escritor de ese tiempo dejó este retrato de la bondad y venerabilidad de Cipriano: “Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor”.

En el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los cristianos. Le interesaba sobre todo acabar con los obispos y destruir los libros sagrados. Y para que el mal a la religión sea mayor invita a todos los que quieren renegar de la religión cristiana a que quemen incienso ante los dioses y ya con eso quedan perdonados. Muchísimos caen en esta trampa, y con tal de no perder sus bienes, su libertad y su vida misma, queman incienso ante las imágenes de los ídolos paganos, y reniegan de la santa religión.

El mal es inmenso
Cipriano, con gran prudencia, viendo que lo que primero buscan es acabar con todos los jefes de la Iglesia, huye y se esconde, pero desde su escondite envía continuas cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida. Los paganos recorren las calles de Cartago gritando: “Pedimos que Cipriano sea echado a los leones”. Pero no lo lograron encontrar para echarlo a las fieras.

Hubo un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia.

Así preparaba a los creyentes para que en las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran tan fácilmente de sus creencias. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria para prevenir el peligro de apostasías en la próxima persecución que ya se avecinaba. Y sucedió que cuando vinieron después las más espantables persecuciones, los cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los paganos. Y fueron mártires gloriosos.

El año 252, llega la peste de tifo negro a Cartago y empiezan a morir cristianos por centanares y quedan miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedica a repartir ayudas a los que han quedado en la miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronuncia unos de los sermones más bellos que se han compuesto en la Iglesia Católica acerca de la limosna. Todavía hoy al leer tan emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes enseñanzas y fueron generosísimos en auxiliar a las víctimas de la epidemia.

El año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año 157 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:
El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?
Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos.
El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: “¿Es usted el responsable de toda esta gente?
Cipriano: Si, lo soy.
El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.
Cipriano: No lo haré nunca.
El juez: Píenselo bien.
Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: “Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano; queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”.

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!
Toda la inmensa multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto con él”, y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio. Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.

El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.

A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cornelio_y_San_Cipriano.htm)

14 septiembre, 2019

Santa Catalina de Génova



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¡Oh! Santa Catalina de Génova, vos sois la hija del Dios de la Vida,
su amada santa, insigne por el desprecio de lo mundano, caridad
para con los necesitados y enfermos y amante del Dios de la Vida,
fuisteis conocida como modelo de conducta y admirada no sólo
por la Iglesia Católica sino también por otros cristianos. Os dedicasteis
toda vuestra vida al Señor, entregándoos a Él desde muy niña,
con obediencia, santidad y penitencia, cambiando vuestra cama
por el duro piso, y por almohada un tronco. A los doce años tuvisteis
vuestra primera visión del amor de Dios, en la cual Jesús compartió
con vos los sufrimientos de su Santa Pasión. A los trece, decidisteis
abrazar la vida religiosa en el convento de las Hermanas de Nuestra
Señora de la Gracia, pero no aceptaban niñas tan jóvenes, causándoos
una herida en vuestro corazón. A los dieciséis os visteis obligada
casaros por conveniencia. A los cinco años de casada, os sentisteis
abandonada por todos e incluso de Dios, volcándoos hacia la vida
frívola buscando un significado para vuestra vida. En la fiesta de San
Benito, vuestra hermana Limbania, os sugirió un sacerdote confesor,
por medio del cual el Señor os llenó de fortaleza y de Su amor eterno,
caísteis en éxtasis sintiéndoos incapaz de confesar vuestros
pecados, el Señor os mostró vuestra vida como en película y sentisteis
la traición que habíais hecho al amor del Señor, pero también pudisteis
ver a través de las Sagradas Llagas de Jesús, su gran misericordia por
vos y por todos los hombres. Esto os hizo repudiar desde ese momento
el pecado y el mundo y estando en vuestra casa, el Señor se os apareció
ensangrentado, cargando la cruz, y os mostró parte de Su vida y de Su
sufrimiento.  Nuestro Señor en os hizo recostar vuestra cabeza en Su
Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándoos la gracia de poder ver
todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón traspasado.
Por medio de sus constantes oraciones vuestro esposo se convirtió
y aceptó vivir en celibato perpetuo, decidiendo entrar en la orden de
San Francisco, dejando el palacio y vivir en una casa cerca del hospital
donde vosotros servíais a los enfermos, ayudándolos a morir en paz.
El día de la fiesta de la Anunciación, durante la celebración de la Santa
Misa, el Señor os dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día
comenzasteis a comulgar diariamente. Vos, no comíais ni injeríais bebida
alguna durante la cuaresma, alimentándoos únicamente de la Eucaristía.
Durante las celebración de la Santa Misa, vuestro espíritu permanecía
siempre recogido para recibir la Sagrada Comunión, y muchas veces
caísteis en éxtasis, y llorando rogabais a Dios que perdonara vuestros
pecados. Practicasteis sacrificios y penitencias para disciplinar vuestros
sentidos, mortificando todo deseo carnal, absteniéndoos de comer carne
y frutas. Pasabais largas horas en oración para poder llenaros del Señor
y permanecer fuerte en los momentos de tentación. Durante una aparición
el Señor os dijo: “Nunca digas yo deseo, o yo no deseo. Nunca digas mío,
sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino que siempre estés pronta
para acusarte a ti misma”. El” Tratado del Purgatorio”, escrito por Ettore
Vernaza, con palabras vuestras, y que trata de hacer entender la condición
de las almas del Purgatorio, en base a lo que vos habíais aprendido en vuestras
visiones y vuestras experiencias espirituales.  Vos decíais: “que el amor propio
es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia para
traer el mal al mundo”. “La mejor manera de amar al Señor de una forma
plena es olvidándose de uno mismo”.  Y, así, voló vuestra alma al cielo el Día
de la Exaltación de la Cruz, para recibir corona de luz y eternidad. Cuando
más tarde se abrió vuestra tumba, vuestros vestidos estaban descompuestos,
pero vuestro cuerpo estaba intacto, al igual que el día que os enterraron.  
¡Oh!, Santa Catalina de Génova, “vivo amor por el Dios de  la Vida y del Amor”  

 © 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Septiembre
Santa Catalina de Génova  
Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística


Martirologio Romano: En Génova, en la Liguria, de Italia, santa Catalina Fieschi, viuda, insigne por el desprecio de lo mundano, por sus frecuentes ayunos, amor de Dios y caridad para con los necesitados y enfermos. (1510)


Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo de 1737 por el Papa Benedicto XIV.


Breve Biografía

Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi, siendo la quinta hija del matrimonio de James Fieschi y Francesca di Negro de Génova. La familia era de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y cuenta con dos Papas: Inocencio IV y Adriano V.


Catalina fue conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta, admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por otros bautizados.


Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a El desde muy joven. De niña fue muy obediente y en sus actitudes ya sobresalían los deseos por la santidad y la penitencia. Con tan solo ocho años de edad ya mostraba una inclinación particular a la penitencia, cambiando su cama cómoda y lujosa por el duro piso, y su almohada por un áspero tronco.


Al cumplir doce años tuvo su primera visión del amor de Dios, en la cual Jesús compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa Pasión. A los trece años decidió abrazar la vida religiosa en el convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Gracia, donde su hermana Limbania era ya una Religiosa profesa. Habló con el director de la Orden, pero no aceptaban niñas tan jóvenes en la congregación. Esto causó una fuerte herida en el corazón de Catalina, pero no perdió su fe en el Señor.


Cuando su padre murió, se pensó que era necesario mantener el mando político uniendo en matrimonio a los hijos del mismo rango. A la edad de 16 años se vio obligada a casarse en un matrimonio de conveniencia. Su esposo era totalmente opuesto a Catalina, ella piadosa y él, un hombre de mundo que no tenía compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada. Los primeros años de su vida matrimonial fueron muy difíciles.


Catalina, después de haber aguantado muchas infidelidades de parte de su esposo, a los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos y en profunda desolación, incluso de Dios. Volcó su vida a la frivolidad, de fiesta en fiesta, trataba de buscar un significado a su vida. Pero esto no la llenó de paz ni de gozo, mas bien de desesperación y depresión.


Su Conversión

El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta de San Benito, su hermana Limbania le sugirió que fuera donde un sacerdote confesor, ella consintió. Se encontró con un santo confesor por medio del cual el Señor la llenó de gran fortaleza y de Su amor incondicional; cayó en éxtasis y se sintió incapaz de confesar sus pecados. En ese momento el Señor le mostró toda su vida como pasada en una película; pudo ver la traición que ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo tiempo pudo ver a través de las Sagradas Llagas de Jesús, la gran misericordia del Señor por ella y por todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y el amor del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese momento el pecado y el mundo. Ese mismo día, estando en su casa, el Señor se le apareció, todo ensangrentado, cargando la cruz, y le mostró parte de Su vida y de Su sufrimiento. Ella, llena del amor del Señor y triste por los diez años que había desperdiciado no amando al Señor, decidió limpiar su vida y así, empezar una vida nueva en El.


Luego, Nuestro Señor durante otra aparición, hizo recostar la cabeza de Catalina en Su Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándole la gracia de poder ver todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón traspasado.


Por medio de sus constantes oraciones, su esposo se convirtió y aceptó vivir en celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden franciscana terciaria y se trasladaron del palacio a una casa pequeña cerca del hospital, donde servían a los enfermos, ayudándolos a morir en paz. Es allí donde su esposo muere víctima de una enfermedad contagiosa.


Catalina y la Eucaristía

El día de la fiesta de la Anunciación, después de su conversión, durante la celebración de la Santa Misa, en el momento de la Comunión, el Señor le dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día comenzó a comulgar diariamente.


El Señor la invita a estar con El en el desierto

Rememorando los 40 días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía ni injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma y adviento. Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por alguna razón no podía recibir la Eucaristía. El testimonio de que la Eucaristía es Fuente de Vida, se vio sobrenaturalmente manifestado en ella.


Siempre mostró gran reverencia y amor por la Eucaristía. Durante las celebración de la Santa Misa, su espíritu permanecía siempre recogido, sobre todo a la hora de recibir la Sagrada Comunión, muchas veces se le vio caer en éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.


Ella comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo de amor traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros místicos como Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani, Santa Verónica Guliani y el Padre Pío. Esto es el don de la transverberación. Su gran amor por Nuestro Señor en la Eucaristía, la hacía desearlo solamente y únicamente a El.


Sacrificio y mortificación. La Agonía y el Éxtasis

Durante los primero cuatro años, seguidos a su conversión, practicó sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando todo deseo de la carne. Se abstuvo de comer carne y todo tipo de frutas. Dormía sobre objetos puntiagudos que cortaban su piel y le ocasionaban sangramiento. Practicó una fuerte austeridad durante estos años, pero siempre tuvo el cuidado del cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba largas horas en oración para poder llenarse del Señor y permanecer fuerte en los momentos de tentación.


Como todos los santos, dedicó su vida a amar a Dios y al servicio de los hermanos no buscando su propia comodidad y deseos.


La penitencia que Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que nuestro Señor en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas mortificaciones y penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.

Catalina siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con el Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues sabía que por ella misma nada bueno podía hacer. En todo ello veía el gran amor de Dios, rogándole que siempre se hiciera en ella Su voluntad.


Durante una aparición el Señor le dijo: “Nunca digas yo deseo, o yo no deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino que siempre estés pronta para acusarte a ti misma”.


Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos fenómenos extraordinarios en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los cuales ella expresaba en voz alta lo que veía y oía. Las personas que estaban a su lado tomaban cuidadosamente notas y compusieron obras sobre Santa Catalina de Génova. Ninguno de estos textos fue escrito directamente por la Santa, pero expresan fielmente sus experiencias y pensamiento. Entre estas obras está el Tratado del Purgatorio, escrito por Ettore Vernaza con palabras con que la Santa trataba de hacer entender la condición de las almas del Purgatorio, en base a lo que ella había aprendido en sus visiones, pero aún más en base a las experiencias de su propia vida espiritual.


Batalla ente el Amor Divino y su amor propio.

Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía que el amor propio es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia para traer el mal al mundo.


El alma absorbida por el amor propio se dirige a la total ruina espiritual. Sorda y ciega para la Verdad, condena su ser voluntariamente, abriéndose camino al Purgatorio o a la eterna agonía del infierno. Para ella el amor propio causa mayor muerte que la muerte de nuestro propio cuerpo, pues nos aparta del Amor Divino, de la Verdad y de la verdadera Voluntad de Dios. “La mejor manera de amar al Señor de una forma plena es olvidándose de uno mismo”, insistía.


Muerte de Santa Catalina de Génova

Nueve años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma. Nada quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose paulatinamente. Sufrió mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había una sola parte de su cuerpo que no sufriera dolor. Su cuerpo y su espíritu estaban completamente unidos a los sufrimientos de la Pasión de Cristo, aun cuando dormía.


Durante el último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose en una semana lo que se come regularmente en un día y, aunque físicamente estaba padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial paz.


Catalina murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de la Exaltación de la Cruz. Su cuerpo fue enterrado en el hospital donde sirvió por mas de 40 años. Cuando años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos presentaban signos de descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo estaba intacto, igual que el día en que había sido enterrado.


Muchos milagros a partir de su muerte.

Una amiga de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una visión de Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces pidió a los enfermeros del hospital que la trasladaran y la colocaran cerca del cuerpo de Catalina, y que pasaran sobre la parte de su cuerpo que estaba enfermo, un pedazo de tela del vestido de Catalina, en ese instante la amiga de Catalina pidió la intercesión de la santa e inmediatamente fue sanada.


Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia del hospital donde sirvió tantos años. Su nombre original es la Santísima Annunziata, pero se agrega el de Santa Catalina. Originalmente era parte del hospital pero este fue destruido por la guerra mientras que la iglesia fue prodigiosamente salvada. Hoy día la iglesia es mantenida por los frailes franciscanos.


En muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha original designada para recordarla.

(http://es.catholic.net/op/articulos/35386/catalina-fieschi-de-gnova-santa.html#modal)

13 septiembre, 2019

San Juan Crisóstomo


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 ¡Oh!, San Juan Crisóstomo, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, llamado “Crisóstomo”,
que significa “boca de oro”, porque, vuestras prédicas,
riquísimo manjar eran. Vuestra casa, la convertisteis
en monasterio dedicándoos al estudio, la oración
y la penitencia. Marchasteis al desierto por seis años,
a la muerte de vuestra madre a continuar orando,
penitencias haciendo y leyendo la Santa Biblia.
Y, de vuelta a la ciudad, continuasteis predicando, bajo
la guía del Santo Espíritu. Escritor prolijo, trece
libros nos legasteis, que prueba son, de vuestra alma
exquisita y espíritu. Aplauso y llanto y viceversa,
en vuestras prédicas recogíais, prueba de abrir el alma
y el espíritu, para luego, en frutos recoger vivas
conversiones. Y, de la trifulca de los impuestos, al
“Discurso de las estatuas”, que, conmovieron a vuestros
fieles, hicieron de vos, famoso predicador del mundo
de aquél entonces. ¿Castigo? No más a la ciudad,
por vuestros ruegos. Vos, aconsejabais diciendo: “sed
pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario,
y así, buen ejemplo dar, y, con lo que ahorréis, ayudad a
los necesitados”. Con vuestros sermones, atacasteis
toda clase de lujos, en el vestir y en sus mobiliarios
y cuando obró el mal en vos, dijisteis: “¿Qué me destierran?
¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí
cuidando de mí? ¿Qué, me quitan mis bienes? ¿Qué, me
pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué, me
matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro
Jesús, y como Él, daré mi vida por mis ovejas”. Ni bien
salisteis, terremoto en Constantinopla y de terror llenos,
los gobernantes os rogaron que volvieseis, para poner
calma. Y, así fue, pues un inmenso gentío salió a recibiros
emocionado. Pero luego, vuestros enemigos os desterraron
al mar Negro y os trataron brutalmente haciendoos caminar
más de diez kilómetros, con un sol ardiente, lo cual os debilitó
mucho y os sentisteis muy agotado y quedasteis dormido.
Entonces, Basilisco Santo, se os apareció en sueños,
y os decía: “ánimo, Juan, mañana estaremos juntos”.
Y, así, fue. Vos, dijisteis antes de morir: “Sea dada la gloria
a Dios por todo”. Y, luego de haber gastado vuestra
santa vida, en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser, con corona de luz como premio a vuestra
increíble entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh! Santo Patrono de todos los predicadores de la tierra;
¡oh!, San Juan Crisóstomo, “viva boca del Dios de la Vida”.

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Septiembre
San Juan Crisóstomo
Patrono de los predicadores
Año 407

A este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de “Crisóstomo” que significa: “boca de oro”, porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.

Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan. Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: “Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas”.

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.

El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

El emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos “Discursos de las estatuas” que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: “¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?”

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.
Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: “¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas…”

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: “Animo, Juan, mañana estaremos juntos”. Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: “Sea dada gloria a Dios por todo”, quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores. Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando. El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo. Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él. ¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Crisostomo.htm)