23 mayo, 2020

San Desiderio de Langres

 
 Santo del día 23 Mayo – San Desiderio de Langres – Diócesis de ...
 
 ¡Oh!, San Desiderio de Langres, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y que, sintiendo que vuestra
grey, era oprimida por vándalos e impíos de vuestro tiempo,
os dirigisteis a vuestro rey, abogando por ella y obtubisteis
como cruel respuesta vuestra muerte, la misma que os catapultó
hacia la eternidad y la gloria. San Atanasio, os menciona
como participante y subscritor del Concilio de Sárdica. Cuando
os decapitaron, vuestra cabeza la cargasteis y así entrasteis
en la ciudad por una abertura en la roca misma, que, de manera
milagrosa se abrió para dejaros pasar, la misma hasta hoy
existe, como mudo testigo de tan singular milgaro. A vos,
os rinden culto en Francia, Italia, Suiza y Alemania; y sois
patrono de Langres, y muchas iglesias de la diócesis dedicadas
están a vos. Vuestra tumba, está al cuidado de un priorato
benedictino en el centro de Langres. Además, en vuestro honor
se formó una confraternidad, compuesta por reyes y príncipes.
A vos, también os tenemos como seguro intercesor en los partos
difíciles y como testigo de la verdad de un juramento. Santo
Patrono de la ciudad de Langres, hoy, sabéis vos, estáis todo
coronado de luz como premio a vuestra entrega increible de amor;
¡Oh!, San Desiderio de Langres, “viva luz del amor de Cristo”.

 
© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Mayo
San Desiderio de Langres
Obispo y Mártir


Martirologio Romano: En Langres, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, martirio de san Desiderio, obispo, de quien se narra que viendo a su grey oprimida por los vándalos, se dirigió a su rey para suplicar por ella, pero por orden del monarca fue condenado a muerte, ofreciéndose así, libremente, por las ovejas que le habían sido confiadas. († c.355)

Su existencia en el siglo IV está garantizada por San Atanasio, que lo menciona como participante y subscritor del Concilio de Sárdica del año 343; su nombre aparece también en las actas del pseudo-concilio de Colonia del 346. San Desiderio ocupa el tercer lugar en la lista de obispos de Langres (Francia), aunque parece que era procedente de las inmediaciones de Génova, y designado a la sede de Langres de alguna manera milagrosa.

Un clérigo de dicha ciudad, de nombre Varnacario escribió, al inicio del siglo VII, un relato del martirio de San Desiderio, lo hizo basándose en tradiciones locales. Según Varnacario, el obispo Desiderio habría sido decapitado durante una invasión de los vándalos guiados por Croco; es posible que haya aquí una cierta confusión en las tradiciones locales, porque Langres tuvo diversas invasiones bárbaras, y la de los Alemanes comandados por el auténtico Croco (298-307) no coinciden con las fechas de permanencia de Desiderio como obispo de Langres; probablemente la mencionada invasión sea la de los Germanos entre los años 355 – 57, misma que fue repelida por el emperador Juliano el Apóstata.

Una leyenda dice que el santo obispo, después de su decapitación, como tantos otros “cefalóforos” (que cargan sus cabezas), recogió su cabeza y volvió a entrar en la ciudad a través de una apertura de la roca que se abrió para dejarlo pasar; esa abertura sigue siendo exhibida hoy.

El culto de san Desiderio de Langres es indisputablemente anterior al siglo VII, y el Martirologio Jeronimiano lo menciona el 11 de febrero; pero en el siglo XI, por error de un copista, error que luego fue copiado por otros, fue confundido con San Desiderio de Vienne. En la actualidad al Santo Obispo de Vienne se lo recuerda el 26 de mayo, y al de Lagres el 23 del mismo mes.

La ciudad de Langres lo recuerda el 19 de enero, aniversario de la traslación de las reliquias, acaecida en el año 1315. Su culto se difundió no sólo en Francia, sino también en Italia, Suiza y Alemania; es el patrono de la ciudad de Langres, y muchas iglesias de las diócesis están dedicadas a él; su tumba estaba al cuidado de un priorato benedictino en el centro de la ciudad. En 1354 se fundó en su honor una célebre confraternidad de la que formaron parte reyes y príncipes.

A San Desiderio se lo tiene como intercesor en los partos difíciles y como testigo de la verdad de un juramento.

También hoy se celebra a San Marcelo.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

22 mayo, 2020

Santa Rita de Casia


Santa Rita de Casia - ACI Prensa
 
 ¡Oh!, Santa Rita de Casia, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, su amada santa y abogada de los imposibles,
que, con corazón lleno de humildad y presto para beber
la tragedia y el dolor; la miseria moral, material
y social, os revelasteis para alegría de Nuestro Señor
Jesucristo. Obediente y dulce mujer, que, en silencio
sufristeis los excesos de vuestro esposo Pablo, a quien
su alma y corazón cambiasteis, con paciencia y dulzor.
Cuando, a Dios pedisteis, que se llevara a vuestros
hijos, antes de empañar vuestra familia, Dios, os escuchó,
vuestros “incomprensibles ruegos”, para el hombre común,
pero, muy certeros para vos. Y, de pronto, os quedasteis,
sin esposo y sin hijos, y sólo, os quedó, el convento de
las agustinas de Casia, del que, increíblemente, rechazada
fuisteis. Pero, el cielo, no lo hizo jamás, y, a vuestros
tres santos protectores os encomendasteis y les pedisteis
aquél milagro. San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino, ellos mismos os visitaron, y “agustina” os
hicieron, y os dedicasteis a la penitencia, a la oración
y al amor por Cristo crucificado, quien os regaló un estigma
en la frente, que llevasteis por catorce años, en señal de
ser predilecta hija suya. Vos, pedisteis cargar con los
dolores del prójimo para la redención de nuestros pecados.
Y, pasado un tiempo, y cumplida vuestra tarea en esta
tierra, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor y fe.
¡Oh!, Santa Rita de Casia, “vivo amor por el Dios de la Vida”.


© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Mayo
Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda y
Abogada de Imposibles


ORACIÓN

¡Oh! Dios omnipotente, que te dignaste conceder a Santa Rita tanta gracia, que amase a sus enemigos y llevase impresa en su corazón y en su frente la señal de tu pasión, y fuese ejemplo digno de ser imitado en los diferentes estados de la vida cristiana. Concédenos, por su intercesión, cumplir fielmente las obligaciones de nuestro propio estado para que un día podamos vivir felices con ella en tu reino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

21 mayo, 2020

Santos Cristóbal Magallanes

Santos Cristóbal Magallanes, pbro. y compañeros, mártires - Buscar ...
 ¡Oh!, Santos Cristóbal Magallanes, y compañeros mártires,
vosotros, sois los hijos de Dios de la vida y sus amados
santos, y, que, padecisteis los abusos del poder y jamás
os arrepentisteis de pertenecer a Cristo. Unas veces, la
expulsión sufriendo de vuestros hermanos sacerdotes, otras,
la clausura de escuelas y de las obras de beneficencia.
Vos, con la cruz en una mano y el Santo Libro en la otra,
desde el púlpito, con la palabra prístina, la obra, y más
tarde, con el martirio glorioso, defendisteis la fe católica
con coraje, valor y estoicismo. Y, sí, aquella entrega de
amor, recompensa tuvo y, por vuestro actuar elevados al
cielo fueron con vos, veinticuatro hermanos vuestros, que
hoy, con justicia, disfrutan de las dulces alegrías del
cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote; Rodrigo Aguilar
Alemán, Sacerdote; Julio Álvarez Mendoza, Sacerdote; Luis
Batis Sainz, Sacerdote; Agustín Caloca Cortés, Sacerdote;
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote; Atilano Cruz Alvarado,
Sacerdote; Miguel de la Mora de la Mora, Sacerdote; Pedro
Esqueda Ramírez, Sacerdote; Margarito Flores García,
Sacerdote; José Isabel Flores Varela, Sacerdote; David Galván
Bermúdez, Sacerdote; Salvador Lara Puente, Laico; Pedro de
Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote Jesús Méndez Montoya,
Sacerdote; Manuel Morales, Laico; Justino Orona Madrigal,
Sacerdote; Sabas Reyes Salazar, Sacerdote; José María Robles
Hurtado, Sacerdote; David Roldan Lara, Laico; Toribio Romo
González, Sacerdote; Jenaro Sánchez Delgadillo, Sacerdote;
David Uribe Velasco, Sacerdote y Tranquilino Ubiarco Robles,
Sacerdote. Venustiano Carranza, firmante de la constitución
rabiosa y anticlerical y Plutarco Elías Calles, perseguidores
cual imperio romano, “gozan” hoy, a decir verdad, del fuego
eterno del infierno por su obra de maldad. Pero, así, como
Jesús, hace más de dos mil años, su vida entregara por
salvarnos del pecado, vosotros lo habéis imitado hasta
el martirio mismo de la muerte. Y, la Santísima Trinidad
con creces, os premió para brillar con justicia, coronados
de luz y eternidad. ¡Oh, increíbles mártires mexicanos!
¡oh!, San Cristóbal y compañeros, “vivos mártires de la fe”.


© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Mayo
San Cristóbal Magallanes y compañeros
25 Mártires Mexicanos


En 1917 fue promulgada en México una nueva Constitución, firmada por el presidente Don Venustiano Carranza. estaba inspirada en principios anticlericales y provocó una era de violenta persecución religiosa.

En 1926, bajo la presidencia de Don Plutarco Elías Calles, la persecución se hace más violenta, con la expulsión de algunos sacerdotes, la clausura de escuelas privadas y de obras de beneficencia.

“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”, dijo San Cristóbal Magallanes, el líder de los 25 mártires mexicanos cuyas historias inspiraron la película Cristiada.

San Cristóbal Nació en 1869 (México) en una Familia muy humilde y trabajó en el campo hasta los 19 años. Ingresó al seminario de Guadalajara donde se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.

Se desempeñó como capellán y subdirector de la escuela de artes y oficios en Guadalajara. Organizó centros de catecismos, escuelas en las rancherías y fundó un asilo para huérfanos. Fue párroco de Totatiche por 17 años.

Un 21 de mayo de 1927 San Cristóbal Magallanes se dirigió a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en un rancho, cuando se produce una balacera entre cristeros y fuerzas federales. El sacerdote fue arrestado y conducido a Totatiche, donde es encarcelado con su vicario, el P. Caloca.

Son trasladados al palacio municipal de Colotitlán y el 25 de mayo de 1927 fueron sacados al patio para ser fusilados. El P. Magallanes al ver un poco nervioso a su compañero, le dijo: “Tranquilízate hijo, solo un momento y después el cielo”.

Ambos se dieron la absolución mutuamente y fueron asesinados mientras el P. Caloca exclamaba: “Por Dios vivimos y por Él morimos”. San Juan Pablo II los canonizó el 21 de mayo del año 2000 junto a 23 mártires, entre ellos tres laicos.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.


Los 25 santos canonizados el 21 de Mayo del 2000 fueron:


Cristóbal Magallanes Jara, Sacerdote
Román Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustín Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramírez, Sacerdote
Margarito Flores García, Sacerdote
José Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galván Bermúdez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesús Méndez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
José María Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo González, Sacerdote
Jenaro Sánchez Delgadillo Laico
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=7102)

20 mayo, 2020

San Bernardino de Siena


San Bernardino de Siena - ACI Prensa
 
¡Oh!, San Bernardino de Siena, vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que, desde los “Devotos de
Nuestra Señora”, os dedicasteis a obrar en caridad pura
y preparabais a las gentes para el buen morir. “Voy a visitar
a una personita de la cual estoy enamorado”. Decíais vos,
y vuestro secreto amor, Nuestra Señora era, a quien le rezabais
con gran amor y fe. Pedisteis a Nuestro Señor y a su Santa
Madre, el poder dedicaros con pasión a evangelizar. Y, así
fue y Ella, nunca os abandonó y siempre estaba con vos.
Y, vuestra voz, que, de débil, en potente y agradable se
tornó, os posibilitó que predicarais en los campos, pueblos
y ciudades. “Temblad tierra entera, al ver que la criatura se
ha atrevido a ofender a su Creador”. Vos, decíais y todas las
gentes, arrepentidas lloraban. Vuestros estandartes mucho
dicen de vos, y, las tres letras JHS: Jesús, Hombre, Salvador,
señeras ondean en el tiempo, en palacios, casas y campos.
Predicación, ayunos, penitencia y milagros constantes, vuestra
vida fue. Y, vos, erais tan humilde, que, como simple discípulo,
escuchabais las clases del buen predicar de afamados maestros,
que enseñaban cómo hablar bien en público, ya entrado en
años. Vuestras predicaciones de milagros y prodigios eran
seguidos. Y, en Siena, vuestra tierra, divisiones y peleas había,
y para allá, les predicasteis, y volvió la paz. Y, así, vos, por los
pueblos predicando a Dios, viajabais con poca salud, pero, con
entusiasmo. Un día, os sentisteis débil y, al llegar al convento
de los franciscanos en Aquila, voló, vuestra alma al cielo,
para, “predicando” desde allá seguir, coronado,con corona de luz,
como premio a vuestra entrega de amor y fe.¡Aleluya!¡Aleluya!
Fiel “Propagador de la Devoción al Santísimo Nombre de Jesús”;
¡oh!, San Bernardino de Siena, “vivo predicador del Dios Vivo”.
 

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Mayo
San Bernardino de Siena,
Predicador
(Año 1444)


Suplícale al buen Dios y pídele a la Virgen Santísima, que nos envíe muchos y muy buenos predicadores, como tú. Ay de mí si no propago el evangelio. (San Pablo).

San Bernardino fue el más famoso predicador del 1400 y sus sermones sirvieron de modelos de predicación para muchos oradores en los siglos siguientes.

Nació cerca de Siena en Italia en el año 1380. Su padre era gobernador. El niño quedó huérfano de padre y madre a los siete años. Dos tías se encargaron de su educación y lograron formarlo lo mejor posible en ciencias religiosas y darle una educación muy completa. Sus estudios de bachillerato los hizo con tal dedicación que obtuvo las mejores notas.

Era muy simpático en el trato y las gentes gozaban en su compañía. Pero cuando oía a alguien que empleaba un vocabulario grosero y atrevido le corregía con toda valentía, para que abandonara esa mala costumbre.

Era muy bien parecido y un día un compañero lo incitó a cometer una acción impura. Bernardino le respondió dándole una sonora bofetada. Otro día un estudiante invitó a los compañeros del curso a cometer impurezas y Bernardino los animó a todos contra el impuro y le lanzaron barro y basura por la cara hasta hacerlo salir huyendo. Pero en el resto de su vida Bernardino fue siempre un modelo de amabilidad y bondad.

De joven se afilió a una asociación piadosa llamada “Devotos de Nuestra Señora” que se dedicaba a hacer obras de caridad con los más necesitados. Y sucedió que en el año 1400 estalló en Siena la epidemia de tifo negro. Cada día morían centenares de personas y ya nadie se atrevía a atender los enfermos ni a sepultar a los muertos, por temor a contagiarse. Entonces Bernardino y sus compañeros de la asociación se dedicaron a atender a los apestados. Trabajaban de día y de noche. Bernardino preparaba muy bien a los que ya se iban a morir, para que murieran en paz con Dios y bien arrepentidos de sus pecados. Y como por milagro, este grupo de jóvenes se libró del contagio de la peste del tifo. Pero cuando pasó la enfermedad, Bernardino estaba tan débil y sin alientos, que estuvo por varios meses postrado en cama, con alta fiebre. Esto le disminuyó mucho las fuerzas de su cuerpo, pero le sirvió enormemente para aumentar la santidad de su alma.

Cuando ya recobró otra vez su salud, de vez en cuando se alejaba de casa y a quienes le preguntaba a dónde se dirigía les respondía: “Voy a visitar a una personita de la cual estoy enamorado”. La gente creía que era que se iba a casar, pero un día sus tías le siguieron los pasos y se dieron cuenta de que se iba a una ermita donde había una estatua de la Virgen Santísima y allí le rezaba con gran fervor.

En el año 1402 entró de religioso franciscano. Lo recibieron en un convento cercano a su familia, pero como allí iban muchos amigos a visitarlo pidió que lo enviaran a otro más alejado y donde la disciplina era muy rígida, y así en el silencio, la oración y la mortificación se fue santificando.

Nuestro santo nació el día de la fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen, el 8 de septiembre. Y en esa misma fecha recibió el bautismo. Y también un 8 de septiembre recibió el hábito de franciscano y en ese gran día de la Natividad de Nuestra Señora recibió la ordenación sacerdotal (en 1404). Fue pues siempre para él muy grata y muy significativa esta santa fecha.

Los primeros 12 años de sacerdocio los pasó Bernardino casi sin ser conocido de nadie. Vivía retirado, dedicado al estudio y la oración. Dios lo estaba preparando para su futura misión.

Ni la voz ni las cualidades oratorias le ayudaban a Bernardino para tener éxito en la predicación. Entonces se dedicó a pedir a Nuestro Señor y a la Sma. Virgen que lo capacitaran para dedicarse a evangelizar con éxito y de pronto Dios le envió a predicar. Y esto sucedió de un modo bien singular. Durante tres días seguidos, estando rezando todos los religiosos por la mañana, de pronto un joven novicio, sin poder contenerse, interrumpió la oración y le dijo: “Hermano Bernardino: no ocultes más las cualidades que Dios te ha dado. Vete a Milán a predicar”. Iguales palabras le fueron dichas cada uno de los tres días. Todos consideraron que esto era una manifestación de la voluntad de Dios y le aconsejaron que se fuera a la gran ciudad a predicar la Cuaresma. Y los éxitos fueron impresionantes. Las multitudes empezaron a asistir en inmensas cantidades a sus sermones. Al principio le costaba mucho hacerse oír a lo lejos pero le pidió con toda fe a la Virgen Santísima y Ella le concedió una voz potente y muy sonora (en vez de la voz débil y desagradable que antes tenía).

Y desde 1418 hasta su muerte, por 26 años Bernardino recorre pueblos, ciudades y campos predicando de una manera que antes la gente no había escuchado. Se levantaba a las 4 de la mañana y durante horas y horas preparaba sus sermones. Y el efecto de cada predicación era un entusiasmarse todos por Jesucristo y una gran conversión de pecadores. Muchísimos terminaban llorando de arrepentimiento al escuchar sus palabras. Cuando su voz potentísima gritaba en medio de la silenciosa multitud: “Temblad tierra entera, al ver que la criatura se ha atrevido a ofender a su Creador”, a las gentes les parecía que el piso se movía debajo de sus pies y empezaban a llorar con gran arrepentimiento. Casi siempre tenía que predicar en las plazas y campos porque en los templos no cabía la gente que deseaba escucharle.

Recorrió todo su país (Italia) a pie, predicando. Cada día predicaba bastantes horas y varios sermones. A todos y siempre les recomendaba que se arrepintieran de sus pecados y que hicieran penitencia por su vida mala pasada. Atacaba sin compasión los vicios y las malas costumbres e invitaba con gran vehemencia a tener un intenso amor a Jesucristo y la Virgen María.

Por todas partes llevaba y repartía un estandarte con estas tres letras: JHS (Jesús, Hombre, Salvador) e invitaba a sus oyentes a sentir un gran cariño por el nombre de Jesús. Donde quiera que San Bernardino predicaba, quedaban muchos estandartes en palacios y casas con sus tres letras: JHS.

En Polonia predicó contra los juegos de azar y las gentes quemaron todos los juegos de azar que tenían. Un fabricante de naipes se quejó con el santo diciéndole que lo había dejado en la ruina, y él aconsejó: “Ahora dedíquese a imprimir estampas de Jesús”. Así lo hizo y consiguió más dinero que el que había logrado conseguir imprimiendo cartas de naipe.

Los envidiosos lo acusaron ante el Papa diciendo que Bernardino recomendaba supersticiones. El Papa le prohibió predicar, pero luego lo invitó a Roma y lo examinó delante de los cardenales y quedó tan conmovido el Sumo Pontífice al oírle sus predicaciones, que le dio orden para que pudiera predicar por todas partes.

Durante 80 días predicó en Roma e hizo allí 114 sermones con enorme éxito. El Papa quiso nombrarlo arzobispo, pero el santo no se atrevió a aceptar. Entonces lo nombraron superior de los franciscanos, porque era el que más vocaciones había conseguido para esa comunidad.

Cuando Bernardino entró en la comunidad de franciscanos observantes, solamente había en Italia 300 de estos religiosos. Cuando él murió ya había más de 4,000.

Los grandes sacrificios que tenía que hacer para predicar tantas veces y en tan distintos sitios, y los muchos ayunos y penitencias que hacía, lo fueron debilitando notoriamente. En su rostro se notaba que era un verdadero penitente, pero esta misma apariencia de austero y mortificado, le atraía más la admiración de las gentes. El único lujo que aceptó en sus últimos años, fue el de un borriquillo, para no tener que hacer a pie todos sus largos viajes.

Era tal su deseo de progresar en el arte de la elocuencia y del buen predicar, que donde quiera que sabía que había un buen predicador, se iba a escucharlo y aún ya lleno de años, se sentaba como simple discípulo para escuchar las clases de los maestros afamados que enseñaban cómo hablar bien en público.

Y acompañaba sus predicaciones con admirables milagros y prodigios. En su ciudad natal, Siena, había muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó 45 sermones que devolvieron la paz a toda esa región. Uno de los oyentes logró copiar esos sermones y se conservan como una verdadera joya de la elocuencia sagrada, donde se combinan la teología con los consejos prácticos y la agradabilidad con la profundidad. Verdaderamente Bernardino era un gran maestro de oratoria.

En 1444, mientras viajaba por los pueblos predicando, con muy poca salud pero con un inmenso entusiasmo, se sintió muy débil y al llegar al convento de los franciscanos en Aquila, murió santamente el 20 de mayo.En su sepulcro se obraron numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición de todo el pueblo, lo declaró santo en 1450 a los 6 años de haber muerto.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bernardino_siena_5_20.htm)

19 mayo, 2020

San Celestino V, Papa

 San Celestino V
 
¡Oh!, San Celestino V, vos, sois, el hijo del Dios de la Vida,
y su amado santo, que renunciasteis a vuestro cargo. Dijisteis
a vuestra madre de pequeño: “Mamá, yo te daré la alegría de
consagrarme a Dios”. Y, así fue. Vuestra vida, en medio del retiro
y la soledad pasó, para y rezar y meditar porque el sielencio
amabais, y la vida mundana os molestaba, y, en una celda
estrecha, en la que apenas cabíais de lado, pasasteis dos años
en soledad. Ordenado sacerdote, sentíais mucho temor cuando
celebrabais la Santa Misa, porque os creíais muy indigno.
y consultasteis a un anciano ermitaño y el os respondió: “¿Y
quién es digno de celebrar la Misa? Celebre cada día, pero
celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al santo
sacrificio”. Al oirlo, se os fueron vuestros temores y pesares.
Muchos hombres, con el deseo hacer penitencia y santidad
os acompañaron muy cerca de donde morabais, para recibir de
vos, vuestras enseñanzas, llegando con el tiempo a tener catorce
conventos. Vuestra fama y los milagros que obteníais por medio
de vuestras oraciones, os hicieron muy conocido en aquellos
lugares de vuestro tiempo. Un día, vos, mismo reconocisteis
que había sido un error el aceptar el cargo de Papa, y queriendo
renunciar, publicasteis un decreto, declarando que el Sumo
Pontífice sí puede renunciar. Y, sólo así, os despojasteis de
vuestros santos ornamentos pontificios y os vestisteis de simple
monje, marchando a la soledad que tanto amabais. Fuisteis cinco
meses Sumo Pontífice. Pero, sucedió que vuestro sucesor, el Papa
Bonifacio Octavo, al ver tenía gente en su contra y otro a favor
de vos, os pidió, que volvieseis otra vez a la ciudad, para
apaciguar los ánimos. Vos, terminasteis preso por dos años
dedicado a rezar y meditar. “Lo que yo siempre deseaba era
tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo
para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa
celda, me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”. Y, claro,
un día cualquiera voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz como premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Celestino, “Viva Misa con temor y temblor de Dios”.



© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Mayo
San Celestino V
Pontífice renunciante
Año 1296


San Celestino V: recuérdanos a nosotros que vamos a encontrarmayor paz y tranquilidad dedicándonos a orar y meditar en silencio, que gastando nuestro tiempo en demasiadas actividades materiales.

Este santo se hizo famoso porque ha sido el único Papa que ha renunciado a su cargo. Nació en 1215 en los Abruzos, Italia, Él mismo en su autobiografía narra cómo eran sus padres. Dice así: “Mis padres eran muy santos a los ojos de Dios y muy estimados por los vecinos a causa de su excelente comportamiento. Daban muchas limosnas y recibían siempre muy bien a los pobres que llegaban a pedir ayudas. Tuvieron doce hijos, como el Patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de sus descendientes lograra llegar al sacerdocio”. Pedro fue el último de los 12 hijos, y el que llegó a ser sacerdote.

Su madre se entristecía porque ninguno de sus hijos mayores mostraba inclinación hacia el sacerdocio o hacia la vida religiosa pero el niño menor le decía: “Mamá, yo te daré la alegría de consagrarme a Dios”. Viendo la mamá que Pedro tenía una gran inteligencia y muy buenas cualidades para el estudio, se propuso hacerlo estudiar, aunque toda la familia se oponía a ello, y aunque tuvo que hacer muchos sacrificios para lograr costearle sus estudios. Él dice en su autobiografía que el primer libro que logró leer de corrido fue el de Los Salmos, y este fue para toda su vida el libro preferido para leer y meditar cada día y todos los días.

Pedro, que luego se llamó Celestino (nombre que significa: “inclinado hacia lo que es del cielo”) era estudiante “diferente” a los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay trago y bailes y pecado. Al final, cuando ya tenía 20 años supo que en una montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar.

Se construyó una celda tan estrecha que apenas cabía de pie o acostado. Y allí se estuvo tres años en la más estricta soledad. Al principio todo eran consolaciones y alegrías espirituales, pero luego empezaron a llegarle terribles tentaciones que no lo dejaban en paz ni de día ni de noche. Era el ataque de los enemigos del alma para hacerle desistir de su vocación a la santidad. Afortunadamente a base de oración y de mortificación y de consultar de vez en cuando a su director espiritual, logró vencer.

Fue ordenado de sacerdote, pero sentía mucho temor a celebrar la Santa Misa porque se creía indigno. Consultó entonces a un anciano ermitaño el cual le respondió: “¿Y quién es digno de celebrar la misa? Celebre cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al santo sacrificio”. Al oír esta respuesta se le fueron sus temores.

Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y de conseguir la santidad se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino, para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener 14 conventos bajo su dirección. Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.

Había muerto el Papa Nicolás IV y los cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice. Al fin se les ocurrió una idea: elegir como Papa a un santo monje. Y eligieron a Celestino. Y un día, cuando él menos lo imaginaba, llegaron al monte donde habitaba, varios prelados a comunicarle tan grande noticia. Su susto fue espantoso y se echó a llorar. Pero las gentes lo aclamaban como el mejor para ese cargo.

Celestino tenía 80 años. A su coronación como Pontífice asistieron más de 200,000 personas. La veneración hacia él era tan grande que tenía que pasar días enteros en la ventana impartiendo bendiciones a las multitudes que llegaban a visitarlo. La entrada solemne la hizo cabalgando en un burrito, cuyas riendas eran llevadas por dos reyes Carlos de Anjou y Carlos de Hungría. Era el año 1294.

Pero pronto se dio cuanta Celestino de qué el no estaba preparado para tan difícil cargo ni tenía cualidades para ello. No conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano. No sabía hablar bien el latín en el cual se redactan los documentos pontificios. No tenía la suficiente pericia para no dejarse engañar, y así como era tan sin malicia y tan generoso, muchos aprovechaban de que concedía cuanto se le pedía, y llegó el caso de que nombró hasta tres personas distintas para un mismo cargo.

Y para acabar de completar, como su inclinación era a la oración, a la meditación y al silencio, mandó que le construyeran una celda de monje en el Palacio Pontificio, y allí se dedicaba por horas y horas a la oración y a la meditación, y mientras tanto no había quien despachara los asuntos en las oficinas del Pontífice.

Y él mismo reconoció que había sido un error el aceptar el cargo de Papa y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha sucedido en la historia de la Iglesia, de que un Papa renuncie a su cargo. Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de todos sus ornamentos pontificios y se vistió de simple moje, y se propuso irse otra vez a la soledad a hacer oración. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas había sido Pontífice durante cinco meses.

Pero sucedió que su sucesor, el Papa Bonifacio Octavo, al sentir que se formaba en Roma un gran partido en su contra y a favor de Celestino, mandó que volviera otra vez a la ciudad, para apaciguar los ánimos. El santo, que no quería saber ya nada más de esos asuntos materiales salió huyendo, pero fue puesto preso y llevado a un castillo donde lo encerraron como prisionero. Por dos años estuvo allí dedicado a rezar y meditar. Cuando algunos se quejaban de que lo tuvieran encerrado decía: “Lo que yo siempre deseaba era tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”. Murió santamente en mayo de 1206 y fue declarado santo en 1313.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Celestino_V.htm)

17 mayo, 2020

Domingo VI (A) de Pascua


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Día litúrgico: Domingo VI (A) de Pascua Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Jn 14,15-21): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él».
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«Yo le amaré y me manifestaré a él»

P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)

Hoy, Jesús —como lo hizo entonces con sus discípulos— se despide, pues vuelve al Padre para ser glorificado. Parece ser que esto entristece a los discípulos que, aún le miran con la sola mirada física, humana, que cree, acepta y se aferra a lo que únicamente ve y toca. Esta sensación de los seguidores, que también se da hoy en muchos cristianos, le hace asegurar al Señor que «nos os dejaré huérfanos» (Jn 14,18), pues Él pedirá al Padre que nos envíe «otro Paráclito» (Auxiliador, Intercesor: Jn 14,16), «el Espíritu de la verdad» (Jn 14,17); además, aunque el mundo no le vaya a “ver”, «vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis» (Jn 14,19). Así, la confianza y la comprensión en estas palabras de Jesús suscitarán en el verdadero discípulo el amor, que se mostrará claramente en el “tener sus mandamientos” y “guardarlos” (cf. v. 21). Y más todavía: quien eso vive, será amado de igual forma por el Padre, y Él —el Hijo— a su discípulo fiel le amará y se le manifestará (cf. v. 21).

¡Cuántas palabras de aliento, confianza y promesa llegan a nosotros este Domingo! En medio de las preocupaciones cotidianas —donde nuestro corazón es abrumado por las sombras de la duda, de la desesperación y del cansancio por las cosas que parecen no tener solución o haber entrado en un camino sin salida— Jesús nos invita a sentirle siempre presente, a saber descubrir que está vivo y nos ama, y a la vez, al que da el paso firme de vivir sus mandamientos, le garantiza manifestársele en la plenitud de la vida nueva y resucitada.

Hoy, se nos manifiesta vivo y presente, en las enseñanzas de las Escrituras que escuchamos, y en la Eucaristía que recibiremos. —Que tu respuesta sea la de una vida nueva que se entrega en la vivencia de sus mandamientos, en particular el del amor.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2020-05-17)

16 mayo, 2020

San Ubaldo Baldassini de Gubbio


 San Ubaldo Baldassini de Gubbio | Luis Ernesto Chacón Delgado
 
 ¡Oh!, San Ubaldo Baldassini de Gubbio, vos, sois el hijo
del Dios de la Vida y su amado santo, que os entregasteis
a reformar la vida en común de vuestros clérigos.
De cuna noble, perdisteis a vuestro padre cuando
erais joven aún y de vuestra educación el prior de la Iglesia
Catedral se encargó, donde más tarde fuisteis canónigo
regular. Desde siempre, quisisteis a Dios servir y por
ello, pasasteis al monasterio de San Segundo, donde
permanecisteis un tiempo. Vuestro obispo os llamó
y regresasteis al monasterio de la Catedral, donde os
hicieron prior. Más tarde, el Papa Honorio II, os nombró
Obispo de Gubbio, donde os distinguisteis por vuestro
gobierno pastoral, por vuestra gran paciencia y la
 frugalidad de vuestra santa y ejemplar vida. Vuestra
presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico
Barbarroja. Tanta es la devoción hacia vos en toda
la Umbria y especialmente en Gubbio, donde en todas
las familias hay al menos algún miembro con el
nombre de Ubaldo. Todo lo que sabemos de vos, fue
escrita por Teobaldo, vuestro sucesor en vuestra sede.
Pusisteis en práctica las virtudes de un fiel seguidor
de los apóstoles, sobre todo en la mansedumbre y la
paciencia con la que soportabais las injurias y afrentas
como si fuerais insensible a ellas. Defendisteis a vuestra
grey de los peligros públicos de aquél tiempo: el saqueo
de Federico Barbarroja, que nunca osó realizar por
vuestra presencia. Un día de Pascua, estabais enfermo
y os levantasteis a celebrar la Misa, predicasteis y disteis
la bendición. Al terminar os sentíais débil y os llevaron
a vuestro lecho, del cual ya no os levantasteis jamás.
Y, así, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Ubaldo de Gubbio; “vivo, Apóstol del Dios Vivo”.



© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Mayo
San Ubaldo Baldassini de Gubbio
Obispo


Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría, Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)

Nacido de noble cuna en Gubbio, Umbría, Italia. Perdió a su padre cuando era muy joven, fue educado por el prior de la Iglesia Catedral de su ciudad natal, donde fue canónigo regular.
Deseando servir a Dios con mayor regularidad,pasó al monasterio de San Segundo de la misma ciudad, donde permaneció algunos años. Llamado de vuelta por su obispo regresó al monasterio de la Catedral, donde fue hecho prior.

Fue nombrado obispo de Gubbio por el papa Honorio II. Durante su gobierno pastoral se distinguió por su gran paciencia y la notable frugalidad de su vida.

Su presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico Barbarroja. Murió el año 1160.
El día 16 de mayo se celebra la festividad de San Ubaldo, siendo el patrón de Gubbio, también se celebra su festividad en Jessup, Pennsylvania, Estados Unidos.

La devoción hacia el santo es muy grande en toda la Umbria y especialmente en Gubbio, donde en todas las familias hay al menos algún miembro con el nombre de Ubaldo. La festividad de su patrón se celebra por los habitantes con gran solemnidad.
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fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler
Felizmente poseemos una excelente biografía de san Ubaldo Baldassini, obispo de Gubbio, escrita por Teobaldo, su sucesor en la sede. Ubaldo pertenecía a una noble familia de Gubbio. Quedó huérfano a temprana edad; su tío, el obispo de la ciudad, se encargó de educarle en la escuela de la catedral.

Ubaldo recibió la ordenación sacerdotal al terminar sus estudios. Aunque era muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que llevase a cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada era el escándalo de la ciudad. La tarea no era fácil, pero Ubaldo logró convencer a tres de los canónigos para que formasen una comunidad. Con el propósito de familiarizarse con la vida en común de los canónigos regulares, Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que Pedro de Honestis había fundado en el territorio de Ravena. A su regreso estableció en Gubbio las mismas reglas y, al poco tiempo, las aceptó todo el capítulo.

Algo más tarde, un incendio consumió la casa de los canónigos y Ubaldo aprovechó la ocasión para trasladarse a Fonte Avellano y consultar a Pedro de Rímini, pues tenía la intención de retirarse a la soledad. Pero el siervo de Dios le hizo ver que se trataba de una tentación muy peligrosa y le exhortó a volver a ocupar el puesto que Dios le había señalado para bien de los demás. Ubaldo retornó, pues, a Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo floreció más que nunca.

En 1126, el santo fue elegido obispo de Perugia, pero se escondió para que los delegados de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese rehusar el cargo. El Papa accedió a su petición, pero dos años después, quedó vacante la sede de Gubbio y el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.

El santo practicó todas las virtudes dignas de un sucesor de los Apóstoles, pero se distinguió sobre todo por la mansedumbre y paciencia con que soportaba las injurias y afrentas, como si fuese insensible a ellas. En cierta ocasión, los obreros que reparaban las murallas de la ciudad, penetraron en la viña de san Ubaldo y dañaron las plantas. Al ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor cuidado; pero el capataz, que probablemente no le reconoció, le propinó un empellón con el que le hizo caer en un charco de mortero. San Ubaldo se levantó cubierto de lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que se castigase al capataz. La gran indignación popular estaba a punto de ejecutar un castigo brutal contra el capataz, cuando se presentó san Ubaldo en la corte y manifestó que, como se trataba de una ofensa cometida contra un miembro del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo. Después, se acercó al acusado, le dio el beso de paz en señal de reconciliación, rogó a Dios que le perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese cometido en su vida y pidió al juez que dejera en libertad al reo.

El santo defendió, repetidas veces, a su grey contra los peligros públicos. El emperador Federico Barbarroja había saqueado Espoleto y amenazaba con caer sobre Gubbio. San Ubaldo salió al encuentro del emperador y consiguió que desistiese de su propósito. Durante los dos últimos años de su vida, el santo obispo tuvo una serie de enfermedades que le hicieron sufrir mucho; pero todo lo soportó con heroica paciencia. El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo, se levantó a celebrar la misa, predicó y dio la bendición al pueblo para que no quedase decepcionado. Al terminar estaba tan débil, que debió ser trasportado a su lecho, del que ya no se levantó. El día de Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para despedirse del que cada uno consideraba como a un padre. San Ubaldo murió el 16 de mayo de 1160. La multitud que acudió a sus funerales, desde muy lejos, fue testigo de los numerosos milagros que Dios obró en su tumba.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=9778)