

¡Oh!, Beato Timoteo Giaccardo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y, su amado santo, que, a vuestros discípulos
de la Pía Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio
instruisteis a través de los Medios de Comunicación
Social. Os llamaban el “Señor Maestro”. Y, con ese nombre
os quedasteis hasta el final de vuestra vida. Vos,
fuisteis el primer sacerdote paulino y también su Vicario
General, porque Dios lo quiso así. “Yo, en la Congregación,
no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de
educar, plantar e integrar nuestra “Sociedad de San Pablo”,
en la Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre
la apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia
de Dios en asistirme para llevar a cabo este ministerio”.
Y ello, en vuestro diario así dejasteis constancia, y, como
hijo espiritual transmitisteis y profundizasteis la herencia
“alberoniana”, sin que, jamás, nunca el cansancio y la fatiga
os doblegara. “Me parece ver claro que se define cada vez
más este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer
penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer
Maestro. Y, yo, acepto con espíritu de humildad este ministerio,
con ánimo dócil, afectuoso, sincero”. Fuisteis, amado, escuchado,
seguido y venerado dentro y fuera, y además el maestro que,
a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que
aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración
iluminada y ferviente. Así, erais vos, y os volcasteis a
sí mismo, en cada corazón de Sacerdotes, discípulos,”Hijas
de San Pablo”, “Pías Discípulas”, “Pastorcitas”; y de cuantos
os conocieron en vuestras relaciones espirituales, sociales
y económicas. Vos, fuisteis el primer sacerdote que escribisteis
y publicasteis un libro con el título de “María Reina
de los Apóstoles”, dedicado a la Patrona de la Familia Paulina.
“El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado
“todo” y a “todos” mediante el Apostolado de las Ediciones. El
Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados,
sostenerlos todos, vivificarlos todos, abarcarlos todos,
ejercerlos todos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la
gloria de Cristo, Divino Maestro”. “En servicio de Cristo
Eucaristía, se busca y se elige lo mejor. Así, al servicio
de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de mejor
producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio
sagrado”. Decíais vos. Y, así, después de haberos gastado en
buena lid, voló vuestra alma para ser coronada de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, Beato Timoteo Giaccardo, “viva voz y palabra del Dios Vivo”.
© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Octubre
Beato Timoteo Giaccardo
Sacerdote
Martirologio Romano: En Roma, beato Timoteo (José)
Giaccardo, presbítero, que instruyó a muchos discípulos en la Pía
Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio por medio de los
instrumentos de comunicación social (1948).
Fecha de beatificación: 22 de octubre de 1989 por el Papa Juan Pablo II.
Nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. Fue
bautizado el mismo día, con los nombres de José y Domingo. Jovencito
aún, se encontró con el P. Santiago Alberione, quien lo encaminó hacia
el seminario diocesano de Alba.
La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas
necesidades de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de
evangelización. En consecuencia, con el consentimiento de su obispo, en
el 1917, con 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente
Sociedad de San Pablo, siendo encar-gado por el P. Alberione como
maestro de los primeros aspirantes a paulinos. Lo llamaban el Señor
Maestro, y con ese nombre se quedó.
Las condiciones históricas eran tales que parecía irrealizable se
concediera el sacerdocio ministerial a los jóvenes del P. Alberione. La
mayoría del clero diocesano veía posible que fueran ordenados los
primeros paulinos, llamados por broma “los curas del mono y de la
campera”. El mismo clérigo Giaccardo, del seminario diocesano, al
presentarse al obispo para pedirle poder integrarse en la Sociedad de
San Pablo, escuchó la seca pregunta: “¿Estás dispuesto a renunciar a tu
hábito clerical y al sacerdocio?”. Con dolor en el corazón, pero sin
titubear, aceptó esas condiciones, y las ofreció a Dios por medio de
María con tal de seguir la vocación paulina que él sentía clarísima.
El P. Alberione, firme en su fe y confianza, espera en silencio y en
oración que Dios hiciera resonar la hora de la aprobación canónica de la
Congregación y de la ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados
al ministerio de la predicación mediante la palabra escrita. Y así, ante
la sorpresa y el estupor de todos, pudo ver a su clérigo Giaccardo
ordenado sacerdote, en 1919, por su mismo obispo, quien anteriormente le
había pedido la renuncia al hábito y al sacerdocio si quería ser
paulino. Y además, su ordenación se adelantó a la edad canónicamente
requerida, mediante la oportuna dispensa, debido también a una
imprevista circuístancia: para que su madre, enferma de gravedad, lo
viera ordenado sacerdote antes de morir.
Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la
Sociedad de San Pablo. Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede
conciliar la más alta perfección con la más intensa actividad
apostólica. “Modelo para todos los sacerdotes paulinos”, como declaró el
Fundador.
Él fue para el Beato Alberione como el “hijo de la promesa”, a
semejanza de Isaac para Abrahán. En él podía el Fundador ver su
descendencia y reconocer la primera realización de la promesa. Con la
ordenación de Giaccardo la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia
mediante el sacerdocio apostólico, en sintonía con el mandato de Jesús:
“Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos en todas las naciones”.
La ordenación sacerdotal del P. Giaccardo marcó una fecha histórica
para la Familia Paulina por otra razón: él era el primer sacerdote
paulino ordenado expresamente para un ministerio nuevo en la Iglesia.
Así la predicación realizada con los medios de comunicación social
quedaba implícitamente considerada como verdadera evangelización. Lo que
el Concilio Vaticano II sancionaría medio siglo más tarde en el decreto
“Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P.
Giaccardo.
El padre Santiago Alberione vio en este hecho una clara respuesta de
Dios a su fe en la propia vocación y misión. Comprendió que sería la
vocación y misión de una gran Familia fundada sobre el sacerdocio de
Cristo, en la línea del Magisterio de la Iglesia y del ministerio
apostólico; Familia heredera de la gracia y del apostolado de san Pablo;
enviada para anunciar el Evangelio de Cristo a todos los hombres a
través de los nuevos medios de comunicación social.
Por otra parte, el P. Giaccardo representa el anillo de enganche
entre el Fundador y las nuevas comunidades nacidas de la comunidad madre
de Alba: él fue el primero que guió la migración de los dos grupos,
masculino y femenino que dieron origen a las comunidades romanas. En
enero de 1926, teniendo en cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo
envió a Roma para abrir y poner en marcha la primera casa filial de la
Congregación.
El Fundador le había dicho: “Te mando a Roma en gracia de tu amor a
san Pablo y por tu fidelidad al Papa. Estoy convencido de que al Divino
Maestro le agradará tener en Roma, junto a su Vicario que representa el
Evangelio “hablado”, también una voz que representa el Evangelio
“impreso”. Dicho por inciso: “La Voz” era el título del primer periódico
editado por los paulinos en Roma, y que les había cedido la Diócesis.
El beato Giaccardo escribió más tarde en su diario: “Yo, en la
Congregación, no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de
educar, plantar, integrar nuestra Sociedad de San Pablo en la Iglesia de
Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre la apostolicidad de san Pablo; y
he comprobado la paciencia de Dios en asistirme para llevar a cabo este
ministerio”.
Podemos afirmar así que, mediante el P. Giaccardo, la Familia Paulina
se enraíza, incluso visiblemente y localmente, en la herencia de los
apóstoles, representada por la sede de Roma.
Como el beato Santiago
Alberione fue el “padre” que, en la luz de su misión especial, dio vida a
las varias ramas de la Familia Paulina, el beato Timoteo Giaccardo, su
primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la herencia alberoniana.
Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga, sin concederse
un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el padre
Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en
sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándo-las en
brazos”.
El padre Giaccardo tuvo plena conciencia de esta su segunda misión.
Escribía en su diario: “Me parece ver claro que se define cada vez más
este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer penetrar y fluir
el espíritu y las directrices del Primer Maestro; y yo acepto con
espíritu de humildad este ministerio, con ánimo dócil, afectuoso,
sincero”.
El P. Alberione confirmó: “Yo no tengo a ningún otro que comparta tan
acertadamente mis sentimientos y mi ánimo; ninguno que tenga cuidado de
ustedes con más sincera dedicación”.
Mas tenemos otro testimonio de interés capital, manifestado por el mismo Fundador después de la muerte del padre Giaccardo:
“Desde el 1909 y el 1914, cuando la divina Providencia preparaba la
Familia Paulina, él tuvo una clara intuición, aun sin comprenderla del
todo. Las luces que recibía de la Eucaristía…, su ferviente devoción
mariana, la meditación de los documentos pontificios, le daban luz sobre
todas las necesidades de la Iglesia y sobre los modernos medios para
hacer el bien.
“Entró en 1917 (todavía clérigo) como maestro de los primeros
aspirantes… y le llamaban y se quedó para siempre con el nombre de
“Señor Maestro”: amado, escuchado, seguido, venerado dentro y fuera. Fue
el maestro que a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo,
que aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración iluminada y
ferviente… Se puede decir que escribió en cada conciencia y se volcó a
sí mismo en cada corazón de Sacerdotes, Discípulos, Hijas de San Pablo,
Pías Discípulas, Pastorcitas; y de cuantos lo trataron en relaciones
espirituales, sociales, económicas…
“Desde el día en que lo conocí y le señalé el Sagrario como luz,
fortaleza, salvación, su vida fue una continua y cotidiana ascensión… Él
prefería decir con san Pablo: “Hasta la plenitud de la edad de Cristo”.
“Era maestro de oración. ¡Sabía hablar con Dios! Vivía de piedad
eucarística, de piedad mariana, de piedad litúrgica; de amor a la
Iglesia y al Papa.”
Fue maestro de apostolado. Lo sentía, lo amaba, lo desarrollaba… Era
un comunicador de energía, un sostén para los débiles, luz y sal en el
sentido evangélico.
El Primer Maestro le debe una inmensa gratitud, y con él todos, pues
todos se veían amados por él… Yo me fiaba de él más que de mí mismo; y
estoy contento por habérselo demostrado…”.
Como confirmación de este
testimonio del beato Alberione (Primer Maestro), reportamos algunas
expresiones textuales del mismo beato Giaccardo sobre el sentido de la
misión paulina:
“El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado “todo” a
todos… mediante el Apostolado de las Ediciones. El Apostolado de las
Ediciones debe iluminar todos los apostolados, sostenerlos todos,
vivificarlos todos, abarcarlos todos, ejercerlos todos con sus
apóstoles. Y éstos deben ser la gloria de Cristo, Divino Maestro”.
“En servicio de Cristo Eucaristía, se busca y se elige lo mejor… Así,
al servicio de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de
mejor producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio
sagrado”.
El beato Giaccardo, después del Fundador, fue el primer sacerdote que
escribió y publicó un libro, en 1928, con el título “María Reina de los
Apóstoles”, que es la Patrona de la Familia Paulina.
Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario de la Congregación Sociedad de San Pablo.
En
1936 regresó de Roma a Alba como superior de la Casa Madre. Colaborador
fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las
Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos,
conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos
apostolados modernos.
Ya en edad madura, ofreció su vida por la continuidad de su propia
Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva
Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el
Señor aceptó su ofrenda.
Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de la fiesta
de la Conversión de San Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta
del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma (los del beato Santiago
Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó construir el Fundador
en el mismo solar donde el Beato Giaccardo había fundado la primera casa
paulina fuera de Alba.
ORACIÓN
Jesús Maestro,
camino, verdad y vida,
te doy gracias y bendigo tu corazón
por el gran regalo del evangelio
y por haber llamado al beato Timoteo Giaccardo
a predicarla en todo el mundo
con los medios de comunicación social. Por intercesión de tu siervo fiel,
haz que todos lo acojan, lo lean y lo escuchen con fe viva,
según el espíritu de la Iglesia,
y que todos los fieles,
siguiendo el ejemplo del beato Timoteo,
lo difundan con el mismo amor con que tú, Señor, lo predicaste. Jesús,
Maestro bueno,
glorifica en tu Iglesia a este sacerdote,
que gastó su vida por tu gloria
y por la salvación de los hombres,
y por su intercesión,
concédeme la gracia que ahora te pido…
Jesús Maestro.
camino, verdad y vida.
ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre.
(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=44817)