17 noviembre, 2020

Santa Isabel de Hungría

Santa Isabel de Hungría, Viuda

 ¡Oh!; Santa Isabel de Hungría; vos, sois la hija
del Dios de la Vida, y su amada santa. Aquella mujer
que, habiendo vestido de realeza, renunciasteis
a todos vuestros honores habidos y por haber y a los 
bienes materiales, para luego, hacer votos de pobreza
 en imitación a San Francisco y Santa Clara de Asís,
consagrándoos, al servicio de los pobres y débiles,
como humilde, santa y fervorosa sierva franciscana.
“¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de
espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?”.
Os preguntasteis aquella vez que decidisteis entrar
en el Templo, para nunca más vestiros de lujo al visitar
la casa de Dios. Y, así, cambiasteis vuestros vestidos
de princesa por un hábito de hermana franciscana
y vuestros cuatro años últimos de vuestra devota vida
os dedicasteis a atender a los pobres y enfermos
del hospital que habíais fundado. Cada día, recorríais
ciudades, calles y campos, limosnas pidiendo para vuestros
pobres. Vivíais en una humilde choza junto al hospital
y os pasabais tejiendo y pescando para obtener dinero,
con qué comprarles medicinas a vuestros enfermos. Poco
antes de morir, un hermano lego, os suplicó interceder
por su brazo roto, y él, os dijo: “¿Señora, usted que
siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora
está tan hermosamente vestida?”. Y vos, contestasteis
sonriente: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir
para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”.
Y, aquél hombre, quedó sano. Hoy, vos, estáis coronada
toda de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor.
Os rogamos pues, que, en mérito de vuestra santa vida,
intercedáis ante Jesús, Dios y Señor Nuestro, para que
suscite en nuestro mundo mujeres, que sirvan al Dios Trino
y Señor de la Vida y de la Luz, en los pobres, los débiles,
los menesterosos y en los más descreídos del mundo.
Santa Patrona de todos los pobres y débiles del mundo;
¡Oh!; Santa Isabel, “vivo amor y pobreza de Cristo Jesús”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría
Viuda
(1207- 1231)

Oración

Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

“Que el Señor nos conceda como a su buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los más necesitados.”

Su Vida

Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: “Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?”. Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: “Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros”.

Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.

El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.

Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.

Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?”

Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: “¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?”. Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.

Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.

El pueblo la llamaba “la mamacita buena”

Uno sacerdotes de aquella época escribió: “Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada”. Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.

El mismo emperador Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura”.

Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.

El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: “¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?”. Y ella sonriente le dijo: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”. El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.

Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.

Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte. Santa Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.

Una Historia

No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. El margrave Luis, quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.

– Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena. Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:

– ¿Qué llevas en la falda?

– Nada…, son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.

Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Isabel_de_Hungría.htm)

16 noviembre, 2020

Santa Margarita de Escocia

 

Biografía de Santa Margarita de Escocia - ACI Prensa

¡Oh!, Santa Margarita de Escocia; sois vos, la hija del Dios
de la Vida, su amada santa, y que siempre supisteis que,
el amor a Dios, no es la simpleza de decir: “Yo amo a Dios
y punto”; sino, “viva” hacerla en cada prójimo, en cada pobre
y en cada desvalido; porque, sabíais, -como lo sabe todo el
mundo, pero no lo lleva a cabo-, que, en cada uno mora el Dios
Trino de la Vida: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Visitabais y consolabais a los enfermos, limpiando sus heridas
y besando sus llagas. Ayudabais a familias pobres y numerosas;
socorríais a los indigentes con vuestros bienes y los del palacio,
hasta, vuestras joyas vender. Leíais a diario los “Libros
Santos”, meditándolos y, os esforzabais por imitar a Jesús,
sacando de ellos la luz y fuerza. Vuestro libro de rezos
se recuperó del lecho del río donde cayó, y se conserva
hasta hoy en la biblioteca bodleiana de Oxford. También os
ocupasteis en restaurar iglesias y levantar templos, entre ellos,
la edificación de la abadía de Dunferline. Eliminasteis del reino
los abusos en materia religiosa y os esforzasteis en poner fin
a las supersticiones. A la pérdida de vuestro esposo e hijo,
dijisteis: “Te doy gracias Dios mío, porque al mandarme
tan dolorosas noticias me purificas de mis pecados”. Vuestros
compatriotas, tienen hoy, el orgullo, de haber tenido, en vida
una mujer virtuosa que, dejando de lado su condición de reina,
prevalecer hizo, la de ser una cristiana convicta y confesa,
y con ello, muestras disteis de aquellos hombres a los que Dios,
llamó “los pobres de espíritu”. Y, así, más tarde, no soportasteis
la codicia de Guillermo, “el usurpador”, además de vuestra
enfermedad que os llevó a la muerte en Edimburgo. Así,
entregasteis vuestra alma a Dios, para, coronada ser, con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor, imitando
en vuestra vida a Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Santa
Patrona de Escocia, por la gracia del Dios de la Vida. ¡Aleluya!
¡oh¡ Santa Margarita de Escocia, “viva imitación del Dios Vivo”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Noviembre
Santa Margarita de Escocia
Reina

De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo —llamado el “Confesor”— que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.

Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.

Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.

Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).

También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.

Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.

“Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias juntas”. Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.

Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.

Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se llaman pobres de espíritu?

Fuente: Archidiócesis de Madrid

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/32053/margarita-de-escocia-santa.html)

15 noviembre, 2020

Domingo XXXIII (A) del tiempo ordinario

 

 DIOS REPARTE TALENTOS A CADA UNO

 

Domingo XXXIII (A) del tiempo ordinarioTexto del Evangelio (Mt 25,14-30): «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno (…). Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco (…). En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor…».

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Hoy escuchamos la “Parábola de los talentos”. Tema de fondo: aprovechamiento del tiempo. Aquel que escondió el dinero no lo hizo para robarlo, sino para devolverlo sin más. Ahí está el problema: “sin más”. Es la imagen del que no se moja.

—No hizo nada malo ni nada bueno, pero mereció el calificativo de «siervo malo y perezoso». ¡El amor nunca es neutro!

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2020-11-15)

14 noviembre, 2020

San Rufo de Aviñón

 

 Oraciones a San Rufo de Aviñón - Oraciones cristianas, plegarias y rezos

¡Oh!, San Rufo, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, y que, considerado como el primero
al frente de la comunidad cristiana de Aviñón, a la que
tanto amabais, fuisteis su Primer obispo. Sólo, Dios y vos,
sabéis, si fuisteis hijo de San Simón “el Cireneo”,
y que, en compañía de Santa María Magdalena, San Lázaro
de Betania y sus hermanas, a Marsella llegasteis, donde
con mucho amor el evangelio predicasteis. Después
fundasteis la diócesis de Tortosa, regresando a Francia,
y fuisteis elegido primer obispo de Aviñón. Y, así, vos,
un día, habiendo gastado vuestra santa vida, en favor
de Cristo Jesús Dios y Señor Nuestro, entregasteis vuestra
alma a Dios, quien os coronó, con corona de luz, como
justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe.
¡Al fin y al cabo, os canto, porque sois santo maravilloso!
¡Oh!, San Rufo de Aviñón, “vivo, con Cristo en el corazón”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Noviembre 14
San Rufo de Aviñón
Obispo

Martirologio Romano: En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad. c. 200.

Primer obispo de Aviñón. Su existencia es cierta pero las biografías que se han escrito sobre él no tienen valor histórico, ya que se dice que era hijo de san Simón el Cireneo, y que expulsado de Palestina, desembarcó en Marsella con santa María Magdalena, san Lázaro de Betania y sus hermanas. Predicó el evangelio en Aviñón.

Después habría fundado la diócesis de Tortosa, regresando a Francia, donde en el año 70 habría sido elegido primer obispo de Aviñón

(http://vidas-santas.blogspot.com/2013/11/san-rufo-de-avinon-obispo.html)

13 noviembre, 2020

San Leandro, Obispo y Misionero


San Leandro. Obispo que introdujo el Credo actual en la Misa

¡Oh!, San Leandro; vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y el que, convirtió a Hermenegildo
de arriano a Católico amoroso y fervoroso, y con él
expandisteis la doctrina de Cristo, con la fuerza de vuestra
fe y el poder de vuestra oración logrando que Leovigildo,
casi moribundo, se arrepintiera del destierro que obró
en contra de vos, y os pidió, que educaseis a su hijo
Recaredo, en la doctrina de Cristo, cosa que hicisteis
amorosa y devotamente. Y, convertido éste, en valiente
y ferviente Católico, todo el pueblo con él,  feliz, lo hizo.
En el rezo del Credo de cada Domingo y el de todos los días
estáis vos, porque a vos, os lo debemos por siempre jamás,
pues, para recordarle a la gente que Jesucristo es Dios
como el Padre y el Espíritu Santo, mandasteis que, en la
Santa Misa, se recitara el Credo, que hasta hoy se dice
en todo el mundo católico. Vos, sufristeis de muchas
enfermedades con grande y admirable paciencia, y, la gota
que os atormentó las piernas, motivo fue para que San
Gregorio Papa, os escribiera, pues, él también el mismo mal
padecía y os escribió amorosamente diciéndoos: “Dichosa
enfermedad que nos hace ganar méritos para el cielo
y al obligarnos a estar quietos nos brinda la ocasión
de dedicarnos más al estudio y a la oración”. Vos, fuisteis
un verdadero estadista y un gran santo, pues no olvidasteis
vuestro ministerio que os exigía una profunda vida religiosa
y una dedicación pastoral a vuestro pueblo. Predicabais
sermones, escribíais tratados teológicos y os dedicabais
largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno. Y, así;
y luego de haber gastado vuestra vida en buena lid, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
y eternidad, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Leandro; “vivo Obispo y Misionero del Dios Vivo”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Noviembre
San Leandro
Obispo

Nació en Cartagena, hacia el año 540. Pertenecía a una familia de santos: sus hermanos Isidoro (que le sucedería como Obispo de Sevilla), Fulgencio (Obispo de Écija) y Florentina, le acompañan en el santoral.

Elegido Obispo de Sevilla, creó una escuela, en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas, sino también todas las artes conocidas en aquel tiempo. Entre los alumnos, se encontraban Hermenegildo y Recaredo, hijos del rey visigodo Leovigildo. Allí comenzó el proceso de conversión de Hermenegildo, que lo llevaría a abandonar el arrianismo y a abrazar la fe católica. Y, también, el enfrentamiento con su padre, que desembocaría en una guerra. A consecuencia de esta guerra, a Leandro le tocó ir al destierro.

Cuando mejoró la situación, pudo volver a Sevilla. Hermenegildo había sido ajusticiado por orden de su padre. Pero este, en los últimos años de su vida, influenciado, sin duda, por el testimonio del hijo mártir, aconsejó bien a su otro hijo, Recaredo, que le sucedería en el trono. El nuevo rey, aconsejado por Leandro, convocó el Concilio III de Toledo, en el que rechazó la herejía arriana y abrazó la fe católica.

A Leandro le debemos no sólo la conversión del rey, sino también el haber contribuido al resurgir de la vida cristiana por todos los rincones de la Península: se fundaron monasterios, se establecieron parroquias por pueblos y ciudades, nuevos Concilios de Toledo dieron sabias legislaciones en materias religiosas y civiles.

Se ha dicho que Leandro fue un verdadero estadista y un gran santo. Y es verdad. Porque, al mismo tiempo que desarrollaba esa vasta labor como hombre de Estado, nunca olvidaba que, como obispo, su ministerio le exigía una profunda vida religiosa y una dedicación pastoral intensa a su pueblo. Predicaba sermones, escribía tratados teológicos, dedicaba largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno.

Murió el Obispo Leandro, en Sevilla, hacia el año 601. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre.

(http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=441)

12 noviembre, 2020

San Josafat de Lituania

 

Hoy celebramos la fiesta de San Josafat, el mártir “ladrón de almas”

 ¡Oh!, San Josafat de Lituania; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y a quien vuestra madre, os enseñó
a mirar en el crucifijo, al Crucificado, y en él, el misterio
de la vida y del amor a los demás. Por ello, quizás vuestra
mortificación en la que soportabais a los incomprensivos
y ásperos, con especial dulzor del cielo caído, y, con amor
paciente, convertíais sus corazones a la “luz de la fe”.
“Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas
partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en
la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo, no
he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas,
buscando el bien de las almas.Pero, me considero verdaderamente
feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes.
Sé, que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por
la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo
Pontífice”. Respondisteis a vuestros agresores. Y, cuando
os prendieron así: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis
ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy
yo para sufrir en vez de ellos”. Al oír esto los jefes de la
sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” Y, se os
lanzaron contra vos y de un lanzazo os atravesaron y os pegaron
un balazo, arrastrándoos y echándoos al río Divna. Pero, ¡oh!
maravilla de Dios, pues vuestros verdugos se convirtieron
a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.
Felizmente “Dios es mi juez”, vuestro santo nombre significa,
y, en verdad, así fue, pues Él os juzgó y viendo vuestro
martirio de gloria os llenó y os ciñó corona de luz, como
premio a vuestra entrega increíble de amor y de fe.¡Aleluya!
Patrono de los que trabajan por la unión de todos los cristianos;
¡oh!, San Josafat “vivo ladrón de almas para el Dios de la Vida”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Noviembre
San Josafat de Lituania
Mártir
Año 1623

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).

Josafat es una palabra hebrea que significa “Dios es mi juez”. La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.

Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.

De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida religiosa.

Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.

Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas horas cada día y cada noche dedicadas a la oración y a la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras y de los libros escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes.

Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.

Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz.

Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.

Con razón los enemigos de la religión lo llamaban “ladrón de almas”. Como jefe de los monasterios tenía el deber de visitar las casas que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar oficialmente una casa donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban a la religión, pero que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe de esa casa salió furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole que si se atrevía a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo no se acobardó. Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían determinado echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que era un hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus amigos y aceptaron sus recomendaciones. Las gentes decían: “Ahora sí que se repitió el milagro antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le hicieron nada”.

En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo abandono. Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su arzobispado era otra cosa totalmente diferente.

Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.

En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: “Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir“. El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo:

“Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas. Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”.

Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.

Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos”.

Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.

El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Josafat_de_Lituania.htm)

11 noviembre, 2020

San Martín de Tours


Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.

Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto".

Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El general quiso darle varios premios pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".

En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo.

Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma".

Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.

En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.

Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales".

Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia.

Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.

Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: "Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual". Al emperador le agradó aquella explicación.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?".

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: "¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?". El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: "Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehúso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar".

Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra.

El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir "medio manto" se dice "capilla", la gente decía: "Vamos a orar donde está la capilla". Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.