18 abril, 2021

Domingo 3 (B) de Pascua

 

 El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei | «¿Por qué  os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?»

Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.

Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas».

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«Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo» Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio todavía nos sitúa en el domingo de la resurrección, cuando los dos de Emaús regresan a Jerusalén y, allí, mientras unos y otros cuentan que el Señor se les ha aparecido, el mismo Resucitado se les presenta. Pero su presencia es desconcertante. Por un lado provoca espanto, hasta el punto de que ellos «creían ver un espíritu» (Lc 24,37) y, por otro, su cuerpo traspasado por los clavos y la lanzada es un testimonio elocuente de que se trata del mismo Jesús, el crucificado: «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo» (Lc 24,39).

«Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor», canta el salmo de la liturgia de hoy. Efectivamente, Jesús «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,45). Es del todo urgente. Es necesario que los discípulos tengan una precisa y profunda comprensión de las Escrituras, ya que, en frase de san Jerónimo, «ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».

Pero esta compresión de la palabra de Dios no es un hecho que uno pueda gestionar privadamente, o con su congregación de amigos y conocidos. El Señor desveló el sentido de las Escrituras a la Iglesia en aquella comunidad pascual, presidida por Pedro y los otros Apóstoles, los cuales recibieron el encargo del Maestro de que «se predicara en su nombre (…) a todas las naciones» (Lc 24,47).

Para ser testigos, por tanto, del auténtico Cristo, es urgente que los discípulos aprendan -en primer lugar- a reconocer su Cuerpo marcado por la pasión. Precisamente, un autor antiguo nos hace la siguiente recomendación: «Todo aquel que sabe que la Pascua ha sido sacrificada para él, ha de entender que su vida comienza cuando Cristo ha muerto para salvarnos». Además, el apóstol tiene que comprender inteligentemente las Escrituras, leídas a la luz del Espíritu de la verdad derramado sobre la Iglesia.

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2021-04-18)

 

17 abril, 2021

Beata Mariana de Jesús, Copatrona de Madrid

 

 Beata Mariana de Jesús

El 17 de abril se conmemora a la Beata Mariana de Jesús, mística mercedaria y copatrona de Madrid (España). Su vida estuvo inicialmente marcada por la incomprensión y la hostilidad de su familia, pero también por el consuelo que Dios y la Virgen le alcanzaron. Suele decirse que al cumplir los 33 años, el mismo Jesús la coronó con una corona espiritual de espinas, queriéndola hacer partícipe de su Pasión.

María Ana de Jesús Navarro nació en Madrid en 1565, en el seno de una familia noble. Cuando tenía 9 años murió su madre y poco tiempo después su padre se volvió a casar. Su madrastra, lamentablemente, resultó ser una mujer cruel.

Quizás el dolor que puede sentir una niña que extraña a su madre o la difícil relación que surge cuando una madrastra maltrata a una hija adoptiva la impulsaron a acogerse al Señor, buscando fuerza y consuelo. Tomada de la mano de Cristo, Mariana -como solían llamarla- fue encontrando que el amor es más grande que las vicisitudes o miserias humanas, y se sintió llamada por Dios a su servicio. Siendo aún muy joven, hizo un voto perpetuo de virginidad. Lamentablemente fue su padre quien, en primer lugar, se opuso a tal compromiso. Este había decidido otro camino para su hija: la había comprometido a casarse con un joven perteneciente a una familia acomodada. Ningún esfuerzo de Mariana para librarse de tal arreglo parecía dar resultado. Ni siquiera raparse el cabello, buscando el rechazo del pretendiente.

Fue tal la ira de su padre y su mujer que un día arremetieron contra ella, la golpearon y la insultaron. Desde entonces no se sintió más a gusto entre ellos. En 1598 dejó el hogar paterno de manera definitiva y emprendió un camino distinto, en dirección a la consagración religiosa, gracias a la ayuda espiritual del reformador de los Mercedarios, Fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento.

La Beata Mariana entonces se apartó del mundo para encontrarse plenamente con Jesús. Comenzó a vivir como penitente en la ermita de Santa Bárbara, cerca al convento de los Mercedarios Descalzos. En su celda se dedicó durante años a la oración, la penitencia y la ayuda a los menesterosos. Posteriormente sería recibida en la tercera Orden de la Merced y se le daría el hábito de terciaria. En 1614 hizo su profesión perpetua.

En aquellos años, Mariana experimentó éxtasis en la oración y tuvo visiones particulares que Dios le concedió. Rápidamente los habitantes de Madrid, puestos al tanto de aquellos sucesos, comenzaron con las habladurías, pero ella siempre se mantuvo al margen, tanto de los halagos como de las diatribas. Por otro lado, sus superiores y las autoridades eclesiásticas le mandaron escribir el contenido de sus experiencias místicas. Uno de los relatos más conocidos es el episodio en el que -habiéndola encontrado sus hermanas en éxtasis- Jesús le pidió probar su martirio; a lo que ella asintió y por lo que experimentó en carne propia los dolores de la crucifixión. Mientras eso sucedía, sus compañeras vieron cómo ella, extendida sobre su lecho, estiraba las extremidades y se quedaba rígida por largo tiempo.

También se dice que Mariana pasaba horas conversando con la Virgen María sobre los misterios de la fe cristiana. Por este tipo de hechos y por su caridad a la vista de todos hacia los desfavorecidos, Mariana empezó a ser llamada por sus coetáneos “Tesoro de la ciudad”, “Estrella de Madrid” y “Beata del pueblo”.

El 17 de abril de 1624, a los 59 años de edad, la Beata Mariana de Jesús partió a la Casa del Padre, en el convento mercedario de Santa Bárbara víctima de una enfermedad pulmonar.

En 1783, el Papa Pío VI la declaró Beata. Y, por petición de los madrileños, fue declarada copatrona de la ciudad junto a San Isidro Labrador.

Su cuerpo se mantiene incorrupto hasta hoy y suele ser expuesto el día de su fiesta, a pesar de que su rostro fue dañado cuando, luego de morir, le pusieron una mascarilla mortuoria de mala manera.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-conmemora-a-la-beata-mariana-de-jesus-mistica-mercedaria-y-copatrona-de-madrid-13273)

 

16 abril, 2021

Santa Bernardette Soubirous, Vidente de la Virgen de Lourdes

 

 Santa Bernardette Soubirous

 
 ¡Oh! Santa Bernardette, vos sois la hija del Dos de la Vida
vidente de Nuestra Señora de Lourdes y su amada santa
“Sí, Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para
aparecerte a una débil niña. Tú, reina del cielo y la tierra,
has querido servirte de lo que había de más humilde según
el mundo”; describisteis vuestra visión de que la Madre
de Dios, se os haya aparecido. Os bautizaron con el nombre
de Marie-Bernard, pero os llamaban “Bernardette”. Os
preocupaba el no poder prepararos para recibir la Primera
Comunión, y también no haber recibido aún la Eucaristía.
Por ello, pedisteis a vuestros padres retornar a casa para
recibir la preparación para la Primera Comunión, y ellos
os escucharon y como premio, se os aparece la Virgen María,
en la gruta de Lourdes, como “la Inmaculada Concepción”.
Luego de las apariciones, vos, mantuvisteis la sencillez y la
Modestia. Hicisteis vuestra Primera Comunión el Día del
Corpus Christi y seguidamente, fuisteis blanco de mofas
y burlas y con ello, vuestra salud, que era mala empeoró
y casi siempre estabais enferma. La Santa Madre de Nuestro
redentor os dijo: “No te prometo hacerte feliz en este
mundo, sino en el próximo”. Y aquellas palabras, con
creces se cumplieron. Decidisteis abrazar la vida religiosa
y visitasteis por última vez a vuestra amada gruta para
despediros antes de ingresar al noviciado. Durante la
ceremonia, solo pudisteis asentir con gestos para dar
vuestro consentimiento, ya que no podías hablar. Aquel
día recibisteis el velo de profesa y un año más tarde,
hicisteis vuestros votos perpetuos. Vuestros dolores
continuaron, quedando postrada definitivamente.
Padecisteis fuertes tentaciones, llegando a pensar que
no os salvarías, y que Dios os había abandonado y a
pesar de ello, vuestro amor por la Santa Madre de
Nuestro Redentor, os fortaleció y no venció el enemigo
En plena Semana Santa, pedisteis a las religiosas que
rezaran con vos, el Santo Rosario. Al terminar uno de
los Avemarías, vuestro rostro dibujó una sonrisa como
si vos vierais de nuevo a Nuestra Señora, en la gruta
de Lourdes. Poco después, en medio de la oración voló,
vuestra alma al cielo, para recibir corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor increíble;
exclamando: “Santa María, Madre de Dios, ruega por
mi, pobre pecadora, pecadora”, ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh! Santa Bernardette, “vivo amor por la Madre del Dios Vivo”

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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16 de Abril 

Santa Bernardette Soubirous

Vidente de la Virgen de Lourdes

“Sí, Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil niña… Tú, reina del cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de más humilde según el mundo”; con estas hermosas palabras, Santa Bernardette Soubirous, la vidente de la Virgen de Lourdes, describió su experiencia por el don inconmensurable de que la Madre de Dios se le haya aparecido. Su fiesta se celebra cada 16 de abril.

Santa Bernardette nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes (Francia), en el seno de una familia muy pobre. Al ser bautizada recibió el nombre de Marie-Bernard, pero tanto sus familiares como sus amigos solían llamarla por el diminutivo “Bernardette”.

La pequeña Bernardette quedó a cargo de una nodriza, quien, una vez que alcanzó la edad propicia, la envió a pastorear ovejas. Era muy común que los niños en la campiña francesa, dada la carencia de recursos, tuviesen que trabajar desde muy pequeños. A Bernardette se le hacía muy difícil el trabajo, no porque no quisiese ayudar a la familia, sino porque le impedía prepararse para recibir la Primera Comunión. Era la única niña del pueblo que con casi 14 años no había recibido aún la Eucaristía. Esto se debía, paradójicamente, a que era muy buena pastora, por lo que la obligaban a cuidar más tiempo las ovejas.

Bernardette reclamó entonces que se haya descuidado así su vida espiritual, más cuando deseaba de corazón recibir a Cristo en la Eucaristía y llevarlo en el pecho. Debido a esto, pidió a sus padres retornar a casa para recibir la debida preparación para la Primera Comunión, largamente postergada. A Dios gracias, sus padres aceptaron y con el deseo de cumplir su sueño es que se le aparece la Virgen María, en la gruta de Lourdes. Era la Señora del Cielo frente a ella, presentándose a sí misma como “la Inmaculada Concepción”.

Después de las apariciones, Bernardette mantuvo la sencillez y la modestia, sin buscar el bullicio ni la popularidad. Hizo su Primera Comunión el 3 de junio de 1858, el día del Corpus Christi. Como otros videntes de la Virgen, Bernardette fue blanco de incomprensiones y burlas. Por otro lado, su salud era mala y casi siempre estaba enferma. Sufrió de vómitos de sangre, asma crónica, se enfermó de tuberculosis, problemas gástricos, caries en los huesos, abscesos en los oídos y al final le apareció un tumor de una rodilla.

La Virgen le había dicho a Santa Bernardette: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”. Aquellas palabras de María se cumplieron con creces.

En 1860 las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían en la escuela y el hospital, le ofrecieron asilo titular. Allí le asignaron una hermana para que le enseñe a leer y escribir. Más adelante decidió abrazar la vida religiosa y pidió ser aceptada por la Madre Superiora del Hospicio. A los 22 años va por última vez a la amada gruta para despedirse, antes de ingresar al noviciado.

Su salud decayó gravemente y la madre Superiora aceptó que hiciese sus votos prontamente, porque todo indicaba que la muerte se avecinaba. Durante la ceremonia, ella solo pudo asentir con gestos para dar su consentimiento, ya que no podía hablar. Aquel día recibió el velo de profesa. Era el 30 de octubre de 1867. Un año más tarde, en 1868, y con 23 años, hizo sus votos perpetuos.

Sus padecimientos continuaron, aunque solo cuando le apareció un tumor en la rodilla se vio obligada a quedar postrada definitivamente. Era el año de 1878. Muchos dolores en el alma acompañaron a los dolores físicos. A veces las tentaciones fueron muy duras. Por ejemplo, la hermana Bernardette llegó a pensar que no podría salvarse, o que Dios la había abandonado. A pesar de ello, su amor por la Virgen siempre la fortaleció y no se dejó vencer. Era evidente que la Madre de Dios siempre estaba a su lado.

Durante la Semana Santa de 1879 -el 16 de abril- pidió a las religiosas que rezaran con ella el Rosario. Al terminar uno de los Avemarías, su rostro dibujó una sonrisa como si viera de nuevo a la Virgen en la gruta de Lourdes. Poco después, en medio de la oración expiró. Era alrededor de las 3:15 pm de aquel día. “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora… pecadora”, fueron sus últimas palabras.

Hoy, su cuerpo permanece incorrupto en su capilla en Nevers, sin haber perdido la lozanía, tal y como si estuviese dormida.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-celebramos-a-santa-bernardette-soubirus-la-vidente-de-la-virgen-de-lourdes-87714)

15 abril, 2021

San Damián de Molokai, "Apóstol de los Leprosos"

 

 San Damián de Molokai

 

¡Oh!, San Damián de Molokai,
vos sois el hijo del Dios de la vida,
y aquella maravillosa síntesis del
amor al prójimo y entrega viva del
supremo mandamiento del Dios eterno:
“Amaos los unos a los otros, como yo,
os he amado”, y que vos, con vuestra
alma y vuestra carne, realidad hicisteis
cuando dijisteis: “Sé que voy a un
perpetuo destierro, y que tarde o
temprano me contagiaré de la lepra.
Pero ningún sacrificio es demasiado
grande si se hace por Cristo” y así
lo hicisteis. “El leproso voluntario”,
os llamaban, porque aceptasteis serlo
“por amor a Dios”. Locura perfecta
de amor, a imitación del mismo Cristo
Jesús. Las arenas, las palmeras, el
viento, el sol y el frío y los de Molokai
leprosos hermanos, de vos saben y
del día aquél en que contagiado ya
del mal dijisteis: “Señor, por amor a
Vos, y por la salvación de estos hijos
vuestros, acepté esta terrible realidad.
La enfermedad me irá carcomiendo
el cuerpo, pero me alegra el pensar
que cada día en que me encuentre más
enfermo en la tierra, estaré más cerca
de Vos para del cielo” y, de otoño un
día, al cielo volasteis que de alegría
lloró, para recibiros y premio justo
recibisteis de las manos mismas de Aquél,
a quien vos habíais imitado y vuestra
corona de luz brilla y brillará, por los
siglos de los siglos. De los que trabajan
con los leprosos hermanos del mundo,
Patrono Santo e imitador de Cristo;
¡oh!, San Damián de Molokai “Vivo Cristo”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 deAbril
 
San Damián de Molokai
(José de Veuster)
Apóstol de los Leprosos
 

“Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”.

Su Vida
 
Lo han llamado “el leproso voluntario”, porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos. Lo beatificó el Papa Juan Pablo II en el año 1994.

El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica. De pequeño en la escuela ya gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía ese deseo interior de ir un día a lejanas tierras a misionar. De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: “Este muchacho tiene energías para emprender trabajos muy grandes”.

Un día siendo apenas de ocho años dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el futuro?. De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a misionar.


A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.

Religioso. A los 20 años escribió a sus padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados Corazones. Su hermano Jorge se burlaba de él diciéndole que era mejor ganar dinero que dedicarse a ganar almas (el tal hermano perdió la fe más tarde). Una gracia pedida y concedida. Muchas veces se arrodillaba ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía al santo: “Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú”. Y sucedió que a otro religioso de la comunidad le correspondía irse a misionar a las islas Hawai, pero se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se fuera él de misionero. Eso era lo que más deseaba.

Su primera conquista. En 1863 zarpó hacia su lejana misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del barco, el cual le dijo: “yo nunca me confieso. soy mal católico, pero le digo que con usted si me confesaría”. Damián le respondió: “Todavía no soy sacerdote pero espero un día, cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados”. Años mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.

Empieza su misión. Poco después de llegar a Honolulú, fue ordenado  sacerdote y enviado a una pequeña isla de Hawai. las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.

Fue visitando uno a uno todos los ranchos de la isla y acabando con muchas creencias supersticiosas de esas pobres gentes y reemplazándolas por las verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la curación de numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables: eran los leprosos.Molokai, la isla maldita. Como en las islas Hawai había muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a todo enfermo de lepra lo desterraran a la isla de Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de dolor sin esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas, eran olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar sus penas se dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y las mujeres a toda clase de supersticiones.

Al saber estas noticias el Padre Damián le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir con los leprosos de Molokai. Al Monseñor le parecía casi increíble esta petición, pero le concedió el permiso, y allá se fue. En 1873 llego a la isla de los leprosos. Antes de partir había dicho : “Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”. Los leprosos lo recibieron con inmensa alegría. La primera noche tuvo que dormir también debajo de una palmera, porque no había habitación preparada para él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían muchos y los demás se hallaban desesperados.

El Padre Damián empezó a crear fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran distraídos. Luego organizó una banda de música. Fue recogiendo a los enfermos mas abandonados, y él mismo los atendía como abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para vivir.

Empezó a escribir al extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban donativos para sus leprosos.

Pero como la gente creía que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. Y el sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Entonces un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la absolución de sus faltas.

Como esas gentes no tenían casi dedos, ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd a los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas. Preparaba sanas diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona iba a ayudar a reconstruirlos.

El santo para no demostrar desprecio a sus  queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que ellos habían usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con ellos en todas las acciones del día. Y sucedió lo que tenía que suceder: que se contagió de la lepra. Y vino a saberlo de manera inesperada.

La señal fatal. Un día metió el pie en un una vasija que tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada. Entonces se dió cuenta de que estaba leproso. Enseguida se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: “Señor. por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible realidad. La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de Ti para el cielo”.

 La enfermedad se fue extendiendo prontamente por su cuerpo. Los enfermos comentaban: “Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó a vivir con nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad”. Pero él añadía: “No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo, si el alma se va volviendo hermosa y agradable a Dios”.

Poco antes de que el gran sacerdote muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán que lo había traído cuando llegó de misionero. En aquél viaje le había dicho que con el único sacerdote con el cual se confesaría sería con él.  Y ahora, el capitán venía expresamente a confesarse con el Padre Damián.  Desde entonces la vida de este hombre de mar cambió y mejoró notablemente. También un hombre que había escrito calumniando al santo sacerdote llegó a pedirle perdón y se convirtió al catolicismo.

Y el 15 de abril de 1889 “el leproso voluntario”, el Apóstol de los Leprosos, voló al cielo a recibir el premio tan merecido por su admirable caridad.


En 1994 el Papa Juan Pablo II, después de haber comprobado milagros obtenidos por la intercesión de este gran misionero, lo declaró beato, y patrono de los que trabajan entre los enfermos de lepra.

Oraciones. 

1. Dios, Padre Nuestro, Tú nos has manifestado tu amor en tu hijo Jesús que vino para servirnos y dar su vida por nosotros. Te damos gracias por las maravillas que realizaste en la vida del Bienaventurado Damián de Molokai Él escuchó el llamado de Jesús a seguirlo y entregó su vida por los más pobres, los leprosos, a quienes hizo recuperar su dignidad de personas humanas. Animados por su ejemplo y confiados en su intercesión, venimos a Ti con nuestros sufrimientos, nuestras penas, y con nuestras esperanzas.

Que el Espíritu Santo abra nuestros corazones ante la miseria del mundo, entonces, como Damián, te encontraremos en los rostros marginados por la sociedad y podremos revelarles el amor que Tú tienes por cada uno de ellos Bendito seas Tú, Señor, Padre lleno de ternura y amor, Tú que eres nuestro Dios, desde siempre y por toda la eternidad.  Amén.

2. Glorioso y venerado Beato Damián: Sois modelo y patrono de los leprosos. Por vuestro amor os entregásteis en cuerpo y alma al cuidado de los leprosos de Molokai. Yo, impulsado por la confianza que me inspira tu valimiento poderoso ante Dios y tu caridad hacia los más necesitados, acudo a ti. Llena mi corazón de amor hacia los más necesitados, alcánzame un gran espíritu de fe, saber aceptar y ofrecerte todas las contrariedades de la vida y poder gozar un día de vuestra compañía en el cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Padre_Damián_Veuster_7_1.htm)

14 abril, 2021

Santa Liduvina, Patrona de los pacientes crónicos

 

 

14 de Abril

Santa Liduvina Paciente enferma crónica
Año 1433

Oración
Santa Liduvina: Alcánzanos de Dios la gracia de aceptar con paciencia nuestros sufrimientos como pago por nuestros pecados y para conseguir la conversión y salvación de muchos pecadores.

Historia
Esta santa es la Patrona de los enfermos crónicos. Ella nos enseña a aprovechar la enfermedad para pagar nuestros pecados, convertir pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma al declararla santa dice: Santa Liduvina fue “un prodigio de sufrimiento humano y de paciencia heroica”.

Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de “celador” o cuidador de fincas. Hasta los 15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un día, después de jugar con sus amigos iban a patinar y en el camino cayó en el hielo partiéndose la columna vertebral.

La pobre muchacha empezó desde entonces un horroroso martirio. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre intermitente y dolores por todo el cuerpo la martirizaban todo el día. En ninguna posición podía descansar. La altísima fiebre le producía una sed insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad no tenía remedio.

Liduvina se desesperaba en esa cama inmóvil, y cuando oía a sus compañeras correr y reír, se ponía a llorar y a preguntar a Dios por qué le había permitido tan horrible martirio. Pero un día Dios le dio un gran regalo: nombraron de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre Pott. Este virtuoso sacerdote lo primero que hizo fue recordarle que “Dios al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor fruto y a los hijos que más ama más los hace sufrir”. Le colocó en frente de la cama un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con El y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad.

En adelante ya no volvió más a pedir a Dios que le quitara sus sufrimientos, sino que se dedicó a pedir a Nuestro Señor que le diera valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores, y la salvación de las almas.

Santa Liduvina llegó a amar de tal manera sus sufrimientos que repetía: “Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría”. Descubrió que su “vocación” era ofrecer sus padecimientos por la conversión de los pecadores. Se dedicó a meditar fuertemente en la Pasión y Muerte de Jesús. Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuete de gozo espiritual y en su “arma” y su “red” para apartar pecadores del camino hacia el infierno y llevarlos hacia el cielo. Decía que la Sagrada Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos fuentes que le concedían valor, alegría y paz.

La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue destrozando la piel. Perdió la vista por un ojo y el otro se le volvió tan sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de una vela. Estaba completamente paralizada y solamente podía mover un poco el brazo izquierdo. En los fríos terribles del invierno de Holanda quedaba a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y la más aguda neuritis (o inflamación de los nervios) le producía dolores casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera descomponiéndose como un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Y cosa rara: a pesar de que su enfermedad era tan destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable y que llenaba el alma de deseos de rezar y de meditar.

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche Liduvina soñó que Nuestro Señor le proponía: “Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Y que ella respondió: “prefiero 38 horas en el purgatorio”. Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3,800 horas”. El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: “¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?” ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?”. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: “Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar.

En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía: Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión que recibe”.

Santa Liduvina, paralizada y sufriendo espantosamente en su lecho de enferma, recibió de Dios los dones de anunciar el futuro a muchas personas y de curar a numerosos enfermos, orando por ellos. A los 12 años de estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras el cuerpo quedaba como sin vida, en los éxtasis conversaba con Dios, con la Sma. Virgen y con su Angel de la Guarda. Unas veces recibía de Dios la gracia de poder presenciar los sufrimientos que Jesucristo padeció en su Santísima Pasión. Otras veces contemplaba los sufrimientos de las almas del purgatorio, y en algunas ocasiones le permitían ver algunos de los goces que nos esperan en el cielo.

Dicen los que escribieron su biografía que después de cada éxtasis se afirmaba más y más en su “vocación” de salvar almas por medio de su sufrimiento ofrecidos a Dios, y que al finalizar cada una de estas visiones aumentaban los dolores de sus enfermedades pero aumentaba también el amor con el que ofrecía todo por Nuestro Señor.

Cambiaron al santo párroco que tanto la ayudaba, por otro menos santo y menos comprensivo, quien empezó a decir que Liduvina era una mentirosa que inventaba lo que decía. El pueblo se levantó en revolución para defender a su santa y las autoridades para evitar problemas, nombraron una comisión investigadora compuesta por personalidades muy serias. Los investigadores declararon que ella decía toda la verdad y que su caso era algo extraordinario que no podía explicarse sin una intervención sobrenatural. Y así la fama de la santa creció y se propagó.

En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores. Pero no cesaba de elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de Cristo en la Cruz.

Y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección poco antes de las tres de la tarde, pasó santamente a la eternidad. Pocos días antes contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una hermosa corona de premios. Pero aun debía sufrir un poco. En esos días llegaron unos soldados y la insultaron y la maltrataron. Ella ofreció todo a Dios con mucha paciencia y luego oyó una voz que le decía: “con esos sufrimientos ha quedado completa tu corona. Puedes morir en paz”.

La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su casa la convirtieran en hospital para pobres. Y así se hizo. Y su fama se extendió ya en vida por muchos sitios y después de muerta sus milagros la hicieron muy popular. Tiene un gran templo en Schiedam. Tuvo el honor de que su biografía la escribiera el escritor Tomás de Kempis, autor del famosísimo libro “La imitación de Cristo”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Sta_Liduvina_4_14.htm)

 

13 abril, 2021

San Hermenegildo, Mártir

 Hoy se celebra a San Hermenegildo, mártir y “patrono de los conversos”

13 de Abril

San Hermenegildo

Mártir

San Hermenegildo fue un príncipe visigodo que habiendo crecido bajo la influencia del arrianismo rompió lazos con este y se convirtió al catolicismo. Murió martirizado por mantenerse fiel a la Iglesia Católica, al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arrianista. Nació en Medina del Campo, Valladolid (España), alrededor del año 564.

El arrianismo es una herejía con base en la doctrina cristiana pero que distorsiona completamente la comprensión de la Santísima Trinidad y su dogma. Su origen se remonta a Arrio (Libia, 250 – Constantinopla, 336), que negaba la divinidad de Jesucristo sosteniendo que este había sido creado. El arrianismo fue adoptado por el pueblo visigodo y se convirtió en la práctica oficial.

El último monarca entre los visigodos que profesó esta herejía fue Leovigildo, padre de San Hermenegildo y quien afianzó la hegemonía de los visigodos en Hispania (España) entre 569 y 586.

San Hermenegildo, criado en el arrianismo, contrajo matrimonio en 576 con una princesa católica de origen franco, llamada Ingunda. Ella fue precisamente quien influiría en su conversión y acogida de la verdad católica.

Por otro lado, su padre contrajo segundas nupcias con Goswintha, viuda del rey Atanagildo, quien además era abuela de Ingunda y una fervorosa arriana anticatólica. Goswintha había intentado apartar a Ingunda del catolicismo. Ante la negativa de la joven y para zanjar el entredicho, en el año 579 el rey Leovigildo envió a Hermenegildo a la ciudad de Bética (hoy Córdoba, Andalucía) como gobernador.

Sin embargo, ante el insostenible fanatismo religioso de su madrastra y la severidad con que su padre trataba a los católicos en España, San Hermenegildo se vio obligado a tomar las armas para proteger a sus hermanos cristianos. Es decir, decidió alzarse en armas contra su padre, con el apoyo de Bética y Mérida, y se proclamó a sí mismo rey. Además, para verse fortalecido políticamente, hizo alianza con los bizantinos.

Tras cinco años de guerra civil, Hermenegildo fue derrotado y capturado en Sevilla por su padre. Después fue desterrado a Tarragona donde finalmente sería ejecutado de un mazazo en la cabeza, en la Pascua del año 585, luego de haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo hereje.

El rey Leovigildo murió en 586 y fue sucedido por el hermano de Hermenegildo, Recaredo, quien también se convirtió al catolicismo. Durante el III Concilio de Toledo (año 589), los principales representantes del pueblo godo hicieron profesión solemne de la fe católica. Aquel año (589) marcaría el inicio del vínculo entre España y el catolicismo, vínculo que se mantiene hasta hoy. Por otro lado, San Gregorio el Grande atribuye a los méritos de San Hermenegildo la conversión de su hermano Recaredo y de toda la España visigótica.

En 1585 Felipe II de España le pide al Papa Sixto V que autorice el culto al mártir Hermenegildo en todo el reino. Su festividad quedó fijada el día del aniversario de su muerte, es decir, el 13 de abril. San Hermenegildo fue canonizado por el Papa Urbano VIII en 1639, más de un milenio después, quien lo declaró “patrono de los conversos”.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-celebra-a-san-hermenegildo-martir-y-patrono-de-los-conversos-75335)

 

12 abril, 2021

San Giuseppe Moscati

 

 

12 de Abril

San Giuseppe Moscati

En 1892 su hermano Alberto, desafortunadamente, el murió tras una caída de su caballo durante el ejercicio de su servicio militar: a partir de este episodio empezó a madurar su pasión por la medicina. Después de la escuela secundaria, se matriculó en 1897 en la Facultad de Medicina, en el mismo año de la muerte de su padre, que sufrió una hemorragia cerebral.

Ingresó en la universidad para estudiar medicina y con 22 años se graduó con las mejores calificaciones de su promoción. Cada día se levantaba muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las 8:30 a.m. iniciaba el trabajo en el hospital.

Sus pacientes predilectos eran los pobres, algo de lo que dan fe muchas personas que lo conocieron. Es conocida una anécdota suya con un anciano pobre al que visitaba cada día. El anciano le pidió en una ocasión que fuera con él desayunar al café que estaba junto a la iglesia a la que acudía a misa. El día en el que el anciano no iba a desayunar, el doctor se acercaba preocupado hasta su domicilio para asistirlo.

Nunca cobró dinero a los pobres, a los que ayudaba siempre con una sonrisa y sin hacerse notar.

Su muerte llegó el 12 de abril de 1927, casi a los 47 años, mientras esperaba en el despacho de su casa la visita de los enfermos y sentado en un sillón.

La noticia de su fallecimiento se difundió rápidamente por toda la ciudad con las palabras “ha muerto el médico santo” y fueron los pobres quienes más lloraron la pérdida de su amigo y doctor.

Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el Cardenal Ascalesi, quien ante los presentes dijo: “el doctor pertenecía a la Iglesia; no a aquella de quienes sanó el cuerpo, sino de la de quienes salvó el alma y que salieron a su encuentro mientras subía al cielo”.

Fue beatificado en 1975 por el Papa Pablo VI y canonizado gracias al milagro de la curación de leucemia del joven Giuseppe Montefusco en 1979. Precisamente fue en la Iglesia de Jesús Nuevo donde la madre del joven pidió la intercesión del entonces beato.

Algunos días antes, por la noche, vio en sueños la foto de un médico en batín blanco. Contó el sueño a su párroco, quien le habló del Beato Moscati. La señora fue a la Iglesia de Jesús Nuevo y enseguida reconoció el rostro de la imagen que vio en sueños. Desde ese momento rezó a Moscati y consiguió que se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se curó totalmente en pocos días y regresó a su trabajo como herrero.

Moscati fue canonizado por Juan Pablo II el 25 de octubre de 1987.

(https://www.aciprensa.com/recursos/biografia-4503)