26 octubre, 2023

Beato José Gregorio Hernández, médico de los pobres

 Beato José Gregorio Hernández

Cada 26 de octubre la Iglesia Católica recuerda la memoria litúrgica del Beato José Gregorio Hernández, el "médico de los pobres", que fue beatificado el 30 de abril del 2021 en Caracas (Venezuela).

José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo campesino de Isnotú, estado de Trujillo (Venezuela). Su madre falleció cuando él tenía solo 8 años.

Estudió medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.

Al volver fue profesor en la Universidad Central de Caracas. Después de llevar a su familia a la capital, quiso ser monje de clausura en Italia para dedicarse solo a Dios.

En 1908 entró a la Cartuja de Farneta con el nombre de hermano Marcelo. Sin embargo, algunos meses después se enfermó y su superior le ordenó volver a Venezuela para recuperarse.

Llegó a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibió el permiso para ingresar en el Seminario Santa Rosa de Lima, pero siguió anhelando la vida monástica. Volvió a Roma luego de tres años, hizo algunos cursos de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano, pero una vez más enfermó y tuvo que volver a Venezuela.

Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó volver a la vida religiosa. Decidió convertirse en un católico ejemplar siendo médico, sirviendo al Señor en los enfermos.

Dedicaba dos horas diarias para servir a los pobres.

Perseveró en sus principios cristianos toda su vida, con gran amor a la Santa Misa y a la Eucaristía. Era un hombre bondadoso, lleno de talentos; tocaba piano y violín, y le gustaba bailar. Sabía 7 idiomas y cosía su propia ropa.

Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la Unción de los enfermos, antes de morir el 29 de junio de 1919. Tenía 54 años

Caracas se conmovió y muchos decían: "Ha muerto un santo". Fueron tantos los que asistieron a su velorio que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar a la multitud que quería despedirse de él.

(https://www.aciprensa.com/noticias/90563/cada-26-de-octubre-se-recuerda-al-beato-jose-gregorio-hernandez-medico-de-los-pobres)


25 octubre, 2023

San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, tres hermanos y mártires

 San Frutos, San Valentín y Santa Engracia

Imagen

25 de octubre
Santos Frutos, Engracia y Valentín
Hermanos y eremitas

San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, tres hermanos de Segovia (España), que vivieron como eremitas entre los siglos VII y VIII, en tiempos en los que la península hispánica estaba bajo el dominio de los visigodos.

San Frutos

Frutos nació en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos: Valentín y Engracia. A la muerte de sus padres, San Frutos decidió apartarse del mundo y vivir en soledad, oración y penitencia.

Como sus hermanos quisieron secundarlo, vendieron las posesiones de la familia y se deshicieron de sus riquezas, repartiendo todo entre los pobres. Después, los hermanos se trasladaron juntos hacia las orillas del río Duratón, donde se establecieron finalmente.

Al principio vivieron en cuevas naturales, pero luego construyeron ermitas, como solían hacer los monjes. San Frutos murió a los 75 años, en el año 715. Sus hermanos lo enterraron en el mismo lugar que habitaba, hoy conocido como “Ermita de San Frutos”, sobre la que se construyó el famoso monasterio.

Santa Engracia y San Valentín

Luego, ya sin el hermano mayor, Engracia y Valentín se retiraron a la zona de Caballar, donde continuaron su vida de soledad y oración en la llamada “Ermita de San Zoilo”. Allí permanecieron los dos hasta que la región fue invadida por los sarracenos. Estos los tomaron prisioneros y los decapitaron.

Tras el suceso, los pobladores de la zona trasladaron los cuerpos de Engracia y Valentín junto a los restos de San Frutos, a excepción de sus cabezas, que se quedaron en el municipio de Caballar para ser veneradas.

Las reliquias de los tres hermanos permanecieron en la Ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI. Hoy se encuentran en el retablo dedicado a los santos segovianos, ubicado en el trascoro de la Catedral de Santa María en Segovia (España).

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-los-martires-san-frutos-santa-engracia-y-san-valentin-90535)

24 octubre, 2023

San Antonio María Claret, Obispo y Fundador de los Misioneros Claretianos

 

 

¡Oh!, San Antonio María Claret; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y, el que donó de lleno su vida
al prójimo y con amor, vívidamente predicó al Dios Vivo.
Como vicepárroco, os disteis con lo que Dios os había dado:
una increíble fuerza para predicar: ora en misiones populares,
ora de noche y de día, predicando hasta diez sermones diarios.
A pie, viajabais siempre, y sin dinero alguno, a imitación
de los apóstoles de Cristo. Imprimíais de por miles, hojas
sencillas con temas religiosos y, además libros que hicieron
de vuestro apostolado increíble, ejemplar e inolvidable.
Vuestra orden, la de los Claretianos y la de las Claretianas,
cubren hoy, el orbe de la tierra, difundiendo el evangelio
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, saben de vos, todos
aquellos lugares y sus gentes, porque allí; medallas, rosarios,
hojas y libros religiosos regalasteis, al daros cuenta de que,
para que la fe, “viva” estuviera mantenida se necesitaban
sacerdotes santos que, al igual que vos, por los campos
y las ciudades enseñasen y predicasen lecturas que animen
a engrosar la grey del Señor. Lo mismo que hizo San Juan
Bosco, en Italia, a favor de las buenas y santas lecturas,
lo hicisteis vos, en España. Vos, decíais: “Ya veis cuanto
importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de
males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. Rezadle el Santo Rosario todos
los días con devoción y fervor y veréis como María Santísima
será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera,
vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús”. Asististeis
al Concilio Vaticano en Roma, y, en el mismo, pronunciasteis un
 famoso discurso. Fueron los monjes cistercienses de Fuente
Fría, quienes os hospedaron por vez última, luego de
haber escrito vuestra autobiografía y, allí os sorprendió la 
muerte, volando vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor al Dios de la Vida.
Hoy, nada mejor que imitaros no sólo en la palabra, sino,
también en la acción, propagador y predicador santo de Dios,
“Santo Patrón de los Tejedores de todo el orbe de la tierra”;
¡oh!, San Antonio María Claret, “vivo predicador del Dios Vivo”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de octubre
San Antonio María Claret
Obispo de Santiago de Cuba
Fundador y
Patrón de los tejedores

Sus primeros años

San Antonio María Claret nace el 23 de diciembre del 1807 en el pueblo de Sallent, a 51 kilómetros de Barcelona. Para los que no tienen ni idea de esta población, diremos que es una villa trabajadora de unos 2.000 habitantes, esencialmente textil, donde precisamente el padre de Antonio tenía una pequeña fábrica de tejidos. La infancia de “Tonet”, conocido así popularmente por sus amigos, transcurre durante la llamada “Guerra del francés” (1808-1814). Se explica que ante el temor de la llegada de los franceses, el pueblo de Sallent se refugió en las montañas. El abuelo de Antonio, a causa de su estado de salud, no podía seguir aquella fila de vecinos que subían al monte, pero Antonio volvió hacia atrás para acompañar en todo momento a su abuelo.

Ordenación Sacerdotal

Fue luego nombrado vicepárroco y pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le había dado: era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban a predicar misiones populares, predicando hasta diez sermones en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.

Durante 15 años predicó incansablemente por el norte de España, y difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del padre Claret al predicar. En su vida predicó más de 10,000 sermones. Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. Él se dio cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un sermón y se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba imprimir y regalaba hojas religiosas, por centenares de miles. Ayudó a fundar la Librería religiosa de Barcelona y fue el que más difundió los libros de esa librería. Él mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que llegaba. En todas partes reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos.

La ciudad de La Habana llevaba 14 años sin arzobispo porque eran tiempos de persecuciones contra la Iglesia Católica. Finalmente, a la Reina de España le pareció que el sacerdote mejor preparado para ese cargo era el Padre Claret. Le escribió la Reina al Sumo Pontífice y este lo nombró Arzobispo de La Habana. Él se negaba a aceptar el cargo porque le parecía que no era digno, pero sus amigos sacerdotes le dijeron que en conciencia tenía que aceptarlo porque esa era la voluntad de Dios. Y desde 1889, por espacio de siete años, fue un dulcísimo y extraordinario pastor de la Iglesia en La Habana, y toda Cuba.

En Cuba administró el sacramento de la confirmación a 300,000 cristianos y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los sacerdotes una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien atendidos y estimados en la casa del Arzobispo.

En 1857 fue llamado a España como capellán de la reina Isabel. En 1849 al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas que vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo. Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.

Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el mismo, pronunció un memorable discurso que fue muy bien recibido, comentado y elogiado. En Francia, los monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría le hospedaron, y allí, después de haber escrito por orden del superior de su comunidad su autobiografía, enfermó. Falleció el 24 de octubre de 1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuido numerosos milagros.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Antonio_María_Claret.htm)

 

23 octubre, 2023

San Juan de Capistrano, Insigne predicador de la Iglesia Católica

San Juan de Capistrano
 

 
 
¡Oh!, San Juan de Capistrano; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que, el don de la predicación
llevasteis a su más alta cumbre entre los pecadores de vuestro
tiempo y, más aún, cuando de manera solícita la Cruz de Cristo,
Dios y Señor Nuestro, empuñasteis y bandera hecha, arengasteis
a los valerosos soldados en defensa extraordinaria de nuestra
santa religión diciendo: “Creyentes valientes, todos a defender
nuestra santa religión”. Y, así, con vuestra palabra maravillosa
lograsteis la ayuda del Dios Altísimo, que convirtió en grande
victoria aquella batalla. Quizás por ello, aquellos campos y más,
los de la vida, de vuestro portento y obra gigante saben, tanto
que, os recuerdan en palabras de Juan el Bautista, quien había
dicho: “Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión.
Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida
de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será
cortado y echado al fuego”. Pocas horas dormíais y vestíais
trajes pobres. Comíais poco, padecíais de artritis y dolores
de estómago que os hacían retorceros pero, vos, siempre e
increíblemente alegre estabais. En suma, vuestro cuerpo débil
era, pero, vuestro espíritu fuerte y vivaz. Vuestras armas: la
oración, la penitencia y vuestra predicación. Jamás empleasteis
armas materiales, pues las vuestras eran la oración, la penitencia
y la fuerza de vuestra predicación. Las gentes de vuestro tiempo
decían que los cuarteles más parecían casas de religiosos que
campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida
llena de virtudes. Muchos soldados se confesaban y comulgaban
y los militares decían en sus batallones: “Tenemos un capellán
santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote
que nos dirige. Si nos portamos mal, no vamos a conseguir
victorias sino derrotas”. Y, los oficialaes afirmaban: “Este
padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados que el
mismo jefe de la nación”. Mientras los católicos en Hungría
luchaban, el Papa, rezar hacía en todo el mundo el Angelus,
a diario y, Nuestra Señora, de Su Hijo consiguió una gran
victoria. En Budapest os levantaron una gran estatua, porque
salvasteis la ciudad de caer en manos de los enemigos de nuestra
santa religión. Con creces cumplida, vuestra heroica tarea,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de
luz, como premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Juan de Capistrano, “viva predicación del Cristo Vivo”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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23 de Octubre
San Juan de Capistrano
Religioso y predicador
Año 1456

Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para defender siempre nuestra amada religión católica. Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).

Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica. Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró de franciscano.

Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en grandes letras: “Soy un miserable pecador”. La gente le silbó y le lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran de religioso.

El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá mucho fruto”(Jn. 12,24).

A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias. Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba “El padre piadoso”, “el santo predicador”. Vibraba en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: “Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será cortado y echado al fuego” (Lc. 3,7).

Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en la mitad de las plazas. Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia 130.

Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las borracheras. Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.

Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil pero en su espíritu era un gigante.

Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes. La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.

Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo: “Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa, se ha declarado en contra de mí”. Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: “Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo”.

Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera. En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.

Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes. Crueldades salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo lo que fuera cristiano católico. Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes.

Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano. El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos:

El primero, convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos.

El segundo, fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente.

Y el tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”. Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.

Jamás empleó armas materiales. Sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación. Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias sino derrotas”. Y los oficiales afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación”.

Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.

Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Capistrano.htm)

22 octubre, 2023

San Juan Pablo II CCLXIV Papa, "El Papa de la Familia"

 Biografía de San Juan Pablo II

 

¡Oh!, San Juan Pablo II, vos, sois el hijo de Dios de la Vida, su
amado Papa, y santo. Bautizado, con Primera Comunión, y Confirmado
en la fe de Cristo, estudiasteis en “Marcin Wadowita” de Wadowice,
la “Universidad Jagellónica” de Cracovia, y en una escuela de teatro.
Cuando los nazis impíos, la universidad cerraron, vos, tuvisteis
que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química para
ganaros la vida y evitar, deportado ser a Alemania. Pero, en medio
de todo, Dios, os llamó al sacerdocio y, os formasteis en el seminario
clandestino de Cracovia, y desde allí, hicisteis de promotor del
“Teatro Rapsódico”. Después de la guerra, estudiasteis en Cracovia,
en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, logrando
vuestra ordenación Sacerdotal y, os doctorasteis en Teología en
Roma. En plenas vacaciones, ejercisteis vuestro ministerio pastoral
entre los imigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. En
Polonia, fuisteis vicario en varias parroquias de Cracovia y
Capellán de los universitarios, sustentando la tesis titulada:
“Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre
la base del sistema ético de Max Scheler”. Después, oficiasteis
de profesor de Teología Moral y Ética Social, en Cracovia en la
facultad de Teología de Lublin. Pío Doce, os nombró Obispo titular
de Olmi y Auxiliar de Cracovia, recibiendo vuestra ordenación
episcopal en la catedral del Wawel. Luego, os nombraron Arzobispo
de Cracovia, por Pablo sexto, quien os hizo cardenal, con el título
de “San Cesareo en Palatio”. Participasteis en el Concilio Vaticano
Segundo, contribuyendo en la elaboración de la constitución
“Gaudium et spes”, y, las cinco Asambleas del Sínodo de los Obispos
anteriores a vuestro pontificado. Los cardenales, previo Cónclave
os eligieron Santo Padre, y tomasteis el nombre de “Juan Pablo
Segundo», como el doscientos sesentaitrés sucesor del Apóstol Pedro.
Os dedicasteis, con vuestro espíritu misionero y todas vuestras
energías, movido por la “Sollicitudo Omnium Ecclesiarum” a la caridad
abierta a toda la humanidad, y os encontrasteis con el pueblo de
Dios y con los jefes de estado de las naciones de todo el mundo.
Vuestro amor a los jóvenes os impulsó a iniciar las Jornadas Mundiales
de la Juventud y vuestra especial atención hacia la familia, donde
forjasteis encuentros mundiales de las familias. Promovisteis el diálogo
con los judíos y con las demás religiones. Bajo vuestra guía, la Iglesia
se acercó al milenio tercero, y, así, celebrasteis el “Gran Jubileo”
el año dos mil, con vuestra sabia carta apostólica “Tertio millennio
adveniente” y os asomasteis a la nueva época, tal y conforme lo
habíais escrito en “Novo millennio ineunte”. Con el Año de la
Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovisteis
la renovación espiritual de la Iglesia. Proclamasteis a “Santa Teresa
del Niño Jesús”, Doctora de la Iglesia. Sor Faustina fue beatificada
y canonizada por vos, y declarasteis el segundo domingo de Pascua
como el “Domingo de la Misericordia Divina” en el mundo entero
y además, establecisteis que el “Domingo de la Misericordia Divina”
sea premiado con la indulgencia plenaria. Ampliasteis el Colegio
cardenalicio y además, convocasteis seis reuniones plenarias del
mismo. Presidisteis las Asambleas del Sínodo de los obispos.
Escribisteis Encíclicas, Exhortaciones apostólicas, Constituciones
apostólicas y Cartas apostólicas. Promulgasteis el Catecismo de la
Iglesia Católica, a la luz de la Revelación del Concilio Vaticano
Segundo. Reformasteis el Código de Derecho Canónico y el Código
de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizasteis la Curia
Romana. Publicasteis cinco libros como doctor privado: “Cruzando
el umbral de la esperanza”; “Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal”; “Tríptico romano”;
“Meditaciones”, libro de poesías; “¡Levantaos! ¡Vamos!” y “Memoria
e identidad”. Y, así, y luego de que atentaron contra vos, y repuesto
voló, vuestra alma al cielo para coronada ser, con justicia plena
con corona eterna de luz, como premio a vuestro grande amor y fe;
¡oh!, San Juan Pablo II, “El Grande”, “vivo Cristo del Dios de la Vida”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado


 

22 de Octubre

San Juan Pablo II
CCLXIV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, Papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. († 2005)

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojty?a y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del “Teatro Rapsódico”, también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada “Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la “sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno “in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: “Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

Fuente:

(http://www.comunicadorescatolicos.org.mx)

San Hilarión, el santo de la bastinencia y del ayuno perpetuo

 

22 de Octubre
San Hilarión
Fundador de la vida anacoreta de Palestina

Fundador de la vida anacorética en Palestina; nació en Tabita, al sur de Gaza en Palestina [hoy Israel] alrededor del año 291. Murió en la isla de Chipre alrededor del 371. La principal fuente de información sobre la vida de este santo la constituye una biografía escrita por San Jerónimo.

Hilarión fue hijo de padres paganos. Su fecha natal la confirma Jerónimo (Vita, c. xxv) quien indica que Hilarión tenía 65 años de edad a la muerte de Antonio (356). De niño, los padres de Hilarión lo enviaron a Alejandría [en Egipto] para educarse en las escuelas de esa ciudad. Aquí se hizo cristiano a la edad de 15 años, y atraído por el renombrado anacoreta San Antonio, Hilarión se retiró al desierto. Después de dos meses de haber compartido con el gran “Padre de los Anacoretas,» Hilarión decidió dedicarse él mismo a la vida ascética eremítica. Regresó a su casa, repartió su fortuna entre los pobres, y se retiró a una pequeña choza en el desierto de Majuma, cerca de Gaza, en donde vivió una vida similar a la de San Antonio.

Su vestimenta consistía de una camisa de pelo, una prenda superior hecha de piel y una capa corta como las que usaban los pastores del lugar. Ayunaba rigurosamente y no participaba de su frugal comida hasta después del ocaso. Para mantenerse, trabajaba tejiendo canastas. Dedicaba la mayor parte de su tiempo a ejercicios religiosos. Su fama se esparció por el lugar debido a las curas milagrosas y exorcismos que efectuaba y ya para el año 329 contaba con numerosos discípulos. Convirtió a muchos paganos y tanta era la gente que venía a pedirle ayuda y consejos que apenas encontraba tiempo para cumplir con sus deberes religiosos. Esto lo indujo a despedirse de sus discípulos y a regresar a Egipto alrededor del año 360. Allí visitó los lugares en donde San Antonio había vivido y el sitio en donde murió. De camino a Egipto conoció a Draconcio y a Filor, dos obispos exiliados por el emperador Constancio. Hilarión entonces fue a vivir a Bruccio, cerca de Alejandría, pero al oír que Juliano el Apóstata había ordenado su arresto, se retiró a un oasis en el desierto de Libia. Más tarde se trasladó a Sicilia y vivió por mucho tiempo cerca del promontorio de Paccino. Su discípulo, Hesiquio, quien había buscado a Hilarión por mucho tiempo, le descubrió allí. Poco después Hilarión se vio rodeado una vez más por discípulos ansiosos de seguir su ejemplo.

Dejando a Sicilia, se trasladó a Epidauro en Dalmacia, en donde prestó valiosa ayuda a sus habitantes después del terremoto del año 366. Finalmente se fue a Chipre y ahí, en una solitaria cueva en el interior de dicha isla, pasó sus últimos años. Fue durante su estancia en Chipre que conoció a San Epifanio, Arzobispo de Salamis. Antes de su muerte, acaecida en su octogésimo año, Hilarión legó sus pobres vestimentas, las cuales eran su única posesión, a Hesiquio, su discípulo fiel. Su entierro ocurrió cerca del pueblo de Pafos, pero Hesiquio se lo llevó en secreto a Majuma, en donde el santo había vivido por tanto tiempo. A Hilarión se le honra por ser el fundador de la vida anacorética en Palestina. Los intentos de Israel y de otros historiadores de verlo como una figura imaginaria han fracasado completamente, ya que no cabe la menor duda de su existencia o de la veracidad de sus rasgos.

Es conocido como el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo, y se le recuerda cada 22 de octubre.

(https://www.aciprensa.com/santo/624/san-hilarion-80421)

Domingo 29 (A) del tiempo ordinario

 

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22 de Octubre
Domingo 29 (A) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Mt 22,15-21): En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?». Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo». Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Dícenle: «Del César». Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».
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«Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios»
 
P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
 
Hoy, se nos presenta para nuestra consideración una "famosa" afirmación de Jesucristo: «Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» (Mt 22,21).
 
No entenderíamos bien esta frase sin tener en cuenta el contexto en el que Jesús la pronuncia: «los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra» (Mt 22,15), y Jesús advirtió su malicia (cf. v. 18). Así, pues, la respuesta de Jesús está calculada. Al escucharla, los fariseos quedaron sorprendidos, no se la esperaban. Si claramente hubiese ido en contra del César, le habrían podido denunciar; si hubiese ido claramente a favor de pagar el tributo al César, habrían marchado satisfechos de su astucia. Pero Jesucristo, sin hablar en contra del César, lo ha relativizado: hay que dar a Dios lo que es de Dios, y Dios es Señor incluso de los poderes de este mundo.
 
El César, como todo gobernante, no puede ejercer un poder arbitrario, porque su poder le es dado en "prenda" o garantía; como los siervos de la parábola de los talentos, que han de responder ante el Señor por el uso de los talentos. En el Evangelio de san Juan, Jesús dice a Pilatos: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba» (Jn 19,10). Jesús no quiere presentarse como un agitador político. Sencillamente, pone las cosas en su lugar.
 
La interpretación que se ha hecho a veces de Mt 22,21 es que la Iglesia no debería "inmiscuirse en política", sino solamente ocuparse del culto. Pero esta interpretación es totalmente falsa, porque ocuparse de Dios no es sólo ocuparse del culto, sino preocuparse por la justicia, y por los hombres, que son los hijos de Dios. Pretender que la Iglesia permanezca en las sacristías, que se haga la sorda, la ciega y la muda ante los problemas morales y humanos de nuestro tiempo, es quitar a Dios lo que es de Dios. «La tolerancia que sólo admite a Dios como opinión privada, pero que le niega el dominio público (…) no es tolerancia, sino hipocresía» (Benedicto XVI).
 
Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«La moneda del César está hecha en el oro, en donde se encuentra grabada su imagen; la moneda de Dios es el hombre, en quien se encuentra figurada la imagen de Dios; por lo tanto dad vuestras riquezas al César y guardad la conciencia de vuestra inocencia para Dios» (San Hilario de Poitiers)
 
«La consagración prioritaria a Dios y la esperanza en Él no conllevan una fuga de la realidad, sino aún más un restituir operosamente a Dios lo que le pertenece» (Francisco)
 
«El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.242).