22 mayo, 2024

Santa Rita de Casia, Patrona de los Imposibles

 Santa Rita de Casia - Película 2004 - SensaCine.com

¡Oh!, Santa Rita de Casia, vos, sois la hija del Dios
de la Vida y su amada santa. Abogada de los imposibles
con el  corazón lleno de humildad y presto para beber
la tragedia y el dolor, la miseria moral, material
y social, que os revelasteis para alegría de Nuestro Señor
Jesucristo. Obediente y dulce mujer, que, en silencio
sufristeis los excesos de vuestro esposo Pablo, a quien
su alma y corazón cambiasteis, con paciencia y dulzor.
Cuando, a Dios pedisteis, que se llevara a vuestros
hijos, antes de empañar vuestra familia, Dios, os escuchó,
vuestros “incomprensibles ruegos”, para el hombre común,
pero, muy certeros para vos. Y, de pronto, os quedasteis,
sin esposo y sin hijos, y sólo, os quedó, el convento de
las agustinas de Casia, del que, increíblemente, rechazada
fuisteis. Pero, el cielo, no lo hizo jamás, y, a vuestros
tres santos protectores os encomendasteis y les pedisteis
aquél milagro. San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino, ellos mismos os visitaron, y “agustina” os
hicieron, y os dedicasteis a la penitencia, a la oración
y al amor por Cristo crucificado, quien os regaló un estigma
en la frente, que llevasteis por catorce años, en señal de
ser predilecta hija suya. Vos, pedisteis cargar con los
dolores del prójimo para la redención de nuestros pecados.
Y, pasado un tiempo, y cumplida vuestra tarea en esta
tierra, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, Santa Rita de Casia, “vivo amor por el Dios de la Vida”.

© 2024 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Mayo

Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda y
Abogada de Imposibles

ORACIÓN

¡Oh! Dios omnipotente, que te dignaste conceder a Santa Rita tanta gracia, que amase a sus enemigos y llevase impresa en su corazón y en su frente la señal de tu pasión, y fuese ejemplo digno de ser imitado en los diferentes estados de la vida cristiana. Concédenos, por su intercesión, cumplir fielmente las obligaciones de nuestro propio estado para que un día podamos vivir felices con ella en tu reino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

21 mayo, 2024

San Cristóbal Magallanes y 25 Compañeros Mártires

 SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES Y COMPAÑEROS

 

!Oh!, Santos Cristóbal Magallanes, y compañeros mártires,
vosotros, sois los hijos de Dios de la vida y sus amados
santos, y, que, padecisteis los abusos del poder y jamás
os arrepentisteis de pertenecer a Cristo. Unas veces, la
expulsión sufriendo de vuestros hermanos sacerdotes, otras,
la clausura de escuelas y de las obras de beneficencia.
Vos, con la cruz en una mano y el Santo Libro en la otra,
desde el púlpito, con la palabra prístina, la obra, y más
tarde, con el martirio glorioso, defendisteis la fe católica
con coraje, valor y estoicismo. Y, sí, aquella entrega de
amor, recompensa tuvo y, por vuestro actuar elevados al
cielo fueron con vos, veinticuatro hermanos vuestros, que
hoy, con justicia, disfrutan de las dulces alegrías del
cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote; Rodrigo Aguilar
Alemán, Sacerdote; Julio Álvarez Mendoza, Sacerdote; Luis
Batis Sainz, Sacerdote; Agustín Caloca Cortés, Sacerdote;
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote; Atilano Cruz Alvarado,
Sacerdote; Miguel de la Mora de la Mora, Sacerdote; Pedro
Esqueda Ramírez, Sacerdote; Margarito Flores García,
Sacerdote; José Isabel Flores Varela, Sacerdote; David Galván
Bermúdez, Sacerdote; Salvador Lara Puente, Laico; Pedro de
Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote Jesús Méndez Montoya,
Sacerdote; Manuel Morales, Laico; Justino Orona Madrigal,
Sacerdote; Sabas Reyes Salazar, Sacerdote; José María Robles
Hurtado, Sacerdote; David Roldan Lara, Laico; Toribio Romo
González, Sacerdote; Jenaro Sánchez Delgadillo, Sacerdote;
David Uribe Velasco, Sacerdote y Tranquilino Ubiarco Robles,
Sacerdote. Venustiano Carranza, firmante de la constitución
rabiosa y anticlerical y Plutarco Elías Calles, perseguidores
cual imperio romano, “gozan” hoy, a decir verdad, del fuego
eterno del infierno por su obra de maldad. Pero, así, como
Jesús, hace más de dos mil años, su vida entregara por
salvarnos del pecado, vosotros lo habéis imitado hasta
el martirio mismo de la muerte. Y, la Santísima Trinidad
con creces, os premió para brillar con justicia, coronados
de luz y eternidad. ¡Oh, increíbles mártires mexicanos!
¡oh!, San Cristóbal y compañeros, “vivos mártires de la fe”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Mayo
San Cristóbal Magallanes y compañeros
25 Mártires Mexicanos

En 1917 fue promulgada en México una nueva Constitución, firmada por el presidente Don Venustiano Carranza. estaba inspirada en principios anticlericales y provocó una era de violenta persecución religiosa.

En 1926, bajo la presidencia de Don Plutarco Elías Calles, la persecución se hace más violenta, con la expulsión de algunos sacerdotes, la clausura de escuelas privadas y de obras de beneficencia.

“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”, dijo San Cristóbal Magallanes, el líder de los 25 mártires mexicanos cuyas historias inspiraron la película Cristiada.

San Cristóbal Nació en 1869 (México) en una Familia muy humilde y trabajó en el campo hasta los 19 años. Ingresó al seminario de Guadalajara donde se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.

Se desempeñó como capellán y subdirector de la escuela de artes y oficios en Guadalajara. Organizó centros de catecismos, escuelas en las rancherías y fundó un asilo para huérfanos. Fue párroco de Totatiche por 17 años.

Un 21 de mayo de 1927 San Cristóbal Magallanes se dirigió a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en un rancho, cuando se produce una balacera entre cristeros y fuerzas federales. El sacerdote fue arrestado y conducido a Totatiche, donde es encarcelado con su vicario, el P. Caloca.

Son trasladados al palacio municipal de Colotitlán y el 25 de mayo de 1927 fueron sacados al patio para ser fusilados. El P. Magallanes al ver un poco nervioso a su compañero, le dijo: “Tranquilízate hijo, solo un momento y después el cielo”.

Ambos se dieron la absolución mutuamente y fueron asesinados mientras el P. Caloca exclamaba: “Por Dios vivimos y por Él morimos”. San Juan Pablo II los canonizó el 21 de mayo del año 2000 junto a 23 mártires, entre ellos tres laicos.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de Mayo del 2000 fueron:

Cristóbal Magallanes Jara, Sacerdote
Román Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustín Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramírez, Sacerdote
Margarito Flores García, Sacerdote
José Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galván Bermúdez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesús Méndez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
José María Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo González, Sacerdote
Jenaro Sánchez Delgadillo Laico
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=7102)

 

20 mayo, 2024

Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia

 María, Madre de la Iglesia 2024

20 de Mayo
Memoria de la Bienaventurada Virgen María
Madre de la Iglesia 
 
El lunes después del domingo de Pentecostés, la Iglesia celebra la memoria de la ‘Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia’.
 
Hoy, fortalecidos por la presencia del espíritu Santo, tenemos la ocasión propicia para profundizar en una dimensión importantísima de nuestra fe: la Iglesia que Cristo fundó está ligada íntimamente a su Madre y al papel que Ella desempeña dentro del plan salvífico de Dios. María vela por cada uno de sus hijos con amor maternal, los protege de las insidias del Maligno y los acompaña durante su peregrinar por esta tierra.
 
El rostro maternal de la Iglesia
 
La incorporación de la celebración de la ‘Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia’ en el Calendario Romano General es relativamente reciente. Fue establecida el 11 de febrero de 2018 por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, mediante decreto firmado por quien entonces era su Prefecto, Cardenal Robert Sarah.
 
De acuerdo al documento, “el Sumo Pontífice Francisco consideró atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana”.
 
Con esto, el Papa nos anima a prestar más atención a “la figura de la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia”, porque conociendo más de cerca su maternidad seremos capaces de interiorizar también su sentido, en las circunstancias propias de nuestro paso por este mundo. Es decir, unidos filialmente a la Madre de Dios seremos más capaces de preocuparnos y trabajar por el bien de quienes nos rodean, dándoles acogida y sirviéndolos.
 
Que Cristo nazca en todos los corazones
 
Así como María, que ofreció a su Hijo, cada cristiano debe ofrecerlo también a quienes están a su alrededor. En nosotros está la posibilidad de mostrar a la Iglesia como lo que es, una auténtica madre que vela por sus hijos.
 
El mencionado decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos añade que “esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos”.
 
En repetidas ocasiones se ha cuestionado -desde fuera de la Iglesia y a veces desde dentro- el sitial que se le ha dado a la Virgen. Dichos cuestionamientos no tienen lugar si se considera que todo en María está referido a Jesús. María no sería Madre de la Iglesia si no fuera antes Madre de Cristo.
“La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer, la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia”, precisa el decreto.
 
La Iglesia, verdadera Madre
 
En una de sus colaboraciones para ACI Prensa, el Arzobispo de Los Ángeles, EE. UU., Mons. José Gomez, subrayaba años atrás que los primeros cristianos “tenían una conciencia profunda de que la Iglesia era su ‘madre’ espiritual, que los daba a luz en el bautismo, constituyéndolos en hijos de Dios a través de los sacramentos”.
 
Mons. Gomez además recordaba que “los apóstoles a menudo se referían a los fieles como a sus hijos espirituales, reflejando así nuevamente su comprensión de que la Iglesia es nuestra madre y nuestra familia (…) Y en esto, los primeros cristianos entendieron que María era el símbolo perfecto de la maternidad espiritual de la Iglesia”.
 
En ese sentido la memoria que celebramos puede ser considerada “un profético redescubrimiento de una antigua devoción” (Mons. José Gomez).
 
Día de la Iglesia
 
Dedicar un día a la celebración de “María, Madre de la Iglesia” podría entenderse como corolario de la eclesiología del Concilio Vaticano II. Durante el Concilio, el Papa San Pablo VI declaró de manera explícita que María Santísima es Madre de la Iglesia, convicción que quedaría plasmada en el documento final (Ver cap. VIII de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium), con el asentimiento de los padres conciliares.
 
La memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia recuerda que Ella es Madre de todos los hombres, especialmente de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, en virtud a la Encarnación del Verbo. Jesús mismo lo confirmó así desde la Cruz: «Cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: “¡Mujer, he ahí tu hijo!” Después dijo al discípulo: “¡He ahí tu madre!” Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa» (Jn 19, 26-27).
 
Es claro que la veneración de la Iglesia a la Santísima Virgen no solo no debe ser soslayada, sino, por el contrario, debe ser preservada y fortalecida como un elemento intrínseco del culto cristiano. Así se dará cumplimiento a las palabras de la Virgen: “Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1,48).( ACI prensa).

19 mayo, 2024

Solemnidad Domingo de Pentecostés

 Domingo de Pentecostés - Sábado 6:00.p.m. - YouTube

Texto del Evangelio (Jn 20,19-23): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
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«Recibid el Espíritu Santo»

Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla (Sevilla, España)

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

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MISA DE LA VIGILIA (Jn 7,37-39) «De su seno correrán ríos de agua viva»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Jesús en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, cuando puesto en pie gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’» (Jn 7,37-38). Se refería al Espíritu.

La venida del Espíritu es una teofanía en la que el viento y el fuego nos recuerdan la trascendencia de Dios. Tras recibir al Espíritu, los discípulos hablan sin miedo. En la Eucaristía de la vigilia vemos al Espíritu como un “río interior de agua viva”, como lo fue en el seno de Jesús; y a la vez descubrimos que también, en la Iglesia, es el Espíritu quien infunde la vida verdadera. Habitualmente nos referimos al papel del Espíritu en un nivel individual, en cambio hoy la palabra de Dios remarca su acción en la comunidad cristiana: «El Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él» (Jn 7,39). El Espíritu constituye la unidad firme y sólida que transforma la comunidad en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por otra parte, Él mismo es el origen de la diversidad de dones y carismas que nos diferencian a todos y a cada uno de nosotros.

La unidad es signo claro de la presencia del Espíritu en nuestras comunidades. Lo más importante de la Iglesia es invisible, y es precisamente la presencia del Espíritu que la vivifica. Cuando miramos la Iglesia únicamente con ojos humanos, sin hacerla objeto de fe, erramos, porque dejamos de percibir en ella la fuerza del Espíritu. En la normal tensión entre unidad y diversidad, entre iglesia universal y local, entre comunión sobrenatural y comunidad de hermanos necesitamos saborear la presencia del Reino de Dios en su Iglesia peregrina. En la oración colecta de la celebración eucarística de la vigilia pedimos a Dios que «los pueblos divididos (...) se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas».

Ahora debemos pedir a Dios saber descubrir el Espíritu como alma de nuestra alma y alma de la Iglesia.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está también la Iglesia y toda la gracia» (San Ireneo de Lyon)

  • «El sacramento de la Penitencia, surge directamente del misterio pascual. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado» (Francisco)

  • «El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 976)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2024-05-19)

18 mayo, 2024

San Félix de Cantalicio, Capuchino

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 ¡Oh!, San Félix Cantalicio, vos sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y aquél que la Cruz Santa
y el Santo Rosario, amasteis  hasta el segundo último
de  vuestra vida. El superior de vuestra comunidad os
describió las penitencias que había que hacer y la gran
pobreza en que allí se vivía y vos preguntasteis: “Padre
¿en mi habitación hay un crucifijo?”. “Sí, lo habrá”, os
dijo el superior. Y vos, le contestasteis: “Pues bastará
mirar a Cristo Crucificado y su ejemplo me animará a sufrir
con paciencia”. Y, el superior os admitió. A vuestro
compañero de limosnería le decíais: “Amigo: los ojos en
el suelo, el espíritu en el cielo y en la mano, el santo
rosario”. Y repetíais: “o santo, o nada”. “La única tristeza
es la de no ser santo”. Siempre viajabis decalzo, dormíais
sobre una tabla y la mayor parte de la noche os pasabais
rezando. Os alimentabais con las sobras que quedaban
de la mesa de los demás. Cuando ya estabais anciano, un
cardenal os dijo: “Fray Félix, ya no cargue más esa maleta
de mercados que recoge para los pobres. Ya es tiempo de
descansar”, y vos le respondisteis: “Monseñor: el burro
se hizo para llevar cargas. Mi cuerpo es un borriquillo
y si lo dejo descansar le puede hacer daño al alma”.
¿Sabiduría tanta de dónde vos la habías obtenido? se
preguntaba la gente y vos, contestabais: “De un libro
que seis páginas tiene: Cinco, son las heridas de Cristo
Crucificado y, la sexta es la Santísima Virgen María.
¡Qué respuesta tan maravillosa, saber tanto para la vida,
en «seis hojas guardado». Ayunabais muchas veces a pan
y agua y ocultabais los dones sobrenaturales que recibíais
del cielo, pero, mientras ayudabais en la Misa os elevabais
por los aires. San Carlos Borromeo os pidió unos consejos
para obtener que sus sacerdotes se hicieran más santos
vos le respondisteis: “Que cada sacerdote se preocupe
por celebrar muy bien la Misa y por rezar muy devotamente
los salmos que tiene que rezar cada día, el Oficio Divino”.
“Acuérdate que eres mi Madre”. “Yo soy siempre un pobre
niño y los niños no pueden andar sin la ayuda de la madre.
No me sueltes jamás de tus manos”, le decía a Nuestra
Señora. Vos, sois la prueba viva de vuestra santa vida;
tanto que el día de vuestra muerte, dijisteis: “a mi Madre
veo, María la Virgen, que rodeada viene, de ángeles
a llevarme”. Y, así, voló vuestra alma al cielo para
recibir corona de luz, como justo premio a vuestra entrega
de amor y fe. Hoy vivís, en la presencia de quien os creó: ¡Dios!
¡Oh!, San Félix Cantalicio, «viva prueba del Dios «Vivo» de la Vida».

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Félix de Cantalicio

Religioso Místico Capuchino

(Año 1587)

¿En qué imitaré a San Félix? ¡Dios mío ilumíname! El que se humilla será enaltecido. (Jesucristo).

Nació en Cantalicio (Italia) en 1513. Hijo de dos campesinos muy pobres y muy piadosos. De niño tuvo por oficio pastorear ovejas, y allá en el campo, trazaba una cruz en la corteza de un árbol, y ante esa cruz pasaba horas rezando. Le encantaba rezar el Santo Rosario. Y decía que en cualquier oficio y a cualquier hora hay que acordarse de Dios y ofrecer por El todo lo que se hace o sufre.

Cuando ya era mayor, un día estaba arando el campo y de pronto los bueyes se asustaron y se le lanzaron encima. Al sentir que iba a morir allí pisoteado, prometió a Nuestro Señor dedicarse a una vida más perfecta. Salió ileso del accidente y al oír leer un libro de vidas de santos sintió un fuerte deseo de imitar a los grandes amigos de Dios en la oración y en la penitencia. Entonces le preguntó a un amigo cuál era la Comunidad religiosa más exigente y fervorosa que existía en ese entonces. El otro le dijo que eran los padres Capuchinos. Y hacia allá se dirigió a pedir que lo admitieran.

El superior, para que no se hiciera ilusiones le describió de manera muy fuerte las penitencias que había que hacer en aquella comunidad y la gran pobreza en que allí se vivía. Félix le preguntó: “Padre ¿en mi habitación hay un crucifijo?”. “Sí, lo habrá”, le dijo el superior. “Pues bastará mirar a Cristo Crucificado y su ejemplo me animará a sufrir con paciencia”. El superior comprendió que este joven amaba y meditaba la Pasión de Cristo, y lo admitió.

El oficio de Félix desde que entró a la comunidad hasta que se murió, fue por 40 años, el de pedir limosna por las calles de Roma, para ayudar a los necesitados. Era un oficio duro, cansado y humillante, pero él lo hacía con una alegría que impresionaba gratamente a la gente. A su compañero de limosnería le decía: “Amigo: los ojos en el suelo, el espíritu en el cielo y en la mano, el santo rosario”. Y repetía: “o santo, o nada”. “La única tristeza es la de no ser santo”. Y con lo que recogía ayudaba a familias muy necesitadas y a enfermos y gente abandonada.

La gente se admiraba de sus buenos consejos y le preguntaba en qué libro había aprendido tanta sabiduría y él respondía: en un libro que tiene seis páginas: cinco son las heridas de Cristo Crucificado, y la sexta es la Sma. Virgen María.

Siempre alegre, parecía no sufrir. Se chistoseaba con San Felipe Neri. Un día San Felipe le dice: “Fray Félix, que te quemen vivo los herejes, para que te consigas un gran puesto en el cielo”. Fray Félix le responde: “Padre Felipe: que lo picadillen los enemigos de la religión para que así se consiga una gran gloria en la eternidad”.

Siempre viajaba descalzo por calles y caminos, todos los días. Dormía sobre una tabla. La mayor parte de la noche la pasaba rezando. Se alimentaba con las sobras que quedaban de la mesa de los demás. Cuando ya estaba anciano, un cardenal le dijo: “Fray Félix, ya no cargue más esa maleta de mercados que recoge para los pobres. Ya es tiempo de descansar”, y el santo le respondió: “Monseñor: el burro se hizo para llevar cargas. Mi cuerpo es un borriquillo y si lo dejo descansar le puede hacer daño al alma”.

Ya desde pequeño nunca se sentía ofendido cuando lo humillaban e insultaban. Cuando alguien lo insultaba u ofendía muy fuertemente le decía: “Que Dios te haga un santo. Pediré a Dios que te haga un buen santo”.

Ayunaba muchas veces a pan y agua. Trataba de ocultar los dones sobrenaturales que recibía del cielo, para que nadie los supiera, pero muchas veces mientras ayudaba a Misa se elevaba por los aires.

Eran tantas las veces que repetía la frase “Gracias a Dios”, que las gentes sencillas al verlo decían: allá viene el hermanito “Gracias a Dios”.

San Carlos Borromeo le pidió unos consejos para obtener que sus sacerdotes se hicieran más santos y le respondió: “Que cada sacerdote se preocupe por celebrar muy bien la Misa y por rezar muy devotamente los salmos que tiene que rezar cada día, el Oficio Divino”.

Al franciscano Padre Montalto que iba a ser nombrado Sumo Pontífice le dijo: “Si un día lo nombran Papa, esmérese por ser un verdadero santo, porque si no es así, sería mucho mejor que se quedara como sencillo fraile en un convento”. Montalto llegó a ser Papa Sixto V y siempre recordaba el consejo del humilde hermano Félix.

Desde pequeñito se sintió favorecido por la Santísima Virgen y le tuvo un cariño inmenso. Cuando pasaba por frente a las imágenes de Nuestra Señora le repetía aquello que a San Bernardo le agradaba tanto decirle: “Acuérdate que eres mi Madre”. Y le decía frecuentemente: “Yo soy siempre un pobre niño y los niños no pueden andar sin la ayuda de la madre. No me sueltes jamás de tus manos”.

Pocos minutos antes de morir se llenó de alegría y de emoción y exclamó: “Veo a mi Madre, la Virgen María, que viene rodeada de ángeles a llevarme”.

Murió el 18 de mayo de 1587 a los 72 años.

El Papa Sixto V decía que en su tiempo ya se habían obtenido 18 milagros por intercesión de Félix de Cantalicio.

En 1712, el Papa Inocencio XI lo declaró santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_I_5_18.htm)

16 mayo, 2024

San Juan Nepomuceno, Mártir del Sacramento de la Reconciliación y Patrono de los Confesores

 San Juan Nepomuceno - Omnes

 

 ¡Oh! San Juan Nepomuceno, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado Santo, a quien Wenceslao,
de Praga rey, colérico y celoso, os obligó a contar
los pecados de su reina esposa; petición a la que
vos os negasteis rotundamente y al hacerlo, vuestra
muerte asegurasteis y el impío reyezuelo os lanzó
al río. Pero, Dios quien
siempre estuvo de vuestro
lado, Trescientos años esperó para mostrar su poder
y lo mostró para el asombro de todos: sacerdotes
y médicos, vuestra lengua que incorrupta estaba,
seca y gris, de pronto, en carne fresca y viva se
tornó y todos os alabaron de rodillas por este
increíble milagro. Desde entonces fuisteis vos,
considerado Patrono de los confesores, porque
prefiristeis morir antes que revelar los secretos
de la confesión. También os consideran Patrono de
la buena fama, porque preferisteis el martirio, pero
no permitisteis que la buena fama de una penitente
fuera destrozada. Como recuerdo de vuestro martirio
en Praga, en el puente desde el cual fuisteis echado
al río, está vuestra imagen y muchas personas, al
pasar por allí os rezan devotamente y además que,
desde allí, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega de amor y fe. Corona de luz que jamás
marchitará; Santo Patrono de los confesores y de la
de la buena fama; ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Juan Nepomuceno, “vivo mártir del Dios Vivo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Juan Nepomuceno
Mártir
(Año 1393)

San Juan Nepomuceno, pídele al buen Dios que nos envíe muchos y muy santos confesores.

Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno.  Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado (o sea el segundo después del Arzobispo) lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.

Pero el rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso mandarlo asesinar.

Luego el rey tuvo otro gran disgusto y consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un familiar, y el Vicario Juan Nepomuceno se le opuso rotundamente, porque esos bienes eran de la Santa Iglesia.

Entonces el rey mandó que al padre Juan lo ataran doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y que lo lanzaran al río Moldava. Fue en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura.

En 1725 (o sea más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta pero seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.

Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada.

En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Nepomuceno5_16.htm)

15 mayo, 2024

San Isidro Labrador, Patrono de los Agricultores y de Madrid

 

 

¡Oh!, San Isidro Labrador; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y que, en el temor de Dios
de no ofenderlo jamás, fundasteis vuestra vida. El Santo
Oficio, era vuestra alegría total, pues orabais por
todas las gentes de vuestra época. Sensible con los más
desposeídos, siendo vos, uno más, nunca se os olvidó, ni
siquiera las avecillas del campo, que, recibían de vos,
su alimento. El Amor de Dios, no os abandonó jamás, y de
manera increíble, os favorecía de mil y una maneras, tanto
que, vuestros campos florecientes siempre estaban y aunque
envidia generabais, nunca Dios permitió que prosperase.
Y, tal como dijo Santiago: “Tened paciencia, hermanos,
como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso
de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía”.
Así, lo hicisteis, y recibisteis la gloria del cielo,
y aunque no sabíais leer, el Cielo y la tierra eran vuestros
libros. El historiador Gregorio de Argaiz, quien os dedicó
el gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San
Isidro” dice de vos, así: “Fue vuestra misión, laurear el
campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del
verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El
campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su
inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero
fue un héroe”. Erais alegre, pero pobre. Vos, no cultivabais
vuestro prado, ni vuestra viña; cultivabais el campo de Juan
de Vargas, vuestro amo, a quien le preguntabais: “Señor amo,
¿adónde hay que ir mañana?” Y él, os señalaba el plan de cada
jornada. Cuando pasabais cerca de la Almudena o frente a la
ermita de Atocha, el corazón os latía con fuerza y, vuestro
rostro se os iluminaba y musitabais palabras mudas, con
vuestras lágrimas de oropel. Lo que ganabais lo distribuías
en tres partes: una para el templo, otra para los pobres
y otra para vuestra familia. Antes de partir hicisteis una
humilde confesión de vuestros pecados y recomendasteis amor
a Dios y caridad con el prójimo. Y así, voló vuestra alma
al cielo para coronada ser con corona de luz como justo premio
a vuestra entrega increíble de amor y fe. Cuando os sacaron
del sepulcro vuestro cadáver incorrupto estaba, como si
estuviera recién muerto. Santo Patrono de los agricultores;
¡oh!, San Isidro; “vivo labrador de los campos del Dios Vivo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de mayo
San Isidro Labrador, Patrono de los agricultores
y de Madrid
Laico

Por: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)

Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.

Breve Biografía

Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.

Se postraron los reyes

Ante su sepulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño. El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San Isidro”. Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.

Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.

Tan pobre

Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: “Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?” Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.

No sabía leer

El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: “¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!”. O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras – plantados por las manos del Amado – oh prado de verduras, de flores esmaltado – decid si por vosotros ha pasado!!!. “El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.

Una santa

Empezaba la vida de familia. A la puerta le esperaba su mujer con su sonrisa y su amor y su paz. María Toribia era también una santa, Santa María de la Cabeza. Un niño salía a ayudar a su padre a desuncir y conducir los bueyes al abrevadero. Era su hijo, que lo era doblemente, porque después de nacer, Isidro le libró de la muerte con la oración. Luego arregla los trastos, cuelga la aguijada, ata los animales, los llama por su nombre, los acaricia y les echa el pienso en el pesebre, pues, según la copla castellana: “Como amigo y jornalero, – pace el animal el yero, – primero que su señor; – que en casa del labrador, – quien sirve, come primero”. Hasta que llega María restregándose las manos con el delantal: “Pero ¿qué haces, Isidro, no tienes hambre? -le dice cariñosamente-. Ya en la mesa, la olla de verdura con tropiezos de vaca. Pobre cena pero sabrosa, condimentada con la conformidad y animada con la alegría, la paz y el amor. Y eso todos los días; dias incoloros pero ricos a los ojos de Dios. Sin saber cómo, Isidro se ha ido convirtiendo en santo. “Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” Salmo 1,1. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” Juan 15,6

Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca, porque: “Mucho puede hacer la oración intensa del justo…Elías volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos” Santiago 5, 17. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará” Juan 15, 7. Ya puede Isidro rezar con tranquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni hechos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada al Islam. En 1083 Alfonso VI había entrado por la cuesta de la Vega. El contraste es instructivo y proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.

El diácono de san Andrés

Lo que sabemos de su vida se debe al diácono de San Andrés, que conoció a su paisano y sólo ocupa media docena de páginas. ¿Quién es capaz de extender más la descripción de un labriego sencillísimo que cruza por esta vida sin ninguna aventura externa y sin más complicación que la personalísima de ser santo a los ojos de Dios? Fue un hombre sencillo, su villa era pequeña. Madrid era rica en aguas y en bosques, con su docena de pequeñas parroquias, sus estrechas calles y en cuesta, su alcázar junto al río, su morería y sus murallas. Un puñado de familias cristianas, entre ellas, la de los Vargas, que era la más rica, alrededor de la parroquia de San Andrés, a cuyo servicio estaba Isidro. San Isidro nos ofrece todo un programa de vida sencilla, de honrada laboriosidad, de piedad infantil aunque madura, de caridad fraterna, ejemplo para esta sociedad compleja, y llena de mundo, de vida callejera, de codicia y de egoísmo, que lamenta hoy el zarpazo del terrorismo atroz y espera el nacimiento del nuevo Infante heredero. Ambos acontecimientos, tan dispares, laten en el corazón celeste de San Isidro, en su calidad de Patrón de Madrid que lo es, en cierto modo, de España.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31936/isidro-labrador-santo.html)