23 mayo, 2025

San Juan Bautista Rossi, Apóstol de la Reconciliación

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23 de mayo
San Juan Bautista Rossi
Apóstol de la Reconciliación 
 
Cada 23 de mayo, la Iglesia celebra a San Juan Bautista Rossi (1698, Génova - 1764, Roma), sacerdote italiano que consagró su vida a llevar el perdón y la misericordia de Dios a todas las gentes, especialmente las más necesitadas de la misericordia de Dios. Fue así como Juan Bautista entendió su ministerio sacerdotal, valiéndose, de manera particular, del sacramento de la reconciliación.
 
Una nueva vida: ¡A por el cielo!
 
El Padre Rossi se esforzó en ser un buen confesor: cálido, amable y preciso en el consejo espiritual -virtudes imposibles de lograr si no se es dócil a la gracia-. En el confesionario, quien confiesa y absuelve, así como quien se acerca en busca del perdón, ambos, son objeto del amor de Dios que espera que seamos mejores personas, más santos, y que alcancemos el cielo.
 
San Juan Bautista Rossi adquirió una sensibilidad especial para reconocer cuánto sufre un alma que se ha apartado de Dios, cuanto daño se hace a sí misma y cuánto daño hace a los demás por el impacto del pecado, de tal forma que se obligaba a escuchar diligentemente a cada persona que se arrodillaba a su costado. Juan Bautista no quería fallarle a Jesús. Administrar el amor y el perdón de Dios son labores que sobrepasan nuestra naturaleza sin duda, pero que Dios ha deseado compartir para que ninguno de sus hijos se pierda.
 
Compartiendo el gozo de saberse perdonado
 
Alguna vez el santo afirmó: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
 
El Padre Rossi fue en busca de los pecadores para llevarles la alegría que experimentaba él mismo al verse perdonado, reconciliado, ‘vuelto a nacer’. Por eso deseaba estar disponible siempre para confesar a quien lo necesitara: enfermos, presos -a quien visitaba en la cárcel- y moribundos; y todos aquellos que buscaban dejar atrás una vida de pecado.
 
Encarnar los ideales propios del sacerdocio hizo que el P. Juan Bautista atraiga a mucha gente de todo tipo y de muchos lugares, quienes solían hacer largas colas para confesarse con él. 
 
Dios nos alecciona con bondad
 
Juan Bautista Rossi nació en 1698, en un pueblo cerca de Génova, Italia. A la edad de 13 años se mudó a Roma, a la casa de un primo sacerdote, canónigo de Santa María en Cosmedin. Su deseo era estudiar en el famoso Colegio Romano, institución fundada por San Ignacio de Loyola en 1550. En 1714, con 16 años, empezó sus estudios eclesiásticos, que concluyó después con los dominicos, graduándose en Teología. Fue ordenado sacerdote a los 23 años, el 8 de marzo de 1721.
 
Ya antes de ordenarse, Juan Bautista había desarrollado un intenso apostolado. Los años de formación habían sido también años de actividad pastoral y, como es natural, hubo momentos gratificantes, pero también de los otros, los más difíciles, esos que traen mortificaciones e incluso tristezas.
 
En los primeros años de sacerdocio -llenos de aprendizajes- Juan Bautista descubrió la importancia de renunciar a ciertas cosas en el orden de las comodidades y los placeres -la buena comida, la bebida o el descanso-. A veces, por un excesivo fervor incurrió en ciertas prácticas penitenciales que dañaron su salud. Esa, quizás, fue la más grande lección: aprendió que la recta mortificación es la que se ejerce al aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día; con espíritu combativo quizás, pero considerando las reales posibilidades de uno mismo y pensando en liberarse de ciertas cosas que impiden amar más, no para hacerse o sentirse “invencible”.
 
Total desapego de los bienes materiales
 
El Papa Benedicto XIV le encargó a Juan Bautista el cuidado de un albergue para desamparados. El santo sirvió por muchos años a pobres y necesitados en aquel recinto. Y, preocupado por el bienestar espiritual de los que acogía, combinaba el servicio atento con la enseñanza de la Palabra de Dios y del catecismo, de forma que la vida del albergue siempre giraba en torno a la vida de la gracia, los sacramentos y el amor de Dios.
 
El 23 de mayo del año 1764, El P. Juan Bautista sufrió un ataque al corazón, a la edad de 66 años. Murió como vivió, siendo un pobre entre los pobres. Ni siquiera hubo dinero suficiente para costear su féretro y la tumba, así que muchas personas caritativas dieron dinero para que fuera enterrado cristianamente. Su funeral fue una suerte de gran acontecimiento: asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, y muchos religiosos; todos acompañados de una multitud de almas agradecidas.
Fue canonizado por el Papa León XIII el 8 de diciembre de 1881.(ACI prensa).

21 mayo, 2025

San Cristóbal Magallanes y Compañeros mártires

 SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES Y COMPAÑEROS

 

!Oh!, Santos Cristóbal Magallanes, y compañeros mártires,
vosotros, sois los hijos de Dios de la vida y sus amados
santos, y, que, padecisteis los abusos del poder y jamás
os arrepentisteis de pertenecer a Cristo. Unas veces, la
expulsión sufriendo de vuestros hermanos sacerdotes, otras,
la clausura de escuelas y de las obras de beneficencia.
Vos, con la cruz en una mano y el Santo Libro en la otra,
desde el púlpito, con la palabra prístina, la obra, y más
tarde, con el martirio glorioso, defendisteis la fe católica
con coraje, valor y estoicismo. Y, sí, aquella entrega de
amor, recompensa tuvo y, por vuestro actuar elevados al
cielo fueron con vos, veinticuatro hermanos vuestros, que
hoy, con justicia, disfrutan de las dulces alegrías del
cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote; Rodrigo Aguilar
Alemán, Sacerdote; Julio Álvarez Mendoza, Sacerdote; Luis
Batis Sainz, Sacerdote; Agustín Caloca Cortés, Sacerdote;
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote; Atilano Cruz Alvarado,
Sacerdote; Miguel de la Mora de la Mora, Sacerdote; Pedro
Esqueda Ramírez, Sacerdote; Margarito Flores García,
Sacerdote; José Isabel Flores Varela, Sacerdote; David Galván
Bermúdez, Sacerdote; Salvador Lara Puente, Laico; Pedro de
Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote Jesús Méndez Montoya,
Sacerdote; Manuel Morales, Laico; Justino Orona Madrigal,
Sacerdote; Sabas Reyes Salazar, Sacerdote; José María Robles
Hurtado, Sacerdote; David Roldan Lara, Laico; Toribio Romo
González, Sacerdote; Jenaro Sánchez Delgadillo, Sacerdote;
David Uribe Velasco, Sacerdote y Tranquilino Ubiarco Robles,
Sacerdote. Venustiano Carranza, firmante de la constitución
rabiosa y anticlerical y Plutarco Elías Calles, perseguidores
cual imperio romano, “gozan” hoy, a decir verdad, del fuego
eterno del infierno por su obra de maldad. Pero, así, como
Jesús, hace más de dos mil años, su vida entregara por
salvarnos del pecado, vosotros lo habéis imitado hasta
el martirio mismo de la muerte. Y, la Santísima Trinidad
con creces, os premió para brillar con justicia, coronados
de luz y eternidad. ¡Oh, increíbles mártires mexicanos!
¡oh!, San Cristóbal y compañeros, “vivos mártires de la fe”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de mayo
San Cristóbal Magallanes y
Compañeros mártires

Cada 21 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires. El P. Cristóbal, como muchos otros valientes católicos mexicanos, ofrendó su vida por amor a Cristo y su Iglesia durante los oscuros años de la ‘Ley de tolerancia de Cultos’ en México, promulgada por el presidente Plutarco Elías Calles (1877-1945).

Dicha ley tenía como finalidad restringir y diezmar el culto católico en el país, lo que desató una cruel persecución organizada desde el Estado. Por ese motivo muchos católicos terminaron empuñando las armas en defensa de sus vidas, sus derechos y su fe. A este conflicto se le conoce como la “Guerra Cristera”.

Dios no quiere la guerra

“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”; estas fueron las últimas palabras de San Cristóbal Magallanes, pronunciadas frente a sus verdugos momentos antes de su ejecución. El Padre Cristóbal sabía bien que su patria se desangraba a causa del odio y por eso quiso morir haciendo un llamado a la paz. La participación ejemplar de este santo en defensa de la fe católica y la libertad religiosa está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).

Cristóbal Magallanes Jara nació en 1869, en Totatiche, Jalisco (México), en el seno de una familia muy humilde. Trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años para ingresar después al seminario de Guadalajara. Allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.

El P. Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta el día de su muerte.

En la hora crucial

El 21 de mayo de 1927, San Cristóbal Magallanes se dirigía a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en uno de los ranchos de los alrededores de su parroquia, cuando se produjo una balacera entre ‘cristeros’ (grupo de católicos alzados en armas) y las fuerzas del gobierno. El sacerdote fue arrestado y conducido a la prisión de Totatiche, donde fue recluido junto a su vicario, el P. Caloca.

Horas más tarde, los dos fueron trasladados al palacio municipal de Colotlán, Jalisco, y acusados de conspirar contra el gobierno. Esto no fue sino un pretexto para deshacerse de ellos puesto que no había prueba alguna de que los sacerdotes estuvieran involucrados en conspiración alguna. Se decidió entonces que ambos hombres fueran ejecutados simplemente por ser sacerdotes. Cuatro días después de su detención, el 25 de mayo, el P. Magallanes y el P. Caloca fueron sacados al patio para ser fusilados. El P. Cristóbal al ver a su compañero presa del miedo, le dijo: “Tranquilízate hijo, solo un momento y estaremos en el cielo”.

Después de darse la absolución el uno al otro, se colocaron de frente y cayeron abatidos por el fuego del pelotón de fusilamiento. El P. Caloca llegó a gritar: “Por Dios vivimos y por Él morimos”.

México, tierra de mártires

El Papa San Juan Pablo II canonizó a ambos sacerdotes, el 21 de mayo del año 2000, junto a otros 23 mártires, entre ellos tres laicos. He aquí la lista de quienes entregaron la vida por su fe:

Román Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo, Sacerdote
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote.

(ACI prensa).

20 mayo, 2025

San Bernardino de Siena, Difusor de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.

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20 de mayo
San Bernardino de Siena
Difusor de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.
 
Cada 20 de mayo la Iglesia celebra a San Bernardino de Siena, fraile menor franciscano y sacerdote, insigne predicador y gran difusor de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús. Dice el santo en uno de sus sermones: “El Nombre de Jesús es la luz de los predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra”. Para Bernardino el solo nombre de Jesús basta para evocar todo bien para el alma, porque es el único capaz de penetrar las profundidades del corazón y enseñorear allí el Amor verdadero. Por eso, aquél que anuncia a Jesús debe conocer y amar el santo nombre de Dios.
 
Por otro lado, el santo fraile de Siena contribuyó de manera ejemplar a la promoción y fortalecimiento de la orden franciscana, gracias tanto a su capacidad intelectual como a su profundidad espiritual, dones que puso al servicio de los hijos de San Francisco de Asís.
 
Pasión por la predicación
 
San Bernardino Albizzeschi nació en Massa Marittima, Italia, en 1380; quedó huérfano de padre y madre, y fue criado por una tía. De pequeño le gustaba jugar a armar altares e imitar a los sacerdotes cuando predicaban.
 
Siendo adolescente no dejaría de alimentar su corazón piadoso, por lo que empezó a ejercitarse en la guarda de los sentidos y la asiduidad a los sacramentos. Esto le ayudó a mantener una vida de gracia, plasmada en la oración y el estudio. Estas prácticas espirituales fortalecieron su virtud, de manera especial la virtud de la pureza, entendía como el cuidado de quien ama la obra de Dios y se ama rectamente a sí mismo.
 
Franciscano
 
Cuando tenía 20 años, una gran peste golpeó la Toscana, región donde vivía. Entonces, él y sus amigos decidieron presentarse como ayudantes voluntarios en el hospital de la ciudad para auxiliar a los enfermos. A riesgo de su vida, el grupo de hermanos laboró en el recinto por varios años, hasta que desapareció la epidemia.
 
Más adelante, Bernardino tocaría las puertas del convento y sería aceptado en la Orden de los Frailes Menores de San Francisco de Asís, en la que fue ordenado sacerdote. Como presbítero se abocó de manera particular a la prédica, al punto que sería reconocido por el cuidado que ponía en la elaboración de sus sermones.
 
Misionero
 
Fue San Vicente Ferrer quien le pediría a Fray Bernardino, en el año 1406, que se dedicara a la evangelización de la península italiana, tarea que realizó por doce años. Durante este periodo Bernardino vivió probablemente en el monasterio franciscano de la montaña de Capriola, cerca de Siena. Ese sería su “cuartel de operaciones”.
 
En Capriola se mantuvo dedicado a la oración y a planear su viajes apostólicos, los que realizaría sistemáticamente, logrando abarcar el territorio de la actual Italia casi por completo.
Muchos milagros y portentos fueron obrados por su intercesión, entre ellos la expulsión de un demonio que había poseído a una prostituta de su natal Siena.
 
En el nombre de Jesús
 
Como activo propagador de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús y la Eucaristía, el santo solía portar una tablilla, a veces sostenida sobre el pecho, en la que se mostraba la figura de una hostia consagrada de la que salían rayos de luz, y en cuyo centro podía verse el monograma IHS, que el santo ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía.
 
El santo pasó por duros momentos. Víctima de una serie de comentarios y rumores confusos, a San Bernardino le tocó vivir una difícil prueba: fue suspendido como predicador por el Papa Martín V. Providencialmente, la intervención de San Juan Capistrano, quien conocía de su virtud y abnegación, lo ayudó a arreglar dicha situación.
 
San Bernardino de Siena fue también un gran reformador de la Orden franciscana y un destacado organizador. Con ingenio y confianza en la Providencia Divina llegó a fundar más de 200 monasterios de la rama a la que pertenecía: los Franciscanos de la Observancia (Frailes Menores de la Observancia).
En la madurez, fue convocado para ser obispo, pero el Papa lo tuvo que dispensar de tal encargo hasta en tres oportunidades, puesto que Bernardino se negaba a aceptar tal responsabilidad. No se sentía indicado para tamaño encargo. Le rogó una y otra vez al Pontífice que lo dejara en la labor que más amaba: su servicio como predicador. 
 
Preocupación por los dramas de su tiempo: ética y economía
 
Influenciado por muchos pensadores escolásticos, San Bernardino se ocupó de temas de evidente naturaleza social y económica desde un punto de vista teológico y moral.
 
Eran tiempos en los que la Iglesia se esforzaba por responder a las circunstancias relativamente novedosas que se estaban presentando, tales como el crecimiento del comercio y la acumulación de riquezas -muestra de ello fue, por ejemplo, la emergente abundancia económica del norte de Italia-; o la aparición de figuras como la del empresario o comerciante. La formación de gremios de trabajadores y la aparición de entidades financieras constituían verdaderos retos para la enseñanza de la Iglesia y San Bernardino quiso contribuir a la comprensión de las nuevas circunstancias.
 
En un conjunto de sermones intitulados "Sobre los contratos y la usura", San Bernardino reflexiona y pone límites morales a ciertas prácticas económicas que se extendían rápidamente, la gran mayoría de las veces, en abierta contradicción con los valores evangélicos, tales como la dignidad de la persona y el trato justo.
 
Por otro lado, a San Bernardino de Siena se le reconoce haber repasado una larga lista de temas morales, incluyendo la sodomía, bastante extendida en algunos pueblos italianos. Tal desvergüenza devino en el desprestigio de toda una cultura que se pretendía “cristiana”, pero que se había consagrado al cultivo de los placeres del cuerpo, olvidándose del alma.
 
El espíritu de la predicación del santo fraile fue siempre el de invitar o alentar a la práctica del bien y procurar con ello la salvación de las almas -algo que se condice con la atención a los problemas sociales más prácticos o “terrenales”-. En ese esfuerzo siempre ayudó su estilo directo y sin ambages al predicar.
 
Reformador de los hijos de Francisco de Asís
 
San Bernardino de Siena fue un promotor de la orden a la que pertenecía, la Orden Franciscana Observante (frailes menores). En el campo de la renovación espiritual de los frailes fue un luchador infatigable. No fue el fundador de los franciscanos, como algunos han sostenido erróneamente, sino su celoso promotor y reformador.
 
Fruto de los esfuerzos del franciscano fue el incremento del número de frailes desde su ingreso a la orden -se contaban apenas 130- hasta el día de su muerte -cuando se había alcanzado aproximadamente los cuatro mil-.
 
Al santo se le debe la fundación y reforma de por lo menos trescientos conventos o monasterios. Además, Fray Bernandino fue una de las primeras autoridades franciscanas que envió misioneros hacia Oriente.
 
De acuerdo a sus biógrafos, presagiando que el final de su vida se acercaba, el fraile pasaba largas horas en oración. Se dice que presenció una aparición de San Pedro Celestino, quien le confirmó que pronto estaría con Dios.
 
Nuestro santo partió a la Casa del Padre en 1444, y solo seis años después fue canonizado por el Papa Nicolás V, el 25 de mayo de 1450, en uno de los procesos de canonización más breves de la historia. (ACI prensa).

 

19 mayo, 2025

Santa María Bernarda Bütler, Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora

 

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 ¡Oh! Santa María Bernarda Bütler, vos sois la hija del Dios
de la Vida, alegre, inteligente, generosa y amante de la
naturaleza y su amada santa. Vuestra devoción a la Eucaristía
siempre fue el centro de vuestra espiritualidad. Vos, os
dedicasteis al trabajo agrícola y enamorada como estabais,
el amor a Dios, os hizo desprenderos de este sentir humano
para entregaros completamente a nuestro Señor. Decíais vos:
«Explicar este estado del alma a quien no ha experimentado V
jamás algo semejante, es extremadamente difícil, si no es
que imposible. El Espíritu Santo me enseñó a adorar, alabar,
bendecir y dar gracias a Jesús en el tabernáculo, en todo
momento, en medio de las labores y en la realidad cotidiana
de la vida». El trabajo, la oración, el apostolado en la
parroquia, hicieron que vos, mantuvieseis vivo el deseo de
la vida consagrada. Vuestro párroco os recomendó que entraseis
en el Monasterio franciscano de María Auxiliadora, y vestisteis
hábito franciscano, tomando el nombre de Sor María Bernarda
del Sagrado Corazón de María, emitisteis la Profesión religiosa,
para servir a nuestro Señor, hasta la muerte, en la vida
que vos queríais más: la vida contemplativa. Más tarde, os
eligieron Maestra de novicias y por tres veces Superiora de
la Comunidad. Vuestro celo y vuestro amor por el Reino de Dios
os hizo acoger la invitación de Monseñor Pietro Schumacher,
obispo de Puertoviejo, en Ecuador, quien os pidió venir a su
diócesis, para ser la anunciadora del Evangelio en aquella
tierra latinoamericana. Y así, tomando como estandartes la
luz de la fe y el celo por el anuncio del Evangelio, vos,
y vuestras compañeras emprendisteis el nuevo reto: ser la
fundadora de "las Hermanas Franciscanas Misioneras de María
Auxiliadora". Vos os hicisteis «toda para todos», y pusisteis
como fundamento de vuestra acción misionera la oración, la
pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio constante
de las obras de misericordia. Junto con vuestras hijas,
comenzasteis un apostolado constante entre las familias,
profundizando en el conocimiento de la lengua y de la cultura
del pueblo. Y, Dios os escuchó y la vida cristiana de aquella
población volvió a florecer milagrosamente. Muchos fueron
los sufrimientos a los que vos, y vuestras hijas se vieron
sometidas: la pobreza, el clima, riesgos para la salud, la
seguridad de vida, incomprensiones eclesiásticas, y hasta la
separación de Hermanas. Todo esto lo soportasteis con una
gran fortaleza y silencio, sin defenderos y sin alimentar
resentimientos. Perdonasteis de corazón y orasteis por
aquellos que os hacían sufrir. La Iglesia fue perseguida
por fuerzas hostiles, y os obligó a escapar del Ecuador, sin
saber a dónde ir, y de pronto Dios hizo su aparición en  
vuestro trajinar mediante Monseñor Eugenio Biffi, que os
invitó para trabajar en su diócesis de Cartagena. Y, en el
día de la fiesta de la Porciúncula de Asís, os recibió
paternalmente. Con amor compasivo y franciscano socorríais
las necesidades espirituales de los pobres que vos considerabais
vuestros predilectos. Decíais a las hermanas: «Abran
sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados.
Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra
actividad». En la «Obra Pía» de Cartagena, llorada por  
vuestras Hijas, voló vuestra alma al cielo, para ser coronada
con corona de  luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
"¡Oh! Santa María Bernarda Bütler "vivo eslabón del Dios Verdadero"
.

 © 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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19 de Mayo
Santa María Bernarda Bütler
Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora

Dotada de una excelente salud, Verena creció alegre, inteligente, generosa y amante de la naturaleza. A los siete años comenzó a frecuentar la escuela. El fervor y el empeño con el que, el 16 de abril de 1860, se acercó a la Primera Comunión permanecieron constantes en ella a lo largo de toda su vida. La devoción a la Eucaristía formará, efectivamente, el fundamento de su espiritualidad.

A la edad de 14 años, terminados los estudios elementales, Verena se dedicó al trabajo agrícola, experimentando también el afecto por un digno joven del cual se enamoró. Sintiendo la llamada de Dios supo desprenderse de este compromiso para entregarse completamente a su Señor. En este período de su vida se le concedió la gracia de gozar sensiblemente de la presencia de Dios, sintiéndolo muy cercano. Ella misma afirma: «Explicar este estado del alma a quien no ha experimentado jamás algo semejante, es extremadamente difícil, si no es que imposible». Y además: «El Espíritu Santo me enseñó a adorar, alabar, bendecir y dar gracias a Jesús en el tabernáculo, en todo momento, en medio de las labores y en la realidad cotidiana de la vida».

Atraída del amor de Dios, a los 18 años entró como postulante en un convento de la región. Comprobado que no era aquél el lugar donde el Señor la llamaba, Verena regresó pronto al seno familiar. El trabajo, la oración, el apostolado en la parroquia, mantuvieron vivo en ella el deseo de la vida consagrada. El 12 de noviembre de 1867, por sugerencia de su párroco, Verena entró en el Monasterio franciscano de María Auxiliadora en Altstätten. El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre de Sor María Bernarda del Sagrado Corazón de María, y, el 4 de octubre de 1869 emitió la Profesión religiosa, con el firme propósito de servir al Señor hasta la muerte, en la vida contemplativa.

Pronto fue electa Maestra de novicias y por tres veces Superiora de la Comunidad, desempeñando este servicio fraterno por nueve años consecutivos. Su celo y su amor por el Reino de Dios la habían preparado para iniciar una nueva experiencia misionera. Por tanto, acogió de buen grado la invitación de Mons. Pietro Schumacher, obispo de Puertoviejo, en Ecuador, quien le pidió venir a su diócesis, planteándole la precaria situación de su gente. María Bernarda reconoció en esa invitación la clara voluntad de Dios que la llamaba a ser anunciadora del Evangelio en aquella tierra lejana.

Superadas las iniciales resistencias del obispo de San Gallo y después de haber obtenido un regular indulto pontificio, el 19 de junio de 1888 Sor María Bernarda y seis Compañeras dejaron el monasterio de Altstätten y partieron para el Ecuador. Solamente la luz de la fe y el celo por el anuncio del Evangelio sostuvieron a la Beata y a sus Compañeras en la difícil separación del amado monasterio y de las Hermanas. En su interior María Bernarda pensaba en el tener que dar vida a una fundación misionera dependiente del monasterio suizo. A su vez, el Señor la hacía fundadora de una nueva Congregación religiosa, la de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.

Recibidas paternalmente por el Obispo, éste encomendó a María Bernarda la Comunidad de Chone que presentaba un espectáculo desolador, por la falta casi absoluta de sacerdotes, la escasa práctica religiosa y por la difundida inmoralidad. María Bernarda se hizo «toda para todos», poniendo como fundamento de su acción misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio constante de las obras de misericordia. Junto con sus hijas, comenzó un intenso apostolado entre las familias, profundizando en el conocimiento de la lengua y de la cultura del pueblo. No tardaron en madurar los primeros frutos. La vida cristiana de aquella población volvió a florecer como por encanto. También la nueva Congregación franciscana creció en número y se fundaron las dos Casa filiales de Santa Ana y de Canoa. Pero, también, pronto la obra misionera de la Madre Bernarda fue marcada por el misterio de la Cruz. Fueron muchos los sufrimientos a los que ella y sus hijas se vieron sometidas: la pobreza absoluta, el clima tórrido, incertidumbres y dificultades de todo tipo, riesgos para la salud y la misma seguridad de vida, incomprensiones de parte de la autoridad eclesiástica y, la separación de algunas Hermanas de la Comunidad, constituidas después en una Congregación autónoma (las Franciscanas de la Inmaculada: Beata Caridad Brader). María Bernarda soportó todo con heroica entereza, en silencio, sin defenderse y sin alimentar resentimientos en la confrontación con alguno, perdonando de corazón y orando por aquellos que la hacían sufrir.

Como si no fueran suficientes todas estas pruebas, en 1895, una violenta persecución por parte de fuerzas hostiles a la Iglesia obligó a Sor María Bernarda y sus Hermanas a escapar del Ecuador. Sin saber a dónde ir, con 14 Hermanas se dirigió a Bahía, de donde prosiguió para Colombia. El grupo estaba aún buscando, cuando recibió la invitación de Mons. Eugenio Biffi para trabajar en su diócesis de Cartagena. Y, así, el 2 de agosto de 1895, fiesta de la Porciúncula de Asís, la Fundadora y sus Hermanas exiliadas del Ecuador, arribaron a Cartagena, recibidas paternalmente por el Obispo. Encontraron alojamiento en un ala del hospital femenino, llamado comúnmente «Obra Pía». El Señor las había conducido a aquel asilo, donde la Madre Bernarda permanecerá hasta el término de su vida. Después de la casa de Cartagena, se llevaron a cabo otras fundaciones no sólo en Colombia sino en Austria y en Brasil.

Con un amor compasivo, de auténtica franciscana, estaba encargada de socorrer las necesidades espirituales de los pobres que ella consideró siempre sus predilectos. Decía a las Hermanas: «Abran sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad».

La Madre guió su Congregación por espacio de treinta años. También después de haber renunciado al oficio de Superiora General, continuó animando, con sentimientos de verdadera humildad, a sus queridas Hermanas, sobre todo con el ejemplo de su vida, sus palabras y sus escritos.

Presa de punzantes dolores hipogástricos, el 19 de mayo de 1924, en la «Obra Pía» de Cartagena, llorada por sus Hijas, amada y venerada de todos como auténtica santa, María Bernarda se durmió serenamente en el Señor. Contaba con 76 años de edad, 56 de vida consagrada y 38 de misionera. La noticia de su muerte se difundió rápidamente. El párroco de la catedral de Cartagena anunció el tránsito diciendo a sus fieles: « ¡Esta mañana, en esta ciudad, ha muerto una Santa: la reverenda Madre Bernarda!» Su tumba fue pronto meta de peregrinaciones y lugar de oración.

El celo apostólico y el ardor de la caridad de la Madre María Bernarda reviven hoy en la Iglesia, particularmente a través de la Congregación fundada por ella y actualmente presente en varios.

Países de tres Continentes. La Beata puede ser señalada como auténtico modelo de «inculturación» de la que la Iglesia ha subrayado la urgencia para un eficaz anuncio del Evangelio (cfr. Redemptoris missio, n. 52). Ella encarnó perfectamente en su vida el lema programático: «Mi guía, mi estrella, es el Evangelio».

Durante su vida, encontró apoyo y consuelo solamente en Dios. Cuando abandonó su patria, a donde no habría de regresar jamás, y cuando dejó su querido monasterio de Altstätten y durante su incansable actividad apostólica, ella siempre estuvo sostenida por una sólida espiritualidad, de la oración incesante, la caridad heroica hacia Dios y hacia el prójimo, de una fe fuerte como la roca, una confianza ilimitada en la Providencia de Dios, una fuerza y humildad evangélica y de una fidelidad radical a los compromisos de su vida consagrada. De la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad, de la Eucaristía y de la Pasión del Señor, obtuvo el don de aquella misericordia que practicó con todos y que dejó como particular carisma a su Congregación. Devotísima de la Virgen Madre del Señor, quiso que su Congregación tuviese a la Auxiliadora como Madre, Protectora y Modelo de vida en el seguimiento de Cristo y en su actividad misionera. Como franciscana, cultivó la misma veneración que San Francisco de Asís alimentó por la «Santa Madre Iglesia» por sus pastores y sacerdotes, que ella llamaba « los ungidos del Señor».

La Beata permanece como un admirable ejemplo de mujer bíblica: fuerte, prudente, mística, maestra espiritual, insignia misionera. Ella ha dejado a la Iglesia un testimonio maravilloso de entrega a la causa del Evangelio, enseñando a todos, sobre todo hoy, que es posible unir la contemplación a la acción, vida con Dios y servicio a los hermanos, llevando a Dios a los hombres y a los hombres a Dios.

El 29 de octubre de 1995, el Siervo de Dios Papa Juan Pablo II le confirió el título y los honores de los Beatos. El 12 de octubre de 2008, el Santo Padre Benedicto XVI la inscribe en el Catálogo de los Santos.

 (https://www.aciprensa.com/recursos/biografia-4672)

18 mayo, 2025

Domingo 5 (C) de Pascua

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Domingo 18 de mayo
Domingo 5 (C) de Pascua
 
Texto del Evangelio (Jn 13,31-33a.34-35): Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
 
»Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».
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«Que os améis unos a otros»
 
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Vic, Barcelona, España)
 
Hoy, Jesús nos invita a amarnos los unos a los otros. También en este mundo complejo que nos toca vivir, complejo en el bien y en el mal que se mezcla y amalgama. Frecuentemente tenemos la tentación de mirarlo como una fatalidad, una mala noticia y, en cambio, los cristianos somos los encargados de aportar, en un mundo violento e injusto, la Buena Nueva de Jesucristo.
 
En efecto, Jesús nos dice que «os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34). Y una buena manera de amarnos, un modo de poner en práctica la Palabra de Dios es anunciar, a toda hora, en todo lugar, la Buena Nueva, el Evangelio que no es otro que Jesucristo mismo.
 
«Llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2Cor 4,7). ¿Cuál es este tesoro? El de la Palabra, el de Dios mismo, y nosotros somos los recipientes de barro. Pero este tesoro es una preciosidad que no podemos guardar para nosotros mismos, sino que lo hemos de difundir: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes (...) enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20). De hecho, San Juan Pablo II escribió: «quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo».
 
Con esta confianza, anunciamos el Evangelio; hagámoslo con todos los medios disponibles y en todos los lugares posibles: de palabra, de obra y de pensamiento, por el periódico, por Internet, en el trabajo y con los amigos... «Que vuestro buen trato sea conocido de todos los hombres. El Señor está cerca» (Flp 4,5).
 
Por tanto, y como nos recalca el Papa Juan Pablo II, hay que utilizar las nuevas tecnologías, sin miramientos, sin vergüenzas, para dar a conocer las Buenas Nuevas de la Iglesia hoy, sin olvidar que sólo siendo gente de buen trato, sólo cambiando nuestro corazón, conseguiremos que también cambie nuestro mundo.
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Ésta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad para con ellos [enfermos, necesitados]» (San Gregorio Nacianceno)
«Lo esencial en estas palabras es el “nuevo fundamento” del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con Cristo, del vivir en Él» (Benedicto XVI)
«La voluntad de nuestro Padre es ‘que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1Tm 2,3-4). El ‘usa de paciencia, no queriendo que algunos perezcan’ (2Pe 3,9). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad es que ‘nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado’ (Jn 13,34)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.822)(ACI prensa).

17 mayo, 2025

San Pascual Bailón OFM, “Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las asociaciones eucarísticas”.

 Biografía de San pascual Bailón

   

¡Oh!, San Pascual Bailón, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, a quien adorabais toda vuestra santa vida en
la Santa Eucaristía. “Pascual”, os llamaron por haber nacido el
día de Pascua y, por increíble que parezca, fuisteis humilde
pastor de ovejas,y terminasteis en la Orden Franciscana Menor.
Un día gritasteis con fuerza: “¡Ahí viene! ¡Allí está!” Y de
rodillas, caísteis porque visteis a Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Descalzo andabais por caminos de piedras y de espinas llenos,
y por compañía, siempre vuestro devocionario. Fraile ya, vuestros
oficios, los más humildes: portero, cocinero, mandadero y
barrendero. Pero, vos, experto erais en amar a Jesús en la
Eucaristía. Un día, vos,le dijisteis a Nuestra Señora: “Señora:
no puedo ofreceros grandes cualidades, porque no las tengo,
pero os ofrezco mi danza campesina en vuestro honor”. Y, de
seguro, Ella, feliz debió sentirse al veros. “¡Oh, me perdí la
ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera
dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me
habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”.
Respondíais así,dentro de vos, por haber perdido aquella
oportunidad de no hablar de Dios. El día de Pentecostés, poco
antes de morir, oísteis los sonidos de una campana y dijisteis:
“¿De qué se trata?”. Y, os dijeron: “Es que están en la
elevación en la Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”,
respondisteis emocionado al borde de las lágrimas. Y, luego,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe.
Durante vuestro funeral, tenían vuestro ataúd descubierto, y
cuando elevaban la Santa Hostia en la Santa Misa, los
presentes muy admirados vieron que vos, abríais y cerrabais
por dos veces vuestros ojos. ¡Y, claro! ¡Hasta vuestro
cadáver adoraba a Cristo en la Santa Eucaristía! Y, así,
vuestros santos restos para su veneración, se quedaron por
tres días seguidos, porque la gente quería despediros más;
¡Santo Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración
¡Oh! San Pascual, “vivo Amor por Jesucristo, Dios y Señor Nuestro".

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Mayo
San Pascual Bailón
Religioso(año 1592)

Querido San Pascual: consíguenos del buen Dios un inmenso amor por la Sagrada Eucaristía, un fervor muy grande en nuestras frecuentes visitas al Santísimo y una grande estimación por la Santa Misa. Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y veréis lo que son los milagros (S. J. Bosco).

Le pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua (del año 1540). Nació en Torre Hermosa, Aragón, España. Es el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28 será hermano religioso, franciscano.

Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.

Un día otros pastores le oyeron gritar: “¡Ahí viene!, ¡allí está!”. Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia. De niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los escasos dineros que le pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se había comido.

A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.

Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.

Ayudaba cada día el mayor número de misas que le era posible y trataba de demostrar de cuantas maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y a María. Un día un humilde religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual danzando ante un cuadro de la Sma. Virgen y diciéndole: “Señora: no puedo ofrecerte grandes cualidades, porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza campesina en tu honor”. Pocos minutos después el religioso aquel se encontró con el santo y lo vio tan lleno de alegría en el rostro como nunca antes lo había visto así. Cuando los padres oyeron esto, unos se rieron, otros se pusieron muy serios, pero nadie comentó nada.

Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: “Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes”. Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes.

Un día un hereje le preguntó: “¿Dónde está Dios?”. Y él respondió: “Dios está en el cielo”, y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: “¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”.

Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo que dice la S. Biblia que sintieron los apóstoles cuando los golpearon por declararse amigos de Jesús: “Una gran alegría por tener el honor de sufrir por proclamarse fiel seguidor de Jesús”.

Lo primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al templo y allí se quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús Sacramentado. Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Había recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso amor por Jesús Sacramentado. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.

Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía. Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: “¿De qué se trata?”. “Es que están en la elevación en la Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”, y quedó muerto plácidamente.

Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos. Por 200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San Pascual oyeron unos misteriosos golpecitos.

Nadie supo explicar el porqué pero todos estaban convencidos de que eran señales de que este hombre tan sencillo fue un gran santo. Y los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el Papa lo declaró santo en 1690. El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. 

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pascual_Bailón5_17.htm)

16 mayo, 2025

San Juan Nepomuceno, Mártir del Sacramento de la Reconciliación y Patrono de los Confesores

 San Juan Nepomuceno - Omnes

       

 ¡Oh! San Juan Nepomuceno, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado Santo, a quien Wenceslao,
de Praga rey, colérico y celoso, os obligó a contar
los pecados de su reina esposa; petición a la que
vos os negasteis rotundamente y al hacerlo, vuestra
muerte asegurasteis y el impío reyezuelo os lanzó
al río. Pero, Dios quien
siempre estuvo de vuestro
lado, Trescientos años esperó para mostrar su poder
y lo mostró para el asombro de todos: sacerdotes
y médicos, vuestra lengua que incorrupta estaba,
seca y gris, de pronto, en carne fresca y viva se
tornó y todos os alabaron de rodillas por este
increíble milagro. Desde entonces fuisteis vos,
considerado Patrono de los confesores, porque
prefiristeis morir antes que revelar los secretos
de la confesión. También os consideran Patrono de
la buena fama, porque preferisteis el martirio, pero
no permitisteis que la buena fama de una penitente
fuera destrozada. Como recuerdo de vuestro martirio
en Praga, en el puente desde el cual fuisteis echado
al río, está vuestra imagen y muchas personas, al
pasar por allí os rezan devotamente y además que,
desde allí, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega de amor y fe. Corona de luz que jamás
marchitará; Santo Patrono de los confesores y de la
de la buena fama; ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Juan Nepomuceno, “vivo mártir del Dios Vivo”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Juan Nepomuceno
Mártir del Sacramento de la Reconciliación y Patrono de los Confesores
(Año 1393)

San Juan Nepomuceno, pídele al buen Dios que nos envíe muchos y muy santos confesores.

Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno.  Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado (o sea el segundo después del Arzobispo) lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.

Pero el rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso mandarlo asesinar.

Luego el rey tuvo otro gran disgusto y consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un familiar, y el Vicario Juan Nepomuceno se le opuso rotundamente, porque esos bienes eran de la Santa Iglesia.

Entonces el rey mandó que al padre Juan lo ataran doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y que lo lanzaran al río Moldava. Fue en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura.

En 1725 (o sea más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta pero seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.

Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada.

En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Nepomuceno5_16.htm)