30 agosto, 2025

Santa Rosa de Lima “Rosa de Santa María”, Patrona del Perú, América y las Filipinas

 Santa Rosa de Lima – Pintakasi

  

¡Oh!, Santa Rosa de Lima, vos, sois la hija del Dios de la Vida,
su amada santa, y, que, entregada a los pobres y enfermos
a vuestra madre terrena le respondisteis: “Cuando servimos
a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos
cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos
servimos a Jesús”. Vuestra vida de piedad y de virtud, halló
conforte cuando vestisteis el hábito de la Orden de Santo
Domingo, dedicándoos a la oración, la penitencia, la mística
y la contemplación. Por modelo de santidad a Santa Catalina
de Siena tomasteis a pesar de la oposición y de las burlas
de vuestros padres y amigos. De vuestro corazón, desterrasteis
el amor propio, aplastando así vuestro orgullo; con la humildad,
la obediencia y la abnegación imitabais a Cristo. Jamás
a vuestros padres desobedecisteis y, en silencio, días enteros
la incomprensión sufristeis en el huerto que tanto amabais.
Trabajabais y cosíais en ayuda de vuestra familia, y, a la par
contra las propuestas de matrimonio luchabais prefiriendo
hacer votos de virginidad a Dios, a quien os habíais consagrado
desde siempre, tanto que, llevabais sobre la cabeza, corona
de espinas por amor a Él. Y, cuando de Él, hablabais, cambiaba
vuestro tono de voz y vuestro rostro, se inflamaba reflejando
el sentimiento de vuestra alma y vuestro corazón. Y, era más,
cuando os hallabais en presencia del Santísimo Sacramento,
y cuando estabais en plena comunión con Él. Dios, permitió que
sufrieses mucho, y que, vuestros amigos os persiguieran
y vuestra alma, sumida en desolación espiritual quedase, para
provecho del maligno que aprovechaba para molestaros cada
vez, con tentaciones violentas. “Oíd pueblos, oíd, todo género
de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su
misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer
aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para
conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma”.
“¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia,
qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas
esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias!
Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en
buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en
busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de
aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en
el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos
que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se
pesan para repartirlos entre los hombres.” Así, escribisteis vez
alguna. Y, vos, que habíais padecido tanto a lo largo de vuestra
santa vida, en vuestros últimos momentos de vida dijisteis:
“Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la
misma medida tu amor”. ¡Y, Dios os escuchó! Y, así, y luego
de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz, como premio
justo a vuestra increíble entrega de amor. ¡Aleluya ¡ ¡Aleluya!
Santa Patrona del Perú, de la América toda y de las Filipinas;
¡Oh!, Santa Rosa de Lima, “Viva Rosa de Amor del Dios de la Vida”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de agosto
Santa Rosa de Lima
“Rosa de Santa María”
Patrona del Perú, América
y las Filipinas

El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús”.-(Catecismo de la Iglesia Católica, 2449).

Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.

Biografía

Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones. Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían. El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Extraordinarias pruebas y gracias

Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual. El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.

Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”. Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.

El Papa Clemente X la canonizó en 1671

Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.

De los escritos de santa Rosa de Lima

“El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
“¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”.

“Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen: “Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.”

“Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:

“¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.”

Bibliografía
Butler, Vida de los Santos

(http://www.corazones.org/santos/rosa_lima.htm)

 

 

 

28 agosto, 2025

San Agustín de Hipona, Obispo Confesor, Doctor de la Iglesia y “Doctor de la Gracia”y “La Gran Lumbrera de Occidente”.

 Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "San Agustin Patrono de los que buscan a Dios 28 de agosto aciprensa.com"

      

¡Oh!, San Agustín, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y con justicia llamado “La Gran Lumbrera
de Occidente”. “Si queréis recibir la vida del Espíritu
Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la
unidad para llegar a la eternidad”. “Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva. Tarde te amé!. Tú
estabas dentro de mí y yo fuera y por fuera te buscaba.
Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará
insatisfecho hasta que descanse en Ti, pues la medida
del amor es el amor sin medida”; así escribisteis en
“Confesiones”. Vuestra madre, ¿y quien más que ella?, os
enseñó a orar, pero luego, vos, os apartasteis y el mal,
tomó “cuerpo maniqueo” y, os atrapó y ella, lloró y oró
por vos, casi su vida toda. Vos, la verdad buscasteis,
y sólo ella, y por ella, estudiasteis varias filosóficas
corrientes. Os gustó “el maniqueísmo” o lo que es lo mismo,
el conflicto entre el bien y el mal, que al final os
desilusionó, y optasteis por el escepticismo. Os movíais
en círculos neoplatónicos y apareció en vuestra vida, a
Dios gracias, San Ambrosio, hombre santo de Dios, que os,
ilustró en las ciencias divinas. A menudo así, rezabais:
“Señor, dame castidad, pero no ahora”. Pero un día,
escuchasteis una voz, como la de un niño, que os decía:
“Tolle et legge” (toma y lee). Y, al leer las Santas
Escrituras al azar leísteis: “No deis vuestros miembros,
como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien
a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad
vuestros miembros a Dios, como instrumentos de justicia.
Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues
que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia”. Y así,
os decidisteis sin reserva a entregaros en alma y cuerpo
a Dios, y su ley siguiendo y explicándola a otros. ¡Y,
maravilla!, a la edad de Cristo, fuisteis bautizado en
la Pascua de Resurrección, y vuestra madre, de gozo se
llenó y os dijo: “¿Y a mí que más me puede amarrar a la
tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano
católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”.
Y, al poco tiempo, abandonó este valle de lágrimas, feliz,
en vuestros brazos. Y, del Niño aquél y el agua de mar,
Dios, os respondió, sobre lo imposible que vos, hacíais por
interpretar la Trinidad Santa. Vos, hoy, os encontráis todo
coronado de gloria por vuestra gran entrega de amor y fe;
¡oh!, San Agustín, “vivo Cristo de la Gracia y de la Luz”.

 © 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de agosto
San Agustín de Hipona Obispo
Confesor y Doctor de la Iglesia
“Doctor de la Gracia”
“La Gran Lumbrera de Occidente”.

“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad”. “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva…¡Tarde te amé!. Tú estabas dentro de mí y yo fuera…, y por fuera te buscaba…”. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Tí…”. ”La medida del amor es el amor sin medida…”.

San Agustín de Hipona (354-430), es el más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental, nació en el año 354 en Tagaste (Argelia actual). Sus padre, Patricio, un pagano de cierta estación social acomodada, que luego de una larga y virulenta resistencia a la fe, hacia el final de su vida se convierte al cristianismo. Mónica, su madre, natural de África, era una devota cristiana, nacida a padres cristianos. Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas lecciones sufrió al ver como iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la disoluta Roma.”Noche y día oraba y gemía con más lágrimas que las que otras madres derramarían junto al féretro de sus hijos”, escribiría después Agustín en sus admirables Confesiones. Pero Dios no podía consentir se perdiese para siempre un hijo de tantas lágrimas. Mónica murió en Ostia, puerto de Roma, el año de 387, asistida por su hijo.

Juventud y estudios

Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con quien tuvo un hijo en el año 372, llamado Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.

Contienda intelectual

Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón, Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, que le llevó a estudiar varias corrientes filosóficas. Durante nueve años, del 373 al 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín recordaría posteriormente en sus Confesiones: “Concédeme castidad y continencia, pero no ahora mismo”. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín, abandona la doctrina y decide por el escepticismo.

En el año 383 se traslada de Cartago a Roma, y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica. Allí se mueve en círculos neoplatónicos. Allí también conoce al obispo de la ciudad, al gran Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia. Ambrosio le recibió con bondad y le ilustró en las ciencias divinas. Y así, poco a poco, renace en Agustín un nuevo interés por el cristianismo. Su mente, tan prodigiosa, inquita y curiolsa, va descubriendo la Verdad que hasta ahora le había eludido, sin embargo, vacilaba en su compromiso por debilidades de la carne, temía comprometerse porque sabía que tendría que reformar su vida disoluta, y dejar atrás muchos gustos y placeres que tanto le atraían.

Rezaba a menudo, “Señor, dame castidad, pero no ahora. “Pero un día, según su propio relato, escuchó una voz, como la de un niño, que le decía: Tolle et legge (toma y lee). Pero, al darse cuenta que estaba completamente solo, le pareció inspiración del cielo y una exhortación divina a leer las Santas Escrituras. Abrió y leyó el primer pasaje que apareció al azar: “…no deis vuestros miembros, como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estaís bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Rom 13, 13-14). Es entonces cuando Agústín se decide, y sin reserva, se entrega en alma y cuerpo a Dios, siguiendo su ley y explicandola a otros. A los 33 años de edad recibe el santo bautismo en la Pascua del año 387. Su madre que se había trasladado a Italia para estar cerca de él, se llenó de gran gozo.

Agustín, ya convertido, se dispuso volver con su madre a su tierra en África, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía morir tranquila. Sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada : “¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”. Poco días después le invadió una fiebre y murió. Murió pidiendo a su hijo “que se acordara de ella en el altar del Señor”. Murió en el año 387, a los 55 años de edad.

Obispo y teólogo

Agustín regresó al norte de África y fue ordenado sacerdote el año 391, y consagrado obispo de Hipona (ahora Annaba, Argelia) en el 395, a los 41 años, cargo que ocuparía hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica; los bárbaros amenazaban el imperio romano llegando incluso a saquear a Roma en el 410, y el cisma y la herejía amenazaban internamente la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica y refutó brillantemente los argumentos paganos que culpaban al cristianismo por los males que afectaban a Roma. Combatió la herejía maniqueísta y participó en dos grandes conflictos religiosos, el uno contra los donatistas, secta que sostenía que eran inválidos los sacramentos administrados por eclesiásticos en pecado.

El otro, contra las creencias de los pelagianos, seguidores de un monje británico de la época que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que duró por mucho tiempo, Agustín desarrolla sus doctrinas sobre el pecado original y la gracia divina, soberanía divina y predestinación. Sus argumentos sobre la gracia divina, le ganaron el título por el cual también se le conoce, Doctor de la Gracia. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvos por el Don de la Gracia Divina. Contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia. Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430

Obras

La importancia de San Agustín entre los Padres y Doctores de la Iglesia es comparable a la de San Pablo entre los Apóstoles. Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía “Confesiones” (400), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran obra apologética “La Ciudad de Dios” (413-426), formula una filosofía teológica de la historia, y compara en ella la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo.

Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados “De libero arbitrio” (389-395), “De doctrina Christiana” (397-428), “De Baptismo”, “Contra Donatistas” (400-401), “De Trinitate” (400-416), “De natura et gratia” (415), “Retracciones” (428) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

(información recopilada de varias fuentes)

San Agustín y el niño

La historia de San Agustín con el niño es por muchos conocida. La misma surge del mucho tiempo que dedicó este gran santo y teólogo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes podían constituir un único Dios.

Cuenta la historia que mientras Agustín paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de decifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

Oración

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en San Agustín para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de Tí, fuente de sabiduría, te busquemos como el único amor verdadero y sigamos los pasos de tan gran santo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración por las Vocaciones

Glorioso Padre San Agustín, que abriste un camino de entrega a Dios al descubrir la hermosura de la vida religiosa; concédeme a mí, que me creo también llamado por Él, a ver claramente mi camino; ayúdame a ser fiel a esa vocación divina; que la estime en todo su valor, que huya de las personas y cosas que me la pueden arrebatar; que sea desde hoy muy generoso para decir sí el día de mi total entrega. Amén.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Agustín_8_28.htm)

 

27 agosto, 2025

Santa Mónica, Madre de San Agustín y patrona de las madres

 


¡Oh!, Santa Mónica, vos, sois la hija del Dios de la Vida,
madre maravillosa de San Agustín y amada santa. Os
preguntaban por qué vuestro esposo era uno de los
hombres de peor genio en la ciudad, pero que nunca
os golpeaba, y, en cambio los otros, las golpeaban.
Y, vos, respondisteis : “Es que, cuando mi esposo está
de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio.
Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se
necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues,
no peleamos”. Dios, vuestras plegarias oyó y, vuestro
esposo converso fue, y así, su alma pudo volar hacia
Dios. Viuda, y con vuestro Agustín, rebelde, y sin causa,
jamás dejasteis de orar por su cambio y conversión,
aunque los maniqueos su alma habían tomado. Y, en
un sueño aquella voz secreta os habló, y os dijo: “tu
hijo volverá contigo”. Y, enseguida se lo narrasteis
a Agustín, y pensó él, que poco os faltaba, para que
maniquea fuerais. Y, vos, a ello, le respondisteis: “En
el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo,
sino el hijo volverá a la madre”. Y, en medio de vuestra
aflicción, un Obispo os dijo: “Esté tranquila, es imposible
que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Estas palabras
siempre os fortalecían y os daban confianza en el Dios
vivo. Y, aunque Agustín fuga, vos, fuisteis tras la “oveja
perdida”. Y, en el camino, San Ambrosio, os abrió su
corazón de bondad y de sabiduría lleno y, os dio sabios
consejos, que trasmitisteis a Agustín, que impactado
quedaba. Más tarde, él, mismo lo escuchaba con atención
y respeto, tanto que, al fin, abrió su mente y corazón
a la fe y las verdades católicas, bautizándose
para alegría del cielo y vuestra, en plena “Pascua de
Resurrección”. Así, vos, conseguisteis todo lo que
anhelabais en esta vida, y poder tranquila, de este
mundo partir. Y, junto al mar, mientras conversabais,
con vuestro hijo, exclamasteis: “¿ Y a mí que más me
amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran
deseo, el verte cristiano”. Y, Agustín, os abrazó y os
besó en la frente con ternura y, poco después, vuestra
alma al cielo voló, para recibir corona de luz, como
premio, a vuestra entrega de madre de fe y de amor;
¡oh!, Santa Mónica, “vivo amor y fe en el Dios Vivo”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Agosto
Santa Mónica
Madre de San Agustín
(Año 332- 387)

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.” Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos”.

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios. Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil: Agustín

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo: “tu hijo volverá contigo”, y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”. Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va tras de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios consejos. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: ” ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.” Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables. En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Mónica_8_27.htm)

26 agosto, 2025

Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Patrona de los ancianos

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26 de agosto
Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars
Patrona de los ancianos 
 
Cada 26 de agosto, la Iglesia celebra a Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, religiosa española que se santificó en el servicio a los ancianos en estado de abandono. En 1873 fundó -junto al P. Saturnino López Novoa- la congregación religiosa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en la ciudad de Barbastro, Huesca (España).
 
Su obra se extendió rápidamente, floreciendo y dando abundantes frutos, al punto de que a la muerte de la Madre Teresa la congregación estaba a cargo de 103 asilos para ancianos, repartidos estos entre España y América.
 
El bien es difusivo
 
Teresa Jornet nació en Aitona, Lérida (España), el 9 de enero de 1843, en el seno de una familia profundamente católica. Como muestra de ello están las numerosas vocaciones que florecieron dentro de la familia. Dos de sus hermanas fueron también religiosas: una de ellas, Josefa, ingresó a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y sirvió muchos años en un hospital de la Habana (Cuba); la otra se incorporó a la Congregación que Teresa fundó. Finalmente, tres de las hijas de su hermano también formaron parte de su comunidad.
 
Inicialmente Teresa estudió para ser maestra en la ciudad de Lérida. Al graduarse fue invitada por un tío suyo, el Beato P. Francisco Palau y Quer -carmelita descalzo exclaustrado- a trabajar en el Instituto de las Hermanas Terciarias Carmelitas, que él había fundado. Teresa trabajó allí con esmero, pero sin considerar aún la vida religiosa como opción para su vida.
 
 “¿Qué quieres que haga por ti? (Mc 10, 51-52)
 
El llamado vocacional vino después. Teresa se descubrió llamada a la vida contemplativa y solicitó el ingreso al monasterio de las clarisas de Briviesca en Burgos (España) en 1872. Sin embargo, no llegó a realizar los votos y volvió a la casa familiar. Tras estos acontecimientos, replantea su camino y decide hacerse carmelita terciaria para dedicarse a la enseñanza.
 
En junio de ese mismo año, Teresa realizó un viaje junto a su madre a las aguas termales de Estadilla, Huesca. Durante el trayecto de regreso, Teresa se detuvo en Barbastro, localidad en la que conoció al Beato Saturnino López Novoa quien, con un grupo de sacerdotes amigos, se dedicaba al cuidado de ancianos abandonados.
 
Teresa vió en aquella noble labor una señal, algo que le indicaba la ruta que había estado buscando. Quizás, por vez primera, el futuro aparecía más despejado y luminoso. Percibía que era Cristo mismo quien le pedía entregarse a los demás de esa manera.
 
La caridad asistencial y su sentido
 
Poco después, el 11 de octubre de 1872, Teresa regresaría a Barbastro, esta vez para quedarse. Llegó acompañada de su hermana María y de la amiga de ambas, Mercedes Calzada. Su propósito era unirse al grupo de las primeras aspirantes, dirigidas por el P. Saturnino. Teresa sería nombrada superiora de esa primera comunidad femenina.
 
Luego la santa recibe oficialmente, de manos del Beato Saturnino, las constituciones que habrían de regir la vida de aquellas mujeres. Unos meses más tarde, el 27 de enero de 1873, se realiza la fundación de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
 
Para mayo de 1873, las hermanitas llegan a Valencia, siempre acompañadas del P. Saturnino, a solicitud de la Asociación de Católicos de la ciudad. La idea era comenzar el trabajo de ayuda a los ancianos en abandono.
 
La espiritualidad de esta Congregación, concebida y forjada por sus santos fundadores, consiste en acoger a los ancianos más pobres e integrarlos en un ambiente de familia, atendiendo sus necesidades materiales y espirituales. En palabras de Teresa, se trata de: “Cuidar los cuerpos para salvar las almas”.
Teresa de Jesús Jornet e Ibars fue superiora general de su congregación hasta el día de su muerte, acontecida en Liria, Valencia, el 26 de agosto de 1897. Tenía 54 años.
 
El sendero del amor a los más frágiles
 
Teresa de Jesús Jornet e Ibars fue beatificada el 27 de abril de 1958 por el Papa Pío XII, solo cincuenta años después de su muerte.
 
El Papa San Pablo VI la canonizó el 27 de enero de 1974. En la homilía de la misa de canonización, el Papa señaló: “Teresa Jornet tuvo algo, misterioso si se quiere, que nos atrae. A su lado se siente esa presencia inefable de la Vida que la sostuvo y la alentó en sus afanes de consagración a Dios y al prójimo, orientándola hacia la senda concreta de la caridad asistencial. El fruto de la ingente labor desplegada por tan humilde religiosa cuajó de manera admirable, pero sin clamor externo. El quehacer de la gracia será siempre algo misterioso”.
 
En la actualidad, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen 204 hogares distribuidos en 19 países, entre los que se encuentran Alemania, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Filipinas, Guatemala, México, Mozambique, Perú y Paraguay.(ACI Prensa).

25 agosto, 2025

San Luis de Francia, rey

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25 de agosto
San Luis de Francia, rey
Amante de los pobres y débiles 
 
Cada 25 de agosto se recuerda a San Luis de Francia (1214-1270), el rey Luis IX, conocido también como Ludovico, quien se distinguió por su espíritu de penitencia y oración, y por su generosidad con los pobres y los débiles.
 
San Luis fue un gobernante sabio, justo y prudente. Entre sus aciertos está el haber eliminado las ordalías -institución que pretendía administrar justicia, pero sobre la base de supercherías- y promovido el principio de presunción de inocencia en los juicios.
 
El rey niño
 
Luis nació en Poissy, cerca de París, el 25 de abril en el año 1214; hijo de Luis VIII y de Blanca de Castilla. Vivió en tiempos en los que Francia jugaba un papel importantísimo para la cristiandad europea, amenazada por el afán expansionista de los pueblos árabes y que pugnaba por fortalecer su identidad y cultura. Su Francia fue, también, la de uno de esos momentos privilegiados en los que el espíritu humano alcanza las cúspides de la grandeza: Luis fue contemporáneo de Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, ambos destinados a ser profesores en París, donde se encontraba la universidad más famosa de aquel entonces.
 
Coronado en 1226 con apenas 12 años, no gobernó efectivamente hasta alcanzada la adultez. Mientras tanto el reino quedó bajo la regencia de la madre de Luis, doña Blanca de Castilla. Años más tarde, en 1235, Luis contrajo nupcias con Margarita de Provenza, con quien tuvo once hijos. Luis fue siempre un esposo y padre ejemplar.
 
Su corazón ardía de amor por la Iglesia y en sus decisiones siempre estaba el deseo de protegerla y extenderla. Fue así que durante su reinado apoyó la construcción de monasterios y el fortalecimiento de las órdenes religiosas.
 
La corona de espinas
 
Balduino II (1060-1131), último emperador latino de Constantinopla, se había visto obligado a vender la "Corona de Espinas" -la que según la tradición fue colocada en la cabeza de Jesús por la soldadesca romana antes de su crucifixión-, considerada una de las posesiones más célebres de monarca de origen francés.
 
La reliquia pasó por distintas manos hasta que fue recuperada por Luis IX. El santo, entonces, como expresión de su amor y devoción mandó derribar la capilla de San Nicolás y construyó en su lugar la Sainte Chapelle (Santa Capilla) en París para preservar allí esta y otras reliquias cargadas de simbolismo para los católicos, hoy patrimonio de toda la Iglesia.
 
La piedad y nobleza de San Luis de Francia lo llevó a integrar la Orden Terciaria Franciscana y la Orden Trinitaria. Entre los monasterios más famosos que mandó edificar en su intento por fortalecer a las órdenes religiosas estuvo el de Royaumont, así como el convento de Maubuisson (con ayuda de su madre). Para el servicio de sus súbditos construyó el hospital de ciegos Quinze-Vingts (Los Trescientos).
 
Las cruzadas
 
San Luis de Francia participó en dos cruzadas, decidido a recuperar el Santo Sepulcro y frenar las invasiones árabes en Tierra Santa, pero que terminaron en sendos fracasos. Sin embargo, por su compromiso y lealtad con la causa fue considerado como uno de los caballeros más valientes de la época.
 
En la primera cruzada cayó prisionero en Egipto, pero fue liberado. Como no se pudo lograr el objetivo de recuperar los lugares santos, el rey colaboró en la organización de una segunda cruzada, durante la cual enfermó de disentería cerca de Cartago (norte de África, hoy Túnez) y murió.
 
San Luis IX falleció el 25 de agosto de 1270, un día después de haber recibido los últimos sacramentos. Tenía 55 años. Sus restos fueron trasladados a Francia y depositados en la iglesia de Saint-Denis, donde permanecieron a salvo hasta que fueron profanados en los días de la Revolución Francesa. Luis de Francia fue canonizado en 1297.
 
San Luis por todo el mundo
 
San Luis de Francia ha prestado su nombre a ciudades y accidentes geográficos como pocos santos. Es llamativa la toponimia asociada a él.
 
En América: la ciudad y provincia de San Luis, y San Luis del Palmar en la provincia de Corrientes, Argentina; San Luis del Marañón en Brasil; el lago Saint Louis en Canadá; los dos municipios de San Luis en Cuba; San Luis Talpa, en el Departamento de La Paz, El Salvador; la ciudad de San Luis en el estado de Misuri, Estados Unidos; la ciudad y el estado de San Luis Potosí en México; las ciudades mexicanas de San Luis de la Paz, San Luis Coyotzingo, San Luis Anáhuac y San Luis Acatlán.
 
Fuera de América: la isla de San Luis, en París, Francia; la región de Saint Louis en Senegal; y cinco provincias que llevan su nombre en Filipinas.
 
Además, abundan las instituciones educativas, los equipos deportivos y las Iglesias o parroquias que llevan el nombre del rey santo.(ACI Prensa).

23 agosto, 2025

San Felipe Benizi, Fortaleció y expandió su Orden

 

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¡Oh!, San Felipe Benize; sois vos, el hijo del Dios de la
vida y su amado santo y, el mismo a quien la Reina del cielo
Santa María Virgen escogiera para propagarla . Sí, aquella
la de los «Servitas», o «Siervos de la Madre de Dios»,
famosa en vuestro tiempo y hoy, por el mundo extendida.
Por madre tomasteis a María Santa y, como “libro único”,
a Cristo Jesús Dios y Señor Nuestro, a quien “leísteis” fielmente
y “de palmo a palmo”. Al finalizar un intenso y largo
retiro espiritual, visitasteis los conventos de Alemania y Francia
para esparcir vuestra orden. Por vuestra sabiduría a todos
impresionasteis y con el «don de lenguas» convertisteis
a miles de pecadores y reconciliasteis a los cismáticos.
San Alejo, puso bajo vuestra dirección a su sobrina Santa
Juliana, quien fundó la tercera orden de las «Siervas
de María». También vos, os encargasteis de enviar
a los primeros misioneros servitas al oriente y, algunos
de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe
a Cristo. Al final de vuestra piadosa e ilustre vida, decidisteis
retiraros a vivir al más pobre y humilde convento
de vuestra orden, donde pasasteis vuestros últimos
días, orando y postrado ante la imagen de vuestra amada
“Madre”, Santa María, hasta el día en que, voló
vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Felipe Benize, “vivo siervo de la Madre del Dios Vivo».

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

 
23 de agosto
San Felipe Benizi
Fortaleció y expandió su Orden
 
Cada 23 de agosto la Iglesia celebra a San Felipe Benizi (Filippo Benizzi), santo del siglo XIII, superior general de la Orden de los Siervos de María (Ordo Servorum Mariae), cuyos miembros son conocidos como “servitas”.
 
San Felipe Benizi de Damiani fue el responsable de la expansión y fortalecimiento de la Orden, fundada en Florencia en 1233 por los “siete santos fundadores”. Los servitas son una de las cinco órdenes mendicantes originales de la Iglesia Católica. Filippo Benizzi nació en el seno de una familia noble del reino de Florencia (Italia) el 15 de agosto de 1233.
 
En busca de su “lugar”
 
Siendo muy joven -se dice que con tan sólo 13 años- se mudó a París a estudiar Medicina. De París pasó a Padua, donde a los 19 años obtuvo el grado de Doctor en Medicina y Filosofía. A los 20 años regresó a su ciudad natal y ejerció allí su profesión por un año. Durante ese tiempo, se dedicó a estudiar las Sagradas Escrituras y a rezar con asiduidad. Solía hacerlo frente a un crucifijo del templo abacial de Fiésole. De cara a Cristo crucificado, Felipe le pedía al Señor la luz necesaria para descubrir su vocación.
 
Sus oraciones dieron fruto, y estando un día rezando en el templo de Fiésole, escuchó una voz que venía del crucifijo y que lo invitaba a ponerse bajo la protección de la Santísima Virgen en la Orden de los Servitas.
 
Siervo de María
 
Felipe pidió ser admitido en Monte Senario -monasterio servita- y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de hermano lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y realizar algunas tareas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incesantemente mientras las realizaba.
 
En 1258 fue enviado junto a otros servitas al convento de Siena. El largo viaje se convirtió en ocasión propicia para algunas discusiones en torno a la fe. Curiosamente, aun entre hombres de Dios, no siempre hay claridad y certidumbre en torno a las profundidades de la teología.
 
Felipe intervino en cada uno de los temas de manera brillante, dejando zanjadas varias cuestiones. Dos de los que viajaban con él dieron cuenta de lo sucedido al prior general, quien al constatar la sabiduría y sencillez del Felipe, le pidió que se prepare para el sacerdocio.
 
Fraile y presbítero
 
Ese fue el inicio del itinerario que lo llevaría a entregarse a Dios en 1262 de manera definitiva. Poco después, Felipe sería nombrado maestro de novicios del convento de Siena y Vicario asistente del prior general.
 
En 1267, por voto unánime, Felipe fue elegido prior general de los servitas. Como primera labor, visitó los conventos de la Orden ubicados en el norte de Italia, invitando a todos a convertirse y someterse a la protección de la Madre de Dios. Tiempo después, San Felipe iniciaría otra ronda de visitas a los conventos de Alemania y Francia.
 
Negativa al papado y suspensión de su Orden
 
En 1269, durante el cónclave de Viterbo, reunido para elegir al sucesor del Papa Clemente IV, el nombre de Benizi circuló con fuerza como probable Papa. Felipe, quien sabía de sus fragilidades, no se consideraba digno de semejante cargo, por lo que huyó de la ciudad y se refugió en una cueva (la famosa Grotta di San Filippo Benizi) en el Monte Amiata. En 1274 intervino en el segundo Concilio de Lyón que, siguiendo las directrices del IV Concilio de Letrán, prohibía la fundación de nuevas órdenes religiosas y suprimía las órdenes mendicantes que aún no habían sido aprobadas por la Santa Sede.
En 1276 el Papa Inocencio V declaró suprimida su Orden. Felipe se dirigió entonces a Roma, pero antes de su llegada, el Papa Inocencio murió. El restablecimiento de la Orden recién llegaría con el Papa Juan XXI. A partir de entonces empezaría un renacer de los servitas.
 
El renacer de los servitas
 
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la Tercera Orden de las Siervas de María. El santo florentino se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al Oriente. Algunos de ellos llegaron incluso a derramar su sangre en tierras lejanas por fidelidad a Cristo.
 
En 1285, San Felipe decidió retirarse de la vida pública, después de años de entrega generosa como apóstol de Cristo y servidor de la Iglesia. Sus últimos días los pasó en el convento de Todi, rezando postrado frente a la imagen de la Virgen Inmaculada.
 
Dios lo llamó a su presencia el 22 de agosto de 1285; fue canonizado en 1761 y su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.(ACI prensa).

21 agosto, 2025

San Pio X, pontífice

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21 de agosto
San Pio X, pontífice 
 
Cada 21 de agosto la Iglesia Católica celebra al Papa San Pio X, pontífice entre los años 1903 y 1914, en los albores del siglo XX. Gobernó en tiempos de profundos cambios que sirvieron, tristemente, de antesala de auténticos fracasos para la humanidad, como es el caso de la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial.
 
Precisamente, en este duro contexto Pio X supo enrumbar a la Iglesia dentro de los cauces de la fidelidad al Evangelio, de manera que esta pudiese afrontar con esperanza los grandes retos de los nuevos tiempos.
 
“Instaurar todo en Cristo”
 
Pio X asumió la sede de San Pedro tras la muerte del Papa León XIII en 1903. Inmediatamente se abocó a promover un compromiso mayor de los fieles con la Eucaristía. Animó a que estos se acerquen asiduamente a ella, si es posible que cultiven la costumbre de la misa diaria.
 
Por ahí empezó su “reforma”, muy acorde con el lema que escogió para su pontificado: “Instaurar todo en Cristo”; es decir, para transformar el mundo -cada vez más alejado de Dios- hay que construir sobre el más seguro de los cimientos: Cristo. Sin Él toda empresa humana está condenada a fracasar.
 
Un hijo de su tiempo
 
Giuseppe Melchor Sarto nació el 2 de junio de 1835, en Riese, Italia; hijo de un cartero e integrante de una familia humilde. Fue un niño que creció bajo las condiciones de la clase trabajadora italiana de fines del s. XIX. A pesar de las dificultades siempre fue un chico alegre, sensible e inteligente.
Mientras crecía, su inquieto espíritu lo fue moviendo a profundizar en su fe y vocación. Lo que más deseaba era amar a Dios y a los hermanos, así que llegó el momento más serio: se planteó ser sacerdote.
Años más tarde, a los 23, recibiría el orden sacerdotal en la provincia de Treviso, Venecia (Italia).
 
Vertiginosa carrera eclesiástica
 
En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la diócesis de Treviso, donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital. A la par, trabajó para que los estudiantes de las escuelas públicas pudieran recibir instrucción religiosa.
 
En noviembre de 1884 fue nombrado obispo de Mantua, una sede muy difícil. Al asumir el cargo, su principal preocupación era la formación del clero, por lo que empezó a trabajar en el seminario, encargándose personalmente de enseñar teología dogmática.
 
Más adelante, para su sorpresa, el Papa León XIII lo creó cardenal en consistorio secreto de junio de 1893, otorgándole el título de “San Bernardo de las Termas”. Tres días después, en consistorio público, fue preconizado “Patriarca de Venecia”, conservando el título de Administrador Apostólico de Mantua.
Sin embargo, el ahora Cardenal Sarto tuvo que esperar 18 meses para poder tomar posesión de su diócesis, ya que el gobierno italiano se negaba a concederle reconocimiento oficial. Una vez que pudo ser erigido como Patriarca de Venecia, concentró su atención nuevamente en el seminario, donde organizó la facultad de derecho canónico.
 
Espíritu renovador
 
Años después, ya como pontífice, hizo importantes reformas a tono con los tiempos y las necesidades de los fieles. Una de ellas fue publicada mediante decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, “Quam Singulari” (Cuán singular). El Papa recomendaba allí que la Primera Comunión sea administrada a los niños pequeños apenas tuviesen uso de razón.
Por el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, Pio X publicó la encíclica “Ad diem Illum laetissimum” (Hasta aquel alegre día) en el marco del congreso mariano en el que coronó la imagen de la Inmaculada Concepción que está ubicada en la Basílica de San Pedro. A través de esta encíclica, el Papa le dio un nuevo impulso a la devoción a María Madre de Dios.
 
En relación a la enseñanza de la doctrina cristiana publicó la encíclica “Acerbo nimis” (Demasiado amargo), en la que planteaba que la catequesis fuera dirigida también a los adultos. Además promovió la publicación de un nuevo catecismo para la diócesis de Roma.
 
Igual que cuando fue obispo, siempre preocupado de la formación de los sacerdotes, como Papa intervino a través del magisterio: publicó la encíclica "Pieni l'animo" (Lleno el ánimo), dirigida al Episcopado italiano (1906), en donde hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia poco compatible con la disciplina eclesiástica.
 
Por otra parte, ordenó que los seminarios italianos fueran visitados frecuentemente por los obispos.
 
Cristianismo y modernidad
 
Otra de sus grandes preocupaciones fue preservar la pureza de la fe, por eso, en 1907, publicó el decreto “Lamentabili” (llamado también el “Syllabus de Pío X”), en el que 65 proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de ellas se referían a las Sagradas Escrituras y su inspiración, la doctrina de Jesús y los apóstoles; mientras que otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos y la primacía del Obispo de Roma.
 
Poco después, el 8 de Septiembre de 1907, publicó la encíclica “Pascendi Dominici gregis” (Apacentar la grey del Señor), en donde exponía y condenaba el sistema del modernismo, destacando sus peligros en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa corriente de pensamiento y la fe.
 
El Papa teólogo
 
Durante toda su vida, San Pio X había sido un gran enamorado de la música sacra, por lo que siendo pontífice publicó un motu proprio para el empleo de la música sacra en las iglesias. Ordenó que el canto gregoriano se utilizara en todas partes y dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el mismo tipo de fuente que se usa en el Vaticano, bajo la supervisión de una comisión especial.
Como el estudio de la Biblia es importantísimo para la teología, el Papa Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para dichos estudios, que diera garantía de ortodoxia y valor científico. Finalmente, con el apoyo de los jesuitas, fundó el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
 
Bajo su pontificado se actualizó y completó el Código de Derecho Canónico en el que colaboraron autoridades en la materia de todo el mundo. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos fueron determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados.
 
Hizo una serie de importantes cambios en la curia vaticana y publicó un motu proprio con 19 proposiciones -especialmente para la Iglesia en Italia- con las que buscó confrontar ciertas tendencias inclinadas hacia el socialismo, que promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.
 
Marcando la pauta a los futuros pontífices
 
En virtud de todos estos elementos, queda claro que Pío X fue un gran protector de la doctrina y disciplina católicas. La brillantez de su trabajo doctrinal fue reconocida incluso fuera de la Iglesia. A la vez, a San Pío X se le reconoce por su espíritu apostólico, la fortaleza de su carácter, la precisión de sus decisiones y el celo por la recta formación de los católicos.(ACI Prensa).