23 diciembre, 2007


Marcio Catunda: "Caminito, la más esponténea lección de simplicidad".


Tan sencilla, esta poesía de Luis Ernesto, es para quien se alimenta de música y sabe que amor es verbo intransitivo. Pues sabio es quién habla a los niños en su lenguaje. Es que para ser uno con el universo hay que despojarse de todo lo superfluo, hasta la más clara simpleza. Tengo el agrado de hojear las pequeñas joyas de «Caminito» – didáctico, religioso, cívico, lúdico y ecológico a la vez, y veo en cada poema una gota de luz, un destello de diamante, una golondrina en su delicadeza mágica. En cada verso una bendición, una enseñanza al niño que somos delante del Divino Maestro.



No es el adulto quien lleva al niño de la mano. Es el infante el timonero de la vida. Los hombres, que andan demasiado preocupados, ¿sabrán todavía decir «mi corazón está feliz?». ¿Acaso se olvidaron de las cosas simples y se sienten desencantados? ¿Sabrán confesar «amo a la vida con especial alegría?». Pues lo sabe el amigo de Jesús, él que vive encantado con el arte de vivir y con la delicadeza de sus pequeños discípulos. Si muchos se olvidan de reconocer las dádivas de la naturaleza, que aprendan a recordarlas como el niño que aprende a dibujar en este poema que simboliza la espontaneidad: «Para dibujar a un niño/ tienes que pensar en ti,/ y solo así dibujar tu/podrás/. Carita redonda,/ cuerpito de manzana,/un corazoncito/, traviesas manitas,/pies juguetones/ y, ya está:/!tu, estás dibujando!».Pues aprendamos con el poeta y con sus niños las prendas de quien habla el idioma del amor. Soy de los que aplauden a los que dicen «de mis padres heredé el rechazo a la violencia».Luis Ernesto es un profesor de vida. Pues enseña que la verdad no tiene edad. Muestra la sabiduría de la niñez: el estudiar, el jugar y sobre todo el pensar, cuando escribe en el poema «Los Números». «…Con todos (los números) marcha el mundo/ ¿hasta cuando?/ ¡Sabe Dios!»Aprendiendo a leer y a respetar a la naturaleza, regando el jardín o contemplando la campiña, el Caminito es de luz, como el día soleado en la montaña. ¡Escuchemos la voz de la naturaleza en la contemplación de la obra divina! ¡Bienaventurado el poeta que dialoga con las cosas y los animales, el discípulo de Francisco de Asís!. El que sabe soñar sin temores. ¡Bienaventurados los poetas que se alegran con la sonrisa de los niños!



Desde Tacna, con su corazón bondadoso, Luis Ernesto nos regala este tierno tratado sobre el arte de sentir. Sus versos son bendiciones de las que emana un aura perfumada. Y relumbran los colores de una cosecha de ternuras. Invito a los lectores a desfrutar, a través de estas palabras cristalinas - como gorjeos, como flores olorosas - esta doctrina de fraternidad, ese itinerario luminoso, lleno de cordura y de afecto.





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(*)Poeta, escritor y diplomático brasileño

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