24 julio, 2016

Beatos Mártires Pasionistas de Daimiel

 

 
 
¡Oh!, Beatos Mártires Pasionistas de Daimiel, vosotros,
sois los hijos del Dios de la vida, sus amados beatos y
mártires, que, al mando de vuestro provincial P. Nicéforo,
escuchasteis unas palabras que no parecían de él, sino,
propias del Espíritu Santo, diciéndoos emocionado:
“Hermanos, esta noche es nuestro “Getsemaní”, con
el Calvario, encima nuestro, al estilo de Jesucristo, y,
nuestra naturaleza, en su parte débil, en su parte flaca,
desfallece, se acobarda, pero Jesús está con nosotros.
Yo os voy a dar al que es la fortaleza de los débiles,
Dice el Señor. A Jesús, le confortó un ángel, a nosotros
es el mismo Jesús, quien lo hace y nos sostiene. Dentro
de pocos momentos, estaremos con Cristo. Moradores
del Calvario, ¡animo a morir por Cristo! A mí me toca
animaros y yo mismo me estimulo con vuestro ejemplo”.
Luego, el P. Nicéforo os dio a todos la absolución general
y él mismo la recibió del P. Germán, su superior. Luego,
os dio a cada religioso la sagrada comunión. Desde
el altar el P. Nicéforo, se dirigió a las puertas de la iglesia,
acompañado de todos vosotros, y las abrió de par en par,
y uno de los revoltosos, arma en mano, se dirigió a todos
vosotros, y les exigió, amenazador, que abandonasen
el convento y la iglesia. El P. Nicéforo le dijo: “Si quieren
matarnos, háganlo aquí, en la iglesia”. Pero, no sucedió
así, el superior repartió el poco dinero de que disponían
y los grupos se despidieron tomando diferentes caminos.
Y, el mal, decía: “Van a pasar por ahí los pasionistas de
Daimiel. ¡Carne fresca! No la dejéis escapar”. Y, así,
uno a uno, rindiendo tributo de sus jóvenes vidas fueron
todos, menos cinco compañeros vuestros. Todos murieron
perdonando, como lo hizo Jesús en la cruz. “Si alguno
nos saca para fusilarnos, decía el P. Juan Pedro. os
pedimos que a nadie tengáis odio ni rencor por mal que
nos hagan “. Y, el P. Nicéforo, después de haber sido
fusilado y ya próximo a morir, levantó sus ojos al cielo,
volvió su rostro hacia sus asesinos y sonrió, desatando
su furia, diciendo: “Cómo, ¿todavía sonríes?” Y le disparó
otro tiro, que acabó con su vida acá en la tierra. Y, así,
vosotros veinte y seis religiosos pasionistas del convento
del Santo Cristo de la Luz, Daimiel, disteis vuestras vidas
por vuestra fidelidad a Cristo y a la Iglesia y sois: Nicéforo
Díez Tejerina, Germán Pérez Jiménez, Juan Pedro Bengoa
Aranguren, Felipe Valcobado Granado, Ildefonso García
Nozal, Pedro Largo Redondo, Justiniano Cuesta Redondo,
Pablo María Leoz Portillo, Benito Solana Ruiz, Anacario
Benito Lozal, Felipe Ruiz Fraile, Eufrasio de Celis Santos,
Maurilio Macho Rodríguez, Tomás Cuartero Gascón, José
María Cuartero Gascón, José Estalayo García, José Osés
Sáinz,  Julio Mediavilla Concejero, Félix Ugalde Irurzun
José María Ruiz Martínez, Fulgencio Calvo Sánchez
Honorino Carracedo Ramos, Laurino Proaño Cuesta
Epifanio Sierra Conde, Abilio Ramos Ramos, y Zacarías
Fernández Crespo. Más tarde, los mismos asesinos dijeron
que los “vencidos” habían sido los “vencedores”, pues,
según confesaron los mismos asesinos, el P. Juan Pedro y
el Hno. Pablo María murieron con el crucifijo en las manos y
gritando: “¡Cristo Rey!” Y, así, todos vosotros entregasteis
vuestras almas, para coronadas ser con coronas de luz, como
justo premio a vuestras grande entrega de amor y fidelidad;
¡oh!, Beatos Pasionistas de Daimiel, “vivos mártires de la fe”


 

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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24 de julio
Beatos Mártires Pasionistas de Daimiel
Mártires Pasionistas


Por: Pablo García, C.P. | Fuente: Passiochristi.org
Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1989 por S.S. Juan Pablo II

Breve Reseña

La noche del 21 al 22 de julio de 1936, el convento pasionista de Daimiel, Ciudad Real, descansaba en la más profunda calma. La oscuridad era como un manto protector, que envolvía la casa e iglesia del Santo Cristo de la Luz. Parecía como si nadie pudiera perturbar ese ambiente de paz y de silencio.

Serían las once y media de la noche. El sonido metálico de la campana de la puerta vino a romper inesperadamente y con insistencia este silencio claustral de la media noche estrenada. Era un sonar agitado y nervioso, que hizo saltar del lecho en que dormía tranquilamente al hermano portero de la comunidad. ¿Quién sería a tan altas horas de la noche? ¿Qué estaría sucediendo?

¿Qué se pediría de ellos?

El buen hermano Pablo María destacaba precisamente por su tranquilidad y su paz. Sin embargo, al oír ese sonar fuerte e insistente de la campaña a horas tan intempestivas, no pudo menos de asustarse y quedar desconcertado y sin saber qué hacer. ¿Acudiría a la puerta? ¿Esperaría un poco más a ver lo que pasaba? De ir, ¿lo haría solo?, ¿o despertaría a algún otro religioso para que le acompañase?

Pronto recobra la calma y, con gran valentía y serenidad, decide ir solo. ¿Cuál no sería su sorpresa. ..y miedo, al abrir la puerta y encontrarse allí nada menos que con una multitud de hombres fuertemente armados, envueltos en la oscuridad? Con ademanes amenazadores y sin más dilación, éstos mandan al hermano que se desaloje inmediatamente el convento.

"GETSEMANÍ, ÉSTE ES NUESTRO GETSEMANÍ…"

Pasos silenciosos, sombras y siluetas moviéndose a lo largo del corredor en penumbra. Cada noche, algo más tarde, solían levantarse para cantar las alabanzas del Señor en el coro. Ahora, estos hombres de Dios querían coronar el canto de alabanza de sus vidas con el “amén” festivo de su fidelidad a Cristo.
Entraron en la iglesia. Delante del altar les estaba ya esperando el provincial, el P. Nicéforo, cuya mirada suave y cariñosa se iba posando sobre cada uno de esos religiosos, en su mayor parte tan jóvenes.
Ya en el presbiterio y de rodillas ante el altar, el Padre les dirigió unas palabras que no parecían de él, sino inspiradas directamente por el Espíritu de Dios. Los pocos que lograron sobrevivir, después de la tragedia de la guerra, todavía las recordaban textualmente. De tal manera se les habían grabado en la memoria y en el corazón:

“Getsemaní”

Les dijo con la mayor emoción-, éste es nuestro Getsemaní. Conturbada ante la fatídica perspectiva del Calvario, como la de Jesucristo, también nuestra naturaleza, en su parte débil, en su parte flaca, desfallece, se acobarda… Pero Jesús está con nosotros. Yo os voy a dar al que es la fortaleza de los débiles… A Jesús le confortó un ángel, a nosotros es el mismo Jesús el que nos conforta y nos sostiene… Dentro de pocos momentos, estaremos con Cristo…

Moradores del Calvario, ¡ánimo!, ¡a morir por Cristo! A mí me toca animaros y yo mismo me estimulo con vuestro ejemplo “.

A continuación, el P. Nicéforo dio a todos la absolución general y él mismo la recibió del P . Germán, el superior de la comunidad. Luego, se revistió el roquete y la estola y dio a cada religioso la sagrada comunión. De esta comunión escribiría, años más tarde, uno de los supervivientes: “¡Qué comunión aquella tan fervorosa!”

Después de unos momentos de acción de gracias, el P. Provincial animó todavía a sus religiosos al martirio, recordándoles que ahora debían probar con su vida que eran seguidores de Cristo Crucificado, que eran ¡pasionistas!

Con solemnidad y misterio, desde el altar el Padre se dirigió a las puertas de la iglesia, acompañado de sus religiosos. Las abrió de par en par. Fuera y envueltos en la oscuridad de la noche, le esperaban unos doscientos milicianos fuertemente armados y apiñados hacia la entrada. Entonces uno de ellos, destacándose de los demás y con el arma en la mano, se dirigió a los religiosos y les exigió, amenazador, que abandonasen el convento y la iglesia.

El P. Nicéforo le contestó sencillamente: “Si quieren matarnos, háganlo aquí, en la iglesia “. El miliciano no había contado con esta actitud tan pacífica y valiente. No poco confuso, se dirigió todavía al P. Nicéforo con estas palabras: “¿Quién ha dicho que queremos mataros? Lo que queremos es que os vayáis de aquí”.

Escoltados como si fueran malhechores, los religiosos pasionistas salieron de la iglesia y se internaron en la oscuridad y en lo desconocido. Ninguno intentó huir ante la muerte. Todos permanecieron fieles al Señor. 

Después de haber recibido la eucaristía y de la oración, los Pasionistas de Daimiel, a ejemplo de Jesús y de los primeros mártires de la Iglesia, se sintieron ya fuertes y preparados para enfrentarse con su pasión y beber hasta las heces el cáliz que el Padre celestial les preparaba.

Pero, ¿adónde los llevaría ahora su camino, en medio de la oscuridad, tan avanzada la noche y rodeados de enemigos?

CAMINO DEL CEMENTERIO

Primero se les dio orden de dirigirse hacia la estación. Algunos pensaron que allí les dejarían tomar el tren y alejarse. ¡Vana ilusión! La comitiva cambió pronto de rumbo y tomó otra dirección, esta vez la del cementerio cercano. Todos estaban convencidos de que allí serían fusilados.

En filas de dos en dos, escoltados por hombres armados, caminaban envueltos en la oscuridad de la noche. ¡Silencio! Pero cuanto mayor era el silencio, tanto más vivo se hacía en ellos el mundo de sus pensamientos. En aquellos momentos y en la oscuridad de la noche, no podían ser más siniestros. Uno de los cinco supervivientes describiría así, después de terminada la guerra, los sentimientos que les embargaban en aquellos trágicos momentos: “Nuestra excitada fantasía veía ya cavada la tumba. ¿Nos enterrarían vivos?, ¿o muertos? La muerte nos causaba espanto, pero el pensamiento de que nos enterrasen vivos era todavía mucho más terrible “.

Pero no, al llegar al cementerio, los hombres del “frente popular” les dejaron en libertad con la orden de seguir adelante y de no dejarse ver más por Daimiel y sus cercanías. De no hacerlo así, su vida correría el mayor peligro.

Después de haber visto tan de cerca la muerte, los religiosos dieron un profundo respiro y tuvieron una gran sensación de alivio. Al llegar a la bifurcación de la carretera de Ciudad Real a Bolaños, se detuvieron para deliberar. Como no era posible que treinta y un hombres juntos pasaran desapercibidos las líneas del frente rojo, decidieron dividirse en grupos. El superior repartió el poco dinero de que disponían y los grupos se despidieron tomando diferentes caminos. Si todo salía bien, se encontrarían de nuevo en Madrid; en caso contrario…, en el cielo.

Con palabras consoladoras, con la mayor emoción se abrazaron fuertemente y se despidieron como para un largo viaje, muy probablemente hasta la eternidad, como así les sucedió a todos menos a cinco de esos religiosos.

Aunque dejados en libertad, los religiosos eran seguidos por el “frente popular”, que iba informando de sus posibles itinerarios hacia la capital de España, a veces con consignas como ésta: “Van a pasar por ahí los pasionistas de Daimiel. ¡Carne fresca! No la dejéis escapar…”

Al día siguiente, 23 de julio de 1936, serían ya fusilados en la cercana población de Manzanares los primeros mártires. Cinco, entre ellos el P. Nicéforo, murieron allí, otros siete podrían todavía sobrevivir, pero, tres meses más tarde y después de mucho sufrimiento por las heridas de ese fusilamiento, morirían también fusilados de nuevo. Todos los demás, en distintos lugares y en diferentes fechas, morirían igualmente fusilados en Carabanchel Bajo (Madrid), en Carrión de Calatrava (Ciudad Real) y en Urda (Toledo ).

Todos murieron perdonando, como lo hizo Jesús en la cruz. “Si alguno nos saca para fusilarnos, diría el P. Juan Pedro. os pedimos que a nadie tengáis odio ni rencor por mal que nos hagan “. Testigos presenciales cuentan también que el P. Nicéforo, después de haber sido fusilado y ya próximo a morir, levantó sus ojos al cielo, volvió su rostro hacia sus asesinos y les ofreció una sonrisa, lo que les desconcertó hasta el punto de que uno de ellos, todavía más enfurecido, le recriminó: “Cómo, ¿todavía sonríes?” Y le disparó a bocajarro otro tiro, que acabó con su vida acá en la tierra.

Los 26 religiosos pasionistas del convento del Santo Cristo de la Luz, Daimiel, que dieron su vida por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia son:

Nicéforo Díez Tejerina, superior provincial y que había sufrido ya persecución y destierro en México, Germán Pérez Jiménez, superior de la comunidad, Juan Pedro Bengoa Aranguren, que había sufrido también persecución por la fe en México, Felipe Valcobado Granado, Ildefonso García Nozal, Pedro Largo Redondo Justiniano Cuesta Redondo Pablo María Leoz Portillo, Benito Solana Ruiz, Anacario Benito Lozal Felipe Ruiz Fraile Eufrasio de Celis Santos Maurilio Macho Rodríguez, Tomás Cuartero Gascón José María Cuartero Gascón José Estalayo García José Osés Sáinz Julio Mediavilla Concejero Félix Ugalde Irurzun José María Ruiz Martínez Fulgencio Calvo Sánchez Honorino Carracedo Ramos Laurino Proaño Cuesta Epifanio Sierra Conde Abilio Ramos Ramos, y Zacarías Fernández Crespo.

Pero los vencidos habían sido los vencedores. Según confesaron más tarde los mismos asesinos, el P. Juan Pedro y el Hno. Pablo María murieron con el crucifijo en las manos y gritando: “¡Cristo Rey!”

Otra cosa que llama la atención es el gran número de religiosos jóvenes. Dieciséis de estos Mártires Pasionistas de Daimiel estaban en edades comprendidas entre los 18 y los 21 años. Ojalá que su ejemplo despierte en nuestros días la conciencia y el entusiasmo de tantos jóvenes todavía indecisos y les lleve a orientar su vida hacia ideales altos y nobles, tal vez incluso a consagrarse como ellos a Dios en la vida religiosa o el sacerdocio.

Estos 26 Mártires Pasionistas de Daimiel fueron beatificados por el papa Juan Pablo II el día 1 de octubre de 1989. Sus reliquias se conservan y veneran en la cripta del convento pasionista de Daimiel, convertido en casa de ejercicios y centro de espiritualidad. La fiesta litúrgica se celebra el día 24 de julio.

23 julio, 2016

Santa Brígida





¡Oh!, Santa Brígida, vos, sois la hija del Dios de la vida y
su amada santa, la misma que, honor disteis al significado
de vuestro nombre: “fuerte y brillante”. Os gustaba mucho,
desde niña, oír de labios de vuestra santa madre, las vidas
de los santos, y, como premio, se os apareció Nuestra Señora,
invitándoos a seguir una santa vida. Vuestra gran devoción:
la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Un día que
rezabais devotamente ante el crucifijo, le dijisteis: ¿quién
te puso así? Y, oísteis que Cristo os decía: “los que
desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor
que Yo, les he tenido”. Y, desde ese instante, todos los que
trataban con vos, a Cristo, lo amaron más. En otra visión,
oísteis de Él, mismo decir: “yo en la vida sufrí pobreza,
y, vos tenéis demasiados lujos y comodidades”. Y, bastaron
aquellas palabras, para que, de la pobreza amante, hasta
el final de vuestra santa vida fuerais. Y, por ello, la
“Comunidad de San Salvador” fundasteis. Y, en “Revelaciones”,
vuestro escrito brillante, nos legasteis de cómo, la vida
de Jesús fue. Y, así, gastada vuestra vida en buena lid,
de este mundo partió vuestra alma, para coronada ser de luz,
como premio justo a vuestra entrega grande de amor y fe;
¡oh!, Santa Brígida, “vivo amor de Dios, fuerte y brillante”.

 

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Julio
Santa Brígida
Viuda y Fundadora
Año 1373


Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más.

Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?
Brígida significa: Fuerte y brillante.

Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.

Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.
Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: – ¿Quién te puso así? – y oyó que Cristo le decía: “Los que desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido”. Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue “la oveja negra de la familia”, que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.

En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: “Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades”. Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).
Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.

Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.

Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Brígida_7_23.htm)

22 julio, 2016

Santa María Magdalena



 

 ¡Oh!, Santa María Magdalena, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y discípula,
que, por Nuestro Señor de siete demonios liberada,
os convertisteis en discípula suya, y al Calvario
os seguiteis, y luego de su muerte, la primera
en ver a Nuestro Señor Jesucristo resucitado,
aquella mañana de Pascua y, de felicidad plena,
la comunicasteis a los demás. Ni “pecadora pública”,
ni “adúltera”, ni “prostituta”, sino, de Cristo
seguidora segura, y de su amor contagiada, el gozo
pascual anunciasteis a los mismos Apóstoles. Y,
además, fuisteis, vos, misma, la que en Éfeso,
vivisteis junto a María, Madre de Dios y Señora
Nuestra, y, a San Juan Apóstol, para luego,
vuestra alma al cielo volar, para coronada ser
con corona de luz, como premio justo a vuestro
grande amor a Jesucristo, Dios y Señor Nuestro;
¡oh!, Santa María Magdalena; “viva fe, amor y luz”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Señor


Martirologio Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).

Hoy celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.


Tres personajes para una historia


María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)

María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.

Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.


Dos en una, tres en una


No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.


Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).


San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: “Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: “María Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania”.


Pero esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.


los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.


Dos teorías


Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.


Una respuesta “oficial”


A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.


Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”, como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”. No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue “pecadora pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.


La liturgia de su fiesta

Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.

Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie… la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.


Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.


La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.


Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.


Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.


Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.


Oración


María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios. Amén.

21 julio, 2016

San Lorenzo de Brindisi

 

 

 
¡Oh!, San Lorenzo de Brindisi, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que, disteis al significado de vuestro nombre honor:
“coronado de laurel”. Y, así fue. Vuestra vida de santo predicador,
hizo de vos, famoso entre los Capuchinos. De memoria asombrosa
dotado, amasteis tanto a Jesús, que, el día que al convento fuisteis
preguntasteis: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo
habrá”, respondió vuestro superior, y vos, le dijisteis: “Pues eso me
basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por
amor a Él, cualquier padecimiento”. Y, cuando un sacerdote quiso
saber, cómo predicabais con tanta facilidad, le respondisteis: “En
buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a
que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal
es que encomiendo mucho a Dios, mis predicaciones, y cuando
empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a
hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido
del cielo”. ¡Respuesta maravillosa! Fundasteis conventos, contra
los protestantes y herejes predicasteis y trabajasteis por la paz y
la conversión de todos los hombres. La piedad practicabais y durante
durante la Misa Santa, erais a menudo, arrebatado en éxtasis.
Dormíais sobre duras tablas, huíais de cuanto honor se os presentaba
y ayunabais con frecuencia. Vuestra meditación preferida la Pasión
y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo era, a quien amasteis en
vida con mayor “pasión”. Vuestro legado, quince volúmenes de
enseñanzas, y entre ellos, ochocientos sermones, pues en la Sagrada
Escritura erais un verdadero especialista. Y, así, y luego de haber
gastado vuestra vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
justo premio recibir, por vuestra entrega constante de amor y fe;
¡oh!, San Lorenzo Brindisi, “pasión viva por el Dios del Amor y la Vida”.




© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de julio
San Lorenzo de Brindisi
Predicador
Año 1619


Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos. Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.


Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”, respondió el superior. “Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento”.


La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.


Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.


Un sacerdote le preguntó: “Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?” Y él respondió: “En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo”.


Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.


El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: “Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión”. Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: “La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo”.


El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.


Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.


En 1859 fue declarado “Doctor de la Iglesia”, por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.


Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el “Doctor apostólico”.


Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú. Dijo Jesús: “Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto”.


20 julio, 2016

San Apolinar

 
 

 ¡Oh!, San Apolinar de Rávena, vos, sois el hijo del Dios de
la vida y su amado santo, las riquezas difundiendo de Cristo,
a la cabeza de vuestra grey, y que, además, la honrasteis
con vuestra santa vida. Discípulo de Pedro, lo acompañasteis
hasta Roma, para Nuestra Santa Madre Iglesia fundar. Y,
luego al norte de Italia y como embajador de la fe viajasteis,
para evangelizar, convirtiéndoos así, en el primer obispo
de Rávena. Os atribuyen el poder de curar a los enfermos
en el nombre de Cristo, y el haber muchos milagros realizado.
Vespasiano, creyó acabar con vuestra labor evangélica, al
terminar con vuestra vida, pero erró y vuestra alma, voló
al cielo, para coronada ser de luz, como premio justo a
vuestra entrega de amor y ser, vivo ejemplo de la cruenta
vida que pasasteis en aquél tiempo, para dejarnos gloriosa
y a la vez, rica herencia de luz. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleuya!
¡Oh!, San Apolinar de Rávena, “vivo camino y luz de Dios”.


 

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Julio
San Apolinar de Rávena
Obispo y Mártir


Martirologio Romano: En Classe, cerca de la ciudad de Rávena, en la vía Flaminia, conmemoración de san Apolinar, obispo, cuya memoria litúrgica se celebra el veinte de julio (c. s. II).

San Apolinar, obispo, que al mismo tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, pasando al banquete eterno el día veintitrés de julio (c. s. II)

SAN APOLINAR DE RÁVENA nació probablemente en Antioquía, en la actual Turquía, en la época de mayor auge del Imperio Romano, apenas después de la muerte de Jesús.
Según la tradición, San Apolinar fue uno de los principales discípulos del Apóstol San Pedro. Cuando San Pedro se trasladó a Roma para fundar ahí la Iglesia, San Apolinar lo habría acompañado hasta la capital del Imperio.

Durante el reinado del emperador Claudio, San Apolinar recibió la comisión de viajar al norte de Italia como embajador de la fe para empezar a evangelizar y a ganar adeptos para el cristianismo.
San Apolinar se convirtió así en el primer obispo de Rávena, cargo que ejerció durante veinte años. Se le ha atribuido el poder de curar a los enfermos en el nombre de Cristo, y de haber realizado otros milagros.
La relativa tranquilidad de su labor apostólica cambió con el ascenso al trono imperial de Vespasiano, en 69, quien cuenta con el dudoso honor de haber organizado las primeras persecuciones con lujo de crueldad contra los cristianos.

Por su cargo y sus actividades en Rávena, San Apolinar fue perseguido inmediatamente. Algunas fuentes cuentan que fue capaz de escapar hacia Dalmacia, donde habría predicado el Evangelio y habría puesto fin milagrosamente a una hambruna.

Sin embargo, al final San Apolinar fue apresado, torturado y martirizado.
Sobre su tumba, en Rávena, se edificó siglos más tarde la célebre Basílica de San Apollinare in Classe, de tres naves, consagrada en 549. Más tarde, en el siglo nueve, fue construida también ahí la iglesia de San Apollinare Nuovo.

SAN APOLINAR DE RÁVENA nos ofrece un ejemplo de la cruenta vida que tuvieron que padecer los santos fundadores del cristianismo.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

19 julio, 2016

San Arsenio

 
 18 de julio: Fiesta de San Arsenio, famoso monje y místico

¡Oh!, San Arsenio, vos, sois el hijo del Dios de la vida y,
su amado santo y, el que, brillo disteis al significado
de vuestro nombre: “fuerte, valeroso y valiente”. Fuerte,
en el combate de la fe, valeroso, en el silencio de los días
y de las noches del desierto, y, valiente, en la palabra y
el buen consejo; pues, vuestros dichos y refranes, hasta
hoy, el caminar iluminan de vuestros fieles. Cierta vez,
la voz de Dios, escuchasteis que os decía: “Apartaos
del trato con la gente y huid a la soledad”. Y, en el acto,
al desierto marchasteis a orar y a penitencia hacer, todo
por el mundano hombre, que falto de si, se entrega a
sus devaneos y falsías. Allí, rica herencia os dejó y vos,
dijisteis: “antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí
en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas
que me impidan adquirir las riquezas del cielo”. Y, a ellas
renunciando, a los pobres las disteis. La gente, en oración
constante os veía siempre de manera especial, las noches
todas. Y, más, los sábados, la noche caída, de rodillas y
con los brazos en cruz, os desmayabais repentinamente.
“Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber
hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado
silencio”. Decíais vos, y agregabais: “Siempre he sentido
temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un
pecador”. ¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso?
Y, os respondíais: “me hice religioso porque quiero santificarme
y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente
mi tiempo”. Pedíais consejos espirituales a monjes que
eran muchísimo más ignorantes que vos. Os preguntaron
un día, el por qué lo hacíais y respondisteis: “Yo sé idiomas,
literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un
analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron
estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad
y de ello saben mucho más que yo”. Un religioso os preguntó
por qué los sabios del mundo son tan ignorantes en lo que
se refiere a la santidad, y en cambio tanta gente “ignorante”
progresa en lo espiritual, y respondisteis: “Es que la ciencia
infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace
obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen
su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su
confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación
Nuestro Señor”. ¿Dónde podremos encontraros ahora Arsenio?
¡Duda no cabe!: coronado de luz todo, en la casa del Padre,
como premio justo a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, San Arsenio, “vivo evangelizador y consejero del Dios Vivo”.

 

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de julio
San Arsenio
Monje
Año 450

Arsenio significa: fuerte, valeroso, valiente.



San Arsenio fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus dichos o refranes fueron enormemente estimados. Las gentes hacían viajes de semanas y meses con tal de ir a consultarle y oír sus consejos.


Cuando el emperador Teodosio, el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un senador sumamente sabio y muy práctico en los consejos que sabia dar. Y así durante diez años tuvo que estarse en el palacio imperial tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero se dio cuenta de que el uno era demasiado atrevido y el otro demasiado apocado, y desilusionado de ese fracaso como educador de los dos futuros emperadores dispuso dedicarse a otra labor que le fuera de mayor utilidad para su santificación y salvación.


Y estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: “Apártese del trato con la gente, y váyase a la soledad”. Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los demás monjes de esa soledad.


Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación. El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo hizo sentar a la mesa sino que lo dejó de pie, junto a su mesa. Luego en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso, y le dijo secamente: “Si quiere comer algo, recoja eso”. 

Arsenio se inclinó humildemente, recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este comportamiento admirable, lo consideró lo suficientemente humilde como para ser recibido como monje y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los demás religiosos: “Este será un buen hermano”.

Arsenio había pasado toda su vida en el alto gobierno y en lujosos palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas costumbres mundanas que los otros monjes no hallaban como corregírselas, porque le tenían mucho respeto. Entonces dispusieron irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla. Y los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje joven que mientras rezaban tuviera la pierna montada, y que ellos le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron, regañando fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la lección y se corrigió.


San Arsenio se hizo famoso por sus penitencias extraordinarias. Un día llegó un alto empleado del imperio a llevarle un documento en el cual se le comunicaba que un senador riquísimo le dejaba en herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas. El santo exclamó: “Antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo”. Y renunció a todo esto en favor de los pobres.


Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los sábados al anochecer empezaba a rezar de rodillas con los brazos en cruz y permanecía así hasta que caía por el suelo desmayado. Tenía 40 años cuando abandonó el palacio imperial donde tenía todas las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo faltaba. Desde los 40 años hasta los 95 años estuvo orando, ayunando y haciendo penitencias en el desierto, por la conversión de los pecadores, la extensión de la religión y el perdón de sus propios pecados.


Como hombre de mundo y de política que había sido, sentía una gran inclinación a tratar con la gente y a charlar con los demás, y en cambio hacía todo lo posible por retirarse del trato con todos, y vivir en la más completa soledad. Cuando un día el superior le llamó la atención porque no se prestaba a quedarse a charlar con las numerosísimas personas que iban a consultarle, le respondió: “Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes”. En verdad que a cada persona la lleva Dios a la santidad por caminos diversos. A unos los hace santos haciendo que se dediquen totalmente a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha pedido que con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le ganen también almas para el cielo.


Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas.


Recordemos algunos de sus dichos


“Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio”. “Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador”.

El religioso debe preguntarse frecuentemente: “¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo” (Esta frase ha conmovido a muchos santos. Por ej. San Bernardo la tenía escrita así en su habitación: “Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? – Quiero salvar mi alma y santificarme”).


San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes que eran muchísimo más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo”.


Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencas y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad, y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo espiritual, y el santo respondió: “Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor”.


Arsenio era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura descollaba majestuosamente entre los demás monjes. Y su santidad superaba a la de los demás compañeros. Las gentes lo veneraban inmesamente y sus consejos han sido apreciados por muchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros y nos consiga una santidad como la suya.


De toda palabra indebida que diga una persona, tendrá que rendir cuentas el día del juicio. (Jesucristo, Mt. 12,36).


18 julio, 2016

San Federico






¡Oh!, San Federico, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo y que, por vuestro saber de las Escrituras
Sagradas, os dedicasteis a la evangelización de los frisones,
con ardor de corazón y fe, honor haciendo al significado
de vuestro nombre: “en la paz poderoso”. Las costumbres
reformasteis de vuestros diocesanos y combatisteis herejías
de vuestro tiempo. Vos, varón justo y lleno de humildad
como erais, os declarasteis incapaz de aceptar vuestro
obispado y, entonces, actuó la providencia y os re-convenció
Ludovico Pío, emperador, para entera satisfacción de vuestro
pueblo. Y, vos, en el único “Sacerdote Justo”, Jesucristo,
confiando realizasteis vuestra obra extraordinaria, hasta
la entrega de vuestra vida misma. Con los pobres generoso,
hospitalario para con los viajeros y amoroso en vuestras
visitas a los enfermos. De un lado, y del otro a la vida
de oración y sacrificio entregado. Jamás ahorrasteis ni
vigilias, ni ayunos, pues vuestra vida era. A los arrianos y
su herejía os confrontasteis y recitar ordenasteis, tres
veces cada día, una oración en honor de la Santísima Trinidad.
Cuando ya casi habíais recorrido toda vuestra diócesis, un
día, mientras dabais gracias por la Misa, atacado fuisteis
por criminales que os atravesaron las entrañas, a los pocos
minutos muriendo. Es verdad, os habían matado el cuerpo,
pero jamás vuestra santa alma, que voló prístina al cielo,
para coronada ser con corona de luz, como justo premio
por vuestra entrega increíble e incesante de amor y fe;
¡oh!, San Federico, “vivo evangelizador de la fe de Cristo”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Julio
San Federico de Utrecht
Obispo
Mártir

Martirologio Romano: En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones (838).

Etimológicamente significa “poderoso en la paz”. Viene de la lengua alemana. Descendiente de una familia ilustre entre los frisones, fue elegido obispo de Utrecht en 820. Dedicó toda su actividad a la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y combatió las herejías. Murió mártir en Utrecht, el año 838. – Fiesta: 18 de julio.

“Al obispo -dice el consagrante al nuevo obispo, durante el ritual de la consagración-, corresponde juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar y confirmar”. Y cuando le hace entrega de la más significativa insignia de su episcopado: “Recibe el báculo de Pastor a fin de que seas dulce y firme en tus correcciones; en tus juicios, justo y sereno; al fomentar la virtud en los demás, persuasivo, y no te dejes llevar ni del rigor ni de la debilidad. Recibe este anillo, símbolo de la fidelidad con que has de conservar intacta y sin mancha a la Esposa de Dios, es decir, la Iglesia”. Y asimismo, cuando le hace entrega de los Evangelios, dice: “Recibe el Evangelio y ve a predicarlo al pueblo que te ha sido encomendado. Dios Omnipotente aumente en ti la gracia”.

No es extraño que ante una misión tan sublime y a la vez tan cargada de responsabilidad, Federico, varón justo y lleno de humildad, se declarase incapaz de aceptar el cargo de obispo de Utrecht, para el que había sido elegido por el clero y el pueblo de aquella diócesis. Fue necesaria toda la autoridad del emperador Ludovico Pío, para que aquel sacerdote, conocido de todos por su ardor pastoral y su predicación, aceptase la Cátedra episcopal que había quedado vacante a la muerte del obispo Ricfredo.

Y la verdad es que nadie mejor que él podía encargarse de la diócesis: por una parte, sus virtudes y su ciencia le daban la autoridad necesaria para ocupar la Silla episcopal, y por otra, el haber vivido en íntima comunicación con Ricfredo le hacían el más conocedor de la situación.

En efecto, nacido hacia el año 790, en el seno de una noble familia de Frisia, había sido confiado para su educación al clero de la iglesia de Utrecht, primero, y más tarde al mismo obispo, que se aplicó con ardor a formar el alma de aquel joven piadoso y trabajador, hasta que, suficientemente preparado, le confirió el sacerdocio.

Ahora, consagrado ya obispo, en presencia del mismo emperador, Federico se entrega generosamente a su misión, que cumplirá fielmente hasta las últimas consecuencias. Su humildad había hecho cuanto estaba de su mano para no aceptar aquel cargo que sus solas fuerzas no podían soportar, pero ahora que había recibido ya la plenitud del sacerdocio, su fe confía en que el único Sacerdote -Jesucristo-, realizará en él la tarea que le ha querido confiar.

Los primeros tiempos de su episcopado los dedica a la villa de Utrecht, esforzándose en devolver la paz a su pueblo, y en hacer desaparecer los últimos restos de paganismo. Siempre acogedor, es generoso para con los pobres, hospitalario para los viajeros, y sacrificado en sus visitas a los enfermos. Entregado a la vida de oración y sacrificio, no ahorra vigilias ni ayunos, en favor de sus diocesanos.

Más adelante, su celo le lanza a recorrer todo el territorio que le ha sido confiado. En todas partes trabaja incansablemente en la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y de una manera especial lo hace en la isla de Walcheren, donde reinaba la más burda inmoralidad.

Se dedica también a combatir la herejía arriana, bastante extendida en Frisia, y poco a poco va reduciendo los herejes a la verdadera fe católica. Para asegurar la duración de este retorno a la verdad, San Federico compone una profesión de fe, que resume la enseñanza católica sobre la Santísima Trinidad, y ordena que se recite tres veces cada día una oración en honor de las tres divinas Personas.

Cuando ya casi había recorrido toda la diócesis, un día, mientras estaba dando gracias de la Misa, es atacado por dos criminales que le atraviesan las entrañas, muriendo a los pocos minutos. ¿A qué móviles respondía aquel asesinato? Algunos dan como causa cierta, el odio que Judit, segunda esposa de Ludovico Pío, alimentaba contra San Federico, por haberla reprendido con santa libertad, a causa de su conducta inmoral.

No obstante, aun cuando parece que esta persuasión ya existía en Utrecht, muy próximamente a la fecha del martirio, hay quien lo pone en duda, por el testimonio del famoso escritor Rábano Mauro, que ensalza las virtudes de la emperatriz. Quizá los hagiógrafos no lleguen nunca a un acuerdo sobre este punto, pero a pesar de ello continuará siendo cierto que en aquel día del año 838, un obispo moría mártir.