¡Oh!, San Lorenzo de Brindisi, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que, disteis al significado de vuestro nombre honor:
“coronado de laurel”. Y, así fue. Vuestra vida de santo predicador,
hizo de vos, famoso entre los Capuchinos. De memoria asombrosa
dotado, amasteis tanto a Jesús, que, el día que al convento fuisteis
preguntasteis: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo
habrá”, respondió vuestro superior, y vos, le dijisteis: “Pues eso me
basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por
amor a Él, cualquier padecimiento”. Y, cuando un sacerdote quiso
saber, cómo predicabais con tanta facilidad, le respondisteis: “En
buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a
que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal
es que encomiendo mucho a Dios, mis predicaciones, y cuando
empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a
hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido
del cielo”. ¡Respuesta maravillosa! Fundasteis conventos, contra
los protestantes y herejes predicasteis y trabajasteis por la paz y
la conversión de todos los hombres. La piedad practicabais y durante
durante la Misa Santa, erais a menudo, arrebatado en éxtasis.
Dormíais sobre duras tablas, huíais de cuanto honor se os presentaba
y ayunabais con frecuencia. Vuestra meditación preferida la Pasión
y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo era, a quien amasteis en
vida con mayor “pasión”. Vuestro legado, quince volúmenes de
enseñanzas, y entre ellos, ochocientos sermones, pues en la Sagrada
Escritura erais un verdadero especialista. Y, así, y luego de haber
gastado vuestra vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
justo premio recibir, por vuestra entrega constante de amor y fe;
¡oh!, San Lorenzo Brindisi, “pasión viva por el Dios del Amor y la Vida”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de julio
San Lorenzo de Brindisi
Predicador
Año 1619
Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido
quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.
Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener
una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el
púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con
gran admiración de la gente.
Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el
superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella
vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: “Padre, ¿en mi celda
habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”, respondió el superior. “Pues eso
me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por
amor a El, cuaquier padecimiento”.
La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la
memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros.
Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y
muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego,
hebreo, latín, francés, alemán e italiano.
Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple
seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma
en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de
emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.
Un sacerdote le preguntó: “Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad
para predicar? ¿A su formidable memoria?” Y él respondió: “En buena
parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico
muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo
mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida
todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en
un libro misterioso venido del cielo”.
Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego
superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que
tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad
en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando
los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a
trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50
kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir
la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo
amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus
consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la
mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a
tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un
buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un
ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de
destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que
se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que
salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente
feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla
con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: “Ánimo, estamos
defendiendo nuestra santa religión”. Y la victoria fue completa. Los
soldados victoriosos exclamaban: “La batalla fue ganada por el Padre
Lorenzo”.
El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más
que un ejército.El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios
países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su
comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y
herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante
en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la
celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y
su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que
obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos.
Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras.
Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y
de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su
meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En 1859 fue declarado “Doctor de la Iglesia”, por el Sumo Pontífice
Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre
ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero
especialista.
Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de
Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo
mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que
cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el “Doctor
apostólico”.
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a
gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste
tú. Dijo Jesús: “Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto”.
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