16 mayo, 2017

San Ubaldo Baldassini de Gubbio



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¡Oh!, San Ubaldo Baldassini de Gubbio, vos, sois el hijo
del Dios de la Vida y su amado santo, que os entregasteis
a la labor de reformar la vida común de los clérigos.
Nacisteis en cuna noble, y perdisteis a vuestro padre
cuando erais joven. Os educasteis, por el prior de la Iglesia
Catedral de vuestra ciudad, donde fuisteis canónigo
regular. Deseasteis servir a Dios con mayor regularidad,
y pasasteis al monasterio de San Segundo, donde
permanecisteis un tiempo. Vuestro obispo os llamó
y regresasteis al monasterio de la Catedral, donde os
hicieron prior. Más tarde, fuisteis nombrado obispo
de Gubbio, por el papa Honorio II, distinguiéndoos
durante vuestro gobierno pastoral, por vuestra gran
paciencia y la frugalidad de vuestra vida. Vuestra
presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico
Barbarroja. La devoción hacia vos, es muy grande
en toda la Umbria y especialmente en Gubbio, donde
en todas las familias hay al menos algún miembro
con el nombre de Ubaldo. Vuestra biografía, fue escrita
por Teobaldo, su sucesor en vuestra sede. Practicasteis
todas las virtudes de un sucesor de los Apóstoles,
distinguiéndoos, sobre todo por la mansedumbre y
paciencia con la que soportabais las injurias y afrentas,
como si fuerais insensible a ellas. Vos, defendisteis
a vuestra grey contra los peligros públicos: el saqueo
que Federico Barbarroja, que nunca osó realizar por
vuestra presencia. Un día de Pascua, estabais enfermo,
os levantasteis a celebrar la misa, predicasteis y disteis
la bendición. Al terminar estabais débil y os llevaron
a vuestro lecho, del cual ya no os levantasteis jamás.
Y así, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Ubaldo de Gubbio; “vivo, apóstol del Dios Vivo”.


 
© 2017 LUis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Mayo
San Ubaldo Baldassini de Gubbio
Obispo


Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría, Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)

Nacido de noble cuna en Gubbio, Umbría, Italia. Perdió a su padre cuando era muy joven, fue educado por el prior de la Iglesia Catedral de su ciudad natal, donde fue canónigo regular.

Deseando servir a Dios con mayor regularidad,pasó al monasterio de San Segundo de la misma ciudad, donde permaneció algunos años. Llamado de vuelta por su obispo regresó al monasterio de la Catedral, donde fue hecho prior.

Fue nombrado obispo de Gubbio por el papa Honorio II. Durante su gobierno pastoral se distinguió por su gran paciencia y la notable frugalidad de su vida.

Su presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico Barbarroja. Murió el año 1160.

El día 16 de mayo se celebra la festividad de San Ubaldo, siendo el patrón de Gubbio, también se celebra su festividad en Jessup, Pennsylvania, Estados Unidos.

La devoción hacia el santo es muy grande en toda la Umbria y especialmente en Gubbio, donde en todas las familias hay al menos algún miembro con el nombre de Ubaldo. La festividad de su patrón se celebra por los habitantes con gran solemnidad.
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fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler

Felizmente poseemos una excelente biografía de san Ubaldo Baldassini, obispo de Gubbio, escrita por Teobaldo, su sucesor en la sede. Ubaldo pertenecía a una noble familia de Gubbio. Quedó huérfano a temprana edad; su tío, el obispo de la ciudad, se encargó de educarle en la escuela de la catedral.

Ubaldo recibió la ordenación sacerdotal al terminar sus estudios. Aunque era muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que llevase a cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada era el escándalo de la ciudad. La tarea no era fácil, pero Ubaldo logró convencer a tres de los canónigos para que formasen una comunidad. Con el propósito de familiarizarse con la vida en común de los canónigos regulares, Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que Pedro de Honestis había fundado en el territorio de Ravena. A su regreso estableció en Gubbio las mismas reglas y, al poco tiempo, las aceptó todo el capítulo.

Algo más tarde, un incendio consumió la casa de los canónigos y Ubaldo aprovechó la ocasión para trasladarse a Fonte Avellano y consultar a Pedro de Rímini, pues tenía la intención de retirarse a la soledad. Pero el siervo de Dios le hizo ver que se trataba de una tentación muy peligrosa y le exhortó a volver a ocupar el puesto que Dios le había señalado para bien de los demás. Ubaldo retornó, pues, a Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo floreció más que nunca.

En 1126, el santo fue elegido obispo de Perugia, pero se escondió para que los delegados de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese rehusar el cargo. El Papa accedió a su petición, pero dos años después, quedó vacante la sede de Gubbio y el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.

El santo practicó todas las virtudes dignas de un sucesor de los Apóstoles, pero se distinguió sobre todo por la mansedumbre y paciencia con que soportaba las injurias y afrentas, como si fuese insensible a ellas. En cierta ocasión, los obreros que reparaban las murallas de la ciudad, penetraron en la viña de san Ubaldo y dañaron las plantas. Al ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor cuidado; pero el capataz, que probablemente no le reconoció, le propinó un empellón con el que le hizo caer en un charco de mortero. San Ubaldo se levantó cubierto de lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que se castigase al capataz. La gran indignación popular estaba a punto de ejecutar un castigo brutal contra el capataz, cuando se presentó san Ubaldo en la corte y manifestó que, como se trataba de una ofensa cometida contra un miembro del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo. Después, se acercó al acusado, le dio el beso de paz en señal de reconciliación, rogó a Dios que le perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese cometido en su vida y pidió al juez que dejera en libertad al reo.

El santo defendió, repetidas veces, a su grey contra los peligros públicos. El emperador Federico Barbarroja había saqueado Espoleto y amenazaba con caer sobre Gubbio. San Ubaldo salió al encuentro del emperador y consiguió que desistiese de su propósito. Durante los dos últimos años de su vida, el santo obispo tuvo una serie de enfermedades que le hicieron sufrir mucho; pero todo lo soportó con heroica paciencia. El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo, se levantó a celebrar la misa, predicó y dio la bendición al pueblo para que no quedase decepcionado. Al terminar estaba tan débil, que debió ser trasportado a su lecho, del que ya no se levantó. El día de Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para despedirse del que cada uno consideraba como a un padre. San Ubaldo murió el 16 de mayo de 1160. La multitud que acudió a sus funerales, desde muy lejos, fue testigo de los numerosos milagros que Dios obró en su tumba.

(ttp://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=9778)

15 mayo, 2017

San Isidro Labrador

 
 
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¡Oh!, San Isidro Labrador; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, que fundasteis vuestra
vida, en el temor de no ofender a Dios y, por ello a
diario lo buscabais en el Santo Oficio, orando y rogando
por todas las gentes de vuestra conflictiva época. Erais
sensible con los más desposeídos, siendo vos uno más,
nunca se os olvidó, ni siquiera las avecillas del campo,
que, de vuestras manos misericordiosas se alimentaban.
El Amor de Dios, no os abandonó jamás, y de manera
constante os favorecía de mil y una maneras, tanto que,
vuestros campos florecientes siempre estaban y aunque
envidia generabais, nunca Dios permitió que prosperase, y
mejor, porque hoy, de los Agricultores del mundo, sois
su Patrono, porque Aquél que lo ve todo, os bañó, de luz.
Y, tal como dijo Santiago: “Tened paciencia, hermanos,
como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso
de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía”.
Así, vos, lo hicisteis, y recibisteis la gloria del cielo, y aunque
no sabíais leer, el Cielo y la tierra eran vuestros libros. Y,
como dice el historiador Gregorio de Argaiz, quien os dedicó
el gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San
Isidro”: “Fue vuestra misión, laurear el campo, frío, duro,
ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido
por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y
fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No
hizo nada extraordinario, pero fue un héroe”. Erais alegre,
pero pobre. Vos, no cultivabais vuestro prado, ni vuestra viña;
cultivabais el campo de Juan de Vargas, vuestro amo, a quien
le preguntabais: “Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?”
Y él, os señalaba el plan de cada jornada. Cuando pasabais
cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón
os latía con fuerza y, vuestro rostro se os iluminaba y musitabais
palabras mudas, con vuestras lágrimas de oropel. Lo que
ganabais lo distribuías en tres partes: una para el templo,
otra para los pobres y otra para vuestra familia. Antes de
partir hicisteis una humilde confesión de vuestros pecados y
recomendasteis amor a Dios y caridad con el prójimo. Y así,
voló vuestra alma al cielo para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe.
Cuando os sacaron del sepulcro vuestro cadáver incorrupto
estaba, como si estuviera recién muerto. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Isidro; “vivo labrador de los campos del Dios Vivo”.



© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de mayo
San Isidro Labrador
Laico

Por: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)

Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.

Breve Biografía

Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.

SE POSTRARON LOS REYES

Ante su se-pulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño. El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San Isidro”. Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.

Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.

TAN POBRE

Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: “Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?” Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.

NO SABÍA LEER

El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: “¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!”. O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras – plantados por las manos del Amado – oh prado de verduras, de flores esmaltado – decid si por vosotros ha pasado!!!. “El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31936/cat/214/isidro-labrador-santo.html)

14 mayo, 2017

Día litúrgico: Domingo V (A) de Pascua

  
 

Día litúrgico: Domingo V (A) de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 14,1-12): «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre».
Hoy estamos de nuevo escuchando las palabras de despedida de Jesús. Nos pide que creamos en Él y que nuestro corazón esté sereno. Jesucristo vuelve a repetir que Él es Dios con el Padre, que siempre está unido al Padre: —«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre…».

—El Señor es mi «Camino» para ir al Padre. Unido a Jesús podré hacer cosas grandes e importantes: tener una familia; aprender un trabajo; ser buen amigo de mis amigos; luchar por la santidad e ir al cielo…

(http://evangeli.net/evangelio-family

¡Feliz Día de las Madres!




13 mayo, 2017

Procesión de las velas 100 aniversario apariciones Virgen de Fátima 191...

El Papa proclama santos a Jacinta y Francisco, dos de los niños de Fátima

El Papa proclama santos a Jacinta y Francisco, dos de los niños de Fátima

El Papa abraza a Lucas, el niño cuya curación otorga la santidad a los pastorcillos.

Se cumplen 100 años de la aparición de la Virgen a los pastorcillos

¿A qué va el Papa Francisco a Fátima?

“Declaramos y definimos Santos a los Beatos Francisco Marto y Jacinta Marto, y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, estableciendo que, en toda la Iglesia, sean devotamente honrados entre los Santos”. 

Con estas palabras y ante miles de fieles reunidos en la explanada de la Basílica de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Francisco proclamó santos a dos de los tres niños pastores que, hace 100 años, aseguraron haber visto a la Virgen.

El Pontífice utilizó la fórmula en latín, como es habitual, para declarar la santidad de los pequeños; los primeros niños no considerados mártires que son declarados santos. A Lucía, la tercera pastorcilla, que murió en un convento de clausura en 2005 a los 95 años, también se le ha abierto un proceso de beatificación.

Antes de celebrar la Misa de canonización, Francisco rezó ante las tumbas de Francisco y Jacinta. Poco después, la imagen de la Virgen de Fátima entró en procesión transportada por los cadetes de la Academia Militar, seguida por las dos lámparas que contienen las reliquias de Francisco y Jacinta, que fueron transportadas por la postuladora de la causa, la religiosa Angela Coelho, acompañada por una veintena de niños. La imagen y las reliquias fueron colocadas a la derecha del altar.

Durante la homilía el Pontífice aseguró que la Virgen se apareció en Fátima a tres pequeños pastores para “recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre” y para advertirnos “sobre el peligro del infierno” al que lleva una vida sin Dios. El Papa destacó la ejemplaridad de los pequeños pastores, que recibían de la Virgen “la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos”.

Francisco ofició la ceremonia junto con ocho cardenales, entre los que se encontraba el secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, el cardenal de Boston, Sean O’Malley, y 73 obispos y arzobispos. A la misa de canonización acudieron el presidente de la República de Portugal, Rebelo de Sousa, y el primer ministro portugués, Antonio Costa, así como otros miembros del gobierno luso.

La ceremonia contó también con la presencia del sacerdote más anciano de Portugal, al que el Papa encontró personalmente poco antes, y que a sus 104 años estaba vivo cuando la Virgen se apareció a los tres pastorcillos en la Cova da Iria, donde hoy surge el santuario mariano.

El milagro de Jacinta y Francisco

Los pequeños hermanos pastores, Jacinta y Francisco Marto, fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II en el año 2000. Se necesita que la Iglesia reconozca dos milagros auténticos para ser elevado a los altares: con el primero se es nombrado beato; con el segundo, santo. En el caso de los dos niños pastores, que fallecieron pocos meses después de las supuestas apariciones, el milagro que los llevará a la santidad es el de la curación de otro niño brasileño: Lucas Baptista.

Los padres del pequeño, que hoy tiene nueve años y abrazó al pontífice durante al ceremonia de canonización, contaron como su hijo fue sanado gracias a la intercesión de los niños pastores. En 2013, Lucas cayó por una ventana mientras jugaba con su hermana pequeña. El golpe que sufrió al caer desde más de seis metros de altura le produjo una pérdida de tejido cerebral. “Lucas se encontraba en estado de coma muy grave. Tuvo dos paros cardíacos y fue operado de urgencia”, contó el padre del pequeño, Joao Baptista.

Los médicos les dieron pocas esperanzas de que el niño sobreviviera y pronosticaron que, en caso de hacerlo, tendría que hacer frente a “discapacidades cognitivas graves o incluso podría quedar en estado vegetal”. La familia pidió consuelo a las monjas del convento de Carmelo de Campo Mourao, que comenzaron a rezar a los beatos Francisco y Jacinta para que salvaran la vida del niño.

“Toda la familia comenzamos a rezar a los pastorcillos y, dos días después, Lucas despertó y comenzó a hablar”, contó emocionado el padre. El niño estaba “milagrosamente” curado, sin secuelas. “Los médicos, entre ellos algunos no creyentes, dijeron que su recuperación no tenía ninguna explicación”, aseguró Joao Baptista.

Ayer, poco después de aterrizar en Portugal, el Papa se dirigió en helicóptero hasta el santuario donde rezó una oración especial y depositó un ramo de flores blancas ante la imagen de la Virgen de Fátima. La efigie mariana todavía conserva en la corona una bala extraída del cuerpo de Juan Pablo II, después del atentado que sufrió el pontífice el 13 de mayo de 1981. El papa polaco siempre lo interpretó como la profecía que la Virgen confió a los tres pastores en el llamado tercer secreto de Fátima en el que predecía el asesinato de “un obispo vestido de blanco”.

(http://www.elmundo.es/sociedad/2017/05/13/5916efd5268e3edd238b460d.html)

El Papa en Fátima: Canonización de Jacinta y Francisco Marto



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El Papa en Fátima: Canonización de Jacinta y Francisco Marto

Texto de la homilía del papa en la misa de canonización de este día 13 de mayo de 2017
 
Tenemos una Madre”. “Fátima es un manto del luz que nos cubre”. Seamos Iglesia “misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”.

Por: Redaccion Viajes pontificios | Fuente: ZENIT – Roma / 13 de mayo de 2017
(ZENIT – Roma, 13 May. 2017).- En el día del centenario de la primera de las apariciones de María en Fátima, dos de los tres pastorcitos fueron canonizados: Santa Jacinta y san Francisco Marto.

Tras declararlos santos, en medio del júbilo generalizado y los aplausos, el papa Francisco presidió la misa ante varios cientos de miles de peregrinos reunidos en la explanada delante del santuario mariano.

En la homilía el papa Francisco recordó algunos hechos de las apariciones, reiteró con fuerza que “¡Tenemos Madre!”, que “Fátima es un manto del luz que nos cubre”, e invitó a que “con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”.

El texto:

Queridos Peregrinos, tenemos una Madre.
Con esta esperanza, nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años, y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen, desde este Portugal rico en esperanza, ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra.

Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a «Jesús oculto» en el Sagrario.

En sus Memorias (III, n.6), sor Lucía da la palabra a Jacinta, que había recibido una visión: «¿No ves muchas carreteras, muchos caminos y campos llenos de gente que lloran de hambre por no tener nada para comer? ¿Y el Santo Padre en una iglesia, rezando delante del Inmaculado Corazón de María? ¿Y tanta gente rezando con él?» Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas.

Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados. Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda.

En efecto, él nos ha creado como una esperanza para los demás, una esperanza real y realizable en el estado de vida de cada uno. Al «pedir» y «exigir» de cada uno de nosotros el cumplimiento de los compromisos del propio estado (Carta de sor Lucía, 28 de febrero de 1943), el cielo activa aquí una auténtica y precisa movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía.

No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24): lo ha dicho y lo ha hecho el Señor, que siempre nos precede.

Cuando pasamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. De este modo, no subimos a la cruz para encontrar a Jesús, sino que ha sido él el que se ha humillado y ha bajado hasta la cruz para encontrarnos a nosotros y, en nosotros, vencer las tinieblas del mal y llevarnos a la luz.

Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/65328/el-papa-en-fatima-canonizacion-de-jacinta-y-francisco-marto-.html)

Nuestra Señora de Fátima



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Alegría de veros Nuestra Madre
Aquél Trece de Mayo amorosa
Siempre con Cristo y clamorosa
Os posasteis en la obra del Padre

Vos que de los cielos bajasteis Madre
Eternas verdades de luz ansiosa
A tus hijos mostrasteis y gloriosa
El camino para llegar al Padre:

Por el ancho no, sí, por el angosto
Pues, fue el vuestro ir Santa María
De Belén hasta Fátima ¡angosto!

Porque es el Dios de la vida, María,
Y sabe Él, que como aquél cuántos
De Sol vestida ¡Señora Nuestra!



© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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13 de Mayo
La Virgen de Fátima
(1917)


Desde el 13 de Mayo de 1917 la Sma. Virgen María se apareció por seis veces en Fátima (Portugal) a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta. En un hermoso libro titulado “Memorias de Lucía” (cuya lectura recomendamos) la que vio a la Virgen cuenta todos los detalles de esas apariciones.

Primera Aparición 13 de Mayo de 1917

El 13 de mayo se produjo el siguiente diálogo:
– ¿De dónde es su merced?
– Mi patria es el cielo.
– ¿Y qué desea de nosotros?
– Vengo a pedirles que vengan el 13 de cada mes a esta hora (mediodía). En octubre les diré quién soy y qué es lo que quiero.
– ¿Y nosotros también iremos al cielo?
– Lucía y Jacinta sí.
– ¿Y Francisco?
Los ojos de la aparición se vuelven hacia el jovencito y lo miran con expresión de bondad y de maternal reproche mientras va diciendo:
– El también irá al cielo, pero antes tendrá que rezar muchos rosarios.
Y la Sma. continuó diciéndoles:
– ¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen y ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?
– Sí, Señora, queremos y aceptamos.
Con un gesto de amable alegría, al ver su generosidad, les dijo:
– Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá y asistirá.

Segunda aparición: 13 de Junio de 1917

La Sma. Virgen le dice a los tres niños: “Es necesario que recen el rosario y aprendan a leer”.
Lucía le pide la curación de un enfermo y la Virgen le dice: “Que se convierta y el año entrante recuperará la salud”.

Lucía le suplica: “Señora: ¿quiere llevarnos a los tres al cielo?”.

– Sí a Jacinta y a Francisco los llevaré muy pronto, pero tú debes quedarte aquí abajo, porque Jesús quiere valerse de ti para hacerme amar y conocer. El desea propagar por el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.

– ¿Y voy a quedarme solita en este mundo?
– ¡No hijita! ¿Sufres mucho? Pero no te desanimes, que yo no te abandonaré. Mi corazón inmaculado será tu refugio y yo seré el camino que te conduzca a Dios.

Tercera aparición: 13 de julio de 1917

Ya hay 4,000 personas. Nuestra Señora les dice a los videntes: “Es necesario rezar el rosario para que se termine la guerra. Con la oración a la Virgen se puede obtener la paz. Cuando sufran algo digan: ‘Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores’”.

La Virgen abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo:

– ¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre.

Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Pero si no una propaganda impía difundirá por el mundo sus errores y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán aniquiladas. Pero al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.

Y añadió Nuestra Señora: Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: “Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

Cuarta aparición: Agosto 1917

La 4ª. Aparición no fue posible el 13 de agosto, porque en este día el alcalde tenía prisioneros a los 3 niños para tratar de hacerlos decir que ellos no habían visto a la Virgen. Aunque no lo logró. La aparición sucedió unos días después.

La Sma. Virgen les dijo en la 4ª. Aparición

“Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan porque no hay quién rece y haga sacrificios por ellas”. (El Papa Pío XII decía que esta frase era la que más le impresionaba del mensaje de Fátima y exclamaba: “Misterio tremendo: que la salvación de muchas almas dependa de las oraciones y sacrificios que se hagan por los pecadores”.

Desde esta aparición los tres niños se dedicaron a ofrecer todos los sacrificios posibles por la conversión de los pecadores y a rezar con más fervor el Rosario.

Quinta aparición: 13 de Septiembre 1917

Ya hay unas 12,000 personas. Nuestra Señora les recomienda a los videntes que sigan rezando el Rosario y anuncia el fin de la guerra. Lucía le pide por varios enfermos. La Virgen le responde que algunos sí curarán, pero que otros no, porque Dios no se confía de ellos, y porque para la santificación de algunas personas es más conveniente la enfermedad que la buena salud. E invita a todos a presenciar un gran milagro el próximo 13 de octubre.

Sexta y última aparición. 13 de octubre de 1917

En este día hay 70,000 personas. La aparición dice a los tres niños: “Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este sitio me construyan un templo y que recen todos los días el Santo Rosario”.

Lucía les dice los nombres de bastantes personas que quieren conseguir salud y otros favores muy importantes. Nuestra Señora le responde que algunos de esos favores serán concedidos y otros serán reemplazados por favores mejores. Y añade: “Pero es muy importante que se enmienden y que pidan perdón por sus pecados”.

Y tomando un aire de tristeza la Sma. Virgen dijo estas sus últimas palabras de las apariciones: QUE NO OFENDAN MAS A DIOS QUE YA ESTA MUY OFENDIDO (Lucía afirma que de todas las frases oídas en Fátima, esta fue la que más le impresionó).

La Sma. Virgen antes de despedirse señaló con sus manos hacia el sol y entonces los 70,000 espectadores presenciaron un milagro conmovedor, un espectáculo maravilloso, nunca visto: la lluvia cesó instantáneamente (había llovido desde el amanecer y era mediodía) las nubes se alejaron y el sol apareció como un inmenso globo de plata o de nieve, que empezó a dar vueltas a gran velocidad, esparciendo hacia todas partes luces amarillas, rojas, verdes, azules y moradas, y coloreando de una manera hermosísima las lejanas nubes, los árboles, las rocas y los rostros de la muchedumbre que allí estaba presente. De pronto el sol se detiene y empieza a girar hacia la izquierda despidiendo luces tan bellas que parece una explosión de juegos pirotécnicos, y luego la multitud ve algo que la llena de terror y espanto.

Ven que el sol se viene hacia abajo, como si fuera a caer encima de todos ellos y a carbonizarlos, y un grito inmenso de terror se desprende de todas las gargantas. “Perdón, Señor, perdón”, fue un acto de contricción dicho por muchos miles de pecadores. Este fenómeno natural se repitió tres veces y duró diez minutos. No fue registrado por ningún observatorio astronómico porque era un milagro absolutamente sobrenatural.

Luego el sol volvió a su sitio y los miles de peregrinos que tenían sus ropas totalmente empapadas por tanta lluvia, quedaron con sus vestidos instantáneamente secos. Y aquel día se produjeron maravillosos milagros de sanaciones y conversiones.

Y nosotros queremos recordar y obedecer los mensajes de la Sma. Virgen en Fátima: “Rezar el Rosario. Hacer oración y sacrificios por la conversión de los pecadores y NO ofender más a Dios, que ya esta muy ofendido”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Fátima_5_13.htm)