29 julio, 2018

Domingo XVII (B) del tiempo ordinario

 Resultado de imagen para En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?».

Día litúrgico: Domingo XVII (B) del tiempo ordinario Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.
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«Mucha gente le seguía»

Rev. D. Pere CALMELL i Turet (Barcelona, España)

Hoy, podemos contemplar cómo se forja en nuestro interior tanto el amor humano como el amor sobrenatural, ya que tenemos un mismo corazón para amar a Dios y a los otros.

Generalmente, el amor va abriéndose paso en el corazón humano cuando se descubre el atractivo del otro: su simpatía, su bondad. Es el caso del «muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Da a Jesús todo lo que lleva, los panes y los peces, porque se ha dejado conquistar por el atractivo de Jesús. ¿He descubierto el atractivo del Señor?

A continuación, el enamoramiento, fruto de sentirse correspondido. Dice que «mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos» (Jn 6,2). Jesús les escuchaba, les hacía caso, porque sabía lo que necesitaban.

Jesucristo siente un poderoso atractivo por mí y quiere mi realización humana y sobrenatural. Me ama tal como soy, con mis miserias, porque pido perdón y, con su ayuda, sigo esforzándome.

«Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo» (Jn 6,15). Les dirá al día siguiente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Escribe san Agustín: «¡Cuántos hay que buscan a Jesús, guiados solamente por intereses temporales! (…) Apenas se busca a Jesús por Jesús».

La plenitud del amor es el amor de donación; cuando se busca el bien del amado, sin esperar nada a cambio, aunque sea al precio del sacrificio personal.

Hoy, yo le puedo decir: «Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre a tu lado, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos» (San Josemaría).

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-07-29)

28 julio, 2018

Nuestra Señora de la Paz

 
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¡Oh! Nuestra Señora de la Paz, Vos, sois la Madre del Dios
de la Vida, y que, desde siempre, designios superiores
cumplisteis desde el día aquél, en que, mercaderes sin alma,
os dejaron al veros, por vez primera en aquella playa.
Pero, más tarde otros, de amor llenos, os trasladaron
en borrico y, frente a la Parroquia San Miguel, el animal
se echó al suelo y allí, ¡oh, sorpresa! Vos, María,
estabais en la caja, con el Niño Jesús en brazos.
Buscaron las autoridades civiles y religiosas al posible
dueño, pero nadie hasta hoy, os reclamó. Más tarde,
erupcionó el Chaparrastique, y el clero y la feligresía,
os sacaron y os colocaron a la entrada, e implorando
vuestra protección, la lava de milagro, otro rumbo
tomó, y todos fueron salvos. En ese instante, las nubes
sobre el volcán, una hoja de palma formaron, que más
tarde, fue de oro, como gratitud en la mano de Nuestra
Señora. Más adelante, por las luchas fratricidas todos a
Vos, recurrieron y os sacaron al atrio de la iglesia, y
a vuestros pies, se comprometieron a dejar de lado toda
venganza, buscando reconciliación. Y, así, os comenzaron
a llamar “Nuestra Señora de la Paz”, pues Vos, amáis
la Paz, porque sois toda hecha de Paz; ¡oh! Nuestra Señora
de la Paz, “viva Paz de Cristo, Dios y Señor Nuestro”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Julio
Nuestra Señora de la Paz
Patrona de El Salvador


Cuando dejamos de preocuparnos exclusivamente por nuestros intereses y pasamos a prestar atención en cosas más elevadas, podemos recibir grandes gracias e inesperadas dádivas. (Valdis Grinsteins)

¿Es común encontrar una gran caja cerrada extraviada en la playa? Ciertamente no. Si ello resulta extraño hoy, tanto más lo sería a fines del siglo XVII, cuando comienza la parte conocida de la historia de Nuestra Señora de la Paz.

Pasaban unos comerciantes por una playa a orillas del Océano Pacífico, en América Central, donde está localizado actualmente El Salvador, y divisaron a lo lejos una gran caja cerrada. Sorprendidos, se acercaron e intentaron abrirla, pero no lo consiguieron. Conjeturaron, probablemente, que como la caja era pesada sería difícil transportarla —en aquellos tiempos sin pistas ni camiones— por trochas en que muchas veces abundaban los ladrones. Concluyeron, pues, que era mejor dejarla abandonada donde estaba. Además, la justicia exigía que se comunicara el hecho a las autoridades, para que ellas verifiquen si lo encontrado pertenecía a la víctima de algún naufragio. Tanto trabajo redundaría en beneficio de un tercero, y no para ellos mismos… Decidieron entonces dar más importancia a sus propios intereses, y perdieron una oportunidad de oro.

Poco después, pasaron por allí otros mercaderes. Vieron la misma caja tirada en la arena, y también intentaron abrirla, sin éxito. Viendo que la caja era pesada, que estaba bien cerrada, y nada indicaba su procedencia o a quien era dirigida, llegaron a la conclusión de que podría contener algo valioso, que debía ser transportado con mucho cuidado y diligencia. Ciertamente alguien se perjudicaría si la dejasen allí —tal vez la pobre víctima de algún naufragio, tal vez algún comerciante que la habría abandonado perseguido por piratas ingleses… ¿Quién lo sabe? Pensando en el bien del prójimo, consiguieron prestado un burro y sobre él colocaron la caja, con rumbo a la villa de San Miguel, donde llegaron el día 21 de noviembre de 1682.

Frente a la iglesia de la localidad, el burro se echó al suelo. Al trasladar la caja, los mercaderes verificaron con sorpresa que ahora la podían abrir sin dificultad. Una vez abierta, encontraran en ella una imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Las autoridades civiles y religiosas procedieron a la búsqueda de los posibles propietarios de la imagen. Sin embargo, hasta hoy no se consiguió saber con seguridad a quién pertenecía, o a quién estaba dirigida, o si el barco que la transportaba se hundió, o si fue lanzada al mar para evitar que los piratas anglicanos la profanaran. De cualquier modo, no dejó de llamar la atención el hecho —sobrenatural según todo lo indica— de que la caja pudo ser abierta solamente frente a la iglesia, motivo por el cual la imagen fue dejada allí, donde permanece hasta hoy, al interior de la iglesia parroquial de San Miguel.

Gracias a través de la imagen
Un siglo después, exactamente el día 21 de setiembre de 1787, los habitantes de la ciudad observaban consternados la erupción del volcán Chaparrastique. Con una elevación de más de mil metros de altura sobre la ciudad y apenas a unos 50 km de ella, podría ser mortal no sólo por los gases que emitía y las piedras que lanzaba en sus explosiones, sino especialmente por la lava que soltaba, la cual destruía todo lo que encontraba a su paso. En esa trágica situación, no habiendo ningún obstáculo natural que evitara la destrucción de la ciudad ante el avance de la lava, los habitantes y el clero local decidieron sacar la imagen del interior de la iglesia y colocarla en la puerta, pidiendo su protección. En el momento en que lo hicieron, la lava cambió de rumbo. Aunque terminó destruyendo muchas tierras fértiles, la ciudad se salvó. En ese momento, las nubes sobre el volcán formaron una hoja de palma, motivo por el cual los fieles, para agradecer a la Virgen Santísima su protección, mandaron hacer una palma de oro, que colocaron en la mano de la imagen.

¿Pero de dónde proviene el nombre de Nuestra Señora de la Paz en toda esta historia?
En realidad, el nombre le fue dado a la imagen mucho tiempo después de los acontecimientos arriba descritos.

Después de la independencia de España, comenzaron en todos los países hispanoamericanos luchas intestinas entre conservadores y liberales que, en diversas circunstancias, se transformaron en cruentas guerras civiles. En una de esas ocasiones, en 1833, uno de los partidos tomó cuenta de San Miguel, y todos esperaban una sangrienta revancha contra los perdedores. Sin embargo, los líderes victoriosos juzgaron mejor evitar una tragedia. Y para mostrar que no tenían la intención de promover más muertes entre hermanos, sacaron la imagen de la Santísima Virgen al atrio de la iglesia. A sus pies, se comprometieron a poner de lado todo propósito de venganza y buscar la reconciliación. A partir de aquel momento, la imagen comenzó a ser llamada Nuestra Señora de la Paz.

En 1921, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen, y finalmente, en 1953, el Papa Pío XII firmó el decreto designando a Nuestra Señora de la Paz patrona de El Salvador.
Los caminos de Dios

Tales hechos nos sugieren una serie de reflexiones. Dios podría hacer solo todo lo que está en sus sapienciales designios, pero desea la colaboración de los hombres en sus planes. Así, planes inmensos, que a veces influyen en la salvación de miles y hasta millones de personas, pasan a depender, al menos en gran medida, de un grupo de individuos o de una sola persona. Basta pensar en la multitud de almas que, a lo largo de la historia, fueron salvadas gracias a la acción de los padres jesuitas, franciscanos, dominicos y otros. Si San Ignacio no hubiese fundado la Compañía de Jesús, si San Francisco no hubiese abandonado la casa paterna para hacer apostolado, si Santo Domingo no fuese fiel a la prédica del rosario propuesta por la Santísima Virgen, ¡la historia del mundo sería diferente!

Del mismo modo, en el caso que nos ocupa, Dios podría haber mandado a un ángel que transportara la imagen de Nuestra Señora de la Paz y la colocara frente a la iglesia de San Miguel; pero prefirió otro camino. Sin embargo, de alguna forma la imagen fue colocada por alguien —hombre o ángel— en una caja, y ésta llegó a la playa desierta, por caminos y circunstancias para nosotros desconocidos. A partir de entonces, todo un plan de gracias, y hasta la devoción de un país entero a la Santísima Virgen, pasó a depender de la correspondencia a la gracia de un grupo de mercaderes. Un primer grupo, más preocupado con sus propios intereses, dejó la caja donde la encontró. Otro grupo, que no se dejó dominar por el egoísmo, pensó en el bien ajeno y llevó la caja hasta la ciudad. Ninguno de los dos grupos tenía la menor idea de todo lo que dependía de esa caja. Es justamente en este punto que conviene focalizar nuestras reflexiones.

Puede ser que un inmenso plan de Dios esté escondido a lo largo de nuestros caminos. No tenemos la menor idea en qué va a depender de nosotros, pero Dios nos pide el desapego de nuestros intereses, y que tengamos una preocupación por su gloria y por el bien del prójimo. ¿Fantasía? Los primeros mercaderes, en el momento en que dejaron la caja tirada en la playa, habrían considerado una fantasía tal reflexión…

Pidamos, pues, a Nuestra Señora de la Paz que eleve nuestros corazones para que nos preocupemos con las cosas celestiales; que nos interesemos por las “cajas” destinadas a ser transportadas por nosotros. Pues así es que cumpliremos los magníficos designios de Dios, que aún no conocemos.

(http://www.fatima.pe/articulo-558-nuestra-senora-de-la-paz)

27 julio, 2018

San San Raimundo Zanfogni

 
 ¡Oh! San San Raimundo Zanfogni, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y a quien os llamaban “Palmerio”.
Vos, de joven peregrinasteis a Tierra Santa, para luego
trabajar de zapatero remendón, manteniendo secretamente
vuestro espíritu religioso y dando maravillosas catequesis.
Aunque contrajisteis matrimonio y llegasteis a tener seis
hijos, cinco cuales murieron pronto y, solo os quedó uno.
Vuestro amor por la peregrinación, os hizo recorrer
el famoso camino a Santiago de Compostela y a vuestro
regreso os dedicasteis a las obras de caridad y, con lo que
os daban y la colaboración de vuestros compañeros fundasteis
un hospicio, para acoger a los pobres y enfermos; peregrinos
y niños abandonados; mujeres sin recursos y marginales,
en amorosa y clara imitación de Cristo. Además, amante
de las buenas costumbres como erais, os preocupasteis
por fomentar la moralidad pública, la paz entre ciudades y
la buena convivencia entre todos los hombres de vuestro
tiempo. Y, así, un día, como todo en este mundo, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh! San San Raimundo, “vivo amor por el Dios de la Vida”.

 © 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Julio
San Raimundo Zanfogni “Palmerio”


Nació en Piacenza (Italia) el año 1140. De joven peregrinó a Tierra Santa y luego trabajó de zapatero remendón, manteniendo su espíritu religioso y dando catequesis. Contrajo matrimonio y tuvo seis hijos, cinco de los cuales murieron pronto. Peregrinó a Santiago de Compostela y al regreso se dedicó a obras de caridad. Con las ayudas que le daban y la colaboración de compañeros, fundó un hospicio en el que acogía a pobres y enfermos, peregrinos y niños abandonados, mujeres sin recursos o marginadas. Fomentó la moralidad pública, la paz entre ciudades y la buena convivencia ciudadana. Murió el año 1200.

(http://www.franciscanos.org/agnofranciscano/m07/dia0727.html)

Nuestra Señora de la Paz

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¡Oh! Nuestra Señora de la Paz, Vos, sois la Madre del Dios
de la Vida, y que, desde siempre, designios superiores
cumplisteis desde el día aquél, en que, mercaderes sin alma,
os dejaron al veros, por vez primera en aquella playa.
Pero, más tarde otros, de amor llenos, os trasladaron
en borrico y, frente a la Parroquia San Miguel, el animal
se echó al suelo y allí, ¡oh, sorpresa! Vos, María,
estabais en la caja, con el Niño Jesús en brazos.
Buscaron las autoridades civiles y religiosas al posible
dueño, pero nadie hasta hoy, os reclamó. Más tarde,
erupcionó el Chaparrastique, y el clero y la feligresía,
os sacaron y os colocaron a la entrada, e implorando
vuestra protección, la lava de milagro, otro rumbo
tomó, y todos fueron salvos. En ese instante, las nubes
sobre el volcán, una hoja de palma formaron, que más
tarde, fue de oro, como gratitud en la mano de Nuestra
Señora. Más adelante, por las luchas fratricidas todos a
Vos, recurrieron y os sacaron al atrio de la iglesia, y
a vuestros pies, se comprometieron a dejar de lado toda
venganza, buscando reconciliación. Y, así, os comenzaron
a llamar “Nuestra Señora de la Paz”, pues Vos, amáis
la Paz, porque sois toda hecha de Paz; ¡oh! Nuestra Señora
de la Paz, “viva Paz de Cristo, Dios y Señor Nuestro”.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Julio
Nuestra Señora de la Paz
Patrona de El Salvador




Cuando dejamos de preocuparnos exclusivamente por nuestros intereses y pasamos a prestar atención en cosas más elevadas, podemos recibir grandes gracias e inesperadas dádivas. (Valdis Grinsteins)


¿Es común encontrar una gran caja cerrada extraviada en la playa? Ciertamente no. Si ello resulta extraño hoy, tanto más lo sería a fines del siglo XVII, cuando comienza la parte conocida de la historia de Nuestra Señora de la Paz.


Pasaban unos comerciantes por una playa a orillas del Océano Pacífico, en América Central, donde está localizado actualmente El Salvador, y divisaron a lo lejos una gran caja cerrada. Sorprendidos, se acercaron e intentaron abrirla, pero no lo consiguieron. Conjeturaron, probablemente, que como la caja era pesada sería difícil transportarla —en aquellos tiempos sin pistas ni camiones— por trochas en que muchas veces abundaban los ladrones. Concluyeron, pues, que era mejor dejarla abandonada donde estaba. Además, la justicia exigía que se comunicara el hecho a las autoridades, para que ellas verifiquen si lo encontrado pertenecía a la víctima de algún naufragio. Tanto trabajo redundaría en beneficio de un tercero, y no para ellos mismos… Decidieron entonces dar más importancia a sus propios intereses, y perdieron una oportunidad de oro.


Poco después, pasaron por allí otros mercaderes. Vieron la misma caja tirada en la arena, y también intentaron abrirla, sin éxito. Viendo que la caja era pesada, que estaba bien cerrada, y nada indicaba su procedencia o a quien era dirigida, llegaron a la conclusión de que podría contener algo valioso, que debía ser transportado con mucho cuidado y diligencia. Ciertamente alguien se perjudicaría si la dejasen allí —tal vez la pobre víctima de algún naufragio, tal vez algún comerciante que la habría abandonado perseguido por piratas ingleses… ¿Quién lo sabe? Pensando en el bien del prójimo, consiguieron prestado un burro y sobre él colocaron la caja, con rumbo a la villa de San Miguel, donde llegaron el día 21 de noviembre de 1682.


Frente a la iglesia de la localidad, el burro se echó al suelo. Al trasladar la caja, los mercaderes verificaron con sorpresa que ahora la podían abrir sin dificultad. Una vez abierta, encontraran en ella una imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Las autoridades civiles y religiosas procedieron a la búsqueda de los posibles propietarios de la imagen. Sin embargo, hasta hoy no se consiguió saber con seguridad a quién pertenecía, o a quién estaba dirigida, o si el barco que la transportaba se hundió, o si fue lanzada al mar para evitar que los piratas anglicanos la profanaran. De cualquier modo, no dejó de llamar la atención el hecho —sobrenatural según todo lo indica— de que la caja pudo ser abierta solamente frente a la iglesia, motivo por el cual la imagen fue dejada allí, donde permanece hasta hoy, al interior de la iglesia parroquial de San Miguel.


Gracias a través de la imagen

Un siglo después, exactamente el día 21 de setiembre de 1787, los habitantes de la ciudad observaban consternados la erupción del volcán Chaparrastique. Con una elevación de más de mil metros de altura sobre la ciudad y apenas a unos 50 km de ella, podría ser mortal no sólo por los gases que emitía y las piedras que lanzaba en sus explosiones, sino especialmente por la lava que soltaba, la cual destruía todo lo que encontraba a su paso. En esa trágica situación, no habiendo ningún obstáculo natural que evitara la destrucción de la ciudad ante el avance de la lava, los habitantes y el clero local decidieron sacar la imagen del interior de la iglesia y colocarla en la puerta, pidiendo su protección. En el momento en que lo hicieron, la lava cambió de rumbo. Aunque terminó destruyendo muchas tierras fértiles, la ciudad se salvó. En ese momento, las nubes sobre el volcán formaron una hoja de palma, motivo por el cual los fieles, para agradecer a la Virgen Santísima su protección, mandaron hacer una palma de oro, que colocaron en la mano de la imagen.


¿Pero de dónde proviene el nombre de Nuestra Señora de la Paz en toda esta historia?

En realidad, el nombre le fue dado a la imagen mucho tiempo después de los acontecimientos arriba descritos.


Después de la independencia de España, comenzaron en todos los países hispanoamericanos luchas intestinas entre conservadores y liberales que, en diversas circunstancias, se transformaron en cruentas guerras civiles. En una de esas ocasiones, en 1833, uno de los partidos tomó cuenta de San Miguel, y todos esperaban una sangrienta revancha contra los perdedores. Sin embargo, los líderes victoriosos juzgaron mejor evitar una tragedia. Y para mostrar que no tenían la intención de promover más muertes entre hermanos, sacaron la imagen de la Santísima Virgen al atrio de la iglesia. A sus pies, se comprometieron a poner de lado todo propósito de venganza y buscar la reconciliación. A partir de aquel momento, la imagen comenzó a ser llamada Nuestra Señora de la Paz.


En 1921, el Papa Benedicto XV autorizó la coronación de la imagen, y finalmente, en 1953, el Papa Pío XII firmó el decreto designando a Nuestra Señora de la Paz patrona de El Salvador.

Los caminos de Dios


Tales hechos nos sugieren una serie de reflexiones. Dios podría hacer solo todo lo que está en sus sapienciales designios, pero desea la colaboración de los hombres en sus planes. Así, planes inmensos, que a veces influyen en la salvación de miles y hasta millones de personas, pasan a depender, al menos en gran medida, de un grupo de individuos o de una sola persona. Basta pensar en la multitud de almas que, a lo largo de la historia, fueron salvadas gracias a la acción de los padres jesuitas, franciscanos, dominicos y otros. Si San Ignacio no hubiese fundado la Compañía de Jesús, si San Francisco no hubiese abandonado la casa paterna para hacer apostolado, si Santo Domingo no fuese fiel a la prédica del rosario propuesta por la Santísima Virgen, ¡la historia del mundo sería diferente!


Del mismo modo, en el caso que nos ocupa, Dios podría haber mandado a un ángel que transportara la imagen de Nuestra Señora de la Paz y la colocara frente a la iglesia de San Miguel; pero prefirió otro camino. Sin embargo, de alguna forma la imagen fue colocada por alguien —hombre o ángel— en una caja, y ésta llegó a la playa desierta, por caminos y circunstancias para nosotros desconocidos. A partir de entonces, todo un plan de gracias, y hasta la devoción de un país entero a la Santísima Virgen, pasó a depender de la correspondencia a la gracia de un grupo de mercaderes. Un primer grupo, más preocupado con sus propios intereses, dejó la caja donde la encontró. Otro grupo, que no se dejó dominar por el egoísmo, pensó en el bien ajeno y llevó la caja hasta la ciudad. Ninguno de los dos grupos tenía la menor idea de todo lo que dependía de esa caja. Es justamente en este punto que conviene focalizar nuestras reflexiones.


Puede ser que un inmenso plan de Dios esté escondido a lo largo de nuestros caminos. No tenemos la menor idea en qué va a depender de nosotros, pero Dios nos pide el desapego de nuestros intereses, y que tengamos una preocupación por su gloria y por el bien del prójimo. ¿Fantasía? Los primeros mercaderes, en el momento en que dejaron la caja tirada en la playa, habrían considerado una fantasía tal reflexión…


Pidamos, pues, a Nuestra Señora de la Paz que eleve nuestros corazones para que nos preocupemos con las cosas celestiales; que nos interesemos por las “cajas” destinadas a ser transportadas por nosotros. Pues así es que cumpliremos los magníficos designios de Dios, que aún no conocemos.

(http://www.fatima.pe/articulo-558-nuestra-senora-de-la-paz)

26 julio, 2018

San Joaquín y Santa Ana, Padres de María y Abuelos de Jesús

 
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 ¡Oh!, San Joaquín y Santa Ana; vosotros, sois los hijos del Dios
de la vida, padres de Santa María y abuelos de Jesús. Vos, San
Joaquín, que al ver que Santa Ana, no podría daros un vástago,
al desierto desaparecisteis, sin nada decir, y, luego de ayunar
cuarenta días, un Ángel del Señor, os visitó, dándoos la buena
nueva de que, vuestra oración, había sido oída y de que, vuestra
santa mujer, concebiría una niña, y, cuya magna dignidad
con el tiempo obnubilaría la brillantez de todas las mujeres.
Y, que, ya desde pequeña, habría de vivir en el templo del Señor.
Y, cosas de Dios, también vuestra esposa Ana, recibió el mismo
mensaje, añadiendo, de que vos, estabais de vuelta a casa,
cosa que así fue, pues lleno de emoción abrazasteis a Ana.
La Natividad llegó en que María vino al mundo y juntos
festejaron tal alegría, con un banquete para toda la gente
del pueblo. Y, en él, a María, presentasteis a los sacerdotes,
quienes de bendiciones la colmaron y de augurios felices.
Más tarde, al llegar, María, a los tres años, la llevasteis
solemnemente a la casa de Dios, tal y conforme os había dicho
el Ángel. Y, para que la Ella, no sintiera tanto la separación
de vosotros, le procurasteis ser acompañada por doncellas,
quienes con candelas encendidas, tributaban honores y alegría
a la futura “Llena de gracia”, “La Reyna del cielo”, “La Bendita
entre las mujeres”, “La Kejaritomene”, “La Madre de Dios”;
Santos padres de la Madre de Dios y Patronos de los abuelos;
¡Oh!, San Joaquín y Santa Ana, “vivas luces de la Madre de Dios”.


 © 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Julio
San Joaquín y Santa Ana
Los Padres de María
(Antiguo Testamento)


 

Es inútil buscar en la Sagrada Escritura una huella, siquiera fugaz, del abuelo materno de Jesús. Las genealogías que San Mateo (1, 1) y San Lucas (3, 23) incluyen en sus Evangelios dibujan a grandes rasgos el árbol genealógico de Jesús, tomando por puntos de referencia los cabezas de familia, desde San José, su padre legal, hasta Adán, pasando por David y Judá. La línea materna, en cambio, queda silenciada. Ante este problema, y en la necesidad de dilucidar la cuestión de la ascendencia de María, Padres de la Iglesia oriental tan venerables como San Epifanio y San Juan Damasceno no tuvieron reparo en echar mano de una añeja tradición en la que se contienen diversas noticias acerca de los abuelos maternos de Jesús.

Por otra parte, el hecho de que tantas veces encontremos representaciones pictóricas y escultóricas alusivas a los primeros años de María, quien aparece reclinada en los brazos de su madre, Santa Ana, y a escenas de la vida pastoril de San Joaquín, a quien se presenta como padre de María, lo mismo en mosaicos bizantinos del Monte Athos que en tablas de la escuela valenciana o castellana, atestigua la raigambre y el favor de que ha gozado en la cristiandad la piadosa tradición que hace a San Joaquín y Santa Ana padres de María y abuelos de Jesús.

Dicha tradición fue recopilada en la Edad Media por Jacobo de Vorágine y Vicente de Beauvais, quienes se encargaron de difundirla por el Occidente, pero ya en el siglo VI había sido aceptada oficialmente por la Iglesia oriental, refrendada como estaba por escritos venerables, cuya antigüedad llega a remontar el siglo II. En todos los datos que dicha tradición recoge acerca de la vida de San Joaquín descansa un fondo de verosimilitud que no puede ser turbado por el carácter apócrifo de los documentos escritos en que están contenidos. Pero ellos no constituyen, naturalmente, un cimiento inconmovible, sobre el que se pueda edificar históricamente la vida del augusto abuelo de Jesús, junto al nombre comúnmente aceptado de Joaquín (que significa el hombre a quien Yahvé levanta), se encuentran otros más raros como Cleofás, Jonachir y Sadoch, que no son sino variantes sin importancia de los documentos escritos. Una curiosa tradición retransmitida por los cruzados hace nacer a San Joaquín en Séforis, pequeña ciudad de Galilea. Otros dicen que fue Nazaret su ciudad natal.

San Juan Damasceno dice que su padre se llamaba Barpanther. Según el Protoevangelio de Santiago, apócrifo, que se remonta a las últimas décadas del siglo II en su núcleo primitivo, contrajo matrimonio con Santa Ana a la edad de veinte años. Pronto se trasladaron a Jerusalén, viviendo, al parecer, en una casa situada cerca de la famosa piscina Probática. Gozaban ambos esposos de una vida conyugal dichosa y de un desahogo económico que les permitía dar rienda suelta a su generosidad para con Dios y a su liberalidad para con los prójimos. Algunos documentos llegan incluso a decir que eran los más ricos del pueblo y dan incluso una minuciosa relación de la distribución que hacía San Joaquín de sus ganancias.

Sólo una sombra eclipsaba su felicidad, y ésta era la falta de descendencia después de largos años de matrimonio. Esta pena subió de punto al verse Joaquín vejado públicamente una vez por un judío llamado Rubén al ir a ofrecer sus dones al Templo. El motivo de tal vejación fue la nota de esterilidad, que todos por entonces consideraban como señal de un castigo de Dios. Tal impacto causó este incidente en el alma de San Joaquín, que inmediatamente se retiró de su casa y se fue al desierto, en compañía de sus pastores y rebaños, para ayunar y rogar a Dios que le concediera un vástago en su familia.

Mientras tanto Ana, su mujer, había quedado en casa, toda desconsolada y llorosa porque a su condición de estéril se había añadido la desgracia de quedar viuda por la súbita desaparición de su marido. Después de cuarenta días de ayuno Joaquín recibió una visita de un ángel del Señor, trayéndole la buena nueva de que su oración había sido oída y de que su mujer había concebido ya una niña, cuya dignidad con el tiempo sobrepujaría a la de todas las mujeres y quien ya desde pequeñita habría de vivir en el templo del Señor. Poco antes le había sido notificado a Ana este mismo mensaje, diciéndosele, además, que su marido Joaquín estaba ya de vuelta. Efectivamente, Joaquín, no bien repuesto de la emoción, corrió presurosamente a su casa y vino a encontrar a su mujer junto a la puerta Dorada de la ciudad, donde ésta había salido a esperarle.

Llegó el fausto acontecimiento de la natividad de María, y Joaquín, para festejarlo, dio un banquete a todos los principales de la ciudad. Durante él presentó su hija a los sacerdotes, quienes la colmaron de bendiciones y de felices augurios. Joaquín no echó en olvido las palabras del ángel relativas a la permanencia de María en el Templo desde su más tierna edad, e hizo que, al llegar ésta a los tres años, fuera presentada solemnemente en la casa de Dios. Y para que la niña no sintiera tanto la separación de sus padres procuró Joaquín que fuera acompañada por algunas doncellas, quienes la seguían con candelas encendidas.

Estos son los detalles que la tradición cristiana nos ha transmitido acerca de la vida de San Joaquín. Todos ligados, naturalmente, al nacimiento y primeros pasos de María sobre la tierra. Si es verdad que buena parte de los referidos episodios deben su inspiración a analogías con figuras del Antiguo Testamento y al deseo de satisfacer nuestra curiosidad sobre la ascendencia humana de Jesús, no lo es menos que todos, en conjunto, ofrecen una estampa amable y altamente ejemplar del padre de la Virgen, que ha sido forjada por muchos años de tradición y que goza del refrendo autorizado de la Iglesia.

AURELIO DE SANTOS OTERO

( http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/07/07-26_Santos_joaquin_y_ana.htm )

25 julio, 2018

San Santiago Apóstol

 
 
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¡Oh! San Santiago Apóstol, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
hijo de Zebedeo y hermano de san Juan Evangelista, que con Pedro
y Juan fuisteis testigo de la transfiguración y agonía del Señor.
Además, decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes
Agripa, y así, os convertisteis en el primer apóstol en recibir
la corona del martirio. Vos, disteis honor al significado de vuestro
nombre: “Dios, recompensará”, como en realidad sucedió. A vos
y a Juan, Cristo os dio el nombre de “Boanerges”, que significa hijos
del trueno, por vuestra impetuosidad. Tuvisteis que ver con el milagro
de la hija de Jairo y junto a dos Apóstoles atestiguasteis
la Transfiguración de Jesús, y más tarde, junto a Pedro y Juan,
compartisteis de cerca Su oración en el Monte de los Olivos.
Vos, llegasteis a España, primero a Galicia, donde establecisteis
una comunidad cristiana, y luego a Zaragoza. Las enseñanzas de vos,
no fueron aceptadas y solo siete personas se convirtieron. Ellos,
hasta hoy se conocen como los “Siete Convertidos de Zaragoza”.
Pero, de pronto la Virgen Santísima se os apareció, la misma
que hoy se conoce como “Virgen del Pilar”, y fue ella la que abrió
los corazones a la evangelización de España. Vos, fuisteis
el primer apóstol martirizado y vuestros restos fueron recogidos
por vuestros discípulos y trasladados a Galicia, donde reposan
hasta hoy, en la basílica erigida en vuestro honor llamada
“Santiago de Compostela”. !Aleluya! ¡Aleluya! !Aleluya!
y famoso también es “el camino de Santiago” que recorren propios
y extraños cargados de fe y amor, buscando al Dios Vivo;
¡Oh! San Santiago Apóstol, “vivo apostolado de Dios de la Vida”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de Julio
Santo Santiago el Mayor
Apóstol

Por: n/a | Fuente: Corazones.org

Apóstol del Señor


Martirologio Romano: Solemnidad del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de san Juan Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio (s. I).
Etimológicamente: Santiago = Dios, recompensara, es de origen hebreo

Breve Biografía

Santiago es uno de los doce Apóstoles de Jesús; hijo de Zebedeo. El y su hermano Juan fueron llamados por Jesús mientras estaban arreglando sus redes de pescar en el lago Genesaret.

Recibieron de Cristo el nombre “Boanerges”, significando hijos del trueno, por su impetuosidad.
En los evangelios se relata que Santiago tuvo que ver con el milagro de la hija de Jairo. Fue uno de los tres Apóstoles testigos de la Transfiguración y luego Jesús le invitó, también con Pedro y Juan, a compartir mas de cerca Su oración en el Monte de los Olivos.

Los Hechos de los Apóstoles relatan que éstos se dispersaron por todo el mundo para llevar la Buena Nueva. Según una antigua tradición, Santiago el Mayor se fue a España. Primero a Galicia, donde estableció una comunidad cristiana, y luego a la cuidad romana de Cesar Augusto, hoy conocida como Zaragoza. La Leyenda Aurea de Jacobus de Voragine nos cuenta que las enseñanzas del Apóstol no fueron aceptadas y solo siete personas se convirtieron al Cristianismo. Estos eran conocidos como los “Siete Convertidos de Zaragoza”. Las cosas cambiaron cuando la Virgen Santísima se apareció al Apóstol en esa ciudad, aparición conocida como la Virgen del Pilar. Desde entonces la intercesión de la Virgen hizo que se abrieran extraordinariamente los corazones a la evangelización de España.

En los Hechos de los Apóstoles descubrimos fue el primer apóstol martirizado. Murió asesinado por el rey Herodes Agripa I, el 25 de marzo de 41 AD (día en que la liturgia actual celebra La Anunciación). Según una leyenda, su acusador se arrepintió antes que mataran a Santiago por lo que también fue decapitado. Santiago es conocido como “el Mayor”, distinguiéndolo del otro Apóstol, Santiago el Menor.

La tradición también relata que los discípulos de Santiago recogieron su cuerpo y lo trasladaron a Galicia (extremo norte-oeste de España). Su restos mortales están en la basílica edificada en su honor en Santiago de Compostela. En España, Santiago es el mas conocido y querido de todos los santos. En América hay numerosas ciudades dedicadas al Apóstol en Chile, República Dominicana, Ecuador, Cuba y otros países.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/34641/santiago-el-mayor-santo.html)

24 julio, 2018

San Chárbel Makhluf

 
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¡Oh!, San Chárbel Makhluf, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo. Solitario de Dios y, llamado
el “Taumaturgo del Líbano”, amante de la Eucaristía y
de Nuestra Señora erais. Buscabais en la soledad, elevaros
a la perfección del espíritu en el pleno desierto, a Dios
sirviendo en todo instante, de día y de noche, con amor y
austeridad viviendo, ayunando y orando. Vuestra santa y
amada madre os dijo de manera premonitoria: “Si no fueras
a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora
sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor
al estar separada de ti, le digo resignada: ¡Que Dios te
bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo…! Y, así, tal
como os dijo, un día, despertó en vos, la vocación por
la vida eremítica y os fuisteis a vivir en soledad, retirándoos
a la famosa ermita de San Pedro y San Pablo, bautizada
así, en honor de los pilares de nuestra Iglesia, en la cima
de la montaña, la misma que os prodigó con el tiempo, la Luz,
de Cristo, por el ejercicio de la oración y de las mortificaciones
constantes. Dormíais sobre el suelo y comíais una sola vez
al día. Al mediodía la Santa Misa oficiabais y dabais así,
gracias a Dios, la tarde entera. Vuestra alma, un día, al cielo
voló, mientras celebrabais la Santa Misa, y coronada fue de luz,
como premio justo a vuestra grande entrega de amor y fe,
Santo Patrono de todos los que sufren en cuerpo y alma;
¡oh!, San Chárbel Makhlouf, “vivo amor por Dios y la soledad”.



© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Julio
Santo Chárbel Makhlouf
Solitario de Dios y Taumaturgo del Líbano
Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima


Martirologio Romano: San Sarbelio (José, Charbel) Makhlouf, presbítero de la Orden de los Maronitas Libaneses, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, viviendo con gran austeridad, ayunando y orando (1898).

Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.

Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Chárbel, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el imperio de Trajano.

Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: “Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo…!”.

Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica que, de acuerdo con la tradición cristiana, se debe hacer viviendo en soledad. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.

El 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración.

Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Maron, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=4852)