11 septiembre, 2018

San Juan Gabriel Perboyre








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¡Oh!, San Juan Gabriel Perboyre, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, mártir y valeroso predicador, que,
sufristeis cárcel y tormentos duros, siendo colgado en la Cruz
que más amasteis: la Cruz de Cristo. “Nuestra religión debe
enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los
chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la
felicidad en el cielo”. Os expresasteis así, con valentía
en presencia del mandarín. Y, éste adgregó: “¿Qué puedes ganar
adorando a tu Dios? Y, vos, le respondisteis: “La salvación
de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber
muerto”. San Juan Pablo II Papa, de vos dijo: “Tenía una única
pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad
a esa pasión, también él se halló entre los humillados y los
condenados; por eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente
su gloria en el coro de los santos del cielo”. ¡Y, que duda
cabe de ello, pues, os dedicasteis a enseñar más con el ejemplo,
que con la palabra! A vuestros novicios, de Jesús, le deciaís
así:“Cristo es el gran Maestro de la ciencia. Es el único que da
la verdadera luz. Solamente existe una cosa importante: conocer
y amar a Jesucristo, pues, no sólo es la luz, sino, el modelo,
el ideal. Así, que, no basta con conocerle, sino que hay que
amarle. Solamente podemos conseguir la salvación mediante la
conformidad con Jesucristo”. Soportabais el hambre y la sed
para la mayor gloria de Dios, tanto que Él, se os aparecía, y
recibíais consuelo divino y os invadía el gozo en vuestra alma.
“¿Así que sigues siendo cristiano?” Os preguntaban vuestros
impíos captores, una y otra vez, en medio de vuestro dolor y
tortura. Pero vos, con divina fortaleza respondiais: “¡Oh, sí¡
¡Y me siento feliz por ello!”.Y, el día llegó, en que, vuestra
alma, al cielo voló, y una cruz luminosa apareció en el cielo.
Y, ante el asombro de todos, vuestro rostro se mostró sereno y
resplandeciente. ¡Os habían matado el cuerpo! Pero, vuestra
alma corona de luz recibió, como premio justo a vuestro amor;
¡oh!, San Juan Gabriel Perboyre, “vivo amor por Cristo Jesús”.

© 2018 Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de septiembre
San Juan Gabriel Perboyre
Presbítero y Mártir


 
Martirologio Romano: En la ciudad de Wuchang, de la provincia Hubei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, siendo atormentado y, al fin, colgado en una cruz y estrangulado (1840).

Fecha de canonización: Beatificado el 10 de noviembre 1889 por el Papa León XIII, y canonizado por S.S. Juan Pablo II el 2 de junio de 1996.

La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. «Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo», afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: «¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? – La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto».

El 2 de junio de 1996, con motivo de la canonización de San Juan Gabriel Perboyre, el Papa Juan Pablo II decía de él: «Tenía una única pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad a esa pasión, también él se halló entre los humillados y los condenados; por eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente su gloria en el coro de los santos del cielo».

En 1817, a los 15 años de edad, Juan Gabriel ingresa, junto con su hermano mayor Luis, en el seminario menor de Montauban (Francia), dirigido por los Padres Lazaristas, hijos espirituales de San Vicente de Paúl. Allí siente el deseo de consagrarse a las misiones en países paganos. Después de terminar el noviciado en Montauban, lo mandan a París para realizar estudios de teología, y luego es ordenado sacerdote. En 1832, su hermano Luis, que se había embarcado como sacerdote lazarista hacia la misión de la China, muere de unas fiebres durante la travesía. Juan Gabriel anuncia inmediatamente a la familia su deseo de ocupar el sitio que la muerte de su hermano ha dejado vacante.

Pero sus superiores no lo consideran conveniente a causa de su frágil salud, y es nombrado vicedirector del seminario parisino de los Lazaristas. Como activo ayudante de un director de seminario ya mayor, sigue el principio de enseñar más con el ejemplo que con la palabra. Comunica de ese modo a los novicios su amor por Jesús: «Cristo es el gran Maestro de la ciencia. Es el único que da la verdadera luz… Solamente existe una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo, pues no sólo es la luz, sino el modelo, el ideal… Así que no basta con conocerle, sino que hay que amarle… Solamente podemos conseguir la salvación mediante la conformidad con Jesucristo». Escribe lo siguiente a uno de sus hermanos: «No olvides que, ante todo, hay que ocuparse de la salvación, siempre y por encima de todo».

Sin embargo, en su corazón guarda el ardiente deseo de partir hacia las misiones; al mostrar a los seminaristas los recuerdos traídos hasta París del martirio de François-Régis Clet, les dice: «He aquí el hábito de un mártir… ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte». Y les pide lo siguiente: «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él».

Obtiene finalmente de sus superiores el favor de salir hacia la China, donde llega el 10 de marzo de 1836. Su celo por la salvación de las almas le ayuda a soportar el hambre y la sed para la mayor gloria de Dios. Sea de día o de noche, siempre está dispuesto a acudir donde se solicite su ministerio, de tal forma que las fatigas y las vigilias no cuentan en absoluto. Además, es asaltado por violentas tentaciones de desesperanza, pero Nuestro Señor se le aparece y lo consuela, y el gozo vuelve al alma del apóstol.

Víctima de los sufrimientos
En 1839 se desencadena una persecución contra los cristianos. El 15 de septiembre, el padre Perboyre y su hermano el padre Baldus se hallan en su residencia de Tcha-Yuen-Keou. De repente les avisan de que llega un grupo armado. Los misioneros huyen cada uno por su lado para no caer los dos en manos de los enemigos. Juan Gabriel se esconde en un espeso bosque, pero al día siguiente un desdichado catecúmeno lo traiciona por una recompensa de treinta taeles (moneda china). Los soldados le desgarran las vestiduras, lo visten con harapos, lo amordazan y se van a la posada a celebrar su arresto.

Interrogado por el mandarín de la subprefectura, Juan Gabriel responde con firmeza que es europeo y predicador de la religión de Jesús. Empiezan entonces a torturarlo, pero por temor a que sucumba lo sientan en una banqueta y le atan fuertemente las piernas. Así pasa la noche el piadoso padre, bendiciendo a Jesús por concederle el honor de padecer sus mismos sufrimientos. Trasladado a la prefectura, al cabo de un penosísimo viaje a pie, con grilletes en el cuello, en las manos y en los pies, sufre cuatro interrogatorios. Para obligarlo a hablar, lo ponen de rodillas durante muchas horas sobre cadenas de hierro. A continuación, lo cuelgan de los pulgares y le golpean en la cara cuarenta veces con suelas de cuero para obligarle a renegar de su fe. Pero, reconfortado por la gracia de Dios, lo sufre todo sin quejarse.

Después es trasladado a Ou-Tchang-Fou, ante el virrey, donde debe responder en una veintena de interrogatorios. El virrey quiere obligarlo en vano a caminar sobre un crucifijo. Lo golpean con correas de cuero y con palos de bambú hasta el agotamiento, o bien lo levantan a gran altura con la ayuda de poleas y lo dejan desplomarse hasta el suelo. Pero el alma del piadoso padre permanece unida a Dios. «¿Así que sigues siendo cristiano? – ¡Oh, sí¡ ¡Y me siento feliz por ello!». Finalmente, el virrey lo condena al estrangulamiento; pero como quiera que la sentencia no puede ejecutarse hasta que sea ratificada por el emperador, Juan Gabriel Perboyre sigue en prisión durante algunos meses.
«¡Irreconocible!»

Ningún cristiano había podido llegar junto a él mientras los mandarines lo torturaban; sin duda se vanagloriaban con la esperanza de que, al privarlo de cualquier ayuda, conseguirían vencer su constancia con mayor facilidad. Pero esa severa consigna es suavizada después del último interrogatorio. Uno de los primeros en poder penetrar en la cárcel es un religioso lazarista chino llamado Yang. ¡Qué desgarrador espectáculo aparece ante su mirada! Enmudece, derrama abundantes lágrimas y apenas consigue dirigir unas palabras al mártir. El padre Juan Gabriel desea confesarse, pero dos oficiales del mandarín que se hallan constantemente a su lado se lo impiden. Ante la petición de un cristiano que acompaña al padre Yang, consienten en apartarse un poco, y el misionero puede entonces confesarse.

Los demás prisioneros, encarcelados a causa de delitos comunes, testigos de la piadosa vida del padre Juan Gabriel, no tardan en apreciarlo; ideas hasta entonces desconocidas se abren paso en sus endurecidas almas. Admiradores de tantas virtudes, proclaman que tiene derecho a todo tipo de respeto. Él, por su parte, se halla completamente feliz en medio de los sufrimientos, porque lo vuelven más conforme con su divino modelo.

«Es todo lo que deseaba»
Por fin, el 11 de septiembre de 1840, después de un año entre grilletes y torturas, es conducido hasta el lugar de la ejecución. Le atan brazos y manos a la barra transversal de una horca en forma de cruz, y le sujetan ambos pies a la parte baja del poste, sin que toquen el suelo. El verdugo le pone en el cuello una especie de collar de cuerda en el que introduce un trozo de bambú. Con calculada lentitud, el verdugo aprieta dos veces la cuerda alrededor del cuello de la víctima. Una tercera torsión más prolongada interrumpe la plegaria continua del mártir, haciéndolo entrar en el inmenso y eterno gozo de la corte celestial. Tiene 38 años. Una cruz luminosa aparece en el cielo, visible hasta Pekín. Ante el asombro de todos, contrariamente a lo que sucede con los rostros de los ajusticiados por estrangulamiento, el de Juan Gabriel está sereno y conserva su color natural.

«El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana» (CIC, 2473). El sacrificio de San Juan Gabriel Perboyre produjo muchos frutos espirituales, muchos de los cuales son visibles: al igual que él, muchos cristianos chinos dieron su vida por Cristo, y la religión cristiana se desarrolló en China hasta requerir la construcción de catorce vicarías apostólicas. Más recientemente, las persecuciones del régimen comunista no han conseguido extinguir la fe.

San Juan Gabriel nos recuerda a nosotros mismos que «Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación» (CIC, 2472). Ese testimonio no siempre conduce al martirio de la sangre, pero supone la aceptación de la cruz de cada día. Empeñémonos en llevarla con amor, con la ayuda de la Santísima Virgen, y alcanzaremos el cielo, arrastrando con nosotros multitud de almas: «Más allá de la cruz, no hay otra escala por la que podamos subir al cielo» (Santa Rosa de Lima). Es la gracia que, en este comienzo de año, pedimos a San José, para Usted y para todos sus seres queridos, vivos y difuntos.

Reproducido con autorización expresa de Abadía San José de Clairval
(Hoy también se recuerda a San Orlando, Mártir)

(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)

10 septiembre, 2018

San Nicolás de Tolentino

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 ¡Oh!, San Nicolás de Tolentino; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y que, en gratitud a San Nicolás
de Bari, vuestros padres “Nicolás” os pusieron, que
significa “regalo del cielo”. Y, sí, así, fue, pues fuisteis
no solo, un precioso regalo para ellos, sino, para el mundo
entero. Hombre virtuoso, predicador de dulce verbo, amable y
poderoso, al que las gentes de aquél tiempo, en alma y cuerpo
se rindieron, mientras que, de vuestras manos y labios, Dios
os regalaba milagros. Vuestra vida: a las almas del purgatorio
amar, a los afligidos ayudar, convertir a los pecadores y
sembrar paz en los hogares. Vos, visteis en un sueño que un gran
número de almas del purgatorio os suplicaban que ofrecierais
oraciones y misas por ellas. Desde entonces os dedicasteis
a ofrecer muchas misas por el descanso de las benditas almas y
a nosotros nos piden también ese mismo favor las de nuestros
difuntos. Vos, dijisteis antes de morir: “No digan nada a nadie”.
“Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra.
Un pobre pecador”. Cuarenta años después de vuestra muerte,
hallaron vuestro santo cuerpo ¡incorrupto! Os quitaron vuestros
brazos y manó viva sangre de ellos, guardándose hasta hoy.
Así pues, por la vida pasateis, con una entrega total de amor y fe,
a Jesús, Dios y Señor Nuestro; quien os premió con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor. “Victorioso
con el pueblo santo” y “Santo Patrono de las almas del purgatorio”;
¡Oh!, San Nicolás, “vivo amor por las almas del Dios Vivo”.

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado




10 de Septiembre  
San Nicolás de Tolentino  
Año 1305

Obra santa y piadosa es orar por los difuntos, para que descansen de sus penas (2 Macab.) El nombre Nicolás significa: “Victorioso con el pueblo” (Nico = victorioso. Laos = pueblo).

El sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y murió. Sus papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir del cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron una peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este niño y en agradecimiento al santo que les había conseguido el regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.

Ya desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar. Cuando ya era joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San Juan: “No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es del mundo pasará”. Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse religioso. Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo su noviciado en esa comunidad.

Ya religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario lo encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de que le llegara la orden de destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo diciéndole: “Dios te sanará”, y el niño quedó instantáneamente curado. Desde entonces los superiores empezaron a pesar que sería de este joven religioso en el futuro.

Ordenado de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente. Fue a visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz que le decía: “A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás”. Comunicó esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.

Al llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente por una especie de guerra civil entre dos partidos políticos, los güelfos y los gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente”. Y a los que no iban al templo, les predicaba en las calles.

A Nicolás no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo exclamó: “Este sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su mala ida pasada”.

Los que no deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo posible por no escuchar a este predicador que les traía remordimientos de conciencia. Uno de esos señores se propuso irse a la puerta del templo con un grupo de sus amigos a boicotearle con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este siguió predicando como si nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a otro el jefe del desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al templo y empezó a rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había cambiado el corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo una gran impresión en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener que pasar horas y horas en el confesionario, absolviendo a los que se arrepentían al escuchar sus sermones.

Nuestro santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando a los afligidos, llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de convertir a los pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos. En las indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos confirmaron tres milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una curación maravillosa les decía: “No digan nada a nadie”. “Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre pecador”.

Murió el 10 de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su muerte fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro santo.

San Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del purgatorio le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las benditas almas. Quizás a nosotros nos quieran pedir también ese mismo favor las almas de los difuntos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Nicolás_de_Tolentino.htm)

09 septiembre, 2018

Domingo XXIII (B) del tiempo ordinario


 


 Resultado de imagen para En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá»,


Día litúrgico: Domingo XXIII (B) del tiempo ordinario Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Mc 7,31-37): En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
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«Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él»
Pbro. Fernando MIGUENS Dedyn (Buenos Aires, Argentina)

Hoy, la liturgia nos lleva a la contemplación de la curación de un hombre «sordo que, además, hablaba con dificultad» (Mc 7,32). Como en muchas otras ocasiones (el ciego de Betsaida, el ciego de Jerusalén, etc.), el Señor acompaña el milagro con una serie de gestos externos. Los Padres de la Iglesia ven resaltada en este hecho la participación mediadora de la Humanidad de Cristo en sus milagros. Una mediación que se realiza en una doble dirección: por un lado, el “abajamiento” y la cercanía del Verbo encarnado hacia nosotros (el toque de sus dedos, la profundidad de su mirada, su voz dulce y próxima); por otro lado, el intento de despertar en el hombre la confianza, la fe y la conversión del corazón.

En efecto, las curaciones de los enfermos que Jesús realiza van mucho más allá que el mero paliar el dolor o devolver la salud. Se dirigen a conseguir en los que Él ama la ruptura con la ceguera, la sordera o la inmovilidad anquilosada del espíritu. Y, en último término, una verdadera comunión de fe y de amor.

Al mismo tiempo vemos cómo la reacción agradecida de los receptores del don divino es la de proclamar la misericordia de Dios: «Cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban» (Mc 7,36). Dan testimonio del don divino, experimentan con hondura su misericordia y se llenan de una profunda y genuina gratitud.

También para todos nosotros es de una importancia decisiva el sabernos y sentirnos amados por Dios, la certeza de ser objeto de su misericordia infinita. Éste es el gran motor de la generosidad y el amor que Él nos pide. Muchos son los caminos por los que este descubrimiento ha de realizarse en nosotros. A veces será la experiencia intensa y repentina del milagro y, más frecuentemente, el paulatino descubrimiento de que toda nuestra vida es un milagro de amor. En todo caso, es preciso que se den las condiciones de la conciencia de nuestra indigencia, una verdadera humildad y la capacidad de escuchar reflexivamente la voz de Dios.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-09-09)

08 septiembre, 2018

La Natividad de la Santísima Virgen María

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¡Oh!, Santa María, Vos, sois la hija del Dios de la vida
y la Santa Madre de Jesús, Dios y Señor Nuestro, y que, desde
antes de que, el mundo creado fuera, elegida fuisteis por
Dios Padre, porque, quiso Él, que así fuera, y así fue,
para gloria del universo todo. Así, Vos, os convertisteis
a su tiempo, en la depositaria amorosa de la “Divinidad
de Cristo”, por Dios Padre dada, y, a quien, en vuestro seno
cubristeis con vuestra increíble humanidad de santo amor.
Y, desde siempre sois y seréis la “Kejaritomene”, la “Llena
de gracia”, la “Reina del cielo” y la “Bendita entre todas
las mujeres”. Salve, ¡oh!, Vuestra Natividad bendita, Santa
María, Hija amorosa divina y celestial de Santa Ana, y
de San Joaquín, por los siglos de los siglos. San Juan
Damasceno, os saludó Virgen Niña así: “Dios te salve,
Probática, santuario divino de la Madre de Dios ¡Dios te
salve, María, dulcísima hija de Ana!”. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Bienvenida en este día, para traernos al Cristo Amado
Dios y Señor Nuestro, por quien somos y vivimos todos;
¡Oh!, Santa María, ¡Vivo y amoroso regalo de Dios Padre!.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Septiembre
La Natividad de la Santísima Virgen María

Fuente: Archidiócesis de Madrid

Fiesta de la Natividad de la bienav enturada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana.

La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/31860/natividad-de-la-santsima-virgen.html)

06 septiembre, 2018

San Magno de Füssen



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6 de septiembre
San Magno de Füssen
Abad
Por: n/a | Fuente: Catholic.net


Martirologio Romano: En el monasterio de Füssen, en Baviera (Alemania), san Magno, abad (s. VIII).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Breve Biografía

SAN MAGNO DE FÜSSEN nació cerca de St. Gallen, en la actual Suiza, aunque son pocos los datos biográficos que se conocen de este santo.

Las referencias que tenemos de la vida de San Magno provienen primordialmente de comentarios de sus compañeros San Columbano y San Galo.

Junto con ellos, San Magno fue designado por Witkerp, el obispo de Augsburgo, para evangelizar rincones de Alemania que todavía eran paganos. Hacia 746 San Magno estuvo activo en la región de Algovia, o Allgäu, en el sur de Baviera, donde fundó el monasterio de Füssen.

Según la tradición, San Magno habría recibido el bastón de San Columbano cuando falleció. En el camino de vuelta se le habría aparecido un dragón, pero por medio del bastón lo habría derrotado fácilmente.

También se narra que con el mismo bastón San Magno sometió a un oso que había invadido su huerto, y que con el bastón era capaz de ahuyentar víboras y alimañas.

Durante su vida, San Magno, abad de Füssen, presenció las pugnas que concluyeron con la victoria de los francos sobre los alamanes.

A pesar de la actividad política de Witkerp, obispo y superior suyo, San Magno siempre prefirió fomentar actividades que beneficiaran a la población local, como la minería.

A San Magno de Füssen se le ha considerado tradicionalmente el “Apóstol de Algovia”. Se le venera todavía en el sur de Baviera y Suavia, en el Tirol y en Suiza, se le invoca en la labranza como protector contra insectos y animales perniciosos.

(http://es.catholic.net/op/articulos/36635/magno-de-fssen-santo.html#modal)

05 septiembre, 2018

Santa Teresa de Calcuta

 
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 ¡Oh! Santa Teresa de Calcuta, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y mensajera de su amor, y que,
perteneciendo a las “Hermanas de Loreto”, en Esposa de Jesús
os convertisteis. Vuestra vida, llena de alegría, de caridad,
de altruismo, de coraje, de trabajo y un talento natural
de organizadora. Todo ello, lo recibisteis de Dios, pues,
vuestra sed de amor y de almas, se apoderó de vuestro corazón,
unida al deseo de saciar la sed de Jesús. Él, os reveló
sus deseos, de hallar “víctimas de amor” que “irradiasen a
las almas su amor”. “Ven y sé mi luz; no puedo ir solo”,
os confió, al mostraros su dolor por el olvido de los pobres,
y además su pena, por la ignorancia que tenían de Él, y,
el deseo de amado ser por ellos. Así, os pidió que fundaseis
las “Misioneras de la Caridad”, al servicio “de los más pobres,
entre los pobres”. Y, luego, os dedicasteis a visitar familias
“pobres entre las más pobres”, sus heridas lavando; ancianos
y mujeres socorriendo con males físicos y del alma. Cada
día comulgabais con Jesús, en la Santa Eucaristía y luego
salíais de casa, con el rosario en la mano, para encontrar
y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos
de los que nadie se ocupaba”. El mundo conoció el derroche
de vuestro amor, y, por vuestra tarea y obra extraordinaria,
recibisteis el Premio Indio “Padmashri”, y más tarde, el
“Premio Nobel de la Paz”. Y, aunque, vuestra exterior obra,
reconocida fue, os invadió una “oscuridad interior”, una
“dolorosa noche”, que tuvo como final feliz, a una siempre y
más profunda unión con Dios. Y, así, luego de haber gastado
vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser con corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡Oh!, Santa Teresa de Calcuta, “viva luz de Cristo Vivo en los pobres”.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Caridad de caridades

¡Oh!, Santa Teresa de Calcuta!
caridad de caridades, un día
susurrote el Bien Amado:
“Ven y sé mi luz”; y fue así,
tu caminar hasta el cielo,
caridad de caridades. ¡Aleluya!

Teresa de los miserables
harapientos y hambrientos
de los leprosos y los huérfanos
y de las madres sin hogar:
¡Misioneras de la caridad!.

¡Oh, Santa Teresa de Calcuta!
caridad de caridades, un día
susurrote el Bien Amado:
“Ven y sé mi luz”; y fue así,
tu caminar hasta el cielo,
caridad de caridades. ¡Aleluya!


© 2007 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de septiembre
Santa Teresa de Calcuta
Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu
Religiosa y Fundadora

Fuente: ACI Prensa


Martirologio Romano: En la ciudad de Calcuta, en la India, Santa Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu, virgen, que, nacida en Albania, trató de apagar la sed de Cristo clavado en la cruz atendiendo con eximia caridad a los hermanos más pobres, y fundó las congregaciones de Misioneros y Misioneras de la Caridad, para servir a los enfermos y abandonados († 1997).

Fecha de beatificación: 19 de octubre de 2003, por S.S. Juan Pablo II Fecha de canonización: 4 de septiembre de 2016 por S.S. Francisco

Breve Biografía

¿Cuáles fueron los milagros para su beatificación y canonización?
“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”, decía la Madre Teresa.

La Madre Teresa nació un 26 de agosto de 1910 en Skopje. Fue la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. La bautizaron con el nombre de Gonxha Agnes. Recibió la primera Comunión a los cinco años y medio; y la Confirmación la recibió en 1916.

A los ocho años muere su padre y su familia pasa por una gran estrechez económica. Cuando llegó a los 18 años deja la casa para ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como las Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí tomó el nombre de Hermana María Teresa por Santa Teresa de Lisieux. Llega a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de hacer sus primeros votos en mayo de 1931, es destinada a la comunidad de Loreto Entally en esa ciudad de la India donde fue docente de las alumnas del colegio St. Mary.

El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua y llegó a convertirse en directora del mencionado colegio en 1944. Sin embargo, un 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió lo que ella llamó la “inspiración”, su “llamada dentro de la llamada”. Aquel día la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón. En las siguientes semanas, mediante locuciones interiores y visiones, el mismo Jesús le reveló su deseo de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, le dijo el Señor.

Del mismo modo, le pidió que fundara una congregación religiosa al servicio de los más pobres entre los pobres. Es así que después de muchas dificultades, el 17 de agosto de 1948 se visitó por primera vez con el sari blanco orlado de azul y salió del convento de Loreto para introducirse en el mundo de los pobres.

Recorrió los barrios pobres, visitó familias, lavó las heridas de los niños y ayudó a los olvidados. Todos los días recibía la Eucaristía y salía de casa con el rosario en la mano. Luego de algunos meses, se le unieron algunas de sus antiguas alumnas.

En 1950 se establece oficialmente la Congregación de las Misioneras de la Caridad. Tiempo después envió a sus hermanas a otras partes de la India y abre otras casas en Venezuela, Roma, Tanzania y en los cinco continentes.

Con el tiempo funda también a los Hermanos Misioneros de la Caridad, la rama contemplativa de las Hermanas, los Hermanos Contemplativos y los Padres Misioneros de la Caridad. Así como a los Colaboradores de Madre Teresa y a los Colaboradores Enfermos y Sufrientes. Lo que inspiró a los Misioneros de la caridad laicos y al movimiento Sacerdotal Corpus Christi.

En 1979 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz y los medios de comunicación empezaron a seguir con más atención sus obras que daban testimonio de la alegría de amar y de la grandeza y dignidad de cada persona humana.

Al final de su vida y a pesar de sus problemas de salud, Madre Teresa continuó sirviendo a los pobres. Después de encontrarse por última vez con San Juan Pablo II, retorna a Calcuta y el 5 de septiembre de 1997 volvió a la Casa del Padre.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31870/teresa-de-calcuta-beata.html)

04 septiembre, 2018

Santa Rosalía de Palermo

 
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¡Oh!, Santa Rosalía de Palermo, sois vos,
la hija del Dios de la Vida, y su amada santa;
una guirnalda de rosas; una “Rosalinda de alma
y espíritu”. A vos, desde los catorce años
el Espíritu Santo, os embelesó y os invitó a
los montes “El Pellegrino y el Cocino”,
que muy bien y mucho, saben de vos, y claro,
más el Dios de la Vida, que grabó en su retina,
la vida de vuestra ascesis, oración y penitencia.
En la Edad Media, os dedicaron varias iglesias y
se os consideró “Protectora y Patrona de Palermo”.
“Abogada contra la peste y los terremotos
y escudo de honor”. La iconografía os representa como
ermitaña o bien revestida con hábito agustino,
con vuestros principales atributos que son:
una corona de rosas, en alusión a su nombre;
y un crucifico y una calavera, por su ascesis.
Un día, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser, con corona de luz como justo premio a vuestra
entrega de amor, fe y misericordia. ¡Aleluya!
“Santa Patrona y protectora de Palermo”;
¡oh!, Santa Rosalía, “viva y amorosa discípula de Dios”.


 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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4 de Septiembre
Santa Rosalía


“Guirnalda de rosas”, en latín; quizá derivado del germánico Rosalinda: “Escudo del honor”

Vivió en el siglo XII y murió hacia 1160. Aunque se desconocen datos sobre su patria y vida, una leyenda asegura que a los 14 años se retiró a una cueva del monte Coscina y luego a otra del monte Pellegrino, cercano a Palermo. En la Edad Media se le dedicaron varias iglesias y se le consideró Protectora y Patrona de Palermo. Sus restos fueron descubiertos un 15 de julio y el Papa Urbano VIII la incluyó como santa en el Martirologio. 

Se le invoca como abogada contra la peste y los terremotos. La iconografía la presenta como ermitaña o bien revestida con hábito agustino. Sus principales atributos son: una corona de rosas, en alusión a su nombre; y un crucifico y una calavera, por su ascesis.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Rosalía.htm)