23 julio, 2019

Santa Brígida de Suecia

 
 
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 ¡Oh!, Santa Brígida de Suecia, vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, la misma que, honor disteis al significado
de vuestro nombre: “fuerte y brillante”. Os gustaba mucho,
desde niña, oír de labios de vuestra santa madre, las vidas
de los santos, y, como premio, se os apareció Nuestra Señora,
invitándoos a seguir una santa vida. Vuestra gran devoción:
la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Un día que
rezabais devotamente ante el crucifijo, le dijisteis: “¿quién
te puso así?” Y, oísteis que Cristo os decía: “los que
desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor
que Yo, les he tenido”. Y, desde ese instante, todos los que
trataban con vos, a Cristo, lo amaron más. Vuestro padre
os casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Una de vuestras
hijas fue Santa Catalina de Suecia. En otra visión santa oísteis
a Jesús, deciros sobre la pobreza: “yo en la vida sufrí pobreza,
y, vos tenéis demasiados lujos y comodidades”. Y, bastaron
aquellas palabras, para que os convirtierais en amante
de la pobreza hasta el final de vuestra vida. Por ello, la
“Comunidad de San Salvador” fundasteis. En “Revelaciones”,
vuestro escrito brillante de ocho tomos, nos legasteis de cómo,
la vida de  Jesús fue. Antes de marcharos de este mundo, os fuisteis
a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro
Señor Jesucristo. Al volver de Jerusalén os sentisteis muy débil
y a la edad de setenta años, de este mundo partió vuestra alma,
para coronada ser de luz, como premio a vuestra entrega de amor
y fe. A los dieciocho años de haber fallecido, os declararon
santa por el Sumo Pontífice. Santa Patrona de toda Europa;
¡oh!, Santa Brígida, “vivo amor por el Dios del amor y de la Vida.”.
 

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Julio
Santa Brígida
Viuda y Fundadora
Año 1373

Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más. Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?

Brígida significa: Fuerte y brillante.

Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.
Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.

Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: – ¿Quién te puso así? – y oyó que Cristo le decía: “Los que desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido”. Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue “la oveja negra de la familia”, que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.

En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: “Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades”. Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).

Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.
Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.
Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Brígida_7_23.htm)

22 julio, 2019

Santa María Magdalena

 
 
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¡Oh!, Santa María Magdalena, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y discípula,
que, por Nuestro Señor, de siete demonios liberada,
os convertisteis en seguidora suya, hasta el Calvario
mismo, y luego de su muerte, la primera en ver
a  Jesucristo, Dios y Señor  Nuestro, resucitado
aquella mañana de Pascua y, de felicidad plena,
la comunicasteis a los demás. Ni “pecadora pública”,
ni “adúltera”, ni “prostituta”, sino, de Cristo
seguidora segura, y de su amor contagiada, el gozo
pascual anunciasteis a los mismos Apóstoles.
Y, además, fuisteis, vos, misma, la que en Éfeso,
vivisteis junto a María, Santa Madre de Dios y Señora
Nuestra, y, a San Juan Apóstol el "discipulo amado",
para luego, vuestra alma al cielo volar, para coronada
ser con corona de luz, como premio justo a vuestro
inmenso amor a Jesucristo, Dios y Señor Nuestro;
¡oh!, Santa María Magdalena; “vivo amor por el Dios Vivo".

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Seño

Martirologio Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).

 Oración
María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.
Amén.

Hoy celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.

Tres personajes para una historia
María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)

María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.

Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.

Dos en una, tres en una
No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.

Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).

San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: “Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: “María Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania”.

Pero esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.

los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.

Dos teorías
Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.

Una respuesta “oficial”
A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.

Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”, como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”. No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue “pecadora pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.

La liturgia de su fiesta
Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.

Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie… la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.

Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.

La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.

Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.

Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.

Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.


(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

21 julio, 2019

Día litúrgico: Domingo XVI (C) del tiempo ordinario


 Resultado de imagen para En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Día litúrgico: Domingo XVI (C) del tiempo ordinario Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
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«Hay necesidad (…) de una sola [cosa]»
Rev. D. Bernat GIMENO i Capín (Barcelona, España)

Hoy vemos a un Jesús tan divino como humano: está cansado del viaje y se deja acoger por esta familia que tanto ama, en Betania. Aprovechará la ocasión para hacernos saber qué es “lo más importante”.

En la actitud de estas dos hermanas se acostumbra a ver reflejadas dos maneras de vivir la vocación cristiana: la vida activa y la vida contemplativa. María, «sentada a los pies del Señor»; Marta, atareada por muchas cosas y ocupaciones, siempre sirviendo y contenta, pero cansada (cf. Lc 10,39-40.42). —«Calma», le dice Jesús, «es importante lo que haces, pero es necesario que descanses, y más importante aun, que descanses estando conmigo, mirándome y escuchándome». Dos modelos de vida cristiana que hemos de coordinar y de integrar: vivir tanto la vida de Marta como la de María. Hemos de estar atentos a la Palabra del Señor, y vigilantes, ya que el ruido y el tráfico del día a día —frecuentemente— esconde la presencia de Dios. Porque la vida y la fuerza de un cristiano solamente se mantienen firmes y crecen si él permanece unido a la verdadera vid, de donde le viene la vida, el amor, las ganas de continuar adelante… y de no mirar atrás.

A la mayoría, Dios nos ha llamado a ser como “Marta”. Pero no hemos de olvidar que el Señor quiere que seamos cada vez más como “María”: Jesucristo también nos ha llamado a “escoger la mejor parte” y a no dejar que nadie nos la quite.

Él nos recuerda que lo más importante no es lo que podamos hacer, sino la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas, y, así por el Espíritu Santo nuestras obras quedan impregnadas de su amor.

Descansar en el Señor solamente es posible si gozamos de su presencia real ante la Eucaristía. ¡Oración ante el sagrario!: es el tesoro más grande que tenemos los cristianos. Recordemos el título de la última encíclica de san Juan Pablo II: La Iglesia vive de la Eucaristía. El Señor tiene muchas cosas que decirnos, más de las que nos pensamos. Busquemos, pues, momentos de silencio y de paz para encontrar a Jesús y, en Él, reencontrarnos a nosotros mismos. Jesucristo nos invita hoy a hacer una opción: escoger «la parte buena» (Lc 10,42).

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2019-07-21)

19 julio, 2019

San Epafra o Epafras



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19 de Julio
San Epafra o Epafras
Discípulo de San Pablo Mártir, santo del NT

Conmemoración de san Epafras, que en Colosas, Laodicea y Hierápolis, trabajó mucho en la difusión del Evangelio, y a quien san Pablo llama carísimo consiervo, con-cautivo y fiel ministro de Cristo.

De Epafras conocemos muy poco, apenas lo que menciona el elogio del Martirologio Romano, que se atiene estrictamente al dato bíblico, sin embargo, en las tres citas que lo mencionan, se nos aparece como un cristiano en plena actividad apostólica: compañero de cautiverio de san Pablo, según dice el propio Apóstol en Filemon v. 23. Tradicionalmente se entiende que este cautiverio al que se refiere es el del 60-62 con el que termina Hechos de los Apóstoles (Hech 28,29-30), y que no sabemos si culminó en la liberación del Apóstol o en su ejecución.
La siguiente mención, con muchos datos («muchos»… dada la escasez a la que estamos acostumbrados) proviene de dos momentos distintos de la Carta a los Colosenses: en el saludo incial y en el final. Los datos biográficos sobre san Pablo que nos aporta esta carta hay que evaluarlos con prudencia, porque es una de los escritos cuya autenticidad paulina está -y posiblemente lo esté siempre- discutida, con la balanza más inclinada hacia el no, que hacia el sí. Por supuesto, eso no implica que la carta sea o no del Nuevo Testamento: siempre lo ha sido y lo seguirá siendo, y aparece en las listas más antiguas de escritos cristianos, pero la duda sobre la autoría no permite usarla como fuente para trazar la biografía del Apóstol. Sin embargo, los especialistas no dudan en que, aunque la carta sea pseudoepigráfica (es decir, puesta bajo su nombre tiempo después de la muerte de Pablo), contiene fragmentos que sí provienen de mano de Pablo, y esos fragmentos son, precisamente, los que muestran una situación semejante a la de Filemón, como la enumeración de los colaboradores del Apóstol, entre los que se contaba en esa época Epafras.
Así que, aunque la Carta a los Colosenses nos sirve escasamente para biografiar a san Pablo, sirve, y mucho, para acercarnos al personaje de Epafras: los dos fragmentos, ricos y vívidos, conservan todo su valor histórico. Nos dice allí san Pablo que Epafras enseñó a la comunidad de Colosas el Evangelio, e incluso dice más, leámoslo directamente: «El Evangelio [que llegó, fructifica y crece]…desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad: tal como os la enseñó Epafras, nuestro querido consiervo y fiel ministro de Cristo, en lugar nuestro, el cual nos informó también de vuestro amor en el Espíritu.» (Col 1,6-8) ¡Menudo título le cede el Apóstol a Epafras!: «ministro en lugar nuestro». Aunque san Pablo sabe apreciar a sus colaboradores, sólo a unos pocos los ensalza así.
Posiblemente no sea para menos, ya que, a juzgar por el otro retazo de la vida de Epafras que la carta nos acerca, nos enteramos que no sólo llevó el Evangelio, en nombre de Pablo, a Colosas, sino que además mantiene una conexión constante, en predicación y en oración, con ésa, su comunidad -de la que además es originario-, y desde la que seguramente fue evangelizador también de Laodicea y Hierápolis, ya que las tres ciudades formaban un triángulo de no más de 20 km de separación de cada una con las otras: «Os saluda Epafras, vuestro compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en sus oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad divina. Yo soy testigo de lo mucho que se afana por vosotros, por los de Laodicea y por los de Hierápolis» (Col 4,12-13).
No hay más que esto, pero ¿de cuántos personajes del Nuevo Testamento no tenemos sino mucho menos? Se afanaba en esta vida limitada y terrena por su comunidad a través de la oración, seguramente ahora que vive la vida más plena a la que todos estamos llamados, su oración es constante por toda la Iglesia.
La cuestión del cautiverio en Roma de san Pablo y sus posibles terminaciones, puede leerse en cualquier biografía del Apóstol, incluso en el artículo dedicado a su martirio en este santoral. Sobre la autenticidad paulina de Colosenses, hay soluciones para todos los gustos, y ninguna se impone con gran ventaja a las demás; puede leerse la cuestión en cualquier introducción a las epístolas de Colosenses-Efesios (que suelen tratarse juntas), por ejemplo, el Comentario Bíblico San Jerónimo, ya sea el original (que defiende la autoría paulina) o el nuevo (que la descarta), o en los Cuadernillos Bíbicos de Verbo Divino, accesibles a cualquier lector con mínimo de formación. En todo caso, lo mñás interesante para el lector medio no debe ser «tomar partido», sino entrenarse en evaluar por qué los especialistas se inclinan por una u otra solución.

(http://vidas-santas.blogspot.com/2013/07/san-epafra-o-epafras-discipulo-de-san.html)

18 julio, 2019

San Federico de Utrecht


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 ¡Oh!, San Federico, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo y que, por vuestro saber de las Escrituras
Sagradas, os dedicasteis a la evangelización de los frisones,
con ardor de corazón y fe, honor haciendo al significado
de vuestro nombre: “En la paz poderoso”. Las costumbres
reformasteis de vuestros diocesanos y combatisteis herejías
de vuestro tiempo. Vos, varón justo y lleno de humildad
como erais, os declarasteis incapaz de aceptar vuestro
obispado y, entonces, actuó la providencia y os re-convenció
Ludovico Pío, emperador, para entera satisfacción de vuestro
pueblo. Y, vos, en el único “Sacerdote Justo”, Jesucristo,
confiando realizasteis vuestra obra extraordinaria, hasta
la entrega de vuestra vida misma. Con los pobres generoso,
hospitalario para con los viajeros y amoroso en vuestras
visitas a los enfermos. De un lado, y del otro a la vida
de oración y sacrificio entregado. Jamás ahorrasteis ni
vigilias, ni ayunos, pues vuestra vida era. A los arrianos
y a su herejía os confrontasteis y recitar ordenasteis, tres
veces cada día, una oración en honor de la Santísima Trinidad.
Cuando ya casi habíais recorrido toda vuestra diócesis, un
día, mientras dabais gracias por la Misa, atacado fuisteis
por criminales que os atravesaron las entrañas, a los pocos
minutos muriendo, entregando así, vuestra alma a Dios. ¡Os
quitaron vuestro cuerpo, pero jamás vuestra alma!, que voló
presta al cielo, para coronada ser con corona de luz, como
muy justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Federico, “vivo evangelizador del Dios de la Vida”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Julio San Federico de Utrecht Obispo Mártir

Martirologio Romano: En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones (838).

Etimológicamente significa “poderoso en la paz”. Viene de la lengua alemana. Descendiente de una familia ilustre entre los frisones, fue elegido obispo de Utrecht en 820. Dedicó toda su actividad a la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y combatió las herejías. Murió mártir en Utrecht, el año 838. – Fiesta: 18 de julio.

“Al obispo -dice el consagrante al nuevo obispo, durante el ritual de la consagración-, corresponde juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar y confirmar”. Y cuando le hace entrega de la más significativa insignia de su episcopado: “Recibe el báculo de Pastor a fin de que seas dulce y firme en tus correcciones; en tus juicios, justo y sereno; al fomentar la virtud en los demás, persuasivo, y no te dejes llevar ni del rigor ni de la debilidad. Recibe este anillo, símbolo de la fidelidad con que has de conservar intacta y sin mancha a la Esposa de Dios, es decir, la Iglesia”. Y asimismo, cuando le hace entrega de los Evangelios, dice: “Recibe el Evangelio y ve a predicarlo al pueblo que te ha sido encomendado. Dios Omnipotente aumente en ti la gracia”.

No es extraño que ante una misión tan sublime y a la vez tan cargada de responsabilidad, Federico, varón justo y lleno de humildad, se declarase incapaz de aceptar el cargo de obispo de Utrecht, para el que había sido elegido por el clero y el pueblo de aquella diócesis. Fue necesaria toda la autoridad del emperador Ludovico Pío, para que aquel sacerdote, conocido de todos por su ardor pastoral y su predicación, aceptase la Cátedra episcopal que había quedado vacante a la muerte del obispo Ricfredo.

Y la verdad es que nadie mejor que él podía encargarse de la diócesis: por una parte, sus virtudes y su ciencia le daban la autoridad necesaria para ocupar la Silla episcopal, y por otra, el haber vivido en íntima comunicación con Ricfredo le hacían el más conocedor de la situación.

En efecto, nacido hacia el año 790, en el seno de una noble familia de Frisia, había sido confiado para su educación al clero de la iglesia de Utrecht, primero, y más tarde al mismo obispo, que se aplicó con ardor a formar el alma de aquel joven piadoso y trabajador, hasta que, suficientemente preparado, le confirió el sacerdocio.

Ahora, consagrado ya obispo, en presencia del mismo emperador, Federico se entrega generosamente a su misión, que cumplirá fielmente hasta las últimas consecuencias. Su humildad había hecho cuanto estaba de su mano para no aceptar aquel cargo que sus solas fuerzas no podían soportar, pero ahora que había recibido ya la plenitud del sacerdocio, su fe confía en que el único Sacerdote -Jesucristo-, realizará en él la tarea que le ha querido confiar.

Los primeros tiempos de su episcopado los dedica a la villa de Utrecht, esforzándose en devolver la paz a su pueblo, y en hacer desaparecer los últimos restos de paganismo. Siempre acogedor, es generoso para con los pobres, hospitalario para los viajeros, y sacrificado en sus visitas a los enfermos. Entregado a la vida de oración y sacrificio, no ahorra vigilias ni ayunos, en favor de sus diocesanos.

Más adelante, su celo le lanza a recorrer todo el territorio que le ha sido confiado. En todas partes trabaja incansablemente en la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y de una manera especial lo hace en la isla de Walcheren, donde reinaba la más burda inmoralidad.

Se dedica también a combatir la herejía arriana, bastante extendida en Frisia, y poco a poco va reduciendo los herejes a la verdadera fe católica. Para asegurar la duración de este retorno a la verdad, San Federico compone una profesión de fe, que resume la enseñanza católica sobre la Santísima Trinidad, y ordena que se recite tres veces cada día una oración en honor de las tres divinas Personas.

Cuando ya casi había recorrido toda la diócesis, un día, mientras estaba dando gracias de la Misa, es atacado por dos criminales que le atraviesan las entrañas, muriendo a los pocos minutos. ¿A qué móviles respondía aquel asesinato? Algunos dan como causa cierta, el odio que Judit, segunda esposa de Ludovico Pío, alimentaba contra San Federico, por haberla reprendido con santa libertad, a causa de su conducta inmoral.

No obstante, aun cuando parece que esta persuasión ya existía en Utrecht, muy próximamente a la fecha del martirio, hay quien lo pone en duda, por el testimonio del famoso escritor Rábano Mauro, que ensalza las virtudes de la emperatriz. Quizá los hagiógrafos no lleguen nunca a un acuerdo sobre este punto, pero a pesar de ello continuará siendo cierto que en aquel día del año 838, un obispo moría mártir.
(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=11243)

17 julio, 2019

Santa Marcelina



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 ¡Oh!, Santa Marcelina, vos, sois la hija de Dios de la Vida,
su amada santa, hermana de san Ambrosio y, a la que el Papa
Liberio, os impuso el “velo de consagrada” en la basílica romana
de San Pedro, en la fiesta de la Epifanía del Señor. Vos,
desde pequeña teníais por única mira la gloria de Dios, por
ello, decidisteis renunciar al mundo y Liberio, Papa, os exhortó,
a amar a Jesucristo y a vivir en recogimiento y mortificación.
Vuestro hermano, San Ambrosio, os dedica su tratado sobre
la excelencia de la virginidad y siendo ya obispo, vos lo
visitabais para hablar “in extenso” sobre la vida espiritual.
Practicabais  la más alta perfección ayunando diariamente
hasta el atardecer y dedicabais la mayor parle del día
y de la noche a la oración y la lectura espiritual. Vuestro
hermano, en los últimos años de vuestra vida, os aconsejó
que moderaseis vuestras penitencias y aumentaseis el tiempo
de oración y así lo hicisteis. Dejasteis de vivir en comunidad
y aunque seguisteis viviendo en Roma lo hicisteis en una
casa privada, luego de la muerte de vuestra santa madre.
Sobrevivisteis a vuestro hermano San Ambrosio, pero, antes
él, habló de vos, en la oración fúnebre pronunciada en memoria
de vuestro hermano Sátiro, llamándoos “santa hermana,
admirable por su inocencia, su rectitud y su bondad con el prójimo.”
Más tarde, voló vuestra alma al cielo para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor y fe ;
¡Oh!, Santa Marcelina, “vivo amor por la gloria del Dios Vivo”.



© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Julio
Santa Marcelina
Virgen

 Por: | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Martirologio Romano: En Milán, ciudad de Liguria, santa Marcelina, virgen, hermana del obispo san Ambrosio, a la que el papa Liberio impuso el velo de consagrada en la basílica romana de San Pedro, en la fiesta de la Epifanía del Señor (s. IV ex.).

Marcelina era hermana de San Ambrosio de Milán. Nació antes que San Ambrosio, probablemente en Tréveris, donde su padre era prefecto de los galos. Marcelina se trasladó a Roma con su familia y, desde muy temprana edad, empezó a concentrarse exclusivamente en el fin para el que había sido creada.

Se encargó del cuidado de sus dos hermanos y, con sus palabras y ejemplo, les inspiró el amor a la virtud verdadera, no simplemente de la apariencia de virtud. Marcelina tenía por única mira la gloria de Dios. Para conseguir su objetivo, decidió renunciar al mundo.

El día de la Epifanía del año 353, recibió el velo de las vírgenes de manos del Papa Liberio, en la basílica de San Pedro. En el discurso que pronunció el Pontífice en esa ocasión, exhortó a Marcelina a amar exclusivamente a Jesucristo, a vivir en continuo recogimiento y mortificación y a conducirse en la iglesia con el más grande respeto y modestia. San Ambrosio, a quien debemos los ecos de esa exhortación, no vacila en criticar la elocuencia del Papa Liberio cuando la juzga insuficiente. San Ambrosio dedicó a su hermana su tratado sobre la excelencia de la virginidad. Siendo ya obispo, Marcelina le visitó varias veces en Milán y habló con él sobre la vida espiritual; en esa forma, ayudó a su hermano en sus relaciones con las vírgenes consagradas.

Marcelina practicó la más alta perfección. Ayunaba diariamente hasta el atardecer y consagraba la mayor parle del día y de la noche a la oración y la lectura espiritual. En los últimos años de su vida, San Ambrosio le aconsejó que moderase sus penitencias y aumentase el tiempo de oración; en particular, le recomendó los Salmos, la Oración del Señor y el Credo, al que llamó sello del cristiano y guardián del corazón. Marcelina siguió viviendo en Roma después de la muerte de su madre, no en comunidad, sino en una casa privada, junio con oirá mujer que participaba en todos sus ejercicios de devoción.

Marcelina sobrevivió a San Ambrosio, pero no sabemos exactamente en qué año murió. En la oración fúnebre pronunciada por San Ambrosio en memoria de su hermano Sátiro, llamó a Marcelina “…santa hermana, admirable por su inocencia, su rectitud y su bondad con el prójimo.”

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/36207/marcelina-santa.html)

16 julio, 2019

Nuestra Señora del Carmen

 
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 ¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen, Vos, sois la Virgen
“Bienaventurada del Monte Carmelo”, monte en el que Elías
logró, que el pueblo de Israel, a dar culto volviese
al Dios Vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando
la soledad, se retiraron para hacer eremítica vida, origen
dando a vuestra orden de contemplativa vida, que os tiene
como “Patrona y Protectora”, Santa Madre de Dios. Desde
los ermitaños, que, establecidos en el Monte Carmelo; “Los
Carmelitas”, por su profunda devoción a Vos, Santísima
Virgen, conocidos son, porque ellos, la nube interpretaron
de la visión de Elías, como símbolo Vuestro. Además,
cinco siglos antes de la proclamación como santísimo dogma,
el misal Carmelita contenía una Misa para Vos, “Inmaculada
Concepción”. Con Elías, profeta, que la pureza de la fe
en el Dios único y verdadero defendió; Vuestra Orden,
“frutos vivos de la fe” ha dado como: Santa Teresa de Ávila,
San Juan de la Cruz, Santa Teresa del Niño Jesús y Santa
Teresa Benedicta de la Cruz, en los tiempos modernos.
Los Carmelitas desde siempre han difundido vuestra devoción,
señalándoos como modelo de oración, contemplación
y de dedicación a Dios, porque Vos, creísteis que Jesús,
Verbo encarnado, el cúlmen es, del encuentro del hombre
con Dios. Los marineros, mucho antes de la cibernética,
de las estrellas, para marcar su rumbo en la mar dependían
y por ello, a Vos, se os dirigen como, “Estrella del Mar”,
que guía por las aguas tortuosas y difíciles de la vida, hacia
el puerto seguro que es Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Y, el día aquél en que, por la invasión de los sarracenos,
obligados se vieron a abandonar el Monte Carmelo, Vos, Madre
de Dios, os aparecisteis mientras cantaban el “Salve Regina”
y os prometió ser para vosotros su “Estrella del Mar”. Y, así,
acompañasteis y acompañáis a vuestros hijos, esparcidos
sobre la faz de la tierra, vistiendo hábito en honor a Vos,
porque sus vidas os pertenecen a Vos, y por Vos, a Cristo Jesús;
¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen, “Viva Estrella del Mar de Dios”.

 © 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado


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16 de julio
Nuestra Señora del Carmen
Advocación Mariana
Patrona de los marineros

Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios.

Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.

En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06:
“El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.

La estrella del Mar y los Carmelitas
Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.

La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.

España
Entre los lugares en que se venera en España la Virgen de España como patrona está Beniaján, Murcia. Vea ahí mas imágenes.

América
Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/31890/nuestra-seora-del-carmen.html)