04 octubre, 2019

San Francisco de Asís

 
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¡Oh!; San Francisco de Asís, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, que, recibisteis los estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo, y ser declarado “santo” mucho antes, de que el Papa,
así lo hiciera. Cuando vos, teníais veinte años, surgió una guerra
entre Asís y Perugia, y salisteis a combatir por vuestra ciudad,
cayendo preso, meditasteis en vuestra vida. Terminada vuestra
prisión os incorporasteis otra vez en el ejército, y con lujosa
armadura y costoso caballo os fuisteis a batalla. Por el camino
se os presentó un pobre militar a quien le obsequiasteis todo vuestro
equipo militar. Esa noche en sueños os presentaron a cambio de lo
vos regalasteis, “otras armaduras” para enfrentaros a los enemigos
del espíritu: Dios, os dijo: “¿Por qué dedicarse a servir a los
jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”.
Y, volvisteis a vuestro pueblo y todos os miraban cambiado
 y decíais: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura
y santificadora que existe”: ¡Os habíais enamorado de la pobreza o
o sea del mismo Cristo! Luego, vendisteis todos vuestros bienes
y,  los disteis a los pobres. Y, de aquél beso al leproso, Dios, os dio
gran fuerza para vuestros instintos dominar y poder sacrificaros
en favor de los demás. “Francisco, tienes que reparar mi casa,
porque está en ruinas”. Y, vos, creísteis que Jesús, os mandaba
arreglar las paredes de la iglesia. Y, así, comenzó, vuestro caminar
de gloria. “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De
hoy en adelante podré decir: Padre Nuestro que estás en los cielos”.
Le dijisteis a vuestro padre, y con Cristo os marchasteis. Fundasteis
vuestra orden de los “Franciscanos” y más tarde, con Clara, la bella
y santa de Asís, fundasteis las “Damas Pobres” o “Clarisas”, cuyos
conventos esparcidos están hoy en todo el mundo entero. A vos,
las avecillas del campo, os seguían todas felices y formaban
una cruz por donde predicabais. Y del “regalo” de Cristo, en vuestro
cuerpo, a vos, se os formaron las mismas heridas en las manos,
en los pies y en el costado. “El Amor no es amado”. Decíais, para
que, la gente amara, a Jesucristo aún más. Os aventurasteis a viajar
a Egipto, y a Tierra Santa, visitando los lugares Santos, donde Jesús
nació, vivió, murió y resucitó. Y, por ello, hasta hoy, son vuestros
hermanos los que los custodian por los tiempos de los tiempos
y con devoción viva, aquellos “vivos” lugares de la Tierra Santa. Vos,
poeta como erais, le cantabais himnos a todas las criaturas a Dios
alabando: ¡A el sol, la luna, la tierra, las estrellas, el fuego, el
viento, el agua, la flora y la fauna que felices se sentían al oiros!
“Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por
los que saben perdonar”, cantabais. Y, cómo olvidar vuestro saludo:
“Paz y bien”, porque, con él, ganasteis de Dios la gloria lleno
de alegría, de paz y de Su amor, que se hacen visibles cada día
y noche del ayer, del hoy, y por siempre del mañana. Además, fuisteis
vos, quien dejó la costumbre de los “Pesebres de Navidad”, por
vuestro amor por el Dios de la vida. Y, el día que tanto habíais
ansiado, para ver el rostro de vuestro Creador, os llegó y acostado
en el duro suelo, cubierto con un hábito que os prestaron de limosna,
y pidiendo a vuestros seguidores que se amaran siempre, como Cristo
los amó, entregasteis vuestra santísima alma a Dios, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestro increíble amor;
¡oh!, San Francisco de Asís, “vivo Jesucristo, Dios y Señor Nuestro”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Oración Por La Paz
Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
Ser comprendido, sino comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
Amén.


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4 de Octubre
San Francisco de Asís
Fundador
Su Vida


Dicen que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: “el pequeño francesito”. Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida. Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: “¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”. Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe”. Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

Paseando un día por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.

Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: “Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió prudentemente.

Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos”. El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.

Se fué por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo encontraron y le dijeron: “¿Usted quién es? – Él respondió: – Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey”. Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Después volvió a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesita de San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba de él. Pero consiguió con qué reconstruir el pequeño templo.

La Porciúncula
Este nombre es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la capilla llamada así fue donde Fracisco empezó su comunidad. Porciúncula significa “pequeño terreno”. Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas. Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a la Sma. Virgen

En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le mostró lo que esperaba de él. Y fue por medio del evangelio de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así: “Vayan a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den también gratuitamente”. Francisco tomó esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado, pero en medio de la pobreza más estricta. Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había desfigurado horriblemente la cara. El otro intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la cara, y el enfermo quedó instantáneamente curado. Y la gente decía: “No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro”.

El primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas horas dedicado a la oración repitiendo: “mi Dios y mi todo”. Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus bienes y los dio a los pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue Fray Gil, célebre por su sencillez. Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: “No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio”. Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula. Dicen que Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas comunidades.

A Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras. Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre espinas. Él podía repetir lo del santo antiguo: “trato duramente a mi cuerpo, porque él trata muy duramente a mi alma”. Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y abandonando su familia huyó a hacerse monja según su sabia dirección. Con santa Clara fundó él las Damas Pobres o Clarisas, que tienen hoy conventos en todo el mundo.

Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente.

Francisco se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en el costado. Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamado “El Capítulo de las esteras”, se reunieron en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que manda el santo evangelio.

Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: “El Amor no es amado”. Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. Por no cuidarse bien de las calientísimas arenas del desierto de Egipto se enfermó de los ojos y cuando murió estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el Señor le permitía para que ganara más premios para el cielo.

San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. “Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar”, etc. Le agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia. Su saludo era “Paz y bien”.

Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San Francisco (Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado, murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios.

Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo enseñando a amar la naturaleza y a vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de nuestro buen Dios. Fue él quien popularizó la costumbre de hacer pesebres para Navidad.

(http://www.ewtn.com/padrepio/sp/franciscan/st_francis.htm)

03 octubre, 2019

San Francisco de Borja

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¡Oh!, San Francisco de Borja, sois vos el hijo del Dios
de la vida, el mismo que poseyéndolo todo de la “vida
de mundo”, renunciasteis a ella, para del “Rey de reyes”
a su servicio poneros, Aquél que vive y reina por los
siglos de los siglos y que, por designios divinos,
las riendas tomasteis de la Órden Jesuita, sus fronteras
al mundo expandiendo de vuestro tiempo y, por ello,
con razón y justicia toda, os decían “cofundador”.
Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez,
y al morir éste, los jesuitas os nombraron como Superior
General, dedicándoos en cuerpo y alma a vuestra órden,
creando casas y obras de vuestra comunidad, enviando
misioneros a los países del mundo. Los Cardenales
y sobre todo el Papa, os querían mucho y os admiraban.
En España y Portugal os aclamaron como “el santo Duque”
porque vuestros sermones producían muchas conversiones.
Volviendo a Roma, os sentisteis débil, porque os habíais
esforzado en cumplir vuestros deberes y así, voló vuestra
alma al cielo. Ojala, los hombres de este tiempo os
imiten en vuestro actuar. ¿Dónde os hallaremos hoy?
En el único lugar, donde sólo vos podéis estar: ¡en el
cielo!, que lo habéis ganado, como galardón y premio
por Dios brindado y desde allí, brilláis con corona de luz,
como justo premio por vuestra increible entrega de amor;
¡oh!, San Francisco de Borja “viva pasión por el Dios Vivo”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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03 de Octubre
San Francisco de Borja
Año 1572


Señor: que como tu amigo Francisco de Borja sepamos dominar el cuerpo y el orgullo y dedicarnos con todas nuestras fuerzas y cualidades a obtener que las gentes te amen más y te sirvan mejor. Amén. Domino mi cuerpo para no ser descalificado en el día final (San Pablo).

La familia española Borja o Borgia se hizo célebre cuando Alfonso Borgia fue elegido papa con el nombre de Calixto III y luego cuando otro Borgia fue nombrado Pontífice y se llamó Alejandro VI. Este Borgia antes de ser Pontífice había tenido cuatro hijos, y uno de ellos fue el padre de nuestro santo. Francisco de Borja era nieto del Papa Alejandro VI por parte del padre; nieto del rey Fernando de Aragón por parte de la madre, primo del emperador Carlos Quinto e hijo del Duque de Gandía.

En su familia se preocuparon porque el joven recibiera la mejor educación posible y fue enviado a la corte del emperador para que allí aprendiera el arte de gobernar. Esto le fue de gran utilidad para los cargos que tuvo que desempeñar más tarde. Contrajo matrimonio con Leonor de Castro, una joven de la corte del emperador y tuvo seis hijos. Su matrimonio duró 17 años y fue un modelo de armonía y de fidelidad.

El emperador Carlos V lo nombró virrey de Cataluña (con capital Barcelona) región que estaba en gran desorden y con muchas pandillas de asaltantes. Francisco puso orden prontamente y demostró tener grandes cualidades para gobernar. Más tarde cuando sea Superior General de los jesuitas dirá: “El haber sido gobernador de Cataluña me fue muy útil porque allá aprendí a tomar decisiones importantes, a hacer de mediador entre los que se atacan, y a ver los asuntos desde los dos puntos de vista, el del que ataca y el del que es atacado”.

La reina de España era especialmente hermosa, pero murió en plena juventud, y Francisco fue encargado de hacer llevar su cadáver hasta la ciudad donde iba a ser sepultada. Este viaje duró varios días, y al llegar al sitio de su destino, abrieron el ataúd para constatar que sí era ese el cadáver de la reina. Pero en aquel momento el rostro de la difunta apareció tan descompuesto y maloliente, por la putrefacción que Francisco se conmovió hasta el fondo de su alma, y se propuso firmemente: “Ya nunca más me dedicaré a servir a jefes que se me van a morir”. En adelante se propone dedicarse a servir únicamente a Cristo Jesús que vive para siempre.

La gente empezó a notar que la vida y el comportamiento del virrey Francisco cambiaban de manera sorprendente. Ya no le interesaban las fiestas mundanas, sino los actos religiosos. Ya no iba a cacerías y a bailes, sino a visitar pobres y a charlar con religiosos y sacerdotes. Un obispo escribía de él en ese tiempo: “Don Francisco es modelo de gobernantes y un caballero admirable. Es un hombre verdaderamente humilde y sumamente bondadoso. Un hombre de Dios en todo el sentido de la palabra. Educa a sus hijos con un esmero extraordinario y se preocupa mucho por el bienestar de sus empleados. Nada le agrada tanto como la compañía de sacerdotes y religiosos”. Algunos criticaban diciendo que un gobernador no debería ser tan piadoso, pero la mayor parte de las personas estaban muy contentas al verlo tan fervoroso y lleno de sus virtudes.

En 1546 murió su santa esposa, la señora Leonor. Desde entonces ya Francisco no pensó sino en hacerse religioso y sacerdote. Escribió a San Ignacio de Loyola pidiéndole que lo admitiera como jesuita. El santo le respondió que sí lo admitiría, pero que antes se dedicara a terminar la educación de sus hijos y que aprovechara este tiempo para asistir a la universidad y obtener el grado en teología. Así lo hizo puntualmente (San Ignacio le escribió recomendándole que no le contara a la gente semejante noticia tan inesperada, “porque el mundo no tiene orejas para oír tal estruendo”).

En 1551, después de dejar a sus hijos en buenas posiciones y herederos de sus muchos bienes, fue ordenado como sacerdote, religioso jesuita. Esa fue “la noticia del año” y de la época, que el Duque de Gandía y gobernador de Barcelona lo dejaba todo, y se iba de religioso, y era ordenado sacerdote. El gentío que asistió a su primera misa fue tan extraordinario que tuvo que celebrarla en una plaza.

En 1554 fue nombrado por San Ignacio como superior de los jesuitas en España. Dicen que él fue propiamente el propagador de dicha comunidad en esas tierras. Con sus cualidades de mando organizó muy sabiamente a sus religiosos y empezó a enviar misioneros a América. El número de casas de su congregación creció admirablemente.

Lo primero que se propuso fue dominar su cuerpo por medio de fuertes sacrificios en el comer y beber y en el descanso. Era gordo y robusto y llegó a adelgazar de manera impresionante. Al final de su vida dirá que al principio de su vida religiosa y de su sacerdocio exageró demasiado sus mortificaciones y que llegaron a debilitar su salud.

Otro de sus grandes sacrificios consistió en dominar su orgullo. Los primeros años de su vida religiosa los superiores lo humillaron más de lo ordinario, para probar si en verdad tenía vocación. A él, que había sido Duque y gobernador, le asignaron en la comunidad el oficio de ayudante del cocinero, y su oficio consistía en acarrear el agua y la leña, en encender la estufa y barrer la cocina. Cuando se le partía algún plato o cometía algún error al servir en el comedor, tenía que pedir perdón públicamente de rodillas, delante de todos. Y jamás se le oyó una voz de queja o protesta. Sabía que si no dominaba su orgullo nunca llegaría a la santidad.

Una vez el médico le dijo al hacerle una curación dolorosa: “Lo que siento es que a su excelencia esto le va a doler”. Y él respondió: “Lo que yo siento es que usted le diga excelencia a semejante pecador”. Cuando la gente lo aplaudía o hablaba muy bien de él, se estremecía de temor. Un día afirmaba: “Soy tan pecador, que el único sitio que me merezco es el infierno”. A otro le decía: “Busqué un puesto propio para mí en la Biblia, y vi que el único que me atrevería a ocupar sería a los pies de Judas el traidor. Pero no lo pude ocupar, porque allí estaba Jesús lavándole los pies”. Así de humildes son los santos.

Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez. Y al morir éste, los jesuitas nombraron como Superior General a San Francisco de Borja. Durante los siete años que ocupó este altísimo cargo se dedicó con tan grande actividad a su oficio, que ha sido llamado por algunos, “el segundo fundador de los jesuitas”. Por todas partes aparecieron casas y obras de su comunidad, y mandó misioneros a los más diversos países del mundo. El Papa y los Cardenales lo querían muchísimo y sentían por él una gran admiración. Organizó muy sabiamente los noviciados para sus religiosos y con su experiencia de gobernante dio a la Compañía de Jesús una organización admirable.

El Sumo Pontífice envió un embajador a España y Portugal a arreglar asuntos muy difíciles y mandó a San Francisco que lo acompañara. La embajada fue un fracaso, pero por todas partes las gentes lo aclamaron como “el santo Duque” y sus sermones producían muchas conversiones. Al volver a Roma se sintió muy debilitado. Se había esforzado casi en exceso por cumplir sus deberes y se había desgastado totalmente. Y el 30 de septiembre de 1572 entregó su alma al Creador. Uno de los que trataron con él exclamó al saber la noticia de su muerte: “Este fue uno de los hombres más buenos, más amables y más notables que han pisado nuestro pobre mundo”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Francisco_de_Borja.htm)

02 octubre, 2019

Santos Ángeles de la Guarda

 
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¡Oh!, Santos Ángeles de la Guarda, vosotros, sois
los hijos espirituales de Dios y sus amados Ángeles.
Significa vuestro nombre “mensajero”, y por vuestra
espiritual pureza, estáis cerca de Dios, para adorarlo,
y sus órdenes cumplir, llevando mensajes a los hombres.
Decía Orígenes, el gran sabio: “Los cristianos creemos
que a cada uno nos designa Dios un ángel para que
guíe y proteja”. Y, ello, citado está en el Salmo noventa:
“A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden
en tus caminos”. Y, con la frase de Jesús: “Cuidad de no
escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque
sus ángeles están siempre contemplado el rostro de mi
Padre Celestial”. Judit, libertadora exclamaba: “El Ángel
Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá
y en el viaje de venida”. Y, en el Nuevo Testamento
se confirma aquello de que cada uno tiene un ángel
custodio, cuando San Pedro, sacado es de la cárcel.
San Bernardo, hizo acerca del Ángel de la Guarda,
un hermoso y bello sermón, dejándonos vivas reflexiones:
Su presencia respetemos, portándonos como es debido;
agradezcámosle sus favores que son muchos más de
los que nos podemos imaginar, y en su ayuda confiemos,
que es poderosa y superior a la de los demonios que nos
atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan. San
Juan Bosco, dice que el día de la fiesta del Ángel
de la Guarda, recomendó a sus muchachos que en los
momentos de peligro, invocaran a su Ángel Custodio
y así fue: Dos jóvenes obreros estaban en un andamio
alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla
y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo
oído y exclamó: “¡Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin
sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron
muerto, y cuando levantaron al segundo, este recobró
el sentido y como si nada le hubiera pasado. “Cuando vi
que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda
y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me
bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más”. Por
ello, os invito a orar a vuestros ángeles así: “Ángel
del Señor, que por orden de su piadosa providencia sois
mi guardián, custodiadme de día y de noche, iluminad
mi entendimiento, dirigid mis afectos, gobernad mis
sentimientos e impulsos, para que jamás os ofenda Dios
mío. Amen y Amén”. ¡Gloria a los Ángeles Custodios!
¡Oh!, Ángeles de la Guardia: “viva fe del Dios Vivo”.

 

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado.
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2 de Octubre
Los Santos Ángeles de la Guarda


Angel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en los brazos de Jesús, José y María.

En la S. Biblia la palabra Ángel significa “Mensajero”. Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos. Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: “Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja”.

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: “A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”. Y Judit en la Biblia al ser recibida como libertadora de Betulia exclamaba: “El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá , y en el viaje de venida”.

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: “Será su ángel” (Hechos 12, 15).

Ya en el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: “Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custodiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen”.

En el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre. Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).

San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: “Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: “Cuando vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más”. Así lo narra el santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Angeles_de_la_Guarda.htm)

01 octubre, 2019

Santa Teresita del Niño Jesús

 
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 ¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, y que, en vuestra vida corta,
guardasteis en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Así fue, porque, después de vuestra muerte, los milagros
y favores a raudales llovieron sobre quienes os pidieron vuestra
intercesión. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le
alabarán eternamente”. Decíais, vos, pues vuestro anhelo, siempre
era de que, aquellos que os invocaran, a Dios amasen, con amor
abrazador. Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad. Una mujer de dones
y virtudes cargada, capaz de darlo todo. Impaciente por seguir
a vuestras hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella frase
que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás si es la voluntad
de Dios”. Así, os contestó León Trece Papa, y vos, os sentisteis
feliz. Os llamaban la “La Florecita”, y así, encontrasteis vuestro
“elevador”, que os llevó raudamente tanto por vías de oscuridad,
las de sufrimiento espiritual y las del dolor corporal, cada vez
hacia lo alto, siempre hacia más lo alto, hasta que, un día
a los brazos de Jesús, Vuestro Amado Esposo, arribasteis. “Nunca
he dado a Dios más que Amor, y Él me pagará con Amor. Quisiera
ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones”. Decíais
vos. Antes de morir, concluisteis con vuestra autobiografía:
“L’Histoire d’un Alme”, que escribisteis a pedido de vuestra
Superiora. Ella, está, llena de belleza, sabiduría y valor
y por ella, sabemos de vuestra humildad y santidad de vida,
y, en ella explicáis, de cómo os hicisteis, un “juguete” de Cristo,
Dios y Señor Nuestro. “Después de mi muerte dejaré caer una
lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “Caminito” es el camino de la infancia espiritual, el camino
de la confianza y de la entrega absoluta.” Fueron vuestras
póstumas palabras. Patrona de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “vivo Amor del Dios vivo”.


 
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1ro de octubre
Santa Teresita del Niño Jesús
Virgen

La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, se ha esparcido de una manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida, Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de carmelitas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. La santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la invocan. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente”, decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente su autobiografía, “La Historia de un Alma”, millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de abril de 1888, María Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar al Carmelo a los quince años. “Entrarás si es la voluntad de Dios”, le contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y Teresita entró al Carmelo.

Teresa había sido la hija preferida de su padre; era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio se determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y por el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla acostumbraba. “Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,” dijo en una ocasión, “pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero. Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…”.

“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente.” Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

“La Florecita”, como muchos la llaman, encontró su elevador, que la llevó velozmente por entre períodos oscuros de sufrimiento espiritual, por entre largas noches de dolor corporal, hacia arriba, siempre arriba, hasta que al fin estuvo segura en brazos de su amado Jesús. Antes de morir, terminó su autobiografía, L’Histoire d’un Alme (La Historia de un Alma), escrita a petición de su Superiora. Ha sido traducida a muchos diferentes idiomas, y está llena de belleza, sabiduría y valor, y por ella podemos saber algo de la santidad de Teresita, pues explica cómo hizo de sí misma un juguete de Cristo. Hiciera lo que hiciera, estaba segura de su amor.

La hermana Teresita de Lisieux murió el 30 de Septiembre de 1897. En junio de ese año había sido llevada a la enfermería del convento, padeciendo fuertes hemorragias, y no volvió a salir de allí. Tres de sus declaraciones, pronunciadas por ese tiempo, le han dado la vuelta al mundo y ningún comentario sobre la Florecita, por breve que fuera, estaría completo sin ellas: “Nunca he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor. Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.” “Mi caminito es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

Casi inmediatamente después de su muerte, fueron tan numerosos los milagros obtenidos por su intercesión, que la Santa Sede dispensó los acostumbrados cincuenta años que normalmente deben transcurrir antes que se inicie el proceso de canonización. En 1922 fue solemnemente beatificada por el Papa Pío XI, y dos años más tarde fue canonizada Teresa de Lisieux.

Como una de las principales obligaciones de las carmelitas es pedir por las misiones, no es extraño que, en 1927, Santa Teresita fuera nombrada Patrona celestial de todas las Misiones Extranjeras, junto con San Francisco Javier. Dijo Teresita: “Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones.”

(La mayor parte de esta pequeña biografía ha sido extraída de “Nuestra Herencia Católica” tomo III, publicada por La Prensa Católica, México, 1973). “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

La Iglesia reconoce la enseñanza profunda y valiosa del “caminito” de Santa Teresita, lo cual conlleva el aceptar nuestras propias limitaciones, y el dar de todo corazón lo que tengamos, no importa lo pequeña que sea la ofrenda.

(http://www.ewtn.com/therese/spanish/sp_there.htm)

30 septiembre, 2019

San Jerónimo, Traductor de la Sagrada Biblia

 
 
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¡Oh!, San Jerónimo, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
 y su amado santo, y, el que, la Sagrada Biblia tradujisteis,
la estudiasteis y practicasteis para el mundo todo, honor
haciendo, al significado de vuestro nombre: “sagrado nombre”.
Vuestra vida, la pasabais a Cicerón, Virgilio, Horacio, Tácito,
Homero y Platón leyendo y memorizando. Pero, de aquél sueño
que sólo vos, conocéis, dijisteis: “Nunca más me volveré
a trasnochar por leer libros paganos”. Y, dicho ello y con
amor al desierto marchasteis, penitencias muchas haciendo
por vuestros pecados. Y, sabia decisión tomasteis: “El Libro
Sagrado”, traduciendo, para el pueblo. Y, entonces brilló
“La Vulgata”, en toda la Iglesia Católica, por quince siglos.
Vuestros últimos años, en la tierra de Jesús, y Belén
vivisteis, conventos levantando y, prestando vuestra sabiduría
y vuestro apoyo espiritual. Os preguntó el Niño Jesús:
“Jerónimo ¿Qué me vais a regalar en mi cumpleaños?” Y, vos,
respondisteis: “Señor os regalo mi salud, mi fama, mi honor,
para que dispongas de todo como mejor os parezca” Y, el Niño
Jesús, os dijo: “¿Y ya no me regalas nada más?” ¡Oh! mi
amado Salvador, -exclamasteis-, por Vos, repartí ya mis bienes
entre los pobres. Por Vos, he dedicado mi tiempo a estudiar
las Sagradas Escrituras. ¿Qué más os puedo regalar? Si
quisieras, os daría mi cuerpo para que lo quemaras en una
hoguera y así poder desgastarme todo por Vos” Y, el Niño
os dijo: “Jerónimo: ¡regálame tus pecados para perdonártelos!”
Y, al escucharlo, vos, de emoción llorasteis y exclamasteis
impresionado:“¡Loco debéis estar de amor, cuando me pedís esto!”.
Y, os disteis cuenta de que, lo que más desea Dios, es que,
le ofrezcamos los pecadores, un corazón arrepentido, contrito
y humillado. Santo Patrono de todos los que, enseñan
a comprender y entender las escrituras. Vuestra alma voló al
cielo, dejándonos la Palabra Eterna de Dios. Y, por ello
y mucho más, coronado estáis hoy, con corona de luz y eternidad,
como justo premio a vuestra entrega total de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San jerónimo, “viva fuente eterna de Luz del Dios Vivo”.


 
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Septiembre
San Jerónimo
Doctor de la Iglesia


Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griego. El IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.

La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la larga lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy)

29 septiembre, 2019

Domingo XXVI (C) del tiempo ordinario

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Día litúrgico: Domingo XXVI (C) del tiempo ordinario Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
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«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males»
Rev. D. Valentí ALONSO i Roig (Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos encara con la injusticia social que nace de las desigualdades entre ricos y pobres. Como si se tratara de una de las imágenes angustiosas que estamos acostumbrados a ver en la televisión, el relato de Lázaro nos conmueve, consigue el efecto sensacionalista para mover los sentimientos: «Hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,21). La diferencia está clara: el rico llevaba vestidos de púrpura; el pobre tenía por vestido las llagas.

La situación de igualdad llega enseguida: murieron los dos. Pero, a la vez, la diferencia se acentúa: uno llegó al lado de Abraham; al otro, tan sólo lo sepultaron. Si no hubiésemos escuchado nunca esta historia y si aplicásemos los valores de nuestra sociedad, podríamos concluir que quien se ganó el premio debió ser el rico, y el abandonado en el sepulcro, el pobre. Está claro, lógicamente.

La sentencia nos llega en boca de Abraham, el padre en la fe, y nos aclara el desenlace: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males» (Lc 16,25). La justicia de Dios reconvierte la situación. Dios no permite que el pobre permanezca por siempre en el sufrimiento, el hambre y la miseria.

Este relato ha movido a millones de corazones de ricos a lo largo de la historia y ha llevado a la conversión a multitudes, pero, ¿qué mensaje hará falta en nuestro mundo desarrollado, hiper-comunicado, globalizado, para hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales de las que somos autores o, por lo menos, cómplices? Todos los que escuchaban el mensaje de Jesús tenían como deseo descansar en el seno de Abraham, pero, ¿cuánta gente en nuestro mundo ya tendrá suficiente con ser sepultados cuando hayan muerto, sin querer recibir el consuelo del Padre del cielo? La auténtica riqueza es llegar a ver a Dios, y lo que hace falta es lo que afirmaba san Agustín: «Camina por el hombre y llegarás a Dios». Que los Lázaros de cada día nos ayuden a encontrar a Dios.

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2019-09-29)

28 septiembre, 2019

San Wenceslao de Bohemia

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¡Oh!, San Wenceslao de Bohemia, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo. Hijo del rey
de Bohemia, Ratislav, vuestra abuela, Santa Ludimila,
se encargó de educaros, inculcándoos mucho amor
y servicio al Padre Celestial. Cuando vos, erais joven
perdisteis a vuestro padre en una de las batallas
contra los magiares y vuestra madre asumió el poder
e instauró una política anticristiana y secularista
que convirtió a vuestro pueblo en caos total. Ante
esto, vuestra abuela Ludimila, os persuadió para que
asumieseis el trono y así, salvar el cristianismo. Pero,
los nobles paganos, la asesinaron por considerarla
un peligro para sus oscuros intereses: “crear un reino
sin leyes y sin Dios”. Pero, vos, esperabais en secreto
su obra maravillosa. Y, pronto, Él, os mostró su poder,
eligiéndoos a través de vuestro pueblo, como su rey.
Y, ya en el trono, apoyasteis la “Ley de la Iglesia”
e instaurasteis el orden social, imponiendo castigos
 a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud,
gobernando siempre, con justicia y misericordia. Pero,
del bien que vos, sembrasteis, el mal, carne hizo,
y la codicia por el poder surgió de Boleslao, vuestro hermano,
quien planeó vuestra muerte, asesinándoos de una puñalada.
Y, creyó el incauto, que al hacerlo, acabaría con vos,
sin saber que, os convertiría en “santo mártir de la fe”,
por Cristo Jesús. Así, vuestra alma, voló al cielo, para
coronada ser, con corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega grande de amor y fe. Hoy, en San
Vito, el pueblo todo, os venera con grande fe. “Santo
Patrono del pueblo de Bohemia y de Checoslovaquia”;
¡Oh!, San Wenceslao de Bohemia, “vivo amor por Cristo”.



© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de septiembre
San Wenceslao de Bohemia
Mártir


Dios nuestro, que impulsaste al santo mártir Wenceslao a anteponer el reino de los cielos a un reino terrenal, concédenos, por su intercesión, que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.

Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.

Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Wenceslao.htm)