¡Oh!, San Francisco de Borja, sois vos el hijo del Dios
de la vida, el mismo que poseyéndolo todo de la “vida
de mundo”, renunciasteis a ella, para del “Rey de reyes”
a su servicio poneros, Aquél que vive y reina por los
siglos de los siglos y que, por designios divinos,
las riendas tomasteis de la Órden Jesuita, sus fronteras
al mundo expandiendo de vuestro tiempo y, por ello,
con razón y justicia toda, os decían “cofundador”.
Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez,
y al morir éste, los jesuitas os nombraron como Superior
General, dedicándoos en cuerpo y alma a vuestra órden,
creando casas y obras de vuestra comunidad, enviando
misioneros a los países del mundo. Los Cardenales
y sobre todo el Papa, os querían mucho y os admiraban.
En España y Portugal os aclamaron como “el santo Duque”
porque vuestros sermones producían muchas conversiones.
Volviendo a Roma, os sentisteis débil, porque os habíais
esforzado en cumplir vuestros deberes y así, voló vuestra
alma al cielo. Ojala, los hombres de este tiempo os
imiten en vuestro actuar. ¿Dónde os hallaremos hoy?
En el único lugar, donde sólo vos podéis estar: ¡en el
cielo!, que lo habéis ganado, como galardón y premio
por Dios brindado y desde allí, brilláis con corona de luz,
como justo premio por vuestra increible entrega de amor;
¡oh!, San Francisco de Borja “viva pasión por el Dios Vivo”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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03 de Octubre
San Francisco de Borja
Año 1572
de la vida, el mismo que poseyéndolo todo de la “vida
de mundo”, renunciasteis a ella, para del “Rey de reyes”
a su servicio poneros, Aquél que vive y reina por los
siglos de los siglos y que, por designios divinos,
las riendas tomasteis de la Órden Jesuita, sus fronteras
al mundo expandiendo de vuestro tiempo y, por ello,
con razón y justicia toda, os decían “cofundador”.
Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez,
y al morir éste, los jesuitas os nombraron como Superior
General, dedicándoos en cuerpo y alma a vuestra órden,
creando casas y obras de vuestra comunidad, enviando
misioneros a los países del mundo. Los Cardenales
y sobre todo el Papa, os querían mucho y os admiraban.
En España y Portugal os aclamaron como “el santo Duque”
porque vuestros sermones producían muchas conversiones.
Volviendo a Roma, os sentisteis débil, porque os habíais
esforzado en cumplir vuestros deberes y así, voló vuestra
alma al cielo. Ojala, los hombres de este tiempo os
imiten en vuestro actuar. ¿Dónde os hallaremos hoy?
En el único lugar, donde sólo vos podéis estar: ¡en el
cielo!, que lo habéis ganado, como galardón y premio
por Dios brindado y desde allí, brilláis con corona de luz,
como justo premio por vuestra increible entrega de amor;
¡oh!, San Francisco de Borja “viva pasión por el Dios Vivo”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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03 de Octubre
San Francisco de Borja
Año 1572
Señor: que como tu amigo Francisco de Borja sepamos
dominar el cuerpo y el orgullo y dedicarnos con todas nuestras fuerzas y
cualidades a obtener que las gentes te amen más y te sirvan mejor.
Amén. Domino mi cuerpo para no ser descalificado en el día final (San
Pablo).
La familia española Borja o Borgia se hizo célebre cuando Alfonso
Borgia fue elegido papa con el nombre de Calixto III y luego cuando otro
Borgia fue nombrado Pontífice y se llamó Alejandro VI. Este Borgia
antes de ser Pontífice había tenido cuatro hijos, y uno de ellos fue el
padre de nuestro santo. Francisco de Borja era nieto del Papa Alejandro
VI por parte del padre; nieto del rey Fernando de Aragón por parte de la
madre, primo del emperador Carlos Quinto e hijo del Duque de Gandía.
En su familia se preocuparon porque el joven recibiera la mejor
educación posible y fue enviado a la corte del emperador para que allí
aprendiera el arte de gobernar. Esto le fue de gran utilidad para los
cargos que tuvo que desempeñar más tarde. Contrajo matrimonio con Leonor
de Castro, una joven de la corte del emperador y tuvo seis hijos. Su
matrimonio duró 17 años y fue un modelo de armonía y de fidelidad.
El emperador Carlos V lo nombró virrey de Cataluña (con capital
Barcelona) región que estaba en gran desorden y con muchas pandillas de
asaltantes. Francisco puso orden prontamente y demostró tener grandes
cualidades para gobernar. Más tarde cuando sea Superior General de los
jesuitas dirá: “El haber sido gobernador de Cataluña me fue muy útil
porque allá aprendí a tomar decisiones importantes, a hacer de mediador
entre los que se atacan, y a ver los asuntos desde los dos puntos de
vista, el del que ataca y el del que es atacado”.
La reina de España era especialmente hermosa, pero murió en plena
juventud, y Francisco fue encargado de hacer llevar su cadáver hasta la
ciudad donde iba a ser sepultada. Este viaje duró varios días, y al
llegar al sitio de su destino, abrieron el ataúd para constatar que sí
era ese el cadáver de la reina. Pero en aquel momento el rostro de la
difunta apareció tan descompuesto y maloliente, por la putrefacción que
Francisco se conmovió hasta el fondo de su alma, y se propuso
firmemente: “Ya nunca más me dedicaré a servir a jefes que se me van a
morir”. En adelante se propone dedicarse a servir únicamente a Cristo
Jesús que vive para siempre.
La gente empezó a notar que la vida y el comportamiento del virrey
Francisco cambiaban de manera sorprendente. Ya no le interesaban las
fiestas mundanas, sino los actos religiosos. Ya no iba a cacerías y a
bailes, sino a visitar pobres y a charlar con religiosos y sacerdotes.
Un obispo escribía de él en ese tiempo: “Don Francisco es modelo de
gobernantes y un caballero admirable. Es un hombre verdaderamente
humilde y sumamente bondadoso. Un hombre de Dios en todo el sentido de
la palabra. Educa a sus hijos con un esmero extraordinario y se preocupa
mucho por el bienestar de sus empleados. Nada le agrada tanto como la
compañía de sacerdotes y religiosos”. Algunos criticaban diciendo que un
gobernador no debería ser tan piadoso, pero la mayor parte de las
personas estaban muy contentas al verlo tan fervoroso y lleno de sus
virtudes.
En 1546 murió su santa esposa, la señora Leonor. Desde entonces ya
Francisco no pensó sino en hacerse religioso y sacerdote. Escribió a San
Ignacio de Loyola pidiéndole que lo admitiera como jesuita. El santo le
respondió que sí lo admitiría, pero que antes se dedicara a terminar la
educación de sus hijos y que aprovechara este tiempo para asistir a la
universidad y obtener el grado en teología. Así lo hizo puntualmente
(San Ignacio le escribió recomendándole que no le contara a la gente
semejante noticia tan inesperada, “porque el mundo no tiene orejas para
oír tal estruendo”).
En 1551, después de dejar a sus hijos en buenas posiciones y
herederos de sus muchos bienes, fue ordenado como sacerdote, religioso
jesuita. Esa fue “la noticia del año” y de la época, que el Duque de
Gandía y gobernador de Barcelona lo dejaba todo, y se iba de religioso, y
era ordenado sacerdote. El gentío que asistió a su primera misa fue tan
extraordinario que tuvo que celebrarla en una plaza.
En 1554 fue nombrado por San Ignacio como superior de los jesuitas en
España. Dicen que él fue propiamente el propagador de dicha comunidad
en esas tierras. Con sus cualidades de mando organizó muy sabiamente a
sus religiosos y empezó a enviar misioneros a América. El número de
casas de su congregación creció admirablemente.
Lo primero que se propuso fue dominar su cuerpo por medio de fuertes
sacrificios en el comer y beber y en el descanso. Era gordo y robusto y
llegó a adelgazar de manera impresionante. Al final de su vida dirá que
al principio de su vida religiosa y de su sacerdocio exageró demasiado
sus mortificaciones y que llegaron a debilitar su salud.
Otro de sus grandes sacrificios consistió en dominar su orgullo. Los
primeros años de su vida religiosa los superiores lo humillaron más de
lo ordinario, para probar si en verdad tenía vocación. A él, que había
sido Duque y gobernador, le asignaron en la comunidad el oficio de
ayudante del cocinero, y su oficio consistía en acarrear el agua y la
leña, en encender la estufa y barrer la cocina. Cuando se le partía
algún plato o cometía algún error al servir en el comedor, tenía que
pedir perdón públicamente de rodillas, delante de todos. Y jamás se le
oyó una voz de queja o protesta. Sabía que si no dominaba su orgullo
nunca llegaría a la santidad.
Una vez el médico le dijo al hacerle una curación dolorosa: “Lo que
siento es que a su excelencia esto le va a doler”. Y él respondió: “Lo
que yo siento es que usted le diga excelencia a semejante pecador”.
Cuando la gente lo aplaudía o hablaba muy bien de él, se estremecía de
temor. Un día afirmaba: “Soy tan pecador, que el único sitio que me
merezco es el infierno”. A otro le decía: “Busqué un puesto propio para
mí en la Biblia, y vi que el único que me atrevería a ocupar sería a los
pies de Judas el traidor. Pero no lo pude ocupar, porque allí estaba
Jesús lavándole los pies”. Así de humildes son los santos.
Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez. Y al morir éste,
los jesuitas nombraron como Superior General a San Francisco de Borja.
Durante los siete años que ocupó este altísimo cargo se dedicó con tan
grande actividad a su oficio, que ha sido llamado por algunos, “el
segundo fundador de los jesuitas”. Por todas partes aparecieron casas y
obras de su comunidad, y mandó misioneros a los más diversos países del
mundo. El Papa y los Cardenales lo querían muchísimo y sentían por él
una gran admiración. Organizó muy sabiamente los noviciados para sus
religiosos y con su experiencia de gobernante dio a la Compañía de Jesús
una organización admirable.
El Sumo Pontífice envió un embajador a España y Portugal a arreglar
asuntos muy difíciles y mandó a San Francisco que lo acompañara. La
embajada fue un fracaso, pero por todas partes las gentes lo aclamaron
como “el santo Duque” y sus sermones producían muchas conversiones. Al
volver a Roma se sintió muy debilitado. Se había esforzado casi en
exceso por cumplir sus deberes y se había desgastado totalmente. Y el 30
de septiembre de 1572 entregó su alma al Creador. Uno de los que
trataron con él exclamó al saber la noticia de su muerte: “Este fue uno
de los hombres más buenos, más amables y más notables que han pisado
nuestro pobre mundo”.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Francisco_de_Borja.htm)
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