31 marzo, 2022

 


 

¡Oh!, San Benjamín, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que predicasteis con ardor de corazón,
la palabra de Dios, consumando vuestro martirio con cañas
agudas entre vuestras uñas. Además, hicisteis honor al
significado de vuestro nombre: “Hijo de dicha”, una dicha
claro está, al servicio del Dios de la Vida. El obispo Abdas,
incendió el Pireo, templo principal de los persas y el rey
amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos,
a menos que Abdas, reconstruyera su “templo”, pero éste
se rehusó y rey lo mandó a matar e inició una persecución
que cuarenta años duró. Vos, fuisteis uno de los primeros
mártires, pues después de que os golpearon, os encarcelaron
durante un año. Pero vos, erais un joven con celo apostólico
en provecho de los demás, especialmente los pobres
y desposeídos. Hablabais con fluida elocuencia, y, tanto
que también, lograsteis conversiones entre los sacerdotes
de Zaratustra. Los meses que pasasteis en la cárcel os
sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir. Pero, Dios,
nunca os abandonó, y un embajador del emperador bizantino
os puso en libertad, diciéndole de parte del rey Yezdigerd:
“Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio
del templo y no tienes que lamentarte de nada”. 
 Y, desde que os liberaron, con mayor ímpetu continuaseis
vuestro trabajo apostólico, convirtiendo a muchos magos
haciéndoles ver que algún día brillaría en sus ojos y en su
alma la luz verdadera. “De no ser así –decíais – yo mismo
sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que
no sacan a relucir los talentos que él les ha dado”. Y, así,
nuevamente, ardió la pradera, y el rey os encarceló y os
mandó que os dieran castigos hasta la muerte, para luego
ser decapitado. Así, voló vuestra alma al cielo, para corona
de luz recibir, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, San Benjamín, “vivo sacerdote del Dios de la Vida”.

© 2022 Luis Ernesto Chacón Delgado
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31 de Marzo
San Benjamin
Diacono y Mártir

Martirologio Romano: En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que al predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas agudas entre sus uñas, en tiempo del rey Vararane V (c. 420).

Etimológicamente: Benjamín = Aquel que es el último nacido o Hijo de dicha, es de origen hebreo.

El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas.

El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.

Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año.

Benjamín era un joven de un gran celo apostólico en bien de los demás. Hablaba con fluida elocuencia.

Incluso había logrado muchas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los meses que pasó en la cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir.

En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd: “Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no tienes que lamentarte de nada”.

¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador.

Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz verdadera.

De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les ha dado.

Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la muerte,siendo luego decapitado

Murió alrededor del año 420.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

30 marzo, 2022

San Juan Clímaco

 


 

¡Oh!, San Juan Clímaco, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
su amado santo y el más popular de los escritores ascéticos
por vuestra única obra: «Escala del paraíso». Daniel, el monje,
redactó poco después de vuestra muerte vuestra biografía.
Vos, joven os presentasteis al monasterio del Sinaí, dispuesto
a consagraros a Dios. Ni los bienes de vuestra casa, que eran
muchos, ni la educación distinguida que habíais recibido, ni
el porvenir de éxito, obstáculo fueron para emprender una
vida humilde y austera. Martirio, os enseñó cómo las cosas
del mundo tendríais que olvidar para ser un buen monje.
Luego de tres años de novicio, entrasteis en la comunidad
de monjes. La obediencia y el estudio fueron vuestra divisa.
Y, Daniel así lo afirma. Años, más tarde, y muerto vuestro
maestro, el monje Martirio, vos, os retirasteis al extremo
del monte, cerca de una ermita, donde vivíais más cerca de Dios.
Allí, entre cuatro paredes, dejasteis el sabor a vuestras oraciones,
contemplaciones, penitencias y hasta lágrimas. Allí, aprendisteis
lo que años después aconsejasteis al abad de Raytún: “Entre
todas las ofrendas que podemos hacer a Dios, la más agradable
a sus ojos es indiscutiblemente la santificación del alma por
medio de la penitencia y de la caridad”. También, allí vencisteis
al demonio de la gula, comiendo poco y lo que permitía la regla
monástica; al mismo tiempo dominabais la vanagloria, y erais benigno
y amoroso con los visitantes. Erudito y santo, os buscaban para
que vos los aconsejarais. Con amor instruíais, y decíais: “quien con
sus enseñanzas puede contribuir a la salvación de sus hermanos y
no les reparte con plenitud de caridad la ciencia que haya recibido,
tendrá el castigo del que oculta el talento debajo del celemín”.
Os acusaron de charlatán, por lo cual vos mismo os impusisteis la
penitencia de no enseñar con palabras sino con obras de penitencia,
dulzura y modestia. Siendo Abad, desempeñasteis el cargo con
sabiduría, bondad de carácter y vida ejemplar. Y, así, habiendo
gastado vuestra vida en buena lid, voló, vuestra alma al cielo, para
coronada ser de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Juan Clímaco, «viva escalera del mundo hacia el Dios de la Vida».

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de marzo
San Juan Clímaco
(† 600)

Juan Clímaco vivió en la segunda mitad del siglo VI y la primera mitad del VII. Era muy joven cuando un buen día se presentó al monasterio del Sinaí dispuesto a consagrarse a Dios. Ni los bienes de su casa, que eran muchos, ni la educación distinguida que había recibido, ni un porvenir halagador fueron obstáculo para emprender una vida humilde y austera. Todo lo fue olvidando heroicamente bajo las instrucciones de un excelente religioso llamado Martirio, y después de tres años de noviciado —el tiempo que preceptuaba la regla— entró en la comunidad de monjes. Desde el primer momento, la obediencia y el estudio fueron su divisa. Daniel afirma escuetamente que era monje sumiso e instruido en letras.

El monte Sinaí, de tantos recuerdos bíblicos, forma un macizo de cumbres y valles pedregosos y resecos sin apenas vegetación. Cuando lo visitó la monja Eteria, nuestra peregrina, el Sinaí estaba poblado de monjes. Eteria vio varios monasterios, capillas custodiadas por monjes, cuevas en las que moraban anacoretas “y una iglesia en la cabeza del valle; delante de la iglesia hay un amenísimo huerto con agua abundante, en el cual está la zarza; muy cerca se enseña el lugar donde se hallaba el santo Moisés cuando le dijo Dios: Desata la correa de tu calzado”.

Aún se conserva el monasterio de El-Arbain o de los Cuarenta Mártires, llamado así porque, a fines del siglo IV, los beduinos asesinaron en aquel lugar a cuarenta monjes. Mas la iglesia de que nos habla Eteria es, sin duda, la que hizo edificar Santa Elena en el siglo IV y que, en 527, fortificó el emperador Justiniano, lo mismo que al monasterio que está junto a ella, Dicho monasterio se llama de Santa Catalina, puesto que guarda las reliquias de la santa alejandrina desde hace muchos siglos. Justiniano fortificó también otros monasterios sinaítas para proteger a los monjes de las incursiones de los beduinos de los desiertos cercanos.

El monasterio de Santa Catalina, única que ha mantenido la vida monacal en aquellos parajes agrestes, está situado a más de dos mil metros al pie del Djebel-Musa o monte de Moisés. De la parte trasera del monasterio arranca un caminito escarpado, con peldaños labrados en la roca (tres mil en total) que lleva a la cumbre. Vive en él una comunidad de monjes ortodoxos griegos y guarda una famosa biblioteca con 500 manuscritos antiguos. En el siglo pasado fue descubierto en ella el Códice Sinaítico, del siglo IV, con todo el Nuevo Testamento y la mayor parte de la versión griega del Antiguo, Dicho códice fue regalado al zar de Rusia, el cual compensó al monasterio con 9.000 rublos. Estuvo depositado en la Biblioteca de Leningrado hasta 1933, en cuya fecha lo adquirió el Museo Británico por 100.000 libras esterlinas.

El recuerdo de Moisés y de Elías, a quienes había hablado Dios en aquel monte, atrajo desde los primeros tiempos a muchos anacoretas. Después de la legislación que Justiniano dio a los monjes, éstos vivían en recintos cerrados y sólo se permitía la vida solitaria dentro de la clausura. Cada monasterio se regía a su modo, sin regla común; mas todas estaban inspiradas en los preceptos que San Basilio había dado a los monjes. Los divinos oficios duraban seis horas. El resto del día lo ocupaban en el trabajo manual y en el estudio. Se tejían sus propios vestidos: túnica burda de pelo de cabra o de borra, ceñidor, manto y sandalias. Preparaban pergaminos, transcribían e iluminaban códices. Comían una sola vez al día y practicaban extremado ayuno en Cuaresma y Adviento, La caridad en forma de hospitalidad era característica de los monjes. junto a cada monasterio estaba la hospedería para peregrinos y viajeros.

En este ambiente discurrió la vida de San Juan Clímaco, el más popular de los escritores ascéticos de aquellos siglos, debido a su única obra Escala del paraíso. Los pocos datos biográficos que han llegado a nosotros los sabemos principalmente por el monje Daniel, el cual vivía en el monasterio cercano de Raytún, situado hacia el mar Rojo. Daniel los redactó poco después de la muerte del Santo para encabezar el libro de éste.

Unos años después había muerto el monje Martirio y nuestro Santo se retiró al extremo del monte a unos cien metros de una ermita. Allí vivía más cerca de Dios en un antro angosto o celda natural, la cual fue testigo, durante muchos años, de sus prolongadas oraciones, contemplaciones, penitencias y lágrimas. Allí aprendió lo que años después aconsejaría al abad de Raytún en una carta que se ha conservado: “Entre todas las ofrendas que podemos hacer a Dios, la más agradable a sus ojos es indiscutiblemente la santificación del alma por medio de la penitencia y de la caridad”. Allí venció al demonio de la gula, comiendo poco; al mismo tiempo que dominaba la vanagloria, comiendo de todo lo que permitía la regla monástica, pues sabía que las extremadas abstinencias fueron motivo de ostentación en otros monjes. Pasó cuarenta años ajeno a la desidia, dado al estudio y al trabajo, larga la oración y breve el sueño, parco en el comer y benigno con los visitantes molestos.

Al principio vivió completamente aislado; mas corrió la fama de su erudición y santidad, y varias personas iban a él en busca de consejo. Juan las instruía con toda caridad; porque, como dejó escrito, “quien con sus enseñanzas puede contribuir a la salvación de sus hermanos y no les reparte con plenitud de caridad la ciencia que haya recibido, tendrá el castigo del que oculta el talento debajo del celemín”. No faltaron envidiosos que le tildaron de charlatán por lo cual él mismo se impuso la penitencia de no enseñar con palabras sino con obras de penitencia, dulzura y modestia. Ello duró hasta que los mismos que le habían difamado fueron a rogarle que renovara sus divinas instrucciones. No estuvo a refugio de las tentaciones, sino que pasó momentos de tristeza y desaliento con ganas de echarlo todo a rodar. Pero se tranquilizaba luego, pensando en que agradaba a Jesucristo y que muchos habían llegado a la santidad por aquel camino.

Cuando murió el abad de Monte Sinaí, los monjes fueron en busca de Juan y le rogaron que aceptara el cargo de sucesor. El Santo opuso excusas y resistencias, pero los monjes no cejaron hasta que aceptó y se fue al monasterio con ellos. No se habían equivocado: Juan desempeñó el cargo con sabiduría, bondad de carácter y vida ejemplar.

Siendo abad, redactó, o terminó por lo menos, Escala del paraíso, fruto de su larga experiencia ascética. Se compone de treinta grados, que son otros tantos capítulos en donde el Santo explica, en forma de aforismos y sentencias, las virtudes del monje y los vicios que deberá vencer. El estilo es muy sencillo y claro; al alcance de todos. Se sirve de ejemplos vividos en los monasterios. Así nos dice que, edificándole la virtud del monje cocinero, le preguntó una vez cómo podía andar recogido en todo momento con una ocupación tan material. El cocinero le respondió: “Cuando sirvo a los monjes me imagino que sirvo al mismo Dios en la persona de sus servidores, y el fuego de la cocina me recuerda las llamas que abrasarán a los pecadores eternamente”.

Los primeros grados de Escala del paraíso son: la renuncia a la vida del mundo, a los afectos terrenos, al afecto de los parientes, la obediencia, la penitencia, el pensamiento de la muerte y el don de lágrimas o, como él dice, la tristeza que nos causa alegría. “Carísimos amigos —escribe el Santo—, en la hora de la muerte, el juez soberano no nos echará en cara el no haber obrado milagros, o no haber sabido sutilizar en materias elevadas de teología, como tampoco el no haber llegado a un elevado grado de contemplación, sino de no haber llorado nuestros pecados de modo que mereciésemos el perdón”. Los grados siguientes son: la dulzura que triunfa de la cólera, olvido de las injurias, huir de la maledicencia, pues ésta reseca la virtud de la caridad; amor al silencio, porque el mucho hablar lleva a la vanagloria; huir de la mentira, que es un acto de hipocresía; combatir el fastidio y la pereza, puesto que esta última destruye por sí sola todas las virtudes; practicar la templanza, porque el golosinear es una hipocresía del estómago, el cual dice que se va a saciar con aquello y no se sacia. Contentando la intemperancia, viene la impureza; de aquí que el grado siguiente sea el amor a la castidad. La castidad —dice— es un don de Dios, y para obtenerlo conviene recurrir a EI, pues a la naturaleza no la podemos vencer con sólo nuestras fuerzas. Siguen los grados que tratan de la pobreza, virtud opuesta a la avaricia, del endurecimiento del corazón, que es la muerte del alma, del sueño, del canto de los salmos, de las vigilias, de la timidez afeminada, de la vanagloria, del orgullo y de la blasfemia. Luego, las virtudes típicamente contemplativas: dulzura del alma, humildad, vida interior, paz del alma, oración y recogimiento. El último grado del libro está dedicado a las virtudes teologales.

Movido de la caridad operante, hizo edificar una hospedería para peregrinos a poca distancia del monasterio. Enterado de ello el papa San Gregorio el Grande, quiso ayudarle enviándole una cantidad junto con una carta, que se ha conservado, en la que se recomienda a sus oraciones.

Murió con la misma simplicidad que había vivido. Su Escala del paraíso se hizo pronto famosa. El libro fue copiado y leído en todos los monasterios, se tradujo al latín y el autor fue siempre conocido con el sobrenombre de Clímaco, del griego clymax, que significa “escalera”. También le llamaron Juan el Escolástico, apelativo que solo se daba a personas de muchos conocimientos. Juan Clímaco es uno de los Santos Padres de la Iglesia griega.

JUAN FERRANDO ROIG

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/03/03-30_S_juan_climaco.htm)

29 marzo, 2022

Santos Jonás y Baraquicio Mártires

 

 

 

¡Oh!; Santos Jonás y Baraquicio, vosotros sois,
los hijos del Dios de la vida, que os negasteis
a renunciar al Amor de Cristo Jesús; Dios
y Señor Nuestro, y que, padeciendo insufribles
torturas, marchasteis de coraje y valor
luminosos al cadalso revestidos, por la fe vuestra.
De gloria llenos estáis ahora, porque, ni
el molino de madera, el azufre ardiente,
acabó vuestra fe y en verdad
, gozáis hoy el
justo premio con que os coronó vuestras sienes,
Aquél que todo lo ve y juzga: ¡coronas de luz
refulgente! que brillan hoy por los siglos de los siglos
en el amplio y eterno habitáculo del cielo de
todos los santos y santas de nuestra devoción. !Aleluya!
¡Oh!, Santos Jonás y Baraquicio, «vivos testigos del Amor de Dios»

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Marzo
Santos Jonás y Baraquicio
Mártires

Sapor, rey de Persia, emprendió una recia persecución contra los cristianos. Jonás y Barraquicio, dos monjes de Beth-Iasa, sabiendo que varios cristianos estaban sentenciados a muerte fueron a alentarlos y servirlos. Después de la ejecución, los dos santos fueron aprehendidos por haber exhortado los mártires a perseverar hasta morir.

El rey empezó instando a los dos hermanos y urgiéndoles a que obedecieran al monarca persa y que adoraran al sol. Ellos se mantuvieron fieles en su fe a Cristo, por lo que Barraquicio fue arrojado a un estrecho calabazo, mientras que Jonás se le ordenó a adorar a los dioses, pero ante su negativa fue azotado y arrojado a un estanque de agua helada.

Posteriormente, Jonás fue atormentado con muchas torturas, para después ser prensado en un molino de madera hasta provocarle la muerte. Los jueces le aconsejaron a Barraquicio que salvara su propio cuerpo, pero el santo jamás renegó su fe; fue entonces sujeto de nuevo a tormentos y finalmente se le dio muerte, vertiéndoles pez y azufre ardientes en la boca.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Jonas_y_Baraquicio.htm)

28 marzo, 2022

Beato Enrique Susso

 


 

¡Oh!, Beato Enrique Susso; vos sois, el hijo del Dios
de la vida, y quien escuchaba constantemente una voz
que os decía “Renuncie a todo lo que no lo ayude a
conseguir la santidad” y así fue.  Rogasteis a Dios por
la sabiduría
que de Él  viene solo  y Él, os escuchó.
Vuestra fuente de vida, el  negaros a vos mismo,
para crecer en los demás y  fue así, y todo hecho, 
con los favores de Nuestra Señora, María
Santa,  a quien amabais de todo corazón,
ya nada os impidió vuestra santidad y vos,
seguisteis a imitación de San Pablo, con vuestra
carrera hacia el cielo, al que arribasteis, para ser
premiado, con corona de luz que brilla eterna,
¡oh! Beato Enrique Susso «vivo Cristo del Dios Vivo».

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Beato Enrique Susso
28 de Marzo

Fue un prodigio de santidad en un ambiente muy corrompido. Nació en 1296 en Suabia, Alemania. A los 15 años fue admitido como religioso en el convento de los Padres Dominicos en Constanza. Su apellido era Von Berg, pero como su padre era descuidado borrachín y en cambio la mamá era una santa, el joven tomó el apellido materno que era Susso.

En la comunidad encontró como profesor un místico muy famoso que influyó en él de manera inmensa. Era el Padre Eckart, cuyos consejos seguían muchas personas con gran entusiasmo. Enrique decía: ”El Padre Eckart demuestra tan gran sabiduría que parece como si Dios no le hubiera ocultado nada”.

Los datos que vamos a narrar enseguida están extraídos de la “Autobiografía” del propio Enrique Susso.

Los primeros años de religioso no fue muy fervoroso, pero luego un día empezó a oír continuamente este mandato: “Renuncie a todo lo que no lo ayude a conseguir la santidad”. Y se repetía tan frecuentemente este mandato en su mente que se propuso empezar una vida espiritual verdaderamente seria.

El demonio intentó disuadirlo y desanimarlo con consideraciones de prudencia humana, haciéndole ver que esa conversión era demasiado rápida y que no sería capaz de perseverar en el bien. El se dedicó a pedir a Dios la sabiduría celestial. Y repetía las palabras del libro de la Sabiduría: “Señor, envíame la sabiduría que procede de tu trono. Tú sabes que soy muy joven, sin experiencia y de pocos años. Pero si Tú me mandas la sabiduría podré perseverar”. Y pedía al Espíritu Santo el don de Consejo y la virtud de la prudencia, y así logro perseverar. En adelante durante toda su vida será un admirador constante de la Sabiduría Eterna, y recomendará a sus discípulos el pedir mucho a Dios el don de la sabiduría. Y les repetía las palabras del Libro Santo: “Sabiendo que no tendría la sabiduría si Dios no me la concedía, me dediqué a pedirla en oración, y me fue concedida”.

Su amor a la Virgen María era inmenso y predicaba constantemente su devoción.Publicó el libro titulado “Sabiduría Eterna”, el cual fue sumamente famoso y muy popular por varios siglos.

Al principio de su conversión, creyó Enrique que debía dedicarse a mortificaciones muy fuertes y así lo hizo. Sus ayunos, vigilias, azotes y demás penitencias llegaron a causar asombro y casi acaban con su vida. Pero según cuenta en su “Autobiografía”, una iluminación del cielo le comunicó que en vez de estas mortificaciones buscadas por él, debía más bien dedicarse a aceptar con buena voluntad los sufrimientos que Dios iba a permitir que le llegaran. Y fue entonces cuando empezaron a llegarle penas tremendas.

Los enemigos del alma trataban de atacarle de mil maneras. Le llegaban los pensamientos más impuros y las imaginaciones más indecentes. Y una melancolía o sentimiento continuo de tristeza que trataba de desanimarlo del todo. Y luego las tentaciones contra la fe. Y como si no bastara todo esto, le llegó la convicción de que él estaba destinado a condenarse para siempre.

Afortunadamente había tenido un buen profesor y se fue en busca del sabio Padre Eckart y le contó todo. “El famoso místico me consoló y logró sacarme de aquel infierno en el cual estaba viviendo”. Y volvió a su alma la paz. Una vez más se cumplía lo que dice el Libro de los Proverbios: “Triunfarán los que saben pedir consejos”. Pero ahora le iba a llegar un tercer tormento.

Una voz interior le dijo: “Hasta ahora has sufrido ataques venidos del interior. Ahora empezarán los ataques que llegan desde el exterior”. Y así sucedió. Pronto empezó a experimentar la ingratitud y la pérdida de los amigos y de la buena fama. Sus paisanos se dividían en dos clases: los fervorosos y los relajados. Los fervorosos querían que se cumpliera exactamente los deberes de piedad. Entre ellos estaban Enrique Susso, su profesor Eckart y el gran predicador Taulero. Pero los otros eran mayoría y empezaron a perseguir a Susso.

Durante 37 años había recorrido campos y ciudades predicando. Había obtenido curaciones milagrosas. En pleno sermón vieron su rostro rodeado de resplandores. Pero insistía muy fuertemente en que había que dedicarse con toda seriedad a la santidad, y esto no agradaba a los relajados. Y entonces se valieron de la calumnia.

Se valieron de un muchacho mentiroso para inventar que él había cometido sacrilegios. Logró comprobar que era inocente. Luego inventaron que Enrique había tratado de envenenar a una persona. Pronto se supo que eso era mentira. Lo acusaron de haber inventado un milagro, pero los mentirosos quedaron al descubierto. Fueron tantas las acusaciones que tuvo que huir por un tiempo a Holanda. Allá lo acusaron de haber escrito herejías contra la fe. El logró probar que todo lo que había escrito estaba de acuerdo con nuestra santa religión.

Luego le llegó otro sufrimiento: su hermana, que era religiosa, perdió el fervor y se retiró de su comunidad. Enrique ofreció por ella una grave enfermedad que él tuvo que sufrir, y con este sufrimiento logró que la prófuga volviera otra vez al convento donde pasó santamente sus últimos años.

Enrique estaba dirigiendo espiritualmente a una mujer que lo engañaba diciéndole que ella se estaba convirtiendo de su mala vida. Pero cuando el santo sacerdote se dio cuenta de que aquella mujer le mentía, se negó a seguirle dando dirección espiritual. Entonces ella en venganza inventó el cuento de que él era el padre de una criatura que ella tenía. Y algunos hasta creyeron porque el religioso demostraba mucha caridad para con el pobre niño. Entonces el Superior General de la Comunidad mandó hacer una severa investigación y se supo que todo eran cuentos de aquella perversa mujer.

Fue nombrado Enrique como superior de un convento de Padres Dominicos y aquel convento estaba terriblemente endeudado. El nuevo superior en vez de dedicarse a pedir limosnas o a conseguir empréstitos lo que hizo fue recomendar a sus religiosos que se dedicaran a celebrar con mayor fervor la santa misa y a rezar con mayor fe y devoción. Muchos se burlaban de él diciendo que era un hombre que no ponía los pies en la tierra y que se imaginaba que con rezos se pagaban las deudas. Pero poco después un hombre rico sintió una inspiración interior de que debía ayudar a aquel convento y llegó con veinte libras de monedas de plata y con esto se pagaron todas las deudas.

Los últimos años los pasó el Padre Enrique dedicado a dar dirección espiritual a las religiosas, especialmente a las dominicas, las cuales lo consideraban un verdadero hombre de Dios y un guía espiritual sumamente acertado.

Le ofrecieron altos puestos pero una iluminación interior le dijo que si quería llegar a altos puestos en la santidad tenía que huir de los cargos que producen muchos honores. Y por eso se mantuvo siempre entre los más humildes y desconocidos aunque su sabiduría y sus escritos y su santidad lo hacían resplandecer ante muchísimas gentes piadosas que lo admiraban fervorosamente.

Murió en 1365, y dicen que su cuerpo permaneció muchos años incorrupto. Pero después el templo donde estaba enterrado pasó a poder de los protestantes y no se volvió a saber de sus restos.

Tuvo muchas visiones y se le apareció la Santísima Virgen María a traerle mensajes celestiales. En una de sus visiones preguntó qué medios debería emplear para alcanzar más fácilmente la santidad y la salvación y le fue respondido: “Negarse a sí mismo; no apegarse a las criaturas; recibir todo lo que sucede, como venido de la mano de Dios, y ser infinitamente paciente y amable con todos, aún con los que son ásperos e injustos en su modo de tratarlo a uno”.

San Alfonso de Ligorio al meditar en las mortificaciones y en los sufrimientos de este hombre de Dios exclamaba: “Qué pequeños nos sentimos nosotros ante estos campeones tan valerosos para sufrir todo por amor de Dios y por la salvación de las almas”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Beato_Enrique_Susso.htm)

27 marzo, 2022

Domingo 4 (C) de Cuaresma

 

Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».

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«Padre, pequé contra el cielo y ante ti» + Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (Tremp, Lleida, España)

Hoy, domingo Laetare (“Alegraos”), cuarto de Cuaresma, escuchamos nuevamente este fragmento entrañable del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús justifica su práctica inaudita de perdonar los pecados y recuperar a los hombres para Dios.

Siempre me he preguntado si la mayoría de la gente entendía bien la expresión “el hijo pródigo” con la cual se designa esta parábola. Yo creo que deberíamos rebautizarla con el nombre de la parábola del “Padre prodigioso”.

Efectivamente, el Padre de la parábola —que se conmueve viendo que vuelve aquel hijo perdido por el pecado— es un icono del Padre del Cielo reflejado en el rostro de Cristo: «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (Lc 15,20). Jesús nos da a entender claramente que todo hombre, incluso el más pecador, es para Dios una realidad muy importante que no quiere perder de ninguna manera; y que Él siempre está dispuesto a concedernos con gozo inefable su perdón (hasta el punto de no ahorrar la vida de su Hijo).

Este domingo tiene un matiz de serena alegría y, por eso, es designado como el domingo “alegraos”, palabra presente en la antífona de entrada de la Misa de hoy: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría». Dios se ha compadecido del hombre perdido y extraviado, y le ha manifestado en Jesucristo —muerto y resucitado— su misericordia.

San Juan Pablo II decía en su encíclica Dives in misericordia que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia. Así entenderemos que la alegría más grande que damos a Dios es dejarnos perdonar presentando a su misericordia nuestra miseria, nuestro pecado. A las puertas de la Pascua acudimos de buen grado al sacramento de la penitencia, a la fuente de la divina misericordia: daremos a Dios una gran alegría, quedaremos llenos de paz y seremos más misericordiosos con los otros. ¡Nunca es tarde para levantarnos y volver al Padre que nos ama!

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El Padre eterno puso, con inefable benignidad, los ojos de su amor en aquella alma y empezó a hablarle de esta manera: ‘¡Hija mía muy querida! Firmísimamente he determinado usar de misericordia para con todo el mundo y proveer a todas las necesidades de los hombres’» (Santa Catalina de Siena)
  • «San Juan Pablo II decía en su encíclica “Dives in misericordia” que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia» (Benedicto XVI)
  • «El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. Él está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra “patria”. De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver. En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra, porque el Hijo ‘ha bajado del cielo’, y nos hace subir allí con Él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.795)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-03-27)

25 marzo, 2022

La Anunciación del Señor

 


 

¡Oh!, Solemnidad de la Anunciación del Señor;
en la que Vos, Padre de la Vida, amoroso y generoso
a vuestro Ángel Gabriel, el de las “buenas nuevas”,
enviasteis a María, sierva vuestra, a anunciarle
que, en su virginal seno, al Varón Perfecto y Salvador
del mundo albergaría. ¡Sí!, a Jesús, Hijo Amadísimo
Vuestro, para la grande obra Redentora: el cumplir
con la salvación del hombre, que Vos, diseñado habíais,
desde antes de que, el mundo hecho fuera. Porque
Vos, nos amasteis de tal forma y manera, que nos
donasteis gratuitamente a vuestro único Hijo, ¡Jesús!
Él, Divino sí, por vuestra Divinidad, y Humano,
-y ¡qué ser Humano!-, por María, pues Ella, su humanidad
compartió feliz. ¡Alegraos pues, pueblos todos del
orbe de la tierra, porque, si en el pasado, por un
hombre, Adán, el pecado en el mundo entró, por otro,
Divino y grande, Cristo Jesús, la salvación para todos
llegó, en María inmaculada, Madre Vuestra y Nuestra;
¡oh!, Viva Solemnidad de la Anunciación del Señor.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Día litúrgico: La Anunciación del Señor
Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
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«Alégrate, llena de gracia»

Dr. Johannes VILAR
(Köln, Alemania)

Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: “keharitoméne”, «llena de gracia» (saludo del Ángel).

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y “La llena de gracia”, representando a todos los necesitados de Redención, responde: “génoitó”, hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en un interview: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!

Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesua, “el Señor salva”. Y lo hace. ¡Otro ejemplo!

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la lglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad!

Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-04-09)

24 marzo, 2022

Santa Catalina de Suecia, Virgen

 


 

¡Oh!, Santa Catalina de Suecia, vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, y que, siendo de honorable alcurnia os educaron
las monjas del monasterio de Riseberga. Contrajisteis nupcias más
tarde con el conde Egar, vuestro esposo, con quien os pusisteis
de acuerdo en vivir vuestro matrimonio en castidad perpetua.
Así, vosotros influisteis de manera muy positiva en los ambientes
nobles, plagados de costumbres frívolas y profanas. Brígida, vuestra
madre, por revelación fundó la “Orden del Santísimo Salvador”
que tenía y tiene, como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen
según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe
de los hombres, propagar la oración contemplativa y de manera
especial los de la Pasión, para la salvación de las almas. Así, os
  encontramos en Roma y, cuando vos, os preparabais para volver
  a casa, vuestra madre Brígida, os comunica otra revelación
sobrenatural de Dios: “ha muerto su yerno”. Y, vuestra santa vida
cambia de manera radical. Y, ante el dolor y la depresión anímica
vuestra, os abrazáis a vuestra Madre Divina: la Virgen, quien os
saca de tamaño dolor, mostrando así a vuestra madre la firme
disposición interna de pasar toda penalidad y sufrimiento
por Jesucristo. Así, vosotras dos juntas emprendisteis un tiempo
de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema;
y vuestros cuerpos no conocen más, sino, el suelo duro para dormir;
visitan iglesias y hacen caridad. Vos, rechazabais proposiciones
matrimoniales impertinentes y acosadoras. Peregrinan
a los santuarios y viajan a Tierra Santa para empaparse de amor
a Dios en los lugares santos donde padeció y murió el Redentor.
Muerta vuestra madre Brígida, vos, le dais sepultura
provisional en la Ciudad Eterna, en la iglesia de san Lorenzo,
y luego trasladáis su cuerpo hasta Suecia, en una continua
actividad misionera, revelando la misericordia de Dios, que espera
siempre la conversión de los hombres. Allí, cuenta las revelaciones
y predicciones que Dios le hizo a vuestra madre. En Söderkoping,
dejáis los restos de vuestra madre y allí, suceden conversiones
y milagros que siguen hasta depositar sus restos en el monasterio
de Vadstena, y donde os quedáis practicando la regla que vivisteis
durante veinticinco años, con vuestra amada madre. Luego, viajáis
a Roma, para lograr el proceso de canonización de la futura
“santa Brígida”, vuestra madre y la aprobación de la Orden del
Santísimo Salvador. Así, y luego de haber gastado vuestra santa
vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser
con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
Se hablan de luces que rodean vuestro cuerpo inerte después
de vuestra muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo
señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían
junto a vuestro sarcófago. Por eso dicen que, que nunca mamasteis
la leche de la nodriza mundana, porque buscabais sí, el pecho
de vuestra madre santa y de otras mujeres honestas. Vos, que
librasteis a Roma, de inundación entrando tan solo vuestros pies
benditos en el Tiber y que liberasteis una a una posesa; ¡Aeluya!
¡Oh!, Santa Catalina de Suecia, “viva defensora de la virginidad”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Marzo
Santa Catalina de Suecia
Virgen

Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.

Brígida, su madre, ha tenido la revelación de fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente de la Pasión- para la salvación de las almas.

Madre e hija se encuentran juntas en Roma. Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno. Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor.

En el año 1373 han regresado, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.

Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo. Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la liberación de una posesa.

De todos modos, los santos de ayer y de hoy, siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los hombres.
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Hoy, también celebramos a Santa Elba.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)