18 diciembre, 2023

La Virgen de la Esperanza, rotectora y amparo de las mujeres embarazadas

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Oración

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra, de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres, de la mar estrella,
llévanos a Cristo, danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,
del Señor la esclava, del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos, hacia tu belleza. ¡Amén!

 
18 de Diciembre
La Virgen de la Esperanza

La glesia celebra a la Madre de Dios bajo la advocación de la “Virgen de la Esperanza”, conocida popularmente como la “Virgen de la O”.

Bien podemos llamar a la Virgen de la O: “Madre del Adviento”, porque Ella nos enseña a esperar con paciencia en Dios. Imitemos a María, y aprendamos a esperar en las promesas de Dios. Ella, que vivió “la dulce espera”, sin miedo, sin angustia o ansiedad, nos da ejemplo de confianza en el Altísimo.

La maternidad ejercida en el seno del Amor verdadero

En ciertos lugares esta hermosa advocación mariana recibe otros nombres: “Virgen de la Dulce Espera” o “La Virgen Encinta”. Cualquiera sea el caso, los fieles devotos miran a María en esa dimensión esencial de su vida: la de la maternidad ejercida, con los cuidados propios de la gestación, y todo aquello que implica eso que llamamos el “estado de buena esperanza” o el periodo de “la dulce espera”.

Por eso, así como cada mujer con un hijo en el vientre puede encontrar en la la Madre de Dios una compañía cercana, alivio, fortaleza y esperanza, la celebración de la Virgen de la O resulta también propicia para enriquecer y profundizar en aquello que la Iglesia vive durante los días del Adviento.

Origen de la devoción

La advocación de la “Virgen de la O” tiene su origen en una antigua tradición inspirada en la Liturgia de las Horas.

Entre el 17 y el 23 de diciembre, las antífonas para el cántico evangélico de Vísperas, el Magnificat, empiezan siempre con la exclamación admirativa “oh”. En otras palabras, a María se le invoca durante esos días con exclamaciones como: “Oh, Sabiduría…; “Oh, Adonai…”; “Oh, renuevo del tronco de Jesé…”; “Oh, llave de David...”. A estas se les llama “antífonas mayores” o “antífonas de Adviento”.

La repetición constante e insistente del “oh” para introducir las menciones en honor a la Virgen dió origen al título “Virgen de la Oh”. Luego, muy probablemente, dejó de escribirse la letra “h”, siendo esta un grafema sin valor fonético. De esta forma, la advocación pasó a llamarse simplemente “Virgen de la O”.

Por otro lado, ya que desde los primeros siglos del cristianismo los fieles querían recordar y celebrar la dulce espera de María, en el año 656, durante el décimo concilio de Toledo (España), se instituyó la fiesta mariana de la “expectación del parto” o “de la espera”. Esta fue fijada para el 18 de diciembre, una semana antes de la Navidad. Así, la fiesta de la Virgen de la O terminó asociada para siempre con el tiempo litúrgico “de la espera”, el Adviento.

La espera más dulce

La experiencia radicalmente humana -y divina- de engendrar una nueva vida suele transformarlo todo. El anuncio de que un nuevo ser está por venir es siempre motivo de esperanza, o, al menos, debería serlo. Es verdad que en una “cultura” como la nuestra, con visos contrarios a la vida, la llegada al mundo de muchos seres humanos se percibe como un “problema”, que compromete libertades y sueños, cuando debería ser todo lo contrario.

¿Qué “sueño” puede ser más grande que ver a un ser humano realizar todo lo que puede ser en la vida? ¿Qué libertad puede ser mayor a la que es posible apreciar en la vida humana que empieza y que, por lo tanto, tiene todo po

r delante para construir su bien y el de los demás? ¿Qué derecho puede ser más significativo que aquel que se respeta de manera incondicional?

La Virgen, como madre que es, alecciona, da ejemplo y acompaña a padres y madres en el sendero que se dirige a recibir una nueva vida. La Virgen de la O, así, se constituye para los progenitores en símbolo de esperanza. Contemplando a la Madre de Dios en los días previos al alumbramiento de Jesús, con muy poco, con casi todo en contra, experimentando soledad y pobreza, vemos a una mujer dispuesta a todo por su hijo. Ella acoge la vida divina con amor y la potencia con su sacrificio en el día a día. Por eso, cualquier madre que se pone en manos de Dios, nunca será defraudada.

¡Qué gran bendición es María para las mujeres que llevan a un hijo o hija en sus vientres! Cuánta esperanza, aún con dolor, puede extraerse de su dulce espera. ¡Qué bello el privilegio de gestar o de acoger a alguien que también es hijo de Dios! ¡Cuánta alegría puede haber en ello si se sobrepone el amor a la dificultad! ¡Qué dulzura estar encinta! ¡Qué consuelo en los momentos difíciles!

¡Virgen de la O, ruega por todas las madres del mundo! ¡Intercede por nosotros en este Adviento!

(https://www.aciprensa.com/noticias/58249/cada-18-de-diciembre-celebramos-a-la-virgen-de-la-o-amparo-y-proteccion-de-las-mujeres-embarazadas)

 


17 diciembre, 2023

Domingo 3 (B) de Adviento

 Cápsulas de fe: tercer domingo de Adviento - Misioneros de Guadalupe

 Mi Portal Católico: El anuncio del Reino es testimonio

 

Texto del Evangelio (Jn 1,6-8.19-28): Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo Él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo, ni Elías, ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

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«En medio de vosotros está uno a quien no conocéis» Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)

Hoy, en medio del Adviento, recibimos una invitación a la alegría y a la esperanza: «Estad siempre alegres y orad sin cesar. Dad gracias por todo» (1Tes 5,16-17). El Señor está cerca: «Hija mía, tu corazón es el cielo para Mí», le dice Jesús a santa Faustina Kowalska (y, ciertamente, el Señor lo querría repetir a cada uno de sus hijos). Es un buen momento para pensar en todo lo que Él ha hecho por nosotros y darle gracias.


La alegría es una característica esencial de la fe. Sentirse amado y salvado por Dios es un gran gozo; sabernos hermanos de Jesucristo que ha dado su vida por nosotros es el motivo principal de la alegría cristiana. Un cristiano abandonado a la tristeza tendrá una vida espiritual raquítica, no llegará a ver todo lo que Dios ha hecho por él y, por tanto, será incapaz de comunicarlo. La alegría cristiana brota de la acción de gracias, sobre todo por el amor que el Señor nos manifiesta; cada domingo lo hacemos comunitariamente al celebrar la Eucaristía.

El Evangelio nos ha presentado la figura de Juan Bautista, el precursor. Juan gozaba de gran popularidad entre el pueblo sencillo; pero, cuando le preguntan, él responde con humildad: «Yo no soy el Mesías…» (cf. Jn 1,21); «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí» (Jn 1,26-27). Jesucristo es Aquél a quien esperan; Él es la Luz que ilumina el mundo. El Evangelio no es un mensaje extraño, ni una doctrina entre tantas otras, sino la Buena Nueva que llena de sentido toda vida humana, porque nos ha sido comunicada por Dios mismo que se ha hecho hombre. Todo cristiano está llamado a confesar a Jesucristo y a ser testimonio de su fe. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a aportar el don de la luz. Más allá de esas palabras, el mejor testimonio, es y será el ejemplo de una vida fiel.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta» (San Agustín)
  • «Para tener la alegría en la preparación de la Navidad lo primero es rezar. Lo segundo: dar gracias al Señor. Tercero, pensar cómo puedo ir al encuentro de los demás, llevando un poco de unción, de paz, de alegría. Esta es la alegría del cristiano» (Francisco)
  • «Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el ‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’ (Jn 1,29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53,7) y carga con el pecado de las multitudes y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: ‘Servir y dar su vida en rescate por muchos’ (Mc 10,45)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 608)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2023-12-17)

16 diciembre, 2023

Santa Adelaida, puso el poder político al servicio de su pueblo

 

Santa Adelaida

 

¡Oh!, Santa Adelaida, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, y su amada santa. Y, que, emperatriz
de Italia siendo, supisteis “testigo vivo” ser de
Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Cuando falleció
vuestro primer esposo, teníais dieciocho años y,
vos, erais ya, reina, madre y viuda. Vuestro segundo
matrimonio, os relacionó con la historia de los
tres primeros Otones: vuestro marido, hijo y nieto.
Vuestra vida, estuvo envuelta en política y disputas
militares: cárcel, destierro, intrigas de la Corte,
envidias, traiciones y falsedades. Así, soportasteis
la incomprensión de propios y extraños, porque la
ambición se había instaurado en vuestra casa. Y,
en contra de ello, os dedicasteis a hacer el bien:
Protegíais, socorríais y consolabais a los pobres
y necesitados. Considerabais el poder, una carga
para vos, pero, un servicio para el bien de vuestro
pueblo. No erais injusta, ni vengativa contra
quienes os injuriaron en el ayer. Demostrasteis
eficacia y esmero en las tareas de gobierno, para
ello, rezabais, os mortificabais y expiabais por
los pecados de vuestro pueblo todo el tiempo. Y,
así, y luego de haber gastado vuestra vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser,
con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega extraordinaria y grande de amor y fe;
Patrona de las novias, esposas y viudas del mundo;
¡Oh!, Santa Adelaida, “viva emperatriz de Cristo”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Diciembre 16

Santa Adelaida o Alicia
Emperatriz de Italia

Sesenta y ocho años llenos de agitación en los que una mujer de las importantes quiso y supo ser “testigo” de Cristo. Esta fue Adelaida o Alicia, emperatriz en Italia.

Casada muy joven con el rey de Italia Lotario, se le prometía una vida feliz con su recién nacida hija Emma y probablemente el matrimonio deseaba terminar sus días “comiendo perdices”, como se pone fin a los cuentos de princesas y príncipes que probablemente también en su época se contaban. Pero a veces los planes de la Providencia no coinciden con los de los hombres; se complican, van y vienen por tortuosos senderos, en muchas ocasiones imprevistos y en otras muy dolorosos, de los que el Señor sabe sacar mayores bienes. Así pasó.

En realidad toda su vida estuvo envuelta en las turbulencias políticas y militares propias del tiempo. Cuando murió su primer marido sólo tiene dieciocho años y, tan joven, ya es reina, madre y viuda. Otro matrimonio, el segundo, la va a relacionar con la historia de los tres primeros Otones: su marido, hijo y nieto. En su vida están presentes los sufrimientos por cárcel y destierro. También entendió mucho de intrigas de la Corte, de confabulación, de envidias, de traiciones y de falsedades. Inculpablemente tuvo que soportar la incomprensión de propios y extraños porque la ambición y el poder ciega los ojos de los que no son buenos.

Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Magdeburgo es ejemplo de que propicia el resurgir de los templos.

Tenida por santa, muere en Salces, en la Alsacia, en el 999.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

15 diciembre, 2023

Santa María de la Rosa, Fundadora y quien descubrió su vocación trabajando en una fábrica

 Radio Santa María

 

¡Oh! Santa María Crucificada de la Rosa, vos, sois la hija
del Dios de la Vida, fundadora de la Congregación de las
Siervas de la Caridad y su amada santa. Al haceros religiosa
adoptasteis el nombre de Maria Crocifissa Di Rosa. Fuisteis
educada por las Hermanas de la Visitación, quienes poseían
un convento y una escuela en la ciudad, pero, dejasteis la
escuela tras la muerte de vuestra madre. Con once años,
empezasteis a trabajar en la hilandería de vuestra familia.
Conocisteis las duras condiciones en las que trabajaban
muchas mujeres, que también os marcó profundamente. Decías
vos: “Yo sufro viendo el sufrimiento de otros”, y por ello,
decidisteis consagraros a Dios, mediante el servicio a los
más necesitados. Por ello, y animada por vuestra fe y amor
al prójimo, organizasteis a las trabajadoras para generar apoyo
y ayuda entre sus familias. Vuestro padre, aprobó vuestro
proyecto, quien os alentó a perseverar en vuestro camino,
nombrándoos administradora de la hilandería. Formasteis
una asociación religiosa en la que las trabajadoras podían
profundizar y enriquecer su fe católica. Mientras tanto,
alimentabais vuestra vida espiritual participando de la vida
parroquial: organizabais retiros espirituales y obras de
misión en las partes alejadas de Brescia, poniendo, una
especial atención en las mujeres abandonadas. De pronto en
Brescia se declaró la peste del cólera, cobrándose las vidas
de mucha gente y generándose muchos niños huérfanos. El
alcalde os encargó el cuidado de las niñas y os nombró
directora de los talleres, realizando un trabajo notable.
Más tarde abristeis un internado para niñas en estado de
abandono, huérfanas y pobres, que más adelante se convirtió
en un bastión de formación y educación católica. Vos,
fortalecida por la gracia de Dios y animada por el Espíritu
Santo, abristeis otro instituto, para niñas sordomudas.
Como culmen de vuestra vida, fundasteis la comunidad
religiosa femenina dedicada a la atención de los enfermos
en los hospitales: la Congregación de las Siervas de la
Caridad, siendo vos, su primera superiora. Casi al final
de vuestra vida, os dedicasteis a fortalecer vuestra Orden.
Finalmente la Santa Sede, por voluntad expresa del Papa Pío
IX, aprobó vuestra congregación. Y, así y luego de haber
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma
al cielo, para coronada ser, con corona de luz y eternidad;
¡Oh! Santa María de la Rosa, "vivo amor por el Dios Vivo y eterno".


© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Diciembre
Santa María Crucificada de la Rosa
Fundadora

 Cada 15 de diciembre la Iglesia celebra a Santa María Crucificada de la Rosa, conocida también como Santa María de Rosa, religiosa italiana, fundadora de la Congregación de las Siervas de la Caridad.

Paola Francesca Di Rosa -su nombre secular- nació en Brescia (Italia) el 6 de noviembre de 1813. Posteriormente, al hacerse religiosa, adoptaría el nombre de Maria Crocifissa Di Rosa (María Crucificada de la Rosa). Su padre, don Clemente Di Rosa, fue un rico industrial, poseedor de una gran hilandería; su madre, Camilla Albani, era parte de la prestigiosa familia Albani, por lo que ostentaba el título de condesa.

Santidad en una fábrica

Durante su primera infancia, María fue educada por las Hermanas de la Visitación, quienes poseían un convento y una escuela en la ciudad. Sin embargo, dejó la escuela tras la muerte de su madre en 1824. Con solo 11 años, María empezó a trabajar en la hilandería de la familia. Allí pudo conocer las duras condiciones en las que trabajaban muchas mujeres, razón por la cual quedaría marcada para siempre. Ya de mayor solía decir: “Yo sufro viendo el sufrimiento de otros”.

Al cumplir los 17 años, María de la Rosa decidió consagrar su vida a Dios a través del servicio a los más necesitados. Por eso, animada por su fe y amor al prójimo, organizó a las trabajadoras de la hilandería con el propósito de generar vínculos de apoyo y ayuda solidaria entre sus familias. Esto fue visto con beneplácito por su padre, quien la alentó a perseverar en ese camino. Luego, por su capacidad de liderazgo y responsabilidad, don Clemente le entregaría la administración total de la hilandería. La joven acababa de cumplir los 19 años.

Entonces, ella, sobre la base del grupo de mujeres que había organizado, formó una asociación religiosa en la que las trabajadoras podían profundizar y enriquecer su fe católica. Mientras tanto, alimentaba su vida espiritual participando activamente en su parroquia: organizaba retiros espirituales y obras de misión en las partes alejadas de Brescia, poniendo, como ya era habitual, su mayor atención en las mujeres abandonadas.

El llamado

En 1836, la ciudad de Brescia sufrió el embate de la peste del cólera. Mucha gente murió aquel año y fueron muchísimos los niños que quedaron huérfanos. Para paliar en algo dicha situación, el municipio organizó unos talleres en los que los niños podían estudiar y, al mismo tiempo, aprender algún oficio su sustento. El alcalde le encargó a María de la Rosa el cuidado de las niñas, nombrándola directora de los talleres. A pesar de sus cortos 24 años, la joven hizo un trabajo notable y se ganó la estima y confianza de los habitantes de Brescia.

María de la Rosa trabajó en aquel proyecto con gran dedicación durante dos años, hasta que pensó que sería mejor brindar una formación más integral y estable en el tiempo. Entonces, por cuenta propia, abrió un internado para niñas en estado de abandono -fundamentalmente huérfanas y niñas muy pobres-, proyecto que crecería hasta convertirse en un sólido centro de formación y educación católica.

La Congregación de las Siervas de la Caridad

María, fortalecida por la gracia de Dios y animada por el Espíritu Santo, no tardaría mucho en dar el siguiente paso: abriría otro instituto, esta vez, para niñas sordomudas.

En 1840, tocada por el Espíritu Santo, Santa María de la Rosa se embarcó en el proyecto más importante de su vida: la fundación de una comunidad religiosa femenina dedicada a la atención de los enfermos en los hospitales: la Congregación de las Siervas de la Caridad. El grupo inicial estuvo compuesto por cuatro jóvenes, pero tres meses después aumentaron a 32. Sor María de la Rosa fue nombrada por unanimidad superiora de la naciente comunidad.

La etapa final de la vida de María Crucificada de la Rosa estuvo dedicada a fortalecer la Orden y obtener el reconocimiento eclesiástico necesario. En 1850, la Santa Sede, por voluntad expresa del Papa Pío IX, otorgó la aprobación de su congregación.

Unos años más tarde, Santa María de la Rosa moriría en olor de santidad, el 15 de diciembre de 1855. Su proceso de canonización se inició durante el pontificado de San Pío X en 1913. El Papa Pio XII la beatificó el 26 de mayo de 1940 y él mismo la canonizó el 12 de junio de 1954 en la Basílica de San Pedro.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-santa-maria-de-la-rosa-fundadora-de-las-siervas-de-la-caridad-17256)

14 diciembre, 2023

San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia y patrono de los poetas

 

San Juan De la Cruz


¡Oh! San Juan de la Cruz, vos sois el hijo del Dios de la Vida
su Místico, Reformador del Carmelo y Doctor de la Iglesia
junto con Santa Teresa de Ávila. En el colegio de los jesuitas,
vos, practicabais rudas mortificaciones corporales. A los
veintiún años, tomasteis el hábito en el convento de los
carmelitas de Medina del Campo. Vos, hubieseis querido ser
hermano lego, pero vuestros superiores no os lo  permitieron.
Ordenado sacerdote, encendisteis vuestras ganas de retiro,
y ello, os hizo pensar en ingresar en la Cartuja. Santa Teresa
fundaba por entonces los conventos de la rama reformada
de las carmelitas y ella, os buscó y admirada quedó de vuestro
espíritu religioso y os dijo que Dios os llamaba a santificaros
en la orden de Nuestra Señora del Carmen. La reforma del
Carmelo que lanzasteis con Santa Teresa, no la modernizó,
sino más bien la restauró y la revitalizó. Vos, junto a otros
dos frailes, vuestra profesión de fe, renovasteis un domingo
de Adviento, y fue allí, que vos tomasteis el nombre de "Juan
de la Cruz". Fuisteis rector del convento de Alcalá, y allí,
con vuestro ejemplo, inspirasteis a los religiosos el espíritu
de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, deseaba
purificar vuestro corazón de toda debilidad y apego humanos
y os sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores.
Y, vos, después de haber gozado de las delicias de la contemplación,
os visteis privado de toda devoción y un período de sequedad
espiritual se os apoderó de vos, junto a la turbación, los
escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales.
Y, claro, el demonio os atacaba con violentas tentaciones y los
hombres os perseguían con infamias y calumnias, que vos,
describisteis en “La Noche Oscura del Alma”, en que os sentisteis
por Dios abandonado. Y, de pronto, vuestro ser se os inundó
de luz y amor divino, como premio a vuestra paciencia con la
que habíais soportado estas duras pruebas. Hicisteis de
director espiritual y confesor de Santa Teresa y ella escribió:
“Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo.
En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre”. Religiosos  y laicos
os buscaban y Dios confirmó vuestro ministerio con milagros
evidentes. Vuestros primeros poemas son como una voz
que clama en el desierto, reflejan vuestro estado de ánimo:
"En dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando,
y eras ido". Como vos os rehusasteis a abandonar la reforma,
os encerraron en una estrecha y oscura celda y os maltrataron
El prior Maldonado ingresó la víspera de la Asunción en aquella
celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del
verano y os dio un puntapié, mientras estabais recostado. Vos,
pedisteis perdón, pues la debilidad os había impedido levantaros.
“Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?”, os dijo Maldonado.
“Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería
una gran felicidad poder celebrar la misa”, dijisteis vos. “No lo
haréis mientras yo sea superior”, os dijo el prior. Y la Madre de
Dios se os apareció y os dijo: “Sé paciente, hijo mío; pronto
terminará esta Prueba”. Y más tarde, se os apareció de nuevo
y os mostró, en una visión, una ventana que daba sobre el Tajo:
“Por ahí saldrás y yo te ayudaré.” Y así fue. Os descolgasteis por
una cuerda echa con sábanas. Dos frailes que dormían cerca
de la ventana no os vieron y como la cuerda era demasiado
corta, vos, tuvisteis que dejaros caer, felizmente sin causaros
daño alguno. Murió Santa Teresa y vos quedasteis desolado.  
Fundasteis conventos y, os nombraron superior de Granada. Y así, 
y luego de resistir estoicamente el desprecio de los hombres y de vuestros
propios compañeros, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como premio vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh! San Juan de la Cruz, "vivo estandarte y corona viva del Dios Vivo".

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Juan de la Cruz

¡Oh!, San Juan de la Cruz;
Sois vos el navegante
De la noche
El marinero del sol
Cruz y Cáliz hasta el cielo
Maestro del silencio
Luz en las tinieblas
Vida del Dios de la vida
¡Oh!, San Juan de la Cruz.

© 2006 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Diciembre
San Juan de la Cruz, Místico y Reformador del Carmelo
Doctor de la Iglesia (1542-1591)

(Con Santa Teresa, reformador del Carmelo).

Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Vida de Pobreza

Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase “inferior”, fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542. Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales. A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos. San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Conoce a Santa Teresa

Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa.

La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o “modernizarla” sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad. Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes.

Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector. Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.

La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en “La Noche Oscura del Alma”. A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios. En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de “Roberto el diablo”.

Glorias para Dios

En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su lado , San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: “Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre.”

Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes. Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo. Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.

Sufrimiento y unión con Dios

La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa en la “Sexta Morada”: insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: “No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo”.

Los primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo: En dónde te escondiste,Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,habiéndome herido;salí tras ti clamando, y eras ido. El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. “Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?”, le dijo Maldonado. “Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa”, replicó Juan. “No lo haréis mientras yo sea superior”, repuso Maldonado. En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo: “Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba.” Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: “Por ahí saldrás y yo te ayudaré.” En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.

Gran guía y director espiritual

El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.

La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua

El fin del hombre en la tierra es alcanzar “Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor”; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. “No hay trabajo mejor ni mas necesario que el amor”, dice el santo. “Hemos sido hechos para el amor.”

El único instrumento del que Dios se sirve es el amor.” “Así como el Padre y el Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios”. El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener cuidado en discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?. Dios no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega. Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.

Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales. Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios. Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.

Pruebas y más pruebas

Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden. El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.

San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores. La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general.

Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas. El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas, “porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres.” Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia. En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.

La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.

Santo y Doctor de la Iglesia Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar. La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se viese su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.

Su canonización en 1726

Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la “Subida al Monte Carmelo”, la “Noche Oscura del Alma”, la “Llama Viva de Amor” y el “Cántico Espiritual”, con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas. La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: “Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor.” San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue “libre, como libre es el espíritu de Dios”. Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. “Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado”.

Bibliográfica:-Butler, Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.-Oficio Divino I, p. 1031

(http://www.corazones.org/santos/juan_dela_cruz.htm)

 

13 diciembre, 2023

Santa Lucía, intercesora de quienes sufren problemas de visión

 Santa Lucía 

 

¡Oh! Santa Lucía, vos sois el hija del Dios de la Vida,
su amada santa y mártir. Vuestro nombre significa: “la
que lleva luz”. A vos, os pintan con una bandeja con dos
ojos, porque os sacaron los vuestros, por proclamar vuestra
fe en Jesucristo. Erais muy honrada en Roma, y por ello
el Papa San Gregorio le puso vuestro nombre a dos conventos
femeninos que él fundó. Cuando vos erais niña, hicisteis
a Dios el juramento de permanecer siempre pura y virgen,
pero cuando llegó vuestra juventud, vuestra madre quiso
casaros con un joven pagano. Pero, ella enfermó gravemente
y vos le dijisteis: “Vamos en peregrinación a la tumba
de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación,
me concederá el permiso para no casarme” y vuestra madre
aceptó. Fueron a la tumba de la santa y la curación se
produjo instantáneamente. Y, desde ese día vos, obtuvisteis
el permiso de no casaros y el dinero ahorrado para la  
boda, lo disteis en ayuda a los pobres. Pero el pagano
con quien ibais a casaros, os acusó ante el gobernador
de que erais cristiana, y os llamaron a juicio. El juez,
intentaba convenceros de que vos, dejarais de ser cristiana,
y vos, armada de valor respondisteis: “Es inútil que insista.
Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”.
Y, el juez impío os preguntó: “Y si la sometemos a torturas,
será capaz de resistir?”. Y, vos, con mas certeza y valor
respondisteis: “¡Si!, porque los que creemos en Cristo y
tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo
que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor”.
Y, el mísero juez la amenazó con hacerla llevar a una casa
de prostitución para ser irrespetada. Y, vos respondisteis:
“Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha
si no acepta ni consiente el mal”. Y cuando trataron de
llevaros a una casa de éstas, vos, os quedasteis inmóvil
y entre varios hombres no fueron capaces de moveros de allí,
os atormentaron, y de un golpe de espada os cortaron vuestra
cabeza. Mientras erais martirizada, animabais a los presentes
a permanecer fieles a fe de Jesucristo hasta la muerte.
Y, así, y luego de haber entregado vuestra santa vida en
buena lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser
con corona de luz y eternidad. A vos, os invocan con fe
para curarse de enfermedades en los ojos. ¡Aleluya!
¡Oh! Santa Lucía, "viva luz del alma, para Cristo Vivo".


© by 2023 Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Diciembre
Santa Lucía
Mártir
Año 304

Santa Lucía bendita: concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer, decir y evitar, y hacerlo, decirlo y evitarlo siempre.

Lucía significa: “la que lleva luz”. A esta santa la pintan con una bandeja con dos ojos, porque antiguas tradiciones narraban que a ella le habían sacado los ojos por proclamar su fe en Jesucristo.

Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice: “N. N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes”. En Roma ya en el siglo VI era muy honrada y el Papa San Gregorio le puso el nombre de esta santa a dos conventos femeninos que él fundó (en el año 590).

Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: “Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme”. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.

Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.

El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”.

El juez le preguntó: “Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?”.

La jovencita respondió:

“Si, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor”.

El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: “Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal” (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía)

Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espalda le cortaron la cabeza.

Mientras la atormentaban, animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte.

Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Lucía.htm)