16 enero, 2024

San Marcelo Papa, y Mártir, que acogió a los arrepentidos

 

 16. San Marcelo, Papa

 

¡Oh!, San Marcelo, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su Papa y amado santo, que, honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “guerrero”, porque con valor enfrentasteis
a Diocleciano y su persecución impía y cruel, animando
a los fieles a permanecer fieles al cristianismo, aunque
los martirizaran, porque Dios, en la hora justa, premiaría
a sus hijos con la eternidad de la vida. Reorganizasteis
a la iglesia y, aunque Magencio emperador os desterró, vos,
seguisteis a Dios, celebrando clandestinamente en casa
de Lucina, vuestra fiel sierva. San Dámaso, Papa; escribió
vuestro epitafio diciendo que, expulsado fuisteis por haber
sido acusado injustamente. Por ello, el “Libro Pontifical”,
afirma que en vez de iros al destierro, vos, os escondisteis
en la casa de vuestra sierva fiel Lucina, y que, desde
allí siguisteis dirigiendo a los cristianos. Un Martirologio
redactado en el siglo quinto, dice que el emperador os
descubrió dónde estabais escondido e hizo trasladar sus mulas
y caballos y os obligó a asearlos y que, en plena faena, voló
vuestra alma a Dios, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestro amor y fidelidad. Quedan de vos,
como vivo recuerdo la “casa de Lucina”, convertida en Templo
que vuestro santo y fidelísimo nombre lleva por siempre;
¡oh!, San Marcelo, Papa, “vivo guerrero de la Luz de Cristo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Enero
San Marcelo I, Papa
Papa

En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. El nombre “Marcelo” significa: “Guerrero”. Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305.

Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución.

Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó “Cementerio del Papa Marcelo”. Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia.

Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber renegado de la fe, por miedo, en la persecución.

Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio, el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso sino que estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a convertir la religión en un juego de niños.

El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado injustamente por un renegado. El “Libro Pontifical”, un libro sumamente antiguo, afirma que en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.

Un Martirologio (o libro que narra historias de mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos falleció el Pontífice en el año 309. La casa de Lucina fue convertida después en “Templo de San Marcelo” y es uno de los templos de Roma que tiene por titular a un Cardenal.

Señor Dios: concédenos la gracia de no renegar jamás de nuestras creencias cristianas, y haz que te ofrezcamos las debidas penitencias por nuestros pecados. Amen.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marcelo_papa.htm)

15 enero, 2024

San Pablo, Ermitaño

 

 ¡Oh!, San Pablo ermitaño, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, quien, viendo, que, Decio, hereje y criminal
perseguía a los cristianos, para que, de su fe renegasen
y obligarlos a paganos volverse, vos, abandonasteis
la ciudad y al desierto marchasteis, para en una cueva
vivir por el resto de vuestra vida. Con hojas de palmera,
vuestro cuerpo cubríais y sus dátiles de alimento os
servían. Hacíais penitencias y oración para la conversión
de los pecadores, y vuestra vida pasasteis, orando,
ayunando y meditando por más de setenta años. Creíais
vos, que morirías sin volver a ver humano rostro, y sin
ser conocido por nadie; pero Dios, dispuso cumplir aquella
palabra que dijo Cristo: “Todo el que se humilla será
engrandecido”. Y,  Dios altísimo, os mostró a San Antonio
Abad, otro monje habitante del desierto y permitió que
se vieran y luego de agradecerle a Él; dijisteis vos:
“Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan,
pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan
entero”. Vos, cuando sentíais que ibais a morir le dijisteis
a San Antonio: “Vete a tu monasterio y me traes el manto
que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que
me amortajen con ese manto”. Cuando ya venía de vuelta,
San Antonio contempló en una visión que vuestra alma,
al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles subía. Y
exclamó: “Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme
adiós?”. Y él, dijo de vos, a sus monjes: “Yo soy un
pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era
tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño”.
Vos, os fuisteis de este mundo, en la ocupación a la
cual habíais dedicado la mayor parte de las horas de
vuestra vida: orar al Señor. Y, Antonio se preguntaba
cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía
herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos
leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos,
con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se
fueron. Y allí depositó San Antonio, vuestro cadáver.
Vos, partisteis de este mundo a los ciento trece años
y cuando llevabais noventa años orando y penitencia
haciendo por la salvación del mundo. A vos, se os conoce
como el primero que en iros al desierto a vivir totalmente
retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.
San Jerónimo decía: “Si el Señor me pusiera a escoger,
yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la
cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo,
y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan
llenos de orgullo”. Y, así y luego de haberos gastado
en vida, en buena lid, voló vuestra alma al cielo para
coronada ser con corona de luz como premio a vuestro amor;
"¡Oh!, San Pablo, “vivo amor por el Dios Vivo y eterno".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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15 de Enero
San Pablo
Primer ermitaño

La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400. Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas. Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.

En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.

Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.

Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.

Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una “ermita”, o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).

Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: “Todo el que se humilla será engrandecido” y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: “Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar”. Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.

Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: “Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero.”

Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.

A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: “Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto”. San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.

Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: “Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?”. (Después Antonio dirá a sus monjes: “Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño”).

Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.

Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.

San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.

San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.

San Jerónimo decía: “Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo”.

San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.

Oh Señor: Tu que moviste a San Pablo el primer ermitaño a dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo. Amen.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Pablo_Hermitaño.htm)



14 enero, 2024

Domingo 2 (B) del tiempo ordinario

 

 El Periódico de México | Versión para imprimir | Columnas-VoxDei | «Hemos  encontrado al Mesías»

 Domingo 14 de Enero

Domingo 2 (B) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”—.
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«Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
 
Hoy vemos a Jesús que venía por la ribera del Jordán: ¡es Cristo que pasa! Debían ser las cuatro de la tarde cuando, viendo que dos chicos le seguían, se ha girado para preguntarles: «Qué buscáis?» (Jn 1,38). Y ellos, sorprendidos por la pregunta, han respondido: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives? (...) ‘Venid y lo veréis’» (Jn 1,39).
 
También yo sigo a Jesús, pero... ¿qué quiero?, ¿qué busco? Es Él quien me lo pregunta: «De verdad, ¿qué quieres?». ¡Oh!, si fuera suficientemente audaz para decirle: «Te busco a ti, Jesús», seguro que le habría encontrado, «porque todo el que busca encuentra» (Mt 7,8). Pero soy demasiado cobarde y le respondo con palabras que no me comprometen demasiado: «¿Dónde vives?». Jesús no se conforma con mi respuesta, sabe demasiado bien que no es un montón de palabras lo que necesito, sino un amigo, el Amigo: Él. Por esto me dice: «Ven y lo verás», «venid y lo veréis».
 
Juan y Andrés, los dos mozos pescadores, fueron con Él, «vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Entusiasmado por el encuentro, Juan podrá escribir: «La gracia y la verdad se han hecho realidad por Jesucristo» (Jn 1,17b). ¿Y Andrés? Correrá a buscar a su hermano para hacerle saber: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). «Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir “Piedra”» (Jn 1,42).
 
¡Piedra!, ¿Simón, una piedra? Ninguno de ellos está preparado para comprender estas palabras. No saben que Jesús ha venido a levantar su Iglesia con piedras vivas. Él tiene ya escogidos los dos primeros sillares, Juan y Andrés, y ha dispuesto que Simón sea la roca en la que se apoye todo el edificio.
 
Y, antes de subir al Padre, nos dará respuesta a la pregunta: «Rabbí, ¿dónde vives?». Bendiciendo a su Iglesia dirá: «Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
 
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«‘Maestro, ¿dónde habitas? (…) Se quedaron con Él aquel día’. Diálogo divino y humano que transformó las vidas de Juan y de Andrés, de Pedro, de Santiago y de tantos otros» (San Josemaría)
«Si en las penurias de la opresión egipcia la sangre del cordero pascual había sido decisiva para la liberación de Israel, Él —el Hijo— se ha convertido en “cordero”, se ha hecho garantía para la liberación de toda la humanidad» (Benedicto XVI)
 
«Lo que Cristo confió a los Apóstoles, éstos lo transmitieron por su predicación y por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 96).
 

13 enero, 2024

San Hilario de Poitiers, Custodio de la Santísima Trinidad

 

 SAN HILARIO, Obispo de Potiers

 

¡Oh!, San Hilario, vos, sois el hijo de Dios de la Vida,
su obispo y santo, que ávido del saber cultivasteis las letras
y la filosofía. El Evangelio de San Juan iluminó vuestro
espíritu, recibiendo el bautismo, para vivir desde entonces
con singular honestidad y virtud tanto que, al fallecer el obispo
de Poitiers, fuisteis designado para ocupar aquella sede.
En vuestro tiempo pretendía brillar la herejía arriana, que,
afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera
de las criaturas creadas por Dios, pero vos, sosteníais la
Unidad de las Tres Personas, y que, el Verbo divino se había
hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo
recibiesen. Y, tan luego afirmasteis tal cosa, Constancio
emperador, partícipe de la herejía os desterró a Frigia.
Y vos, durante cuatro años recorristeis las ciudades de
Oriente, discutiendo y demostrando la verdad de corazón
diciendo: “Permanezcamos siempre en el destierro -repetíais-
con tal que se predique la verdad”; y al mismo tiempo enviabais
vuestro tratado de los Sínodos y los doce libros Sobre
la Trinidad, considerada vuestra obra cumbre. Os llamó
el emperador y asististeis al concilio de Seleucia de Isauria,
tratando allí, sobre los misterios de la fe. Después pasasteis
a Constantinopla, donde presentasteis al emperador como
el anticristo, pero, os consideraron como un agitador y
vuestros mismos enemigos os echaron de Oriente, volviendo
así a Poitiers. San Jerónimo, cuenta la alegría con que
fuisteis recibido por todos los católicos. Realizasteis
exégesis, sobre los divinos misterios, los salmos y sobre
san Mateo. Compusisteis himnos, entre ellos el “Gloria in
excelsis”. Isidoro de Sevilla, dice que vos, fuisteis el
primero que introdujisteis los cánticos en las iglesias de
Occidente. Pero el enemigo no duerme y combatisteis al arrriano
Auxencio, causa por la cual sois condenado a abandonar
Italia, con pretextos falsos. Además, vos, tuvisteis
numerosos discípulos y dentro de ellos, a san Martín de
Tours, y muchos herejes a los que convertisteis. Y, así y luego
de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra
alma, para coronada ser con corona de luz eterna. A vos, os
conocen con el título de “Atanasio de Occidente”, y San Jerónimo
y San Agustín os llaman “gloriosísimo defensor de la fe”,
¡Oh! San Hilario de Poitiers, “vivo Atanasio del Dios de la Vida.»

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de enero
San Hilario de Poitiers
Obispo, Doctor de la Iglesia

Su nombre significa “sonriente”, nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles. Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.

El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.

Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. “Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad”. Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.

Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo. Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente.

Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el “Gloria in excelsis”.

Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente. Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.

Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente.

San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Hilario.htm)

12 enero, 2024

Santa Margarita Bourgeoys, Fundadora

 

 

 

 ¡Oh! Santa Margarita Bourgeoys, vos sois la hija del Dios
de la Vida y su amada santa, que fundasteis la Congregación
de las Hermanas de Nuestra Señora de Montreal, para la ayuda
de los niños de la naciente ciudad de Montreal. Vos, vuestra
vida la dedicasteis a las familias más necesitadas de vuestra
ciudad natal y más tarde en Montreal. Impartisteis instrucción
humana y cristiana tanto en las escuelas y las parroquias,
hasta vuestra muerte. Contagiasteis vuestro dinamismo en las
mujeres, y su formación con un espíritu cristiano. Por entonces
no se entendía, que las religiosas vivieran fuera de la clausura
de los conventos, pero vos, animada por el llamado de Dios,
fundasteis en Canadá la primera Congregación Femenina sin
clausura de la historia de la Iglesia. El gobernador de Montreal
por obra de Dios, os condujo a vuestra tarea de maestra, que
os hizo inaugurar la primera escuela de Montreal, que poco
a poco se fue consolidando. Y, Dios, siguió obrando para vos,
con más apoyo, alentada por el rey de Francia. No todo fue
color de rosa, se incendió vuestro convento y el nuevo obispo
deshizo vuestra comunidad y las integró a las ursulinas.
Vos, con tesón y porfía, rezasteis para que se manifieste la
voluntad de Dios y finalmente, veinticuatro primeras hermanas
hicieron la profesión de votos simples. Así, habíais fundado
la primera escuela para indios, en la que ya había, dos jóvenes
iroquesas. En Quebec, fundasteis la segunda de las más de
doscientas casas que lograron tener más tarde. Y, así y luego
de haberos gastado en buena lid, voló vuestra alma al cielo
para ser coronada de luz, como premio a vuestra entraga de amor;
¡Oh! Santa Margarita Bourgeoys, "vivo amor por el Dios Vivo".


© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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12 de Enero

Santa Margarita Bourgeoys

Originaria de Troyes, Francia, donde nació en 1620. Se trasladó al Canadá donde fundó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Montreal, con la finalidad de asistir y enseñar a los niños de la incipiente ciudad de Montreal.

Santa Margarita Bourgeoys, que nació en Troyes (Francia), el año 1620, dedicó totalmente su vida a los más necesitados, a partir de la edad de 20 años. Su campo de acción fueron las familias pobres de la ciudad natal. Pero luego fue a Montreal (Canadá), entonces posesión francesa y allí durante largos años se entregó, juntamente con sus primeras hermanas, a impartir una instrucción humana y cristiana tanto en las escuelas como en las parroquias, hasta su muerte, que tuvo lugar en 1700.

De modo especial cooperó a la edificación de aquel nuevo país, intuyendo el papel determinante de las mujeres, y se afanó con asiduidad en su formación con un espíritu profundamente cristiano.

En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de la clausura de los conventos, Margarita, animada por la certeza del llamado de Dios, fundó en Canadá la primera Congregación Femenina sin clausura de la historia de la Iglesia.

En 1652, Margarita se entera de que el gobernador de Montreal estaba buscando una maestra de escuela para su pequeña colonia, y ella interpretó esto como un signo de Dios, embarcándose rumbo a esta joven colonia americana para servir como maestra.

En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal, que poco a poco va recibiendo más alumnos. Como ya no podía darse abasto y le preocupara también la educación de los niños indígenas, regresa a Francia por ayuda. Un año más tarde retorna con cuatro jóvenes y comienza a pensar en fundar una nueva congregación religiosa que recibe el aliento del Rey de Francia, al que visita en un nuevo viaje en busca de más jóvenes que quisieran vivir su llamado.

En 1676, el primer obispo de Quebec, Mons. Laval, quiere orientar a la nueva comunidad según sus ideas; en 1683, el convento se incendia y dos hermanas mueren carbonizadas, entre ellas su sobrina.

El nuevo obispo decide deshacer la comunidad e integrarla a las ursulinas que vivían en claustro. Margarita lucha y reza para que se manifieste la voluntad de Dios y finalmente, en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron hacer la profesión de votos simples, en la nueva Congregación.

Había fundado la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había ya dos jóvenes iroquesas en la congregación. En 1685, fueron invitadas a Quebec, y allí fundaron la segunda de las más de doscientas casas que tendrán más tarde.

Murió el 12 de enero de 1700 en Montreal, Canadá. Fue beatificada por Pío XII en 1950 y canonizada en 1982 por Juan Pablo II.

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=648)

11 enero, 2024

Santo Tomás de Cori, Devoto de la Eucaristía

 

 Hoy celebramos a Santo Tomás de Cori, amante de la Eucaristía que vivió 40 años de sequía espiritual

 

¡Oh¡ Santo Tomás de Cori, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo. “El santito”, os llamaba la gente, y que,
en vuestras horas largas de soledad aprendisteis a ver a ver
a Dios en las cosas sencillas, en la naturaleza y, en la

oración. Os atraía, desde siempre ser discípulo de San
Francisco, pero la responsabilidad de vuestras hermanas os
impió hacerlo, esperando hasta que se casaran y luego, os
aceptaron y os enviaron a Orvieto a estudiar teología y en
ella os odenaron sacerdote y al poco tiempo, os nombraron
maestro de novicios. Vos, os retirasteis a vivir en el convento
de Bellegra. Allí escribisteis los estatutos para la formación
de los religiosos y también para normar la vida en los conventos

de retiro. Vuestra fama de santidad hizo que muchos religiosos
y laicos acudiesen a vos, para pedir consejo o dirección
espiritual. Vuestra predicación era clara y sencilla, tanto que,
conmovían a los más duros corazones, que se veían impulsados
a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente en sus
vidas. Vos pasabais largas horas ante el Santísimo sin que nadie
pudiera imaginar que por cuarenta vivierais una gran sequedad
espiritual, sufriendo la ausencia de todo consuelo en la oración
y en la vida espiritual, pero, nunca nadie os vió jamás triste,

siendo para vuestros hermanos un padre afable y lleno de
amabilidad. Algunos, se oponían a la reforma del convento,
pero vos los tratabais con suma paciencia y humildad, ganándoos
sus corazones a fuerza de caridad y de testimonio. Y, así,
y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló
vuestra al cielo, para ser coronada con corona de luz y eternidad;

¡Oh! Santo Tomás de Cori, «vivo Amor por la Santa Eucaristía».

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


11 de Enero
Santo Tomás de Cori

Nació en Cori (Italia), el 4 de junio de 1655. A los 14 años quedó huérfano y se quedó a cargo de sus dos hermanas menores. A fin de mantenerlas se dedicó al pastoreo. “El santito”, como cariñosamente lo llamaba la gente, en sus largas horas de soledad aprendió a ver a Dios en las cosas sencillas, en la naturaleza y, sobretodo, en la oración.

Un tiempo después tuvo contacto con los franciscanos de su pueblo y rápidamente se sintió llamado a ser discípulo de San Francisco. Sin embargo, no ingresó a la Orden hasta que ambas se casaron. Una vez aceptado, le enviaron a Orvieto a estudiar teología. En esa ciudad es ordenado sacerdote en 1683. Poco tiempo después fue nombrado maestro de novicios.

Los franciscanos se habían expandido por todo el mundo; pero no todos vivían con fervor su vocación. Por esos días, aparecieron en varios conventos los llamados “Retiros”, como una iniciativa en la que se acentuaba la vida espiritual y el espíritu de pobreza. Tomás pidió irse a vivir a uno de estos conventos en Bellegra. Allí escribió estatutos para la formación de los religiosos y también para normar la vida de este tipo de conventos-retiro.

La Orden reunida en Capítulo General en Murcia, en España, los generalizó para todos los conventos-retiro franciscanos del mundo.

La fama de santidad de Tomás suscitó que muchos religiosos y laicos acudieran a él para pedir consejo o dirección espiritual. Su predicación era de una claridad y sencillez tales que conmovía los corazones de aquellos que acudían a escucharlo y se veían impulsados a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente.

Tomás pasaba largas horas ante el Santísimo sin que nadie pudiera imaginar que por 40 años vivió una gran sequedad espiritual, sufriendo la ausencia de todo consuelo en la oración y en la vida espiritual. Nadie lo vio nunca triste.

Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos un padre lleno de amabilidad. A algunos que se oponían a la reforma del convento, los trató con suma paciencia y humildad, ganándose sus corazones a fuerza de caridad y de testimonio.

Murió después de una larga jornada en el confesionario el 11 de enero de 1729. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-santo-tomas-de-cori-sacerdote-franciscano-49577)



10 enero, 2024

Beato Gregorio X, Papa

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10 de enero

Beato Gregorio X
Papa
 
Fue elegido Papa sin ser sacerdote y mientras servía con los cruzados. Se dice que San Buenaventura influyó en su elección con una célebre frase que cambió la historia de la Iglesia.
 
En el libro Vidas de los Santos del historiador P. Alban Butler se indica que el Beato Gregorio X, cuyo nombre civil era Teobaldo Visconti (1210-1276), era natural de Piacenza (Italia). Además, llegó a ser archidiácono en Lieja (Bélgica), un antiguo cargo eclesiástico con funciones en la administración diocesana.
 
Más adelante, por orden del Papa Clemente IV partió como predicador en una cruzada por Tierra Santa. De acuerdo a la Diócesis de Arezzo (Italia), donde se conservan las reliquias del Beato, él se desempeñó en Palestina “como capellán de los cruzados”.
 
Clemente IV murió y la Iglesia se sumió en una grave crisis porque los cardenales, divididos entre los pro alemanes y los pro franceses, no podían ponerse de acuerdo para elegir al sucesor.
 
Tras varios años sin pontífice, los purpurados crearon una comisión de seis cardenales que debían designar al nuevo Santo Padre.
 
La Diócesis de Arezzo indica que el franciscano San Buenaventura, Doctor de la Iglesia, resolvió la disputa dando el siguiente consejo: “Hagamos Papa a alguien que no sea cardenal”. Es así que la comisión eligió a Teobaldo Visconti, quien había sido secretario de cardenales y gran diplomático.
 
De inmediato partieron los delegados hasta Tierra Santa para comunicarle a Visconti la noticia y pedirle que vaya a Roma. Cuando llegó a la Ciudad Eterna, en marzo de 1272, fue ordenado prontamente sacerdote, luego obispo y después coronado como Pontífice, tomando el nombre de Gregorio X.
 
Este Beato es recordado por convocar a un Concilio Ecuménico en Lyon (Francia) con la finalidad de que los cristianos de oriente y occidente se unieran para liberar Tierra Santa. Es así que se restableció la comunión entre la iglesia bizantina y la romana.
 
Se cuenta que Gregorio X derramó lágrimas cuando se cantó el Te Deum por esta reunificación. En este concilio participaron San Alberto Magno y San Felipe Benizi. Mientras que Santo Tomás de Aquino falleció cuando viajaba al evento y San Buenaventura partió al cielo mientras se desarrollaba.
 
No obstante, esta unión entre las iglesias de occidente y oriente no duró mucho tiempo. La Diócesis indica que el Beato Gregorio X quiso participar personalmente en una cruzada por Tierra Santa, pero partió a la Casa del Padre el 10 de enero de 1276 en Arezzo.
 
El creador del Cónclave
 
Debido a la excesiva demora de los cardenales para elegir a Gregorio X, la Enciclopedia Católica (EC) describe que el beato “hizo que se decidiera que los cardenales no podían abandonar el cónclave hasta que fuera electo el Papa”.
 
“Es la primera ocasión en la que encontramos la palabra ‘cónclave’ en relación con las elecciones papales”, precisa la EC. (ACI Prensa).