25 marzo, 2024
Lunes Santo


24 marzo, 2024
Domingo de Ramos (B)


23 marzo, 2024
Santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de Lima y Patrono de los Obispos de Latinoamérica
¡Oh!; Santo Toribio de Mogrovejo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, que abrazasteis la Cruz de Cristo
en el continente viejo, y extendisteis vuestro amoroso corazón
a la “américa morena”, y, como si el espíritu de San Pablo, viviese
en vos, “de palmo a palmo” la recorristeis, y extendisteis
la palabra del Dios Vivo, entre la gente de vuestro tiempo.
Vos, sabéis que no habrá, ni hay dicha más grande, que la que
Dios os concedió: confirmar en la fe de Nuestro Señor Jesús
a los que hoy, santos ya, como vos, la gloria de los cielos
comparten: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y el “santo
de la escoba”: el milagroso San Martín de Porres. Celebrabais
la Santa Misa con gran amor y fervor, y varias veces os vieron
que mientras rezabais se os llenaba el rostro de resplandores.
Recorristeis unos cuarenta mil kilómetros visitando y ayudando
a vuestros fieles y, enviasteis al final de vuestra vida
una larga relación al rey, contándole que habías administrado
el sacramento de la confirmación a más de ochocientas mil
personas. Os propusisteis con fe, y así lo hicisteis, en reunir
a los sacerdotes y obispos de América, en Sínodos para dictar
leyes relativas al comportamiento de los católicos. Vos,
muy temprano solíais decir: “Nuestro gran tesoro es el momento
presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la
vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo
como hemos empleado nuestro tiempo”. Fundasteis el primer
Seminario de América, y pedíais a vuestros religiosos aceptar
parroquias en sitios pobres, y así, duplicasteis el número
de ellas en vuestro territorio. Vuestra gran generosidad
os llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseíais. Cuando
la epidemia llegó, gastasteis vuestros bienes en socorrer
a los enfermos, y vos, mismo recorristeis las calles acompañado
de una gran multitud, llevando en vuestras manos un gran crucifijo
rezándole a Dios por misericordia y salud para todos. Y, así,
transcurrió vuestra vida, y un día, luego de haberla gastado
en extraordinaria buena lid, voló vuestra alma al cielo mientras
estabais predicando y confirmando a los indígenas en la fe
de vuestro amado Cristo. Antes de morir repetisteis las palabras
de San Pablo: “Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo
y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo”.
Moribundo casi, pedisteis a los que os rodeaban vuestro lecho
que entonaran el salmo que dice: “De gozo se llenó mi corazón
cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría
cuando me dijeron vamos a la Casa del Señor”. Y, luego dijisteis
las palabras de salmo treinta: “En tus manos encomiendo mi
espíritu”. ¿Qué premio podríais tener vos, si la tarea vuestra,
fue hecha casi perfecta? ¡Solo una! ¡Corona de luz eterna recibir!
Que es la misma que lucís hoy, y cuya brillantez alumbra y guía
a todos vuestros fieles de hoy, como justa retribución a vuestra
gigante entrega de amor y fe, por la gloria del Dios de la Vida;
¡Oh!; Santo Toribio “vivo evangelizador del Dios de la Vida y del Amor”.
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Marzo
Santo Toribio de Mogrovejo
Arzobispo de Lima
(año 1606)
Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América. Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de él que era sumamente parecido en sus actuaciones a San Carlos Borromeo, el famoso Arzobispo de Milán.
Nació en Mayorga, España, en 1538. Los datos acerca de este Arzobispo, personaje excepcional en la historia de Sur América, producen asombro y maravilla.
Toribio era graduado en derecho, y había sido nombrado Presidente del Tribunal de Granada (España) cuando el emperador Felipe II al conocer sus grandes cualidades le propuso al Sumo Pontífice para que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma aceptó y envió en nombramiento, pero Toribio tenía mucho temor a aceptar. Después de tres meses de dudas y vacilaciones aceptó.
El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a recibirlas.
En 1581 llegó Toribio a Lima como Arzobispo. Su arquidiócesis tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros cuadrados.
Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre. El arzobispo les respondió que Cristo es verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque estuvieran en altísimos puestos.
Las medidas enérgica que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, “Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor”.
Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los enfermos.
Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando.
Celebraba la misa con gran fervor, y varias veces vieron los acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.
Santo Toribio recorrió unos 40,000 kilómetros visitando y ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca habían visto un hombre blanco.
Al final de su vida envió una relación al rey contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de 800,000 personas.
Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.
Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre vigilante para hacerlas cumplir.
Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: “Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo”.
Fundó el primer seminario de América. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: “Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme”.
Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.
El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas.
Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo prometió a sus acompañantes que le daría un premio al primero que le trajera la noticia de que ya se iba a morir. Y repetía aquellas palabras de San Pablo: “Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo”.
Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: “De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor”.
Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Su cuerpo, cuando fue llevado a Lima, un año después de su muerte, todavía se hallaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.
Después de su muerte se consiguieron muchos milagros por su intercesión. Santo Toribio tuvo el gusto de administrarle el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres.
El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.
Y toda América del Sur espera que este gran santo e infatigable apóstol, quizás el más grande obispo que ha vivido en este continente, siga rogando para que nuestra santa religión se mantenga fervorosa y creciente en todos estos países.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Toribio_de_Mogrovejo.htm)


22 marzo, 2024
San Epafrodito, Discípulo de San Pablo
¡Oh! San Epafrodito, vos sois el hijo del Dios de la Vida,
discípulo de los Apóstoles de Cristo, colaborador de San
Pablo y su amado santo. Nacido en Filipos, fuisteis a Roma,
donde Pablo cautivo estaba, llevándole una colecta de
parte de los filipenses. Caísteis enfermo, pero Dios,
misericordia tuvo de vos, y no quiso entristecer el corazón
de Pablo. Tanto os querían los filipenses, y al saber que vos,
habíais enfermado, ardían en deseos de volver a veros,
por lo que Pablo, no dudó en separaros más, y os envió
de vuelta con una amorosa carta para los fieles de Filipos.
En la carta, rogaba Pablo, a vuestros amigos para que os
recibieran con alegría en el Señor, ya que, para realizar
la misión que os habían encomendado os pusisteis al borde
de la muerte. ¡Así, amabais a Cristo Dios y Señor Nuestro!
Más tarde, fuisteis Obispo de Terracina, enviado por San
Pedro, cuando éste estuvo en Roma, y bautizó a muchos
conversos, dejando allí como obispo a Lino y luego viajando
a Terracina donde os consagró para alegría vuestros coterráneos;
¡Oh! San Epafrodito, «vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San Epafrodito
Discípulo de San Pablo
Epafrodito parece haber nacido en Filipos. Había ido a Roma, donde Pablo estaba cautivo, para llevarle una nueva colecta de parte de los filipenses. Allí cayó enfermo de cuidado, pero Dios tuvo misericordia de él y no quiso añadir tristeza sobre el alma de Pablo. Los mismo filipenses, al saber que su emisario había estado enfermo, ardían en deseos de volverlo a ver, por lo que Pablo no dudó en separarse de su amado colaborador y lo despidió con una carta para los fieles de Filipos.
En la carta, Pablo rogaba a sus queridos neófitos que recibieran a su compatriota con toda alegría en el Señor, ya que para realizar la misión que le habían encomendado se había visto al borde de la muerte. Entregaba su vida para suplir los cuidados que los filipenses no le podían dar. Fuera de este auténtico testimonio, no se posee otros detalles de la vida de Epafrodito; sin embargo, el Martirologio Romano señala que «luego fue Obispo de Terracina, enviado por San Pedro cuando éste estuvo en Roma, y donde bautizó a un buen número de conversos, dejando allí como obispo a Lino y partió a Terracina donde consagró a Epafrodito».
(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=90)


21 marzo, 2024
San Nicolás de Flue: de militar, consejero político a asceta y ermitaño.
¡Oh!, San Nicolás de Flue, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “Vencedor o victorioso”. Desde pequeño vuestra
madre os inscribió en la asociación piadosa llamada: “los amigos
de Dios”, y aquella institución os enfervorizó pues recomendaba
que meditaran en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran
por vivir como dignos seguidores de Cristo. Fuisteis capitán
del ejército pues defendisteis vuestra patria, contrayendo nupcias
y, luego teniendo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo
sacerdote, y el otro nombrado alcalde. Vuestro hijo sacerdote
dijo de vos así: “Mi padre se acostaba temprano después de haber
hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones
de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba
muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que
pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía
de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo
Sacramento en la iglesia”. Cumplidos cincuenta años, por llamado
de Dios, dejasteis vuestros empleos oficiales y sus comodidades
para iros a orar y meditar en la soledad. Os pusisteis de acuerdo
con vuestra santa esposa, separándoos de ella, y vestido de monje
os fuisteis a dedicaros a la oración y a la meditación. Un día, de
pronto sufristeis un cólico con dolores fuertes que creíste morir.
Os encomendasteis a Dios y el mal desapareció y desde ese día
perdisteis el apetito y en adelante vivisteis de tal manera sin comer
ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podíais vivir
así. Os fuisteis a una montaña junto a un manantial de agua y allí
en una cueva pasasteis vuestros últimos años rezando, meditando
y haciendo penitencia. Desde la madrugada hasta la una de la tarde
os dedicabais a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis
os dedicabais a dar consejos, pues Dios os concedió el don de
saber aconsejar y después desde las seis hasta las nueve seguíais
orando. A los que iban a vos, sólo por curiosidad no os decíais
una palabra y os despachabais sin darles consejos. A quienes os
preguntaban cómo lograbais subsistir así sin casi alimentarse,
os respondíais: “Dios sabe cómo”. Con los regalos de los fieles
hicisteis construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un
sacerdote y os celebraba la misa y os daba la comunión. El día
en que cumplisteis setenta años, voló vuestra alma al cielo luego
de haberla gastado en buena lid, para recibir corona eterna de luz
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, San Nicolás de Flue, “vivo siervo de la Paz y del Amor de Dios».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Marzo
San Nicolás de Flue
Asceta y Ermitaño
Nicolás significa: “Vencedor, o victorioso”. Flue es un pueblo de Suiza. Es uno de los santos más famosos y estimados de Suiza.
Desde cuando era muy pequeño su madre lo hizo pertenecer a una asociación piadosa llamada: “los amigos de Dios”, y aquella institución religiosa lo enfervorizó mucho porque recomendaba insistentemente a sus socios que meditaran con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran por vivir como dignos seguidores de Cristo.
Nicolás se enroló en el ejército para defender a su patria, y llegó a ser capitán. Después se casó y tuvo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo sacerdote, y el otro fue nombrado alcalde.
En su matrimonio seguía siendo Nicolás un hombre sumamente piadoso. Dice el hijo sacerdote: “Mi padre se acostaba temprano después de haber hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento en la iglesia”.
Cuando tenía 50 años sintió una inspiración de Dios para dejar sus empleos oficiales y sus comodidades e irse a orar y a meditar en la soledad. De acuerdo con su santa esposa se separó de ella, y vestido de monje se fue en soledad a dedicarse a la oración y a la meditación.
Quiso irse a otro país pero cuando iba llegando a la frontera se encontró con un campesino que también pertenecía a la asociación “Amigos de Dios”, el cual le dijo que debía quedarse en su propia patria rezando y haciendo penitencia por sus paisanos. Nicolás estaba indeciso pero entonces se desató una tormenta tan espantosa en el camino por donde él iba a seguir y caían rayos tan tremendos allí adelante, que consideró todo esto como una señal de Dios y se volvió a seguir viviendo en su tierra.
Por el camino sufrió un cólico con unos dolores de estómago tan espantosos que creyó morir. Se encomendó a Dios y el mal desapareció, pero desde ese día perdió por completo el apetito y en adelante vivió de tal manera sin comer ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podía vivir así.
Se fue a una alta montaña junto a un nacedero de agua y allí en una cueva pasó sus últimos 19 años rezando, meditando y haciendo penitencia.
Desde la madrugada hasta la una de la tarde se dedicaba a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis dedicaba su tiempo a dar consejos a las numerosas personas que iban a consultarle, y después desde las seis hasta las nueve seguía orando.
Dios le concedió el don de saber aconsejar. A un amigo suyo le contó que había pedido mucho al Señor este don y que lo había logrado conseguir de su divina bondad.
Grandes multitudes se sentían atraídas por este hombre a quien nadie veía comer ni beber y que era de muy pocas palabras, pero que las pocas palabras que decía le llegaban a uno al alma y lo transformaban. A los que iban sólo por curiosidad no les decía ni una palabra y los despachaba sin darles consejos. A quienes le preguntaban cómo lograba subsistir así sin casi alimentarse, les respondía: “Dios sabe cómo”. Las autoridades ponían detectives en los caminos para averiguar quién le llevaba alimentos, pero no encontraban a nadie.
Con los regalos de los fieles hizo construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un sacerdote y le celebraba la misa y le daba la comunión.
Los distintos partidos y estados de Suiza estaban tremendamente divididos y había el grave peligro de que se desatara una sangrienta guerra civil. Nadie los lograba poner de acuerdo. Al fin a algunos se les ocurrió que llamaran a Nicolás. Este bajó de la montaña y de tal manera supo aconsejar sumamente bien a los unos y a los otros que se logró firmar la paz y se evitó la guerra entre paisanos.
El senado de la nación dio un decreto alabando a Nicolás y dándole gracias por su mediación y allí se dice: “Este hombre de Dios recomienda a todos la paz, y la logra conseguir”.
Nicolás volvió a su montaña a orar, meditar y aconsejar, y el día en que cumplió sus setenta años murió plácidamente. Desde entonces los católicos de Suiza lo consideran como un santo y empezaron a conseguir favores del cielo encomendándose a este su santo paisano.
Petición
El Sumo Pontífice lo declaró santo y nosotros le pedimos al buen San Nicolás que nos consiga de Dios el don de saber aconsejar bien y de ser instrumentos que lleven la paz a los demás y que en nuestro país no haya más violencia sino amor verdadero de buenos hermanos y paisanos.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Nicolás_de_Flue.htm)


20 marzo, 2024
San Martín de Braga, el santo que rescató a su pueblo de la herejía
2o de Marzo
San Martín de Braga
Apóstol de los Suevos
San Martín de Braga fue un obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano de origen panónico (región de la antigua Europa central correspondiente hoy a Hungría), llamado «el apóstol de los suevos» por su dedicación a la evangelización de este pueblo de origen germánico que se estableció en Galicia en el siglo VI. Se le conoce también como “Martín de Dumio”, “Martín Dumiense” o “Martín de Panonia”.
La fecha exacta de su nacimiento no ha sido determinada con precisión pero se cree que nació en Panonia entre los años 510 y 520. De acuerdo a San Isidoro de Sevilla -su primer biógrafo-, la conversión de Martín al catolicismo se produjo alrededor del año 560.
Siendo muy joven e ilusionado con el descubrimiento de la fe en Cristo, peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra donde vivió Jesús. Allí dedica su tiempo a la oración, la mortificación y al estudio del griego, que le permite entrar en contacto con los textos de la Patrística. De Palestina toma rumbo hacia Roma, donde sigue los pasos del Apóstol Pedro y descubre la riqueza de la unidad de la Iglesia, para luego atravesar el reino de los francos, donde se encuentra con algunos suevos. Al parecer, aquel encuentro fue muy significativo para él, dado que pertenecía a esa etnia, por lo que se dirige como misionero a la ciudad de Bracara Augusta (hoy Braga, Portugal), capital de la provincia romana de Galicia, que había pasado a ser la capital del reino suevo.
Los suevos eran considerados un pueblo indomable, una amenaza para las antiguas provincias romanas. Atravesaron muchas de ellas dejando desolación a su paso. Después de abandonar su región de origen, se trasladaron por las riberas del Rhin y las del Miño; arrasaron a los francos y cruzaron los Pirineos. Finalmente se repartieron las tierras de Gallaecia (Galicia) y establecieron su capital en Braga. Desde allí siguieron siendo hostiles con las regiones cercanas: descendieron hasta Bética y conquistaron Sevilla, en las tierras llanas. San Martín de Braga -de acuerdo a San Isidoro- llegó a Galicia por mar, proveniente del Oriente europeo. Allí encontró al pueblo suevo; un pueblo que conocía algo de Cristo pero que estaba contaminado por el arrianismo.
San Martín contribuyó a la conversión del rey Charrarico -o Carriaricola-, rey suevo arriano quien envió a un grupo de sus representantes a la tumba de San Martín de Tours para pedir la curación de su hijo. Como la primera misión no consiguió el milagro anhelado; el rey envía una ofrenda del peso de su hijo en oro y plata, y promete su conversión si obtiene del santo de Tours lo que pide. El joven entonces recupera la salud y el rey decide abandonar el arrianismo, produciéndose la posterior conversión de todo el pueblo suevo. Fue Martin de Braga quien acompañó al rey en ese proceso, con su testimonio, con su enseñanza y oración.
Así, Martín abrió el corazón de los suevos al Evangelio. En Dumio fundó un monasterio -de allí llamar al Santo “Martín Dumiense”- que se convirtió en centro desde el que irradiaba la fe y se servía al pueblo de Dios. ¡Bien conocida tenía Martín la necesidad de la oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero en Dumio los monjes se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.
San Martín regula la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende a los campesinos entre los que abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la traducción de “Las palabras de los ancianos” y él mismo traduce “Las sentencias de los Padres egipcios”; escribe para los suyos otras obras de piedad, ascéticas y doctrinales (como la “Formula vitae honestae” y “De correctione rusticorum”- como tratados cortos que rezuman sabiduría humana y espíritu cristiano.
San Martín de Dumio murió en Braga aproximadamente en el año 580.


19 marzo, 2024
San José, Casto Esposo de La Vírgen María, y Santo Patrono de la Iglesia Universal
¡Oh!, San José:
Dios en la luz de los tiempos,
Y mucho antes de que el mundo fuera hecho
Os pensó para convertiros por siempre,
En el terreno padre de Jesús, Su Amadísimo Hijo
Y, según San Mateo y San Marcos
Erais vos, un “tekton”: Un carpintero
Y Nuestro Señor Jesús fue llamado “Hijo de José”,
“El carpintero”. Y, vos, lo adoptasteis amorosamente
Y Jesús se os sometió como un buen hijo ante su padre
¡Maestro del Amor!
¡Maestro del Silencio!
¡Maestro de la Vida!
¡Oh! San José, “vivo Amor del Padre para Jesús”.
© 2022by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Oh!, San José, vos, sois el hijo del Dios de la Vida y
su amado Santo, y al que Dios encomendó una maravillosa
tarea: Ser padre adoptivo del Niño Jesús y esposo virginal
de la Virgen María. Con el tiempo, vos, os habéis alzado
como el santo custodio de la Sagrada Familia, y además
sois el santo más cercano a Jesús y a Nuestra Santísima
Virgen María. San Mateo os llama hijo de Jacob y San
Lucas, os hace hijo de Helí. Nacido en Belén teníais que ser
de la misma ciudad de David, de la cual erais descendiente.
Vos, antes de la Anunciación, vivíais en Nazaret y según
San Mateo y Marcos, vos, erais un “tekton”, es decir, un
maravilloso carpintero. San Justino, así lo confirma,
y la tradición de la Iglesia, la ha aceptado. Nuestro
Señor Jesucristo fue llamado “Hijo de José”, “el
carpintero”, siendo verdaderamente Hijo de Dios y a quien
adoptasteis amorosamente. Jesús, os amó y respetó el tiempo
que vivió con vos, como un buen hijo ante su padre. Vos,
influenciasteis en su desarrollo humano de manera perfecta
dentro de vuestro ejemplar matrimonio con María Virgen;
¡Oh! San José, Casto Esposo de La Vírgen María, y Santo
Patrono de la Iglesia Universal. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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