¡Oh!, San Nicolás de Flue, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “Vencedor o victorioso”. Desde pequeño vuestra
madre os inscribió en la asociación piadosa llamada: “los amigos
de Dios”, y aquella institución os enfervorizó pues recomendaba
que meditaran en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran
por vivir como dignos seguidores de Cristo. Fuisteis capitán
del ejército pues defendisteis vuestra patria, contrayendo nupcias
y, luego teniendo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo
sacerdote, y el otro nombrado alcalde. Vuestro hijo sacerdote
dijo de vos así: “Mi padre se acostaba temprano después de haber
hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones
de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba
muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que
pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía
de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo
Sacramento en la iglesia”. Cumplidos cincuenta años, por llamado
de Dios, dejasteis vuestros empleos oficiales y sus comodidades
para iros a orar y meditar en la soledad. Os pusisteis de acuerdo
con vuestra santa esposa, separándoos de ella, y vestido de monje
os fuisteis a dedicaros a la oración y a la meditación. Un día, de
pronto sufristeis un cólico con dolores fuertes que creíste morir.
Os encomendasteis a Dios y el mal desapareció y desde ese día
perdisteis el apetito y en adelante vivisteis de tal manera sin comer
ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podíais vivir
así. Os fuisteis a una montaña junto a un manantial de agua y allí
en una cueva pasasteis vuestros últimos años rezando, meditando
y haciendo penitencia. Desde la madrugada hasta la una de la tarde
os dedicabais a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis
os dedicabais a dar consejos, pues Dios os concedió el don de
saber aconsejar y después desde las seis hasta las nueve seguíais
orando. A los que iban a vos, sólo por curiosidad no os decíais
una palabra y os despachabais sin darles consejos. A quienes os
preguntaban cómo lograbais subsistir así sin casi alimentarse,
os respondíais: “Dios sabe cómo”. Con los regalos de los fieles
hicisteis construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un
sacerdote y os celebraba la misa y os daba la comunión. El día
en que cumplisteis setenta años, voló vuestra alma al cielo luego
de haberla gastado en buena lid, para recibir corona eterna de luz
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, San Nicolás de Flue, “vivo siervo de la Paz y del Amor de Dios».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Marzo
San Nicolás de Flue
Asceta y Ermitaño
Nicolás significa: “Vencedor, o victorioso”. Flue es un pueblo de Suiza. Es uno de los santos más famosos y estimados de Suiza.
Desde cuando era muy pequeño su madre lo hizo pertenecer a una asociación piadosa llamada: “los amigos de Dios”, y aquella institución religiosa lo enfervorizó mucho porque recomendaba insistentemente a sus socios que meditaran con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran por vivir como dignos seguidores de Cristo.
Nicolás se enroló en el ejército para defender a su patria, y llegó a ser capitán. Después se casó y tuvo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo sacerdote, y el otro fue nombrado alcalde.
En su matrimonio seguía siendo Nicolás un hombre sumamente piadoso. Dice el hijo sacerdote: “Mi padre se acostaba temprano después de haber hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento en la iglesia”.
Cuando tenía 50 años sintió una inspiración de Dios para dejar sus empleos oficiales y sus comodidades e irse a orar y a meditar en la soledad. De acuerdo con su santa esposa se separó de ella, y vestido de monje se fue en soledad a dedicarse a la oración y a la meditación.
Quiso irse a otro país pero cuando iba llegando a la frontera se encontró con un campesino que también pertenecía a la asociación “Amigos de Dios”, el cual le dijo que debía quedarse en su propia patria rezando y haciendo penitencia por sus paisanos. Nicolás estaba indeciso pero entonces se desató una tormenta tan espantosa en el camino por donde él iba a seguir y caían rayos tan tremendos allí adelante, que consideró todo esto como una señal de Dios y se volvió a seguir viviendo en su tierra.
Por el camino sufrió un cólico con unos dolores de estómago tan espantosos que creyó morir. Se encomendó a Dios y el mal desapareció, pero desde ese día perdió por completo el apetito y en adelante vivió de tal manera sin comer ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podía vivir así.
Se fue a una alta montaña junto a un nacedero de agua y allí en una cueva pasó sus últimos 19 años rezando, meditando y haciendo penitencia.
Desde la madrugada hasta la una de la tarde se dedicaba a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis dedicaba su tiempo a dar consejos a las numerosas personas que iban a consultarle, y después desde las seis hasta las nueve seguía orando.
Dios le concedió el don de saber aconsejar. A un amigo suyo le contó que había pedido mucho al Señor este don y que lo había logrado conseguir de su divina bondad.
Grandes multitudes se sentían atraídas por este hombre a quien nadie veía comer ni beber y que era de muy pocas palabras, pero que las pocas palabras que decía le llegaban a uno al alma y lo transformaban. A los que iban sólo por curiosidad no les decía ni una palabra y los despachaba sin darles consejos. A quienes le preguntaban cómo lograba subsistir así sin casi alimentarse, les respondía: “Dios sabe cómo”. Las autoridades ponían detectives en los caminos para averiguar quién le llevaba alimentos, pero no encontraban a nadie.
Con los regalos de los fieles hizo construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un sacerdote y le celebraba la misa y le daba la comunión.
Los distintos partidos y estados de Suiza estaban tremendamente divididos y había el grave peligro de que se desatara una sangrienta guerra civil. Nadie los lograba poner de acuerdo. Al fin a algunos se les ocurrió que llamaran a Nicolás. Este bajó de la montaña y de tal manera supo aconsejar sumamente bien a los unos y a los otros que se logró firmar la paz y se evitó la guerra entre paisanos.
El senado de la nación dio un decreto alabando a Nicolás y dándole gracias por su mediación y allí se dice: “Este hombre de Dios recomienda a todos la paz, y la logra conseguir”.
Nicolás volvió a su montaña a orar, meditar y aconsejar, y el día en que cumplió sus setenta años murió plácidamente. Desde entonces los católicos de Suiza lo consideran como un santo y empezaron a conseguir favores del cielo encomendándose a este su santo paisano.
Petición
El Sumo Pontífice lo declaró santo y nosotros le pedimos al buen San Nicolás que nos consiga de Dios el don de saber aconsejar bien y de ser instrumentos que lleven la paz a los demás y que en nuestro país no haya más violencia sino amor verdadero de buenos hermanos y paisanos.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Nicolás_de_Flue.htm)
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