09 julio, 2024

Nuestra Señora de Chiquinquirá

 

 Virgen de Chiquinquirá: Nuestra Señora del Rosario.

 

 Oh, Señora Nuestra de Chiquinquirá
Vos sois, la Madre del Dios de la
vida y que, pintada fuisteis como
la advocación de la Virgen del
Rosario, con Jesús el Niño, Vuestro
amadísimo Hijo y por compañía a
San Andrés el Apóstol y San Antonio
de Papua; guardia haciéndoos y el
día aquél, pasó enfrente vuestro,
Isabel e hijo humildes y gritó ella
a María, vuestra cuidadora, con gran
admiración y asombro: “mire, mire
señora…” y dirigió ella su mirada
hacia la pintura y de pronto apareció
Vuestra imagen, toda de colores y
resplandores vivos rodeada. Rasguños
y agujeros del lienzo, desaparecido
habían y con este milagro maravilloso,
hacia Vos, la devoción surgió. Santa
Madre del Redentor, Virgen del Rosario;
oh, Nuestra Señora de Chiquinquirá.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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9 de julio
Nuestra Señora de Chiquinquirá
Patrona de Colombia

La tradición nos cuenta que hace cuatro siglos don Antonio de Santana, encomendero de los pueblos de Suta y Chiquinquirá, solicitó al español Alonso de Narváez (h. 1560) que pintara una imagen de la Virgen del Rosario, para colocarla en una pequeña capilla. La pintura fue realizada sobre una tela de algodón de procedencia indígena, media 44 pulgadas de alto por 49 de ancho, Alonso de Narváez usó colores al temple, realizó una imagen de la Virgen del Rosario con el Niño Jesús, y a los lados puso al Apóstol San Andrés y a San Antonio de Padua.

El cuadro fue ubicado en la capilla que poseía don Antonio en sus aposentos de Suta, estuvo allí durante más de una década, pero la capilla tenía el techo de paja, lo que provoco que la humedad deteriorara la pintura hasta dejarla completamente borrosa. Tras la muerte de Santana, su viuda, se trasladó a Chiquinquirá, hacia el año 1577-78. La imagen fue llevada a ese lugar, pero se encontraba en tan mal estado que fue abandonada en un cuarto, habitación que tiempo atrás había sido usada como oratorio.

Al comenzar el año 1586, se estableció en Chiquinquirá, una piadosa mujer, María Ramos, nacida en Sevilla (España), la señora reparó el viejo oratorio y colgó en el mejor lugar de la capilla, la deteriorada pintura de la Virgen del Rosario.

El día 26 de diciembre de 1586, María salía de la capilla, cuando pasó frente a ella una mujer indígena llamada Isabel y su pequeño hijo. En ese momento Isabel grito a María “mire, mire Señora…” Ella dirigió la mirada hacia la pintura, la imagen aparecía rodeada de vivos resplandores, prodigiosamente los colores y su brillo original habían reaparecido, los rasguños y agujeros de la tela habían desaparecido. Con tan maravilloso suceso se inició la devoción a Nuestra Señora de Chiquinquirá.



08 julio, 2024

San Eugenio III, Beato CLXVII Papa

 Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra: 8 de Julio Beato Eugenio III,  Papa

 

¡Oh! Beato Eugenio, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
 su amado Papa y Beato, y que, honor, hicisteis al
significado de vuestro nombre: “bien nacido”. Vos,
sois considerado por San Antonio, como "uno de
los Pontífices más grandes y que más sufrieron”.
Aceptasteis con gusto, para predicar la cruzada
en Francia, y aunque la segunda no fue exitosa,
permanecisteis vos, hasta que, el pueblo no os
lo permitió. Pero, vos, durante vuestra estancia
presidisteis los sínodos de París,Tréveris y Reims,
que de promover la vida cristiana se ocuparon.
Las escuelas de filosofía y teología reorganizasteis
y excomulgasteis a cuanto impío se opusiera a la
doctrina de la Santa Madre Iglesia. Dedicasteis,
al Sumo Pontífice de entonces, vuestro tratado:
ascético:“De Consideratione”, donde afirmáis
que el Papa tenía como principal deber atender
 las cosas espirituales y no a las mundanas.
Y, así, y luego de haber gastado vuestra vida en
buena lid y en pro de la fe, entregasteis vuestra
alma, al Padre, quien os premió con justicia
con corona de luz por los siglos de los siglos;
¡oh!, Beato Eugenio, "Vivo amor por las cosas de Dios".


© 2024 Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Julio
San Eugenio III, Beato
CLXVII Papa

Etimológicamente significa “bien nacido”. Viene de la lengua griega.
San Antonio lo señala como a “uno de los Pontífices más grandes y que más sufrieron”. Nació en Montemagno, entre Pisa y Lucca. Después de ocupar un cargo en la curia episcopal de Pisa, ingresó en 1135 al monasterio cisterciense de Claraval. Tomó el nombre de Bernardo, y San Bernardo fue su superior en aquel monasterio. Cuando el Papa Inocencio II pidió que algunos cisterciences fuesen a Roma, San Bernardo envió a su homónimo como jefe de la expedición. Los cistercienses se establecieron en el convento de San Anastasio (Tre Fontane).

A la muerte del Papa Lucio II, en 1145, los cardenales eligieron para sucederle a Bernardo, el abad de San Anastasio. El nuevo Pontífice tomó el nombre de Eugenio y fue consagrado en la abadía de Farfa. En enero de 1147, aceptó con gusto la invitación que le hizo Luis VII de que fuese a predicar la cruzada en Francia. En la segunda cruzada no tuvieron buenos resultados. El Papa permaneció en Francia hasta que el clamor popular por el fracaso de la cruzada le hizo imposible permanecer más tiempo en ese lugar. Durante su estancia en aquel país, presidió los sínodos de París, Tréveris y Reims, que se ocuparon principalmente de promover la vida cristiana; también hizo cuanto pudo por reorganizar las escuelas de filosofía y teología.

En mayo de 1148 el Pontífice volvió a Italia y excomulgó a Arnoldo de Brescia (quien en sus peores momentos presagiaba a los demagogos doctrinarios de épocas posteriores). San Bernardo dedicó al Sumo Pontífice su tratado ascético “De Consideratione”, donde afirmaba que el Papa tenía como principal deber atender a las cosas espirituales y que no debía dejarse distraer demasiado por asuntos que corresponden a otros.

Eugenio III partió de Roma en el verano de 1150 y permaneció dos años y medio en la Campania, procurando obtener el apoyo del emperador Conrado III y de su sucesor, Federico Barbarroja.

El santo murió en Roma el 8 de julio de 1153. Su culto fue aprobado el 28 de diciembre de 1872 por el Papa Pío IX.

06 julio, 2024

Santa María Goretti, Pequeña y Dulce Mártir de Pureza

 

 

¡Oh!, Santa María Goretti, vos, sois la hija del Dios
de la Vida y, su amada santa que, huérfana de padre
vuestra madre a trabajar se dedicó, dejándoos a vuestros
menores hermanos a cargo vuestro, labor que hacíais
con alegría y amor; asistiendo semanamente a clases
de catecismo. A los once años, hicisteis vuestra primera
comunión haciéndoos el propósito de morir, antes que cometer
pecado alguno. ¡Y, así, fue! Un tal Alejandro Serenelli,
se enamoró perdidamente de vos, y os proponía casi siempre
indecentes conductas que vos, rechazabais. Pero, un día el
mal tomó cuerpo en él, y os buscó, pero vos, os negasteis
a ceder en sus malas pretensiones, advirtiéndole que, lo
que pretendía, pecado era y que, vos, jamás accederíais.
Y, entonces, vuestro agresor ignorando vuestras palabras,
os atacó salvajemente con cuchillo en mano, clavándoos
por catorce veces. Así y todo, herida de muerte, os llevaron al
hospital de San Juan de Dios, donde os operaron sin
anestesia, soportando los dolores que a su vez, ofrecíais
al Dios Vivo. Antes de morir, vos, alcanzasteis a recibir
la comunión y la unción de los enfermos e hicisteis
público vuestro perdón a vuestro agresor. El criminal,
condenado fue a treinta años de prisión, no dando muestras
de estar arrepentido. Pero, después, en un sueño, vos,
os aparecisteis a vuestro asesino, y le dijisteis que él
gozaría también del cielo. Y luego, sucedió el milagro:
Serenelli completamente cambió, volviéndose hacia Dios
y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación
de sus pecados. Más tarde, y después de veinte y siete años,
liberado fue y, acudió a perdón pedir a vuestra madre,
quien, no solo lo perdonó sino que, lo defendió en público
diciendo que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella
no tenía porque no hacerlo. Vuestra fama se extendió cada
vez más y fueron apareciendo muestras de santidad, fruto
de vuestra cercanía a Dios y a vuestra devoción a la Madre
de Dios. Os canonizaron en la Plaza de San Pedro, ante
un gentío innumerable, por Pío Doce, Papa, y asistieron
a ella, vuestra madre, dos hermanas y un hermano vuestro.
Así, con vuestra corta y pero inmaculada vida, corona de luz
ganasteis, como muy justo premio a vuestro amor y misericordia.
¡Maravillosa, pequeña y dulce mártir de la pureza de Dios!
¡Oh!, Santa María Goretti, “viva pureza del Dios de la Vida”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de julio
Santa María Goretti
Virgen y mártir

Santa María Goretti nació en Corinaldo, Italia el 16 de octubre de 1890 hija de Luis Goretti y Assunta Carlini, ambos campesinos. María fue la segunda de seis hijos.Vivió en el seno de una familia humilde y perdió a su padre a los diez años por causa del paludismo. Como consecuencia de la muerte de su padre, la madre de María Goretti tuvo que trabajar dejando la casa y los hermanos menores a cargo de ésta quien realizaba sus obligaciones con alegría y cada semana asistía a clases de catecismo.

A los once años hizo su primera comunión haciéndose, desde entonces, el firme propósito de morir antes que cometer un pecado. En la misma finca donde vivía María trabajaba Alejandro Serenelli, quien se enamoró de María que en ese entonces contaba con doce años. Serenelli, a causa de lecturas impuras, se dedicó a buscar a María haciéndole propuestas que la santa rechazaba haciendo que Serenelli se sintiera despreciado.

El 5 de julio de 1902 Serenelli fue en busca de María quien estaba sola en su casa y al encontrarla la invitó a ir a una recámara de la casa a lo que María se negó por lo que aquél se vio obligado a forzarla. María se negaba advirtiéndole a Serenelli que lo que pretendía era pecado y que no accedería a sus pretensiones por lo que éste la atacó con un cuchillo clavándoselo catorce veces.

María no murió inmediatamente, fue trasladada a la hospital de San Juan de Dios donde los médicos la operaron sin antestcia porque no había y durante dos horas la santa soportó el sufrimiento ofreciéndo a Dios sus dolores. Antes de morir, un día después del ataque, María alcanzó a recibir la comunión y la unción de los enfermos e hizo público su perdón a Serenelli.

El asesino fue condenado a 30 años de prisión donde al principio no daba muestras de arrepentimiento. La tradición cuenta que después de un sueño donde María le dijo que él también podía ir al cielo, Serenelli cambió completamente volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación de sus pecados.

Después de 27 años de cárcel fue liberado y acudió a pedir perdón a la madre de la santa, quien no solo lo perdonó sino que lo defendió en público alegando que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella no tenía porque no perdonarlo. La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a laVirgen María.

Después de numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas. En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exhaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aún cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/María_Goretti.htm)


04 julio, 2024

Beato Pier Giorgio Frassati, Patrono de los montañistas

Santo del día 4 de julio: Beato Pier Giorgio Frassati. Santoral católico |  ACI Prensa

 

¡Oh! Beato Pier Giorgio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado Beato, que crecisteis en gran
opulencia familiar. Vuestro padre fundador y director
del diario La Stampa y vuestra madre gran pintora
que os transmitió la fe. Siendo adolescente mostrabais
ya, una profunda vida espiritual. Os hicisteis miembro
de la Acción Católica, el Apostolado de la oración, la
Liga Eucarística y la Asociación de jóvenes adoradores
universitarios. Estudiasteis Ingeniería Mecánica para
luego trabajar cerca de los operarios pobres y dentro
del Politécnico de Turín, fundasteis los amigos de
Cristo, para tenerlo a Él, como centro de su amistad.
Tuvisteis una vida austera y el dinero que vuestros
padres os daban para vuestros gastos personales lo
destinabais para obras de caridad. Mostrabais una gran
fortaleza espiritual, que yacía en la comunión diaria
y la frecuente adoración al Santísimo. Fuisteis un
eximio deportista, esquiador y montañista. Escalasteis
los Alpes y el Valle de Aosta. En medio del mundo nunca
perdisteis la oportunidad de llevar a vuestros amigos
a la Santa Misa, a animarlos a la lectura de las Sagradas
Escrituras y el rezo del Santo Rosario. Ya, joven, os
diagnosticaron poliomielitis, enfermedad que os llevó
a la muerte en solo una semana. Así, voló vuestra alma
al cielo, arropado de una multitud incontable de amigos
y personas pobres. San Juan Pablo II os beatificó y dijo
de vos así: “él proclama, con su ejemplo, que es santa
la vida que se conduce con el Espíritu Santo, Espíritu
de las Bienaventuranzas, y que solo quien se convierte
en ‘hombre de las Bienaventuranzas’ logra comunicar a los
hermanos el amor y la paz. Repite que vale verdaderamente
la pena sacrificar todo para servir al Señor. Testimonia
que la santidad es posible para todos y que solo la
revolución de la caridad puede encender en el corazón de
los hombres la esperanza de un futuro mejor”. ¡Aleluya!
¡Oh! Beato Pier Giorgio "vivo testigo del amor de Dios".

© 2024by Luis Ernesto Chacón Delgado
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04 de Julio
Beato Pier Giorgio Frassati
Patrono de los montañistas

El Beato Pier Giorgio nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Creció en el seno de una familia muy rica. Su padre fue el fundador y director del diario La Stampa y su madre una notable pintora que le transmitió la fe.

En su adolescencia cultivó una profunda vida espiritual, se hizo activo miembro de la Acción Católica, el Apostolado de la oración, la Liga Eucarística y la Asociación de jóvenes adoradores universitarios.

Decidió estudiar Ingeniería Industrial Mecánica para trabajar cerca de los operarios pobres e ingresó al Politécnico de Turín donde fundó un círculo de jóvenes que buscaban hacer de Cristo el centro de su amistad.

Llevó una vida austera y destinaba a obras de caridad buena parte del dinero que sus padres le daban para sus gastos personales. Su fuerza estaba en la comunión diaria y la frecuente adoración al Santísimo.

Fue deportista, esquiador y montañista. Escaló los Alpes y el Valle de Aosta. Asimismo, nunca perdió la oportunidad de llevar a sus amigos a la Santa Misa, la lectura de las Sagradas Escrituras y el rezo del Santo Rosario.

Cuando cumplió 24 años de edad le diagnosticaron poliomielitis fulminante, una enfermedad que lo llevó a la muerte en solo una semana.

Partió a la casa del Padre el 4 de julio de 1925 y tuvo un multitudinario funeral entre amigos y personas pobres.

San Juan Pablo II lo beatificó en 1990 y destacó que “él proclama, con su ejemplo, que es ‘santa’ la vida que se conduce con el Espíritu Santo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que solo quien se convierte en ‘hombre de las Bienaventuranzas’ logra comunicar a los hermanos el amor y la paz”.

“Repite que vale verdaderamente la pena sacrificar todo para servir al Señor. Testimonia que la santidad es posible para todos y que solo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor”.

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=740)

 

03 julio, 2024

Santo Tomás Apóstol, patrono de los ciegos, jueces, arquitectos y teólogos

 Fiesta de Santo Tomás Apóstol: ¿por qué se celebra el 3 de julio y de quién  es patrono este santo? revtli | RESPUESTAS | EL COMERCIO PERÚ

 

¡Oh!, Santo Tomás, Apóstol, vos, sois el hijo del Dios de
la Vida, su amado Apóstol y santo. Vos, evangelizabais Persia   
y entregasteis vuestra santa alma como mártir en la India.  
Os recordamos tres veces en el evangelio: La primera, cuando Jesús 
 se dirige por última vez a Jerusalén, para ser atormentado y luego
morir. Entonces vos, intervenís, según refiere San Juan:
“Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también
nosotros y muramos con Él”. Demostrando con ello, vuestro
admirable valor. Alguien dijo, que vos, no solo demostrasteis
“una fe esperanzada, sino una desesperación leal”. O sea jamás
abandonar a Jesús. La segunda, en la Última Cena, cuando
Jesús os dijo a todos vosotros apóstoles: “A donde Yo voy,
ya sabéis el camino”. Y, vos, muy triste le respondisteis:
“Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?” Mostrabais así vuestra sinceridad para con Él,
para entender aquello que les estaba diciendo. Y, Jesús
os dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va
al Padre sino por mí”. “Yo voy para allá, síganme, que yo
soy el Camino para llegar con toda seguridad”. Y, la vez
tercera: Dice San Juan “En la primera aparición de Jesús
resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los
discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Y, vos les
contestasteis: “si no veo en sus manos los agujeros de los
clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos,
 y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré”.
Y, ocho días después estaban los discípulos reunidos y vos,
con ellos. Se presentó Jesús y os dijo: “Acerca tu dedo:
aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida
de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Y, vos,
contestasteis: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús os dijo:
“Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen
sin ver”. Luego os fuisteis a propagar el evangelio, hasta
morir martirizado por proclamar vuestra fe en Jesucristo
resucitado. Y, así, creyendo en el Dios de la Vida, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como un justo premio a vuestra entrega increíble de amor.
¡Santo Patrono de los ciegos, teólogos, jueces y arquitectos!
¡Oh!, Santo Tomás: “vivo amor y fe: ¡Señor Mío y Dios Mío!”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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03 de Julio
Santo Tomás Apóstol
Patrono de los ciegos, jueces, arquitectos y teólogos

“Señor: ¡Auméntanos la Fe!”

Tomás significa “gemelo”

La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio. De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.

El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: “Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice “Dídimo”, que significa lo mismo: el gemelo. Cuenta San Juan (Jn. 11,16) “Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él”. Aquí el apóstol demuestra su admirable valor.

Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente “una fe esperanzada, sino una desesperación leal”. O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.

La segunda intervención: sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: “A donde Yo voy, ya sabéis el camino”. Y Tomás le respondió: “Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo. Admirable respuesta. Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.

Le dijo Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.

En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes. En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros… Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: “Sígame, que yo voy para allá”, entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Vida Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: “Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad”. Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: “O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna”.

El hecho más famoso de Tomás

Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso. Dice San Juan (Jn. 20, 24) “En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. El les contestó: “si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré”. Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: “Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Jesús le dijo: “Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver”.

Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.

Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo como un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.

Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe “Señor mío y Dios mío”, y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: “Dichosos serán los que crean sin ver”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Tomás_apóstol_7_3.htm)

02 julio, 2024

San Bernardino Realino, el Santo que cargó en sus brazos al Niño Jesús

 

San Bernardino Realino

¡Oh!, San Bernardino Realino, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo que, os nombraron “Patrono
Celestial” de Lecce, vuestra ciudad, antes de morir
y donde entregasteis vuestra alma a Dios. “Grande es nuestro
dolor, oh padre muy amado, al ver que nos dejáis, pues
nuestro más ardiente deseo sería que os quedarais para
siempre entre nosotros. No queriendo, sin embargo, oponernos
a la voluntad de Dios, que os convida con el cielo, deseamos,
por lo menos, encomendaros a nosotros mismos y a toda
esta ciudad, tan amada por vos, y que tanto os ha amado
 y reverenciado. Así lo haréis, ¡oh! padre, por vuestra inagotable
caridad, la cual nos permite esperar que queráis ser nuestro
protector y patrono en el paraíso, pues por tal os elegimos
desde ahora para siempre, seguros de que nos aceptaréis
por fieles siervos e hijos, ya que con vuestra ausencia nos
dejáis sumergidos en el más profundo dolor”. Dijo el alcalde
y contestasteis vos, un “Sí, señores”, casi moribundo, y que,
de alegría llenó al alcalde y a la la ciudad. “Habiéndome
introducido por senda tan resbaladiza, vino el ángel del Señor
a amonestarme de mis errores, y, retrayéndome de las puertas
del infierno, me colocó otra vez en la ruta del cielo.” Clorinda
se llamó “vuestro ángel”, duró poco a vuestro lado, porque dejó
este mundo. Y, vos, volvisteis a casa, os encerrasteis en vuestra
habitación y no recibir quisiste a nadie durante varios días
y luego os abrazasteis a la cruz de Cristo. María Virgen, se os
apareció y ella, os ordenó entrar en la Compañía de Jesús. León
Trece, dijo de vos: “Lo que fue San Felipe Neri en la Ciudad
Eterna, esto mismo fue para Lecce el Beato Bernardino Realino.
La más alta nobleza hasta los últimos harapientos, encarcelados
y esclavos turcos, no había quien no le conociese como universal
apóstol y bienhechor de la ciudad”. Vuestra santidad se acrisoló,
recibiendo favores del cielo. Una noche de Navidad, una penitente
notó que vos, temblabais a causa del frío y os ordenaron retiraros
a vuestra habitación y meditar sobre la Navidad, de repente
una luz vivísima brilló en vuestro aposento y la figura dulcísima
de María se dibujó ante vos, con el Niño Jesús en sus brazos y os
dijo: “¿Por qué tiemblas, Bernardino?”, y vos respondisteis:
“Estoy tiritando de frío”, con suma ternura y amor, para luego
entregaros al Niño Jesús. “Un ratito más, Señora; un ratito más.”
Dijisteis vos, y, en aquel invierno no volvisteis a sentir frío.
Cuando os llegaba la hora de partir dijisteis: “Me voy al cielo”,
y rezando la jaculatoria: “Oh Virgen mía Santísima”, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz y eternidad,
como justo premio a vuestra entrega increíble de vivo amor y fe;
¡Oh¡, San Bernardino Realino; “vivo apóstol del Dios de la Vida”.

© 2024 Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Julio
San Bernardino Realino
Sacerdote Jesuita

Con San Bernardino Realino ocurrió un hecho insólito que tal vez no se vuelva a narrar en este año cristiano. Sin esperar a que traspasase el umbral de la muerte fue nombrado patrono celestial de la ciudad de Lecce, donde murió.

Ocurrió a comienzos de 1616. Por toda la ciudad corrió el rumor de que el padre Bernardino Realino, que había sido su apóstol durante cuarenta y dos años, estaba a punto de muerte. Era por entonces alcalde de la ciudad Segismundo Rapana, hombre previsor y decidido. Informado de la gravedad del “Santo Bernardino”, se presenta con una comisión del Ayuntamiento en el colegio de los jesuitas. Los guardias le abren paso entre el gentío que se ha formado en la portería del colegio. Llegado a la presencia del moribundo, saca de su casaca un documento que llevaba preparado y lo lee delante de todos:

“Grande es nuestro dolor, oh padre muy amado, al ver que nos dejáis, pues nuestro más ardiente deseo sería que os quedarais para siempre entre nosotros. No queriendo, sin embargo, oponernos a la voluntad de Dios, que os convida con el cielo, deseamos, por lo menos, encomendaros a nosotros mismos y a toda esta ciudad, tan amada por vos, y que tanto os ha amado y reverenciado. Así lo haréis, oh padre, por vuestra inagotable caridad, la cual nos permite esperar que queráis ser nuestro protector y patrono en el paraíso, pues por tal os elegimos desde ahora para siempre, seguros de que nos aceptaréis por fieles siervos e hijos, ya que con vuestra ausencia nos dejáis sumergidos en el más profundo dolor.”

El anciano padre, acabado como estaba por la enfermedad, hizo un supremo esfuerzo y pudo, al fin, pronunciar un “Sí, señores” que llenó al alcalde y a toda la ciudad de inmenso júbilo.

Había nacido San Bernardino Realino en Carpi, ducado de Módena, el 1 de diciembre de 1530. Su familia pertenecía a la nobleza provinciana. Su padre, don Francisco Realino, fue caballerizo mayor de varias cortes italianas. Por este motivo estaba casi siempre ausente de su casa. La educación del pequeño Bernardino estuvo confiada a su madre, Isabel Bellantini.

Dicen que Bernardino era un niño hermoso, de finos modales, todo suavidad en el trato, siempre afable y risueño con todos. A su buena madre le profesó durante toda su vida un cariño y una veneración extraordinarios. Durante sus estudios un compañero le preguntó: “Si te dieran a escoger entre verte privado de tu padre o de tu madre. ¿qué preferirlas?” Bernardino contestó como un rayo: “De mi madre jamás.” Dios, sin embargo, le pidió pronto el sacrificio más grande.

Su madre se fue al cielo cuando él todavía era muy joven. Su recuerdo le arrancaba con frecuencia lágrimas de los ojos. Ella se lo había merecido por sus constantes desvelos y principalmente por haberle inculcado una tierna devoción a la Virgen María.

En Carpi comenzó el niño Bernardino sus estudios de literatura clásica bajo la dirección de maestros competentes. “En el aprovechamiento —escribe el mismo Santo—, si no aventajó a sus discípulos, tampoco se dejó superar por ninguno de ellos.” De Carpi pasó a Módena y luego a Bolonia, una de las más célebres universidades de su tiempo, donde cursó la filosofía.

Fue un estudiante jovial y amigo de sus amigos. Más tarde se lamentará de “haber perdido muchísimo tiempo con algunos de sus compañeros, con los cuales trataba demasiado familiarmente”.

Fue, pues, muchacho normal. Hizo poesías. Llevó un diario íntimo como todos, y se enamoró como cualquier bachiller del siglo XX. Hasta tuvo sus pendencias, escapándosele alguna cuchillada que otra…

“Habiéndome introducido por senda tan resbaladiza —escribe el Santo refiriéndose a aquellos días—, vino el ángel del Señor a amonestarme de mis errores, y, retrayéndome de las puertas del infierno, me colocó otra vez en la ruta del cielo.”

¿Quién fue este “ángel del cielo”?

Un día vio en una iglesia a una joven y quedó prendado de ella. La amó con un amor maravilloso, “hasta tal punto —son sus palabras— de cifrar toda mi dicha en cumplir sus menores deseos. No obedecerla me parecía un delito, porque cuanto yo tenía y cuanto era reconocía debérselo a ella”. Esta joven se llamaba Clorinda. Bellísima, había dominado por sí misma, sin ayuda de nadie, el vasto campo de la literatura y la filosofía. Era profundamente piadosa. Frecuentaba la misa y la comunión. Precisamente la vista de su angelical postura en la iglesia fue lo que prendió en el corazón de Bernardino aquella llama de amor puro y bello que elevó su espíritu a lo alto, como lo demuestran las cartas y poesías que se cruzaron entre los dos y que todavía se conservan. Clorinda y Bernardino tuvieron una confianza cada día creciente, pero siempre delicada y noble.

Bernardino tenía proyectado graduarse en Medicina. Pero a Clorinda no le gustaba, y él se sometió dócilmente a los deseos de ella. Había que cambiar de carrera y comenzar la de Derecho.

—Grande y ardua empresa quieres que acometa —le dijo Bernardino.

—Nada hay arduo para el que ama —fue la respuesta de Clorinda.

Dicho y hecho. Bernardino se sumergió materialmente en los libros de leyes, que le acompañaban hasta en las comidas, y tan absorto andaba con Graciano y Justiniano, que a veces trastornaba extrañamente el orden de los platos, Por fin, el 3 de junio de 1546, a los veinticinco años, se doctoró en ambos Derechos, canónico y civil, coronando así gloriosamente el curso de sus estudios.

A los seis meses de terminar la carrera fue nombrado podestá, o sea alcalde, de Felizzano. Del gobierno de esta pequeña ciudad pasó al cargo de abogado fiscal de Alessandría, en el Piamonte. Después se le nombró alcalde de Cassine, De Cassine pasó a Castel Leone de pretor a las órdenes del marqués de Pescara.

En todos estos cargos se mostró siempre recto y sumamente hábil en los negocios. He aquí el testimonio —un poco altisonante, a la manera de la época— de la ciudad de Felizzano al terminar en ella su mandato el doctor Realino:

“Deseamos poner en conocimiento de todos que este integérrimo gobernador jamás se desvió un ápice de la justicia, ni se dejó cegar por el odio, ni por codicia de riquezas. No es menos de admirar su prudencia en componer enemistades y discordias; así es que tanta paz y sosiego asentó entre nosotros, que creíamos había inaugurado una nueva era la tranquilidad y bonanza. Siempre tomó la defensa de los débiles contra la prepotencia de los poderosos; y tan imparcial se mostró en la administración de la justicia que nadie, por humilde que fuese su condición, desconfió jamás de alcanzar de él sus derechos.”

El marqués de Pescara quedó tan satisfecho de las actuaciones de Realino que, cuando tomó el cargo de gobernador de Nápoles en nombre de España, se lo llevó consigo como oidor y lugarteniente general.

En Nápoles le esperaba a Bernardino la Providencia de Dios.

La felicidad de este mundo es poca y pasa pronto. Clorinda se cruzó en la vida de Bernardino rápida y bella como una flor. Ella, que le había animado tanto en los estudios, murió apenas daba los primeros pasos en el ejercicio de su carrera. La muerte de Clorinda abrió en el alma de Bernardino una herida profunda que difícilmente podría curarse. Fue una lección de la vanidad de las cosas de este mundo.

El recuerdo de aquella joven querida le alentaba ahora desde el cielo, presentándosele de tiempo en tiempo radiante de luz y de gloria y exhortándole a seguir adelante en sus santos propósitos.

Un día paseaba el oidor por las calles de Nápoles cuando tropezó con dos jóvenes religiosos cuya modestia y santa alegría le impresionó vivamente. Les siguió un buen trecho y preguntó quiénes eran. Le dijeron que “jesuitas”, de una Orden nueva recientemente aprobada por la Iglesia.

Era la primera noticia que tenía Bernardino de la Compañía de Jesús. El domingo siguiente fue oír misa a la iglesia de los padres.

Entró en el momento en que subía al púlpito el padre Juan Bautista Carminata, uno de los oradores mejores de aquel tiempo. El sermón cayó en tierra abonada. Bernardino volvió a casa, se encerró en su habitación y no quiso recibir a nadie durante varios días. Hizo los ejercicios espirituales, y a los pocos días la resolución estaba tomada. Dejaría su carrera y se abrazaría con la cruz de Cristo.

Su madre había muerto, Clorinda había muerto. Su anciano padre no tardaría mucho en volar al cielo. No quería servir a los que estaban sujetos a la muerte. Pero, ¿cuándo pondría por obra su propósito? ¿Dónde? ¿No sería mejor esperar un poco?

Un día del mes de septiembre de 1564, mientras Bernardino rezaba el rosario pidiendo a María luz en aquella perplejidad, se vio rodeado de un vivísimo resplandor que se rasgó de pronto dejando ver a la Reina del Cielo con el Niño Jesús en los brazos. María, dirigiendo a Bernardino una mirada de celestial ternura, le mandó entrar cuanto antes en la Compañía de Jesús.

Contaba Bernardino, al entrar en el Noviciado, treinta y cuatro años de edad. Era lo que hoy decimos una vocación tardía. Por eso una de sus mayores dificultades fue encontrarse de la noche a la mañana rodeado de muchachos, risueños sí y bondadosos, pero que estaban muy lejos de poseer su cultura y su experiencia de la vida y los negocios. Con ellos tenía que convivir, y el exlugarteniente del virrey de Nápoles tenía que participar en sus conversaciones y en sus juegos, y vivir como ellos pendiente de la campanilla del Noviciado, siempre importuna y molesta a la naturaleza humana. Pero a todo hizo frente Bernardino con audacia y a los tres años de su ingreso en la Compañía se ordenó de sacerdote. Todavía continuó estudiando la teología y al mismo tiempo desempeñó el delicado cargo de maestro de novicios.

En Nápoles permaneció tres años ocupado en los ministerios sacerdotales como director de la Congregación, recogiendo a los pillos del puerto, visitando las cárceles y adoctrinando a los esclavos turcos de las galeras españolas. Pero en los planes de Dios era otra la ciudad donde iba a desarrollar su apostolado sacerdotal.

Lecce era y es una población de agradable aspecto. Capital de provincia, a 12 kilómetros del mar Adriático, es el centro de una comarca rica en viñedos y olivares. Sus habitantes son gentes sencillas que se enorgullecen de las antiguas glorias de la ciudad, cargada de recuerdos históricos.

El ir nuestro Santo a Lecce fue sin misterio alguno. Desde hacia tiempo la ciudad deseaba un colegio de Jesuitas, y los superiores decidieron enviar al padre Realino con otro padre y un hermano para dar comienzo a la fundación y una satisfacción a los buenos habitantes de la ciudad, que oportuna e inoportunamente no desperdiciaban ocasión de pedir y suspirar por el colegio de la Compañía.

Los tres jesuitas, con sus ropas negras y sus miradas recogidas, entraron en la ciudad el 13 de diciembre de 1574. Por lo visto la buena fama del padre Bernardino Realino le había precedido, porque el recibimiento que le hicieron más parecía un triunfo que otra cosa. Un buen grupo de eclesiásticos y de caballeros salió a recibirles a gran distancia de la ciudad. Se organizó una lucidísima comitiva, que recorrió con los tres jesuitas las principales calles de Lecce hasta conducirlos a su domicilio provisional.

El padre Realino era el superior de la nueva casa profesa. En cuanto llegó puso manos a la obra de la construcción de la iglesia de Jesús y a los dos años la tenía terminada. Otros seis años, y se inauguraba el colegio, del cual era nombrado primer rector el mismo Santo.

Desde el primer día de su estancia en Lecce el padre Realino comenzó sus ministerios sacerdotales con toda clase de personas, como lo había hecho en Nápoles. Confesó materialmente a toda la ciudad, dirigió la Congregación Mariana, socorrió a los pobres y enfermos. Para éstos guardaba una tinaja de excelente vino que la fama decía que nunca se agotaba. Después de los pobres de bienes materiales, comenzaron a desfilar por su confesonario los prelados y caballeros, tratando con él los asuntos de conciencia. “Lo que fue San Felipe Neri en la Ciudad Eterna —dice León XIII en el breve de beatificación de 1895— esto mismo fue para Lecce el Beato Bernardino Realino. Desde la más alta nobleza hasta los últimos harapientos, encarcelados y esclavos turcos, no había quien no le conociese como universal apóstol y bienhechor de la ciudad.” El Papa, el emperador Rodolfo II y el rey de Francia Enrique IV le escribieron cartas encomendándose en sus oraciones. Tal era la fama de el “Santo de Lecce”.

Los superiores de la Compañía pensaron en varias ocasiones que el celo del padre Realino podría tal vez dar mejores frutos en otras partes y decidieron trasladarle del colegio y ciudad de Lecce. Tales noticias ocasionaron verdaderos tumultos populares. En repetidas ocasiones los magistrados de la ciudad declararon que cerrarían las puertas e impedirían por la fuerza la salida del padre Bernardino. Pero no fue necesario, porque también el cielo entraba en la conjura a favor de los habitantes de Lecce. Apenas se daba al padre la orden de partir, empeoraba el tiempo de tal forma que hacía temerario cualquier viaje. Otras veces, una altísima fiebre misteriosa se apoderaba de él y le postraba en cama hasta tanto se revocaba la orden. De aquí el dicho de los médicos de Lecce: “Para el padre Realino, orden de salir es orden de enfermar.”

Pasaron muchos años y la santidad de Bernardino se acrisoló. Recibió grandes favores del cielo. Una noche de Navidad estaba en el confesonario y una penitente notó que el padre temblaba de pies a cabeza a causa del intenso frío. Terminada la confesión la buena señora fue al que entonces era padre rector a rogarle que mandara retirarse al padre Bernardino a su habitación y calentarse un poco. Obedeció el Santo la orden del padre rector. Fue a su cuarto y mientras un hermano le traía fuego se puso a meditar sobre el misterio de la Navidad. De repente una luz vivísima llenó de resplandor su habitación y la figura dulcísima de la Virgen María se dibujó ante él. Como la otra vez, llevaba al Niño Jesús en sus brazos. “¿Por qué tiemblas, Bernardino?”, le preguntó la Señora. “Estoy tiritando de frío”, le respondió el buen anciano. Entonces la buena Madre, con una ternura indescriptible, alarga sus brazos y le entrega el Niño Jesús. Sin duda fueron unos momentos de cielo los que pasó San Bernardino Realino. Lo cierto es que, al entrar poco después el hermano con el brasero, le oyó repetir como fuera de sí: “Un ratito más, Señora; un ratito más.” En todo aquel invierno no volvió a sentir frío el padre Bernardino.

Llegó el año 1616. La vida del padre Realino se extinguía. “Me voy al cielo”, dijo, y con la jaculatoria “Oh Virgen mía Santísima” lo cumplió el día 2 de julio. Tenía ochenta y dos años, de los cuales la mitad, cuarenta y dos, los había pasado en Lecce, dándonos ejemplo de sencillez y de constancia en un trabajo casi siempre igual.

Muerto el padre, el ansia de obtener reliquias hizo que el pueblo desgarrara sus vestidos y se los llevara en pedazos, lo cual hizo imposible la celebración de la misa y el rezo del oficio de difuntos. Y, así, los funerales de este hombre tan popular y tan querido de todos tuvieron que celebrarse a puerta cerrada y en presencia de contadísimas personas.

Fue canonizado por el Papa Pío XII en el año 1947.

(https://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=11345)

 

01 julio, 2024

San Junípero Serra, Misionero Franciscano

 Puede ser una imagen de 2 personas y texto que dice "San Bernardino Realino póstol de las periferias" 2 2dejulio aciprensa.com"

 ¡Oh! San Junípero Serra, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su fraile y amado santo. Siendo adolescente
os convertisteis en fraile y cambiasteis vuestro nombre
por el de Junípero, viajando al virreynato de la Nueva
España en México, con un puñado de valientes franciscanos,
para evangelizar, fundando una nueva misión en Sierra
Gorda. ¡Dios sabía lo que quería de vos! Los jesuitas,
por entonces eran los que atendían espiritualmente
a la población indígena y europea de las “Californias”,
pero, al ser expulsadas, vos, y vuestros compañeros
misioneros franciscanos los reemplazaron y movidos
por vuestro celo apostólico, seguisteis explorando la
Alta California, llevando la luz del Evangelio, fundando
las Misiones de San Carlos Borromeo, San Antonio de Padua,
y la de San Gabriel. Más adelante, fundasteis la misión
de San Luis, Obispo de Tolosa. Co vuestros misioneros
catequizabais a los indígenas, enseñándoles ganadería
agricultura y albañilería. Les proporcionabais semillas
y animales y les brindabais asesoría en el trabajo de
la tierra. Y, así transcurrió vuestra santa vida, hasta
que, un día entregasteis vuestra alma al cielo, en la
Misión de San Carlos Borromeo, para coronada ser con
corona de luz y eternidad, como justo premio a vuestra
entrega de amor, fe y valor. San Juan Pablo II os
beatificó y os proclamó santo, el Papa Francisco, quien
dijo de vos: “tuvo un lema que inspiró sus pasos y que
plasmó en su vida. Supo decir, pero especialmente supo
vivir diciendo: siempre adelante, siempre adelante”.
¡Oh! San Junípero Serra "amor vivo del Dios Vivo y eterno".


© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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01 Julio
San Junípero Serra
Misionero Franciscano

Cada 1 de julio, en Estados Unidos, se conmemora a San Junípero Serra, fraile franciscano del siglo XVIII que encabezó numerosas misiones en América del Norte. En aquel entonces se denominaban “misiones” a los poblados fundados y organizados por religiosos evangelizadores en su afán civilizador. Muchas de las misiones que San Junípero fundó se convirtieron con el tiempo en las grandes ciudades norteamericanas de hoy.

Junípero Serra Ferrer nació el 24 de noviembre de 1713 en Petra, Mallorca (España). A los 16 años se convirtió en fraile y cambió su nombre por el de Junípero. En 1749 partió junto con veinte misioneros franciscanos hacia el Virreinato de la Nueva España (México). Allí empezó apoyando la labor evangelizadora desde el Colegio de Misioneros de San Fernando, pero solo seis meses después recibió la aprobación del Virrey para fundar una nueva misión en Sierra Gorda, un territorio montañoso donde ya habían fracasado algunos franciscanos. Fray Junípero permaneció en ese lugar los siguientes 9 años.

Como en 1767 el rey de España, Carlos III, decretó la expulsión de todos los miembros jesuitas de los dominios de la corona -medida que incluía al Virreinato de Nueva España- los jesuitas tuvieron que abandonar las misiones que tenían. Hasta entonces, ellos eran los que atendían espiritualmente a la población indígena y europea de las “Californias”, pero dada la expulsión fueron sustituidos por 16 misioneros de la orden franciscana, encabezados por fray Junípero.

La comitiva franciscana salió de la ciudad de México el 14 de julio de 1767, para posteriormente embarcar por el puerto de San Blas, rumbo a la península de Baja California. Tras una corta travesía, arribaron a Loreto -sede de la Misión de Nuestra Señora de Loreto, que es considerada la madre de las misiones de la Alta y Baja California-.

Una vez llegados los misioneros a la península, movidos por su gran celo apostólico, decidieron seguir explorando la Alta California para llevar la luz del Evangelio a la población indígena de esa región. El 3 de julio se erigió la Misión de San Carlos Borromeo. Ese mismo mes, julio de 1771, se estableció la Misión de San Antonio de Padua, y en agosto la de San Gabriel, que se encuentra en la actual área metropolitana de Los Ángeles. El 1 de septiembre de 1772, se fundó la misión de San Luis Obispo de Tolosa.

Los misioneros catequizaban a los indígenas, les enseñaban nociones de agricultura, ganadería y albañilería, les proporcionaban semillas y animales y les asesoraban en el trabajo de la tierra. Junípero Serra falleció en la Misión de San Carlos Borromeo (Monterrey, California), el 28 de agosto de 1784. Sus restos se encuentran en la Basílica de esta misma misión.

San Juan Pablo II beatificó a fray Junípero en 1988, y fue proclamado santo el 23 de septiembre de 2015 por el Papa Francisco. La ceremonia de canonización se realizó en territorio de Estados Unidos, por lo que fue la primera vez que se llevó a cabo una ceremonia de este tipo en ese país. Un dato llamativo de la canonización involucró al Papa Francisco: era la primera vez que visitaba Estados Unidos en su vida.

En la homilía de la misa principal, el Santo Padre recordó que fray Junípero Serra “tuvo un lema que inspiró sus pasos y que plasmó en su vida. Supo decir, pero especialmente supo vivir diciendo: ‘siempre adelante’”.

San Junípero Serra es el único español que tiene una estatua en el Salón Nacional de las Estatuas en el Capitolio, donde reside el poder legislativo de los Estados Unidos y lugar donde están representados los personajes más ilustres de esa nación.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-estados-unidos-celebra-al-beato-junipero-serra-a-quien-quieren-sacar-del-capitolio-70208)