24 mayo, 2012

Santa María Auxiliadora



Oh, Santa María Auxiliadora; Vos, sois,
la Santa Madre del Redentor. “Boetéia”,
Auxiliadora, por que Vos, del cielo los
auxilios traes, a vuestros hijos viendo,
que, sufren y os claman desde este valle.


“Auxiliadora de los que rezan, exterminio
de los malos espíritus y ayuda de los que
somos débiles”. “Rezad también por quienes
os gobiernan y por la tierra donde vivís”,
Melone, el poeta decía, y, Juan Damasceno
Santo: “María Auxiliadora, por nosotros
rogad; porque, Vos, sois auxilio para la
salvación conseguir. Auxiliadora para los
peligros evitar y en la hora de la muerte”.


“Vos, sois, Auxiliadora; oh, María Poderosa,
de los pobres; valiente Auxiliadora contra
los enemigos de la fe; Auxiliadora de los
ejércitos que la Patria defienden; Auxiliadora
de los gobernantes para conseguir bienestar;
Auxiliadora del humilde pueblo que, Vuestra
ayuda necesita”. Decía, San Germán, Obispo,
y, equivocado jamás estuvo, porque Vos, Señora
Nuestra, escucháis los ruegos nuestros.


En Lepanto, cumplisteis Vos, dándonos
grande victoria, y Pío V Papa, en Roma, os
agradecía, el Rosario Santo rezando. Y, osó
más adelante, cierto emperador a mediros
en “combate”, pero, hacer nada pudo, frente
a Vos, Señora Nuestra. Y, Pío VII, a la Casa
de Pedro volvió, y, desde aquél veinticuatro
de Mayo, en honor a Vos, vuestra fiesta es,
con justicia plena y divina, por vuestro amor.


Por ello, San Juan Bosco, fidelísimo siervo
Vuestro, nos recureda: “Propagad la devoción a
María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”.
¡Qué maravilla!. “La que trae auxilios del cielo”;
oh, Santa María Auxiliadora, ¡Madre Nuestra!.


© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Mayo
Santa María Auxiliadora

Historia de la devoción a María Auxiliadora en la Iglesia Antigua

Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra “Boetéia”, que significa “La que trae auxilios venidos del cielo”.

Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama “Auxilio potentísimo” de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia). En el año 476 el gran orador Proclo decía: “La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto”. San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen “Auxiliadora de los que sufren” y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la “Auxiliadora de los enfermos” se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María “Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles” e insiste en que recemos para que Ella sea también “Auxiliadora de los que gobiernan” y así cumplamos lo que dijo Cristo: “Dad al gobernante lo que es del gobernante” y lo que dijo Jeremías: “Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien”.
En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: “María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo”. San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: “María Auxiliadora rogad por nosotros”. Y repite: “La “Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte”.
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: “Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda”.

La batalla de Lepanto

En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados.

Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego – de manera admirable – el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios.

Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
El Papa y Napoleón

El siglo pasado sucedió un hecho bien lastimoso: El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: “Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica”. Y muy pronto vino lo inesperado.

Napoleón que había dicho: “Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados”, vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.

San Juan Bosco y María Auxiliadora

El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. Su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Sma. Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera “ciencia y paciencia”, porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”. Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros” y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. El decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.

23 mayo, 2012

San Juan Bautista de Rossi


Oh, San Juan Bautista de Rossi,
vos, sois el hijo del Dios de la
vida, que, en una época difícil
vivisteis, al jansenismo soportando
y viendo que zozobraba la luz
evangélica. Pero, vos, no solo
estabais allí y muy cerca a vos, las
figuras de San Alfonso María de
Ligorio, San Pablo de la Cruz, y,
San Juan Eúdes, entre otras
santas vidas, con su obra y vida.
Vos, fuisteis “padre de los pobres”
y “amigo de los humildes” y fiel
imitador de Cristo Jesús, Dios y
Señor Nuestro, con celo exacto,
humildad y caridad extraordinaria.
Los hospicianos, los presos, los
vagos de profesión, los ignorantes
y analfabetos; los niños harapientos
y pillastres, saben de vos y de
vuestro amor y desprendimiento
en las calles de Roma. Dentro del
templo, el servicio del coro, el
confesonario, el púlpito, la enseñanza
del catecismo, llenaban vuestro
tiempo. La cárcel, el hospicio,
y el hospital, testigos fueron de
vuestro amor y comprensión,
Al mundo vinisteis pobre y pobre
vivisteis entre los pobres. Y, así,
pobre, pero feliz , al cielo volasteis
para “rico” haceros por fin, por
vuestra inmensa obra, y, coronado
ser de luz y de eternidad eterna;
oh, San Juan Bautista de Rossi.


© 2012 Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Mayo
San Juan Bautista de Rossi
(† 1764)


Juan Bautista de Rossi nace el 22 de febrero de 1698 en Voltaggio, pequeña ciudad del arzobispado de Génova.
Ya desde sus primeros años se le vio inclinado a las cosas de Dios, decididamente llamado al sacerdocio y dotado de no comunes virtudes, que más tarde contrastarían sobremanera con aquella piedad decadente de finales del XVII Y gran parte del XVIII.
Fue la suya una época de marcado orgullo espiritual y lamentabilísimas desviaciones de la auténtica vida cristiana. Las raíces del jansenismo iban sofocando poco a poco la buena semilla de la sencillez evangélica, de la confianza filial en nuestro Padre del cielo y de la caridad fraterna con sus hijos, los hombres de la tierra.
En Francia se vivía por entonces el ambiente morboso de las Provinciales, reavivado en parte por las convulsiones y excentricidades del oratoriano P. Quesnel, que posteriormente abrirían camino al humanismo desenfrenado y a la nueva filosofía, abiertamente opuestos al genuino sentido religioso y a la autoridad de los papas.
No se libraba de estas influencias jansenistas ni la misma Roma, que había de ser el teatro silencioso de las virtudes de nuestro De Rossi. En plena curia romana, con el pretexto de una renovación en el campo de la piedad cristiana y de las nuevas formas de la Iglesia, se urdían maniobras descaminadas.

Es verdad que la doctrina jansenista en Italia fue más política que teológica. Pero no podían menos de sembrar confusionismos ciertas ideas que poco a poco iban calando en la sencillez del pueblo. Se combatía el absolutismo papal, se proclamaba la autonomía de los obispos, se concedía a los seglares una injerencia indebida en las cosas eclesiásticas, se propugnaban reformas peligrosas en el culto y devociones… Pretendían, en una palabra, dar a la formación cristiana unos módulos demasiado íntimos y personalistas, con innegable desprecio de las obras externas, de la jerarquía y del consiguiente espíritu de sumisión.
La divina Providencia, sin embargo, siempre solícita por los intereses de su Iglesia, cuidó de suscitar en ella una serie de hombres auténticamente cristianos y evangélicos. Fue éste, sin duda, el mejor y más declarado mentís a estas innovaciones sin camino.
Contemporáneos de nuestro Santo fueron los grandes fundadores San Alfonso María de Ligorio (1696), San Pablo de la Cruz (1694), San Juan Eúdes (1601), el Venerable Olier (1608), Bérulle, el jesuíta Scaramelli, etc. Poco tiempo después sería discípulo suyo el angelical San Juan Andrés Parisi, a quien nuestro Santo gustaba de comparar con San Luis Gonzaga.
También reinaba este ambiente de lucha antijansenista en el famoso Colegio Romano de la Ciudad Eterna, donde, a sus trece años, ingresó el pequeño Rossi, para permanecer allí y formarse hasta su ordenación sacerdotal.
Las sanas doctrinas de maestros tan preclaros como los padres Tolomei, Juan de Ulloa, Giattini, y sobre todo los testimonios vivos de apostolado y virtud que pudo contemplar a su alrededor, fueron sembrando en su alma aquellos genuinos amores que más tarde serán los únicos resortes de su santa vida.
Precisamente por aquel tiempo era famoso en Roma el rector del Colegio Romano, padre Annibale Miarchetti, devotísimo del Sagrado Corazón y activo promotor de la catequesis entre los niños pobres y la gente más sencilla, a quienes recogía y cuidaba en la iglesia de San Ignacio. Con él, el padre Pompeo de Benedictis († 1715), que componía versos latinos a la vez que mortificaba su cuerpo con ásperas penitencias y gastaba su vida en hacer el bien a los necesitados. Fue el fundador de la Congregación de los Apóstoles, similar a las Congregaciones Marianas, compuesta por jóvenes romanos que aprendían de su director a hacer oración, a visitar casas de beneficencia y hospitales y a hacer el bien y repartir amor entre sus compañeros.

Enseñanzas, virtudes y ejemplos que había de aprender tan al vivo uno de sus discípulos más aventajados, Juan Bautista de Rossi.

Para Jesús —y es ésta nota dominante de su Evangelio— la caridad, o amor a Dios y al prójimo (único principio con dos manifestaciones, distintas sólo en apariencia), es la manifestación auténtica de la santidad y la única disposición del alma que dignifica, ennoblece y hace verdaderamente cristianas todas las demás manifestaciones del espíritu.
Y la prueba inequívoca de nuestro amor a Dios —también es doctrina explícita de Cristo— es el amor al prójimo. Amor que debe extenderse a todos, incluso a los que nos persiguen y calumnian, para así ser verdaderamente hijos del Padre celestial, que hace lucir su sol y envía su lluvia sobre los justos y sobre los pecadores (Mt. 5,45).
Por eso quiso Jesús hacer de la caridad “su mandamiento” (Jn. 15,22), y el distintivo de sus verdaderos discípulos, más exacto y seguro que cualquiera otra señal externa (Jn. 17,21).
Y, en el último juicio que Él hará de la conducta de los hombres, será la caridad la norma para distinguir las vidas auténticamente puestas a su servicio: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuvisteis caridad con vuestros prójimos” (Mt. 25,34-35).
Sucede a veces que esta fundamental y primerísima doctrina en la concepción cristiana de la vida queda soterrada bajo el cúmulo de otras normas, fórmulas y prácticas, que nacen más del pensamiento de los hombres que de las fuentes del Evangelio.
No sucedió así en la vida de San Juan Bautista de Rossi. Aún se recuerda en Roma al “padre de los pobres” y al “amigo de los humildes”. Imitador fiel del único Maestro, pudo también sintetizar su vida en aquellas palabras evangélicas: “Pasé por la tierra haciendo el bien”. Sin ruidos estridentes ni resonancias aparatosas, pero con toda la imponente fuerza y trascendencia de la verdadera caridad cristiana.
Ya colegial, y mientras sigue los estudios teológicos en la Minerva, forma parte de la Congregación, y gasta muchas horas en visitar, con los demás congregantes, los hospitales y casas de los pobres. Apostolado oculto y humilde, que no abandonará durante toda su vida, aun después de haber aceptado, contra su voluntad, la canonjía de Santa María in Cosmedín.
El 8 de marzo de 1721 fue ordenado sacerdote, y aquel mismo día hace voto de no aceptar ninguna prebenda eclesiástica, iniciando su sagrado ministerio en el Hospicio de Pobres de Santa Galla.
En las actas de beatificación y canonización se da cuenta con detalle del celo, humildad y caridad sorprendentes que logró llevar nuestro Santo hasta el grado máximo de la heroicidad.
Fue el sacerdote De Rossi varón ejemplar, modelo acabado de ministro evangélico, hecho todo para todos para ganarlos a todos en Dios.
Pero lo que más llama la atención en su vida fue aquella predilección constante, afectiva y efectiva, que mostró siempre por los más desatendidos y sin relieve en la sociedad. Los hospicianos, los presos, los vagos de profesión, los ignorantes y analfabetos, los niños harapientos y pillastres, fueron sus mejores compañeros por aquellas calles de Roma,
A imitación de San Felipe de Neri, a quien profesaba por su parte una devoción entrañable, fue en su tiempo San Juan Bautista de Rossi el protector de pobres y afligidos, el consejero, abogado, amigo y maestro de todos. Sacerdote entrañablemente enamorado de Dios y de los hombres, no aguantó el espectáculo de un amor incomprendido y supo clavar en las carnes de sus hermanos el grito de salvación y de carida.
En 1731, imitando los célebres hospicios romanos, funda uno parecido para mujeres sin casa y desamparadas. Él mismo las recogía y las cuidaba espiritual y temporalmente, hasta conseguir colocarlas y proporcionarles un medio de vida digna y cristiana.

Unos años más tarde, en 1737, muere un primo suyo, Lorenzo, canónigo de la basílica de Santa María in Cosmedín, de Roma. Y Juan bautista, a pesar de su voto y de la abierta repugnancia que siempre experimentó hacia toda clase de cargos honoríficos, no tuvo más remedio que aceptar, bajo obediencia, este que quedaba vacante. Fue un mero cambio de ambiente, que en nada había de afectar a su camino trazado.
En su nueva condición seguirá siendo el sacerdote ejemplar y fiel cumplidor de sus deberes. El servicio del coro, el confesonario, el púlpito, la enseñanza del catecismo… llenarán todas las horas de sus días.
Su fama de santidad y de caridad alcanza los últimos rincones de la Ciudad Eterna. No hay cárcel, hospicio u hospital que no sea testigo de su celo, de su cariño y de su comprensión. Diligente, infatigable, siempre dispuesto, no descansó hasta convertir el fuego del amor que le abrasaba el alma en grito constante de su garganta y en entrega martirial de su vida.
Tal vez no se pueda decir mucho más de la vida de San Juan Bautista de Rossi. Ni casi sus mismos contemporáneos se dieron cuenta del hombre de Dios que estaba conviviendo con ellos con un corazón muy grande, doblemente apasionado por Dios y por sus hijos, los hombres.
Así suele ser siempre de sencilla y natural la auténtica santidad. Como el Evangelio, Como María, la Madre de Jesús, y José, el Esposo de María. Como el mismo Cristo, de quien casi sólo pudieron decir sus contemporáneos que pasó por la vida haciendo el bien,
Juan Bautista de Rossi, formado en la mejor Universidad eclesiástica del mundo, educado en un famoso Colegio, con una Roma delante, donde era tan fácil la lisonja y los puestos de grandeza, lo deja todo para entregarse a quienes necesitaban su vida y su caridad. Creyó en la palabra de Cristo y supo ser el buen pastor que pierde su vida para ganarla.
Pobre vino al mundo. Pobre vivió entre los pobres. Y muy pobre murió el 23 de mayo de 1764. Espléndido epitafio para su tumba de sacerdote.
Su tumba se conserva en la iglesia de Santa Trinidad del Pellegrini.
Y aún se recuerda en Roma al “padre de los pobres” y al “amigo de los humildes”.
Pero nuestro Dios, el buen Padre de los cielos, que tanto se complace en levantar a los humildes y sencillos, quiso bien pronto darle a conocer entre las gentes.
Fue en tiempos de Pío IX cuando se inició la causa de beatificación de este escondido sacerdote y canónigo romano.
Confirmados al fin unos milagros, excepcionalmente sorprendentes por las circunstancias que los acompañaron, fue beatificado el 13 de mayo de 1860.
En 1879 vuelve a hablarse de nuevos milagros obrados por la intercesión de nuestro Santo. Y ese mismo año se da el decreto que los aprueba, y con ello un paso decisivo para la canonización del sacerdote romano Juan Bautista de Rossi.
Por otro decreto de abril de 1881, siendo relator de la causa el cardenal Miecislao Leodochowski y promotor de la fe el padre Salviati, se da permiso para que se proceda a ella.
Y al fin, el 8 de diciembre de este mismo año, juntamente con los Beatos José de Labre, Lorenzo de Brindis y Clara de Montefalco, fue elevado a la Gloria de Bernini por Su Santidad León XIII.
El Papa de los obreros había servido a la Providencia para glorificar al Santo escondido de los pobres y de los humildes, San Juan Bautista de Rossi.
PEDRO MARTIN HERNÁNDEZ.

22 mayo, 2012

Santa Rita de Casia



Oh, Santa Rita de Casia, vos,
sois la hija del Dios de la vida,
y su amada religiosa viuda y,
de los imposibles abogada. Vos,
os revelasteis con corazón de
humanidad increíble y presto
para beber la tragedia y el dolor;
la miseria moral, material y
social. Erais una obediente y
dulce mujer, que, en silencio
sufristeis los excesos de vuestro
esposo Pablo, a quien su alma
y corazón cambiasteis. Y, más,
cuando, a Dios pedisteis, que
se llevara a vuestros hijos, antes
de empañar, vuestra familia.
Y, Dios, os escuchó, vuestros
ruegos incomprensibles para el
hombre, pero certeros para vos.
Y, os quedasteis, sin esposo y
sin hijos y sólo os quedó, el
convento de las agustinas de
Casia, del que, rechazada fuisteis.
Pero, el cielo, no lo hizo, y, a
vuestros tres santos protectores
le pedisteis, aquél milagro. Y,
San Juan Bautista, San Agustín y
San Nicolás de Tolentino, una
noche, ellos mismos os visitaron,
y os hicieron agustina. Y, así, os
dedicasteis a la penitencia, a la
oración y al amor de Cristo crucificado,
quien os clavó en la frente una espina.
Vos, que para sí no habíais pedido
sino, cargar sobre vos los dolores
del prójimo, la vida entregasteis
al eterno Padre, quien os premió
con justicia, coronándoos de luz;
Oh, Santa Rita de Casia, “vida”.


© 2012 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Mayo
Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda, Religiosa,
y Abogada de Imposibles


Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.

Oración

Oh Dios omnipotente, que te dignaste conceder a Santa Rita tanta gracia, que amase a sus enemigos y llevase impresa en su corazón y en su frente la señal de tu pasión, y fuese ejemplo digno de ser imitado en los diferentes estados de la vida cristiana. Concédenos, por su intercesión, cumplir fielmente las obligaciones de nuestro propio estado para que un día podamos vivir felices con ella en tu reino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


21 mayo, 2012

San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires


Oh San Cristóbal Magallanes, y
compañeros mártires, vosotros,
sois los hijos de Dios de la vida
y sus santos mártires que, abusos
de poder de entonces padecisteis.
Unas veces, la expulsión sufriendo
de vuestros hermanos sacerdotes,
la clausura de escuelas privadas
y, de las obras de beneficencia.
Vosotros, con la cruz en una mano
y el Santo Libro en la otra, desde
el púlpito con la palabra, el martirio
defendiendo la fe, con coraje, valor
y estoicismo padecisteis. Pero,
vuestro amor recompensa tuvo
y, por vuestra obra y fe, elevados
al cielo fueron con vos, veinticuatro
hermanos vuestros, que hoy, con
justicia, disfrutan de las alegrías del
cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote;
Rodrigo Aguilar Alemán, Sacerdote;
Julio Álvarez Mendoza, Sacerdote;
Luis Batis Sainz, Sacerdote; Agustín
Caloca Cortés, Sacerdote; Mateo
Correa Magallanes, Sacerdote;
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote;
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote;
Pedro Esqueda Ramírez, Sacerdote;
Margarito Flores García, Sacerdote
José Isabel Flores Varela, Sacerdote;
David Galván Bermúdez, Sacerdote;
Salvador Lara Puente, Laico; Pedro
de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesús Méndez Montoya, Sacerdote;
Manuel Morales, Laico Justino Orona
Madrigal, Sacerdote; Sabas Reyes
Salazar, Sacerdote; José María
Robles Hurtado, Sacerdote; David
Roldan Lara, Laico; Toribio Romo
González, Sacerdote; Jenaro Sánchez
Delgadillo, Sacerdote; David Uribe
Velasco, Sacerdote; Tranquilino
Ubiarco Robles, Sacerdote. Vosotros,
entregasteis vuestra vida y Dios Padre,
con creces, os premió eternamente;
oh, San Cristóbal y compañeros mártires.

© Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Mayo
San Cristóbal Magallanes y compañeros
25 Mártires Mexicanos


En 1917 fue promulgada en México una nueva Constitución, firmada por el presidente Don Venustiano Carranza. estaba inspirada en principios anticlericales y provocó una era de violenta persecución religiosa.

En 1926, bajo la presidencia de Don Plutarco Elías Calles, la persecución se hace más violenta, con la expulsión de algunos sacerdotes, la clausura de escuelas privadas y de obras de beneficencia.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de Mayo del 2000 fueron:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galván Bermúdez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo Laico
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote


20 mayo, 2012

Solemnidad de la Ascensión del Señor


“Yo estaré con vosotros hasta
el final de los tiempos”. Así,
dijisteis Vos, Señor y Dios de
la vida, antes de llevado ser
al Padre, glorificado de luz.


“Hombres de Galilea, ¿qué hacen
ahí mirando al cielo? Este que ha
sido llevado, este mismo Jesús,
vendrá como lo han visto subir al cielo”
Vuestros ángles dijeron aquél día.


Y, duda alguna no queda, pues
Vos, sois verdadera comida
y verdadera bebida. Luz que
brilla en la oscuridad absoluta
y puro amor insondable sin fin.


Permitidnos, pues Amadísimo
Señor, alados ser junto a Vos,
y, al final de los tiempos, por
nuestras obras, con Vos, vivir,
la gloria santa de la vida eterna.


¡Gloria al Padre!
¡Gloria a Vos!
¡Gloria al Espíritu Santo!
Por los siglos de los siglos
Amén.


© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Mayo
Solemnidad de la Ascensión del Señor


Cuarenta días después de la Resurrección, la Palabra de Dios describe cómo Jesús se despide físicamente de sus discípulos, dándoles las últimas instrucciones:

“Y les dijo: – Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará. Y estas señales acompañarán a los que crean en mi Nombre: echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas, tomarán con sus manos las serpientes y si beben algún veneno no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán- Así pues, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”
(Mc 16, 15-19; cfr. Lc 24, 50-51).

Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este que ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá como lo han visto subir al cielo”. (Hch 1, 3-11)

Celebración

Celebramos la Ascensión del Señor, es el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés, son solemnidades muy importantes de la Iglesia, nos hablan de nuestro destino final: ir al Padre como Jesús y de la fundación y misión de nuestra Iglesia Católica. Se usa el color blanco, tanto en el altar como en las vestiduras del sacerdote.

Significado de la expresión

Los evangelistas describen al final de los evangelios y al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, que Jesús “fue elevado al cielo”, por lo que los cristianos repetimos en nuestro Credo:
“Subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”. Esta afirmación es un modo de hablar para decir que Jesús se fue al Padre, llevando consigo su naturaleza humana. La ida de Jesús al Padre constituyó nuestro cielo.

Jesús, al ir al Padre, no entra en un lugar, sino en una nueva dimensión, en donde no tienen sentido nuestras expresiones: arriba, abajo, subir, bajar… Ir al cielo significa, ir a Dios. En el cielo, iremos a unirnos al cuerpo de Cristo resucitado todos los que aceptamos su salvación.

Significado de la fiesta en la iglesia

Según la narración de San Lucas, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor a los cuarenta días de su resurrección. Esta fiesta está dentro del tiempo pascual que consta de cincuenta días y concluye con la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. (Cf. Lc 24, 49-53; Hch 1, 3-11; 2, 1-41)

La fiesta de la Ascensión no nos habla de un alejamiento de Cristo, sino de su glorificación en el Padre. Su cuerpo humano adquiere la gloria y las propiedades de Dios antes de encarnarse. Con la Ascensión, Cristo se ha acercado más a nosotros, con la misma cercanía de Dios. Es también una fiesta de esperanza, pues con Cristo una parte, la primicia de nuestra humanidad, está con Dios. Con él, todos nosotros hemos subido al Padre en la esperanza y en la promesa.

En la Ascensión celebramos la subida de Cristo al Padre y nuestra futura ascensión con él. Al celebrar el misterio de la Ascensión del Señor, recuerda que EL CIELO ES NUESTRA META y que la vida terrena es el camino para conseguirla.

19 mayo, 2012

San Celestino V Pontífice renunciante


Oh, San Celestino V, vos, sois,
el hijo del Dios dela vida, porque
renunciando habiendo a vuestro
cargo de Papa, fuisteis vos, quien
dijo a vuestra madre: "Mamá, yo
te daré la alegría de consagrarme
a Dios”. Y, así, vuestra vida en
medio del retiro y la soledad para
meditar y rezar os acompañó siempre.
Amabais mucho el silencio y la
vida mundana, os molestaba y, en
una celda estrecha, en la que
cabíais de pie o acostado, solo
pasasteis tres años en la soledad.
“¿Y quién es digno de celebrar
la misa? Celebre cada día, pero
celebre con temor y temblor, o
sea con inmenso respeto al santo
sacrificio”, os dijo un ermitaño
y, al oirlo, se os fueron vuestras
dudas. “Lo que yo siempre deseaba
era tener una celda llena de silencio
y de apartamiento de todo, para,
poder dedicarme a la oración y a
la meditación. Y esa celda me la
han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”;
dijisteis. Y, así, vuestra vida gastasteis
entre la oración y la meditación,
recibiendo corona de luz, como
justo premio, a vuestra fe y amor
oh, San Celestino V, "santa oración".

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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19 de Mayo
San Celestino V
Pontífice renunciante
Año 1296

San Celestino V: recuérdanos a nosotros que vamos a encontrarmayor paz y tranquilidad dedicándonos a orar y meditar en silencio, que gastando nuestro tiempo en demasiadas actividades materiales.

Este santo se hizo famoso porque ha sido el único Papa que ha renunciado a su cargo. Nació en 1215 en los Abruzos, Italia, Él mismo en su autobiografía narra cómo eran sus padres. Dice así: “Mis padres eran muy santos a los ojos de Dios y muy estimados por los vecinos a causa de su excelente comportamiento. Daban muchas limosnas y recibían siempre muy bien a los pobres que llegaban a pedir ayudas. Tuvieron doce hijos, como el Patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de sus descendientes lograra llegar al sacerdocio”. Pedro fue el último de los 12 hijos, y el que llegó a ser sacerdote.

Su madre se entristecía porque ninguno de sus hijos mayores mostraba inclinación hacia el sacerdocio o hacia la vida religiosa pero el niño menor le decía: “Mamá, yo te daré la alegría de consagrarme a Dios”. Viendo la mamá que Pedro tenía una gran inteligencia y muy buenas cualidades para el estudio, se propuso hacerlo estudiar, aunque toda la familia se oponía a ello, y aunque tuvo que hacer muchos sacrificios para lograr costearle sus estudios. Él dice en su autobiografía que el primer libro que logró leer de corrido fue el de Los Salmos, y este fue para toda su vida el libro preferido para leer y meditar cada día y todos los días.

Pedro, que luego se llamó Celestino (nombre que significa: “inclinado hacia lo que es del cielo”) era estudiante “diferente” a los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay trago y bailes y pecado. Al final, cuando ya tenía 20 años supo que en una montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar.

Se construyó una celda tan estrecha que apenas cabía de pie o acostado. Y allí se estuvo tres años en la más estricta soledad. Al principio todo eran consolaciones y alegrías espirituales, pero luego empezaron a llegarle terribles tentaciones que no lo dejaban en paz ni de día ni de noche. Era el ataque de los enemigos del alma para hacerle desistir de su vocación a la santidad. Afortunadamente a base de oración y de mortificación y de consultar de vez en cuando a su director espiritual, logró vencer.

Fue ordenado de sacerdote, pero sentía mucho temor a celebrar la Santa Misa porque se creía indigno. Consultó entonces a un anciano ermitaño el cual le respondió: “¿Y quién es digno de celebrar la misa? Celebre cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al santo sacrificio”. Al oír esta respuesta se le fueron sus temores.

Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y de conseguir la santidad se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino, para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener 14 conventos bajo su dirección. Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.

Había muerto el Papa Nicolás IV y los cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice. Al fin se les ocurrió una idea: elegir como Papa a un santo monje. Y eligieron a Celestino. Y un día, cuando él menos lo imaginaba, llegaron al monte donde habitaba, varios prelados a comunicarle tan grande noticia. Su susto fue espantoso y se echó a llorar. Pero las gentes lo aclamaban como el mejor para ese cargo.

Celestino tenía 80 años. A su coronación como Pontífice asistieron más de 200,000 personas. La veneración hacia él era tan grande que tenía que pasar días enteros en la ventana impartiendo bendiciones a las multitudes que llegaban a visitarlo. La entrada solemne la hizo cabalgando en un burrito, cuyas riendas eran llevadas por dos reyes Carlos de Anjou y Carlos de Hungría. Era el año 1294.

Pero pronto se dio cuanta Celestino de qué el no estaba preparado para tan difícil cargo ni tenía cualidades para ello. No conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano. No sabía hablar bien el latín en el cual se redactan los documentos pontificios. No tenía la suficiente pericia para no dejarse engañar, y así como era tan sin malicia y tan generoso, muchos aprovechaban de que concedía cuanto se le pedía, y llegó el caso de que nombró hasta tres personas distintas para un mismo cargo.

Y para acabar de completar, como su inclinación era a la oración, a la meditación y al silencio, mandó que le construyeran una celda de monje en el Palacio Pontificio, y allí se dedicaba por horas y horas a la oración y a la meditación, y mientras tanto no había quien despachara los asuntos en las oficinas del Pontífice.

Y él mismo reconoció que había sido un error el aceptar el cargo de Papa y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha sucedido en la historia de la Iglesia, de que un Papa renuncie a su cargo. Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de todos sus ornamentos pontificios y se vistió de simple moje, y se propuso irse otra vez a la soledad a hacer oración. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas había sido Pontífice durante cinco meses.

Pero sucedió que su sucesor, el Papa Bonifacio Octavo, al sentir que se formaba en Roma un gran partido en su contra y a favor de Celestino, mandó que volviera otra vez a la ciudad, para apaciguar los ánimos. El santo, que no quería saber ya nada más de esos asuntos materiales salió huyendo, pero fue puesto preso y llevado a un castillo donde lo encerraron como prisionero. Por dos años estuvo allí dedicado a rezar y meditar. Cuando algunos se quejaban de que lo tuvieran encerrado decía: “Lo que yo siempre deseaba era tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”. Murió santamente en mayo de 1206 y fue declarado santo en 1313.
 
 

18 mayo, 2012

San Juan I Papa y mártir


Oh, San Juan I Papa; vos, sois
el hijo del Dios de la vida. El
mismo que fustigasteis a los
arrianos herejes, con verdad y
coraje, la fe de nuestra Santa
Madre Iglesia, defendiendo. Y,
aquellos, con vos temblaron
como viento en tempestad plena
y, desde el día aquél, no fueron
nunca más. Y, aunque Teodorico
reyezuelo, cobró venganza con
vos; Aquél que todo lo ve os
premió coronándoos con corona
de luz, que hoy lucís y gozáis;
Oh, San Juan I, Papa y Mártir
.

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Juan I
Papa y mártir
(año 526)

Era italiano, de Toscana. En 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Y sucedió que el emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana ocuparan empleos públicos (los arrianos niegan que Jesucristo es Dios y esto es algo muy grave y contrario a la religión Católica). El rey Teodorico obligó entonces al Papa a que fuera a Constantinopla y tratar de obtener que el emperador Justino quitara las leyes que habían dado contra los arrianos. Pero Juan no tenía ningún interés en que apoyaran a los herejes. Y así lo comprendió la gente de esa gran ciudad.

Más de 15,000 fieles salieron en Constantinopla a recibir al Papa Juan, con velas encendidas en las manos, y estandartes. Y lo hicieron presidir muy solemnemente las fiestas de Navidad. Y claro está que el emperador Justino, aunque les devolvió algunas iglesias a los arrianos, no permitió que ninguno de estos herejes ocupara puestos públicos.

Y Teodorico se encendió en furiosa rabia, y al llegar el Santo Padre a Ravena (la ciudad donde el rey vivía) lo hizo encarcelar y fueron tan crueles los malos tratos que en la cárcel recibió, que al poco tiempo murió. Junto con el Papa fueron martirizados también sus dos grandes consejeros, Boecio y Símaco.

Y dicen los historiadores que el rey Teodorico sintió tan grande remordimiento por haber hecho morir a San Juan Primero, que en adelante lo veía hasta en los pescados que le servían en el almuerzo.