Oh, San Celestino V, vos, sois,
el hijo del Dios dela vida, porque
renunciando habiendo a vuestro
cargo de Papa, fuisteis vos, quien
dijo a vuestra madre: "Mamá, yo
te daré la alegría de consagrarme
a Dios”. Y, así, vuestra vida en
medio del retiro y la soledad para
meditar y rezar os acompañó siempre.
Amabais mucho el silencio y la
vida mundana, os molestaba y, en
una celda estrecha, en la que
cabíais de pie o acostado, solo
pasasteis tres años en la soledad.
“¿Y quién es digno de celebrar
la misa? Celebre cada día, pero
celebre con temor y temblor, o
sea con inmenso respeto al santo
sacrificio”, os dijo un ermitaño
y, al oirlo, se os fueron vuestras
dudas. “Lo que yo siempre deseaba
era tener una celda llena de silencio
y de apartamiento de todo, para,
poder dedicarme a la oración y a
la meditación. Y esa celda me la
han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”;
dijisteis. Y, así, vuestra vida gastasteis
entre la oración y la meditación,
recibiendo corona de luz, como
justo premio, a vuestra fe y amor
oh, San Celestino V, "santa oración".
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Mayo
San Celestino V
Pontífice renunciante
Año 1296
San Celestino V:
recuérdanos a nosotros que vamos a encontrarmayor paz y tranquilidad
dedicándonos a orar y meditar en silencio, que gastando nuestro tiempo en
demasiadas actividades materiales.
Este santo se hizo famoso porque ha sido el
único Papa que ha renunciado a su cargo. Nació en 1215 en los Abruzos, Italia,
Él mismo en su autobiografía narra cómo eran sus padres. Dice así: “Mis padres
eran muy santos a los ojos de Dios y muy estimados por los vecinos a causa de su
excelente comportamiento. Daban muchas limosnas y recibían siempre muy bien a
los pobres que llegaban a pedir ayudas. Tuvieron doce hijos, como el Patriarca
Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de sus descendientes lograra llegar
al sacerdocio”. Pedro fue el último de los 12 hijos, y el que llegó a ser
sacerdote.
Su madre se entristecía porque ninguno de sus
hijos mayores mostraba inclinación hacia el sacerdocio o hacia la vida religiosa
pero el niño menor le decía: “Mamá, yo te daré la alegría de consagrarme a
Dios”. Viendo la mamá que Pedro tenía una gran inteligencia y muy buenas
cualidades para el estudio, se propuso hacerlo estudiar, aunque toda la familia
se oponía a ello, y aunque tuvo que hacer muchos sacrificios para lograr
costearle sus estudios. Él dice en su autobiografía que el primer libro que
logró leer de corrido fue el de Los Salmos, y este fue para toda su vida el
libro preferido para leer y meditar cada día y todos los días.
Pedro, que luego se llamó Celestino (nombre que
significa: “inclinado hacia lo que es del cielo”) era estudiante “diferente” a
los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar
y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay
trago y bailes y pecado. Al final, cuando ya tenía 20 años supo que en una
montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este
santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar.
Se construyó una celda tan estrecha que apenas
cabía de pie o acostado. Y allí se estuvo tres años en la más estricta soledad.
Al principio todo eran consolaciones y alegrías espirituales, pero luego
empezaron a llegarle terribles tentaciones que no lo dejaban en paz ni de día ni
de noche. Era el ataque de los enemigos del alma para hacerle desistir de su
vocación a la santidad. Afortunadamente a base de oración y de mortificación y
de consultar de vez en cuando a su director espiritual, logró vencer.
Fue ordenado de sacerdote, pero sentía mucho
temor a celebrar la Santa Misa porque se creía indigno. Consultó entonces a un
anciano ermitaño el cual le respondió: “¿Y quién es digno de celebrar la misa?
Celebre cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al
santo sacrificio”. Al oír esta respuesta se le fueron sus temores.
Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y
de conseguir la santidad se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino,
para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener 14 conventos bajo su
dirección. Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus
oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.
Había muerto el Papa Nicolás IV y los
cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban
dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice. Al fin se les ocurrió una
idea: elegir como Papa a un santo monje. Y eligieron a Celestino. Y un día,
cuando él menos lo imaginaba, llegaron al monte donde habitaba, varios prelados
a comunicarle tan grande noticia. Su susto fue espantoso y se echó a llorar.
Pero las gentes lo aclamaban como el mejor para ese cargo.
Celestino tenía 80 años. A su coronación como
Pontífice asistieron más de 200,000 personas. La veneración hacia él era tan
grande que tenía que pasar días enteros en la ventana impartiendo bendiciones a
las multitudes que llegaban a visitarlo. La entrada solemne la hizo cabalgando
en un burrito, cuyas riendas eran llevadas por dos reyes Carlos de Anjou y
Carlos de Hungría. Era el año 1294.
Pero pronto se dio cuanta Celestino de qué el
no estaba preparado para tan difícil cargo ni tenía cualidades para ello. No
conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano. No sabía
hablar bien el latín en el cual se redactan los documentos pontificios. No tenía
la suficiente pericia para no dejarse engañar, y así como era tan sin malicia y
tan generoso, muchos aprovechaban de que concedía cuanto se le pedía, y llegó el
caso de que nombró hasta tres personas distintas para un mismo cargo.
Y para acabar de completar, como su inclinación
era a la oración, a la meditación y al silencio, mandó que le construyeran una
celda de monje en el Palacio Pontificio, y allí se dedicaba por horas y horas a
la oración y a la meditación, y mientras tanto no había quien despachara los
asuntos en las oficinas del Pontífice.
Y él mismo reconoció que había sido un error el
aceptar el cargo de Papa y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha
sucedido en la historia de la Iglesia, de que un Papa renuncie a su cargo.
Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a
su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al
Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de
todos sus ornamentos pontificios y se vistió de simple moje, y se propuso irse
otra vez a la soledad a hacer oración. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas
había sido Pontífice durante cinco meses.
Pero sucedió que su sucesor, el Papa Bonifacio
Octavo, al sentir que se formaba en Roma un gran partido en su contra y a favor
de Celestino, mandó que volviera otra vez a la ciudad, para apaciguar los
ánimos. El santo, que no quería saber ya nada más de esos asuntos materiales
salió huyendo, pero fue puesto preso y llevado a un castillo donde lo encerraron
como prisionero. Por dos años estuvo allí dedicado a rezar y meditar. Cuando
algunos se quejaban de que lo tuvieran encerrado decía: “Lo que yo siempre
deseaba era tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo para
poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí.
¿Qué más puedo pedir?”. Murió santamente en mayo de 1206 y fue declarado santo
en 1313.
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