12 mayo, 2015

Santos Nereo, Aquileo y Pancrasio

 


¡Oh!, Santos Nereo y Aquileo, vosotros sois, los hijos del Dios
de la vida y sus amados santos, que, servíais al emperador, pero
que, por dentro, vivabais a todo dar el “Nombre sobre todo nombre”:
el de Cristo Jesús, Señor y Dios Nuestro. Nombre Santo, al que
nunca renunciasteis y, por el cual, sufristeis el cruel martirio
de decapitados ser, tal y como lo relata Jerónimo Santo: “Su sangre
derramaron por su fe proclamar”. Y, así, vosotros que renunciando
a servir a mortales hombres, elegisteis poneros al servicio del
Señor, que Inmortal, como es; Él, os acogió en su Reino de plena
luz inconmensurable, donde ahora moráis, como premio a vuestro
amor incesante y porque sabíais que, sin cruz, redención no hay;
¡Oh!, Santos Nereo y Aquileo, “soldados de Cristo en la tierra”

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Mayo
San Nereo y Aquileo
Mártires
Siglo I

Estos dos militares estaban al servicio de Flavia Domitila una de las primeras señoras de Roma. El historiador Eusebio dice que esta noble dama era sobrina del Emperador Domiciano y que el tal mandatario la envió al destierro, porque ella se había declarado seguidora de Jesucristo. Con Domitila fueron enviados también al destierro San Nereo y San Aquileo, porque proclamaban su fe en el Divino Redentor. Afirma San Jerónimo que el destierro fue tan cruel y tan largo que les sirvió de martirio. Después otro emperador mandó que les cortaran la cabeza y así tuvieron el honor de derramar su sangre por proclamar su fe.

El Papa San Dámaso escribió en el año 400 la siguiente inscripción en la tumba de estos dos mártires: “Nereo y Aquileo pertenecían al ejército del emperador. Pero se negaron a cumplir ciertas órdenes que a ellos les parecían crueles. Al convertirse al cristianismo abandonaron toda violencia y prefirieron tener que abandonar el ejército antes que ser crueles con los demás. Proclamaron su amor a Cristo en esta tierra y ahora gozan de la amistad de Cristo en la eternidad”.

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San Pancracio

Oh, San Pancracio; vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo que, adolescente siendo, decidisteis
apartaros del mundo con sus herejías, su impiedad y su
paganismo, y así, abrazaros a la cruz de Cristo. Y, de
valor armado elegisteis el “angosto camino” de piedras
y abrojos lleno, para arribar, mas pronto y más temprano
a la gloria de Aquél que todo lo ve y juzga. Los martirios
más atroces resististeis y mostrabais a vuestro verdugo,
sonrisas sin igual, porque vos, sabíais del premio que
os esperaba en adelante. A vuestra mente deben de haber
arribado en pleno trance de la muerte, las palabras de
vuestra madre cuando os dijo: “Este relicario lo llevarás
colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente
como lo fue tu padre”. Y, hoy, desde el cielo, sois ejemplo
de amor a Cristo, en el recuerdo de vuestro padre, porque
Él mismo, os ciñó corona de eterna luz, como justo premio
a vuestra grande e incríble entrega de amor y fe divinas;
¡Oh!, San Pancracio, “amor adolescente hecho Cristo vivo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Mayo
San Pancracio
Mártir
Año 304

El doce de mayo se celebra también la fiesta de San Pancracio, un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.

Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: “Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre”.

Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: “Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: “En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”. (Hechos 6,41).

Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: “Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre”.

Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.

Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros.

De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.

Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.

Petición

San Pancracio ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.

11 mayo, 2015

Santa Estela

 
 
¡Oh!, Santa Estela, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y mártir. Y, que,
además, honor al significado de vuestro nombre
“Estela”, hicisteis. Pues él, significa “brillar
como una estrella”. Y, sí. Vuestro martirio
inundó de luz el insondable espacio, y vuestro
amor por Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
os lo agradececió. Eutropio, vuestro obispo,
os encaminó hacia ese cielo, pues, vos, fuisteis
una sus primeras conversas, fruto de su labor
pastoral constante. Fue vuestro “pecado”,
abrazaros a la cruz de Cristo, que a la vez,
os inmoló para gozar de la gloria del cielo,
como premio justo a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, Santa Estela, “estela de Cristo por amor”. 

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Mayo
Santa Estela o Estrella
Virgen y Mártir

Etimológicamente: Estela = Aquella que brilla como una estrella, es de origen latino. Esta chica, de tan bonito nombre, fue una virgen del siglo III.
En este tiempo había un obispo llamado Eutropio. Tenía un gancho muy grande con la juventud. Realmente la entendía a la perfección. Empleaba noche y día en trabajar apostólicamente con los cristianos.

Durante este tiempo estaba en Charente, Francia. Era el primer obispo que tenía una ciudad que vivía todavía sumida, en su mayoría, en el paganismo.

Le cupo la gloria de que una de las primeras conversiones que se obraron con su pastoral, fue la de la joven Estela o Estrella.

Tenía una fuerte personalidad. El padre le había insistido una y mil veces que no se metiera en las cosas cristianas. Le parecía absurdo y raro para la gente con la que se codeaba.

Todos sus esfuerzos fueron inútiles para lograr que dejara el cristianismo. El padre estaba en un aprieto. Tenía que obedecer las órdenes imperiales, so pena de que lo mataran.

Entonces, con todo el dolor de su alma, entregó a su hija a las autoridades para que hicieran con ella lo que mandaba la ley.

Estas autoridades, como era natural, la enviaron a la muerte. En Francia, los poetas Mistral y los de la lengua D´Oc la eligieron como patrona de la Escuela Literaria de los Felibres, Era el año 1854.

10 mayo, 2015

Una carta de María para una mujer

    

  A María y a mi madre

¡Oh! gloria la de Mayo y este día
Celebrar a María y a la mía
Divina por ser María y la mía
Dulce imitadora de su compañía.

Siempre amor y misericordia
Fui yo su desvelo y alegría
Ave Marías, ¡todo el día!
Arrullo y juego noche y día

Así las quiero por que las quiero
Ábranme el corazón su amor late 
Y, late, por María, que prefiero


Oro para María y siento que late
Contenta el alma mía y quiero
Para Mery, mi amor tesonero.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Por María Susana Ratero
Fuente: Catholic.net


Una carta de María para una mujer, para ti, para mi, para todas y nos hagan caminar hacia los brazos de su Hijo.

Hola, mi querida hija del alma, que la paz del Señor esté contigo…

Mi corazón necesitaba escribirte estas simples líneas que, como pájaro de luz, lleguen de mi corazón al tuyo…le iluminen, disipen dudas y angustias, y te hagan caminar hacia tu verdadero destino: a los brazos de mi Hijo…

Sí, querida mía, tu verdadero destino, que no es muchas veces el que te propone el mundo y por el que tantos esfuerzos gastas olvidándote del negocio mas importante que tienes: la salvación de tu alma…

Los problemas, mi querida, son todos camino hacia el Padre, el dolor, la angustia, la soledad… todo va modelando el alma de acuerdo a las respuestas que vayas dando… tú, seguro, me dirás: “¡Pero lo que a mi me pasa es tan duro , Señora!!!” Lo sé, hija, ¿acaso por un momento has pensado que no lo sé? Querida, si lloro con tus lágrimas y río contigo sin que me notes a tu lado…. cómo no saber lo que siente tu alma, si yo misma lo he padecido… bien sé lo que es el dolor, la soledad, la traición…, pero también sé que todo eso, puesto en las manos del Padre, se transforma en camino de Salvación…

Cuando yo vivía entre ustedes, meditaba todas esas cosas y las guardaba en mi corazón, las que comprendía y las que no, las que me alegraban y las que me lastimaban, como perlas de un collar incompleto que, lentamente, con el tiempo, iban tomando su verdadero lugar…

¿Sabes hija? Me gusta mucho caminar en los atardeceres, luego de un largo día de trabajo…, y me encantaría que hoy me acompañases… o mañana, o el sábado, aunque sé que estás un poco cansada… ¿cómo lo sé? Pues verás, estoy contigo cuando abres los ojos y miras el despertador, tirano, que no te regala unos minutos mas, y debes levantarte rápido a preparar el desayuno del marido y los hijos, o el tuyo solo, o el de tu mamá…. mientras se calienta el agua te miro… te amo… luego, voy contigo a levantar los remolones que se empecinan en pelearse con el reloj…. te ayudo a vestirlos, te pongo a mano esa remera que no encontrabas… y me siento con ustedes a desayunar… me gusta como preparas todo, el olorcito rico de tu cocina, luego debemos llevar los chicos al colegio, ir a trabajar para traer el sustento, o volver a casa a la rutinaria (¡pero hermosa!) tarea de mantener limpio el hogar… juntas vamos al supermercado y hacemos que alcance el dinero justito para el almuerzo… hasta a veces hago que te sobre una moneda para un dulce… el postre sorpresa de los hijos…

También lavamos la ropa, el piso, acomodamos todo para que el esposo y los niños encuentren ese remanso de paz que anhelan, el olorcito a ”su casa” que les volverá al alma cuando se sientan tristes, solitarios, nostálgicos… allí recordarán todas las cosas buenas que les enseñaste…

También estoy contigo en el trabajo, ayudándote, aconsejándote, pidiéndote que sonrías siempre, que trates bien a todos, ya que nunca sabes cuanto bien haces con una sonrisa… eres mi embajadora cuando sonríes, cuando eres amable, cuando perdonas… ¡¡cuando perdonas haces sonreír a mi Hijo!!!
Ya estamos a mas de la mitad de la jornada, extrañamos volver a casa ¿verdad?…

Contigo corro a abrazar a los hijos, contigo me siento y les preguntamos juntas cómo les fue (aunque yo ya lo sé, porque los estuve cuidando por ti en el colegio, mientras jugaban, o cuando cruzaban la calle)
También te acompaño cuando debes darles una noticia triste, como que un amigo o un primo enfermo ha partido hacia mi Hijo, estoy contigo para decirles que lo he abrazado fuerte, fuerte y le he llenado de besos cuando ha llegado aquí al cielo, que le tengo a mi lado y damos largos paseos por los jardines celestiales….

Me gusta cuando les ayudas en la tareas, les hablas al alma, les acompañas a la catequesis … a veces te veo preocupada porque parecen distraídos, no te preocupes, mi querida, tú sigue sembrando, que tuyo es el tiempo de siembra y de mi Hijo el de la cosecha…

En fin, ya cae la tarde… ¿qué te parece si nos vamos juntas aunque más no sea hasta el almacén? Sí, dale, vamos a comprar el pan para la cena y así charlamos, sí, de eso que te tiene preocupada… ven, que tengo muchas ganas de tranquilizarte, de acompañarte, de abrazarte en silencio…

Vamos hija, vamos de paseo…
Desde el alma
Tu mamá
María de Nazaret
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Nota.-

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de “Cerrar los ojos y verla” o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/3552/carta-de-mara-para-ti-mujer.html)

09 mayo, 2015

San Pacomio

 

¡Oh!, San Pacomio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado Abad y santo, que, con vuestra vida de ermitaño
y vuestras mortificaciones de abstinencia, ayuno y vigilia,
en práctica, pusisteis el Evangelio “vivo” de Jesús. Y,
así, a los monjes vuestros educasteis, a la vida en común,
en vuestra “koinonía”, a la vida de los santos apóstoles
en réplica Jerusalén. Vuestra vida ascética, os entregó a
la gente de vuestro tiempo. Las arenas quemantes y frías
del desierto, saben mucho de vos, hasta la voz misteriosa
que, en la helada noche, escuchasteis y os invitó a quedaros
en aquél lugar, por siempre. Vos, iniciador de la vida
en común sois, donde el amor, la disciplina y la autoridad
reemplazó a la anarquía de los anacoretas. Así, dejasteis
vuestra huella esparcida en el desierto, y do quiera que
vuestra tumba esté, Dios os premió con justicia, coronándoos
de luz como premio a vuestra grande entrega de amor y fe;
¡oh!, San Pacomio, “la nueva Koinonía del árido desierto”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Mayo
San Pacomio
Abad


La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.

Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas.

Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra.

San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio.

Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.

Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino.

Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

07 mayo, 2015

Santa Flavia Domitila

 


¡Oh!, Santa Flavia Domitila, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y mártir, y que, acusada
fuisteis, de renegado haber, de los dioses paganos y,
preferido a Cristo, Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, por
ello, martirio cruel recibisteis junto a vuestro marido,
siendo vos, desterrada a la isla Ponza, a pesar de vuestra
alcurnia noble. Así, vos, demostrasteis, con coraje y
valor, que elegir a Jesús, como fuente de vida y de “vida
abundante”, fue, es y será por siempre la mejor elección.
Vuestro apostolado increíble, siempre de amor lleno,
proclamó en forma clara y abundante, la excelencia de la
virginidad sobre el matrimonio. Vos, no solo con vuestra
virtuosa vida, os contagiasteis de vuestro fervor por Cristo,
sino que, lo hicisteis con vuestras dos vírgenes sirvientas,
que, pronto convertidas; vivas terminaron quemadas, por
razón de su fe y la delación de paganos impíos. Vuestros
verdugos, os quitaron sí, vuestra terrena vida, pero jamás
imginaron que al hacerlo, os daban una eterna, para vivir
hoy, toda coronada de luz, como premio justo a vuestro amor;
¡oh!, Santa Flavia Domitila, “destierro y martirio por Cristo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Mayo
Santa Flavia Domitila
Mártir

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Domitila, mártir, que, siendo hija de la hermana del cónsul Flavio Clemente, fue acusada durante la persecución bajo el emperador Domiciano de haber renegado de los dioses paganos y, por ello, por su fe en Cristo, junto con otros muchos cristianos fue desterrada a la isla de Ponza, en el Lacio, en la que padeció un prolongado martirio (s. I/II).

Etimológicamente: Flavia = Aquella de cabellos dorados, es de origen latino. El emperador es Vespasiano. Flavio Clemente es su sobrino, está casado con Flavia Domitila, se han hecho cristianos y es cónsul en el año 95. Tiene dos primos carnales que son Tito y Domiciano que, al no tener descendencia directa masculina, deberían dejar su puesto a uno de los hijos de Flavio Clemente según el derecho romano; poco faltó para que la Iglesia tuviera en el primer siglo un emperador cristiano, pero no sólo no fue así, sino que el emperador Domiciano desató una violenta persecución.

No distinguían muy bien por aquel entonces los que mandaban en Roma entre judíos y cristianos; los llaman simplemente paganos porque ni unos ni otros adoraban imágenes por seguir los Libros Santos. Vespasiano y Tito habían hecho la guerra y destruido la Ciudad Santa; los judíos y cristianos -que para ellos es igual- deben pagar impuestos. Como las cuentas cantan, Domiciano advierte por el monto de la recaudación el gran número de paganos que hay en el Imperio y ve que están presentes en todos los estamentos. Piensa que la depuración étnica se impone y Flavio Clemente, entre muchos, es denunciado -dice Suetonio «con acusaciones muy endebles»- y martirizado junto con su mujer o quizá ésta fuera mandada al destierro a la isla de Pandataria, como era costumbre entre los romanos para la gente noble. Así se concluyen los datos que proporciona la historia bien documentada.

Pero así como la historia ofrece unos datos seguros y fiables, la leyenda marca el paso de la historia a la ficción en la historia novelada para gusto y edificación de los cristianos cuando se habla de Flavia Domitila. Más que admitir la existencia de dos Flavias en el mismo tiempo y lugar, según los datos que se tienen, parece lo más probable y sensato aceptar la lectura en novela de la mártir Flavia Domitila, desdoblada.

Así nos encontramos con una novela de altos vuelos literarios en la que, con la base firme de la existencia de una mártir perteneciente a la más alta nobleza, se narra el destierro de Flavia, joven prometida de un joven pagano llamado Aureliano; los soldados Nereo y Aquileo, terminan por convencer a la novia para que acepte la virginidad rechazando la boda prevista. Se anota la esperada reacción violenta del joven pagano despreciado: denuncia como cristiana a la novia y la destierran a la isla de Poncia. La imaginación del autor hace intervenir al papa Clemente consagrando la virginidad de Flavia Domitila. Hay enredos entre amigos de la magia y adivinación por una parte y testigos que narran lo que pasó entre Pedro y Simón, el mago, por otra.

La protagonista que ocupa el centro del relato es un ejemplo de pulcritud y sensatez, mantiene el nervio de la historia con la valentía del seguimiento a Jesús ante la autoridad constituida, apareciendo también momentos de dudas que mantienen el suspense sobre los inciertos resultados de su elección, y ¡cómo no! su apostolado. Se desarrolla abundante doctrina para proclamar -en demasía- la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio.

El guión no está exento de elementos dramáticos que mantienen la atención de los lectores y oyentes con los enredos de seducción por parte de Aureliano, que acaba dramáticamente muerto por la decepción y el rechazo. También se condenan las orgías propias del tiempo y la vanagloria de quien no tiene más perspectiva que la vida presente. La vuelta del destierro, además de poner fin a la preciosa novela ejemplar, sirve para describir el martirio con formas adecuadas al estilo del relato: Flavia Domilitila y sus dos sirvientas neoconversas por su ejemplo y palabras -también vírgenes cristianas- acaban quemadas vivas en su propia casa de Terracina por denuncia de paganos.

06 mayo, 2015

Santo Domingo Savio

 

 ¡Oh!, Santo Domingo Savio, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que adorabais a Jesús
Eucaristía y lo imitabais con ardor de corazón, y, a
María, la amabais con entrega total. Decíais vos, a
menudo: “Si vosotros sois santos, alegres estad siempre”.
Y, claro, tanto y más, como vos lo hacíais a diario.
Vuestra corta y santa vida, era toda amabilidad, cortesía
y alegría, diciendo a menudo vos: “Prefiero morir antes
que pecar”. Mamá Margarita, la madre de San Juan Bosco,
le dijo un día a él: “Entre tus alumnos tienes muchos
que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en
virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y
tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a
ayudar a todos y en todo”. Un día, después de confesaros,
comulgar y recibir la Unción de los enfermos, vos, sentisteis
que partíais al cielo y exclamasteis: “Papá, papá, qué cosas
tan hermosas veo”. Y, sonriendo expirasteis. A los ocho
días, os aparecisteis a vuestro padre y le dijisteis
que era salvo. Luego a San Juan Bosco, rodeado de muchos
jóvenes y le dijisteis: “Lo que más me consoló a la hora
de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María.
Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor.
Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso”.
San Juan Bosco, escribió sobre vos, una hermosa Biografía,
fiel retrato, de vuestro amor a Jesús y María, y testimoio
de oro, para nuestra familia, los jóvenes y los mayores.
Hoy, desde el cielo, alumbráis el sendero de los jóvenes
del mundo, que os aman, porque vos, en vuestra corta vida,
entregasteis todo de sí, y con justicia Dios os coronó
de luz, por vuestra maravillosa y gran entrega de amor y fe;
¡oh!, Santo Domingo Savio, “consagrado realmente al Señor!”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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06 de Mayo
Santo Domingo Savio
Estudiante
(1857)


Historia

Domingo significa: El que está consagrado al Señor. Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.

Nació Domingo Savio en Riva de Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842.

Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.

Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar a la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.

El día anterior a su primera confesión fue donde la mamá y le pidió perdón por todos los disgustos que le había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso propósito que dice: “Prefiero morir antes que pecar”.

A los 12 años se encontró por primera vez con San Juan Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el santo tenía para niños pobres. Don Bosco para probar que tan buena memoria tenía le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: “Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor”. Esto se cumplió admirablemente.

Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no había baño de ducha. Y San Juan Bosco añade al narrar este hecho: “Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser santo”. Pero la obediencia lo salvó.

Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a pedradas. Domingo Savio trató de apaciguarlos pero no le fue posible. Entonces cuando los dos peleadores estaban listos para lanzarse las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo: “Antes de lanzarse las pedradas digan: ”. Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea.

Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito santo. Cada día Domingo iba a visitar al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia.

Por tres años se ganó el Premio de Compañerismo, por votación popular entre todos los 800 alumnos. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: “Nosotros demostramos la santidad, estando siempre alegres”.

Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada “Compañía de la Inmaculada” para animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.

En un sueño – visión, supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo.

Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir.

Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció y le dijo: “Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir”. El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.

Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió: “Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya han cometido faltas. En cambio a mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me expulsarían”.

Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.

La madre de San Juan Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: “Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en todo”.

San Juan Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los compañeros: “el Padrenuestro de este mes será por mí”. Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: “Miren, parece que Don Bosco va a llorar”.

– Casi que se podía repetir aquel día lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: “¡Mirad, cómo lo amaba!”. Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban: “El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito muere de amor, de amor a Dios”. Y así fue.

El 9 de marzo de 1857, cuando estaba para cumplir los 15 años, y cursaba el grado 8º. De bachillerato, Domingo, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su papacito a que le rezara oraciones del devocionario junto a su cama (la mamacita no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y se fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó: “Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo” y con una sonrisa angelical expiró dulcemente. A los ocho días su papacito sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció a San Juan Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: “Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso”.

Hagamos el propósito de conseguir la hermosa Biografía de Santo Domingo, escrita por San Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.

Domingo: ¡Quiero ser como tú!.

05 mayo, 2015

San Hilario de Arlés

 
¡Oh!, San Hilario de Arlés, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, que, asido a eremítica vida, designado fuisteis
a pesar vuestro, al episcopado. Con vuestras manos trabajasteis,
y, dando increíbles muestras de humildad y pobreza, pues, vestíais
sólo una túnica, ora, en pleno abrazador sol, ora, en el crudo
invierno. A, pie caminabais e igual viajabais por el mundo vuestro,
dado a la oración, los ayunos, las vigilias, y la santa predicación.
La viva misericordia de Dios, enseñasteis a los pecadores e incrédulos
y acogisteis a los huérfanos, dándoles alimento espiritual y material
siempre. Vos, que fuisteis culto y rico, habíais trocado todo ello,
por la eternidad de la vida, abandonando honores y riquezas,
encontrando la luz en el estudio de la Sagrada Escritura. Llegó
el tiempo, como todo en esta vida y, habiendo, con creces cumplido
con Dios, Él, mismo os coronó de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Hilario de Arlés, “amor a la pobreza y predicación diaria”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Mayo
San Hilario de Arlés
Obispo

Martirologio Romano: En Arlés, en la región de Provenza (Francia), san Hilarío, obispo, que, después de llevar vida eremítica en Lérins, fue promovido, muy a su pesar, al episcopado, en donde trabajando con sus propias manos, vistiendo una sola túnica tanto en verano como en invierno y viajando a pie, manifestó a todos su amor por la pobreza. Entregado a la oración, los ayunos y las vigilias, y perseverando en una predicación continua, mostró la misericordia de Dios a los pecadores, acogió a los huérfanos y no dudó en destinar para la redención de los cautivos todos los objetos de plata que se conservaban en la basílica de la ciudad. († 449)

Arzobispo, nacido por el año 401; fallecido el 5 de Mayo del 449.

El lugar preciso de su nacimiento es desconocido. Todo lo que se ha dicho es que perteneció a una notable familia de la parte Norte de Galia, de la cual probablemente descendió San Honorato, su predecesor de la Sede de Arles.

Culto y rico, Hilario había calculado todo para asegurar su éxito en el mundo, pero abandonó honores y riquezas ante las urgentes demandas de Honorato, acompañándolo a la hermita de Lerins, que este ultimo había fundado y dedicándose él mismo bajo la santa obediencia a practicar la austeridad y el estudio de la Sagrada Escritura.

Mientras tanto Honorato, quién había llegado a Arzobispo de Arles, estaba a punto de morir. Hilario corrió a su lado y lo asistió en sus últimos momentos. Estaba Hilario por partir de regreso a Lerins cuando fue retenido por la fuerza y proclamado arzobispo en lugar de Honorato.

Obligado a ceder a esta coacción, emprendió resueltamente las tareas de su pesado cargo, y asitió a varios concilios que tuvieron lugar en Riez, Orange, Vaison y Arles.

Seguidamente empezó entre él y el Papa San Leo la famosa riña que constituye una de las etapas más curiosas de la historia de la Iglesia de Gallicia. En una reunion de obispos que presidió en el año 444 y en la que estuvieron presentes San Euterio de Lyon y St German de Auxerre, destituyó por incapacidad a un tal Cheldonius.

Este ultimo se apresuró a ir a Roma, tuvo éxito en la intercesión de su causa ante el Papa y como resultado fue reinstalado en su sede. Hilario entonces solicitó al Papa San Leo que justificara su acción sobre el asunto, pero no fue bien recibido por el soberano pontífice y fue obligado a regresar precipitadamente a Galia.

Después de esto envió a algunos sacerdotes a Roma a explicar su conducta pero sin ningún buen resultado. Además algunas personas que estaban hostiles por dicho asunto llevaron varias acusaciones contra él a la Corte de Roma, por lo cual el Papa excomulgó a Hilario, transfiriendo las prerrogativas de su sede a Frejus y motivó la proclamación del Emperador Valentiniano III con el famoso decreto que liberaba a la Iglesia de Viena de toda dependencia de Arles.

Sin embargo hay razones para creer que una vez terminada la tormenta, fue restaurada la paz rápidamente entre Hilario y Leo. Estamos lejos de la época en que ocurrió esta memorable riña y los documentos que pueden arrojar una luz sobre ella son muy pocos para permitirnos emitir un juicio definitivo sobre esta causa y sus consecuencias.

Evidentemente existe el hecho que los respectivos derechos de la Corte de Roma y de la ciudad no estaban suficientemente clarificados en ese tiempo y que el derecho de apelación al papa, entre otros, no estaban explícitamente reconocidos. Existe un número de escritos que se atribuyen a San Hilario, pero están lejos de ser auténticos. Pere Quesnel los coleccionó todos en un apéndice al trabajo en el que ha publicado los escritos de San Leo.