26 octubre, 2015

San Evaristo

 


¡Oh!, San Evaristo, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo, Papa y Mártir, que, en Roma, presbítero
estimado por vuestros fieles fuisteis, a los cuales os
entregaseis por completo, mostrando a Jesucristo, Dios
y Señor Nuestro. Además, de la Sagrada Escritura, fiel
conocedor, la trasmitíais con talento esmerado, y, os
proyectabais con humildad en el servicio, tanto que, os
resististeis a asumir la dignidad de Papa. Ya, en la silla
de Pedro, atendisteis las necesidades de vuestro rebaño,
la fe, defendiendo contra la de los gnósticos. A vos, se os
reconoce, el establecido haber, las normas a la consagración y
trabajo pastoral de los Obispos y de los diáconos, pues,
mandasteis celebrar públicamente los matrimonios, ocupándoos
de la vida de vuestros fieles a cada nada, tanto que nunca os
descuidasteis de los fieles del África y de Egipto, a quienes,
les escribisteis sendas cartas, de amor y fe llenas. Y, así,
un día, en el tiempo, entregasteis vuestra alma al cielo,
hecho mártir, para coronada ser de luz, como premio justo a
vuestra obra increíble llena de amor, de fe y de esperanza;
¡oh!, San Evaristo, “vivo mártir de la fe y de la esperanza”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Octubre
San Evaristo
5to Papa y Mártir


Nació por los años 60, de una familia judía asentada en tierras griegas. Recibió educación judía y aprendió en los liceos helénicos.

No se conocen datos de su conversión al cristianismo, pero se le ve ya en Roma como uno de los presbíteros muy estimados por los fieles que, lleno de celo, eleva el nivel de la comunidad de cristianos de la ciudad, entregándose por completo a mostrarle a Jesucristo. Amplio conocedor de la Sagrada Escritura, es docto en la predicación y humilde en el servicio.

Muerto mártir el Papa Anacleto, sucesor de Clemente, la atención se fija en Evaristo. Por humildad se resistió con todas las fuerzas posibles a asumir la dignidad que comportaba tan alto servicio. El día 27 de Julio del año 108 tuvo la Iglesia por Papa a Evaristo.

Atendió cuidadosamente las necesidades del rebaño: Defiende la verdadera fe contra los errores gnósticos. Establece normas que afectan a la consagración y trabajo pastoral de los Obispos y de los diáconos. Manda la celebración pública de los matrimonios. Se ocupa de la vida de los fieles, esbozándose ya una cierta administración territorial, para su mejor atención y gobierno. También escribió cartas a los fieles de Africa y de Egipto.

Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117.

La iglesia del tiempo cada día crece en número, pero está perseguida por las leyes; es silenciosa y fuerte en la fe, oculta y limpia en las obras; vive dentro del Imperio en estado latente, desplegando poco a poco su potencialidad al soplo del Espíritu.

También hoy se celebra a San Darío

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

25 octubre, 2015

San Gaudencio

 
 
¡Oh!, San Gaudencio, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, intercedisteis
por San Crisóstomo, durante la persecución
de los cristianos en Constantinopla. A vos, os
recuerdan las gentes de vuestro tiempo, porque
ocupáis en la historia de la antigua literatura
cristiana, un lugar especial, por vuestras
incontables obras, que hablan por sí mismas,
de vuestro amor a Cristo, Dios y Señor Nuestro,
en las tareas de evangelización y conversión.
Os gustaba escribir sermones y homilías, basados
en el “Libro de la Vida”, con estilo, elegante,
fácil y ameno. También, sobre Filastro, su vida
y escritos, que titulasteis “Liber de vita sancti
Philatrii”. Y, que, gracias a vos, conocemos hoy
día. Además se conservan diez sermones y homilías
sobre pasajes de la Biblia, que predicasteis
el día de vuestra consagración, que comprueban
la historia de vos. Y, así luego de gastar vuestra
vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
premiada ser con corona de luz eterna, como justo
premio a vuestra entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Gaudencio, “palabra de Dios, que brilla”.


© 2015 Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Octubre
San Gudencio de Brescia
Obispo


San Gaudencio vivió a finales del siglo IV o principios del siglo V ignorándose su patria, la fecha de su nacimiento y aún la historia de sus primeros años. Pero se sabe que después de la muerte del obispo Filastro, ocurrida en el año 387, fue elegido obispo de Brescia y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba San Ambrosio.

San Gaudencio mantuvo una gran amistad con el obispo de Milán y fue uno de los latinos enviados a Constantinopla en los años 404 y 405 para interceder a favor de San Crisóstomo durante la persecución.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar San Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de Filastro, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse Liber de vita sancti Philatrii.

Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida.

Dupín dice de él en su Nouvelle bibliothèque que su estilo es sencillo pero descuidado, sus alegorías violentas, sus sermones secos, estilo muy poco atractivo y superficial. Pero en cambio, Pablo Galearti afirma que su estilo, aunque sencillo, es elegante, fácil y ameno.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

24 octubre, 2015

San Antonio María Claret

 

¡Oh!, San Antonio María Claret; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, y el mismo que vuestra vida
agotasteis, porque os donasteis a vuestro prójimo de lleno
y predicando con amor vívidamente. Como vicepárroco os
disteis a lo que Dios, os había dado: la increíble fuerza
para predicar, ora en misiones populares, ora de noche y
de día, predicando hasta diez sermones en un día. A pie
viajando siempre y sin dinero, al estilo de los apóstoles
de Cristo. Impresas de por miles, sencillas hojas religiosas
y libros, hicieron de vuestro apostolado increíble, ejemplar
e inolvidable. Vuestra orden, la cual vos, mismo fundasteis,
la de los Claretianos y la de las Claretianas, cubren
el orbe de la tierra, para difundir el evangelio de Cristo.
Saben de vos, todos aquellos lugares y sus gentes, porque
allí, regalasteis medallas, rosarios, hojas y libros religiosos,
al daros cuenta de que, para la fe viva del pueblo mantener,
se necesitaban sacerdotes santos, que, por los campos y
las ciudades enseñando y predicando vayan las lecturas que
animen a engrosar la grey del Señor. Lo mismo que hizo San
Juan Bosco, en Italia, en ese tiempo a favor de las buenas
lecturas, lo hicisteis vos, en España. Vos, decíais “Ya veis
cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará
de males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará
los bienes terrenales y eternos. Rezadle el Santo Rosario
todos los días con devoción y fervor y veréis como María
Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra
medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús”.
Asististeis al Concilio Vaticano en Roma, y, en el mismo,
pronunciasteis un famoso discurso, muy comentado y elogiado.
Fueron los monjes cistercienses del monasterio de Fuente
Fría quienes os hospedaron por vez última, y luego de haber
escrito vuestra autobiografía, os pusisteis mal y voló,
al cielo vuestra alma, para coronada ser de luz, como justo
premio a vuestra entrega de amor al Dios de la vida. Hoy,
nada mejor que imitaros no sólo en la palabra, sino, también
en la acción, poderoso propagador y predicador de Dios,
Santo Patrón de los tejedores de todo el orbe de la tierra;
¡oh!, San Antonio María Claret, “vivo predicador de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de octubre
San Antonio María Claret
Obispo de Santiago de Cuba
Fundador
Patrón de los tejedores

Sus primeros años

San Antonio María Claret nace el 23 de diciembre del 1807 en el pueblo de Sallent, a 51 kilómetros de Barcelona. Para los que no tienen ni idea de esta población, diremos que es una villa trabajadora de unos 2.000 habitantes, esencialmente textil, donde precisamente el padre de Antonio tenía una pequeña fábrica de tejidos. La infancia de “Tonet”, conocido así popularmente por sus amigos, transcurre durante la llamada “Guerra del francés” (1808-1814). Se explica que ante el temor de la llegada de los franceses, el pueblo de Sallent se refugió en las montañas. El abuelo de Antonio, a causa de su estado de salud, no podía seguir aquella fila de vecinos que subían al monte, pero Antonio volvió hacia atrás para acompañar en todo momento a su abuelo.

Ordenación Sacerdotal

Fue luego nombrado vicepárroco y pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le había dado: era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban a predicar misiones populares, predicando hasta diez sermones en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.

Durante 15 años predicó incansablemente por el norte de España, y difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del padre Claret al predicar. En su vida predicó más de 10,000 sermones. Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. Él se dio cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un sermón y se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba imprimir y regalaba hojas religiosas, por centenares de miles. Ayudó a fundar la Librería religiosa de Barcelona y fue el que más difundió los libros de esa librería. Él mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que llegaba. En todas partes reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos.

La ciudad de La Habana llevaba 14 años sin arzobispo porque eran tiempos de persecuciones contra la Iglesia Católica. Finalmente, a la Reina de España le pareció que el sacerdote mejor preparado para ese cargo era el Padre Claret. Le escribió la Reina al Sumo Pontífice y este lo nombró Arzobispo de La Habana. Él se negaba a aceptar el cargo porque le parecía que no era digno, pero sus amigos sacerdotes le dijeron que en conciencia tenía que aceptarlo porque esa era la voluntad de Dios. Y desde 1889, por espacio de siete años, fue un dulcísimo y extraordinario pastor de la Iglesia en La Habana, y toda Cuba.

En Cuba administró el sacramento de la confirmación a 300,000 cristianos y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los sacerdotes una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien atendidos y estimados en la casa del Arzobispo.

En 1857 fue llamado a España como capellán de la reina Isabel. En 1849 al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas que vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo. Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.

Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el mismo, pronunció un memorable discurso que fue muy bien recibido, comentado y elogiado. En Francia, los monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría le hospedaron, y allí, después de haber escrito por orden del superior de su comunidad su autobiografía, enfermó. Falleció el 24 de octubre de 1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuido numerosos milagros.

23 octubre, 2015

San Juan de Capistrano

 
 
¡Oh!, San Juan de Capistrano; vos, sois el hijo
del Dios de la vida, y su amado santo, que, el don
de la predicación, llevasteis a su más alta cumbre,
entre los pecadores de vuestro tiempo, y, más aún,
cuando, de manera solícita, la Cruz de Cristo,
empuñasteis, y bandera hecha, arengasteis a los
soldados, en defensa de nuestra santa religión
diciendo: “Creyentes valientes, todos a defender
nuestra santa religión”. Y, con vuestra palabra
lograsteis la ayuda del Dios Altísimo, que convirtió
en gran victoria aquella batalla. Quizás por ello,
aquellos campos, y más, los de la vida, de vuestro
portento y obra gigante saben, tanto que, os recuerdan
en palabras de Juan el Bautista, quien había dicho:
“Raza de víboras: tienen que producir frutos de
conversión. Porque ya está el hacha de la justicia
divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no
produce frutos de obras buenas será cortado y echado
al fuego”. Pocas horas dormíais, y vestíais trajes
pobres. Comíais poco, padecíais de artritis y dolores
estómago, que os hacían retorceros, pero vos, siempre
e increíblemente alegre estabais. En suma, vuestro
cuerpo débil era, pero, vuestro espíritu fuerte y vivaz.
Vuestras armas: la oración, la penitencia y vuestra
predicación. Mientras los católicos, en Hungría, luchaban,
el Papa, rezar hacía en todo el mundo el Angelus por
ellos a diario, y Nuestra Señora, de su Hijo consiguió
una gran victoria. Y, en Budapest os levantaron una gran
estatua, porque salvasteis la ciudad de caer en manos
de los menemigos de nuestra santa religión. Con creces
cumplida, vuestra heroica tarea, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser, con justicia con corona de luz, como
premio a vuestra increíble entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Juan de Capistrano, “predicación viva de Cristo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Octubre
San Juan de Capistrano
Religioso y predicador
Año 1456

Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para defender siempre nuestra amada religión católica. Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).

Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica. Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró de franciscano.

Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en grandes letras: “Soy un miserable pecador”. La gente le silbó y le lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran de religioso.
El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá mucho fruto”(Jn. 12,24).

A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias. Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba “El padre piadoso”, “el santo predicador”. Vibraba en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: “Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será cortado y echado al fuego” (Lc. 3,7).

Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en la mitad de las plazas. Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia 130.

Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las borracheras. Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.

Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil pero en su espíritu era un gigante.

Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes. La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.

Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo: “Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa, se ha declarado en contra de mí”. Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: “Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo”.

Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera. En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.

Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes. Crueldades salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo lo que fuera cristiano católico. Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes.

Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano. El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos:

El primero, convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos.

El segundo, fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente.

Y el tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”. Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.

Jamás empleó armas materiales. Sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación. Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias sino derrotas”. Y los oficiales afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación”.

Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.

Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.

22 octubre, 2015

San Juan Pablo II, Papa

 

¡Oh!, San Juan Pablo II, vos sois el hijo de Dios de la vida
su amado Papa, y santo. Erais el más pequeño de tres hijos 
de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska, y ella, vuestra 
madre, vuestro hermano mayor Edmund y vuestro padre,
fallecieron cuando vos, vivíais. Vuestra hermana Olga, 
murió antes de que nacierais vos. Felizmente, bautizado 
fuisteis y, a los nueve años, hicisteis la Primera Comunión, 
y a los dieciocho, recibisteis la Confirmación. Y, así, 
pudisteis terminar vuestros estudios en la escuela Marcin 
Wadowita de Wadowice, y luego os matriculasteis en la 
Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela 
de teatro. Cuando los nazis, la Universidad, cerraron, vos, 
tuvisteis que trabajar en una cantera y luego en una 
fábrica química para ganaros la vida y evitar deportado 
ser a Alemania. Cuando Dios, os llamó al sacerdocio, 
seguisteis las clases de formación del seminario clandestino 
de Cracovia, y desde allí, hicisteis de promotor del “Teatro 
Rapsódico”. Después de la segunda guerra mundial, 
continuasteis vuestros estudios, en el Seminario Mayor 
de Cracovia en la Facultad de Teología de la Universidad 
Jagellónica, hasta que alcanzasteis vuestra ordenación 
Sacerdotal y, seguidamente enviado fuisteis a Roma, donde 
os doctorasteis en Teología, con una tesis sobre el tema 
de “La fe en las obras de San Juan de la Cruz”. En plenas 
vacaciones, ejercisteis vuestro ministerio pastoral entre 
los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. 
De vuelta a Polonia, fuisteis vicario en diversas parroquias 
de Cracovia y capellán de los universitarios. En la Universidad 
Católica de Lublin sustentasteis la tesis titulada “Valoración
de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base
del sistema ético de Max Scheler”. Después, profesor
de Teología Moral y Etica Social, en el Seminario Mayor
de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
Nombrado por Pío XII, hicisteis de Obispo titular de Olmi y
Auxiliar de Cracovia, recibiendo la ordenación episcopal
en la catedral del Wawel, de manos del Arzobispo Eugeniusz
Baziak. Luego, os nombraron Arzobispo de Cracovia por Pablo
VI, quien os hizo cardenal, con el título de “San Cesareo en 
Palatio”, Diaconía elevada “pro illa vice” a título presbiteral. 
Participasteis en el Concilio Vaticano II contribuyendo 
en la elaboración de la constitución “Gaudium et spes”, y, 
tomasteis parte en las cinco asambleas del Sínodo de los 
Obispos anteriores a vuestro pontificado. Los cardenales
reunidos en Cónclave os eligieron Papa, y tomasteis el nombre
de Juan Pablo II y el veintidós de octubre comenzasteis
solemnemente vuestro ministerio petrino, como el doscientos
sesentaitrés sucesor del Apóstol Pedro. Os dedicasteis, a
vuestro ministerio con incansable espíritu misionero, dedicando
os todas vuestras energías, movido por la “sollicitudo omnium
Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Más
que todos vuestros predecesores os encontrasteis con el pueblo
de Dios y con los jefes de estado de las naciones del mundo.
Vuestro amor a los jóvenes os impulsó a iniciar las Jornadas
Mundiales de la Juventud. Además, vuestra atención hacia
la familia, forjó, los encuentros mundiales de las familias.
Promovisteis el diálogo con los judíos y con los representantes
de las demás religiones, convocándolos a encuentros de oración
por la paz, especialmente en Asís. Bajo vuestra guía, la Iglesia
se acercó al milenio tercero, y, celebrasteis el Gran Jubileo
del año dos mil, con vuestra carta apostólica “Tertio millennio
adveniente” y os asomasteis a la nueva época, tal y conforme
lo habíais escrito en la carta apostólica “Novo millennio ineunte”,
exhortando a la grey del Señor, a seguir el camino del tiempo
futuro. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año
de la Eucaristía, promovisteis la renovación espiritual de la Iglesia.
Proclamasteis a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Sor Faustina es beatificada y canonizada por vos, y declarasteis
que el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la
Misericordia Divina” en el mundo entero y además, establecisteis
que el “Domingo de la Misericordia Divina” sea enriquecido
con la indulgencia plenaria. Ampliasteis el Colegio cardenalicio,
además, convocasteis seis reuniones plenarias del mismo.
Presidisteis las Asambleas del Sínodo de los obispos, escribisteis
Encíclicas, Exhortaciones apostólicas, Constituciones apostólicas
y Cartas apostólicas. Promulgasteis el Catecismo de la Iglesia
Católica, a la luz de la Revelación, del Concilio Vaticano II.
Reformasteis el Código de Derecho Canónico y el Código 
de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizasteis la Curia 
Romana. Publicasteis cinco libros como doctor privado: “Cruzando
el umbral de la esperanza”; “Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal”; “Tríptico romano”;
“Meditaciones”, libro de poesías; “¡Levantaos! ¡Vamos!” y
“Memoria e identidad”. Y, así, después de haber gastado vuestra
santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo para coronada
ser, con justicia con corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Juan Pablo II, “Cristo vivo del amor y la esperanza”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
San Juan Pablo II
Papa
CCLXIV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, Papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. († 2005) 

Ciudad del Vaticano, 26 abril 2014 (VIS).- Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojty?a y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del “Teatro Rapsódico”, también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada “Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado. 

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la “sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno “in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: “Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

Fuente:

21 octubre, 2015

Santa Úrsula

 

¡Oh!; Santa Úrsula, vos, sois la hija del Dios de la vida,
y su amada santa, y que, a imitación y modelo de virtud
y amor a Cristo, “Rey de la vida”, con admiración y 
alegría os veneran las colegialas del mundo, que, desde 
sus claustros, oraciones elevan para que vos, intercedáis
por todas y cada una de sus vidas, protegiéndolas y
alejándolas de las acechanzas del mal. En aquél tiempo,
del mismísimo Atila, propuesta de matrimonio recibisteis,
la misma que al instante rechazasteis y el bárbaro impío,
en cólera y rabia montó, y vuestra vida cegó, luego de
cruel martirio, conjuntamente que vuestras valientes
compañeras, que, de igual forma respondieron para
evitar vejación de su vulgar soldadesca. La Sorbona,
la de Coimbra y la de Viena, todas ellas universidades,
os nombraron su “Santa Patrona”, y, sois además “Patrona
de las jóvenes y las colegialas del mundo”. Y, en vuestro
honor, hoy, una basílica majestuosa se levanta en Colonia,
que perenniza vuestra increíble entrega de amor, como
premio justo a vuestro amor y fidelidad al Dios de la vida;
¡oh!, Santa Úrsula, “todo el amor para Cristo Rey”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
Santa Úrsula
Siglo IV
Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo (c. s. IV).

Etimología: Úrsula = aquella que es como una osita. Viene de la lengua latina.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
En el siglo IX se descubrió en Colonia, Alemania, en una iglesia del siglo VI, un epígrafe enrollado que comienza así: “Martirio de Ursula y 11.000 vírgenes”.

Es un documento que engloba el martirio de estas vírgenes en el lugar sobre el que se construyó una preciosa iglesia.

En la Pasión teatral inventada para narrar su historia, se puede ver que ellas provenían de Inglaterra con Ursula, hija del rey, escapando de los sajones paganos que estaban invadiendo el país.

Cuando su barco llegó a Colonia, Atila el terrible estaba por entonces allí con los Hunos.

Atila, duro, fuerte, de mal carácter y muy pasional quiso casarse con la bella joven Ursula. Las otras se las entregaría a sus soldados para que las violaran o hicieran lo que quisieran con ellas.

Pero el fanfarrón no esperaba la respuesta de estas chicas. Cuando se les acercó y les hizo sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono con la negativa más rotunda que se puede imaginar.
Enfurecido Atila, las mandó matar de la manera más dura posible.

Durante toda la Edad Media corría de pueblo en pueblo un romance en el que se contaba la historia de estas mártires. Tuvo un éxito increíble.

El Instituto de Angela de Mérici, ursulinas, la tomó como patrona de sus obras de apostolado.
Gracias a un cementerio descubierto en Colonia, se pudieron ver los restos de estas valientes chicas que prefirieron la muerte antes que ofender al Señor. Sus reliquias abundan en muchos templos.
El culto a santa Ursula y a sus compañeras se extendió muy pronto, y se levantaron muchas iglesia en su honor.

En el siglo XIII la Sorbona la adoptó como patrona y lo mismo ocurrió en las universidades de Coimbra y de Viena.

(www.es.catholic.net/op/articulos/35145/rsula-y-compaeras-santa.html)

20 octubre, 2015

San Pedro de Alcántara



 
¡Oh!, San Pedro de Alcántara; vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y su eterno penitente, que,
de tal forma, vuestro cuerpo mortificasteis que, de agua
y de alimento lo privasteis. Contemplación, éxtasis, y
visiones de un lado; y oración y predicación del otro,
fueron vuestras armas, por las que, a la conversión
llevasteis a los impíos pecadores de vuestro tiempo y,
que, resumisteis en los “Alcantarinos”, crisol “vivo”
de fe y de esperanza que nos legasteis hasta nuestro
tiempo y, que, ojala, de acicate sirva, para que, os
imiten tanto en la palabra, como en la acción, y, así,
conduzcan a la mies orante y penitente hacia las dulces
alegrías del eterno cielo. Los últimos años de vuestra
vida os dedicasteis a ayudar a Santa Teresa, en la fundación
de la comunidad de “Hermanas Carmelitas”, y dice, ella,
que buena parte de los éxitos que logró, se debió a vos.
Y, así, llegó el tiempo en que, cumplida vuestra misión
en la tierra, voló al cielo vuestra alma, mientras vos,
de rodillas decíais las palabras del Salmo: “¡Que alegría
cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”. Y, más tarde,
Santa Teresa, os vió, y escribió así: “Lo he visto varias
veces en la gloria y me ha conseguido enormes favores de Dios
y me dijo: Felices sufrimientos y penitencias en la tierra,
que me consiguieron tan grandes premios en el cielo”. Santo
Protector de los celadores y guardias del orbe de la tierra;
¡oh!, San Pedro de Alcántara; “penitencia viva de Jesucristo”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Octubre
San Pedro de Alcántara
Penitente


Año 1562 San Pedro de Alcántara; maravilloso penitente: alcánzanos de Dios la gracia de dominar nuestro cuerpo con las debidas mortificaciones, para que él no esclavice a nuestra alma con pecados y malas inclinaciones. Una palabra amable es tan agradable como un buen regalo (S. Biblia 18,17).

Este es un santo que se hizo famoso por sus terribles penitencias. Nació en 1499 en un pueblo de España llamado Alcántara. Su padre era gobernador de la región y su madre era de muy buena familia. Ambos se distinguían por su gran piedad y su excelente comportamiento. Estando estudiando en la universidad de Salamanca se entusiasmó por la vida de los franciscanos porque le parecían gente muy desprendida de lo material y muy dedicada a lo espiritual. Pidió ser admitido como franciscano y eligió para irse a vivir al convento donde estaban los religiosos más observantes y estrictos de esa comunidad. En el noviciado lo pusieron de portero, hortelano, barrendero y cocinero. Pero en este último oficio sufría frecuentes regaños por ser bastante distraído. Llegó a mortificarse tan ásperamente en el comer y el beber que perdió el sentido del gusto y así todos los alimentos le sabían igual. Dormía sobre un duro cuero en el puro suelo. Pasaba horas y horas de rodillas, y si el cansancio le llegaba, apoyaba la cabeza sobre un clavo en la pared y así dormía unos minutos, arrodillado. Pasaba noches enteritas sin dormir ni un minuto, rezando y meditando. Por eso ha sido elegido protector de los celadores y guardias nocturnos.

Con el tiempo fue disminuyendo estas terribles mortificaciones porque vio que le arruinaban su salud. Fue nombrado superior de varios conventos y siempre era un modelo para todos sus súbditos en cuanto al cumplimiento exacto de los reglamentos de la comunidad. Pero el trabajo en el cual más éxitos obtenía era el de la predicación. Dios le había dado la gracia de conmover a los oyentes, y muchas veces bastaba su sola presencia para que muchos empezaran a dejar su vida llena de vicios y comenzaran una vida virtuosa. Prefería siempre los auditorios de gente pobre, porque le parecía que eran los que más voluntad tenían de convertirse. La gente decía que mientras predicaba parecía estar viendo al invisible.

Deseando San Pedro de Alcántara que los religiosos fueran más mortificados y se dedicaran por más tiempo a la oración y la meditación, fundó una nueva rama de franciscanos, llamados de “estricta observancia” (o “Alcantarinos”). El Sumo Pontífice aprobó dicha congregación y pronto hubo en muchos sitios, conventos dedicados a llevar a la santidad a sus religiosos por medio de una vida de gran penitencia. El santo fue atacado muy fuertemente por esta nueva fundación, pero a pesar de tantos ataques, su nueva comunidad progresó notablemente.

En 1560 San Pedro Alcántara se encontró con Santa Teresa, la cual estaba muy angustiada porque algunas personas le decían que las visiones que ella tenía eran engaños del demonio. Guiado por su propia experiencia en materia de visiones, San Pedro entendió perfectamente el caso de esta santa y le dijo que sus visiones venían de Dios y habló en favor de ella con otros sacerdotes que la dirigían.

Santa Teresa en su autobiografía cuenta así algunos datos que el gran penitente le contó a ella. Dice así: “Me dijo que en los últimos años no había dormido sino unas poquísimas horas cada noche. Que al principio su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos 40 años jamás se cubrió la cabeza en los viajes aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba descalzo y su único vestido era un túnica de tela muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, entonces se quitaba el manto y abría la puerta y la ventana de su habitación, para que luego al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra sentir un poquito más de calor. Estaba acostumbrado a comer sólo cada tres días y se extrañó de que yo me maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión de acostumbrarse uno a no comer…”.

Un compañero suyo me contó que a veces pasaba una semana sin comer, y esto sucedía cuando le llegaba los éxtasis y los días de oración más profunda pues entonces sus sentidos no se daban cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero sólo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien”… Formidable retrato de un santo hecho por una santa.

Los últimos años de su vida los dedicó San Pedro de Alcántara en gran parte a ayudar a Santa Teresa a la fundación de la comunidad de Hermanas Carmelitas que ella había fundado, y dicen que buena parte de los éxitos que la santa logró en la extensión de su nueva comunidad se debió a que este gran penitente se valió de toda su influencia para ganar amigos en favor de la comunidad de las Carmelitas.

Cuenta Santa Teresa que San Pedro de Alcántara se le apareció a ella después de muerto y le dijo: “Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo”. Murió de rodillas diciendo aquellas palabras del Salmo: “¡Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”. Santa Teresa escribió: “Lo he visto varias veces en la gloria y me ha conseguido enormes favores de Dios”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro_de_Alcántara.htm)