04 mayo, 2016

Santos Felipe y Santiago, Apóstoles


 

 ¡Oh!, Santos Felipe y Santiago, vosotros sois los hijos
del Dios de la vida, sus amados santos y apóstoles, y que,
la dicha tuvieron de servir a Jesús, Dios y Señor Nuestro.
A vos, Felipe, Jesús, Dios y Señor Nuestro, os preguntó
el día de la multiplicación de los panes así: “¿De dónde
crees tú que podremos conseguir pan para tanta gente?”. Y,
otro día, en el que unos griegos, deseaban hablar con Jesús,
os pidieron que los llevarais hacia Él. Y, en la Última
Cena, fuiste vos, quien le dijo a Jesús: “Señor: muéstranos
al Padre”, y Él, os respondió: “Felipe, quien me ve a Mí,
ve al Padre”. Y, en el día de Pentecostés, recibisteis
junto con los otros apóstoles y Nuestra Señora, la Virgen
María, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Y,
así, lleno de Él, a Bitinia, marchasteis en el Asia Menor,
y allí resucitasteis a un muerto, y entregasteis vuestra
santa vida, crucificado. Vos, por vuestra parte, Santiago,
el mismo Cristo resucitado se os apareció, según San Pablo.
Muy estimado erais en la Iglesia de Jerusalén, tanto que
os llamaban “el obispo de Jerusalén”. Cuando Pedro, liberado
fue por un ángel, os dejó el encargo de comunicaros a vos, y
a los demás. Pablo, de vos, escribe así: “Santiago es, junto
con Juan y Pedro, una de las columnas principales de la Iglesia”.
Vos, redactasteis la carta del Primer Concilio de Jerusalén
para todos los Cristianos y erais llamado “El Santo”, pues,
la gente sabía de que vos, nunca habíais cometido pecado grave.
Nunca, carne comíais, ni tomabais licor. Estabais siempre
de rodillas adorando y orando a Dios en el templo, hasta que
se os formaron callos. Convertisteis a muchos judíos por
vuestra palabra y ejemplo. Un día, el impío Anás II y su banda,
os dijeron: “Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti
grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas
que Jesús no es el Redentor”. Y, vos, les dijisteis: “Jesús
es el enviado de Dios para salvación de los que quieran
salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la
derecha de Dios”. Al oíros, decidieron vuestro fin, y os
arrojaron desde lo alto del templo. Vos, no moristeis, sino
que rezabais de rodillas diciendo: “Padre Dios, te ruego que
los perdones porque no saben lo que hacen”. Antes, habíais
redactado vuestra famosa “Carta de Santiago”, con frases como
estas: “Si alguien se imagina ser persona religiosa y no
domina su lengua, se equivoca y su religión es vana”. “Oh
ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas, prepárense
a grandes castigos del cielo”. “Si alguno está triste, que
rece. Si alguno se enferma, que llamen a los presbíteros
y lo unjan con aceite santo, y esa oración le aprovechará
mucho al enfermo”. Y, aquella, que a los protestantes no gusta:
“La fe sin obras, está muerta”. Hoy, la gloria os envuelve,
pues servisteis a Jesús, y luego os dedicasteis a evangelizar,
hasta la entrega final de vuestras santas vidas, cuyas almas,
al cielo volaron para coronadas ser con sendas coronas de luz
como justo premio a vuestras grandes entregas de amor y fe;
¡Oh!, Santos Felipe y Santiago, “luces vivas de Jesucristo”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Mayo
Santos Felipe y Santiago Apóstoles

San Felipe


El evangelio dice que nació en Betsaida en Galilea. San Juan cuenta que Jesús lo llamó a pertenecer al grupo de sus discípulos al día siguiente de haber llamado a San Pedro y San Andrés. Felipe fue el que llamó a Natanael o Bartolomé y lo llevó a donde Jesús. Cuando el Señor eligió a los 12 apóstoles, uno de los elegidos fue Felipe. Y el día de la multiplicación de los panes, antes de obrar el milagro, Jesús le preguntó a Felipe: “¿De dónde crees tú que podremos conseguir pan para tanta gente?”. Un día en que unos griegos extranjeros quisieron hablar con el Divino Maestro le pidieron a Felipe que los llevara hacia El. Y en la Ultima Cena este fue el apóstol que le dijo a Jesús: “Señor: muéstranos al Padre”, y Jesús le respondió: “Felipe, quien me ve a Mí, ve al Padre”. El día de Pentecostés, Felipe recibió junto con los otros apóstoles y la Virgen María, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

Los narradores antiguos dicen que este Apóstol después de Pentecostés se fue a evangelizar a Bitinia, en el Asia Menor (cerca del Mar Negro). Papías, un autor del siglo II afirma que San Felipe logró el milagro de resucitar a un muerto. Y San Clemente de Alejandría dice que lo hicieron morir crucificado en una persecución contra los cristianos.

Santiago el Menor

Se le llama el Menor para diferenciarlo del otro apóstol, Santiago el Mayor (que fue martirizado poco después de la muerte de Cristo). El evangelio dice que era de Caná de Galilea, que su padre se llamaba Alfeo y que era familiar de Nuestro Señor. Es llamado “el hermano de Jesús”, no porque fuera hijo de la Virgen María, la cual no tuvo sino un solo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, sino porque en la Biblia se le llaman “hermanos” a los que provienen de un mismo abuelo: a los primos, tíos y sobrinos (y probablemente Santiago era “primo” de Jesús, hijo de alguna hermana de la Sma. Virgen). En la S. Biblia se lee que Abraham llamaba “hermano” a Lot, pero Lot era sobrino de Abraham. Y se le lee también que Jacob llamaba “hermano” a Laban, pero Laban era tío de Jacob. Así que el decir que alguno era “hermano” de Jesús no significa que María tuvo más hijos, sino que estos llamados “hermanos”, eran simplemente familiares: primos, etc.

San Pablo afirma que una de las apariciones de Jesús Resucitado fue a Santiago. Y el libro de Los Hechos de los Apóstoles narra cómo en la Iglesia de Jerusalén era sumamente estimado este apóstol. (Lo llamaban “el obispo de Jerusalén”). San Pablo cuenta que él, la primera vez que subió a Jerusalén después de su conversión, fue a visitar a San Pedro y no vio a ninguno de los otros apóstoles, sino solamente a Santiago. Cuando San Pedro fue liberado por un ángel de la prisión, corrió hacia la casa donde se hospedaban los discípulos y les dejó el encargo de “comunicar a Santiago y a los demás”, que había sido liberado y que se iba a otra ciudad (Hech. 12,17). Y el Libro Santo refiere que la última vez que San Pablo fue a Jerusalén, se dirigió antes que todo “a visitar a Santiago, y allí en casa de él se reunieron todos los jefes de la Iglesia de Jerusalén” (Hech. 21,15). San Pablo en la carta que escribió a los Gálatas afirma: “Santiago es, junto con Juan y Pedro, una de las columnas principales de la Iglesia”. (Por todo esto se deduce que era muy venerado entre los cristianos).

Cuando los apóstoles se reunieron en Jerusalén para el primer Concilio o reunión de todos los jefes de la Iglesia, fue este apóstol Santiago el que redactó la carta que dirigieron a todos los cristianos (Hechos 15).

Hegesipo, historiador del siglo II dice: “Santiago era llamado ‘El Santo’. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado rezando en el templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Rezaba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: ‘El que intercede por el pueblo’”. Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Santiago. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: “Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor”. Y Santiago se presentó ante el gentío y les dijo: “Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios”. Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: “Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús”. Y lo llevaron a la parte más alta del templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Santiago no murió de golpe sino que rezaba de rodillas diciendo: “Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen”.

El historiador judío, Flavio Josefo, dice que a Jerusalén le llegaron grandes castigos de Dios, por haber asesinado a Santiago que era considerado el hombre más santo de su tiempo.

Este apóstol redactó uno de los escritos más agradables y provechosos de la S. Biblia. La que se llama “Carta de Santiago”. Es un mensaje hermoso y sumamente práctico. Ojalá ninguno de nosotros deje de leerla. Se encuentra al final de la Biblia. Allí dice frases tan importantes como estas: “Si alguien se imagina ser persona religiosa y no domina su lengua, se equivoca y su religión es vana”. “Oh ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas, prepárense a grandes castigos del cielo”. “Si alguno está triste, que rece. Si alguno se enferma, que llamen a los presbíteros y lo unjan con aceite santo, y esa oración le aprovechará mucho al enfermo” (de aquí sacó la Iglesia la costumbre de hacer la Unción de los enfermos). La frase más famosa de la Carta de Santiago es esta: “La fe sin obras, está muerta”. Es una frase que les disgusta mucho a los protestantes, porque ellos enseñan todo lo contrario. Ellos dicen que para salvarse no hacen falta las buenas obras, sino solamente la fe. Pero el Apóstol Santiago sabía mucho más que ellos, y repite que sin buenas obras, la fe queda muerta.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Felipe_Santiago_5_4.htm)

03 mayo, 2016

Veneración de la Cruz

Santa y maravillosa Cruz de Cristo

¡Oh!, Santa y maravillosa Cruz de Cristo,
Cuenta Eusebio de Cesarea historiador
que Constantino, aún general y de Santa Elena, hijo,
pagano era, pero respetaba a los cristianos y,
  que, teniendo que medir armas con Majencio,
de Roma jefe, la noche anterior a la batalla
un sueño tuvo, en el cual vio una Cruz luminosa
en los aires y oyó una voz que le decía:
“Con este signo vencerás”, y que, Constantino
al empezar batalla mandó colocar la Cruz aquella
en todos los estandartes de sus batallones y
exclamando: “Confío en Cristo en quien cree
mi madre Elena”. Y, cosas de Dios, ¡total fue la victoria!
y aquél general, a ser Emperador llegó y la libertad
para los cristianos decretó, aquella ansiada por tres siglos
en la que venían siendo perseguidos por gobernantes paganos,
¡Oh!, Santa y maravillosa Cruz de Cristo.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santa Cruz de Cristo

Sea la Santa Cruz de Cristo
El signo de mi vida toda
El que hasta el final de mis días
Me recuerde lo que Cristo por mi hizo
Dar su vida sin culpa alguna
Por mis pecados y los del mundo
Y todo por Amor al hombre
¡Oh! Santa Cruz de Cristo.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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 Madero Santo de la Cruz

¡Oh!, Madero Santo de la Cruz;
del cuerpo del Señor Nuestro
reposo cruento, y Santa Elena
de Constantino, madre; él, su
hijo; en Cristo Jesús, creyó
porque entre sueños vio, una
brillante Cruz, y como eco,
una voz que le decía: “con
este signo vencerás”. Y, fue
así, venció Constantino y a
los cristianos libertó. Y,
Elena, en Jerusalén, el Madero
halló y resucitaron muertos y
muchos prodigios incontables
allí se obraron de maravilla
¡oh!, Madero Santo de la Cruz.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Mayo
Veneración de la Santa Cruz
La Invención o hallazgo de la Santa Cruz
Año 326

Una canción religiosa dice: “Venid oh cristianos – la cruz veneremos – la cruz recordemos – de Cristo Jesús”. Tengamos siempre en nuestras casas la Santa Cruz. Un crucifijo que nos recuerde lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos. Y ojalá besemos de vez en cuando sus manos y sus pies. Así lo hacían siempre los santos.


No nos acostemos jamás ni nos levantemos ningún día sin hacer la señal de la cruz, bien hecha, despacio, desde la frente hasta el pecho y del hombro izquierdo hasta el derecho, y pronunciando los tres Santísimos nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto trae bendición y muchos favores celestiales, y aleja al demonio y libra de muchos males y peligros.

Oración

Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Historia

“Con este signo vencerás”. Cuenta el historiador Eusebio de Cesarea que el general Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Y que teniendo que presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio, jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batalla tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía: “Con este signo vencerás”, y que al empezar la batalla mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y que exclamó: “Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena”. Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Emperador y decretó la libertad para los cristianos, que por tres siglos venían siendo muy perseguidos por los gobernantes paganos.


Escritores sumamente antiguos como Rufino, Zozemeno, San Cristótomo y San Ambrosio, cuentan que Santa Elena, la madre del emperador, pidió permiso a su hijo Constantino para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Nuestro Señor. Y que después de muchas y muy profundas excavaciones encontró tres cruces. Y como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud. Y entonces Santa Elena, y el obispo de Jerusalén, Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Y que por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar y que acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.


Por muchos siglos se ha celebrado en Jerusalén y en muchísimos sitios del mundo entero, la fiesta de la Invención o hallazgo de la Santa Cruz el día 3 de Mayo.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Santa_Cruz_5_3.htm)

02 mayo, 2016

San Atanasio




 ¡Oh!, San Atanasio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, que disteis honor a vuestro nombre que
significa “inmortal”. Por un tiempo os retirasteis para
llevar una vida solitaria y luego, os dedicasteis a servir
a Dios. En aquél tiempo vivía Arrio, clérigo de Alejandría,
que, a los fieles confundía con su herejía, de que Cristo
no era Dios por naturaleza. Por ello, se celebró un concilio
en Nicea, cuando vos, erais diácono, acompañando a Alejandro,
obispo de Alejandría, quien refutó con su doctrina, ingenio
y valor tal herejía, y al mismo tiempo defendió la verdad
católica. Cinco meses después de terminado el concilio y
la condenación a Arrio, murió san Alejandro, y vos, fuisteis
patriarca electo de Alejandría y los arrianos no dejaron
de perseguiros. Y, así, desterrado fuisteis por cinco veces
y cuando la autoridad civil quiso obligaros a que recibierais
a Arrio, rechazasteis tal propuesta y jamás lo hicisteis
posible, a pesar de que Constantino, emperador os desterró a
Tréveris, donde permanecisteis hasta la muerte del emperador,
en que regresasteis a Alejandría, para el júbilo de vuestra
gente, que os amaba. Y, así, proseguisteis la lucha contra
los arrianos y por segunda vez, os desterraron, apareciendo
en Roma. Escapaste del arresto de los arrinaos, y os salvó
la divina Providencia, refugiándoos con los anacoretas, hasta
que volvisteis a vuestra sede episcopal, huyendo a los cuatros
meses y después de un cuarto retorno, os obligaron a huir por
quinta vez, para finalmente, vivir en paz en vuestra sede.
Más tarde, voló vuestra alma al cielo, para ser coronada
con corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor.

Defensor de la Encarnación de Cristo, Dios y Señor Nuestro;
¡Oh! San Atanasio, “vivo látigo de fe contra los arrianos”.

 

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Mayo
San Atanasio
Doctor de la Iglesia



Atanasio, nombre que significa “inmortal”, nació en Egipto, en la ciudad de Alejandría, en el año 295. Llegado a la adolescencia, estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a un yermo para llevar una vida solitaria y allí hizo amistad con los ermitaños del desierto; cuando volvió a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.


Era la época en que Arrio, clérigo de Alejandría, confundía a los fieles con su interpretación herética de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para considerar esta cuestión se celebró un concilio (el primero de los ecuménicos) en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría, y con su doctrina, ingenio y valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes y al mismo Arrio en las disputas que tuvo con él.


Cinco meses después de terminado el concilio con la condenación de Arrio, murió san Alejandro, y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo y apelaron a todos los medios para echarlo de la ciudad e incluso de Oriente.


Fue desterrado cinco veces y cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo en el seno de la Iglesia a Arrio, excomulgado por el concilio de Nicea y pertinaz a la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.


Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, tuvo que emprender el camino del destierro que lo condujo a Roma.


Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero llegó a tanto el encono de sus adversarios, que enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.


San Atanasio es el prototipo de la fortaleza cristiana. Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras, muy estimadas, por las cuales ha merecido el honroso título de doctor de la Iglesia.


Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Fiesta de María Reparadora. Santos: Félix, Flaminia, Saturnino, Germán, Celestino, Exuperio, Ciriaco, Teódulo, Florencio, Eugenio, Longinos, Zoe, mártires; Antonino Pierozzi, confesor; Daniel, monje.



01 mayo, 2016

San José Obrero

 


¡Oh!, San José Obrero, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, Amado Padre putativo de Jesús, y hoy,
la Iglesia toda, como Patrono del trabajo, os recuerda
porque vos, encarnasteis, con vuestro humilde oficio
de carpintero, el más alto encargo que hombre alguno
haya recibido de Dios Padre, conjuntamente con María
Santísima, que es, el de amor y sustento cubrir al
Redentor de nuestras vidas, Nuestro Señor Jesucristo,
Dios y Señor Nuestro. Pablo Sexto,, de vuestra vida
virtuosa y ejemplar escribió así: “Vosotros, los hijos
del trabajo, que durante siglos habéis sido los esclavos
de la labor, buscad a aquel que declara que la vida es
sagrada, que el obrero es libre de las cadenas, que la
primacía del materialismo y del egoísmo económico ha
soldado no sólo en torno de los puños de los trabajadores,
sino en torno de su corazón y de su espíritu. Buscad
un principio, una razón que haga a los hombres iguales,
solidarios entre sí, y que les devuelva la fraternidad.
Y ello no en el odio contra otros hombres. Ya que todos
viven en una comunidad natural, que traten de formar
una sociedad humana y que sientan la grandeza de ser
un pueblo”. Vos, siempre os mostrasteis justo y vuestra
vida la pasasteis en meditación y oración. Y, así, llagando
vuestras manos santas, sustento disteis a vuestra familia.
“Maestro del silencio” como erais, la dignidad con el trabajo
nos recordáis, sus derechos y sus deberes a diario. Y,
lleváis sobre vos, la más grande presea de haber sido,
el único hombre que con Cristo Jesús compartisteis,
vuestra tarea diaria. San Juan Pablo, Segundo, enseña
que “los hombres descubren pronto la cruz en su trabajo,
y por ello, el esfuerzo humano es redentor, pues Cristo
lo ha unido a su pasión: también él fue obrero y predicó
su evangelio del trabajo”, para enseñanza de hombres y
mujeres del mundo. Hoy, vos, sabéis que vivís, de gloria
pleno, como premio a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San José obrero, “vivo silencio del trabajo por Cristo”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1° de Mayo
San José, Obrero


Hoy la Iglesia recuerda, en el día de los trabajadores, a san José, obrero. Pablo VI se ha expresado al respecto: “Vosotros, los hijos del trabajo, que durante siglos habéis sido los esclavos de la labor, buscad a aquel que declara que la vida es sagrada, que el obrero es libre de las cadenas que la primacía del materialismo y del egoísmo económico ha soldado no sólo en torno de los puños de los trabajadores, sino en torno de su corazón y de su espíritu… Buscad un principio, una razón que haga a los hombres iguales, solidarios entre sí, y que les devuelva la fraternidad. Y ello no en el odio contra otros hombres… Ya que todos viven en una comunidad natural, que traten de formar una sociedad humana y que sientan la grandeza de ser un pueblo”.

El mundo humano es el mundo del trabajo, hecho por la inteligencia, a través de las manos que en medio de la naturaleza señalaron el camino del progreso y la cultura. Dios concedió manos a otras especies, pero sólo a la mano del hombre le dio el carácter de herramienta. Toda la técnica sobre la cual se asienta la civilización es prolongación de esa mano que Dios otorgó al hombre.

Hoy celebramos al padre nutricio de Jesús, justo y humilde carpintero de Nazaret, que pasa la vida no sólo en la meditación y la oración, sino también en las fatigas de su artesanía. José es el símbolo de la prudencia, del silencio, de la generosidad, de la dignidad y de la aplicación en el trabajo; también lo es de los derechos y de los deberes respecto del trabajo.

San José fue un auténtico obrero en el pleno sentido de la palabra, y el único hombre que compartió con el Hijo de Dios la tarea de todos los días.

Recordamos hoy a todos los trabajadores de nuestra patria y del mundo, pidiendo al cielo para que sean instrumento de paz, de evangelización, de serena inteligencia, de valor y de confianza en sí mismos, de esperanzas de bien y de fervientes voluntad, dignos y sin retaceos en la hermandad de los hombres. Hoy la Iglesia recuerda, en el día de los trabajadores, a san José, obrero.

Juan Pablo II enseña que los hombres descubren pronto la cruz en su trabajo; precisamente por ello el esfuerzo humano es redentor, pues Cristo lo ha unido a su pasión: también él fue obrero y predicó su evangelio del trabajo conociendo íntimamente esta realidad que tiene por protagonistas a todos los hombres y mujeres del mundo.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Nuestra Señora de Estíbaliz. Santos: Jeremías, profeta; Amador, Asaf, obispos; Orencio, Paciencia, Columba, Anonimata, Andéolo, Segismundo, rey, mártires; Peregrino, Isidora, Arnulfo, Cariulfo, Domardo, Ricardo Pampuri, confesores; Grata, viuda.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/José_obrero.htm)

30 abril, 2016

San Pío Quinto






¡Oh!, San Pío Quinto, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su Papa y, el mismo que, a los ejércitos vencedores de Lepanto,
felicitasteis diciéndoles: “No fueron las técnicas, no fueron
las armas, las que nos consiguieron la victoria. Fue la
intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios”.
Significa vuestro nombre: “el piadoso” o el que cumple sus
deberes con Dios, y vos, lo hicisteis de manera increíble.
Y, dominico ya, fuisteis de novicios Maestro, de conventos
Superior, y claro, Santo Padre. Vos, alertasteis sobre
los errores de los protestantes, y opusisteis resistencia a
su avance, con el costo, de perder vuestra santa vida. Erais,
bondadoso y generoso, con los creyentes, pero, con los herejes
uso hicisteis de vuestras dotes oratorias, confundiéndolos y
haciéndolos tornarse a la casa de Dios. San Carlos Borromeo,
os defendió para elegido ser Papa, cosa que lograsteis. Vos,
dabais la impresión de ser jn sencillo y simple monje, antes
que Papa, pues vuestro modo de vivir, de rezar, de comer y
de mortificaros, así lo evidenciaba. Vuestro claustro romano,
nos recuerda que teníais tres devociones: La Eucaristía,
el Rosario, y, la Santísima Virgen, la más grande. visitabais
hospitales a menudo y de igual forma las casas de los Pobres.
Vos, la custodia llevabais, con los ojos fijos en la Santa
Hostia. Un Nuevo Misal y una nueva edición de “La Liturgia
de Las Horas” y el “Catecismo Universal, publicasteis. La
enseñanza de la doctrina de Santo Tomás de Aquino, alentasteis
en los seminarios. Y, a cuenta vuestra, una armada organizasteis
contra los turcos y venciéndolos, vos, mismo dijisteis aquella
mañana gloriosa: “Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la
Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria”. Y,
así, cumplida vuestra tarea, voló vuestra alma al cielo para
coronada ser, con corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Pío Quinto, “vivo Amor a Dios y a María Santísima”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de Abril
San Pío V
Sumo Pontífice
(1572)


Es interesante el mensaje que el Pontífice envió felicitando a los ejércitos vencedores. Dice así: “No fueron las técnicas, no fueron las armas, las que nos consiguieron la victoria. Fue la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios”.

Oración

En este tiempo de tanta proliferación de protestantismo por todas partes, que este valiente defensor de la Iglesia ruegue por nosotros. “Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen hará mucho por ti”
Historia

Pío significa: el piadoso que cumple bien sus deberes con Dios. Se llama Quinto, porque antes de él hubo otros cuatro Pontífices que llevaron el nombre de Pío. Nació en un pueblo llamado Bosco, en Italia, en 1504. Sus padres eran muy piadosos pero muy pobres. Aunque era un niño muy inteligente, sin embargo hasta los 14 años tuvo que dedicarse a cuidad ovejas en el campo, porque los papás no tenían con qué costearle estudios. Pero la vida retirada en la soledad del campo le sirvió mucho para dedicarse a la piedad y a la meditación, y la gran pobreza de la familia le fue muy útil para adquirir gran fortaleza para soportar los sufrimientos de la vida.

Más tarde será también Pastor de toda la Iglesia. Una familia rica notó que su hijo Antonio se comportaba mejor desde que era amigo de nuestro santo, y entonces dispuso costearle los estudios para que acompañaran a Antonio y le ayudara a ser mejor. Y así pudo ir a estudiar con los Padres Dominicos y llegar a ser religiosos de esa comunidad. Nunca olvidará el futuro Pontífice este gran favor de tan generosa familia. En la comunidad le fueron dando cargos de muchos importancia: Maestro de novicios, Superior de varios conventos. Y muy pronto el Sumo Padre, el Papa, lo nombró obispo. Tenía especiales cualidades para gobernar.

Como el protestantismo estaba invadiendo todas las regiones y amenazaba con quitarle la verdadera fe a muchísimos católicos, el Papa nombró a nuestro santo como encargado de la asociación que en Italia defendía a la verdadera religión. Y él, viajando casi siempre a pie y con gran pobreza, fue visitando pueblos y ciudades, previniendo a los católicos contra los errores de los evangélicos y luteranos, y oponiéndose fuertemente a todos los que querían atacar nuestra religión. Muchas veces estuvo en peligro de ser asesinado, pero nunca se dejaba vencer por el temor. Con los de buena voluntad era sumamente bondadoso y generoso, pero para con los herejes demostraba su gran ciencia y sus dotes oratorias y los iba confundiendo y alejando, en los sitios a donde llegaba.

El Papa, para premiarles sus valiosos servicios y para tenerlo cerca de él como colaborador en Roma, lo nombró Cardenal y encargado de dirigir toda la lucha en la Iglesia Católica en defensa de la fe y contra los errores de los protestantes.

Al morir el Papa Pío IV, San Carlos Borromeo les dijo a los demás cardenales que el candidato más apropiado para ser elegido Papa era este santo cardenal. Y lo eligieron y tomó el nombre de Pío Quinto. Antes se llamaba Antonio Chislieri.

Antes se acostumbraba que al posesionarse del cargo un nuevo Pontífice, se diera un gran banquete a los embajadores y a los jefes políticos y militares de Roma. Pío Quinto ordenó que todo lo que se iba a gastar en ese banquete, se empleará en darles ayudas a los pobres y en llevar remedios para los enfermos más necesitados de los hospitales.

Cuando recién posesionado, iba en procesión por Roma, vio en una calle al antiguo amigo Antonio, aquel cuyos papás le habían costeado a él los estudios y lo llamó y lo nombró gobernador del Castillo Santángelo, que era el cuartel del Papa. La gente se admiró al saber que el nuevo Pontífice había sido un niño muy pobre y comentaban que había llegado al más alto cargo en la Iglesia, siendo de una de las familias más pobres del país.

Pío Quinto parecía un verdadero monje en su modo de vivir, de rezar y de mortificarse. Comía muy poco. Pasaba muchas horas rezando. Tenía tres devociones preferidas La Eucaristía (celebraba la Misa con gran fervor y pasaba largos ratos de rodillas ante el Santo Sacramento) El Rosario, que recomendaba a todos los que podía. Y la Santísima Virgen por la cual sentía una gran devoción y mucha confianza y de quién obtuvo maravillosos favores.

Las gentes comentaban admiradas: “- Este sí que era el Papa que la gente necesitaba”. Lo primero que ordenó fue que todo obispo y que todo párroco debía vivir en el sitio para donde habían sido nombrados (Porque había la dañosa costumbre de que se iban a vivir a las ciudades y descuidaban la diócesis o la parroquia para la cual los habían nombrado). Prohibió la pornografía. Hizo perseguir y poner presos a los centenares de bandoleros que atracaban a la gente en los alrededores de Roma. Visitaba frecuentemente hospitales y casas de pobres para ayudar a los necesitados. Puso tal orden en Roma que los enemigos le decían que él quería convertir a Roma en un monasterio, pero los amigos proclamaban que en 300 años no había habido un Papa tan santo como él.

Las gentes obedecían sus leyes porque le profesaban una gran veneración. En las procesiones con el Santísimo Sacramento los fieles se admiraban al verlo llevar la custodia, con los ojos fijos en la Santa Hostia, y recorriendo a pie las calles de Roma con gran piedad y devoción. Parecía estar viendo a Nuestro Señor.
Publicó un Nuevo Misal y una nueva edición de La Liturgia de Las Horas, o sea los 150 Salmos que los sacerdotes deben rezar. Publicó también un Catecismo Universal. Dio gran importancia a la enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino en los seminarios, porque por no haber aprendido esas enseñanzas muchos sacerdotes se habían vuelto protestantes.

Aunque era flaco, calvo, de barba muy blanca y bastante pálido las gentes comentaban: “El Papa tiene energías para diez años y planes de reformas para mil años más”.

Los mahometanos amenazaban con invadir a toda Europa y acabar con la Religión Católica. Venían desde Turquía destruyendo a sangre y fuego todas las poblaciones católicas que encontraban. Y anunciaron que convertirían la Basílica de San Pedro en pesebrera para sus caballos. Ningún rey se atrevía a salir a combatirlos.

Pío Quinto con la energía y el valor que el caracterizaban, impulsó y buscó insistentemente la ayuda de los jefes más importantes de Europa. Por su cuenta organizó una gran armada con barcos dotados de lo mejor que en aquel tiempo se podía desear para una batalla. Obtuvo que la república de Venecia le enviara todos sus barcos de guerra y que el rey de España Felipe II le colaborase con todas sus naves de combate. Y así organizó una gran flota para ir a detener a los turcos que venían a tratar de destruir la religión de Cristo. Y con su bendición los envió a combatir en defensa de la religión.

Puso como condición para estar seguros de obtener de Dios la victoria, que todos los combatientes deberían ir bien confesados y habiendo comulgado. Hizo llegar una gran cantidad de frailes capuchinos, franciscanos y dominicos para confesar a los marineros y antes de zarpar, todos oyeron misa y comulgaron. Mientras ellos iban a combatir en las aguas del mar, el Papa y las gentes piadosas de Roma recorrían las calles, descalzos, rezando el rosario para pedir la victoria.

Los mahometanos los esperaban en el mar lejano con 60 barcos grandes de guerra, 220 barcos medianos, 750 cañones, 34,000 soldados especializados, 13,000 marineros y 43,000 esclavos que iban remando. El ejército del Papa estaba dirigido por don Juan de Austria (hermano del rey de España). Los católicos eran muy inferiores en número a los mahometanos. Los dos ejércitos se encontraron en el golfo de Lepanto, cerca de Grecia.

El Papa Pío Quinto oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios la victoria de los cristianos. Los jefes de la armada católica hicieron que todos sus soldados rezaran el rosario antes de empezar la batalla. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a las naves católicas y por eso había que emplear muchas fuerzas remando. Y he aquí que de un momento a otro, misteriosamente el viento cambió de dirección y entonces los católicos, soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Uno de esos soldados católicos era Miguel de Cervantes. El que escribió El Quijote.

Don Juan de Austria con los suyos atacó la nave capitana de los mahometanos donde estaba su supremo Almirante, Alí, le dieron muerte a éste e inmediatamente los demás empezaron a retroceder espantados. En pocas horas, quedaron prisioneros 10,000 mahometanos. De sus barcos fueron hundidos 111 y 117 quedaron en poder de los vencedores. 12,000 esclavos que estaban remando en poder de los turcos quedaron libres.

En aquel tiempo las noticias duraban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos de Roma. Pero Pío Quinto que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de pronto se asomó a la ventana, miró hacia el cielo, y les dijo emocionado: “Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria”. Varios días después llegó desde el lejano Golfo de Lepanto, la noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que en las letanías se colocara esta oración “María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros” (propagador del título de Auxiliadora fue este Pontífice nacido en un pueblecito llamado Bosco. Más tarde un sacerdote llamado San Juan Bosco, será el propagandista de la devoción a María Auxiliadora).

Pío V murió el 1 de mayo de 1572 a los 68 años de edad y fue declarado santo por el Papa Clemente XI en 1712.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/PíoV_4_30.htm)
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29 abril, 2016

Santa Catalina de Siena





¡Oh!, Santa Catalina de Siena, vos, sois la hija del Dios
de la vida, virgen y Doctora de la Iglesia, que honor disteis
al significado de vuestro nombre: “Pura”, y que desde pequeña
crecisteis en entendimiento, virtud y santidad, por ello,
Dios, os concedió vuestra primera visión, que os inclinó
a la vida virtuosa, pues cuando cruzabais una calle con vuestro
hermano Esteban, al Señor visteis, rodeado de ángeles, y que
os sonreía y a la vez, os impartía su bendición. Mas tarde,
Vuestro padre, quiso casaros con un hombre rico, pero vos,
erais ya, de Dios, y vuestro padre, contrariado, os sometió
a servicios humillantes en vuestra casa. Pero, vos, caíais
en éxtasis y así, os era fácil de sobrellevar tales pruebas.
Finalmente, os admitieron en la tercera orden de Santo Domingo
y seguisteis siendo laica. A los veinticinco años, comenzasteis
vuestra vida pública, como conciliadora de paz entre soberanos
y aconsejando a los príncipes. Por ello, Gregorio XI Papa,
dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Él, y Urbano VI,
se sirvieron de vos, como embajadora. Aunque analfabeta,
dictasteis un maravilloso libro titulado “Diálogo de la divina
providencia”, donde recogisteis vuestras experiencias místicas
y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación.
Vuestras trescientas setenta y cinco cartas son consideradas
obra clásica y de gran profundidad teológica. Por ello, se os
considera una de las mujeres más ilustres de la edad media y,
maestra también en el uso de la lengua Italiana. Y, así, luego
de haber gastado vuestra santa y corta vida en buena lid,
voló vuestra alma a la cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como justo premio, a vuestra entrega de amor y fe.
Patrona de Siena, Italia y Santa Protectora del pontificado;
¡Oh!, Santa Catalina de Siena, “viva pureza del Dios de la vida.”

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Abril
Santa Catalina de Siena
Virgen y Doctora de la Iglesia


Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa “Pura”) era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa. Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.

Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios mas humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.

Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de “la gran mortandad”, pereció más de la tercera parte de la población de Siena.

A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.

Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado Diálogo de la divina providencia, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua Italiana.

Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado.

El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia. Ella, Santa Teresa de Avila y Santa Teresita de Lisieux son las tres únicas mujeres que ostentan este título.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Paulino, Severo, obispos; Agapio, Secundino, Tíquico, Torpetes, Emiliano, mártires; Pedro de Verona; Roberto (Bob, Boby), monje; Tértula, Antonia, vírgenes; Hugo, abad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Catalina_de_Siena.htm)

28 abril, 2016

San Luis María de Monfort

 


¡Oh!, San Luis María de Monfort; vos sois, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y de multitudes predicador y
conversor. Aquél, al que ni las piedras del camino podían
resistirse, y, del “pecado” quedaban también libres. A vos,
que de Jesús y María os hicisteis su grande y fiel amigo,
devoción y constantes rezos y oración, unida a vuestro
Rosario Santo, en defensa del maligno, ofrecisteis toda
vuestra santa vida. Padre de los pobres, de los huérfanos
defensor y, de los pecadores reconciliador. “¿Aman a Nuestro
Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios?
¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?” Vos, preguntabais a
las gentes de vuestro tiempo que, os escuchaban y os seguían
donde ibais. “Ha nacido en mí una confianza sin límites
en Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. Así, decíais,
pues miedo no teníais al ingresar las cantinas, a los sitios
de juego, ni a los lugares de perdición, pues allí, resuelto
ibais, a almas, al diablo quitarle, pues llevabais con vos,
a vuestros amados defensores de toda vuestra vida: Jesús y
María. A Roma, fuisteis a pie y pidiendo limosna y a Dios
rogando la eficacia de la palabra, obteniéndola al instante
y de tal forma, que, al oíros hasta los montes, caminos y
piedras se convertían. Clemente XI Papa, os dio el título
de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas
partes. En cada pueblo, caserío y estancia donde predicabais
dejabais una Cruz, como señal de vuestro paso, y de haber
enseñado amor por los sacramentos, por el rezo del Santo
Rosario, la frecuente confesión y comunión y la devoción a
Nuestra Señora. “Donde la Madre de Dios llega, no hay diablo
que se resista”. Decíais vos. Como huella de vuestro amor,
en este mundo la comunidad de los Padres Monfortianos y
la de las Hermanas de la Sabiduría, dejasteis. Alguien
en vuestra tumba escribió lo que vos significasteis en vida:
“¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a
quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para
todos, Luis María Grignon Monfort. ¿Preguntas por su vida?
No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna
más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente.
¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y
enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro
descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos,
y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte fue
semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios,
voló al cielo a los 43 años de edad”. ¡Luz y gloria para vos!;
¡Oh!, San Luis María de Monfort; “vivo Jesús, María y José”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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28 de Abril
San Luis María Grignon de Monfort
Fundador
(1716)


“A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”.
 
San Luis María Grignon de Monfort
El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:

“Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es”.

Su Vida

Es el fundador de los padres Monfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Monfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: “Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?”. El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Monfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Monfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlar con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

Monfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: “¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?”.

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: “Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. 

Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Monfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: “El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros”. Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que “donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista”. Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Monfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Monfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre “Compañía de María”) y las Hermanas de la Sabiduría.

Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

Oración

San Luis Grignon de Monfort, ruega a la Virgen Santísima que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen a hacer y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de San Luis de Monfort dice:

¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignon Monfort.
¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Luis_Monfort_4_28.htm)