21 diciembre, 2023

San Pedro Canisio, Evangelizador, Predicador y Escritor

 San Pedro Canisio

 

¡Oh!, San Pedro Canisio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo y, que, por Él, llamado
os pusisteis a trabajar en Sus cosas. Dotado de
talento predicador y de escritor eximio, como
estabais; se os recuerda de justa manera, como uno
de los creadores de la prensa Católica y difusor
de su santa doctrina. De lleno os disteis, y, sin
tregua hasta el final de vuestros santos días,
al trabajo, tanto en la palabra, como en la obra.
La gente de vuestro tiempo lo sabía y vuestros
detractores también, por ello la «Buena Nueva»
defendisteis con ardor de corazón. En vuestros
escritos, oro en letras dejasteis, recomendando,
lo bien que hacen para el alma, las buenas lecturas
y el depositar nuestro amor y confianza en María
Santa. ¿Qué premio gozáis vos, por tan denodado
trabajo? Sin duda alguna, la corona de luz os
fue impuesta, como justo premio, a vuestro amor;
¡oh!, Segundo evangelizador de Alemania, ¡Aleleuya!
¡oh!, San Pedro Canisio, «viva verdad y luz del Dios Vivo”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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21 de Diciembre
San Pedro Canisio
Predicador, escritor
Año 1597

Este santo ha sido llamado: “El segundo evangelizador de Alemania” (después de San Bonifacio). Se le venera como uno de los creadores de la prensa católica y fue el primero del numeroso ejército de escritores jesuitas.

Nació en Holanda (en Nimega) en 1521. Su padre fue por nueve veces alcalde de su ciudad. Quedó huérfano de madre siendo él aún muy pequeño, pero su madrastra fue para él una segunda madre y fue educado en un gran temor de ofender a Dios. Él se quejaba de que en sus primeros años había perdido mucho tiempo dedicándose más a los juegos que a los estudios, pero luego se consagró de tal manera a estudiar que a los 19 años ya consiguió la licenciatura en teología.

Para complacer a su padre se dedicó a especializarse en abogacía, pero luego de hacer unos Ejercicios Espirituales con el Padre Fabro (que era compañero de San Ignacio) se entusiasmó por la vida religiosa, hizo votos o juramento de permanecer siempre casto, y prometió a Dios hacerse jesuita.

Fue admitido en la comunidad y los primeros años de religioso los pasó en Colonia (Alemania) dedicado a la oración, el estudio, la meditación y la ayuda a los pobres. La cuantiosa herencia que recibió de sus padres la repartió la mitad entre los pobres y la otra mitad para ayudar a obras sociales de su comunidad.

Desde sus primeros años de su sacerdocio empezó a brillar como un gran predicador. Cuando joven era impresionante su carácter batallador y amigo de las polémicas y discusiones, y estas aptitudes le van a ser muy útiles, porque durante toda su vida tendrá que batallar muy fuertemente en todas partes contra los protestantes.

Siempre fue muy caritativo y amable con las personas que le discutían, pero tremendo e incisivo contra los errores de los protestantes (Tanto que estos haciendo alusión a su apellido lo llamaban el can que defiende a los católicos). Decía a sus sacerdotes: “no hieran, no humillen, pero defiendan la religión con toda su alma”.

San Pedro Canisio tenía una especial cualidad para resumir las enseñanzas de todos los grandes teólogos y presentarlas de manera sencilla para que las entendiera el pueblo. Y así logró redactar dos catecismos, uno resumido y otro explicado. Estos dos libros fueron traducidos a 24 idiomas en la vida del autor, y en Alemania se propagaron por centenares de miles (junto con los de otros dos jesuitas, el Padre Astete y San Roberto Belarmino, San Pedro Canisio es de los que más éxitos logró obtener con su Catecismo).

San Ignacio y el Sumo Pontífice, aprovechando sus enormes cualidades como predicador y defensor de la Iglesia contra los protestantes, le encargaron muchísimas labores de apostolado. Como superior provincial de los jesuitas en Alemania recorrió a pie y a caballo diez mil kilómetros predicando, enseñando catecismo, propagando buenos libros y defendiendo la religión.En los treinta años de su incansable labor de misionero recorrió treinta mil kilómetros por Alemania, Austria, Holanda e Italia. Parecía incansable. A quien le recomendaba descansar un poco le respondía: “Descansaremos en el cielo”.

Por muchas ciudades de Alemania fue fundando colegios católicos para formar religiosamente a los alumnos. A la universidad Católica la transformó y le dio una gran celebridad. Y ayudó a fundar numerosos seminarios para la formación de los futuros sacerdotes. Alemania, después de San Pedro Canisio, era ya otro país distinto y mucho más católico que cuando él empezó a trabajar allí.

San Pedro Canisio se dio cuenta del inmenso bien que hacen las buenas lecturas. Por eso recorría el país propagando los buenos libros y se propuso formar una asociación de escritores católicos. Él sabía muy bien que un buen libro puede hacer mayor bien que un sermón y que las buenas lecturas logran llegar a donde ni sacerdotes ni religiosos logran ir a llevar mensajes religiosos. Aún ya anciano y muy débil y casi paralizado, seguía escribiendo con la ayuda de un secretario, libros religiosos para el pueblo. Al morir tenía la satisfacción de haber ayudado a formar varias editoriales católicas muy bien organizadas.

Estando en Friburgo el 21 de diciembre de 1597, junto con varios padres jesuitas, después de haber rezado con ellos el santo rosario, su devoción favorita, de pronto exclamó lleno de alegría y emoción: “Mírenla, ahí esta. Ahí está”. Y murió. Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo para el cielo.

El Sumo Pontífice Pío XI, después de canonizarlo, lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1925.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Pedro_Canisio.htm)

20 diciembre, 2023

Santo Domingo de Silos Abad, "El Taumaturgo orante"

Santo Domingo de Silos


¡Oh! Santo Domimgo de Silos, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, y que, hicisteis honor a vuestro nombre: “el
que está consagrado a Dios”. En realidad sois el primer
santo que lleváis este nombre, aunque en el pasado erais
pastor de ovejas, el resto de vuestra vida lo pasasteis
como pastor de almas, y que, despertó en vuestro espíritu
el gusto por la soledad y la oración contemplativa. En
un principio, pensabais retiraros al desierto para vivir
en la soledad absoluta, pero en sueños recibisteis un
aviso de que era mejor entrar de religioso. Y, así fue.
Entrasteis con los Padres Benedictinos en el monasterio
de san Millán de la Cogolla y allí hicisteis grandes
progresos espirituales, recibiendo de Dios el don de saber
interpretar las enseñanzas de la Sagrada Biblia. Y erais
extraordinario, que llegasteis a ser superior del convento.
Un día el rey de Navarra os exigió los cálices sagrados
y lo más valioso de vuestro convento, para dedicarlo a los
gastos de la guerra y vos, lo enfrentasteis valientemente
diciéndole: “Puedes matar el cuerpo y a la carne hacer
sufrir. Pero sobre el alma no tienes ningún poder. El
evangelio me lo ha dicho, y a él debo creer. Que sólo al
que al infierno puede echar el alma, a ese debo temer”.
Y no le entregasteis al rey ninguna de las posesiones
sagradas de vuestro monasterio. El rey montado en cólera
y lleno de indignación os desterró. Pero, el rey Fernando
de Castilla, os mandó llamar y os confió el Monasterio
de Silos, que estaba en total abandono tanto en lo material
como en lo espiritual, sin files o de total abandono. Vos,
volvisteis a demostrar ser un verdadero administrador,
un talento para la restauración. Y erigisteis un monasterio
ideal. Una casa donde todos se dedicaban a trabajar, rezar,
cantar, hacer progresar el monasterio y ganarse así un
buen premio para el cielo. Vos, además, libertasteis a
muchos cristianos que estaban prisioneros y esclavos de
los musulmanes. Así estabais vos, preparando lo que más
adelante harían los Padres Mercenarios con San Pedro Nolasco.
No negabais a nadie, ningún favor cuando podíais hacerlo.
Vos, obtuvisteis de Dios muchísimos milagros para quienes
se encomendaban a vuestras oraciones. Vos, llegasteis
a anunciar la fecha de vuestra propia muerte. Noventa y sies
años después de vuestra muerte, vos, os aparecisteis en
sueños a la mamá de Santo Domingo de Guzmán para anunciarle
que tendría un hijo que sería un gran apóstol. Por ello,
cuando el niño nació os pusieron el nombre de Domingo
en honor de vos, «santo de Silos». Y, así y después de
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma
al cielo para coronada ser con corona de luz y eternidad;
¡Oh! Santo Domingo de Silos, «viva consagración al Dios Vivo».


© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Diciembre
Santo Domingo de Silos
Abad
Año 1073



Santos como el de hoy, que nos siga mandando Dios siempre y en todas partes. Amén. Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Jesucristo).

Domingo significa: “el que está consagrado a Dios”. (Dominus: Dios). Domingo de Silos es el primer santo que lleva este nombre. Después de él muchos santos más llevarán tan hermoso nombre.

Nació en La Rioja, España, cerca del año 1000. Era hijo de agricultores, y sus primeros años los pasó como pastor de ovejas. El resto de su vida lo pasará como pastor de almas. El oficio del pastor despertó en su espíritu el gusto por la soledad y por la oración contemplativa. Pensaba retirarse al desierto a vivir vida de soledad absoluta, pero en sueños recibió un aviso de que era mejor entrar de religioso.

Entró de religioso con los Padres Benedictinos en el famoso monasterio de san Millán de la Cogolla y allí hizo grandes progresos espirituales, y recibió de Dios el don de saber interpretar muy bien las enseñanzas de la Sagrada Biblia. Y tenía tan buenas cualidades que llegó a ser superior del convento. En sólo dos años restauró totalmente aquella edificación que ya estaba deteriorada.

Un día llegó un rey de Navarra a exigirle que le entregara los cálices sagrados y lo más valioso que hubiera en el convento, para dedicar todo esto a los gastos de guerra. Santo Domingo se le enfrentó valientemente y le dijo: “Puedes matar el cuerpo y a la carne hacer sufrir. Pero sobre el alma no tienes ningún poder. El evangelio me lo ha dicho, y a él debo creer – que sólo al que al infierno puede echar el ama, a ese debo temer”. Y no le entregó al rey ninguna de las posesiones sagradas del monasterio.

El rey de Navarra, lleno de indignación desterró al abad Domingo, y lo hizo salir de allí, pero fue un destierro inmensamente provechoso, porque al saberlo el rey Fernando I de Castilla, lo mandó llamar y le confió el Monasterio de Silos, que estaba en un sitio estéril y alejado y se hallaba en estado de total abandono y descuido, tanto en lo material como en lo espiritual.

Domingo demostró ser un genio organizador, un talento para la restauración. Levantó un monasterio ideal. Una hermosa capilla, con una sacristía que es una obra de arte. Hizo un gran salón para que los monjes se dedicaran a copiar las Sagradas Escrituras y las obras de los santos (en ese tiempo no había imprentas). Formó una biblioteca llena de los mejores libros de ese tiempo. Organizó una droguería en la cual las gentes de los alrededores encontraban remedios baratísimos (y muchas veces regalados, para los más pobres).

Aquella casa se volvió un hervidero de trabajadores. Unos cultivaban plantas de uvas, o árboles de olivos; otros se dedicaban a escribir o pintar. Era una casa donde todos se dedicaban a trabajar, rezar, cantar, hacer progresar el monasterio y ganarse así un buen premio para el cielo. Aquel inmenso edificio estaba siempre abierto para solucionar las miserias de los vecinos. El Monasterio de Silos llegó a ser uno de los más famosos de España.

Santo Domingo de Silos se propuso reunir ayudas para libertar a los cristianos que estaban prisioneros y esclavos de los musulmanes, y logró libertar a más de 300. Por eso lo pintan casi siempre acompañado de hombres con cadenas, a los cuales les consiguió la libertad. Así estaba él preparando lo que más tarde harían los Padres Mercenarios con San Pedro Nolasco, libertando cautivos.

El santo no era capaz de negar un favor cuando podía hacerlo. De todas partes llegaban gentes a pedir ayudas. Pero también sabía no dejarse engañar. Una vez llegaron unos mentirosos a pedirle vestidos y para conmoverlo dejaron sus mejores ropas escondidas en una cueva cercana y se presentaron vestidos de harapos. El santo se dio cuenta de esto y envió a un monje a que trajera esos vestidos y con ellos hizo un gran paquete y le dijo a los pedigüeños: – “Con mucho gusto les damos la ropa que necesitan. Tomen este paquete lleno de ropa y vayan a la cueva cercana y allá se la reparten”. Ellos se fueron muy contentos y al llegar allá se dieron cuenta de que eran los mismos vestidos que habían dejado allí escondidos.


Una noche llegaron unos ladrones a robarse toda la cosecha del monasterio. El santo los dejó trabajar toda la noche y a la madrugada, cuando ya estaba todo recogido, en costales y empacado, mandó a sus monjes con garrotes a decirles que muchas gracias por haberlos reemplazado en recoger la cosecha y que podían irse. Pero para que no se fueran demasiado tristes les envió un desayuno como pago por el trabajo de toda esa noche.

Este santo obtuvo de Dios muchísimos milagros para quienes se encomendaban a sus oraciones. El biógrafo, que escribió su vida poco tiempo después de la muerte del santo, dice que no había enfermedad que las oraciones de este santo no lograra curar. Otro testigo de aquel tiempo afirma: “Nunca vi a un enfermo, ni a un sano, a quien no le alegrara él con su boca o con su mano”. Llegó hasta a anunciar la fecha de su propia muerte.

96 años después de su muerte, nuestro santo se apareció en sueños a la mamá de Santo Domingo de Guzmán para anunciarle que tendría un hijo que sería un gran apóstol. Por eso cuando el niño nació le pusieron el nombre de Domingo en honor del santo de Silos. Es por ello también que muchas mamás en España se encomiendan al santo Domingo de Silos para obtener que su hijo nazca bien y que sea una buena persona después.

El 20 de diciembre del año 1073 voló al cielo este santo en cuyo honor sigue existiendo todavía el famoso monasterio de Santo Domingo de Silos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Domingo_de_Silos.htm)

19 diciembre, 2023

San Urbano Papa, impulsor del espíritu misionero

 

San Urbano V, Papa - 19 de Diciembre

  

¡Oh!, San Urbano, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado siervo, que, asumisteis
los retos evangelizadores de vuestro tiempo,
con humildad, templanza y alegría de corazón
y fuisteis, el primero del destierro en volver
a la Casa de Pedro, de medio siglo luego, en
que, el tiempo y abandono, juntos se encargaron
casi, de destruirla. Pero, llegasteis vos,
y comenzó de nuevo todo. Y, de pronto, la Sede
Santa, su esplendor eterno recobró y mostró
la gloria de Dios Padre. Reposó desde entonces,
vuestra fe y la nuestra, en los franciscanos
y dominicos hermanos nuestros que evangelizaron
Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania
y la misma Mongolia. Así, volvió a su esplendor
la Casa de Pedro. Y, con gran fama de santo
y, luego de gastaros en buena lid, a la Patria
eterna voló vuestra alma, como premio para
recibir corona de luz, como premio a vuestra
entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Urbano, «vivo santo restaurador de Dios”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado


19 de Diciembre
San Urbano Papa
Año 1370


Una de las épocas más difíciles de la Iglesia Católica fue lo que se ha llamado “El destierro de Avignon, o destierro de Babilonia”, cuando los Papas se fueron a vivir a una ciudad francesa, llamada Avignon, poco después del año 1300, porque en Roma se les había hecho la vida poco menos que imposible a causa de las continuas revoluciones.

Entre todos los Papas que vivieron en Avignon el más santo fue San Urbano V. Nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y como tenía especiales cualidades para la diplomacia los Sumos Pontífices que vivieron en Avignon lo emplearon como Nuncio o embajador en varias partes.

Estaba de Nuncio en Nápoles cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. Y no era ni obispo menos cardenal. En sólo un día fue consagrado obispo, y coronado como Papa. Escogió el nombre de Urbano, explicando que le agradaba ese nombre porque todos los Papas que lo habían llevado habían sido santos.

Como Sumo Pontífice se propuso acabar con muchos abusos que existían en ese entonces. Quitó los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero modelo de vida cristiana. Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las malas costumbres de la gente. Al mismo tiempo trabajó seriamente para elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar medicina.

Con la ayuda de los franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejanísima Mongolia.

Lo más notorio de este santo Pontífice es que volvió a Roma, después de que ningún Papa había vivido en aquella ciudad desde hacía más de 50 años. En 1366 decidió irse a vivir la Ciudad Eterna. El rey de Francia y los cardenales (que eran franceses) se le oponían, pero él se fue resueltamente. Las multitudes salieron a recibirlo gozosamente por todos los pueblos por donde pasaba y Roma se estremeció de emoción y alegría al ver llegar al nuevo sucesor de San Pedro.

Al llegar a Roma no pudo contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Pedro, estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable estado de abandono y deterioro. Le había faltado por medio siglo la presencia del Pontífice.

Urbano V con sus grandes cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma. Estableció su residencia en el Vaticano (donde vivirán después por muchos siglos los Pontífices) y pronto una gran cantidad de obreros y artistas estaban trabajando en la reconstrucción de la capital. También se dedicó a restablecer el orden en el clero y el pueblo, y en breve tiempo se dio trabajo a todo mundo y se repartieron alimentos en gran abundancia. La ciudad estaba feliz.

Pronto empezaron a llegar visitantes ilustres, como el emperador Carlos IV de Alemania, y el emperador Juan Paleólogo de Constantinopla. Todo parecía progresar.

Empezaron otra vez las revoluciones, y sus empleados franceses insistían en que el Papa volviera a Avignon. Urbano se encontraba bastante enfermo y dispuso irse otra vez a Francia en 1370. Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre murió. Dejó gran fama de santo.

 No tengáis temor al que os pueda quitar la vida del cuerpo. Temed al que puede enviar el alma al infierno (Jesucristo).

 (http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Urbano.htm)

18 diciembre, 2023

La Virgen de la Esperanza, rotectora y amparo de las mujeres embarazadas

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Oración

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra, de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres, de la mar estrella,
llévanos a Cristo, danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,
del Señor la esclava, del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos, hacia tu belleza. ¡Amén!

 
18 de Diciembre
La Virgen de la Esperanza

La glesia celebra a la Madre de Dios bajo la advocación de la “Virgen de la Esperanza”, conocida popularmente como la “Virgen de la O”.

Bien podemos llamar a la Virgen de la O: “Madre del Adviento”, porque Ella nos enseña a esperar con paciencia en Dios. Imitemos a María, y aprendamos a esperar en las promesas de Dios. Ella, que vivió “la dulce espera”, sin miedo, sin angustia o ansiedad, nos da ejemplo de confianza en el Altísimo.

La maternidad ejercida en el seno del Amor verdadero

En ciertos lugares esta hermosa advocación mariana recibe otros nombres: “Virgen de la Dulce Espera” o “La Virgen Encinta”. Cualquiera sea el caso, los fieles devotos miran a María en esa dimensión esencial de su vida: la de la maternidad ejercida, con los cuidados propios de la gestación, y todo aquello que implica eso que llamamos el “estado de buena esperanza” o el periodo de “la dulce espera”.

Por eso, así como cada mujer con un hijo en el vientre puede encontrar en la la Madre de Dios una compañía cercana, alivio, fortaleza y esperanza, la celebración de la Virgen de la O resulta también propicia para enriquecer y profundizar en aquello que la Iglesia vive durante los días del Adviento.

Origen de la devoción

La advocación de la “Virgen de la O” tiene su origen en una antigua tradición inspirada en la Liturgia de las Horas.

Entre el 17 y el 23 de diciembre, las antífonas para el cántico evangélico de Vísperas, el Magnificat, empiezan siempre con la exclamación admirativa “oh”. En otras palabras, a María se le invoca durante esos días con exclamaciones como: “Oh, Sabiduría…; “Oh, Adonai…”; “Oh, renuevo del tronco de Jesé…”; “Oh, llave de David...”. A estas se les llama “antífonas mayores” o “antífonas de Adviento”.

La repetición constante e insistente del “oh” para introducir las menciones en honor a la Virgen dió origen al título “Virgen de la Oh”. Luego, muy probablemente, dejó de escribirse la letra “h”, siendo esta un grafema sin valor fonético. De esta forma, la advocación pasó a llamarse simplemente “Virgen de la O”.

Por otro lado, ya que desde los primeros siglos del cristianismo los fieles querían recordar y celebrar la dulce espera de María, en el año 656, durante el décimo concilio de Toledo (España), se instituyó la fiesta mariana de la “expectación del parto” o “de la espera”. Esta fue fijada para el 18 de diciembre, una semana antes de la Navidad. Así, la fiesta de la Virgen de la O terminó asociada para siempre con el tiempo litúrgico “de la espera”, el Adviento.

La espera más dulce

La experiencia radicalmente humana -y divina- de engendrar una nueva vida suele transformarlo todo. El anuncio de que un nuevo ser está por venir es siempre motivo de esperanza, o, al menos, debería serlo. Es verdad que en una “cultura” como la nuestra, con visos contrarios a la vida, la llegada al mundo de muchos seres humanos se percibe como un “problema”, que compromete libertades y sueños, cuando debería ser todo lo contrario.

¿Qué “sueño” puede ser más grande que ver a un ser humano realizar todo lo que puede ser en la vida? ¿Qué libertad puede ser mayor a la que es posible apreciar en la vida humana que empieza y que, por lo tanto, tiene todo po

r delante para construir su bien y el de los demás? ¿Qué derecho puede ser más significativo que aquel que se respeta de manera incondicional?

La Virgen, como madre que es, alecciona, da ejemplo y acompaña a padres y madres en el sendero que se dirige a recibir una nueva vida. La Virgen de la O, así, se constituye para los progenitores en símbolo de esperanza. Contemplando a la Madre de Dios en los días previos al alumbramiento de Jesús, con muy poco, con casi todo en contra, experimentando soledad y pobreza, vemos a una mujer dispuesta a todo por su hijo. Ella acoge la vida divina con amor y la potencia con su sacrificio en el día a día. Por eso, cualquier madre que se pone en manos de Dios, nunca será defraudada.

¡Qué gran bendición es María para las mujeres que llevan a un hijo o hija en sus vientres! Cuánta esperanza, aún con dolor, puede extraerse de su dulce espera. ¡Qué bello el privilegio de gestar o de acoger a alguien que también es hijo de Dios! ¡Cuánta alegría puede haber en ello si se sobrepone el amor a la dificultad! ¡Qué dulzura estar encinta! ¡Qué consuelo en los momentos difíciles!

¡Virgen de la O, ruega por todas las madres del mundo! ¡Intercede por nosotros en este Adviento!

(https://www.aciprensa.com/noticias/58249/cada-18-de-diciembre-celebramos-a-la-virgen-de-la-o-amparo-y-proteccion-de-las-mujeres-embarazadas)

 


17 diciembre, 2023

Domingo 3 (B) de Adviento

 Cápsulas de fe: tercer domingo de Adviento - Misioneros de Guadalupe

 Mi Portal Católico: El anuncio del Reino es testimonio

 

Texto del Evangelio (Jn 1,6-8.19-28): Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo Él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo, ni Elías, ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

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«En medio de vosotros está uno a quien no conocéis» Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)

Hoy, en medio del Adviento, recibimos una invitación a la alegría y a la esperanza: «Estad siempre alegres y orad sin cesar. Dad gracias por todo» (1Tes 5,16-17). El Señor está cerca: «Hija mía, tu corazón es el cielo para Mí», le dice Jesús a santa Faustina Kowalska (y, ciertamente, el Señor lo querría repetir a cada uno de sus hijos). Es un buen momento para pensar en todo lo que Él ha hecho por nosotros y darle gracias.


La alegría es una característica esencial de la fe. Sentirse amado y salvado por Dios es un gran gozo; sabernos hermanos de Jesucristo que ha dado su vida por nosotros es el motivo principal de la alegría cristiana. Un cristiano abandonado a la tristeza tendrá una vida espiritual raquítica, no llegará a ver todo lo que Dios ha hecho por él y, por tanto, será incapaz de comunicarlo. La alegría cristiana brota de la acción de gracias, sobre todo por el amor que el Señor nos manifiesta; cada domingo lo hacemos comunitariamente al celebrar la Eucaristía.

El Evangelio nos ha presentado la figura de Juan Bautista, el precursor. Juan gozaba de gran popularidad entre el pueblo sencillo; pero, cuando le preguntan, él responde con humildad: «Yo no soy el Mesías…» (cf. Jn 1,21); «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí» (Jn 1,26-27). Jesucristo es Aquél a quien esperan; Él es la Luz que ilumina el mundo. El Evangelio no es un mensaje extraño, ni una doctrina entre tantas otras, sino la Buena Nueva que llena de sentido toda vida humana, porque nos ha sido comunicada por Dios mismo que se ha hecho hombre. Todo cristiano está llamado a confesar a Jesucristo y a ser testimonio de su fe. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a aportar el don de la luz. Más allá de esas palabras, el mejor testimonio, es y será el ejemplo de una vida fiel.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta» (San Agustín)
  • «Para tener la alegría en la preparación de la Navidad lo primero es rezar. Lo segundo: dar gracias al Señor. Tercero, pensar cómo puedo ir al encuentro de los demás, llevando un poco de unción, de paz, de alegría. Esta es la alegría del cristiano» (Francisco)
  • «Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el ‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’ (Jn 1,29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53,7) y carga con el pecado de las multitudes y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: ‘Servir y dar su vida en rescate por muchos’ (Mc 10,45)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 608)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2023-12-17)

16 diciembre, 2023

Santa Adelaida, puso el poder político al servicio de su pueblo

 

Santa Adelaida

 

¡Oh!, Santa Adelaida, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, y su amada santa. Y, que, emperatriz
de Italia siendo, supisteis “testigo vivo” ser de
Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Cuando falleció
vuestro primer esposo, teníais dieciocho años y,
vos, erais ya, reina, madre y viuda. Vuestro segundo
matrimonio, os relacionó con la historia de los
tres primeros Otones: vuestro marido, hijo y nieto.
Vuestra vida, estuvo envuelta en política y disputas
militares: cárcel, destierro, intrigas de la Corte,
envidias, traiciones y falsedades. Así, soportasteis
la incomprensión de propios y extraños, porque la
ambición se había instaurado en vuestra casa. Y,
en contra de ello, os dedicasteis a hacer el bien:
Protegíais, socorríais y consolabais a los pobres
y necesitados. Considerabais el poder, una carga
para vos, pero, un servicio para el bien de vuestro
pueblo. No erais injusta, ni vengativa contra
quienes os injuriaron en el ayer. Demostrasteis
eficacia y esmero en las tareas de gobierno, para
ello, rezabais, os mortificabais y expiabais por
los pecados de vuestro pueblo todo el tiempo. Y,
así, y luego de haber gastado vuestra vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser,
con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega extraordinaria y grande de amor y fe;
Patrona de las novias, esposas y viudas del mundo;
¡Oh!, Santa Adelaida, “viva emperatriz de Cristo”.

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Diciembre 16

Santa Adelaida o Alicia
Emperatriz de Italia

Sesenta y ocho años llenos de agitación en los que una mujer de las importantes quiso y supo ser “testigo” de Cristo. Esta fue Adelaida o Alicia, emperatriz en Italia.

Casada muy joven con el rey de Italia Lotario, se le prometía una vida feliz con su recién nacida hija Emma y probablemente el matrimonio deseaba terminar sus días “comiendo perdices”, como se pone fin a los cuentos de princesas y príncipes que probablemente también en su época se contaban. Pero a veces los planes de la Providencia no coinciden con los de los hombres; se complican, van y vienen por tortuosos senderos, en muchas ocasiones imprevistos y en otras muy dolorosos, de los que el Señor sabe sacar mayores bienes. Así pasó.

En realidad toda su vida estuvo envuelta en las turbulencias políticas y militares propias del tiempo. Cuando murió su primer marido sólo tiene dieciocho años y, tan joven, ya es reina, madre y viuda. Otro matrimonio, el segundo, la va a relacionar con la historia de los tres primeros Otones: su marido, hijo y nieto. En su vida están presentes los sufrimientos por cárcel y destierro. También entendió mucho de intrigas de la Corte, de confabulación, de envidias, de traiciones y de falsedades. Inculpablemente tuvo que soportar la incomprensión de propios y extraños porque la ambición y el poder ciega los ojos de los que no son buenos.

Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Magdeburgo es ejemplo de que propicia el resurgir de los templos.

Tenida por santa, muere en Salces, en la Alsacia, en el 999.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

15 diciembre, 2023

Santa María de la Rosa, Fundadora y quien descubrió su vocación trabajando en una fábrica

 Radio Santa María

 

¡Oh! Santa María Crucificada de la Rosa, vos, sois la hija
del Dios de la Vida, fundadora de la Congregación de las
Siervas de la Caridad y su amada santa. Al haceros religiosa
adoptasteis el nombre de Maria Crocifissa Di Rosa. Fuisteis
educada por las Hermanas de la Visitación, quienes poseían
un convento y una escuela en la ciudad, pero, dejasteis la
escuela tras la muerte de vuestra madre. Con once años,
empezasteis a trabajar en la hilandería de vuestra familia.
Conocisteis las duras condiciones en las que trabajaban
muchas mujeres, que también os marcó profundamente. Decías
vos: “Yo sufro viendo el sufrimiento de otros”, y por ello,
decidisteis consagraros a Dios, mediante el servicio a los
más necesitados. Por ello, y animada por vuestra fe y amor
al prójimo, organizasteis a las trabajadoras para generar apoyo
y ayuda entre sus familias. Vuestro padre, aprobó vuestro
proyecto, quien os alentó a perseverar en vuestro camino,
nombrándoos administradora de la hilandería. Formasteis
una asociación religiosa en la que las trabajadoras podían
profundizar y enriquecer su fe católica. Mientras tanto,
alimentabais vuestra vida espiritual participando de la vida
parroquial: organizabais retiros espirituales y obras de
misión en las partes alejadas de Brescia, poniendo, una
especial atención en las mujeres abandonadas. De pronto en
Brescia se declaró la peste del cólera, cobrándose las vidas
de mucha gente y generándose muchos niños huérfanos. El
alcalde os encargó el cuidado de las niñas y os nombró
directora de los talleres, realizando un trabajo notable.
Más tarde abristeis un internado para niñas en estado de
abandono, huérfanas y pobres, que más adelante se convirtió
en un bastión de formación y educación católica. Vos,
fortalecida por la gracia de Dios y animada por el Espíritu
Santo, abristeis otro instituto, para niñas sordomudas.
Como culmen de vuestra vida, fundasteis la comunidad
religiosa femenina dedicada a la atención de los enfermos
en los hospitales: la Congregación de las Siervas de la
Caridad, siendo vos, su primera superiora. Casi al final
de vuestra vida, os dedicasteis a fortalecer vuestra Orden.
Finalmente la Santa Sede, por voluntad expresa del Papa Pío
IX, aprobó vuestra congregación. Y, así y luego de haber
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma
al cielo, para coronada ser, con corona de luz y eternidad;
¡Oh! Santa María de la Rosa, "vivo amor por el Dios Vivo y eterno".


© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Diciembre
Santa María Crucificada de la Rosa
Fundadora

 Cada 15 de diciembre la Iglesia celebra a Santa María Crucificada de la Rosa, conocida también como Santa María de Rosa, religiosa italiana, fundadora de la Congregación de las Siervas de la Caridad.

Paola Francesca Di Rosa -su nombre secular- nació en Brescia (Italia) el 6 de noviembre de 1813. Posteriormente, al hacerse religiosa, adoptaría el nombre de Maria Crocifissa Di Rosa (María Crucificada de la Rosa). Su padre, don Clemente Di Rosa, fue un rico industrial, poseedor de una gran hilandería; su madre, Camilla Albani, era parte de la prestigiosa familia Albani, por lo que ostentaba el título de condesa.

Santidad en una fábrica

Durante su primera infancia, María fue educada por las Hermanas de la Visitación, quienes poseían un convento y una escuela en la ciudad. Sin embargo, dejó la escuela tras la muerte de su madre en 1824. Con solo 11 años, María empezó a trabajar en la hilandería de la familia. Allí pudo conocer las duras condiciones en las que trabajaban muchas mujeres, razón por la cual quedaría marcada para siempre. Ya de mayor solía decir: “Yo sufro viendo el sufrimiento de otros”.

Al cumplir los 17 años, María de la Rosa decidió consagrar su vida a Dios a través del servicio a los más necesitados. Por eso, animada por su fe y amor al prójimo, organizó a las trabajadoras de la hilandería con el propósito de generar vínculos de apoyo y ayuda solidaria entre sus familias. Esto fue visto con beneplácito por su padre, quien la alentó a perseverar en ese camino. Luego, por su capacidad de liderazgo y responsabilidad, don Clemente le entregaría la administración total de la hilandería. La joven acababa de cumplir los 19 años.

Entonces, ella, sobre la base del grupo de mujeres que había organizado, formó una asociación religiosa en la que las trabajadoras podían profundizar y enriquecer su fe católica. Mientras tanto, alimentaba su vida espiritual participando activamente en su parroquia: organizaba retiros espirituales y obras de misión en las partes alejadas de Brescia, poniendo, como ya era habitual, su mayor atención en las mujeres abandonadas.

El llamado

En 1836, la ciudad de Brescia sufrió el embate de la peste del cólera. Mucha gente murió aquel año y fueron muchísimos los niños que quedaron huérfanos. Para paliar en algo dicha situación, el municipio organizó unos talleres en los que los niños podían estudiar y, al mismo tiempo, aprender algún oficio su sustento. El alcalde le encargó a María de la Rosa el cuidado de las niñas, nombrándola directora de los talleres. A pesar de sus cortos 24 años, la joven hizo un trabajo notable y se ganó la estima y confianza de los habitantes de Brescia.

María de la Rosa trabajó en aquel proyecto con gran dedicación durante dos años, hasta que pensó que sería mejor brindar una formación más integral y estable en el tiempo. Entonces, por cuenta propia, abrió un internado para niñas en estado de abandono -fundamentalmente huérfanas y niñas muy pobres-, proyecto que crecería hasta convertirse en un sólido centro de formación y educación católica.

La Congregación de las Siervas de la Caridad

María, fortalecida por la gracia de Dios y animada por el Espíritu Santo, no tardaría mucho en dar el siguiente paso: abriría otro instituto, esta vez, para niñas sordomudas.

En 1840, tocada por el Espíritu Santo, Santa María de la Rosa se embarcó en el proyecto más importante de su vida: la fundación de una comunidad religiosa femenina dedicada a la atención de los enfermos en los hospitales: la Congregación de las Siervas de la Caridad. El grupo inicial estuvo compuesto por cuatro jóvenes, pero tres meses después aumentaron a 32. Sor María de la Rosa fue nombrada por unanimidad superiora de la naciente comunidad.

La etapa final de la vida de María Crucificada de la Rosa estuvo dedicada a fortalecer la Orden y obtener el reconocimiento eclesiástico necesario. En 1850, la Santa Sede, por voluntad expresa del Papa Pío IX, otorgó la aprobación de su congregación.

Unos años más tarde, Santa María de la Rosa moriría en olor de santidad, el 15 de diciembre de 1855. Su proceso de canonización se inició durante el pontificado de San Pío X en 1913. El Papa Pio XII la beatificó el 26 de mayo de 1940 y él mismo la canonizó el 12 de junio de 1954 en la Basílica de San Pedro.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-santa-maria-de-la-rosa-fundadora-de-las-siervas-de-la-caridad-17256)