09 agosto, 2011

Santa Otilia

Santa Otilia; vos sois la
hija del Dios de la vida, que
privada de la visión, al mundo
llegasteis, pero, vuestra alma,
no, y Dios, sorpresa os guardó,
hasta cuando bautizada fuisteis
por las manos de San Erardo,
y pronunciara: “que se os abran
los ojos de vuestro cuerpo, como
se os han abierto los ojos de
vuestra alma”, y ¡milagro patente!,
recobrasteis milagrosamente la
vista y del desprecio primero al
pronto amor; y aquél paterno
regalo, en la cima de la montaña;
vos lo convertisteis en casa de
Dios, y del que, a borbotones brotó
agua; para devolver la vista, al
errante alma y yerta casi, de los
hombres tantos del mundo vuestro
y del nuestro, y porque agotasteis
vuestra preciosa vida, dándoos a
los pobres y miserables, que su
vida ambulaban por los desiertos
de vuestro tiempo. Ciega sí, de
amor puro y divino, hoy, coronada
de luz eterna en la Casa del Padre
alumbráis, santa patrona de Alsacia;
oh Santa Otilia, milagro de Dios.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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9 de agosto
Santa Otilia
Religiosa
Año 720

Otilia: Pídele a Dios que nos abra los ojos de nuestra alma para ver la eternidad que nos espera, y que con nuestras oraciones, limosnas y santas misas consigamos como tú, el descanso para nuestros amados difuntos.

Esta es la santa patrona de Alsacia (una provincia muy famosa de Francia, que tiene como capital a Estrasburgo). En aquellas tierras se ha tenido enorme devoción a Santa Otilia, por más de 1,000 años. Y su historia es bien interesante. El señor feudal que gobernaba Alsacia en el siglo VII era Aldarico; era un pagano recién convertido al catolicismo, y no muy bien convertido aún.

Aldarico deseaba mucho tener un hijo varón, pero he aquí que lo que le nació fue una hija, y ciega. El hombre se llenó de cólera y mandó que su hija fuera expulsada muy lejos de su castillo.

La pobre niña fue llevada a un lejano convento de religiosas, las cuales la educaron lo mejor que pudieron, en la religión de Cristo. La niña crecía ciega pero he aquí que un día llegó al convento el obispo San Erardo, el cual había tenido un sueño en el que se le ordenaba que fuera a esa casa de religiosas y bautizara a una niña. Le presentaron a la cieguita y el santo al bautizarla le puso el nombre de Otilia, que significa: “luz de Dios”. Y al administrarle el sacramento le dijo: “que se te abran los ojos de tu cuerpo, como se te han abierto los ojos de tu alma”, y la niña recobró milagrosamente la vista.

El santo obispo fue donde el papá de Otilia a pedirle que la aceptara en su casa ya que era hija suya, pero el otro no quería de ninguna manera. Afortunadamente el hijo varón y hermano menor de Otilia, Hugo, intercedió ante su padre, y éste aunque de muy mala gana, permitió que la muchacha volviera al castillo, pero más como sirvienta que como hija. Y sucedió que Aldarico empezó a notar que su hija era tan santa, tan caritativa, tan bondadosa con todos, que se encariñó grandemente con ella y la quiso con un amor fraternal que nunca antes había sentido.

Y el papá se propuso casarla con un gran señor alemán para que llegara a ser una princesa muy importante. Él no sabía que Otilia cuando estaba viviendo con las religiosas se había propuesto dedicar su vida entera a la oración y a las obras buenas, y a ser una religiosa. Cuando ella supo que su padre estaba resuelto a obligarla a casarse, se vistió de sirvienta, y así disfrazada huyó del palacio; un barquero la llevó al otro lado del inmenso río y ella siguió huyendo por los campos.

Aldarico envió a sus soldados a buscarla por todas partes y cuando la joven vio que se acercaban ya sus perseguidores pidió a Dios que la protegiera, y vio en una roca una hendidura, y ahí se escondió y nadie logró verla. Entonces su padre, lleno de remordimientos por su actitud, mandó publicar un decreto por medio del cual perdonaba a su hija y le permitía que se hiciera religiosa. Ella al oír tal noticia volvió al castillo y Aldarico le regaló un convento en una alta montaña para que se fuera allá con las demás jóvenes que quisieran ser religiosas. Y allí se fundó el convento de Otilburg.

Otilia y sus compañeras se dedicaron a la oración, a los trabajos manuales y a atender a los centenares de pobres que llegaban a pedir ayuda. Otilia se dedicaba a socorrer a los enfermos más repugnantes y abandonados. Y fundó un hospital para ellos. Al fin, Aldarico al darse cuenta de la gran santidad de su hija dispuso con su anciana esposa vivir los dos como monjes y convirtieron su castillo en un convento, dirigido por Otilia. Y allí murieron piadosamente. La santa se dedicó a ofrecer misas, limosnas y oraciones por el alma de su padre, y tiempo después en una visión le fue dicho que por sus misas y oraciones y obras de caridad, el alma de Aldarico lograba salir del purgatorio.

Después de dedicarse por muchos años a la oración y a prestar ayudas a enfermos y pobres, Otilia descansó en paz en el año 720. En su sepulcro empezaron a obrarse milagros, y toda aquella región de Alsacia la proclamó como patrona. Todos los emperadores alemanes desde Carlo Magno (año 800) le rindieron homenaje. El papa San León IX y el Rey Ricardo I de Inglaterra fueron en peregrinación a visitar su tumba. Todavía se conserva una fuente de agua que la santa hizo brotar con su oración, cuando en el convento no había nada para beber. Y con esa agua se bañan los ojos muchos enfermos de la vista y consiguen admirables curaciones.


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