Oh, San Lorenzo, sois vos; el hijo
del Dios de la vida, y su amado santo,
a quien, servisteis hasta el martirio
con fe y valor. “Ya tengo reunidos todos
los tesoros de la iglesia. Le aseguro
que son más valiosos que los que posee
el emperador”. Le respondisteis al alcalde,
y, le mostrasteis vuestro oro, hechos
pobres, lisiados, mendigos, huérfanos,
viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos que vos ayudabais, y el impío,
montó en cólera y os mandó matar. Con
vuestros verdugos lidiasteis en suplicio
pleno, tanto que, ardiendo, vivabais
a Jesucristo, Dios y Señor Nuestro,
en la misma cara de aquellos paganos
senadores, que absortos, contemplaban
el poder de la luz, y, en el acto, se
convertían, de asombro llenos. Por ello,
San Ambrosio, San Agustín y Prudencio,
el poeta, escribieron vuestras palabras,
mientras erais martirizado: “Ya estoy
asado por un lado. Ahora que me vuelvan
hacia el otro lado para quedar asado
por completo”. “La carne ya está lista,
pueden comer”. Y, todo ello, lo decíais,
en paz y en calma. Y, así, vuestra alma,
al cielo voló, para recibir corona de luz,
como premio a vuestra entrega de amor.
Sirvió, vuestro martirio, para la conversión
de Roma y la extinción de su idolatría;
oh, San Lorenzo, “corona de laurel”.
del Dios de la vida, y su amado santo,
a quien, servisteis hasta el martirio
con fe y valor. “Ya tengo reunidos todos
los tesoros de la iglesia. Le aseguro
que son más valiosos que los que posee
el emperador”. Le respondisteis al alcalde,
y, le mostrasteis vuestro oro, hechos
pobres, lisiados, mendigos, huérfanos,
viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos que vos ayudabais, y el impío,
montó en cólera y os mandó matar. Con
vuestros verdugos lidiasteis en suplicio
pleno, tanto que, ardiendo, vivabais
a Jesucristo, Dios y Señor Nuestro,
en la misma cara de aquellos paganos
senadores, que absortos, contemplaban
el poder de la luz, y, en el acto, se
convertían, de asombro llenos. Por ello,
San Ambrosio, San Agustín y Prudencio,
el poeta, escribieron vuestras palabras,
mientras erais martirizado: “Ya estoy
asado por un lado. Ahora que me vuelvan
hacia el otro lado para quedar asado
por completo”. “La carne ya está lista,
pueden comer”. Y, todo ello, lo decíais,
en paz y en calma. Y, así, vuestra alma,
al cielo voló, para recibir corona de luz,
como premio a vuestra entrega de amor.
Sirvió, vuestro martirio, para la conversión
de Roma y la extinción de su idolatría;
oh, San Lorenzo, “corona de laurel”.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Agosto
San Lorenzo
Mártir
Año 258
San Lorenzo
Mártir
Año 258
Señor Dios: Tú le concediste a este mártir un valor impresionante para soportar sufrimientos por tu amor, y una generosidad total en favor de los necesitados. Haz que esas dos cualidades las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia: generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres, y constancia heroica para soportar los males y dolores que tú permites que nos lleguen.
Su nombre significa: “coronado de laurel”. Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio. Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?” y San Sixto le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás”. Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios. Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: “Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar”.
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador”.
Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: “Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”. El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: “La carne ya está lista, pueden comer”. Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad. San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo. El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
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