11 agosto, 2020

Santa Clara de Asís

 

IMAGENES RELIGIOSAS: Imágenes de Santa Clara de Asis

¡Oh!, Santa Clara de Asís, vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, que os consagrasteis a Cristo Jesús, Dios y Señor
Nuestro, haciéndoos vuestros cabellos cortar y luego vestir hábito
franciscano por el resto de vuestra santa vida, abrazando una vida
de pobreza, renunciando al mundo material y prometiendo nada
poseer, cosa que cumplisteis. Así, iniciasteis la Segunda Orden
Franciscana, o llamada también: “Las Damas Pobres o Clarisas” en la
“Porciúncula”, aquella santa iglesia, por vuestro mentor restaurada
para de limosnas o el “privilegioum paupertatis” vivir por siempre.
El caro ideal de San Francisco, en práctica pusisteis acompañada
de un grupo de santas mujeres de Asís y más tarde, de toda Italia.
Cuarenta y tres años vivisteis, sin salir del convento. En vida
pudisteis ver como vuestra orden se extendía por España, Bohemia,
Francia e Inglaterra. Dos veces lograsteis hacer huir a los sarracenos
alistados en el ejército de Federico segundo, con solo mostrarles
la custodia con el Santísimo Sacramento del Altar. Exhortabais
a vuestras santas hermanas a la oración, inclusive inmovilizada
estando a causa de vuestros continuos dolores. El papa Inocencio
os visitó en vuestro lecho de muerte. Unidas vuestras manos
le pedisteis su bendición, con la indulgencia plenaria. Él, os
contestó: “Quiera Dios, hija mía, que no necesite yo más que tú
de la misericordia divina”. Y, así, voló vuestra alma al cielo, para
corona de luz recibir, como premio justo a vuestra entrega de amor
y diciendo: “Vete en paz ya que has seguido el buen camino; vete
confiada, ya que tu creador te ha santificado, custodiado
incesantemente y amado con la ternura de una madre con su hijo”.
“Oh Dios, bendito seas por haberme creado”. “Yo, Clara, sierva de
Cristo, pequeña planta de nuestro Padre Francisco”. Vuestro biógrafo,
Tomás Celano, dijo de vos: “Clara por su nombre; más clara por su
vida; clarísima por su muerte”. !Aleluya! !Aleluya! !Aleluya!
¡oh!, Santa Clara de Asís, “vivo amor y fe por el Dios de la Vida”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de agosto
Santa Clara de Asís
Memoria Litúrgica

Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Virgen y Fundadora

Martirologio Romano: Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando una áspera vida en Asís, en la Umbría, pero, en cambio, rica en obras de caridad y de piedad. Enamorada de verdad por la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la extrema indigencia y enfermedad († 1253).

Breve Biografía

Nació en Asís el año 1193. Fue conciudadana, contemporánea y discípula de San Francisco y quiso seguir el camino de austeridad señalado por él a pesar de la durísima oposición familiar.

Si retrocedemos en la historia, vemos a la puerta de la iglesia de Santa María de los Ángeles (llamada también de la Porciúncula), distante un kilómetro y medio de la ciudad de Asís, a Clara Favarone, joven de dieciocho años, perteneciente a la familia del opulento conde de Sasso Rosso.

En la noche del domingo de ramos, Clara había abandonado su casa, el palacio de sus padres, y estaba allí, en la iglesia de Santa María de los Ángeles. La aguardaban san Francisco y varios sacerdotes, con cirios encendidos, entonando el Veni Creátor Spíritus.

Dentro del templo, Clara cambia su ropa de terciopelo y brocado por el hábito que recibe de las manos de Francisco, que corta sus hermosas trenzas rubias y cubre la cabeza de la joven con un velo negro. A la mañana siguiente, familiares y amigos invaden el templo. Ruegan y amenazan. Piensan que la joven debería regresar a la casa paterna. Grita y se lamenta el padre. La madre llora y exclama: “Está embrujada”. Era el 18 de marzo de 1212.

Cuando Francisco de Asís abandonó la casa de su padre, el rico comerciante Bernardone, Clara era una niña de once años. Siguió paso a paso esa vida de renunciamiento y amor al prójimo. Y con esa admiración fue creciendo el deseo de imitarlo.

Clara despertó la vocación de su hermana Inés y, con otras dieciséis jóvenes parientas, se dispuso a fundar una comunidad.

La hija de Favarone, caballero feudal de Asís, daba el ejemplo en todo. Cuidaba a los enfermos en los hospitales; dentro del convento realizaba los más humildes quehaceres. Pedía limosnas, pues esa era una de las normas de la institución. Las monjas debían vivir dependientes de la providencia divina: la limosna y el trabajo.

Corrieron los años. En el estío de 1253, en la iglesia de San Damián de Asís, el papa Inocencio IV la visitó en su lecho de muerte. Unidas las manos, tuvo fuerzas para pedirle su bendición, con la indulgencia plenaria. El Papa contestó, sollozando: “Quiera Dios, hija mía, que no necesite yo más que tú de la misericordia divina”.

Lloran las monjas la agonía de Clara. Todo es silencio. Sólo un murmullo brota de los labios de la santa.

– Oh Señor, te alabo, te glorifico, por haberme creado.
Una de las monjas le preguntó:
– ¿Con quién hablas?
Ella contestó recitando el salmo.
– Preciosa es en presencia del Señor la muerte de sus santos.

Y expiró. Era el 11 de agosto de 1253. Fue canonizada dos años más tarde, el 15 de agosto de 1255, por el papa Alejandro IV, quien en la bula correspondiente declaró que ella “fue alto candelabro de santidad”, a cuya luz “acudieron y acuden muchas vírgenes para encender sus lámparas”.

Santa Clara fundó la Orden de Damas Pobres de San Damián (hoy llamada Orden de las hermanas pobres de Santa Clara), llamadas normalmente Clarisas, rama femenina de los franciscanos, a la que gobernó con fidelidad exquisita al espíritu franciscano hasta su muerte y desde hace siete siglos reposa en la iglesia de las clarisas de Asís.

De ella dijo su biógrafo Tomás Celano: “Clara por su nombre; más clara por su vida; clarísima por su muerte”.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31939/clara-de-ass-santa.html)

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