17 enero, 2015

San Antonio, Abad

 


Oh, San Antonio Abad, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, el hombre aquél, que
hicisteis honor al significado de vuestro santo
nombre: “floreciente”. Así, os describe vuestro
discípulo y admirador, san Atanasio. Un día vos,
os conmovisteis por las palabras de Jesús, en la
eucaristía, quien dijo: “Si queréis ser perfecto,
id y vended todo lo que tenéis y dadlo a los pobres”.
Y, así, lo hicisteis, llevando una vida, apartada
del mundo y afincada entre sepulcros del desierto,
proclamando la eterna victoria de la resurrección
de la vida. Y, la vuestra con su ejemplo, se propagó
pronto y muchos hombres, os siguieron y encontraron
oración y trabajo en vuestro monasterio, donde
fuisteis, amoroso padre de vuestros monjes, a viva
imagen de Dios y de vuestro santo bautismo. Aunque
no fuisteis hombre de estudios, demostrasteis
con vuestra monástica vida, lo esencial de ella,
es decir, una vida bautismal riquísima y despojada
de aditamentos superfluos y vanos. Y, Dios, al final
de vuestra vida, os premió, coronándoos con corona
de luz eterna, como premio justo a vuestro amor;
oh, San Antonio Abad, “floreciente en amor de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de enero
San Antonio
Abad

Conocemos la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa “floreciente” y al que la tradición llama el Grande, principalmente a través de la biografía redactada por su discípulo y admirador, san Atanasio, a fines del siglo IV.

Este escrito, fiel a los estilos literarios de la época y ateniéndose a las concepciones entonces vigentes acerca de la espiritualidad, subraya en la vida de Antonio -más allá de los datos maravillosos- la permanente entrega a Dios en un género de consagración del cual él no es históricamente el primero, pero sí el prototipo, y esto no sólo por la inmensa influencia de la obrita de Atanasio.

En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres…”.

Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.

Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección?. Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días – temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana – es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.

Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.

No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.

Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como “apotegmas” o breves ocurrencias que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que Atanasio le atribuye en su “Vida”.

Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.

La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los primeros siglos. No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.

Para nosotros, Antonio encierra un mensaje aún válido y actualísimo: el monacato del desierto continúa siendo un desafío: el del seguimiento extremo de Cristo, el de la confianza irrestricta en el poder del Espíritu de Dios.


16 enero, 2015

San Marcelo, Papa

 


Oh, San Marcelo, vos sois el hijo del Dios de la vida,
que honor hicisteis al significado de vuestro nombre :
“guerrero”, porque enfrentasteis la persecución terrible
de Diocleciano, animando a los fieles a unidos permanecer
al cristianismo, aunque los martirizaran, porque Dios
en la hora justa, premiaría a sus hijos con la eternidad
de la vida. En medio de todo, la Iglesia reorganizasteis,
y aunque Magencio, emperador os desterró, vos seguisteis
a Dios celebrando clandestinamente en casa de Lucina,
vuestra fiel sierva, hasta el día aquél, en que entregasteis
vuestra alma al Padre, para coronada ser, con corona
de eterna luz, como premio a vuestro amor y fidelidad.
Quedan de vos, como vivo recuerdo la casa de Lucina,
vuestra fiel sierva, toda en Templo convertida, y que,
vuestro santo nombre lleva: “Templo de San Marcelo”;
oh, San Marcelo Papa y “guerrero del Dios de la vida”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Enero
San Marcelo
Papa

En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. El nombre “Marcelo” significa: “Guerrero”. Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305.

Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución.

Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó “Cementerio del Papa Marcelo”. Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia.

Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber renegado de la fe, por miedo, en la persecución.

Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio, el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso sino que estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a convertir la religión en un juego de niños.

El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado injustamente por un renegado. El “Libro Pontifical”, un libro sumamente antiguo, afirma que en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.

Un Martirologio (o libro que narra historias de mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos falleció el Pontífice en el año 309. La casa de Lucina fue convertida después en “Templo de San Marcelo” y es uno de los templos de Roma que tiene por titular a un Cardenal.

Señor Dios: concédenos la gracia de no renegar jamás de nuestras creencias cristianas, y haz que te ofrezcamos las debidas penitencias por nuestros pecados. Amen.

15 enero, 2015

San Mauro

 
Taumaturgo por la anécdota del estanque con el niño
Plácido, la curación de los menesterosos y sus relaciones
con el conde Gaidulfo, enemigo de los monjes franceses.
Vuestro espíritu de penitencia, a imitación de vuestro
mentor, os impulsa a retiraros a bien morir, entregando
vuestra alma a Dios, quien, en su infinito amor os coronó
con corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Enero
San Mauro
Abad

Martirologio Romano: En Glanfeuil, junto al río Loire, en el territorio de Anjou, de la Galia (hoy Francia), san Mauro, abad (s. VI/VII).

Etimología: Aquel que procede de Mauritania, es de origien latino.

Nació en Roma de una familia lustre el año 511. Se educa desde su adolescencia bajo la dirección de S. Benito, llegando a ingresar en su orden donde llega a ser Abad y fundador de muchos monasterios en Francia.

Taumaturgo por el episodio del estanque con el niño Plácido, la curación de los menesterosos y sus relaciones con el conde Gaidulfo, enemigo funesto de los monjes franceses. Su gran espíritu de penitencia le impulsa a retirarse a bien morir. Entrega su alma a Dios el 15 de enero del 583.

Al no constar el tiempo en que llegaron sus reliquias a Extremadura, sólo se puede afirmar ser muy antigua su veneración. El Sínodo diocesano de 1501 se expresa en estos términos: “Y así mismo, mandamos que en el lugar de Almendral se denuncie por fiesta de guardar el día de santo Mauro, por cuanto allí está el cuerpo”. El Arcipreste de Santa Justa en Toledo, Julián Pérez llega a firmar que en 1130 ya se celebraba su memoria en Almendral según costumbres de muchos años antes, que en opinión de Solano de Figueroa sería a final de la monarquía goda, opinión no compartida hoy.

Cuando él es visitador general del Obispado en 1658 indaga sobre el asunto y recoge la tradición de que los benedictinos fueron sus portadores, aunque no hay papeles de bulas pontificias que lo acrediten debido a la desaparición de documentos por un incendio.

Fueron trasladadas dichas reliquias a la Catedral por el Obispo benedictino de Badajoz D. Fray José de la Zerda el 1643, continuando parte en Almendral, como lo fuera en Fosano, Montecasino y Marsella. La guerra con Portugal, que comenzó el 1640, obligó a dicho traslado por los motivos de seguridad. El 8 de Abril de 1668 ordena al cabildo entregar el cuerpo de San Mauro a la villa de Almendral. La entrega la hacen el 29 del mismo mes, los capitulares Juan Rebolero y Pedro Lepe. Quedó una reliquia en la Seo de la catedral, encargándosele a Solano de Figueroa la depositara en el relicario.

La Iglesia y obispado de Badajoz celebraba el 15 de Enero al Santo Abad.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=647)

14 enero, 2015

San Félix de Nola

   

Oh, San Félix de Nola, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo y que, con amor os
obrazasteis a la cruz de Cristo, para su soldado
ser. Y, grande debió ser vuestra obra, para que,
a vos os rindieran homenajes otros santos. Y, así,
encadenaron vuestro cuerpo, pero, vuestro espíritu
libre, fue siempre para la obra y la oración. Y,
mientras Máximo, vuestro Obispo en las montañas
refugiado estaba, hambre, frío, dolor y tristeza
padecía, y, vos, caridad y lealtad le demostrasteis,
socorriéndole, sorteando graves peligros y riesgos,
de la persecución de vuestro tiempo. Tamaña fue
vuestra humildad, que os negasteis a reemplazar
a Máximo y, preferisteis quedaros como Presbítero
y continuar evangelizando a vuestra grey. Y, así,
entregasteis vuestra alma al Padre, luego de haberla
gastado en buena lid, para corona de eterna de luz
recibir, como premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Félix de Nola, “siervo feliz del Señor”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de enero
San Felix de Nola
Mártir

Señor Dios, Rey Omnipotente: tú que le permitiste a tu mártir San Félix conseguir favores tan maravillosos para sí y para sus devotos, haz que nuestra fe sea también tan grande que consigamos maravillosas intervenciones tuyas en favor nuestro y en favor de los que necesitan la ayuda de nuestra oración. Amen.

Nola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa “feliz”, en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.

Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.

Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.

No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.

Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.

Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.

Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.

Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.

13 enero, 2015

San Hilario de Poitiers

 

Oh, San Hilario, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo e ilustre defensor
de la fe en vuestro tiempo. Aquél que, con
el verbo y la palabra esclarecer lograsteis,
la vana pretensión, que socavar intentaban
los cimientos de luz, que reposaban a vos gracias,
más fuertes y prístinos por los siglos de los
siglos. Y, todo por la gloria de Aquél que todo
lo ve, el Dios eterno. Vos, sosteníais la unidad
de las Tres Personas distintas y un solo Dios,
y que, el Verbo, Hombre se había hecho, para
nuestra salvación. Entonces, Constancio emperador,
parte tomó de la arriana herejía, y os desterró
a Frigia y desde allí, decíais: “Permanezcamos
siempre en el destierro, con tal que se predique
la verdad”. Vos, nos legasteis vuestro “Tratado
de los Sínodos” y los doce libros Sobre la Trinidad,
vuestra obra maestra. Pero, todo mal, su fin
tiene, y volvisteis a Poitiers, recibido siendo
por los católicos, listo para realizar vuestra
labor de exégesis. Y, así, compusisteis también
himnos y os atribuyeron con razón el “Gloria in
excelsis”, y además el primero en introducir
los cánticos en las iglesias de Occidente. Y,
por vuestro profundo amor a ella, y su defensa,
os llaman el “Atanasio de Occidente”. Hoy, corona
de luz, lucís como premio a vuestra entrega de amor;
Oh, San Hilario de Poitiers, “sonrisa de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de enero
San Hilario de Poitiers
Obispo y doctor de la Iglesia

Su nombre significa “sonriente”, nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles. Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.

El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.

Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. “Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad”. Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.
Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo. Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente.

Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el “Gloria in excelsis”.

Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente. Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.

Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente.

San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.

11 enero, 2015

Solemnidad del Bautismo del Señor

 
 
¡Oh!, Solemnidad del Bautismo del Señor,
por el que San Juan, el “Evangelista”, en
su carta primera escribió así: “Jesucristo
vino por agua y sangre”. Y, que “tres son
los que dan testimonio de Jesucristo: el
Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están
de acuerdo”. Por ello, Vos, Jesús mío, y
Señor mío, sin necesitarlo, bautizado fuisteis
por Juan el “Bautista” en las aguas del Jordán
eterno, y saliendo del agua, se abrieron los
cielos y el Espíritu Santo descendió sobre
Vos, y vino una voz del cielo que decía: “Este
Es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. ¡Oh!,
agua que sois realidad presente en todos
y cada uno de los bautizados y demostráis
con ello, vuestra riqueza simbólica con los
demás sacros elementos que os acompañan;
¡Oh!, Solemnidad del Bautismo del Señor.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de enero de 2015
Bautismo del Señor
Fiesta, con la cual se cierra el tiempo litúrgico de Navidad

Por: P. Juan Pablo Esquivel | Fuente: Catholic.net

Normalmente el domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía es dedicado a celebrar el bautismo de Cristo, este año se celebra el domingo 11 de enero y señala la culminación de todo el ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario.

Cuando Cristo se metió en la cola para esperar su turno de ser bautizado, seguramente San Juan Bautista no sabía que hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?” (Mt 3,14). El Catecismo hace referencia a esta actitud humilde de Cristo en el n.536:

Hay una diferencia importante entre los dos bautismos:

El de Juan: con agua, exterior, signo de arrepentimiento para el perdón de los pecados.
El de JESÚS: con Espíritu Santo, renovación interior que nos hace “partícipes de la naturaleza divina”
“No soy digno ni siquiera de desatar la correa de su sandalia…” trabajo reservado al más inútil de los esclavos… Juan destaca la infinita distancia entre él y Jesús…

¿Porqué entonces Jesús se hace bautizar por Juan? [es una escena tan impresionante, que podría resultar incomprensible, y hasta escandalosa]…

Pero admitámoslo, y descubramos nuevamente el “modo” que Dios emplea para salvarnos: hoy se pone en la fila de los pecadores, y aunque no lo necesitaba, se somete también a un bautismo de penitencia… Se ha hecho semejante a nosotros en todo, y por eso no se avergüenza de colocarse en la fila de aquellos que se preparaban para la llegada del Reino de Dios… así como tampoco se avergonzó de nosotros cuando tomó sobre sí todos nuestros pecados, y subió a la Cruz como si fuese un delincuente…

Pero el bautismo que recibió Jesús fue muy “especial”: ciertos hechos nos indican que con Él comienza un nuevo bautismo:

El cielo abierto (ya nunca más cerrado por los pecados, como hasta este momento) Es decir, comienza una nueva etapa de relación entre Dios y los hombres: el Cielo viene a nosotros, y nosotros vamos allá: viene con Cristo y el Espíritu Santo. Llega todo, porque Dios mismo viene, y Él será para nosotros y nos dará todo. Estamos frente al comienzo de una nueva humanidad, divinizada.

En la proposición que San Marcos hace en su Evangelio, el Padre no “presenta” a su Hijo (“Éste es mi Hijo amado”), sino que se dirige a Él (“Tú eres mi Hijo…”): Cristo nos representa a todos, que desde ese momento pasamos a ser hijos amados, complacencia del Padre… Cuando somos bautizados, esta vocación eterna se verifica efectivamente, verdaderamente: somos una nueva creación. Por lo tanto, nuestra dignidad, nuestra gloria, y nuestro compromiso pasa por VIVIR NUESTRO BAUTISMO…
“Éste es mi Hijo” (Evang.)… “Éste es el servidor sufriente” (Iª lect.)…
Sigamos a Cristo por la Cruz a la Luz.

10 enero, 2015

Beata Ana de los Ángeles Monteagudo

 


Oh, Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, vos,
sois la hija del Dios de la vida y su amada santa y
que, perteneciendo a la Orden de Predicadores,
con vuestros dones de consejo y de profecía os
dedicasteis a promover el bien de toda vuestra
ciudad. Vos, conforme a las costumbres de la época,
internada por vuestros padres en el monasterio
de Santa Catalina fuisteis, y más tarde, retirada
por ellos mismos, para vivir en el “mundo”, donde
rechazasteis la vida matrimonial. Pero, en vos, ardía
desde siempre, las ansias de haceros religiosa. Y,
así fue, pues lo pusisteis en práctica ante la reacción
de vuestros padres, soportando con paciencia y
ánimo, todas las contrariedades que ello significaba
y emprendisteis la senda de la perfección, añadiendo
a vuestro nombre el apelativo “de los Ángeles”.
La vida conventual no os arredra y viviendo con
Amor y entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán
y de Catalina de Siena, os abrazasteis a la Cruz de
Cristo. Vuestra santa vida os catapultó para ser
Maestra de novicias y más tarde Priora. Vos, os
empeñasteis con energía y a la vez entusiasmo la
reforma de vuestro monasterio, amonestando y
corrigiendo, animando y promoviendo el amor a
Cristo de todas vuestras hermanas, en medio de
de obstáculos, pues no todas estaban imbuidas
del deseo de perfección. En medio de ello, pudo
más vuestro sentido caritativo, pues socorristeis
de manera, abnegada y heroica a las víctimas
de la peste, que azotó Arequipa. Vos, orabais
constantemente, y cada cosa que hacíais estaba
de perfección llena. Vuestras virtudes religiosas,
las ejercíais con serenidad y mostrabais paciencia
en los sufrimientos con que Dios os probaba. Y,
así, rodeada de vuestras hermanas, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
con justo permio a vuestra entrega grande de amor;
oh, Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, “luz”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Enero
Beata Ana de los Ángeles Monteagudo
Dominica


Por: Fuente: ACI Prensa

Martirologio Romano: En la ciudad de Arequipa, en Perú, beata Ana de los Ángeles Monteagudo, virgen de la Orden de Predicadores, que con sus dones de consejo y profecía se dedicó a promover el bien de toda la ciudad (1686). 

Fecha de beatificación: 2 de febrero de 1985 por el Papa Juan Pablo II.


Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602, hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara y de la arequipeña Francisca Ponce de León.


Conforme a costumbres de la época, Ana fue internada por sus padres en el monasterio de Santa Catalina.


Vuelta al hogar por decisión de sus padres, no le satisfacieron los halagos del mundo ni las perspectivas de un ventajoso matrimonio.


Deseaba hacerse religiosa y lo puso en práctica ante la indignada reacción de sus padres.

Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.

En 1618 inicia el noviciado y añade a su nombre el apelativo “de los Ángeles”.


La aspereza de la vida conventual no la arredra. Vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena.


Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647).


Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.


La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa.


Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos.


Falleció el 10 de enero de 1686 y fue Beatificada en Arequipa por Juan Pablo II en 1985.

(http://es.catholic.net/op/articulos/35810/ana-de-los-ngeles-monteagudo-beata.html)