06 octubre, 2016

San Bruno



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¡Oh!, San Bruno, vos, sois, el hijo del Dios de la vida, y
su amado santo, y aquél que, habiendo escuchado el relato
sobre el cadáver que habló, el cual, en vida fama tenía
de ser persona buena, pero que, en su privada vida, nada
santo era y que, cuando su funeral le celebraban, habló
tres veces así: “¡He sido juzgado!” “¡He sido hallado culpable!”
y “¡He sido condenado!” Respuestas duras que os llevaron
a alejaros de la vida mundana y a dedicaros a la vida
de oración y penitencia. Y, más tarde, a que formarais
la casi increíble, pero cierta “Comunidad Religiosa de Los
Monjes Cartujos”, que, rigurosa, austera y penitente,
al silencio perpetuo por compañía tienen y que oran y claman
por la salvación eterna de las almas, en éste descreído,
pero al fin, mundo entero nuestro. Así, los quiere y ama
el Padre eterno, así, cuida sus almas y cuerpos que,
entregados al Dios de la vida; vida y paz nos regalan a
los hombres del mundo, con sus penitencias y oraciones
constantes. Nunca comer carne, ni tomar licor. Recibir
visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias
horas al día al estudio, las labores manuales y copiar libros
y vivir totalmente incomunicados con el mundo entero. Ésto,
hicisteis vos, con vuestra orden y, claro, todos os admiran
y ruegan porque vos, insigne “santo del silencio”, intercedáis,
para que, Dios Nuestro Señor, envíe a esta vida, muchos
santos hombres, capaces de imitaros en el vivir y el convivir
en el silencio, tanto, en el fondo, como en la forma. Los
últimos años de vuestra vida, los pasasteis entre misiones
que os confiaba el Santo Padre, y además largas temporadas
en el convento dedicado a la contemplación y a la penitencia.
Y, así, y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡Oh!; San Bruno, “viva santidad del silencio del Dios Vivo”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Octubre
San Bruno
Fundador de los Monjes Cartujos
Año 1101


Bruno significa: “fuerte como una coraza o armadura metálica” (Brunne, en alemán es coraza). Este santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás comen carne ni toman bebidas alcohólicas.

Nació en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano II.

Ordenado sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.

Dicen que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona (pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: “He sido juzgado”. La segunda: “He sido hallado culpable”. La tercera: “He sido condenado”. Y decían que las gentes se habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos.

Teniendo todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que aunque allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo lo que él deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva fundación.

San Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.

San Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.

Nunca comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo… Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.

San Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de aquel peligro.

Por aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos reglamentos de La Cartuja.

Los últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande. Murió el 6 e octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad.

Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad. Que sean pocas tus palabras (S. Biblia).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bruno.htm)


05 octubre, 2016

Santa Faustina Kowalska



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 ¡Oh!; Santa Faustina Kowalska, Apóstol de la Divina Misericordia,
vos, sois la hija del Dios de la vida y su amada santa, que desde
pequeña, sentiais amor por la oración, el trabajo, la obediencia,
y gran sensibilidad ante la miseria y pobreza humanas. Vuestra
educación escolar duró sólo tres años y al cumplir dieciséis años
os fuisteis de la casa familiar para trabajar como empleada
doméstica y a los veinte años, entrasteis en la “Congregación
de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia”, y ya
como Sor María Faustina, vivisteis trece años cumpliendo deberes
de cocinera, jardinera y portera, pero, unida extraordinariamente
a Dios. Desde niña deseasteis ser una gran santa y, colaborasteis
con Jesús en la obra de salvar a las almas perdidas, hasta ofreceros
como sacrificio por los pecadores. Vuestros años de conventual
vida, estuvieron marcados, por el sufrimiento y las extraordinarias
gracias místicas de parte de Dios. Vuestra misión consistió en tres
tareas: proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada
Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona;
alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y a los
pecadores, practicando las nuevas formas de culto a la Divina
Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina
Misericordia con la inscripción: “Jesús, en ti confío”, la fiesta de la
Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de
Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a
la hora de la Misericordia; e inspirar un movimiento apostólico
de la Divina Misericordia y proclamar y alcanzar la misericordia
de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo
vuestro camino y huella. Vuestra misión, la escribisteis en el Diario
que os mandó el Señor Jesús y de vuestros confesores, registrando
con fidelidad todo lo que Jesús os pidió y describiendo los encuentros
de vuestra alma con Él. “Secretaria de mi más profundo misterio
tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi
misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos,
encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse
a mí”. Os dijo Jesús. Y así y luego de haber gastado vuestra santa
vida en buen lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con
corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe.
Vuestro Diario, traducido ha sido a muchos idiomas, por citar algunos:
inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso,
húngaro, checo y eslovaco. Juan Pablo Segundo, Papa, os beatificó
y canonizó, pues él, llevó inicialmente el proceso arquidiocesano
como paso previo a los de Roma, pues Arzobispo fue de Cracovia;
¡oh!; Santa Faustina Kowalska, “vivo amor de la Misericordia de Dios”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Octubre
Santa Faustina Kowalska
Apóstol de la Divina Misericordia


Sor Faustina nació en el año 1905 en la aldea de Glogowiec, cerca de Lodz, como la tercera de diez hermanos en la familia de Kowalski. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, laboriosidad, obediencia y sensibilidad ante la pobreza humana. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para trabajar de empleada doméstica en casas de familias acomodadas. A los 20 años entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde ­ como Sor María Faustina vivió 13 años cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.

Desde niña había deseado ser una gran santa y, en consecuencia, caminó hacia este fin colaborando con Jesús en la obra de salvar a las almas perdidas, hasta ofrecerse como sacrificio por los pecadores. Los años de su vida conventual estuvieron marcados, pues, por el estigma del sufrimiento y las extraordinarias gracias místicas.

La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:

1.Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.

2.Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

3. Inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo.

Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.

Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores

Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio ‹dijo el Señor Jesús a sor María Faustina‹ tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas,por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.

El 18 de abril de 1993 el Papa Juan Pablo II beatificó a nuestra Sor Faustina Kowalska en la Basílica de San Pedro en Roma. Fue en el primer domingo de Pascua, en el cual, según el pedido expreso de Jesús a Sor Faustina, debía celebrarse la Fiesta de la Misericordia. Y la beatificó precisamente Juan Pablo II, quien siendo aún arzobispo de Cracovia, llevó adelante el proceso arquidiocesano como paso previo a los procesos romanos. El 30 de abril de 2000, el Santo Padre Juan Pablo II, canonizó a Sor Faustina, en la Basílica de San Pedro, frente a 200.000 devotos de la Divina Misericordia.

ORACIÓN PARA ALCANZAR GRACIAS POR MEDIO DE LA SANTA SOR FAUSTINA

Oh Jesús, que hiciste de la beata Faustina, una gran devota de tu infinita misericordia, concédeme por su intercesión, si fuere esto conforme a tu santísima voluntad, la gracia de …………………………, que te pido. Yo, pecador/a, no soy digno/a de tu misericordia, pero dígnate mirar el espíritu de entrega y sacrificio de Sor Faustina y recompensa sus virtudes atendiendo las súplicas que a través de ella te presento confiando en tí.

Padre nuestro…
Ave María…
Gloria…
Santa Faustina, ruega por nosotros.
También vea:
*La página de Divina Misericordia
*Corazones.org
*El sitIo de Santa Faustina
Este día también se festeja a San Plácido, San Simón y San Flroilan

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=2791)

04 octubre, 2016

San Francisco de Asís

 
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¡Oh!; San Francisco de Asís, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que, la dicha tuvo, de en vida recibir los estigmas
de Nuestro Señor Jesucristo, y, declarado santo ser, por su amado
pueblo, mucho antes, de que el Papa, así lo hiciera. Y, después
del regalo de vuestra armadura, Dios, os mostró en sueños, otra,
para enfrentar a los enemigos del espíritu. “¿Por qué dedicarse a
servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe
Supremo de todos?”. Una voz, os dijo, y vos, comentabais: “Sí,
estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora
que existe”. Sabía nadie, de qué, se trataba, pero, vos, sí. ¡Os habíais
enamorado de la pobreza o sea del mismo Cristo! Y, así, vendisteis
todos vuestros bienes y, a los pobres los disteis. Y, de aquél beso
al leproso, Dios, os dio una gran fuerza para vuestros instintos
dominar y poder sacrificaros, en favor de los demás. “Francisco,
tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Y, vos, creísteis
que Jesús, os mandaba arreglar las paredes de la iglesia. Y, así,
comenzó, vuestro caminar de gloria. “Hasta ahora he sido el hijo
de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padre
Nuestro que estás en los cielos”. Dijisteis a vuestro padre, y con
Cristo os marchasteis. Fundasteis vuestra orden de los “Franciscanos”
y más tarde, con Clara, bella y santa de Asís, que se entusiasmó
por la vida de pobreza, oración y alegría de vuestros seguidores,
huyó de casa para monja hacerse, según vuestra sabia dirección,
fundando así, las “Damas Pobres” o “Clarisas”, cuyos conventos,
esparcidos están hoy en todo el mundo. La avecillas del campo,
os seguían todas felices y una cruz formaban, por donde predicabais
a diario. Y, de aquél regalo de Cristo, en vuestro cuerpo, a vos,
se os formaron las mismas santas heridas en las manos, en los pies
y en el costado. “El amor no es amado”. Decíais, para que, la gente
amara, a Jesucristo más. Os aventurasteis a viajar a Egipto, y, a
Tierra Santa, visitando los lugares Santos, donde Jesús nació, vivió,
murió y resucitó. Y, por ello, hasta hoy, son vuestros hermanos,
los que custodian por los tiempos de los tiempos y con devoción
viva, aquellos “vivos” lugares de la Tierra Santa. Vos, poeta como
erais, le cantabais himnos a todas las criaturas, a Dios alabando.
¡El sol, la luna, la tierra, las estrellas, el fuego, el viento, el agua,
flora y fauna, felices se sentían al escucharos! “Alabado sea mi
Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben
perdonar”, cantabais. Y, cómo olvidar vuestro saludo: “Paz y bien”,
porque, con él, ganasteis de Dios la gloria, lleno de alegría, de paz
y de Su amor, que se hicieron visibles cada día y noche del ayer,
del hoy, y por siempre del mañana. Además, fuisteis vos, quien
dejó la costumbre de los “Pesebres de Navidad”, por vuestro amor,
fe y esperanza por el Dios de la vida. Y, el día que tanto habíais
ansiado, para ver el rostro de vuestro Creador, os llegó y acostado
en el duro suelo, cubierto con un hábito que os prestaron de limosna,
y pidiendo a vuestros seguidores que se amaran siempre, como
Cristo los amó, entregasteis vuestra santísima alma a Dios, para
coronada ser con corona de luz, como justo premio a vuestro amor;
¡oh!, San Francisco de Asís, “vivo Jesucristo, Dios y Señor Nuestro”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Oración Por La Paz


Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
Ser comprendido, sino comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.

Amén.

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4 de Octubre
San Francisco de Asís
Fundador
Su Vida


Dicen que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: “el pequeño francesito”. Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida. Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: “¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”. Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe”. Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

Paseando un día por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.

Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: “Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió prudentemente.

Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos”. El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.

Se fué por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo encontraron y le dijeron: “¿Usted quién es? – Él respondió: – Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey”. Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Después volvió a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesita de San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba de él. Pero consiguió con qué reconstruir el pequeño templo.

La Porciúncula

Este nombre es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la capilla llamada así fue donde Fracisco empezó su comunidad. Porciúncula significa “pequeño terreno”. Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas. Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a la Sma. Virgen

En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le mostró lo que esperaba de él. Y fue por medio del evangelio de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así: “Vayan a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den también gratuitamente”. Francisco tomó esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado, pero en medio de la pobreza más estricta. Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había desfigurado horriblemente la cara. El otro intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la cara, y el enfermo quedó instantáneamente curado. Y la gente decía: “No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro”.

El primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas horas dedicado a la oración repitiendo: “mi Dios y mi todo”. Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus bienes y los dio a los pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue Fray Gil, célebre por su sencillez. Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: “No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio”. Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula. Dicen que Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas comunidades.

A Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras. Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre espinas. Él podía repetir lo del santo antiguo: “trato duramente a mi cuerpo, porque él trata muy duramente a mi alma”. Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y abandonando su familia huyó a hacerse monja según su sabia dirección. Con santa Clara fundó él las Damas Pobres o Clarisas, que tienen hoy conventos en todo el mundo.

Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente.

Francisco se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en el costado. Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamado “El Capítulo de las esteras”, se reunieron en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que manda el santo evangelio.

Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: “El Amor no es amado”. Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. Por no cuidarse bien de las calientísimas arenas del desierto de Egipto se enfermó de los ojos y cuando murió estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el Señor le permitía para que ganara más premios para el cielo.

San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. “Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar”, etc. Le agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia. Su saludo era “Paz y bien”.

Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San Francisco (Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado, murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios.

Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo enseñando a amar la naturaleza y a vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de nuestro buen Dios. Fue él quien popularizó la costumbre de hacer pesebres para Navidad.

03 octubre, 2016

San Edmundo de Escocia

 

 

 
¡Oh!, San Edmundo de Escocia, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado Santo. Y, como
San Agustín dijo: “Una cosa es amar al hombre,
y otra poner la esperanza en el hombre y tanta
diferencia hay que Dios manda lo primero y
prohíbe esto último”. Y, claro, así es, sin decir
nada más. Y, vos, de tradición y alcurnia alta, y
de espíritu humilde y, con Margarita por madre,
reina de Escocia, después de que vos, tomasteis
parte en acontecimientos políticos y militares
con vuestro tío paterno, marchasteis a Inglaterra
donde os abrazasteis a la Cruz salvadora de Cristo,
que os brindó la santidad, que vuestro espíritu,
había anhelado siempre. Y, así, os dedicasteis a
la dirección espiritual, la oración, el ayuno y
el amor a los pobres. Al final de vuestra vida,
voló, vuestra alma al cielo, para, coronada ser
con corona de luz y eternidad, como justo premio
a vuestra grande e increíble entrega de amor;
¡oh!, San Edmundo, “viva humildad de Cristo”.



© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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3 de Octubre
San Edmundo de Escocia
Confesor


Una cosa es amar al hombre, y otra poner la esperanza en el hombre, y tanta diferencia hay que Dios manda lo primero y prohíbe esto último (San Agustín).

San Edmundo era hijo de Santa Margarita, reina de Escocia y de Malcolm III (1057-1093). Después de haber tomado parte en los acontecimientos políticos y militares de Escocia a cargo de su tío paterno en 1097, se fue a Inglaterra donde abrazó la vida religiosa. Vivió en el monasterio cisterciense de Montague (Somerset), donde murió santamente en 1100.

(http://santoraltradicional.blogspot.com/2011/10/san-edmundo-de-escocia.html)

02 octubre, 2016

Santos Ángeles de la Guarda





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¡Oh!, Santos Ángeles de la Guarda, vosotros, sois
los hijos espirituales de Dios y sus amados ángeles.
Significa vuestro nombre “mensajero”, y por vuestra
espiritual pureza, estáis cerca de Dios, para adorarlo,
y sus órdenes cumplir, para llevar sus mensajes a
los hombres. Decía Orígenes, el gran sabio que: “Los
cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios
un ángel para que nos guíe y proteja”. Y, ello, citado
está en el Salmo noventa: “A sus ángeles ha dado
órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y,
con la frase de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a
ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están
siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”.
Judit, libertadora de Betulia exclamaba: “El ángel del
Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía
allá, y en el viaje de venida”. Y, en el Nuevo Testamento
se confirma aquello de que cada uno tiene un ángel
custodio, cuando San Pedro, sacado es de la cárcel.
San Bernardo, hizo acerca del Ángel de la Guarda,
un hermoso y bello sermón, dejándonos vivas reflexiones.
Su presencia respetemos, portándonos como es debido;
agradezcámosle sus favores que son muchos más de
los que nos podemos imaginar, y en su ayuda confiemos,
que es poderosa y superior a la de los demonios que nos
atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan. San
Juan Bosco, dice que el día de la fiesta del Ángel
de la Guarda, recomendó a sus muchachos que en los
momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y
así fue: Dos jóvenes obreros estaban en un andamio
alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla
y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo
oído y exclamó: “Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin
sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron
muerto, y cuando levantaron al segundo, este recobró
el sentido y como si nada le hubiera pasado. “Cuando vi
que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y
sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me
bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más”. Por
ello, os invito a orar a vuestros ángeles así: “Ángel
del Señor, que por orden de su piadosa providencia sois
mi guardián, custodiadme de día y de noche, iluminad
mi entendimiento, dirigid mis afectos, gobernad mis
sentimientos e impulsos , para que jamás os ofenda Dios
mío. Amen y Amén”. ¡Gloria a los Ángeles Custodios!
¡Oh!, Ángeles de la Guardia: “viva fe del Dios Vivo”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Octubre
Los Santos Ángeles de la Guarda



Angel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en los brazos de Jesús, José y María.

En la S. Biblia la palabra Ángel significa “Mensajero”. Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos. Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: “Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja”.

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: “A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”. Y Judit en la Biblia al ser recibida como libertadora de Betulia exclamaba: “El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá , y en el viaje de venida”.

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: “Será su ángel” (Hechos 12, 15).
Ya en el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: “Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custodiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen”.

En el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre. Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).

San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: “Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: “Cuando vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más”. Así lo narra el santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Angeles_de_la_Guarda.htm)

01 octubre, 2016

Santa Teresita del Niño Jesús

 
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¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, y que, durante vuestra vida corta,
guardasteis en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Y, así, fue, porque, después de vuestra muerte, los milagros y
favores, a raudales llovieron sobre quienes os pidieron vuestra
intercesión. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le
alabarán eternamente”. Decíais, vos, pues vuestro anhelo, siempre
era de que, aquellos que os invocaran, a Dios amasen, con amor
abrazador. Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad. Una mujer de dones
y virtudes cargada, capaz de darlo todo. Impaciente por seguir a
vuestras hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella frase
que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás si es la voluntad
de Dios”. Así, os contestó León Trece Papa, y vos, os sentisteis
feliz. Os llamaban la “La Florecita”, y así, encontrasteis vuestro
“elevador”, que os llevó raudamente tanto por vías de oscuridad
y las de sufrimiento espiritual y del dolor corporal, cada vez
hacia lo alto, siempre hacia más lo alto, hasta que, un día, a
los brazos de Jesús, vuestro Amado Esposo, arribasteis. “Nunca
he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor. Quisiera
ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones”. Decíais
vos. Antes de morir, concluisteis con vuestra autobiografía:
“L’Histoire d’un Alme”, que escribisteis a pedido de vuestra
Superiora. Ésta, llena de belleza, sabiduría y valor está, y
por ella, sabemos de vuestra humildad y santidad de vida, y,
en ella explicáis, de cómo os hicisteis, un “juguete” de Cristo,
Dios y Señor Nuestro. “Después de mi muerte dejaré caer una
lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “Caminito” es el camino de la infancia espiritual el camino
de la confianza y de la entrega absoluta.” Fueron vuestras
póstumas palabras. Patrona de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “vivo Amor del Dios vivo”.




© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1ro de octubre Santa Teresita del Niño Jesús Virgen

La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, se ha esparcido de una manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida, Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de carmelitas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. La santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la invocan. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente”, decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente su autobiografía, “La Historia de un Alma”, millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de abril de 1888, María Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar al Carmelo a los quince años. “Entrarás si es la voluntad de Dios”, le contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y Teresita entró al Carmelo.

Teresa había sido la hija preferida de su padre; era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio se determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y por el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla acostumbraba. “Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,” dijo en una ocasión, “pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero. Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…”.

“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente.” Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

“La Florecita”, como muchos la llaman, encontró su elevador, que la llevó velozmente por entre períodos oscuros de sufrimiento espiritual, por entre largas noches de dolor corporal, hacia arriba, siempre arriba, hasta que al fin estuvo segura en brazos de su amado Jesús. Antes de morir, terminó su autobiografía, L’Histoire d’un Alme (La Historia de un Alma), escrita a petición de su Superiora. Ha sido traducida a muchos diferentes idiomas, y está llena de belleza, sabiduría y valor, y por ella podemos saber algo de la santidad de Teresita, pues explica cómo hizo de sí misma un juguete de Cristo. Hiciera lo que hiciera, estaba segura de su amor.

La hermana Teresita de Lisieux murió el 30 de Septiembre de 1897. En junio de ese año había sido llevada a la enfermería del convento, padeciendo fuertes hemorragias, y no volvió a salir de allí. Tres de sus declaraciones, pronunciadas por ese tiempo, le han dado la vuelta al mundo y ningún comentario sobre la Florecita, por breve que fuera, estaría completo sin ellas: “Nunca he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor. Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.” “Mi caminito es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

Casi inmediatamente después de su muerte, fueron tan numerosos los milagros obtenidos por su intercesión, que la Santa Sede dispensó los acostumbrados cincuenta años que normalmente deben transcurrir antes que se inicie el proceso de canonización. En 1922 fue solemnemente beatificada por el Papa Pío XI, y dos años más tarde fue canonizada Teresa de Lisieux.

Como una de las principales obligaciones de las carmelitas es pedir por las misiones, no es extraño que, en 1927, Santa Teresita fuera nombrada Patrona celestial de todas las Misiones Extranjeras, junto con San Francisco Javier. Dijo Teresita: “Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones.”

(La mayor parte de esta pequeña biografía ha sido extraída de “Nuestra Herencia Católica” tomo III, publicada por La Prensa Católica, México, 1973). “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

La Iglesia reconoce la enseñanza profunda y valiosa del “caminito” de Santa Teresita, lo cual conlleva el aceptar nuestras propias limitaciones, y el dar de todo corazón lo que tengamos, no importa lo pequeña que sea la ofrenda.

(http://www.ewtn.com/therese/spanish/sp_there.htm)

30 septiembre, 2016

San Jerónimo


 
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¡Oh!, San Jerónimo, vos sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, y que, habiendo nacido en Dalmacia,
estudiasteis en Roma, cultivando con esmero los saberes
todos, recibiendo allí, el santo bautismo cristiano. Más
tarde, optasteis por la vida contemplativa entregándoos
a la vida ascética, marchando a Oriente y, donde os
ordenaron como presbítero. Vuelto a Roma, secretario
fuisteis de Dámaso, papa, hasta que, fijando residencia
en Belén de Judea, vivisteis una vida monástica dedicado a
traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándoos
como insigne doctor. “Jerónimo ¿Qué me vais a regalar
en mi cumpleaños?” Os preguntó el Niño Jesús. Y, vos,
respondisteis: “Señor os regalo mi salud, mi fama, mi honor,
para que dispongas de todo como mejor os parezca”. Y,
el Niño Jesús, os dijo: “¿Y ya no me regalas nada más?” ¡Oh!
mi amado Salvador, -exclamasteis-, por Vos, repartí ya mis
bienes entre los pobres. Por Vos, he dedicado mi tiempo a
estudiar las Sagradas Escrituras. ¿Qué más os puedo regalar?
Si quisieras, os daría mi cuerpo para que lo quemaras en
una hoguera y así poder desgastarme todo por Vos”. Y,
el Divino Niño, os dijo con tierno y sublime amor: “Jerónimo:
regálame tus pecados para perdonártelos”. Y, al escucharlo,
vos, de emoción llorasteis y exclamasteis muy impresionado:
¡Loco debéis estar de amor, cuando me pedís esto!”. Y, os
disteis cuenta de que, lo que más desea Dios, es que, le
ofrezcamos los pecadores, un corazón arrepentido, contrito
y humillado. A vos, os debemos, vuestra obra gigante:
la traducción al latín de la Sagrada Biblia, que, con titulo
de “Vulgata”, llegó a ser, la Biblia oficial del cristianismo.
Buscabais la paz interior, para reaparecer con un nuevo libro.
Vuestros rugidos de “león del desierto” se escuchaban tanto
en Oriente y en Occidente. Y, vuestras violencias verbales
iban para todos. Tuvisteis duras palabras para Ambrosio, para
Basilio y para vuestro amigo Agustín. Cuando terminabais
un libro, visitabais a las monjas que llevaban vida ascética
en un monasterio no lejos del vuestro. Las escuchabais
contestando sus preguntas, y ellas fueron un filtro para
vuestro carácter y vos, os pagabais con alimento espiritual y
bíblico. Erais consciente de vuestras limitaciones y faltas,
que las remediabais dándoos golpes en el pecho con una piedra.
Pero, también os dabais cuenta de vuestros méritos, que
hicisteis una larga lista de los hombres ilustres, de quienes
escribisteis un precioso resumen “El De viris illustribus”, que
concluye con un capítulo dedicado a vos mismo, Jerónimo . Y,
así, habiendo, gastado vuestra santa vida, en buena lid, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Jerónimo, “vivo mensajero de la Palabra del Dios Vivo”.




 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Septiembre
San Jerónimo
Doctor de la Iglesia

 

Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griego. El IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.

La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la larga lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy)