20 junio, 2018

San Juan de Matera

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 ¡Oh!, San Juan de Matera, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado Santo; la fama os cubrió por vuestra
austeridad y vuestra predicación al pueblo, instituyendo
la “Congregación de Pulsano”, bajo la Regla de san Benito.
Vos, desde joven, quisisteis eremita ser, pero como erais
hombre poco hablador, os juzgaron como de mal carácter
y por ello, os alejaron de la vida monástica. Predicasteis
en Bari, en Sicilia y, os mantuvisteis en continua penitencia, y
en Ginosa, recibisteis de san Pedro la orden de reparar
su iglesia; como san Francisco, y así lo hicisteis, con unos
compañeros, pero, os encarcelaron acusándoos de apoderaros
de un tesoro. Luego, os disteis cuenta que lo que teníais
que rehacer era la “iglesia espiritual” y así, os convertisteis
en predicador de gran éxito. El mal, echando cuerpo os acusó
de herejía, pero, vuestra humildad os exoneró de tal injuria.
En Pulsano fundasteis un monasterio bajo la regla de san Benito,
que llevó vuestro nombre, en mérito a vuestra vida de oración,
el amor a la soledad e intensa vida mística. Y, así, y luego
de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz, como justo
premio a vuestra entrega increíble de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh!, San Juan de Matera, “vivo, Cristo en medio del mundo”.


 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Junio
San Juan de Matera Abad

Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com

Martirologio Romano: En el monasterio de San Jacobo de Foggia, en la Apulia, Italia, san Juan de Matera, abad, insigne por su austeridad y su predicación al pueblo, que instituyó la Congregación de Pulsano en la región del Gárgano, bajo la Regla de san Benito († 1139).

Breve Biografía
Nació en Matera (Lucania-Italia) en el seno de una noble familia. Desde muy joven quiso ser eremita y solicitó hospitalidad en el monasterio de Taranto, pero como era un hombre poco hablador, fue juzgado de carácter antipático y por ello alejado del monasterio.

Marchó a Calabria, uniéndose a los monjes de Montevergine junto a san Guillermo de Vercelli, su fundador, pero lo dejó para ser predicador en Bari; luego se dirigió a Sicilia viviendo en continua penitencia y por último se refugió en Ginosa en la Puglia, donde recibió de san Pedro la orden de reparar su iglesia; como san Francisco, entendió en una reparación arquitectónica, y junto con unos compañeros se puso al trabajo, pero fue encarcelado acusado de posesionarse de un tesoro. Se dio cuenta que lo que tenía que rehacer era la iglesia espiritual y salió de su aislamiento convirtiéndose en un predicador de gran éxito en toda la Italia meridional. Fue acusado de herejía, pero, la humildad que demostró en su proceso, hizo que se exonerase de los cargos. En Pulsano fundó, bajo la regla de San Benito, un monasterio que toma su nombre, Congregación de Pulsano que sobrevivirá algún tiempo. En su Vita se dice que fue un hombre de oración, solitario, y de una intensa vida mística. Tiene culto local.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/62469/juan-de-matera-santo.html)

19 junio, 2018

San Romualdo, Fundador

 
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¡Oh!, San Romualdo; vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que honor y fama le disteis al significado
de vuestro nombre: “Glorioso en el mando”. Decíais vos, de
la vida en la montaña: “Dichosos los ermitaños que se alejan
del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los
malos ejemplos no los esclavizan”. Y, allí, en la soledad
de la misma, os dedicasteis a rezar y a penitencia hacer,
tanto que, vuestro padre, arrepentido de su antigua vida,
os siguió feliz. Fundador de conventos y de milagros hacedor,
vidas de santos leíais y os esmerabais por imitarlos en
cualidades y virtudes sobresalientes. Comías poco y dedicabais
muy pocas horas al sueño, tanto de día, como de noche. En
medio de aquella disciplina, os azotaban tentaciones terribles
de impureza, y los más horribles ataques del maligno, tanto
que, a gritos clamabais: “¡Jesús misericordioso!, compasión
ten de mí”. Y, al oír esto, huía el demonio y la paz y os
cubría de nuevo. Felizmente, os quedasteis entre nosotros
con vuestros “Camaldulenses”, observando perpetuo silencio y
a la oración y a la meditación dedicado. En cierta ocasión y
en claro y vívido éxtasis, dijisteis: “Amado Cristo Jesús,
¡Vos sois el consuelo más grande que existe para vuestros
amigos!” Y, San Grignon de Monfort: “Ante estos campeones
de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos
burros muertos”. La última noche de vuestra vida, dos monjes
os visitaron porque os sentíais muy débil, y les pedisteis
que ambos se retirasen y que volviesen de madrugada a rezar
salmos. Pero, presintiendo de que vos, murieseis de pronto,
se escondieron detrás de la puerta. Luego de un rato, no
percibieron ruido ni movimiento, encendieron la luz y vieron
vuestro cadáver, boca arriba, después de que, vuestra alma
había al cielo volado, para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega grande e increíble de amor;
¡oh!, San Romualdo, “vivo maestro de oración y penitencia”.
 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Junio
San Romualdo
Fundador de los Camaldulenses
Año 1027

Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).

En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San Romualdo. San Romualdo nació en Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques que gobernaban esa ciudad. Educado según las costumbres mundanas, su vida fue durante varios años bastante descuidada, dejándose arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y esclavo de sus pasiones. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos deseos de enmendarse y propósito de volverse mejor. A veces cuando se internaba de cacería en los montes, exclamaba: “Dichosos los ermitaños que se alejan del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los esclavizan”.

Su padre era un hombre de mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en duelo con un enemigo. Y se llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el papá mató al adversario. Horrorizado ante este triste espectáculo, Romualdo huyó a la soledad de una montaña y allá se encontró con un monasterio de benedictinos, y estuvo tres años rezando y haciendo penitencia. El superior del convento no quería recibirlo de monje porque tenía miedo de las venganzas del padre del joven, el Duque de Ravena. Pero el Sr. Arzobispo hizo de intermediario y Romualdo fue admitido como un monje benedictino.

Y le sucedió entonces al joven monje que se dedicó con tan grande fervor a orar y hacer penitencia, que los demás religiosos que eran bastante relajados, se sentían muy mal comparando su vida con la de este recién llegado, que hasta se atrevía a corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior que lo alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces Romualdo se fue a vivir en la soledad de una montaña, dedicado sólo a orar, meditar y hacer penitencia.

En la soledad se encontró con un monje sumamente rudo y áspero, llamado Marino, pero éste con sus modos fuertes logró que nuestro santo hiciera muy notorios progresos en su vida de penitencia en poco tiempo. Y entre Marino y Romualdo lograron dos notables conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se fue a dedicarse a la vida de oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo que arrepentido de su antigua vida de pecado se fue a reparar sus maldades en un convento. Este Duque de Ravena después sintió la tentación de salirse del convento y devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se estuvo de monje hasta su muerte.

Durante 30 años San Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia conventos donde los pecadores pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total soledad, en silencio completo y apartado del mundo y de sus maldades. El por su cuenta se esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y silencio de manera impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores. Leía y leía vidas de santos y se esmeraba por imitarlos en aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada uno. Comía poquísimo y dedicaba muy pocas horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía penitencia, día y noche.

Y entonces, cuando mayor paz podía esperar para su alma, llegaron terribles tentaciones de impureza. La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia, era una inutilidad que de nada le iba a servir.

Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: “Jesús misericordioso, ten compasión de mí”, y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.

Volvió otra vez al monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por demasiado cumplidor) y sucedió que vino un rico a darle una gran limosna. Sabiendo Romualdo que había otros monasterios mucho más pobres que el de Ravena, fue y les repartió entre aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los monjes de aquel monasterio se le declararan en contra (ya estaban cansados de verlo tan demasiado exacto en penitencias y oraciones y en silencio) y lo azotaron y lo expulsaron de allí. Pero sucedió que en esos días llegó a esa ciudad el Emperador Otón III y conociendo la gran santidad de este monje lo nombró abad, Superior de tal convento. Los otros tuvieron que obedecerle, pero a los dos años de estar de superior se dio cuenta que aquellos señores no lograrían conseguir el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus religiosos y renunció al cargo y se fue a fundar en otro sitio.

Dios le tenía reservado un lugar para que fundara una Comunidad como él la deseaba. Un señor llamado Málduli había obsequiado una finca, en región montañosa y apartada, llamada campo de Málduli, y allí fundo el santo su nueva comunidad que se llamó “Camaldulenses”, o sea, religiosos del Campo de Málduli. En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Desde entonces cambió el antiguo hábito negro de sus religiosos, por un hábito blanco.

San Romualdo hizo numerosos milagros, pero se esforzaba porque se mantuviera siempre ignorado en nombre del que los había conseguido del cielo. Un día un rico al ver que al hombre de Dios ya anciano le costaba mucho andar de pie, le obsequió un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un burro, diciendo que viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro Señor.

En el monasterio de la Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la vida religiosa con toda la exactitud que él siempre había deseado. Y desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses en diversas regiones del mundo. Observan perpetuo silencio y dedican bastantes horas del día a la oración y a la meditación. Son monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se practica.

San Romualdo deseaba mucho derramar su sangre por defender la religión de Cristo, y sabiendo que en Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para allá a misionar. Pero cada vez que emprendía el viaje, se enfermaba. Entonces comprendió que la voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar martirios, sino que se hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y haciendo penitencia y enseñando a otros a la santidad.

Veinte años antes el santo había profetizado la fecha de su muerte. Los últimos años frecuentemente era arrebatado a un estado tan alto de contemplación que lleno de emoción, e invadido de amor hacia Dios exclamaba: “Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!”. Adonde quiera que llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, impidiendo la entrada allí de toda persona. Estaba dedicado a orar y a meditar.

La última noche de su existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo por que se sentía muy débil. Después de un rato mandó a los dos religiosos que se retiraran y que volvieran a la madrugada a rezar con él los salmos. Ellos salieron, pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se quedaron escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a escuchar atentamente y al no percibir adentro ni el más mínimo ruido ni movimiento, convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la puerta, encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba, después de que su alma había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús se llevaba a su Reino Celestial.

Todos estos datos los hemos tomado de la Biografía de San Romualdo, que escribió San Pedro Damián, otro santo de ese tiempo. Al recordar los hechos heroicos de este gran penitente y contemplativo se sienten ganas de repetir las palabras que decía San Grignon de Monfort: “Ante estos campeones de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos burros muertos”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Romualdo.htm)

18 junio, 2018

San Gregorio Barbarigo

 
 
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 ¡Oh!, San Gregorio Barbarigo, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Huérfano como fuisteis,
vuestro padre, os formó de manera increíble y, os hizo
conocer el campo de la guerra, la ciencia y la diplomacia,
pero a vos, os atraía más, el cielo y sus santos frutos:
tener una relación con Dios y la salvación de las almas.
Os encantaba la astronomía y admirabais la gran obra
de Dios. Y, así, un día, os ordenaron de sacerdote, y,
os confiaron muchos puestos, entre otros, el de presidente
ser de la comisión para atender a los enfermos de tifo.
Y, vos, allí, mostrasteis cuánto de Dios, teníais, pues
visitabais enfermos, enterrabais muertos, ayudabais viudas
y huérfanos y consolabais hogares que en la orfandad habían
quedado. Vendisteis vuestros bienes y los donasteis a
los pobres, y luego os propusisteis imitar en todo a
San Carlos Borromeo. Propagasteis libros religiosos y leer
a San Francisco de Sales. Cuando salíais a evangelizar,
os hospedabais en casas de vuestros pobres y con ellos
comíais. De día, enseñabais catecismo, y, a la gente pobre
atendíais y por la noche en oración la pasabais. Con el
cargo de Cardenal, os mostrabais como un sencillo sacerdote.
Fundasteis imprentas y propagasteis libros religiosos, y,
os esmerasteis para formar seminaristas que fuesen excelentes
sacerdotes. La gente decía: “Monseñor es misericordioso
con todos. Con el único con el cual es severo es consigo
mismo”. Vos repetíais: “para el cuerpo basta poco alimento
y ordinario, pero para el alma son necesarias muchas
lecturas y que sean bien espirituales”. Y, así, luego de
haber gastado vuestra vida en buena lid, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como premio justo a vuestra entrega de inmenso amor y fe;
¡Oh!, San Gregorio Barbarigo, “viva misericordia de Dios”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Junio San Gregorio Barbarigo Obispo Año 1697

Dios nos mande muchos Gregorios más, así de santos y generosos. Quien generosamente da, generosamente recibirá. Prv. 11.

Este simpático santo nació en Venecia (Italia) en 1632, de familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifo negro, cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un excelente católico, se propuso darle la mejor formación posible. El papá lo instruyó en el arte de la guerra y en las ciencias, y lo hizo recibir un curso de diplomacia, pero al joven Gregorio lo que le llamaba la atención era todo lo que tuviera relación con Dios y con la salvación de las almas.

Estudiando astronomía admiraba cada día más el gran poder de Dios, al contemplar tan admirables astros y estrellas en el firmamento. Deseaba ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó que más bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales cualidades para párroco. Y a los 30 años fue ordenado sacerdote.

Un amigo suyo y de su familia, el Cardenal Chigi, había sido elegido Sumo Pontífice con el nombre de Alejandro VII, y lo mandó llamar a Roma. Allá le concedió un nombramiento en el Palacio Pontificio y le confió varios cargos de especial responsabilidad.

Y en ese tiempo llegó a Roma la terrible peste de tifo negro (la que había causado la muerte a su santa madre) y el Santo Padre, conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la comisión encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde ese momento Gregorio se dedica por muchas horas cada día a visitar enfermos, enterrar muertos, ayudar viudas y huérfanos y a consolar hogares que habrían quedado en la orfandad.

Acabada la peste, el Sumo Pontífice le ofrece nombrarlo obispo de una diócesis muy importante, Bérgamo. El Padre Gregorio le pide que lo deje antes celebrar una misa para saber si Dios quiere que acepte ese cargo. Durante la misa oye un mensaje celestial que le aconseja aceptar el nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.

Llega a Bérgamo como un sencillo caminante, y a los que proponen hacerle una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso que se iba a gastar en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres. Luego él mismo vende todos sus bienes y los reparte entre los necesitados y se propone imitar en todo al gran arzobispo San Carlos Borromeo que vivía dedicado a las almas y a las gentes más abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar a quien le pide, y los pobres saben que su generosidad es inmensa.
Propaga libros religiosos entre el pueblo y recomienda mucho los escritos de San Francisco de Sales. En sus viajes misioneros se hospeda en casas de gente muy pobre y come con ellos, sin despreciar a nadie. Después de pasar el día enseñando catecismo y atendiendo gentes muy necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero del palacio tiene orden de llamarlo a cualquier hora de la noche, si algún enfermo lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas horas de la noche se va a atender moribundos que lo mandan llamar. Y es obispo.

El médico le aconseja que no se desgaste tanto visitando enfermos, pero él le responde: “ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de otra manera!”. El Sumo Pontífice lo nombra obispo de una ciudad que está necesitando mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían: “Los de Milán tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos Borromeo. Nosotros también tuvimos un obispo muy santo, Mr. Gregorio. Que gran lástima que se lo lleven de aquí”. En Padua se encuentra con que los muchachos no saben el catecismo y los mayores no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente a organizar las clases de catecismo y a invitar a todos a la S. Misa. Recorrió personalmente las 320 parroquias de la diócesis. Organizó a los párrocos y formó gran número de catequistas. Aun a las regiones más difíciles de llegar, las visitó, con grandes sacrificios y peligros. En pocos años la diócesis de Padua era otra totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.

El nuevo Pontífice Inocencio XI nombró Cardenal a Monseñor Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de apostolado. El siguió trabajando como si fuera un sencillo sacerdote. Fundó imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas sus fuerzas por formar lo mejor posible a los seminaristas para que llegaran a ser excelentes sacerdotes. Todos estaban de acuerdo en que su conducta era ejemplar en todos los aspectos y en que su generosidad con los pobres era no sólo generosa sino casi exagerada.

La gente decía: “Monseñor es misericordioso con todos. Con el único con el cual es severo es consigo mismo”. Su seminario llegó a tener fama de ser uno de los mejores de Europa, y su imprenta divulgó por todas partes las publicaciones religiosas. El andaba repitiendo: “para el cuerpo basta poco alimento y ordinario, pero para el alma son necesarias muchas lecturas y que sean bien espirituales”. San Gregorio murió santamente el 17 de junio del año 1697.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Gregorio_Barbarigo_6_17.htm)

16 junio, 2018

San Aureliano de Arlés

 
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¡Oh! San Aureliano, vos sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y Obispo, que fundasteis dos monasterios,
uno masculino y otro femenino, a los que disteis una Regla
propia. Vos hicisteis honor a vuestro nombre: “Aureliano”,
pues significa “aquel de color dorado”, y sí, de color
oro fue vuestra santa vida y obra, a pesar de ser de familia
aristocrática. A vos, os designan para vuestra sede
  episcopal por vuestras increibles cualidades espirituales
y religiosas a solicitud del rey Childeberto I, para
tener en vos, un punto de apoyo en la zona mediterránea.
Por ello, vos, fundáis en Arlés un monasterio masculino,
llamado Monasterio de los “Santos Apóstoles”, a la fecha
desaparecido, y origen de la actual Iglesia de la “Santa
Cruz”, con una regla llena de honestidad y mortificación
de pura inspiración benedictina, y otro femenino, bajo
la advocación de la Santa Virgen, bajo la misma regla
monástica que el masculino. También estuvisteis en el
Concilio de Orleans, y el que, más tarde fue atacado
por la “Peste de Justiniano”. ¡Y, maravilla de maravillas!
vos, no podíais pasar desapercibido y de pronto, sobre
vuestra tumba en la iglesia de San Niceto de Lyon se
descubrió una inscripción en la que se indica que vuestra
alma, había volado al cielo, un viernes de junio como hoy,
  la misma que está toda coronada de luz, como justo pago
a vuestra increible entrega de amor y de fe. ¡Aleluya!
¡Oh! San Aureliano de Arlés, “vivo testamento del Dios Vivo”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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16 de junio
San Aureliano de Arlés
Obispo 16 de junio


Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Aureliano, obispo de Arlés, el cual, nombrado vicario en la Galia por el papa Vigilio, fundó en su ciudad dos monasterios, uno masculino y otro femenino, a los que dio una Regla propia (551).

Etimológicamente: Aureliano = aquel de color dorado, es de origen latino.

Era originario de una familia aristocrática de Borgoña, cercana al poder, que jugaba un papel importante cerca de los reyes francos. San Aureliano era hijo de San Sacerdos, quien llegara a ser en 544 arzobispo de Lyon y primo hermano de San Niceto, sucesor de San Sacerdos en la sede arzobispal de Lyon.

San Aureliano sucede a Auxanio en la sede de Arlés el 23 de agosto de 546. Su designación a la edad de 23 años para tan importante sede episcopal de Francia es debida tanto a sus cualidades espirituales y religiosas como a la pretensión del rey merovingio Childeberto I de tener un punto de apoyo fiable en la zona mediterránea.

No es sorprendente tampoco que el nuevo arzobispo recibiera, muy poco tiempo después de su consagración, el Palio y el vicariato, manifiestamente de acuerdo a la voluntad de Childeberto I. En efecto, en 548, el papa Vigilio le nombra vicario de la Santa Sede y le otorga el Palio.

En el año 547 o 548, San Aureliano funda en Arlés un monasterio masculino, por orden del rey Childeberto I, al que va a tener en gran estima. Este monasterio llamado Monasterio de los Santos Apóstoles, hoy desaparecido, es el origen de la actual Iglesia de la Santa Cruz, (Sainte-Croix en francés), del barrio de La Roquette de la ciudad de Arlés. Su primer abad fue Florentinus († 553). San Aureliano enriqueció la iglesia de este monasterio de reliquias fort précieuses y le dio una regla llena de honestidad y mortificación, de inspiración benedictina.

Fundó igualmente en 547 o 548 en el interior de las murallas de la ciudad, en un lugar hoy desconocido, un monasterio femenino bajo la advocación de la Santa Virgen, dotado de la misma regla monástica que el masculino.

Asistió al Concilio de Orleans el 28 de octubre de 549. Se sabe a través de Gregorio de Tours que, ese mismo año, Arlés fue golpeada por la Peste de Justiniano. Las actas de dicho concilio están firmadas en primer lugar por San Sacerdos, arzobispo de Lyon y padre de San Aureliano, y por éste último inmediatamente después.

Poco tiempo después, en 550, en el marco de la Controversia de los Tres capítulos, San Aureliano envió a Anastasio, un clérigo de su iglesia a Constantinopla para entrevistarse con el papa Vigilio para asegurarse de la veracidad de las opiniones emitidas por el papa. El 29 de abril de 550, el papa Vigilio le remitió una carta a través de su enviado.

En 1308 se descubrió una inscripción sobre su tumba en la iglesia de San Niceto de Lyon en la que se indica que San Aureliano murió en esa ciudad el viernes 16 de junio de 551.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/36669/aureliano-de-arls-santo.html)

15 junio, 2018

San Vito de Lucania, adolescente mártir

 
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¡Oh!, San Vito de Lucania, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que siendo aún adolescente
os convertisteis en mártir; erais hijo de un senador
romano, y, de niño, por fervorosos y santos cristianos
 criado: Santa Crescencia y San Modesto, quienes
os instruyeron en la fe y os bautizaron en Cristo Jesús.
Vos, intestasteis convertir al hijo del gobernador sin
éxito. Y, cuando vuestro padre descubrió vuestra
devoción, fiel al romano imperio como era, os entregó a
  las autoridades y os expulsó de vuestra familia. El juez
ordenó que azotado fuerais, pero, a él, y a los verdugos
se les paralizaron los brazos: ¡Milagro Divino! los que,
sólo sanaron con vuestros rezos. Santa Crescencia y
San Modesto, que os habían enseñado la fe de Cristo,
fueron librados de varios suplicios, como el día en que,
un león que debería devorarlos, terminó lamiéndoles
los pies. Y, cuando escaparon, un ángel les proporcionó
un barco, para viajar hasta Lucania. A vos, y vuestros
tutores, os llevaron  finalmente ante Diocleciano,
ante el cual os negasteis a rendir culto a dioses paganos y
  os mataron. Pero, unos ángeles aparecieron y os retiraron
las cadenas y condujeron vuestros cuerpos hasta un río,
donde más tarde os encontró una anciana viuda cristiana.
Otto de Bamberg obispo, al evangelizar a los pomeranos,
que, culto redían al gallo, les presentó un relicario
de plata con reliquias de vos, el cual coronado estaba
con un gallo. Elos, relacionaron al gallo con vos,
 y su deidad, y así, en masa accedieron a ser bautizados
para la eterna gloria de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro;
¡oh! San Vito de Lucania, “vivo, espíritu del Dios vivo”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de junio
San Vito de Lucania
Adolescente Mártir


SAN VITO DE LUCANIA (fines del s.III-304) nació en Mazzara, la actual Mazara del Vallo, en Sicilia, Italia, en la época de las persecuciones dictadas por el emperador romano Diocleciano.

Según la leyenda, San Vito fue hijo de un senador romano, pagano. De niño fue criado por los instructores contratados por su familia, sin saber que eran fervientes cristianos: Santa Crescencia y San Modesto, quienes instruyeron al pequeño Vito en la fe y lo bautizaron sin tener el consentimiento de su familia.

San Vito habría intentado convertir sin éxito al hijo del gobernador. Cuando su padre descubrió su devoción, fiel a las normas romanas lo entregó a las autoridades y lo expulsó de su familia. El juez habría ordenado que fuera azotado, pero al juez y a los verdugos se les paralizarían los brazos, y sólo sanarían con los rezos de San Vito.

La leyenda continúa con varios sucesos en los que San Vito y sus preceptores, Santa Crescencia y San Modesto, salen siempre bien librados de los suplicios (por ejemplo un león que debería devorarlo termina lamiéndole dócilmente los pies), o bien consiguen escapar, por ejemplo en un barco que un ángel les proporciona para viajar hasta Lucania.

San Vito y sus santos tutores fueron llevados finalmente ante Diocleciano, el emperador, ante el cual se niegan a rendir culto a los dioses paganos. Los tres murieron en Lucania a causa de los tormentos recibidos, aunque la misma leyenda cuenta que ángeles se aparecieron, les retiraron las cadenas y condujeron sus cuerpos hasta un río, donde más tarde los encontró una anciana viuda cristiana.

El culto de San Vito se extendió rápidamente por Europa, especialmente en los países alemanes; de ello dan cuenta los 30 patronatos que se le adscriben.

Una tradición cuenta que el obispo Otto de Bamberg, al evangelizar a los pomeranos, que rendían culto al gallo, les presentó un relicario de plata con vestigios de San Vito, el cual estaba coronado con un gallo. Los pomeranos relacionaron al gallo de San Vito con su deidad, y en el acto accedieron a ser bautizados.

SAN VITO DE LUCANIA nos ofrece un ejemplo de la popularidad de que gozaron algunos santos mártires durante la Edad Media.

(http://santoral-virtual.blogspot.com/2009/06/15-de-junio-dia-de-san-vito-de-lucania.html)

14 junio, 2018

San Eliseo, Profeta

 
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¡Oh!, San Eliseo, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado Profeta y santo que, al significado de vuestro
nombre: “Dios es mi salvación”, honor le hicisteis. De
Elías, vuestro padre espiritual su “doble espíritu”
heredasteis. Y, así, Él, os eligió de especial manera,
para que lo siguierais y así lo hicisteis, superándolo
por la cantidad de vuestros milagros, porque vos, “maestro”
y padre” de todas las gentes de vuestro tiempo, fuisteis.
Vuestro mensaje, a través de los tiempos resplandece, y
se oye vuestra voz aún, exhortando a todas aquellas gentes.
El Monte Carmelo, de vos, sabe y, vuestro ejemplo surge
en medio del mundo de hoy, donde el relativismo, reinar
quiere, porque saber de Dios, ya no desea. Vos, con
vuestra luz del espíritu, nos dejasteis cuatro tareas:
Que, estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir
la llamada. Que, procuremos encarnar el doble espíritu:
“oración y apostolado”. Que, seamos fieles a nuestro Maestro.
Y, que, procuremos el bien de todos nuestros hermanos.
Precursor carmelitano, gozáis hoy, de las alegrías del
cielo, como justo premio, a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Eliseo, “vivo Elías en Eliseo, por el Dios Vivo”.



© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de junio San Eliseo Profeta Año 850 a. de C.

Omnipotente y sempiterno Dios, que te manifiestas admirablemente en la elección de los profetas; concédenos, te rogamos, que, así como el espíritu de Elías lo duplicaste en Eliseo, así también te dignes duplicar en nosotros la gracia del Espíritu Santo, para que podamos realizar obras virtuosas. Amén.

Biografía
Eliseo (”Dios es mi salvación”) es una figura dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat, originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era acomodada (1 Re 19, 16-19). El Carmelo desde siempre consideró a este discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo padre espiritual.

Dios le elige directa y especialmente (1 Re 19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de “hombre de Dios” se revela principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su vida. Los obra por si mismo, para personas particulares y para comunidades enteras. Vivió hacia 850-800, sucesor de san Elias, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo una vez (Lc 4,27).

Su historia, casi legendaria y a veces plagiada de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21,2 Re, 13-8, 15,9,1-15,13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2 Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re 13,20s). Eliseo aparece en la Biblia cuando Elías es arrebatado y su carisma pasa a Eliseo (2 Re 1), y concluye con el milagro que tuvo lugar con el cadáver del profeta ya enterrado (2Re 13,21).

La mayoría de las narraciones, que semejan hermosas “florecillas”, muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que reciben el nombre de “discípulos (o hijos) de los profetas”.

¿Los carmelitas sucesores de “los hijos de los Profetas”?

Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea bueno recordar aquí quiénes eran estos “hijos de los Profetas” a los que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a finales del siglo XII. San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38;6, 1-2,12-21…

Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe yahvista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.

Los sorprendentes descubrimientos en las grutas situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado “Reglas de la secta”), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las fraternidades de profetas de la época de Eliseo.

Su mensaje
Que estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir la llamada. Que procuremos encarnar el doble espíritu: oración y apostolado. Que seamos fieles a nuestro Maestro. Que procuremos el bien de todos nuestros hermanos.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Eliseo_6_16.htm)

12 junio, 2018

San Onofre

 
 
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¡Oh!, San Onofre, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su santo y amado ermitaño. Y, que, gracias al Abad San
Panufcio, quien, moribundo os encontró, nadie sabría de vos.
Morabais en una cueva, donde siglos atrás, los faraones
reinaron, tributo rindiendo a falsarios dioses. Pero, como
vos, creatura del Dios vivo, la soledad amabais, en ella,
perseguíais cada día elevaros de manera interior y sobre
todo, espiritualmente, meta que, en verdad alcanzasteis,
antes de entregar vuestra alma al Dios eterno. Vos, os
dedicabais a la constante oración y, luego de ella, a
consejos dar entre vuestros hermanos, compartiendo vuestra
personal experiencia, dejando que, el alma rebose solo del
Amor de Dios, y así, al saber de Él, a amarlo se dedicasen,
alcanzando por la gracia, la curación, la salud y la eterna
salvación. Se os representa como un santo de largas barbas,
envuelto en vuestros propios cabellos, donde a veces estáis
en el desierto y a vuestro lado aparecen: la regla de San
Antonio Abad, el cráneo y la cruz que presidían vuestras
meditaciones, la palmera de cuyos dátiles os alimentabais y
una alforja, simbolizando el alimento que nunca os faltó.
Hoy, vuestro estilo de vida, lo estiman “pérdida de tiempo”
algunos hombres, pues, las veleidades y la vida mundana
prevalecen en sus vidas. Pero, Dios, que os vio, no quedó
duda en Él, porque, os premió con justicia, con corona
de eterna luz, como justo premio por vuestro increíble amor;
¡oh!, San Onofre, “viva y constante oración al Dios Vivo”.

 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Junio
San Onofre
Ermitaño


Si no lo hubiera encontrado el abad san Panufcio, ya moribundo, y no hubiera escrito su vida es seguro que no conoceríamos a este personaje originalísimo. Es un ermitaño, morador de una cueva del desierto egipcio de la Tebaida.

Allí mismo donde la civilización faraónica había florecido siglos antes, ahora, en las primeras centurias del cristianismo, los monjes pueblan el despoblado y viven en solitario su intensa experiencia interior y espiritual.

A nuestra sociedad lo profundo le sabe a raro y los compromisos definitivos o las decisiones comprometedoras de por vida no están de moda. Onofre, sin embargo, nos ofrece un testimonio admirable de profundidad interior capaz de abarcar todo su paso por la tierra.

Se dedicó a la oración y, después de orar, a dar buen consejo a quien se lo requería. ¿Nada más? Y… nada menos: dejar que el alma rebose amor de Dios para que otros puedan descubrirlo y amarlo; dejarse afectar desde el centro de la propia personalidad por la Gracia y contagiarla a otros como la gran curación, la gran salud, la gran salvación.

Si en la Iglesia no existieran estos absolutos testimonios del Absoluto, todo sería aún más relativo de lo que es.

Se le representa como un santo provecto de luengas barbas y envuelto en sus propios cabellos. También puede aparecer situado en el desierto, en ocasiones al lado de él aparecen: la regla de San Antonio Abad, el cráneo y la cruz que presidían sus meditaciones, la palmera de cuyos dátiles se alimentaba e incluso una alforja (símbolo de las raciones que nunca le faltaron).
¡Estaríamos buenos!

Gracias, san Onofre, por liberarnos de relativismos estériles con tu testimonio.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=373)