14 mayo, 2024

San Matías, el discípulo llamado a completar el grupo de los Doce Apóstoles

 San Matías

 

¡Oh!, San Matías, vos, sois el hijo del Dios de la Vida, su
apóstol y amado santo. Vuestro nombre significa: “Regalo
de Dios”, pues vos, sois el apóstol “trece” y el “catorce”
“el Apóstol de los gentiles”, San Pablo. A vos, suelen
llamaros “apóstol póstumo”, pues os nombraron luego de
la muerte de Judas Iscariote y, luego de la Ascensión de
Nuestro Señor. “Después de la Ascensión de Jesús, Pedro
dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió
lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura:
con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó,
cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas
sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se
llamó Haceldama, que significa: “Campo de sangre”. El
salmo sesenta y nueve dice: “su puesto queda sin quién lo
ocupe, y su habitación queda sin quién la habite”, y el
ciento nueve: “Que otro reciba su cargo”. “Conviene entonces
que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido
debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el
tiempo en que, el Señor convivió con nosotros, desde que fue
bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió
a los cielos”. Y, los discípulos presentaron dos candidatos,
uno, José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo:
“Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos
a cuál de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo
de Judas”. Echaron suertes y ella, cayó en vos, y fuisteis
admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles.
Que hayas brillado o no, no importa, ya que lo hicisteis como
tantos de nosotros, y, nos anima a buscar la santidad,
una santidad que, desde siempre lleno está, de San Chofer
de camión y Santa Costurera. San Cargador de bultos y Santa
Lavandera de ropa. San Colocador de ladrillos y Santa
Vendedora de almacén, San Empleado y Santa Secretaria. Santa
Ama de casa, San Doctor, San Profesor y San Policía. San
Sacerdote, Santa Monja, San Estudiante y Santa Directora
de Colegio. San Policía y San Militar. San Aviador y San
Marinero. Al final de cuentas, “llamados todos estamos
a ser santos”, para la gloria del Dios vivo y eterno. San
Clemente y San Jerónimo dicen que vos, habíais sido uno
de los setenta y dos discípulos que Jesús mandó vez alguna
a misionar de dos en dos. La tradición dice que moristeis
crucificado como vuestro Maestro, y os pintan con una santa
Cruz de madera en vuestra mano. Vos, sois querido por los
carpinteros que os aman. Apóstol de la Esperanza ¡Aleluya!;
¡oh!, San Matías, “vivo regalo del Dios de a Vida y del Amor”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de mayo
San Matías, Apóstol
(siglo I)

Matías significa: “Regalo de Dios”. Este es el apóstol No. 13 (El 14 es San Pablo). Es un apóstol “póstumo” (Se llama póstumo al que aparece después de la muerte de otro). Matías fue elegido “apóstol” por los otros 11, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó.

La S. Biblia narra de la siguiente manera su elección:

“Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: “Campo de sangre”. El salmo 69 dice: “su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite”, y el salmo 109 ordena: “Que otro reciba su cargo”.

“Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos”.

Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: “Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cual de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas”.

Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles (Hechos de los Apóstoles, capítulo 1).

San Matías se puede llamar un “apóstol gris”, que no brilló de manera especial, sino que fue como tantos de nosotros, un discípulo del montón, como una hormiga en un hormiguero. Y a muchos nos anima que haya santos así porque esa va a ser nuestra santidad: la santidad de la gentecita común y corriente. Y de estos santos está lleno el cielo: San Chofer de camión y Santa Costurera. San Cargador de bultos y Santa Lavandera de ropa. San Colocador de ladrillos y Santa Vendedora de Almacén, San Empleado y Santa Secretaria, etc. Esto democratiza mucho la santidad, porque ella ya no es para personajes brillantes solamente, sino para nosotros los del montón, con tal de que cumplamos bien cada día nuestros propios deberes y siempre por amor de Dios y con mucho amor a Dios.

San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta que murió crucificado. Lo pintan con una cruz de madera en su mano y los carpinteros le tienen especial devoción.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Matías_5_14.htm)

13 mayo, 2024

NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, SANTA MADRE DE NUESTRO REDENTOR Y MADRE NUESTRA

Virgen de Fátima: Oraciones para venerarla el 13 de mayo | RESPUESTAS | EL  COMERCIO PERÚ 

La aparición de la Virgen de Fátima a tres pastorcitos y el Milagro del Sol  que deslumbró a 50 mil personas - Infobae

 

 ¡Oh! gloria de mayo 13, Vos, Santa Madre
de Nuestro Redentor aparecisteis a los
tres pastorcitos, pidiendo conversión
y arrepentimiento y cambio en nuestras
vidas. El Rosario Santo, rezando todos
los días en nuestras vidas, hasta el
final natural de ellas. Lucía, Francisco
y Jacinta, videntes de vuestra gloria,
hoy están junto a Vos, gozando de vuestra
presencia, porque supieron afrontar
las blasfemias, herejías y mentiras
para extinguir de la vida del hombre
vuestra santa presencia, que con más
fuerza, tomó cuerpo en todo el orbe
de la tierra, diciéndole a todos de
una vez por todas: arrepentíos y creed
en el evangelio y tornad vuestros ojos
hacia Cristo: camino, verdad y vida;
¡oh! Santa María de Fátima, "Verbum Dei".

© by Luis Ernesto Chacón Delgado

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13 DE MAYO

NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
 
Cada 13 de mayo la Iglesia celebra a Nuestra Señora de Fátima, una de las advocaciones marianas más extendidas y queridas en el mundo católico. Fue un 13 de mayo, pero de 1917, cuando la Madre de Dios se apareció por primera vez a tres humildes pastorcitos en Cova de Iría, Fátima (Portugal).
 

Un portento frente a nuestros ojos
 
“No tengáis miedo. No os haré daño”, dijo la Virgen María a Lucía, Jacinta y Francisco, los tres niños portugueses que, impactados por su presencia maravillosa, se llenaron de comprensible temor. Aquellos pequeños -como probablemente cualquiera en esta tierra- habían sido sobrepasados por lo que veían sus ojos, aquella “señora vestida de blanco, más brillante que el sol”.
 
Tras el impacto inicial, nuestra dulce Madre les reveló de dónde venía: había bajado del Cielo para ayudar a restituir el lazo que hay entre Dios y los hombres. A continuación pediría a los tres que volvieran a aquel mismo lugar el día 13 de cada mes, a la misma hora, por seis meses seguidos. Después preguntó:
 
“¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?".
Los pequeños respondieron que sí, por lo que la Virgen, con franqueza y ternura, les advirtió que sufrirían mucho porque los pecados de los hombres eran grandes. Sin embargo, también les consoló diciéndoles que la gracia de Dios estaría siempre a su lado, dándoles fuerza. De inmediato, la Señora abrió las manos y una fuerte luz cubrió a los niños, quienes cayeron de rodillas y empezaron a rezar diciendo: “Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento”.
 
Orad por la paz
 
Antes de partir, la Virgen pediría: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”. Dicho esto se elevó hasta que no pudieron verla más.
La Madre portaba un mensaje de paz en días de horror para la humanidad: se desarrollaba la Primera Guerra Mundial y el comunismo empezaba a acechar al mundo como nunca antes.
 
En los siguientes meses, los niños acudieron a las citas con la Señora, tal y como ella había pedido. Lamentablemente, eso les valdría a los pastorcitos convertirse en blanco de burlas, calumnias, e incluso amenazas de cárcel -el mundo se resistía a creer y aceptar su testimonio-. Es cierto que muchos corazones fueron tocados en ese momento, pero también brotó mucha incomprensión.
 
Incontables gracias para el mundo
 
Meses después de ocurridas las apariciones, Francisco y Jacinta Marto -quienes eran hermanos- fallecieron víctimas de la enfermedad. Lucía Santos les sobreviviría y se convertiría en monja de clausura.
 
Con los años, la Iglesia reconocería el testimonio de los niños y la veracidad de las apariciones milagrosas de la Madre de Dios, mientras tanto la devoción a la Virgen de Fátima se iba expandiendo por el mundo como ninguna otra advocación mariana anterior.
 
Algunas décadas más tarde, el Papa San Juan Pablo II consagró Rusia -nación esclavizada por el comunismo, ideología contraria a Dios y al ser humano- al Inmaculado Corazón de María, en cumplimiento del pedido de la Madre de Dios.
 
Finalmente, el Papa Peregrino, en el año 2000, beatificaría a los videntes Jacinto y Francisca, en una ceremonia que contó con la presencia de Sor Lucía, la última sobreviviente de los tres videntes. La religiosa falleció sólo unos años más tarde, en 2005.
 
Algunos pedidos que la Virgen de Fátima hizo a los pastorcitos
 
En su Cuarta memoria, Sor Lucía Santos da cuenta de un pedido especial de la Virgen, hecho en la aparición del 13 de julio de 1917:
 
“Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hagáis algún sacrificio: Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.
 
Luego insistió: “Cuando recéis el rosario decid, al final de cada misterio: Oh Jesús mío, perdonadnos, libradnos del fuego del infierno, llevad al Cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de vuestra misericordia”.
 
El 13 de mayo de 2017, el Papa Francisco viajó a la ciudad de Fátima con motivo del primer centenario de las Apariciones. Ese día el Papa canonizó a los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto, quienes se convirtieron en los santos no mártires más jóvenes de la Iglesia.
 
El año pasado, 2022, se realizó una Peregrinación Internacional de Aniversario, con ocasión del 5º aniversario de la canonización de los hermanitos Marto.
¡Jacinta y Francisco, intercedan por la Iglesia!
¡Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros!
 
 (https://www.aciprensa.com/noticias/video-hoy-celebramos-a-la-virgen-de-fatima-55039)
 
 

11 mayo, 2024

San Francisco de Jerónimo, Predicador Jesuita y Apóstol de la Misericordia

 

 

¡Oh! San Francisco de Jerónimo, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo. Vos, mostrasteis siempre inclinación para la virtud,
y confiaron vuestra educación a una sociedad de sacerdotes que vivían
en santidad. Más adelante, os encargaron enseñar catecismo a los niños
y cuidar del orden en la iglesia; y por vuestra piedad, el arzobispo
de Tarento os confirió la tonsura eclesiástica. Estudiasteis teología,
filosofía, derecho canónico y civil con los jesuitas. Os ordenaron
sacerdote y luego de haberos estado como prefecto de disciplina en el
colegio jesuita de Nápoles, pedisteis vuestra admisión en la Compañía
de Jesús. Os prohibieron celebrar la santa misa más de tres veces por
semana, pero Jesús se os apareció para daros la santa comunión por el
gran amor que os tenía. Os enviaron a las misiones acompañando al padre
Agnello Bruno, famoso predicador de aquél tiempo evangelizando la región
de Otranto, convirtiendo a pecadores y fortificando a los justos. “Los
padres Bruno y Jerónimo parecen no ser simples mortales, sino ángeles
enviados expresamente para salvar las almas”, decían las gentes de aquél
tiempo. Luego, os nombraron predicador de la iglesia de Gesù Nuovo, la
casa profesa de los jesuitas en Nápoles. Incrementasteis el entusiasmo
religioso de la congregación de trabajadores, que secundaba la labor
misionera de los padres jesuitas. A ellos, los animabais a tomar en serio
la religión, que frecuentaran los sacramentos los Domingos y las fiestas
de Nuestra Señora; que todos los días, se hiciese oración mental,
para progresar en la vida espiritual; que practicaran mortificaciones
y penitencias para dominar el cuerpo, y que, fueran devotos del Via
Crucis y de Nuestra Señora. Y, ¡milagro de milagros!, ellos se volvieron
excelentes cooperadores, atrayendo una multitud de pecadores a vuestros
pies. Instituisteis una caja de auxilio, para los gastos en caso de
enfermedad y en caso de muerte. Establecisteis una comunión general el
tercer domingo de cada mes, en aquella Iglesia, con un éxito total.
Vuestros superiores un día os dijeron que "vuestras Indias y vuestro
Japón" serían la ciudad y el reino de Nápoles. Y, así fue, pues la
evangelizasteis durante cuarenta años. Salíais a las calles predicando
sobre la conversión y de la penitencia, de lo inesperado de la muerte
y de la necesidad de estar preparado para ella, del terrible juicio
de Dios y, de los tormentos eternos del infierno. Predicabais en las
calles, plazas e iglesias y el pueblo se aglomeraba para aproximaros
para veros, besaros las manos y tocar vuestra ropa. Vuestros sermones
cortos y directos pero, enérgicos y elocuentes llegaban al fondo de los
corazones de los culpables, tanto que lograbais conversiones milagrosas.
Cuando exhortabais a los pecadores al arrepentimiento, parecíais profeta
del Antiguo Testamento y vuestra voz se tornaba más potente y poderosa,
quizás por ello, el pueblo decía de vos: “Es un cordero cuando habla,
pero un león cuando predica”. Hablabais a la feligresía mostrando la
enormidad del pecado y el terror de los juicios divinos y luego vuestra
voz cambiaba de tono y hablabais de la dulzura y de la bondad de Nuestro
Señor Jesucristo, como esperanza de salvación, conquistando así, los
corazones más endurecidos. Rematabais vuestra prédica, y llamabais a la
conversión, y miles de gentes rodillas en loza, pedían perdón por sus
desmanes. Una vez trajisteis una calavera a su vuestro púlpito para
hablar de la muerte. Otras, vos mismo os descubríais vuestras espaldas
os flagelabais hasta sangrar. En medio de todo, los pecadores confesaban
sus crímenes en voz alta, mujeres de mala vida se arrodillaban delante
del Crucifijo, para ellas, fundasteis refugios y un Asilo del Espíritu
Santo, para sus hijos. Muchas de ellas, abrazaron la vida religiosa.
Un día, predicabais en una plaza cerca de una casa de mala fama, y la
mujer que en ella habitaba, hizo todos los ruidos posibles para no oír
la predicación y otro día viendo que estaba cerrada, preguntasteis qué
había pasado y os respondieron que la mujer, Catalina, había muerto
súbitamente. “¡Muerta!” —exclamasteis sorprendido. “Vamos a verla”.
Y, en compañía del pueblo, subisteis hasta donde estaba el cadáver de
la infeliz. Vos, os quebrasteis y preguntasteis: “Catalina, dime, ¿dónde
estás?” Dos veces repetisteis la misma pregunta y cuando lo hicisteis
por tercera vez, los ojos del cadáver se abrieron, los labios temblaron
y, a la vista de todo mundo, ella respondió con una voz que parecía
venir del otro mundo: “¡En el infierno! ¡En el infierno!”. La respuesta
hizo que todos huyeron de aquel lugar. Y nadie tuvo el valor de volver
a casa, sin antes haber hecho una buena confesión. Vuestro amor, os
llevó hasta los condenados a las galeras, y transformasteis aquél lugar
en refugio de paz y resignación, consiguiendo la conversión de varios
esclavos moros a la verdadera fe. Decíais vos: “Mientras yo conserve
un aliento de vida iré, aunque sea arrastrado, por las calles de Nápoles.
Si caigo debajo de la carga, daré gracias a Dios. Un animal de carga
debe morir bajo su fardo”. Y, así voló vuestra alma al cielo, para ser
coronada con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh! San Francisco de Jerónimo, "vivo Cristo del Dios de la Vida y del Amor".

    © 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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11 de Mayo
San Francisco de Jerónimo
Apóstol de Nápoles


San Francisco de Jerónimo, santo poco conocido en América, a quien hoy presentamos. Francisco de Jerónimo nació en la pequeña ciudad de Grottaglie, cerca de Taranto, al sur de Italia, el día 17 de setiembre de 1642. Sus padres, Juan Leonardo de Jerónimo y Gentilesca Gravina, además de tener una posición honorífica en la región, se destacaban sobre todo por la virtud. Tuvieron once hijos, de los cuales Francisco fue el primogénito. A todos les proporcionaron una excelente educación religiosa. Como el hijo mayor mostraba una fuerte inclinación para la virtud, al cumplir los once años sus padres lo confiaron a una sociedad de sacerdotes que vivían santamente, sin obligarse por votos.


Debido a las excelentes cualidades del adolescente, fue encargado de enseñar catecismo a los niños y cuidar del orden en la iglesia. Impresionado por su piedad, el arzobispo de Tarento le confirió la tonsura eclesiástica a la edad de dieciséis años. Sus padres lo enviaron entonces a esa ciudad para estudiar filosofía y teología. Francisco fue después a Nápoles para estudiar derecho canónico y civil en el Gesù Vecchio, de los jesuitas, que figuraba en aquel tiempo entre las mejores universidades de Europa.

Recibió la comunión directamente de Nuestro Señor Jesucristo Francisco de Jerónimo fue ordenado sacerdote en 18 de marzo de 1666. Después de pasar cuatro años en el cargo de prefecto de disciplina en el colegio jesuita de Nápoles, pidió su admisión en la Compañía de Jesús a los 28 años de edad. En el noviciado, a pesar de ser el más humilde, fervoroso, mortificado y obediente de todos, para probarlo, los superiores le prohibieron celebrar la santa misa más de tres veces por semana. Se cuenta que los otros días el mismo Jesucristo se le aparecía para darle la santa comunión. Francisco fue entonces enviado a las misiones populares acompañando a un famoso predicador de la época, el padre Agnello Bruno.

Durante tres años evangelizaron la región de Otranto convirtiendo a pecadores y fortificando a los justos, de tal modo que se decía en la región: “Los padres Bruno y Jerónimo parecen no ser simples mortales, sino ángeles enviados expresamente para salvar las almas”. Lo nombraron después predicador de la iglesia de Gesù Nuovo, la casa profesa de los jesuitas en Nápoles. Francisco comenzó por incrementar el entusiasmo religioso de una congregación de trabajadores, cuya finalidad era secundar la labor misionera de los padres jesuitas. Quería que los congregados, incluso los más humildes, tomaran muy en serio la religión: que frecuentaran los sacramentos los domingos y fiestas de la Santísima Virgen; que todos los días ellos hicieran oración mental, sin la cual no es posible el menor progreso verdadero en la vida espiritual; que practicaran también mortificaciones y penitencias para dominar el propio yo, y que fueran devotos del Via Crucis y de Nuestra Señora. Poco a poco esos trabajadores se volvieron excelentes cooperadores, haciendo mucho apostolado y trayendo una multitud de pecadores a los pies de San Francisco de Jerónimo.

Como vivían apenas del parco salario, el santo instituyó entre ellos una caja de auxilio que les permitiera contar con una módica suma para sus gastos en caso de enfermedad. Y, en caso de muerte, recibir un digno funeral, con el insigne privilegio de poder ser enterrados en el cementerio de la propia iglesia de Gesù Nuovo. San Francisco estableció también, en aquella iglesia, una comunión general el tercer domingo de cada mes. Sus congregados se dedicaban a difundir esa devoción, y lo hacían con tal éxito que era común ver a más de quince mil hombres comulgando los domingos.

Sus Indias y su Japón: el reino de Nápoles

Pero el celo apostólico de San Francisco no se limitaba a ello. Quería ir a las Indias para convertir infieles como su patrono San Francisco Javier. Pero sus superiores le respondieron que “sus Indias y su Japón” serían la ciudad y el reino de Nápoles. Durante 40 años él evangelizará
esta región de modo notable.

Salía a las calles de la ciudad predicando sobre la necesidad de la conversión y de la penitencia, de lo inesperado de la muerte y de la necesidad de estar preparado para ella, del terrible juicio de Dios, de los tormentos eternos del infierno. Escogía para sus sermones de preferencia las calles donde hubiese ocurrido algún escándalo. Algunos días de la semana visitaba los alrededores de Nápoles, a veces hasta 50 poblados en un sólo día. Predicaba en las calles, plazas e iglesias. Y el resultado era sorprendente. Documentos de la época describen a San Francisco de Jerónimo como de estatura alta, cejas amplias, grandes ojos oscuros, nariz aguileña, mejillas secas, pálido, y con una mirada que reflejaba su austeridad y vida ascética. Todo eso producía una maravillosa impresión. El pueblo se aglomeraba para aproximarse a él, verlo, besarle las manos y tocar su ropa.

Sus sermones cortos, pero enérgicos y elocuentes, tocaban las conciencias culpables de sus oyentes, operando conversiones milagrosas. Cuando exhortaba a los pecadores al arrepentimiento, adquiría aires de profeta del Antiguo Testamento y su voz se hacía más potente y terrible. Por eso el pueblo decía de él: “Es un cordero cuando habla, pero un león cuando predica”.

Prédicas, arrepentimientos y conversiones

Su método ordinario era el de mostrar primero la enormidad del pecado y el terror de los juicios divinos, para suscitar en los oyentes un santo temor e indignación a causa de sus pecados. Una vez obtenido eso, cambiaba totalmente el tono, y hablaba de la dulzura y de la bondad de Nuestro Señor Jesucristo, de modo que la esperanza sustituya a la desesperación y conquistar así los corazones más endurecidos. Era el momento que escogía para dirigir un llamado a la conversión, tan dulce y persuasivo que llevaba a muchos a caer de rodillas y pedir perdón por sus desmanes. Al final, añadía algún ejemplo categórico de los castigos o de las gracias de Dios para dejar en las almas una impresión más profunda. Ante un auditorio voluble e impresionable, Francisco utilizaba todo cuanto pudiera poner aquellas imaginaciones al servicio de sus propias almas.

Así, una vez trajo una calavera a su púlpito improvisado para hablar de la muerte. Otras, cuando nada parecía conmover a sus oyentes, paraba el sermón, descubría las espaldas y se flagelaba hasta correr sangre. El efecto era irresistible. Pecadores comenzaban a confesar sus crímenes en voz alta, mujeres de mala vida se arrodillaban delante del Crucifijo que él traía y se cortaban los cabellos en señal de arrepentimiento. San Francisco de Jerónimo fundó dos refugios para esas pecadoras arrepentidas y el Asilo del Espíritu Santo, que pronto cobijó a 190 hijos de esas infelices, para darles la oportunidad de encontrar un futuro menos sombrío. El santo tuvo la consolación de ver a 22 de esas mujeres abrazar la vida religiosa.

“Catalina, dime, ¿dónde estás?”

Pero no fue siempre así. Un día que predicaba en una plaza cerca de una casa de mala fama, la mujer que en ella habitaba comenzó a hacer todos los ruidos posibles para entorpecer la predicación. El santo continuó hasta el fin. Otro día, predicando en el mismo lugar y viendo la casa cerrada, preguntó qué había pasado. Le respondieron que la mujer, Catalina, había muerto súbitamente. “¡Muerta!” —exclamó San Francisco Jerónimo sorprendido. “Vamos a verla”. Y, en compañía del pueblo, subió la escalera hasta la sala donde estaba el cadáver de la infeliz. Se produjo un silencio sepulcral, que el santo quebró preguntando: “Catalina, dime, ¿dónde estás?” Dos veces repitió la misma pregunta. Cuando lo hizo por tercera vez con voz más autoritaria, los ojos del cadáver se abrieron, los labios temblaron y, a la vista de todo mundo, ella respondió con una voz que parecía venir del otro mundo: “¡En el infierno! ¡En el infierno!”. El susto que provocó fue tan grande, que todos huyeron de aquel lugar maldito. Y nadie tuvo el valor de volver a casa sin antes haber hecho una buena confesión.

San Francisco de Gerónimo

La caridad de San Francisco de Jerónimo lo llevaba también hasta los condenados a las galeras, transformando aquel lugar de rebelión y dolor en refugio de paz y resignación. Allí, con su insuperable caridad y celo por los almas, consiguió la conversión de varios esclavos moros a la verdadera fe. Para que sus bautismos influenciaran a fondo los corazones, los celebraba lo más pomposamente posible. El santo quería trabajar hasta el fin de sus fuerzas. Decía: “Mientras yo conserve un aliento de vida iré, aunque sea arrastrado, por las calles de Nápoles. Si caigo debajo de la carga, daré gracias a Dios. Un animal de carga debe morir bajo su fardo”. Y eso sucedió el día 11 de mayo de 1716, cuando entregó su bella alma a Dios, a los 73 años de edad.

(https://www.tesorosdelafe.com/articulo-822-san-francisco-de-jeronimo)



10 mayo, 2024

San Damián de Molokai (José de Veuster), Apóstol de los Leprosos

 

 

¡Oh!, San Damián de Molokai,
vos sois el hijo del Dios de la vida,
y aquella maravillosa síntesis del
amor al prójimo y entrega viva del
supremo mandamiento del Dios eterno:
“Amaos los unos a los otros, como yo,
os he amado”, y que vos, con vuestra
alma y vuestra carne, realidad hicisteis
cuando dijisteis: “Sé que voy a un
perpetuo destierro, y que tarde o
temprano me contagiaré de la lepra.
Pero ningún sacrificio es demasiado
grande si se hace por Cristo” y así
lo hicisteis. “El leproso voluntario”,
os llamaban, porque aceptasteis serlo
“por amor a Dios”. Locura perfecta
de amor, a imitación del mismo Cristo
Jesús. Las arenas, las palmeras, el
viento, el sol y el frío y los de Molokai
leprosos hermanos, de vos saben y
del día aquél en que contagiado ya
del mal dijisteis: “Señor, por amor a
Vos, y por la salvación de estos hijos
vuestros, acepté esta terrible realidad.
La enfermedad me irá carcomiendo
el cuerpo, pero me alegra el pensar
que cada día en que me encuentre más
enfermo en la tierra, estaré más cerca
de Vos para del cielo” y, de otoño un
día, al cielo volasteis que de alegría
lloró, para recibiros y premio justo
recibisteis de las manos mismas de Aquél,
a quien vos habíais imitado y vuestra
corona de luz brilla y brillará, por los
siglos de los siglos. De los que trabajan
con los leprosos hermanos del mundo,
Patrono Santo e imitador de Cristo;
¡oh!, San Damián de Molokai “¡Vivo Cristo!”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Mayo
San Damián de Molokai
(José de Veuster)
Apóstol de los Leprosos

“Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”.

Su Vida
 
Lo han llamado “el leproso voluntario”, porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos. Lo beatificó el Papa Juan Pablo II en el año 1994.

El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica. De pequeño en la escuela ya gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía ese deseo interior de ir un día a lejanas tierras a misionar. De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: “Este muchacho tiene energías para emprender trabajos muy grandes”.

Un día siendo apenas de ocho años dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el futuro?. De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a misionar.


A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.

Religioso. A los 20 años escribió a sus padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados Corazones. Su hermano Jorge se burlaba de él diciéndole que era mejor ganar dinero que dedicarse a ganar almas (el tal hermano perdió la fe más tarde). Una gracia pedida y concedida. Muchas veces se arrodillaba ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía al santo: “Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú”. Y sucedió que a otro religioso de la comunidad le correspondía irse a misionar a las islas Hawai, pero se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se fuera él de misionero. Eso era lo que más deseaba.

Su primera conquista. En 1863 zarpó hacia su lejana misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del barco, el cual le dijo: “yo nunca me confieso. soy mal católico, pero le digo que con usted si me confesaría”. Damián le respondió: “Todavía no soy sacerdote pero espero un día, cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados”. Años mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.

Empieza su misión. Poco después de llegar a Honolulú, fue ordenado  sacerdote y enviado a una pequeña isla de Hawai. las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.

Fue visitando uno a uno todos los ranchos de la isla y acabando con muchas creencias supersticiosas de esas pobres gentes y reemplazándolas por las verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la curación de numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables: eran los leprosos.Molokai, la isla maldita. Como en las islas Hawai había muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a todo enfermo de lepra lo desterraran a la isla de Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de dolor sin esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas, eran olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar sus penas se dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y las mujeres a toda clase de supersticiones.

Al saber estas noticias el Padre Damián le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir con los leprosos de Molokai. Al Monseñor le parecía casi increíble esta petición, pero le concedió el permiso, y allá se fue. En 1873 llego a la isla de los leprosos. Antes de partir había dicho : “Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”. Los leprosos lo recibieron con inmensa alegría. La primera noche tuvo que dormir también debajo de una palmera, porque no había habitación preparada para él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían muchos y los demás se hallaban desesperados.

El Padre Damián empezó a crear fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran distraídos. Luego organizó una banda de música. Fue recogiendo a los enfermos mas abandonados, y él mismo los atendía como abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para vivir.

Empezó a escribir al extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban donativos para sus leprosos.

Pero como la gente creía que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. Y el sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Entonces un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la absolución de sus faltas.

Como esas gentes no tenían casi dedos, ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd a los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas. Preparaba sanas diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona iba a ayudar a reconstruirlos.

El santo para no demostrar desprecio a sus  queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que ellos habían usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con ellos en todas las acciones del día. Y sucedió lo que tenía que suceder: que se contagió de la lepra. Y vino a saberlo de manera inesperada.

La señal fatal. Un día metió el pie en un una vasija que tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada. Entonces se dió cuenta de que estaba leproso. Enseguida se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: “Señor. por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible realidad. La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de Ti para el cielo”.

 La enfermedad se fue extendiendo prontamente por su cuerpo. Los enfermos comentaban: “Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó a vivir con nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad”. Pero él añadía: “No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo, si el alma se va volviendo hermosa y agradable a Dios”.

Poco antes de que el gran sacerdote muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán que lo había traído cuando llegó de misionero. En aquél viaje le había dicho que con el único sacerdote con el cual se confesaría sería con él.  Y ahora, el capitán venía expresamente a confesarse con el Padre Damián.  Desde entonces la vida de este hombre de mar cambió y mejoró notablemente. También un hombre que había escrito calumniando al santo sacerdote llegó a pedirle perdón y se convirtió al catolicismo.

Y el 15 de abril de 1889 “el leproso voluntario”, el Apóstol de los Leprosos, voló al cielo a recibir el premio tan merecido por su admirable caridad.


En 1994 el Papa Juan Pablo II, después de haber comprobado milagros obtenidos por la intercesión de este gran misionero, lo declaró beato, y patrono de los que trabajan entre los enfermos de lepra.

Oraciones. 

1. Dios, Padre Nuestro, Tú nos has manifestado tu amor en tu hijo Jesús que vino para servirnos y dar su vida por nosotros. Te damos gracias por las maravillas que realizaste en la vida del Bienaventurado Damián de Molokai Él escuchó el llamado de Jesús a seguirlo y entregó su vida por los más pobres, los leprosos, a quienes hizo recuperar su dignidad de personas humanas. Animados por su ejemplo y confiados en su intercesión, venimos a Ti con nuestros sufrimientos, nuestras penas, y con nuestras esperanzas.

Que el Espíritu Santo abra nuestros corazones ante la miseria del mundo, entonces, como Damián, te encontraremos en los rostros marginados por la sociedad y podremos revelarles el amor que Tú tienes por cada uno de ellos Bendito seas Tú, Señor, Padre lleno de ternura y amor, Tú que eres nuestro Dios, desde siempre y por toda la eternidad.  Amén.

2. Glorioso y venerado Beato Damián: Sois modelo y patrono de los leprosos. Por vuestro amor os entregásteis en cuerpo y alma al cuidado de los leprosos de Molokai. Yo, impulsado por la confianza que me inspira tu valimiento poderoso ante Dios y tu caridad hacia los más necesitados, acudo a ti. Llena mi corazón de amor hacia los más necesitados, alcánzame un gran espíritu de fe, saber aceptar y ofrecerte todas las contrariedades de la vida y poder gozar un día de vuestra compañía en el cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Padre_Damián_Veuster_7_1.htm)

09 mayo, 2024

Santa Luisa de Marillac, patrona de los huérfanos, las viudas y las obras sociales

 Santa Luisa de Marillac - Brujula Cotidiana

 

¡Oh!; Santa Luisa de Marillac, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, su amada santa, y que, desde pequeña ansiabais
haceros religiosa. Un sacerdote santo os dijo: “Probablemente,
Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Y no se
equivocó. Vuestros biógrafos dicen de vos así: “Luisa fue
un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró
transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta
obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones
de cada día”. Al viuda quedar, dijisteis: “Ya he servido
bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente
a servir a Dios”. Y, así fue, pues jamás cometisteis ningún
mortal pecado en toda vuestra vida y San Francisco de Sales
y San Vicente de Paúl, así lo confirman. Con el segundo,
trabajasteis por treinta años, siendo vos, su fiel discípula
y servidora. “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe.
Que Él, sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las
dificultades”. Os, dijo él. A los enfermos visitabais,
instruías a los ignorantes y repartíais ayuda a los pobres
con entusiasmo, bondad y alegría. Un día, votos de pobreza,
castidad y obediencia hicisteis con cuatro amigas, naciendo
así, la famosa y mentada comunidad femenina de las “Hermanas
Vicentinas, Hijas de la Caridad”. Y, San Vicente, os hizo
este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los
enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro
tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite
de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será
el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia
o castidad”. Y, así, reunisteis a mendigos y los pusisteis
a trabajar. Las mujeres hilaban y cosían, los hombres hacían
manualidades, hasta lograr convertirse en personas útiles,
pues la alegría, el trabajo y Dios, reinaban en aquél asilo.
Los enfermos mentales, recibían de vos, mucho amor, alimentación
y medicinas adecuadas, logrando su recuperación. San Vicente,
no pudo asistiros en la hora de la muerte, pues él, enfermo
se hallaba, pero, os envió una nota que decía así: “Usted se
va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto,
y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió. Y, luego,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe. Santa
Patrona de los huérfanos, viudas y de las obras sociales;
¡oh!; Santa Luisa de Marillac, “vivo Amor de Cristo Vivo y Eterno”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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09 de Mayo
Santa Luisa de Marillac
Fundadora

Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: “Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.

Dicen sus biógrafos: “Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día”.

Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: “Jamás he visto una madre tan madre como usted”.

Y en otra carta le dice el santo: “Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo”.

A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. “Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios”. Claro está que en la vida “mundana” que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.

Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.

San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.

Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades”.

En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: “Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene”.

Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.

Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.

La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.

En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.

San Vicente les hizo este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad”

En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.

Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.

Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.

En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: “De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener”.

De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: “Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió“. Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.

Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: “La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio”.

San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: “Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió.

El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).

Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.

El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.

08 mayo, 2024

Nuestra Señora de Luján, Patrona de la República Argentina

Nuestra Señora de Luján

¡Oh!, Nuestra Señora de Luján, María
Santísima, Madre de Nuestro Redentor;
Vos, sois Aquella inigualable mujer,
que, designada por el Dios de la vida,
en vuestro inmaculado seno llevasteis,
a Cristo Jesús, Señor y Dios Nuestro,
y que, bajo esta advocación, os brindasteis
con los brazos abiertos sobre todos
vuestros amados hijos que ayer y hoy,
con pasión os veneran sublime, como
Manuel, el negro; fiel siervo vuestro,
quien de Vos cuidó, más que a su propia
madre, y, a quien le permitisteis para
gloria de Dios, que obrase milagros,
con solo la cera de vuestro altar, que
untada sobre los afligidos y en peligro
de muerte, curaba el alma y el cuerpo.
Os, rogamos pues, Señora Nuestra
que roguéis por todos nosotros, que
también os amamos con fe y alegría y
fidelidad, para que el amor y la paz, sean
derramados en la tierra toda. ¡Oh! Dulce
Estrella de la Mañana y salud de los enfermos,
Patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay;
¡Oh! Nuestra Señora de Luján, Santa Madre de Dios.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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08 de Mayo
Nuestra Señora de Luján
El Milagro de la Imagen

Corría el mes de mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina. Antonio Farías Sáa, era un hacendado radicado en Sumampa (Santiago del Estero) que quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Este hombre le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Sumampa.

La caravana se detuvo a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aires, en una hacienda, conocida como la estancia de Rosendo. Al llegar el otro día los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la imagen no se movía, intentaron de todas las formas posibles que caminara, bajaron la mercadería, colocaron más bueyes, pero todo fue inútil, las dos imágenes estaban en el fondo de la carreta en dos pequeños cajones.

Los carreteros retiraron una imagen y no se movió, la subieron y bajaron la otra, y la carreta marcho normalmente. En ese instante los hombres comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. Al ver que la Virgen no quería marcharse se dirigieron a la casa más cercana, la de don Rosendo.

La familia se emocionó al ver la imagen y la colocaron el su casa, la noticia corrió por toda la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla, entre los pajonales de la pampa, en este lugar permaneció la virgencita desde 1630 hasta 1674.

El Negro Manuel

Este hombre dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen de Luján. Fue traído de Africa y vendido como esclavo en Brasil. Llego al Río de la Plata a los 20 años de edad, en la embarcación en donde venia la bendita imagen, presenció el milagro en la estancia de don Rosendo. Se desconoce quien era su dueño, pero Manuel permaneció en la estancia al cuidado de la imagen, consagrando su vida al atención de la santísima Virgen.

La tradición nos dice que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Manuel guardaba de los viajes de la Señora los abrojos que se desprendían del vestido de la Virgen. Con los años, don Rosendo falleció y el lugar quedo casi abandonado, pero éste hombre fue siempre fiel y continuó al servicio de la Virgen.

Doña Ana Mattos

Doña Ana Mattos, viuda de Siqueyras era una señora que tenia gran cantidad de tierras a orillas del río Luján, ella quería llevar la imagen a su casa y realizarle una capilla, para ello en el año 1674, habló con el Cura Juan de Oramas, administrador de los bienes de don Rosendo y la colocó en su casa, pero la Santa Virgen desapareció y la encontraron en su antigua ermita (capilla), doña Ana volvió a llevar la imagen a su casa y por segunda vez regresó a la estancia de don Rosendo.

La dama consultó entonces a las autoridades eclesiásticas y civiles, quienes viajaron al lugar y examinaron lo sucedido, esta vez la Virgen fue trasladada en una devota peregrinación y en compañía de Manuel. Desde ese momento la imagen no retornó más a su antigua capilla.

Luego de confirmar la veracidad de lo sucedido la Autoridad Eclesiástica, autorizó oficialmente el culto público a la “Pura y Limpia Concepción del Río Luján”. Doña Ana donó el terreno para la realización del nuevo templo en el año 1677 lugar en donde actualmente se encuentra la hermosa Basílica de Luján.

Don Pedro de Montalbo

El clérigo don Pedro de Montalbo estaba muy enfermo y desahuciado, en 1684 viajó a Luján, casi moribundo fue llevado a la capilla. El Negro Manuel le ungió el pecho con el sebo de la lámpara que ardía en el altar y le dio de beber una infusión con abrojos de los que solía desprender del vestido de la Virgen. Don Pedro sano milagrosamente y agradecido se quedo como primer capellán.

El pueblo de Luján

El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. De esta forma el paraje se convirtió en una aldea que se llamó Pueblo de Nuestra Sra. de Luján, en 1755 se le otorgó el título de Villa.

La devoción por la Virgen fue creciendo año tras año, así como los milagros que ocurrían y el 23 de octubre de 1730, Luján era instituida Parroquia. El cura párroco don José de Andújar deseaba ampliar el templo y junto al Obispo Fray Juan de Arregui, iniciaron la construcción, pero esta no llegó a buen termino porque después de grandes contratiempos terminó por desplomarse.

Don Juan de Lezica y Torrezuri

Este hombre nacido en Vizcaya, España, estaba muy enfermo y fue curado milagrosamente por la Santísima Virgen de Luján. Don Juan, en agradecimiento se entregó por completo a la creación del nuevo templo y a fines de 1754 se inicio la construcción, en 1763 se terminó felizmente la obra y los cabildantes de Luján eligieron y juraron a Nuestra Señora por celestial Reina y Patrona.

El Padre Salvaire

Hacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas. En aquel entonces el teniente Cura Jorge María Salvaire fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte, en ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado.

La promesa del Padre Salvaire fue, “Publicaré tus milagros…, engrandeceré tu Iglesia” En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la “Historia de Nuestra Sra. de Luján”.

En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica, con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional.

Cuando falleció en 1899, la obra continuo en las manos del Padre Dávani, quien murió en 1922, para ese entonces el Santuario ya estaba terminado en su estructura fundamental.

La Solemne Coronación de la Virgen de Luján

EL Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen, el Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La Coronación se realizó en mayo de 1887.

La Basílica de Luján

El Santuario de Luján es de estilo gótico ojival del siglo XIII. Sus dimensiones son: anchura en el crucero, 68,50 m.; longitud, 104 metros; anchura de frente, 42 m.; altura en las dos torres mayores, 106 m. El 8 de diciembre de 1930, el Papa Pío XII, le otorgó oficialmente el título de Basílica.

La Imagen de la Virgen de Luján

La imagen es pequeña (38 centímetros), está modelada en arcilla cocida (terracota), su rostro es ovalado, de color moreno. Los pies de la Santa Imagen se apoyan sobre nubes, desde las cuales surge una media luna y cuatro cabezas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas.

Esta cubierta con vestiduras: túnica blanca y manto azul-celeste. Tiene las manos juntas en el pecho.

El Padre Salvaire hizo recubrir la Santa imagen con una coraza de plata para impedir su deterioro. Antes de esta operación se sacaron moldes que permitieron su reproducción auténtica.

En 1887, el Padre colocó la Imagen sobre una base de Bronce, le adosó la rayera gótica con la inscripción: “Es la Virgen de Luján la primera Fundadora de esta Villa” y una aureola de doce estrellas. Ornamentada en esta forma, fue coronada con la corona Imperial bendecida por León XIII.

El 3 de diciembre de 1871 se realizó la primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de personas concurren cada año. Es uno de los centros de peregrinación más importantes de Latinoamérica. Actualmente, la fiesta principal se celebra el 8 de mayo.




07 mayo, 2024

Beata Madre María de San José, Primera Beata de Venezuela

 

 

 

 ¡Oh! Beata Madre María de San José, vos sois
la hija del Dios de la Vida y su amada santa
A los trece años, os consagrasteis al Señor en
vuestra Primera Comunión, el día de la Nuestra Señora
de la Inmaculada Concepción, en la que
hicisteis vuestro voto de virginidad, viviendo
desde entonces, hasta vuestra muerte 
sólo para Vos, en pobreza y humilde sencillez.
A los diecisiete años, os impusieron el santo
escapulario de la Virgen del Carmen. Desde
entonces, os dedicasteis al servicio de los
más pobres. Más tarde, Fuisteis Superiora de
la congregación religiosa de las Agustinas
Recoletas, y desde entonces os llaman "Madre
María de San José". Son múltiples, las obras
hechas por vuestra congregación: orfelinatos,
asilos de mendigos, casas maternas, hospitales,
escuelas, albergues y más. Y, así, y luego
de haberos gastado en buena lid, con vuestra
vida de sacrificio, caridad y ferviente amor
por Jesús Eucaristía, voló vuestra alma al cielo
para coronada ser con corona de luz y eternidad.
Vuestros restos, reposan hoy en la Capilla
de las Hermanas Agustinas del Hogar «Inmaculada
Concepción» de Maracay. Vuestra beatificación
se debe por la curación de la hermana Teresa
Silva, inválida, y por quien vos, habíais
profetizado su curación años antes. Vuestro
cuerpo incorrupto, reposa en un sarcófago de
cristal para la veneración de vuestras hijas
espirituales y fieles. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh! Beata María de San José "vivo Amor por Dios".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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07 de Abril
Beata Madre María de San José
Primera Beata de Venezuela

La primera Beata venezolana: Laura Evangelista Alvarado Cardozo, la Madre María de San José. Hija de Clemente Alvarado y Margarita Cardozo, nació en Choroní, un pueblo del Estado Aragua, en Venezuela, el 25 de Abril de 1875.

Desde su infancia llevó una vida cristiana ejemplar. A los cinco años de edad se trasladó con su familia a vivir en la ciudad de Maracay, capital del mismo Estado. A los trece, se consagró al Señor cuando en su Primera Comunión el 8 de Diciembre de 1988, día de la Inmaculada Concepción de María Santísima, le hace su voto de virginidad. De aquí y hasta su muerte vivirá sólo para El, en pobreza y humilde sencillez.

En 1892, a los diecisiete años, le impusieron el santo escapulario de la Virgen del Carmen. Luego en 1893, el sacerdote Justo Vicente López Aveledo fundó la Sociedad de las Hijas de María y Laura pasa a formar parte de ella, renovando así sus primeros votos de virginidad perpetua, también un día 8 de Diciembre.

De los 18 años en adelante, asesorada por su director espiritual el Pbro. López Acevedo, comenzó a dedicarse al servicio de los más pobres. El mismo Pbro. en 1893, fundó el Hospital San José, el primero de Maracay, en beneficio de la clase desposeída y allí comenzó su labor.

Próxima a cumplir sus 24 años, Laura recibió del padre López la dirección y administración del hospital. Fundó igualmente el padre López la congregación religiosa de las Agustinas Recoletas en Venezuela entrando a formar parte de ella y a cuya cabeza ingresa Laura Evangelista en 1903 como Superiora de la comunidad, desde entonces se le llamó Madre María de San José.

Muchas fueron las obras hechas por esta congregación en el país, dirigidas por la Madre María de San José, desde orfelinatos hasta asilos de mendigos, casas maternas, hospitales, escuelas, albergues, y otras. Después de una fructífera vida de sacrificio, caridad y ferviente amor por Jesús Eucaristía, muere santamente la Madre María en Maracay el 2 de Abril de 1967, a los 92 años de edad.

Sus exequias se efectuaron con emotivas honras fúnebres, luego de permanecer sus restos tres días en capilla ardiente. Hoy, reposan en la Capilla de las Hermanas Agustinas del Hogar «Inmaculada Concepción» de Maracay donde transcurrió la mayor parte de su vida.

El proceso de su Beatificación comenzó en 1978. En 1982, ocurre la curación de la hermana Teresa Silva inválida por penosa enfermedad a quien la Madre le había profetizado su curación años antes. Este milagro, obtenido de la misma Madre, fue aprobado por decreto papal de Juan Pablo II en 1993. En 1994, es trasladado su cuerpo incorrupto al sarcófago de cristal para la veneración de sus hijas espirituales y fieles. El día 7 de Mayo de 1995 se realizó la ceremonia de su Beatificación. Los venezolanos nos sentimos realmente orgullosos de nuestra primera Beata: María de San José y oramos por su pronta Canonización.

Desde 1967 numerosas personas visitan diariamente el sepulcro de nuestra Madre María, en actitud de súplicas o de acción de gracias por continuos favores recibidos. Su fama de santidad trascendió las fronteras de la patria, lo que motivó la apertura del proceso de Beatificación por parte de las Hermanas con la asesoría del P. Eugenio Ayape (Agustino Recoleto). 

Se comienza entonces con la investigación y recopilación de datos, documentos y testimonios y en la publicación de varias obras de carácter histórico, más un boletín trimestral informativo. Desde el año 1982 el P. Romualdo Rodrigo se constituye Postulador de la Causa de Beatificación y Canonización de nuestra Madre fundadora, la cual se inicia en Maracay el 9 de Octubre de 1983 en celebración Eucarística presidida en la Catedral Mons. Feliciano Gonzalez, quien la declara SIERVA DE DIOS. 

Dicho proceso Diocesano queda clausurado el 13 de julio de 1986, trasladando toda la documentación a Roma, donde es estudiada por Consultores, Teólogos, Cardenales y Obispos con positivos resultados. El 7 de mayo del 1992, el Santo Padre promulga el decreto sobre la Heroicidad de las virtudes, por el cual nuestra Madre María recibe el título de VENERABLE, para continuar con el estudio del Milagro de curación de la Hna. Teresa Silva, atribuido a la intercesión de nuestra fundadora, el cual fue aprobado por unanimidad y fue presentado ante el Papa Juan Pablo II, quien a su vez lo aprueba formalmente mediante el decreto del 23 de diciembre de 1993. 

Como requisito para la Beatificación, se exhumaron los restos mortales de la VENERABLE María de San José, el 19 de enero de 1994, hallándose su cuerpo intacto. Es Beatificada por S.S. Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en Roma el 7 de Mayo de 1995, constituyéndola así PRIMERA BEATA DE VENEZUELA.

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