Oh, San Pedro Apóstol, vos sois el hijo
del Dios de la vida y Papa primero de su
Santa Iglesia, que en Él, su Trinidad Santa
reposa, y porque vos, del mismo Cristo
recibisteis vuestro nombre, que “piedra”
significa, diciéndoos: “Os digo que vos
sois Pedro y Sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y, a vos os daré
las llaves del Reino de los cielos y lo que
atéis en la tierra, quedará atado en el cielo
y lo que desatéis en la tierra quedará
desatado en los cielos”. Y, vos amado Pedro,
que conocer negasteis al Divino Maestro
por tres veces y Él, de amor ciego confiando
en vos siguió, y no se equivocó. ¡Dios nunca
se equivoca!. Vuestro Maestro a los cielos
subió y vos, recobrasteis la fe y con la
fuerza del Espíritu Santo, hasta el final
de vuestros días, liderasteis a los cristianos
del tiempo vuestro, predicando la verdad y
el amor de la buena nueva. Siria, Asia Menor
y Grecia, saben de vuestros santos pasos y en
Jerusalén Concilio, a Pablo de los gentiles
Apóstol, apoyasteis y en las manos del tirano
Nerón, caísteis y os negasteis a crucificado
ser como a Cristo y sintiéndoos indigno la
muerte preferisteis, de cabeza crucificado
ser y morir y, en el mismo lugar donde ayer
por siglos, el paganismo reinara, hoy prístina
y eterna se yergue, el más grande monumento
en honor a Aquél que todo lo ve y que vuestro
santo nombre lleva: “Basílica de San Pedro”,
cuna eterna del que os sucede y sucederá por
los tiempos de los tiempos. Piedra de fe,
que hoy brilláis, todo coronado de luz eterna;
Oh, San Pedro, Apóstol y Papa primero.
© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Junio
San Pedro, Apóstol
Año 64
Pedro arrepentido, Pedro el preferido del Señor, Pedro el entusiasta por Cristo Jesús, pídele al Señor un amor hacia el Salvador tan fuerte y tan generoso como el amor que por Cristo Jesús ardió en tu gran corazón.
Un día estando San Juan Bautista con algunos discípulos, vio a Jesús y señalándolo dijo: “He aquí el Cordero de Dios”
Oyéndolo, dos discípulos se fueron tras Él. Y Jesús volviéndose, les dijo “¿Qué buscáis?” Ellos le dijeron: “Maestro, ¿dónde vives?” Y el contestó: “Venid y lo veréis”. Se fueron con Jesús y se quedaron con Él todo aquel día.
Uno de los dos discípulos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Él, al primero que halló, después de haber estado con Jesús, fue a Simón, su hermano, a quien le dijo que habían encontrado al Mesías. Simón escuchó con mucha atención a su hermano y quiso verle también, por lo que los dos se fueron en busca de Jesús.
Cuando llegaron donde El estaba, Jesús fijó en Simón su mirada y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan. Tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro o piedra…”.
Un día, preguntó Jesús a sus discípulos: “¿Quién dicen las gentes que es el Hijo del Hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas”.Jesús añadió: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” Tomando la palabra, Simón dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Este es el primer dogma definido por el Papa, asistido del Espíritu Santo), por eso, Jesús le respondió: “Bienaventurado eres, Simón porque esta verdad no te la ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra, Yo edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no prevalecerá contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra será también desatado en los cielos”.
Atar significa el poder que tiene el Papa para imponer leyes o deberes que obligan en conciencia, como el de oír misa los domingos, etc. Y desatar es la misma autoridad y poder que le dio Jesucristo para poder anular algunas obligaciones que él puede derogar.
El Papa es el vicario de Jesucristo y puede imponer leyes en su nombre, como son los cinco mandamientos de la Santa Iglesia. Y los demás obispos tienen la misma autoridad de los Apóstoles, porque son sus sucesores.
A los apóstoles, les dijo Jesús: “Quien a vosotros os recibe, a mí me recibe… El que a vosotros os escucha, a mí me escucha; y el que os desprecie, a mí me desprecia… Se le perdonarán los pecados a aquellos a quienes vosotros se los perdonéis, y no se le perdonarán a aquellos a quienes vosotros no se los perdonéis”.
Cuando Jesucristo eligió a San Pedro para que fuera Papa, sabía que cometería un grave pecado; y sin embargo no eligió a otro apóstol, sino a él. Por eso le dijo: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como al trigo; mas yo he rogado por ti a fin de que no perezcas; y tú, cuando te arrepientas, confirma en la fe a tus hermanos”.”Señor, respondió Pedro, yo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel o a la misma muerte” Pero Jesús le aseguró: ¡Oh, Pedro! Esta misma noche, antes de que el gallo cante, ya me habrás negado tres veces”.
Pero Pedro, a pesar de sus protestas, se olvidó, y ante la voz de una mujer que le acusaba, juró que no conocía a Jesús. Lo negó tres veces, y a la tercera cantó el gallo. Entonces recordó las palabras del Maestro, y dándose cuenta de su pecado, lloró amargamente y Jesús, después de resucitar, lo perdonó.
En el día de Pentecostés, estando los discípulos reunidos, aparecieron unas lenguas de fuego que se repartieron sobre ellos y se sintieron llenos del Espíritu Santo.
Entonces Pedro, como jefe de la asamblea, salió al balcón y empezó a predicar. Al oírlo, se reunieron junto a él, gran cantidad de judíos, de todas las regiones y lenguas.
Las gentes que le oían, se preguntaban: “¿Quién es éste? ¿No es el galileo? Aquí estamos personas de muchas regiones, que hablamos lenguas diferentes y entre nosotros no nos entendemos. ¿Pues cómo es que a éste todos le entendemos?” Y tal fue la admiración de la gente, que en aquel día se hicieron cristianos más de tres mil personas.
Subían un día Pedro y Juan al Templo, cuando se encontraron con un hombre paralítico. Pasando junto a él, Pedro le dijo: “Míranos, plata u oro no tengo; pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús Nazareno, levántate y ponte a andar”.
El enfermo, repentinamente curado, dio un salto y se puso en pie a alabar a Dios. Muchos le conocían y se maravillaron del milagro. Pedro les dijo: “¡Hijos de Israel! ¿Por qué os maravilláis de esto y por qué nos estáis mirando? No hemos sido nosotros, sino el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien vosotros crucificasteis”. Las palabras de Pedro a la vista del milagro, convirtieron a más de cinco mil hombres.
Estando Pedro y Juan enseñando en el Templo, llegaron algunas autoridades y los metieron presos Al día siguiente comparecieron ante el pontífice, el cual les preguntó: “¿Con qué potestad o en nombre de quién habéis hecho esa curación del paralítico?”.
Pedro le contestó diciendo: “En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, a quien vosotros crucificasteis y Dios ha resucitado. En virtud de Él, está sano ese hombre”.
Entonces ordenaron a los guardias que los sacasen, y ellos se pusieron a deliberar entre sí diciendo: “¿Qué haremos con estos hombres?. Ha sido un milagro tan claro y evidente que no es posible negarlo. Lo único que podemos hacer es obligarles a no vuelvan a tomar en la boca ese nombre, ni hablen más de El a persona viviente”.
Entonces, llamándolos de nuevo, les amenazaron que por ningún caso hablasen ni enseñasen en nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan les respondieron “Juzgad vosotros qué es más justo en la presencia de Dios: si el obedeceros a vosotros o el obedecer a Dios”.
Los Apóstoles seguían haciendo muchos milagros en el pueblo. Todos los que estaban enfermos se ponían por donde Pedro pasaba y con sólo tocarles quedaban curados. Así llegaban a Jerusalén muchas gentes de todas las ciudades, trayendo enfermos que eran curados.
Alarmados por esto, los príncipes de los sacerdotes prendieron a Pedro y a Juan y los metieron en la cárcel. Mas el ángel del Señor, abriendo por la noche las puertas, los puso en libertad y los mandó volver al Templo a predicar.
Reunidos en concilio los sacerdotes, mandaron ir por los presos para ser interrogados. Pero regresaron los soldados diciendo: “La cárcel la hemos hallado bien cerrada, y los centinelas en todas las puertas; pero los presos han desaparecido”. En ese momento, llegó uno diciendo: “Aquellos hombres, están ahora enseñando en el Templo”.
Inmediatamente fue allá el comandante y los trajeron. El sumo sacerdote les dijo: “¿No os teníamos formalmente prohibido que volvieses a enseñar en nombre de Ese?” Pedro contestó: “Cierto; pero es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Herodes mandó encarcelar a Pedro, y para dormir lo hacía atado con cadenas a varios soldados. El rey tenía pensado condenarlo a muerte después de la Pascua; pero mientras Pedro estaba en la cárcel, la Iglesia entera hacía oración por él.
Y sucedió que, la noche anterior al día en que Herodes pensaba matarle, mientras dormían, el ángel del Señor despertó a Pedro, y al instante se le cayeron las cadenas con las que estaba atado a los soldados. Añadió el ángel: “Toma tu capa y sígueme”.
Salió Pedro tras el ángel y cruzaron delante de todos los guardias, hasta que llegaron a la puerta de hierro, la cual se abrió por sí misma. Salieron y caminaron hasta el fin de la calle, y allí el ángel desapareció. Entonces fue cuando Pedro se dio cuenta de la realidad y dijo: “El Señor ha mandado a su ángel para librarme de Herodes”.
Entonces Pedro se encaminó a una casa donde sabía que se reunían los cristianos, llamó a la puerta, le abrieron, y al verle quedaron asombrados. Les contó cómo había sucedido todo y se retiró.
Después de confirmar en la fe a los hermanos de Jerusalén, San Pedro partió para Roma, que entonces era tenida por la capital del mundo. Fue el obispo de Roma por espacio de unos 25 años, hasta que murió víctima del emperador Nerón.
Nos dice la tradición que al arreciar la persecución, y sabiendo los cristianos el interés que tenía Nerón de encontrar al jefe de los cristianos, consiguieron convencer a Pedro de que se marchase durante algún tiempo a un lugar menos peligroso. Cuando Pedro se disponía a salir de la ciudad, tuvo una visión en donde se encontró con su Señor y Maestro Jesús, que venía hacia Roma cargando a las espaldas con una cruz. Pedro al verlo, humilde y confuso, solamente acertó a decirle: “¿Adónde vas, Señor?” Y el Salvador le respondió: “Voy a Roma para ser crucificado otra vez”. La visión desapareció, pero Pedro comprendió la lección: Aquella cruz que traía el maestro era su propia cruz, que debería aceptar valientemente.
Pedro decidió regresar a Roma y aceptar el tormento de la cruz. La guardia romana no tardó en apresarle, y el emperador Nerón le condenó a morir en cruz. A Pedro le pareció tanto honor que, considerándose indigno de morir como el Maestro, suplicó le concedieran el favor de morir cabeza abajo, gracia que le fue concedida. Pedro murió en el Vaticano, el día 29 de junio del año 64.
(
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro.htm)
San Pablo Apóstol
Oh, San Pablo Apóstol, vos sois el hijo del
Dios de la vida, que, de perseguidor de sus
fieles y valerosos seguidores, pasasteis a
ser uno de ellos, amor inmenso demostrando a
Jesucristo y con ardiente deseo de almas salvar.
“Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?”, Os dijo
una voz de camino a Damasco y vos preguntasteis:
“¿Quién sois Vos? y Aquella voz, os respondió:
“Yo soy Jesús el que persigues” y dijisteis vos:
“¿Señor, qué queréis que yo haga?” y Jesús,
os dijo que a Damasco fuerais. Ciego por tres
días y un discípulo de Jesús os instruyó y
bautizó. La vista recobrasteis y dejasteis
de fariseo ser y en su apóstol convertido
quedasteis. “Me desgasto y me desgastaré por
el bien de las almas y por el Reino de Cristo
Jesús”; decías vos en cada Sinagoga y así
entonces supieron, que Jesucristo es Redentor
del mundo y en vuestras cartas contáis que:
“Cinco veces recibí de los judíos treinta y
nueve azotes cada vez. Tres veces fui apaleado
con varas. Tres veces padecí naufragios. Un
día y una noche los pasé entre la vida y la
muerte en medio de las olas del mar. Muchas
veces me vi en peligros de ríos, peligros de
ladrones, peligros de los judíos, peligros de
los paganos, peligros en la ciudad, peligros
en el campo, peligros en el mar, peligros por
parte de falsos hermanos; noches sin dormir;
días y días sin comer; sed espantosa y un frío
terrible; falta de vestidos con los cuales
abrigarse, y además de eso, mi preocupación
por todas las Iglesias o reuniones de creyentes.
Quien se desanima, que no me haga desanimar.
¿Quién sufre malos ejemplos que a mí no me
haga sufrir con eso?”. Nerón, os mandó matar
creyendo que cortándoos la cabeza os mataría
la fe y falló el impío, porque vos seguís “vivo”
con vuestras trece cartas, que tesoro son para
nuestra fe. Corredor de corredores y corredor
de la fe, ganasteis incorrupta corona, que
recibisteis del mismo Cristo, cuya voz oísteis
y a quien conocéis y vivís con El, eternamente;
oh, San Pablo Apóstol, valeroso corredor de la fe.
© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Junio
Año 67
San Pablo Apóstol
Pablo, fervoroso Apóstol, un favor te pedimos al recordar tu fiesta de cada año: suplícale a Dios que te imitemos en tu inmenso amor a Jesucristo y en tu deseo impresionante de salvar almas. Que cada uno de nosotros pueda repetir aquella tu frase famosa: “Me desgasto y me desgastaré por el bien de las almas y por el Reino de Cristo Jesús”.
Las información que tenemos acerca de la vida de este gran apóstol están contenidas en “Los Hechos de los Apóstoles” (Al final de la S. Biblia) y en las cartas del santo.
Nació en la ciudad de Tarso, en el Asia Menor, quizás unos diez años después del nacimiento de Jesucristo. Su primer nombre era Saulo. Era de familia de judíos, de la tribu de Benjamín y de la secta de los fariseos. Fue educado en toda la rigidez de las doctrinas de los fariseos, y aprendió muy bien el idioma griego que era el que en ese entonces hablaban las gentes cultas de Europa. Esto le será después sumamente útil en su predicación.
De joven fue a Jerusalén a especializarse en los libros sagrados como discípulo del rabino más famoso de su tiempo, el sabio Gamaliel. Durante la vida pública de Jesús no estuvo Saulo en Palestina, por eso no lo conoció personalmente. Después de la muerte de Jesús, volvió nuestro hombre a Jerusalén y se encontró con que los seguidores de Jesús se habían extendido mucho y emprendió con muchos otros judíos una feroz persecución contra los cristianos. Al primero que mataron fue al diácono San Esteban y mientras los demás lo apedreaban, Saulo les cuidaba sus vestidos, demostrando así que estaba de acuerdo con este asesinato. Pero Esteban murió rezando por sus perseguidores y obtuvo pronto la conversión de este terrible enemigo.
Saulo salió para Damasco con órdenes de los jefes de los sacerdotes judíos para apresar y llevar a Jerusalén a los seguidores de Jesús. Pero por el camino una luz deslumbrante lo derribó del caballo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?”. Él preguntó: “¿Quién eres tú?- y la voz le respondió: “Yo soy Jesús el que tú persigues”. Pablo añadió: “¿Señor, qué quieres que yo haga?” y Jesús le ordenó que fuera a Damasco y que allá le indicaría lo que tenía que hacer. Desde ese momento quedó ciego y así estuvo por tres días. Y allá en Damasco un discípulo de Jesús lo instruyó y lo bautizó, y entonces volvió a recobrar la vista. Desde ese momento dejó de ser fariseo y empezó a ser apóstol cristiano.
Después se fue a Arabia y allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina cristiana. Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Cristo Jesús y de su doctrina.
Llegó a Jerusalén y allá se puso también a predicar acerca de Cristo, pero los judíos decidieron matarlo. Entonces los cristianos lo sacaron a escondidas de la ciudad y lo llevaron a Cesarea. De allí pasó a Tarso, su ciudad natal, y allá estuvo varios años. Y un día llegó a Tarso en su busca su gran amigo, San Bernabé, y se lo llevó a la populosa ciudad de Antioquía a que le ayudara a predicar. Y en esa ciudad estuvo predicando durante un año, hasta que en una reunión del culto por inspiración divina, fueron consagrados sacerdotes Saulo y Bernabé, para ser enviados a misionar.
San Pablo hizo cuatro grandes viajes que se han hecho famosos. El primero ya lo narramos en la historia de San Bernabé su compañero (en el 11 de junio). En ese viaje cambió su nombre de Saulo por el de Pablo, en honor de su primer gran convertido, el gobernador de Chipre, que se llamaba Sergio Pablo.
El segundo viaje lo hizo de los años 49 al 52. En este recorrido ya es menos impulsivo que en el viaje anterior y encuentra menos reacciones violentas, pero estas no faltan y bastante graves. Visita las comunidades o iglesias que fundó en el primer viaje y se propone seguir misionando por el Asia Menor pero un mensaje del cielo se lo impide y le manda que pase a Europa a misionar. Se encuentra con dos valiosos colaboradores: el evangelista San Lucas (a quien llama “médico amadísimo”) y Timoteo, que será su más fiel secretario y servidor, y a quien escribirá después dos cartas que se han hecho famosas.
La primera ciudad europea que visitó fue Filipos (en sueños oyó que un habitante de Filipos le suplicaba: “Ven a ayudarnos”). Allí le sacó el demonio a una muchacha que hacía adivinaciones y al acabárseles el negocio de los que cobraban por cada adivinación, estos arremetieron contra Pablo y su compañero Silas y les hicieron dar una feroz paliza. Pero en la cárcel a donde los llevaron, lograron convertir y bautizar al carcelero y a toda su familia. Pablo guardó siempre un gran cariño hacia los habitantes de Filipos y a ellos dirigió después una de sus más afectuosas cartas, la Epístola a los Filipenses.
Después pasó a la ciudad de Atenas, que era la más famosa en cuanto cultura y filosofía. Allá predicó un sermón en el Aerópago, y aunque muchos se rieron porque hablaba de que Cristo había resucitado, sin embargo logró convertir a Dionisio el aeropágita, a Dámaris y a varias personas más. Enseguida pasó a Corinto, que era un puerto de gran movimiento de gentes. Allí estuvo predicando durante un año y seis meses y logró convertir gran cantidad de gentes. Más tarde dirigirá a sus habitantes sus dos célebres cartas a los Corintios. De allí salió a hacer su cuarta visita a Jerusalén.
Su tercer viaje lo hizo del año 53 al 56. En este viaje lo más notable fue que en la ciudad de Efeso en la cual estuvo por bastantes meses, Pablo logró que muchas personas empezaran a darse cuenta de que la diosa Diana que ellos adoraban era un simple ídolo, y dejaron de rendirle culto. Entonces los fabricantes de estatuillas de Diana al ver que se arruinaba el negocio, promovieron un gran tumulto en contra del Apóstol. De Éfeso partió Pablo hacia Jerusalén a llevar a los cristianos pobres de esa ciudad el producto de una colecta que había promovido entre las ciudades que había evangelizado. Por todas partes se iba despidiendo, anunciando a sus discípulos que el Espíritu Santo le comunicaba que en Jerusalén le iban a suceder hechos graves, y que por eso probablemente no lo volverían a ver. Esto causaba profunda emoción y lágrimas en sus seguidores que tanto lo estimaban. En su quinto viaje a Jerusalén, los judíos promovieron contra él un espantoso tumulto y estuvieron a punto de lincharlo. A duras penas lograron los soldados del ejército romano sacarlo con vida de entre la multitud enfurecida.
Entonces cuarenta judíos juraron que no comerían ni beberían mientras no lograran matar a Pablo. Al saber la hermana de él esta grave noticia, mandó un sobrino a que se la contara. Entonces Pablo avisó al comandante del ejército, y de noche, en medio de un batallón de caballería y otro de infantería, lo sacaron de Jerusalén y lo llevaron a Cesarea. Allá estuvo preso por dos años, pero permitían que sus discípulos fueran a visitarlo.
Al darse cuenta Pablo de que los judíos pedían que lo llevaran a Jerusalén para juzgarlo (para poder matarlo por el camino), pidió ser juzgado en Roma, y el gobernante aceptó su petición. Y en un barco comercial fue enviado, custodiado por 40 soldados. Y sucedió que en la travesía estalló una espantosa tormenta y el barco se hundió. Pero Jesucristo le anunció a Pablo que por el amor que le tenía a su muy estimado Apóstol no permitiría que ninguno de los viajeros del barco se ahogase. Y así sucedió. Lograron llegar a la Isla de Creta y allí salvaron sus vidas del naufragio.
Al fin llegaron a Roma, donde esperaban a Pablo con gran entusiasmo los cristianos. En esa ciudad capital estuvo por dos años preso (casa por cárcel) con un centinela en la puerta. Y los cristianos y los judíos iban frecuentemente a charlar con él, y aprovechaba toda ocasión que se le presentara para hablar de Cristo y conseguirle más y más seguidores.
Cuando estalló la persecución de Nerón, éste mandó matar al gran Apóstol, cortándole la cabeza. Dicen que sucedió el martirio en el sitio llamado las Tres Fuentes (Tre Fontana) (y una antigua tradición cuenta que al caer la cabeza de Pablo por el suelo, dió tres golpes y que en cada sitio donde la cabeza golpeó el suelo, brotó una fuente de agua). Las 13 cartas de San Pablo enseñan verdades valiosísimas acerca de nuestra fe. Allí se ve que era un “enamorado de Cristo y de su Santa Religión”. En su segunda Carta a los Corintios, San Pablo narra lo que le sucedió en su apostolado: “Cinco veces recibí de los judíos 39 azotes cada vez. Tres veces fue apaleado con varas. Tres veces padecí naufragios. Un día y una noche los pasé entre la vida y la muerte en medio de las olas del mar. Muchas veces me vi en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los judíos, peligros de los paganos, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar, peligros por parte de falsos hermanos; noches sin dormir; días y días sin comer; sed espantosa y un frío terrible; falta de vestidos con los cuales abrigarse, y además de eso, mi preocupación por todas las Iglesias o reuniones de creyentes. Quien se desanima, que no me haga desanimar. ¿Quién sufre malos ejemplos que a mí no me haga sufrir con eso?”.