Oh , San Antonio de Padua, vos, sois
el hijo del Dios de la vida, y el mismo
al que llamaba León XIII Papa, “el
santo de todo el mundo”, porque
vuestra imagen y devoción esparcidas
por todo el orbe de la tierra están.
“Doctor Evangélico”, sermones vívidos
escribisteis para las fiestas todas
del año y, muy a menudo decíais vos:
“El gran peligro del cristiano es
predicar y no practicar; creer, pero
no vivir de acuerdo con lo que se
cree”. Vos, “erais poderoso en
obras y en palabras y que, vuestro
cuerpo habitaba esta tierra, pero
vuestra alma vivía en el cielo”, decía
un biógrafo vuestro. De las mujeres
estériles, pobres, viajeros, albañiles,
panaderos y papeleros santo Patrón.
A vos, también os invocamos, por los
perdidos objetos o para pedir un buen
esposo o esposa. Vuestras armas el
Santísimo Sacramento y los rezos a
Nuestra Señora, a quien, vuestra pureza
encomendasteis y con vuestra memoria
de prodigio, en tiempo breve bebisteis
la verdad y la luz del Sagrado Libro,
logrando de los herejes conversión
total, “Arca de los Testamentos”. El
día que, al cielo volasteis, un canto
entonasteis a Nuestra Señora, y, con
celestial sonrisa dijisteis: “Venir
veo, a Nuestro Señor”. Y, marchasteis
para coronado ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestro amor ;
Oh, San Antonio de Padua, “Bendito”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Fiesta: 13 de junio
San Antonio de Padua Fraile franciscano, Doctor de la Iglesia
(1195-1231)
Adaptado de la Vida de los Santos de Butler
Etim: Antonio: “Defensor de la Verdad”
BIOGRAFÍA
San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias. León XIII lo llamó “el santo de todo el mundo”, porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes. Llamado “Doctor Evangélico”. Escribió sermones para todas las fiestas del año. “El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree” -San Antonio.
“Era poderoso en
obras y en palabras. Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el
cielo” -un biógrafo de ese tiempo. Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros,
albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para
pedir un buen esposo/a. Es verdaderamente extraordinaria su
intercesión.
Vino al mundo en el año 1195 y se llamó
Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al
ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de
los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito
franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que
los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros
conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue
puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa
cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al
priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las
distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades.
No le faltaron las pruebas. En la juventud fue
atacado duramente por las pasiones sensuales. Pero no se dejó vencer y con la
ayuda de Dios las dominó. El se fortalecía visitando al Stmo. Sacramento. Además
desde niño se había consagrado a la Stma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza.
Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la
plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a
adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el
año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos
y trajo consigo las reliquias de los santos frailes-franciscanos que, poco
tiempo antes habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando que por
entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a
la vista de aquellas reliquias y nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de
dar la vida por Cristo.
Poco después, algunos frailes franciscanos
llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando;
éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principio de
1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó
para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros.
Pero no bien llegó a aquellas tierras donde
pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad
(hidropesía),que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin
de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó,
empujada por fuertes vientos, se desvió y fue a parar en Messina, la capital de
Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde,
según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un
capítulo general.
Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último
de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden;
estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y San Francisco,
sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión
impresionó hondamente al joven fraile portugués. Tras la clausura, los hermanos
regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse
cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli.
Hasta ahora se discute el punto de si, por
aquel entonces, Antonio era o no sacerdote; pero lo cierto es que nadie ha
puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales
del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía
entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al
servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y
cacharros, después del almuerzo comunal.
Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas
las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en
Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de
los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún
malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar
la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los
franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a San Antonio, ahí
presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara.
El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su
improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados,
embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor
y la sabiduría de que hizo gala el orador.
En cuanto el ministro provincial tuvo noticias
sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a
su solitaria ermita y lo envió a predicar a varias partes de la Romagna, una
región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía. En un momento, Antonio
pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos
en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en
muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía
llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas
Escrituras.
En una ocasión,
cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San
Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: “Oigan la palabra de Dios,
Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren
escuchar”. A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza
en señal de aprobación. Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo
que los herejes tuvieron que ceder.
A pesar de estar muy enfermo de hidropesía, San
Antonio predicaba los 40 días de cuaresma. La gente presionaba para tocarlo y le
arrancaban pedazos del hábito, hasta el punto que hacía falta designar un grupo
de hombres para protegerlo después de los sermones. Además de la misión de
predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella
fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella
función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a San
Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: “Al muy
amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace
en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que
esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de
acuerdo con nuestra regla”.
Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor
claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por
cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un
gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz
sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que
estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta
estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad
extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia
para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona
irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel
para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los
indiferentes y los herejes, pidiesen confesión.
Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y
talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres
salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para
conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran
insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de
oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.
Poco después de la muerte de San Francisco, el
hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle
ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que
asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los
historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien
encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de
la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en
teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella
ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el
Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de
que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo
del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse
exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el
hermano Antonio, a quien cierta vez llamó “el Arca de los Testamentos”, por los
extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.
Desde aquel momento, el lugar de residencia de
San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde
todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte,
tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no
solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron
una muy amplia y general reforma de conducta.
Las ancestrales disputas familiares se
arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los
que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público,
dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los
devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y
combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las
autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que
se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus
acreedores.
Se dice que también se enfrentó abiertamente
con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos
ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió
realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el
respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó
con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.
Después de predicar una serie de sermones
durante la primavera de 1231, la salud de San Antonio comenzó a ceder y se
retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien
pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le
llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del
capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos.
Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo: “Veo venir a Nuestro Señor”
y murió. Era el 13 de junio de 1231.
La gente recorría las calles diciendo: “¡Ha
muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y cinco
años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones
de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus
reliquias como el tesoro más preciado. San Antonio fue canonizado antes de que
hubiese transcurrido un año de su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX
pronunció la antífona “O doctor optime” en su honor y, de esta manera, se
anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró
a San Antonio “Doctor de la Iglesia”.
Se le llama el “Milagroso San Antonio” por ser
interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus
devotos, desde el momento de su muerte. Uno de los milagros mas famosos de su vida es el
de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que
Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y
luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto
fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto
y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.
Iconografía
Por regla general, a partir del siglo XVII, se
ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un
suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita
en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio
al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que
sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece
San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a
las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos
y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo
Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que
su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real.
San Antonio es el patrón de los pobres y,
ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión, se llama
“pan de San Antonio”; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay
ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para
encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté
relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la “Chronica XXIV
Generalium” (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso
salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su
libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y
amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro. En Padua
hay una magnífica basílica donde se veneran sus restos mortales.
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Vida de los Santos.
Salesman, P. Eliécer, Vidas de los
Santos.Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini – Un Santo Para Cada Día
Oraciones
Novena a San Antonio
San Antonio
obtenme de la Misericordia de Dios esta gracia que deseo (mencione el favor que
pide).
Como tú eres tan
bondadoso con los pobres pecadores, no mires mi falta de virtud antes bien
considera la Gloria de Dios que será una vez más ensalzada por ti al concederme
la petición que yo ahora encarecidamente hago.
Glorioso San
Antonio de los milagros, padre de los pobres y consuelo de los afligidos, te
pido ayuda.
Has venido a mi
auxilio con tan amable solicitud y me has aliviado tan generosamente que me
siento agradecido de corazón.
Acepta esta
ofrenda de mi devoción y amor.
Renuevo la seria
promesa de vivir siempre amando a Dios y al prójimo.
Continúa
defendiéndome benignamente con tu protección y obtenme la gracia de poder un día
entrar el Reino de los Cielos, donde cantaré enteramente las misericordias del
Señor. Amén.
Oración de
liberación de San Antonio de Padua
Haciendo la señal
de la cruz dirás con mucho fervor
He aquí la Cruz
del Señor,+Huid, potestades enemigas:+
El león Judà, descendiente de David,+
Ha vencido. Aleluya.
Este exorcismo
usado frecuentemente por San Antonio es muy eficaz contra las tentaciones del
demonio, como lo prueban muchísimos ejemplos. Constituyen esas palabras el breve
o carta de San Antonio que él mismo escribió y entregó a una devota suya para
librarla de una fuerte y tenaz tentación.
Oración
A ti, Antonio,
dechado de amor a Dios y a los hombres que tuviste la dicha de estrechar entre
tus brazos al Niño-Dios, a ti lleno de confianza, recurro en la presente
tribulación que me acongoja: “_________________________”
Te pido también
por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los
marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección.
Haz que nos
amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a
vivir el mensaje cristiano.
Tú, en presencia
ya del Señor, no ceses de interceder por El, con El, y en El, a favor nuestro
ante El Padre. Amén.
TRECE MARTES
EN HONOR DEL GLORIOSO SAN ANTONIO DE PADUA
Os ruego bendito
San Antonio, que me hagáis partícipe de las incontables misericordias que
concedéis a cuantos os invocan con devoción y confianza.
Martes 1.- Amoroso San Antonio, que despreciasteis las
vanidades del mundo, haced que ame a Dios y me dedique a las cosas de su
servicio. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 2.-Angélico San Antonio, lirio de incontable
pureza, logradme del Señor que venza todas las tentaciones. (Padre Nuestro y
Avemaría).
Martes 3.- Bendito San Antonio, amigo de la
penitencia, alcanzadme que con voluntarios sacrificios, satisfaga por mis
faltas. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 4.- Admirable San Antonio, espejo de
obediencia, obtenedme que sepa conformarme a la voluntad de Dios. (Padre Nuestro
y Avemaría).
Martes 5.- Serenísimo San Antonio, joya de pobreza,
atended por amor de Jesús y de Maria a mí y a los necesitados.(Padre Nuestro y
Avemaría).
Martes 6.- Compasivo San Antonio, ejemplo de humildad,
alcanzadme la firme sujeción a la iglesia y a todo superior. (Padre Nuestro y
Avemaría).
Martes 7.- Amable San Antonio, consolador de los
afligidos, rogad por cuantos sufren para que se vean libres de sus males o se
resignen en su desgracia. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 8.- Celoso San Antonio, defensor de la inocencia y castigador del vicio, alcanzadme que os sea agradable. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 9.- Amantísimo San Antonio, horno de ardiente caridad, alcanzadme vivas ansias de trabajar por la gloria del Señor. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 10.- Incomparable San Antonio, lumbrera que
ilumina a los pecadores, obtenedme que jamás ofenda a Dios. (Padre Nuestro y
Avemaría).
Martes 11.- Inocente San Antonio, celador de la
justicia, libradme de las asechanzas del demonio, y de todo mal. (Padre Nuestro
y Avemaría).
Martes 12.- Perfectísimo San Antonio, que haceis
hallar las cosas perdidas, obtenedme que lleve mi cruz y gane el cielo. (Padre
Nuestro y Avemaría).
Martes 13.- Santísimo y muy generosísimo San Antonio.
Sembrador de milagros, pretejedme con vuestra intercesión en todo el curso de mi
vida. (Padre Nuestro y Avemaría).
Oración final para
todos los martes
Caritativo
protector de los que a vos acuden, ya que habéis recibido el don de hacer
milagros, trabajad en el de mi conversión, alejad de mí y de todos los que me
son queridos, las enfermedades, las adversidades, y las desgracias, y por la
virtud de vuestras oraciones, atraed sobre mí y todos los míos las bendiciones
del cielo. Amén.
Letanía de San
Antonio
(como devoción privada)
Señor ten
piedad.
Cristo ten
piedad.Señor ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Santa María, ruega por nosotros.
San Francisco, San Antonio de Padua gloria de la orden de frailes menores, mártir en el deseo de morir por Cristo, Columna de la Iglesia, Digno sacerdote de Dios, Predicador apostólico, Maestro de la verdad, Vencedor de herejes, Terror de los demonios,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los necesitados,
Guía de los extraviados,
Restaurador de las cosas perdidas,
Intercesor escogido,
Constante obrador de milagros,
Sé propicio, perdónanos, Señor,
Sé propicio, escúchanos, Señor,
De todo mal, líbranos, Señor,
De todo pecado,
De todo peligro de alma y cuerpo,
De los lazos del demonio,
De la peste, hambre y guerra,
De la muerte eterna,
Por los méritos de San Antonio,
Por su celo en la conversión de los pecadores,
Por su deseo de la corona del martirio,
Por sus fatigas y trabajos,
Por su predicación y doctrina,
Por sus lagrimas de penitencia,
Por su paciencia y humildad,
Por su gloriosa muerte,
Por sus numerosos prodigios,
En el día del juicio, Nosotros pecadores, te rogamos, óyenos,
Que nos guíes por caminos de verdadera penitencia,
Que nos concedas paciencia en los sufrimientos,
Que nos asistas en las necesidades,
Que oigas nuestras oraciones y peticiones,
Que enciendas en nosotros el fuego de tu amor,
Que nos concedas la protección y la intercesión de San Antonio, Hijo de Dios,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
V. Ruega por
nosotros oh bienaventurado San Antonio, R. Para que seamos dignos de las
promesas de Cristo. Oremos: Dios Todopoderoso y eterno, Glorificaste a tu fiel
confesor Antonio con el don constante de hacer milagros. Concédenos que cuanto
pedimos confiadamente por sus méritos estemos ciertos de recibirlo por su
intercesión. Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.R.
Amen.
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