¡Oh!; Santa Madre de Dios, que visitasteis a vuestra prima
Isabel, en Vuestro seno llevando al Dios de la Vida y Señor
Nuestro, Jesucristo; visitasteis a vuestra santa prima Isabel y
saludándola saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel
del Espíritu Santo y dijo en voz alta: “¡Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para
que me visite la Madre de mi Señor? En cuanto tu saludo
llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá”. Y, Vos, contestasteis: “Proclama mi alma
la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora
me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de
corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de
la misericordia como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su descendencia por siempre”¡Aleluya!
¡Oh!, Santa María, “Viva y Santa Madre del Dios de la Vida”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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31 de Mayo
La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel
¡Bendita tú entre las mujeres! Regnum Christi
Evangelio: Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a
un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En
cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -”¡Bendita tú
entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para
que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has
creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
María dijo: -”Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su
esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace
proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del
trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los
colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Meditación
Esta lectura en su visión completa nos remonta a aquella primera
mujer, Eva, y a la nueva Eva María; pues en el mismo libro, unos
capítulos antes somos testigos de las palabras tan fuertes que Dios
dirige a su pueblo con la misma imagen de la ciudad de Jerusalén, la
llama impura, tirana, la trata de rebelde y desobediente. Así, Dios
enaltece a María, la nueva Eva, madre de Dios a quién hoy veneramos en
la fiesta de la Visitación.
Lo que viene a nuestra mente ante el nombre de María es la imagen de
una mujer santa, de una mujer especialmente santa, tan fuera de lo
común, de impresionantes virtudes. Por todo lo anterior, nos puede
parecer poco humana, sin embargo hoy, la fiesta de la visitación de
María a su prima Santa Isabel, presenta una realidad tan humana y tan
sencilla como es el que ella, la madre de Dios, del Verbo divino vaya de
visita.
Pensemos en Isabel, la prima visitada, una mujer también encinta como
María. Las dos madres de dos hombres santos que morirían mártires, Juan
el antecesor, Jesús el cumbre de la verdad y del amor de Dios a los
hombres. Uno antes que el otro, preparando el camino. Jesús el Hijo de
Dios, Juan el gran profeta de Dios. María es recibida por Isabel en un
ambiente lleno de bondad, amor, felicidad, pero sobre todo de
profundísima FE. Reconoce en María a la madre del Salvador, la creatura
ha saltado de gozo en mi vientre al oírte, Maria. María la llena de
gracia, la humilde contesta con el Magnificat. Es una radiografía del
alma de María y del contenido de su generosidad y entrega absoluta y de
su reconocimiento y alabanza a Dios, sin límite ni medida.
De Isabel podemos aprender la capacidad para conocer lo venido de
Dios. Muchas personas convivían con María y no se dieron cuenta de las
grandezas de Dios. Otras la persiguieron y abandonaron. La mayoría, no
reconocieron a Dios en María. Isabel mujer de oración y de
contemplación, sólo así se explica su reacción. Grandeza en María por
acudir a su prima, santidad en Isabel por reconocer a la Madre de su
Señor.
Oración
María, en mi caminar por la vida te pido auxilio constante. Sé mi
guía y luz para no caer en los abismos de mi egoísmo y sensualidad.
Calma mis ansias de mundo y purifica mis intenciones. Ayúdame a
reconocer a Dios en todos y dame un corazón inflamado de amor a mis
hermanos.
Dios, da a mi alma la gracia de querer, de gustar y de buscar
fervientemente el que María habite en mi corazón. Así, Ella vigilará
hasta verme un día gozando de ti en el cielo.
Visitar a María y decirle que quiero recibirla en mi corazón todos los días de mi vida.
(http://www.mariologia.org/solemnidadlavisitacion27.htm)